The Day After

“You know what Einstein said about World War III?
He said he didn't know how they were gonna fight World War III, but he knew how they would fight World War IV:
With sticks and stones”

A principios de los años 80, La Guerra Fría que enfrentaba a los Estados Unidos y La URSS estaba en uno de sus momentos más tensos, con los arsenales de los 2 países repletos de armas atómicas, el mundo vivía bajo el temor de:
¿Qué pasaría si uno de los 2 países decidiera atacar al otro con bombas nucleares?
Los soviéticos llevaban 3 años empantanados con la invasión de Afganistán, y más o menos el mismo tiempo que Ronald Reagan llevaba en El Despacho Oval.
Su administración finiquitó la política previa de distensión con los soviéticos, desarrollada principalmente durante La Era Nixon; y decidida a no contemporizar con un régimen que consideraba fundamentalmente “malvado”, apostó con decisión por una política de rearme, y por recuperar la superioridad nuclear estratégica en Europa.
Mientras en El Kremlin se cumplía un año de la muerte de Leonid Brezhnev y su sucesor, Yuri Andropov, a quien no le quedaban ya más que de 3 o 4 meses de vida, luchaba sin mucho éxito por superar el anquilosamiento de un sistema en declive que, con la lengua fuera, trataba de seguir el ritmo de los EEUU, sin haber conseguido realizar las promesas de prosperidad que parecían estar al alcance de la mano durante La Era Krushchov, hacía ya más de 2 décadas.
Para el 20 de Noviembre de 1983, escasas semanas antes de que comience el anunciado despliegue en Europa Occidental de los polémicos misiles de alcance medio, Pershing II, la respuesta de La OTAN a los SS-20/RDS-10 soviéticos; en todo el mundo el movimiento antinuclear se había movilizado para protestar contra este despegue, considerándolo una provocación que no hacía más que echar leña al fuego que estaba calentando La Guerra Fría cada vez más, un fuego que podría llegar a las fatales e insospechadas consecuencias.
Muchos temían que la política de rearme de Reagan ocultaba unas intenciones agresivas, que su objetivo no declarado, no era sino conseguir una superioridad tal que diese a los EEUU la ventaja necesaria para derrotar al enemigo con un primer ataque relámpago, dejándolo sin posibilidad de respuesta.
Entre los que así pensaban, se contaban los mandatarios soviéticos, por el aventurerismo de un presidente que, se ciscaba en el preciado equilibrio y reconocimiento geopolítico que tanto trabajo les había costado conseguir al fin para La URSS en los años de la distensión.
Quienes apoyaban la línea de acción del gobierno conservador de Reagan, eran más bien de la opinión de que la mejor manera de prevenir La Guerra Nuclear, es asegurarse de que la capacidad atómica propia sea mayor que la de tu adversario.
Y como este enemigo es inherentemente malvado, “El Imperio del Mal”, en las famosas palabras de Ronald Reagan “podemos estar seguros de que nos atacará en cuanto le demos la mínima ventaja y oportunidad de hacerlo”
O, de nuevo en palabras de Reagan:
“Mantendremos la paz a través de nuestra fuerza; la debilidad sólo invita a la agresión”
Por supuesto, el problema con este razonamiento, es que ya solo es necesario un pequeño salto lógico más, para concluir que en tal estado de cosas, lo mejor que podemos hacer es “prepararnos cuanto antes para atacar nosotros primero, y entonces hacerlo”
Por si no estuviese el ambiente ya enrarecido, a pocos días habían concluido los ejercicios militares Able Archer 83 de La OTAN, una simulación de escalada bélica hasta llegar un nivel de DEFCON 1, tan detallada que, de hecho, estuvo a punto de hacer realidad el escenario de Guerra Nuclear que se pretendía evitar.
Hubiese sido una ironía de proporciones épicas el estreno del filme The Day After, realizado precisamente en una época en que los soviéticos temían un ataque sorpresa en cualquier momento, puso a sus dirigentes al borde del infarto quienes, ayudados por un fallo tremendo de sus servicios de inteligencia, creyeron estar asistiendo a los preparativos auténticos de dicho ataque… y por tanto, les faltó muy muy poco para decidir que, ya total, mejor adelantarse.
En opinión de algunos, esta fue la ocasión en la que el mundo estuvo más cerca de su destrucción total, más incluso que durante la mucho más famosa Crisis de Los Misiles Cubanos de 1962.
