Detroit

“It's time we knew”

Una pregunta general:
¿Es mala suerte ser negro en EEUU?
Detroit, palabra del francés antiguo “Citat d'Étroit”, que significa “Ciudad del Estrecho”, es la ciudad más grande del estado estadounidense de Michigan, y la capital del condado de Wayne; siendo el puerto principal localizado al norte de Windsor, Ontario, sobre el río Detroit, en la región noreste de los Estados Unidos; y es conocida como “el centro tradicional del mundo automotor”, al ser la sede de las compañías General Motors, Ford y Chrysler; y también fue y es una fuente importante de herencias de música popular por el sello discográfico Motown, famoso por los 2 apodos de la ciudad:
“Motor City” y “Town”
Pero a principios del siglo XX, cuando los negros se trasladaron a Detroit en La Gran Migración, la ciudad tenía una población en rápido aumento, y no había suficientes viviendas; por lo que los negros se enfrentaron a una fuerte discriminación en materia de vivienda y empleo, pues compitieron por trabajar en menor escala con migrantes del sur y este de Europa.
Algunos de los patrones de segregación racial y étnica, basados en parte en las diferentes religiones de los estadounidenses y europeos, persistieron después de que otra discriminación social se había relajado a mediados del siglo XX.
Las multitudes blancas, impusieron la segregación de la vivienda hasta la década de 1960, y al enterarse de que un nuevo comprador era negro, los blancos se congregarían fuera del piquete doméstico, a menudo rompiendo ventanas, incursionando en incendios criminales, y atacando a sus nuevos vecinos.
Aun así, muchos estadounidenses consideraban a Detroit, como un líder en las relaciones raciales durante los primeros años de la década de los 60...
La elección del Alcalde Jerome Cavanagh en 1961, trajo la reforma al departamento de policía, encabezado por el nuevo comisionado de policía de Detroit, George Edwards.
El trabajo organizado, conducido por El Presidente de UAW, Walter Reuther, planificó la reconstrucción principal para los barrios bajos del centro de la ciudad.
Tanto que el New York Times editorializó que Detroit tenía “más por ello, que cualquier otra ciudad importante en el Norte”
En junio de 1963, El Reverendo Martin Luther King, Jr., dio un importante discurso en Detroit, que prefiguró su discurso “Tengo un sueño” en Washington, DC, 2 meses después; mientras que El Movimiento por Los Derechos Civiles obtuvo importantes leyes federales de derechos civiles en 1964 y 1965, las desigualdades de larga data, dieron lugar a enfrentamientos entre la policía y los jóvenes negros del centro de la ciudad, que deseaban un cambio; por lo que las tensiones de larga data en Detroit, culminaron en el motín de la Calle 12, en julio de 1967.
Todo comenzó en las primeras horas de la mañana del domingo 23 de julio de 1967.
El evento precipitante fue, una incursión policial de un bar sin licencia, justo al norte de la esquina de la calle 12, y la avenida Virginia Park, en el lado cercano de la ciudad.
En particular, el incidente del Algiers Motel, situado en 8301 Woodward Avenue, entre Woodward y Virginia Park, en el centro geográfico de Detroit, Michigan, Estados Unidos, ocurrió durante la noche del 25, al 26 de julio de 1967, durante el 12º disturbio racial de la ciudad.
Para entonces, 3 de los miembros de la banda de música, The Dramatics:
Ronald Banks, Larry Demps y Michael Calhoun, salieron; dejando a Roderick Davis, Larry Reed, y el valet de la banda, Fred Temple en el Motel.
En la noche del 25 de julio, el Motel Annex fue ocupado por varias personas que se habían refugiado de los disturbios; y en el Algiers, aproximadamente a una milla al este de donde comenzaron los disturbios, 3 civiles adolescentes, todos ellos negros, fueron golpeados y asesinados por la policía.