Por ello, el cine ha reflejado en numerosas ocasiones las posibles consecuencias de una Guerra Nuclear; y el holocausto atómico, se ha convertido en un tópico de la ciencia ficción en sus vertientes literarias y cinematográficas.
El tema aparecía con frecuencia en las producciones de serie B, de la década de los 50, plagadas de monstruos creados por la radiación.
Pero la primera película que abordó el asunto con seriedad, rigor científico, un buen presupuesto, y un buen reparto fue “On The Beach” de Stanley Kramer en 1959, un aterrador film, que narraba el exterminio total de la humanidad en una Guerra Nuclear; siendo realizado apenas unos años después de La Crisis de Los Misiles de Cuba, que estuvo a punto de provocar La Tercera Guerra Mundial, es sin duda la mejor película sobre el tema que nos ha legado Hollywood, pero hubo otra hecha para TV...
“What's going on?
Do you understand what's going on in this world?”
The Day After es un drama bélico del año 1983, dirigido por Nicholas Meyer.
Protagonizado por Jason Robards, JoBeth Williams, Steve Guttenberg, John Cullum, John Lithgow, Bibi Besch, Lori Lethin, Amy Madigan, Jeff East, entre otros.
El guión es de Edward Hume, cuyo título original era “Silence in Heaven”, que Meyer prefirió el título de ABC seleccionado:
“The Day After”, cuya idea vino de Stu Samuels, que era el vicepresidente ejecutivo de ABC de películas de televisión y miniseries.
“Quería transmitir que se trataba de la historia de las consecuencias, no de La Guerra Nuclear en sí”, dijo el realizador; y al ser un filme hecho para la TV, formó parte de un ciclo de películas de 1980 sobre las bombas atómicas y La Guerra Nuclear, que comenzó con:
“The China Syndrome” (1979), “The Chain Reaction” (1980), “Memoirs of a Survivor” (1981), “The Atomic Café” (1982), “Whoops Apocalypse” (1982), “Special Bulletin” (1983), “Barefoot Gen” (1983), “WarGames” (1983), “Silkwood” (1983), “Testament” (1983), “Threads” (1984), “The Manhattan Project” (1986), “When the Wind Blows” (1986), “Letters from a Dead Man” (1986), “Ground Zero” (1987), “Miracle Mile” (1988), “Rules of Engagement” (1989), etc.
The Day After, fue proyectada por el entonces Presidente Ronald Reagan en La Casa Blanca; aunque se ha confirmado que Reagan y su personal de alto nivel, estaban profundamente conmovidos por la descripción de la película de un holocausto nuclear, pero otros detalles relacionados con Reagan y la película permanecen oscuros.
Un informe dijo que la película fue uno de los factores impulsores detrás de Estados Unidos y la Unión Soviética, firmaran un tratado de reducción de armas nucleares en Europa, pero ha sido debilitado, porque ese tratado ya estaba siendo trabajado por los países antes de que esta película se estrenara en 1983.
Otra historia dice que Reagan llegó a alabar la película después de verla.
Y es que La Administración Reagan no pudo permanecer ajena a la polvareda levantada por la película, tanto antes como después de la emisión por TV.
En boca de un portavoz, lamentaba que tal y como se contaba la historia, pudiera dar la impresión al público de que “al Gobierno no le preocupa, y que es desdeñoso con sus necesidades”
Numerosos oficiales del gobierno, acudieron invitados a todo tipo de debates televisivos y radiofónicos organizados con motivo del estreno del filme en TV, para defender la política de EEUU en materia de armamento, incluyendo al Secretario de Estado, George P. Shultz.
Otros manejadores de la política exterior de anteriores gobiernos de EEUU que participaron también en los debates, fueron:
Henry Kissinger y Robert McNamara, frente a científicos y divulgadores de la talla de Carl Sagan, lo que nos puede dar una idea del alcance social que tuvo la película; que consiguió una audiencia de 100 millones de espectadores en los Estados Unidos, y estableció un récord como “la película de televisión más vista de la historia” y todavía lo está a 2017, sin incluir miniseries.
Debido a su calidad e impacto, se distribuyó en las salas de cine de Europa, con un notable éxito de público y crítica.
Y es que el estreno de televisión fue un gran evento mediático.
Ninguno de los patrocinadores compró el tiempo comercial, después de que La Guerra Nuclear estalló, así que la última mitad, fue ventilada sin anuncios publicitarios.