Otras 9 personas, 2 mujeres blancas y 7 hombres negros, fueron golpeados y humillados por miembros de una fuerza de reacción antidisturbios, compuesta por miembros del Departamento de Policía de Detroit, La Policía Estatal de Michigan, y La Guardia Nacional del Ejército de Michigan.
Las víctimas del Algiers eran:
Michael Clark, hombre negro; Carl Cooper, de 17 años, negro, muerto por arma de fuego; Roderick Davis, negro, miembro del grupo The Dramatics; Lee Forsythe, negro; Robert Greene, 26, veterano negro de Vietnam; Juli Hysell, 18 años, mujer blanca; Karen Malloy, de 18 años, mujer blanca; Charles Moore, negro; Aubrey Pollard, de 19 años, negro muerto por un disparo; Larry Reed, negro, miembro de The Dramatics; James Sortor, negro; y Fred Temple, de 18 años, muerto por un disparo.
El incidente ocurrió después de que se recibieron informes de que se habían visto a francotiradores, a un pistolero, o a un grupo de pistoleros en o cerca del motel.
Por su parte, El Gobernador George W. Romney, ordenó a La Guardia Nacional de Michigan, ir a Detroit; y El Presidente de EEUU, Lyndon B. Johnson, envió tropas del Ejército de Estados Unidos, tanto en La 82ª como en La 101ª Divisiones Aerotransportadas.
El resultado de los disturbios en general fue:
43 muertos, 467 heridos, más de 7.200 detenciones, y más de 2.000 edificios destruidos; la mayoría en áreas negras residenciales y de negocios.
Miles de pequeñas empresas cerraron permanentemente, o se trasladaron a barrios más seguros.
El distrito afectado estuvo en ruinas durante décadas; siendo el motín más costoso en los Estados Unidos, que durando 5 días, superó la violencia y la destrucción de la propiedad, del motín de Detroit de 1943, ocurrido 24 años antes.
Siendo también, uno de los disturbios más mortíferos y destructivos en la historia de los Estados Unidos, con 2.509 tiendas saqueadas o quemadas; 388 familias desamparadas o desplazadas, y 412 edificios quemados o dañados lo suficiente para ser demolidos.
Las pérdidas en dólares por daños a la propiedad, oscilaron entre $40 millones, y $45 millones.
La escala del disturbio, fue superada en los Estados Unidos solamente por los disturbios de la ciudad de New York de 1863, durante La Guerra Civil, y los disturbios 1992 de Los Ángeles.
El motín, fue destacado en los medios de comunicación, con cobertura de televisión en vivo, extensa información periodística, y extensas historias en revistas Time & Life.
Por su parte, el personal del Detroit Free Press, ganó El Premio Pulitzer 1968, por sus reportes generales locales, y su cobertura.
El autor John Hersey, escribió un libro de 1968 sobre el incidente; en el cual entrevistó a supervivientes, miembros de las familias de las víctimas, y algunos miembros del personal encargado de hacer cumplir la ley, que participaron en la incursión, y también consultó informes forenses para identificar al personal encargado de hacer cumplir la ley, involucrado en los asesinatos.
Los ingresos de las regalías del libro, más de 550.000 copias que fueron impresas, fueron entregados a un fondo de becas universitarias para estudiantes afroamericanos.
Hersey declaró en el libro, que “no tomará ningún dinero de ninguna fuente para la publicación de esta historia”
La pregunta inicial se renueva ahora:
¿EEUU es una nación democrática, pero a quién se aplica la ley?
“It's a war zone out there.
They're destroying the city”
Detroit es un drama del año 2017, dirigido por Kathryn Bigelow.
Protagonizado por John Boyega, Jack Reynor, Hannah Murray, Anthony Mackie, Will Poulter, Jacob Latimore, Jason Mitchell, Kaitlyn Dever, John Krasinski, Darren Goldstein, Jeremy Strong, Chris Chalk, Laz Alonso, Leon Thomas III, Malcolm David Kelley, Algee Smith, Ben O'Toole, Joseph David Jones, Ephraim Sykes, Samira Wiley, Peyton Alex Smith, Austin Hebert, entre otros.