Inmediatamente después de la emisión, siguió un programa de noticias especial, con una discusión en vivo entre el científico Carl Sagan, que se oponía al uso de armas nucleares; y el escritor conservador, William F. Buckley, quien promovió el concepto de “disuasión nuclear”
Fue durante esta acalorada discusión, transmitida en vivo en la televisión en red, donde el Dr. Sagan introdujo el mundo al concepto de “Invierno Nuclear”, e hizo su famosa analogía:
“Imagine una habitación llena de gasolina, donde hay 2 tipos:
Uno con 9 mil cerillas, y otro con 7 mil, se preguntan quién de los 2 va ganando, quién es más fuerte”
La película también tuvo impacto fuera de los Estados Unidos:
En 1987, durante La Era de Glasnost de Mikhail Gorbachev, y las reformas de La Perestroika, The Day After fue mostrada en la televisión soviética, en un período de calentamiento en las relaciones soviético-estadounidenses desde el comienzo de La Guerra Fría.
Tanto fue la paranoia causada, que ABC estableció líneas telefónicas especiales 1-800 para calmar a la gente durante y después de la emisión original.
Mister Rogers Neighborhood, emitió una semana entera de los episodios titulados “Conflict”, como una respuesta directa a la película, para ayudar a los niños que pudieron haber visto qué hacer frente a la violencia retratada.
La polémica que rodeó a la cinta, no se limitó solo a la política, también hubo preocupación por el impacto que el tremendo escenario apocalíptico mostrado en la segunda mitad, que no daba precisamente para muchas alegrías.
“¿Pero es que nadie va a pensar en los niños?
Bonito futuro les anunciaban en los años 80, a ver cómo les obligabas después a que hicieran los deberes”
Asociaciones pediátricas y de psicología, consideraron necesario publicar recomendaciones al respecto, sobre todo, no dejar bajo ningún concepto, que los menores de edad la viesen sin compañía adulta.
En las escuelas, se organizaron debates y visionados conjuntos entre hijos, padres y profesores, preocupados por el miedo y el daño psicológico que The Day After pudiese infligir a sus tiernas y vulnerables mentes.
Porque este es un film atípico, que iba contra la corriente imperante en el Hollywood de los años 80, y se ha convertido en un referente del cine anti belicista, y sin duda, la obra más honesta y comprometida del gran realizador Nicholas Meyer.
The Day After se rodó en Kansas City, Missouri; y se desarrolla en 2 partes:
El planteamiento “idílico” del “American Way Of Life”; y luego el desastre post-apocalíptico con toda su crudeza descarnada:
Ciudades devastadas, familias quebradas, El Invierno Nuclear, la contaminación radioactiva, hospitales colapsados y sin medios para hacer frente a la hecatombe.
Así, The Day After postulaba una guerra entre fuerzas de La OTAN y El Pacto de Varsovia, que se intensifica rápidamente en un intercambio nuclear a gran escala entre los Estados Unidos y La Unión Soviética.
Sin embargo, la acción misma se centra en los residentes de Lawrence, Kansas, y Kansas City, Missouri; así como varias granjas familiares situadas junto a los silos de misiles nucleares.
Siempre desde el punto de vista de estos ciudadanos, ello aumenta la sensación de que nos podría pasar a nosotros en cualquier momento; son testigos de cómo un día cualquiera, sus vidas cotidianas y rutinarias cambian para transformarse en un mundo de pesadilla; mostrando la regresión del ser humano a su parte más primaria:
La violencia del salvaje oeste, y la anarquía.
Una lucha por la supervivencia, sin valores; que llega a conmocionar de lo cruda que es, pero necesaria para entender el fino hilo de la civilización moderna.
Y se agradece que no se habla, ni hablan políticos, ni se juzgan o valoran ideas políticas, ni religiosas.
Simplemente se muestran los efectos de una posible contienda nuclear en las vidas de personas normales, del día a día, y como se transforman sus vidas ante el holocausto nuclear.
Tras el visionado, hace pensar que esta situación podría pasar hoy en día, no con La URSS y los EEUU, sino con Corea del Norte, Pakistán, Irán y demás.
“Hello.
Is anybody there?
Anybody at all?”
The Day After es un efectivo telefilme que produjo un enorme revuelo en su emisión original en las pantallas de la cadena americana ABC, en noviembre de 1983; y obtuvo el rating más alto de la historia, con más de 100 millones de televidentes en su estreno; y generó una oleada de acalorados debates especialmente en un momento recalentado de la escalada armamentista de La Era Reagan.
Quizás, su impacto haya tenido que ver con la lenta pero gradual disminución de velocidad en la carrera atómica de mediados de los 80, pero eso sería especular demasiado.
El proyecto fílmico empezó a partir de 1981, cuando el presidente de la cadena ABC, Brandon Stoddard, se sintió impactado al ver “The China Syndrome” (1979), y decidió hacer un filme sobre el terror nuclear.
Inmediatamente comisionó al guionista Edward Hume para realizar un libreto sobre el posible impacto de un ataque de misiles a gran escala sobre EEUU, y con el mayor grado de realismo.
Pero a pesar de su impulso y de su guión, el proyecto tendría muchas idas y vueltas, que llegó a tener 3 directores, que rechazaron la posibilidad de dirigir la película, antes de que Nicholas Meyer aceptara.
Éste impuso inmediatamente algunas políticas férreas como condición para permanecer al mando:
Debía tener el corte final, la película no debería sufrir cortes adicionales, y el tono debería ser estrictamente realista.
Para dar a la película una sensación documental, el director quiso lanzar incógnitas completas; y los guionistas optaron por poner la película principalmente en Lawrence, Kansas; para dramatizar, cómo La Guerra Nuclear afectaría a todos.
Y es que durante La Guerra Fría, se teorizó que Lawrence, Kansas sería una de las pocas ciudades completamente no afectadas por La Guerra Nuclear, porque está cerca del centro geográfico exacto de los Estados Unidos continental…
El Departamento de Defensa de Estados Unidos, por su parte sólo cooperaría con la producción, a condición de que quedara claro en la historia, que los soviéticos, y no Estados Unidos, lanzaron sus misiles primero... y hasta antes de que se emitiera, surgió controversia sobre quién atacó primero:
Estados Unidos o La URSS.
Nicholas Meyer, quería que la respuesta siguiera siendo ambigua, para centrarse en los horrores de la destrucción nuclear.
“Quería que el mal se convirtiera en las armas nucleares en general, no en el gobierno”, dijo.
Por tanto, The Day After es la primera película que narra el proceso que desemboca en La Guerra Nuclear, en el antes y no solo el después, a pesar de su título; y lo hace integrándolo como una parte relevante dentro de la historia, no reducida a un simple prólogo; y dramatiza en ella un escenario de crisis gradual, no muy distinto de cualquiera de las periódicas tensiones que atravesaban las complejas relaciones entre las 2 superpotencias en su continuo forcejeo geoestratégico, solo que esta vez, llega un paso más allá.
Entrevera así, con habilidad 2 elementos reconocibles de inmediato por los espectadores de la época, es decir, la cotidianeidad de su vida familiar sobre el continuo telón de fondo mediático de los peligrosos vaivenes de la política internacional en La Era de La Guerra Fría.
Con ello consiguió esa verosimilitud y conexión con el público que buscaba, para maximizar el impacto del mensaje que quería transmitir.
Porque para valorarla adecuadamente, es fundamental ser consciente del contexto histórico en el que fue estrenada, de cómo mal que bien, muestra un escenario mucho menos especulativo, y por tanto mucho más real que en películas de épocas anteriores, que estuvo muy cerca de hacerse realidad, y que hubiese trastocado de manera radical y dramática nuestro propio presente y futuro.
La cronología de los acontecimientos que condujeron a la guerra, se representa en su totalidad en The Day After, a través de las emisiones de televisión y noticias de radio:
La Unión Soviética demuestra que ha comenzado una escalada militar en el este de Alemania, donde los soviéticos insisten en que se tratan de ejercicios del Pacto de Varsovia con el objetivo de intimidar a los Estados Unidos a retirarse de Berlín Occidental.
Cuando Estados Unidos no da marcha atrás, divisiones acorazadas soviéticas, son enviados a la frontera entre Alemania Oriental y Occidental.
Durante las últimas horas del viernes 15 de septiembre, las noticias informan de una “rebelión generalizada entre varias divisiones del Ejército de Alemania del Este”
Las tensiones aumentan, y Estados Unidos emite un ultimátum a los soviéticos, que se retiren del bloqueo a las 6:00am del día siguiente, o será interpretado como un Acto de Guerra.