El guión es de Mark Boal, que revive los hechos reales ocurridos en el Algiers Motel, durante los disturbios raciales ocurridos en Detroit, ciudad del Estado de Michigan en EEUU, en el año 1967; y es a la vez, un homenaje al 50° aniversario de los hechos, al tiempo que la directora logra mostrar los acontecimientos de una manera muy realista, como si de un documental se tratase, marca registrada de Bigelow; la cual se inspiró para desenterrar este evento, por los disturbios de Ferguson en agosto de 2014, donde un adolescente negro desarmado fue fatalmente asesinado por un policía blanco.
Esta es la 3ª colaboración entre la directora Kathryn Bigelow, y el guionista Mark Boal; pues ambos trabajaron en “Zero Dark Thirty” (2012) y “The Hurt Locker” (2009), donde tanto Bigelow como Boal, ganaron los premios Oscar respectivos por “The Hurt Locker”, incluyendo Mejor Película.
Por otra parte, esta es la primera película que será distribuida por Annapurna Pictures; cuyo estreno tuvo lugar el 25 de julio de 2017, en The Fox Theatre en Detroit, exactamente 50 años después de la fecha en que la mayoría de la película se lleva a cabo.
Se rodó en Boston, en La Corte del Distrito de Dedham, en Dorchester, y en Brockton, Massachusetts.
Además, fue filmada en Detroit, pero la eliminación de los incentivos cinematográficos de Michigan en 2015, afectó a los lugares de rodaje.
La acción comienza con una redada de la policía en un bar nocturno sin licencia, que acabó convirtiéndose en una de las revueltas civiles más violentas de los Estados Unidos.
Durante esos días convulsos de julio de 1967, las calles de Detroit se convirtieron en un escenario de batalla campal entre la comunidad afroamericana, y las fuerzas del orden, mayormente blancas.
Amotinamientos, revueltas armadas y tiroteos en escenarios civiles, se mantuvieron durante crudas semanas por conflictos raciales.
La brutalidad policial, agresora con impunidad social, alcanza cotas sin precedentes, y el caos llega a una situación de alarmante foco nacional tras la refriega, y su posterior juicio del Motel de Algiers, dónde los muchachos del grupo de R&B, The Dramatics, unas muchachas blancas, y unos pocos pandilleros de color, son víctimas del maltrato policial; y la redada más brutal por un tiroteo inofensivo, y la búsqueda de un arma inexistente.
Detroit como película es dura porque indaga en el pasado violento de los EEUU, uno que aún perdura; por lo que Bigelow nos arroja al centro de un suceso histórico brutal, para que podamos verlo y sentirlo por nosotros mismos; siendo mucho más que un aullido liberal contra la creciente toxicidad del racismo en Estados Unidos.
“I'm just gonna assume you're all criminals”
El cine de la insobornable e imprevisible Kathryn Bigelow, busca siempre ponernos en el lugar del otro, aunque eso resulte particularmente doloroso, y nos pone un espejo delante, para que veamos todas las sombras y los reflejos tenebrosos que nos hacen ser monstruos para los demás, y para nosotros mismos.
Con Detroit, La Bigelow entrega su mejor película, y en esta ocasión centra el objetivo de su cámara, en un problema tan amargo como casi ancestral, pero de una actualidad pavorosa:
Los enfrentamientos raciales entre la policía y la comunidad afroamericana.
Detroit posee una incomodidad digna del peor desasosiego de 2 horas y 25 minutos, donde se es testigo de una historia estructurada en 3 actos, que parece esforzarse en hacer que pierdas la esperanza sin piedad; porque la historia no deja tiempo al respiro, desde unos créditos iniciales animados, y tras 20 minutos sin diálogo, la realizadora nos pone en situación, una que no deja caer, llena de acción, suspenso y mucha adrenalina.
Al tiempo, la película es un “drama de corte”, aunque pienso que debió terminar sin mostrar esta parte, y dejar claro los que pasó con leyendas en los créditos finales; pero eso sería muy típico de una propuesta de género histórico, y Bigelow se arriesga, mostrando la coacción y el miedo psicológico del silencio en las víctimas… a modo de un fantasma acusador que seguirá por siempre a los personajes; y es que la directora no deja muñeco sin cabeza, al menos al final, se desconoce qué pasó con los policías, por lo que evidencia el bando político de Detroit .
El primer acto de la historia, constituye los primeros 40 minutos:
Hace un gran trabajo presentándonos la tensión racial, y a cada uno de los personajes, así como lo que persiguen, mención especial a la desgarradora escena del cantante de The Dramatics, cantando sólo en el escenario, cegado por conseguir su sueño, tras obligar la policía a desalojar el edificio.
El acto intermedio, consta de 50 minutos, casi una hora contada a tiempo real o eso da la sensación, el cual transcurre en el Motel Algiers, y no sólo es lo más potente de la película, sino que se tercia como una brutal y descarnada película de horror dentro de una que parecía tratar sólo acerca de historia, una que parecía pasar por otro drama de hechos reales, capitaneada por personajes emprendedores…
En esta parte, no sólo pone a prueba a sus personajes introducidos al inicio, sino que también testa al espectador.
Puede que haya gente que defina a Detroit, como una película de terror por este acto central, y les daría hasta la razón, hay un momento en que 2 personajes tratan de escapar, y se ve a un policía a punto de entrar a traición por una puerta, causa un sobresalto digno de una de terror puro y duro.
El suspense, hace que pierdas la noción del tiempo, el mal rato que hace pasar corre el riesgo de que el nudo en el estómago se te haga insoportable, y la indefensión de los personajes ante la abusiva “autoridad”, provoca una impotencia que hasta te pueda hacer odiar la película por mostrarlo como es.
Pero aún queda el tercer acto:
Los últimos 45 minutos, con las consecuencias de la tragedia.
Si aún quedaba esperanza, o se esperaba la aparición de algún “deux ex machina” milagroso, la película te vuelve a dar una paliza moral hasta hacerte casi cabrear.
Nadie dijo que la verdad fuese fácil o bonita, pero el odio interno y externo, conjugado con la opresión y el rencor, nos coloca aquí en el sitio más oscuro en el que podíamos acabar.
Los sueños están rotos, y el único sabor de boca que queda, es el del vómito del personaje de John Boyega, a la salida del juzgado…
Todo ello hace de Detroit, un drama social de acción y recreación histórica, que nos reencuentra con turbios pasados, y ejerce docencia terapéutica a la vez que deleita con 140 minutos de relato sin aliento.
Un retrato fidedigno y respetuoso de una época, una población y un sentimiento comunitario y cultural muy específico.
Un ejemplo más, de cómo el ser humano es el peor enemigo de sí mismo, y todavía estamos cerca de unos días de oscuridad y desprecio de las más básicas normas de respeto e integración, gracias al xenófobo Donald Trump.
Técnicamente, Detroit es insuperable, y recalco que asombra ver un filme de esta categoría e intensidad a cargo de una mujer.
Aquí hay demasiados cortes de edición magistrales, y un montaje que bien podría ser perfecto, algo totalmente opuesto al cine de Iñárritu, por ejemplo, con tomas largas, escenas contemplativas y poéticas; aquí todo es crudo, visceral, extremo y real.
La directora monta muy bien la película, con buen ritmo, y una consecución de planos donde resalta su maestría, usando un estilo que adoptó por primera vez con “The Hurt Locker” (2008), la Bigelow desplegó 3 o 4 cámaras a la vez, manteniéndolas en constante movimiento alrededor de los actores; y se nota que prefirió encender el conjunto entero para dar a los ejecutantes más flexibilidad para moverse alrededor.
No bloqueó una escena para la cámara trazando una serie de primeros planos y tomas anchas, en lugar de filmar todo en pocas tomas para mantener las emociones tan crudas como sea posible.
“Después de 2 o 3 tomas, lo tengo”, dijo la directora; pero se queda corta en la dirección de actores, ninguno del reparto se me hizo empático, pues todos tienen su carga de repelencia; incluso el personaje principal, que a modo de catarsis, se entrega a Dios…
Pese a no contar con nombres de primer nivel, el plantel actoral se muestra solvente en todo momento, y ayuda al desarrollo argumental, aportando una buena dosis de credibilidad y tensión; pero el guión de Mark Boal no juzga a sus personajes, llenos de incertidumbre y dobleces, pero sí que nos abofetea con sus actos y consecuencias.
Se agradece que no iluminan la psique de los policías, ni sugieren el sentimiento fundamental de debilidad que conduce a la gente a la violencia.
No arrojan mucha luz sobre la inacción de Melvin Dismukes (John Boyega), o sus subsiguientes pensamientos sobre lo que no hizo, ni qué fue de ellos.
Pero si hay que destacar a algunos:
Will Poulter compone uno de los personajes más asquerosos y potentes que se recuerdan; John Boyega, tuvo la oportunidad de reunirse y familiarizarse con el sobreviviente Melvin Dismukes, la persona de la vida real que retrata en la película; y como dato, la superviviente, Julie Hysell estuvo en el set durante la mayor parte del rodaje.
Sin embargo, el veterano de Vietnam, Robert Greene seguía vivo, pero los productores no pudieron localizarlo.
El actor Laz Alonso, estudió las entrevistas, los discursos y los compromisos públicos de John Conyers, su personaje, pero no pudo encontrar mucho material relacionado con el incidente, excepto la descripción de Conyers del evento, como una “masacre”, en contraposición a un “motín”
La película, vale desde lo técnico, con la absoluta dirección, que bien podría llegar a los Oscar; pero quizás el problema es precisamente su título, ya que puede pensar el espectador que va a visionar una síntesis cinematográfica de todos aquellos acontecimientos que arrojaron más de 40 muertos, y más de 2000 heridos.
Nada más lejos de la realidad.
El título, “Detroit”, resulta excesivamente ambicioso, y empequeñece involuntariamente a la cinta, una que debió llamarse “Algiers Motel”, dignamente.
Indudablemente, ese sería un título más acorde, hasta honrado para el espectador.
Además, la directora apela de manera burda a unos policías violentos, y a unos negros nada dispuestos a colaborar, y que se burlan del ejército, haciéndoles una broma para crear una situación insostenible, que dé lugar a una violencia que no te permita ver que al final, y después de todo, te lo han dado masticado, para que no te hagas preguntas sobre cómo se llega hasta ahí…
Y es que hubo disturbios en más de 100 ciudades, y con numerosos muertos, pero todo se centra en un absurdo incidente que se explota económicamente, porque ahora es un tema políticamente correcto.
Es un caso basado en hechos reales, pero podrían haber llamado a la película por lo que es, y no por los famosos disturbios que en una película seria, no hubieran dejado bien parados a nadie.
Así, tras un acto tan increíble como el segundo, la recta final de la cinta se antoja de larga, y un tanto inferior, pero a mí no me molestó tanto como para aburrirme o bajarla del notable.
El objetivo final, es mostrar la lucha contra la simplificación, contra el sentimentalismo, el deseo ilusorio y la negación absoluta que define la mayoría de las consideraciones de Hollywood del pasado racial de Estados Unidos, como hacer caer de una vez por todas, el otrora “Sueño Americano” y gritarle al mundo que EEUU, es un lugar peligroso para vivir.
Por último, la banda sonora es de James Newton Howard, donde Algee Smith, que interpreta a Larry Reed, miembro de la banda The Dramatics de los años 60, escribió la canción “Grow” que aparece en la banda sonora, interpretada por Smith y Reed.
“You don't talk about this to anyone, ever”
Tras los acontecimientos en Detroit, se supo que El Departamento de Policía de Detroit, fue administrado directamente por El Alcalde.
Antes del motín, los nombramientos del Alcalde Cavanagh, George Edwards y Ray Girardin, trabajaron para la reforma.
Edwards trató de reclutar y promover a los negros, pero se negó a establecer una junta de revisión de la policía civil, como los afroamericanos habían solicitado.
Al intentar disciplinar a los agentes de policía acusados de brutalidad, él convirtió la base del departamento de policía en su contra.
La División de Relaciones Comunitarias de La Comisión de Derechos Civiles de Michigan, emprendió un estudio en 1965, publicado en 1968; y afirmó que el “sistema policial”, era culpable por el racismo imperante.
El sistema de policía, fue culpado de reclutar a “fanáticos”, y reforzar el fanatismo a través del “sistema de valores” del departamento.
Una encuesta realizada por La Comisión Kerner del Presidente Johnson, encontró que antes del motín, el 45% de la policía que trabajaba en barrios negros, eran “extremadamente anti-negros”, y un 34% adicional eran “prejuiciosos”
En 1967, el 93% de la fuerza era todavía blanca, aunque el 30% de los residentes de la ciudad, eran afroamericanos; por lo que los incidentes de brutalidad policial, hicieron que los afroamericanos se sintieran en riesgo.
Ellos resentían que muchos policías los insultaban, dirigiéndose a los hombres como “niños” y las mujeres como “honey” o “baby”
La policía, hizo búsquedas callejeras de grupos de hombres jóvenes y mujeres solteras, que se quejaron de ser llamadas prostitutas, simplemente porque caminaban por la calle; y frecuentemente arrestó a personas que no tenían una identificación adecuada.
La prensa local, reportó varios disparos cuestionables, y palizas de negros por oficiales en los años anteriores a 1967.
Los afroamericanos se quejaron de que la policía no respondió a sus llamadas tan rápidamente como a los de los ciudadanos blancos.
Ellos creían que la policía se beneficiaba del vicio, y otros delitos en barrios negros, y las acusaciones de prensa de corrupción y conexiones con el crimen organizado, debilitaron su confianza en la policía.
Los residentes afroamericanos sentían que las incursiones de la policía en los clubes nocturnos de alcohol, eran acciones racialmente sesgadas.
En comparación con las crudas historias de los periódicos, anteriores a julio de 1967, la London Free Press informó en 1968, que Detroit era una “ciudad enferma, donde el temor, el rumor, los prejuicios raciales, y la compra de armas habían estirado los nervios de blancos y negros al borde de romperse”
Sin embargo, en última instancia, si el motín se interpreta como una rebelión, o una forma de queja para hacerse escuchar, los negros tuvieron éxito.
La comunidad negra de Detroit, recibió mucha más atención de los gobiernos federales y estatales después de 1967.
El político negro más importante en tomar el poder en el cambio de una ciudad de mayoría blanca, a una ciudad de mayoría negra, Coleman Young, fue el primer Alcalde negro de Detroit, escribió en 1994:
“Sin embargo, la víctima más pesada de los disturbios, fue la ciudad.
Las pérdidas de Detroit, fueron mucho más profundas que el costo inmediato de vidas y edificios.
El motín puso a Detroit en la vía rápida de la desolación económica, asaltando la ciudad, y apagando el valor incalculable en trabajos, impuestos de las ganancias, impuestos corporativos, dólares al por menor, impuestos de ventas, hipotecas, interés, impuestos de característica, dólares del desarrollo, dólares, etc.
El dinero se llevaba a cabo en los bolsillos de las empresas, pero los blancos huían lo más rápido que podían.
El éxodo blanco de Detroit, había sido prodigiosamente estable antes del disturbio, sumando 22 mil en 1966, pero después fue frenético.
En 1967, con menos de la mitad del año que quedaba después de la explosión del verano, la emigración de la población exterior, llegó a 67 mil.
En 1968, la cifra llegó a 80 mil, seguida por 46 mil en 1969”
Según el economista Thomas Sowell:
“Antes del disturbio del gueto de 1967, la población negra de Detroit tenía la tasa más alta de propiedad de cualquier población urbana negra en el país, y su tasa de desempleo era sólo del 3,4%
No fue la desesperación la que alimentó el motín; fue el motín que marcó el comienzo de la decadencia de Detroit, a su estado actual de desesperación.
La población de Detroit hoy en día, es sólo la mitad de lo que alguna vez fue, y sus personas más productivas, han sido las que huyeron”
A nivel nacional, el motín confirmó para los militares y la administración Johnson, que la ocupación militar de las ciudades en EEUU, sería necesaria.
En particular, el motín confirmó el papel del Centro de Operaciones del Ejército como el agente para anticipar y combatir la guerra de guerrillas doméstica.
Detroit, como ciudad, varias veces durante los años 1970 y 1980, fue nombrada “la capital de los incendios de Estados Unidos”, y en varias ocasiones, “la capital de los asesinatos”
A menudo, Detroit fue incluida en las estadísticas del crimen del FBI, como “la ciudad más peligrosa de Estados Unidos” durante este tirón, su punto máximo en 1991, llegando a más de 2.700 delitos violentos por cada 100.000 personas, especialmente debido a la disminución de la población al dejar edificios abandonados, que se convirtieron en imanes para las drogas, incendios y otros delitos.
Más recientemente, en 2012, Detroit ha sido declarada por 4 años consecutivos, “la ciudad más peligrosa de EEUU”
De los disturbios del Algiers Motel, una muerte nunca ha sido explicada, ya que el cuerpo fue supuestamente encontrado por los oficiales que respondieron; y 2 muertes se han atribuido a “homicidio justificable” o “autodefensa”
Los cargos de agresión criminal, conspiración, asesinato y conspiración para cometer abusos contra los derechos civiles, fueron presentados contra 3 oficiales y un guardia de seguridad privado.
Todos fueron declarados inocentes…
Ninguno de los 3 policías de Detroit, trabajó de nuevo para la Policía de Detroit:
Robert Paille, tomó otros trabajos, incluyendo operador de grúa, trabajador de construcción, carpintero y agente de seguros.
David Senak, abrió un negocio de la construcción.
Melvin Dismukes, se convirtió en guardia de seguridad de los Detroit Pistons, y se supo que recibió amenazas de muerte de Las Panteras Negras.
Ronald August, renunció a la policía de Detroit en julio de 1977, y se convirtió en un comerciante de la construcción.
August, Paille y Senak, salieron todos de Detroit.
Norman Lippett, más tarde se convirtió en un Juez de Circuito del Condado de Oakland, y hoy practica la ley en Birmingham, Michigan.
La Policía de Detroit, se ha convertido desde entonces en una fuerza policial integrada, y su comisión es elegida...
En 1968, el abogado del caso, William L. Cahalan, presentó una demanda para cerrar el motel de Algiers, pero no tuvo éxito.
El local se reabrió como “The Desert Inn”, el motel y la casa solariega, fueron demolidos en 1979; esto se hizo como parte del proyecto de renovación urbana del “Nuevo Centro” patrocinado en parte por General Motors.
Tanto la familia de Aubrey Pollard, como la familia de Fred Temple, presentaron demandas contra los oficiales de policía de Detroit; y lograron acuerdos en cada caso.
La Ciudad de Detroit, pagó a cada familia $62.500
Finalmente, Larry Reed dejó The Dramatics, después del incidente, y hoy canta en los coros de la iglesia.
¿Los negros están seguros del racismo en EEUU?

“I need you to survive the night”



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