Los soviéticos se niegan, y El Presidente de Estados Unidos ordena que todas las fuerzas militares de todo el mundo, estén en alerta.
El sábado 16 de septiembre, las fuerzas de La OTAN en Alemania Occidental, invaden Alemania del Este a través del puesto de control de Helmstedt, para liberar Berlín; y 2 aviones soviéticos MiG-25s, cruzan el espacio aéreo de Alemania Occidental, y bombardean una instalación de almacenamiento de municiones de La OTAN.
Este bombardeo también golpea una escuela y un hospital.
Un programa de radio, posteriormente afirma que Moscú está siendo evacuada...
En este punto, también, en las principales ciudades de Estados Unidos comienzan evacuaciones masivas, y no tardan en llegar informes no confirmados, de que las armas nucleares fueron utilizadas en Wiesbaden y Frankfurt.
Mientras tanto, en El Golfo Pérsico, estalla una guerra naval, con los informes de radio hablando de hundimientos de buques en ambos lados.
Finalmente, el ejército soviético alcanza El Rin; tratando de evitar que los rusos invadan Francia y el resto de Europa occidental, La OTAN detiene el avance, lanzando 3 armas nucleares tácticas de bajo rendimiento sobre el avance de las tropas.
Las Fuerzas Soviéticas contraatacan con el lanzamiento de un ataque nuclear contra la sede de La OTAN en Bruselas.
En respuesta, El Comando Aéreo Estratégico de Estados Unidos, comienza a despegar bombarderos B-52.
La Fuerza Aérea Soviética, luego destruye una estación BMEWS en RAF Fylingdales, Inglaterra; y otro en Beale Air Force Base, en California.
Mientras tanto, a bordo de la aeronave EC-135 Looking Glass, la orden viene desde El Presidente de los Estados Unidos para un ataque nuclear total contra La Unión Soviética.
Casi al mismo tiempo, un oficial de La Fuerza Aérea recibe un informe de un masivo asalto nuclear soviético contra los Estados Unidos, afirmando:
“32 objetivos en pista, con 10 puntos impactantes”
Otro aviador recibe un informe que más de 300 misiles balísticos intercontinentales soviéticos están llegando a diferentes ciudades del mundo.
La acción dramática transcurre en Kansas, con el clásico formato de cualquier film de catástrofes:
En un primer acto, se nos presentan a varios personajes; y en un segundo acto que es cuando sucede el hecho desencadenante de la catástrofe que les toca vivir; y un tercer acto, que es donde vemos cómo estos intentan salvar sus vidas y/o hacer frente a la situación.
En el primer acto conocemos al Doctor Rusell Oakes (Jason Robards), un hombre que a la preocupación por la situación mundial, se le une la mala noticia de que su hija se traslada a otra ciudad…
En el mismo hospital trabaja la enfermera Nancy Bauer (JoBeth Williams)
En las afueras, residen los Dahlberg, la típica familia estadounidense, cuya hija mayor se casa en 2 días con el apuesto estudiante universitario, Bruce Gallatin (Jeff East), que asiste a la misma universidad que Aldo (Stephen Furst); y que Stephen Klein (Steve Guttenberg), que viendo cómo está el asunto, decide abandonar la ciudad, e irse a reunir con su familia.
En dicha universidad, imparte clases el profesor Joe Huxley (John Lithgow), que no es muy optimista con la situación del conflicto.
Todos ellos viven pegados al televisor y a las radios escuchando los frecuentes boletines de noticias, que explican el conflicto militar que se ha desatado en Alemania Oriental, donde es inminente el choque entre las fuerzas de La OTAN y las de El Pacto de Varsovia.
Otro de los personajes que se nos presenta, el soldado Bill McCoy (William Allen Young), es reclutado cuando salta la alarma.
Le pide a su mujer que se vaya a casa de su madre, y que él se reunirá con ella en unos días…
Pero la guerra ya es inevitable:
La gente aterrorizada, huye hacia los refugios atómicos, pero antes asaltan los supermercados en busca de provisiones…
Y al fin sucede lo que todos temían:
Los mísiles son disparados desde varios puntos del planeta.
Empieza el segundo acto:
Los misiles impactan en sus objetivos, y se desata el caos, vistos desde diferentes puntos.
A pesar de haber transcurrido casi 30 años, y de ser un producto televisivo, esta escena aún es muy impactante; y el tercer acto nos relata las secuelas del intercambio de ataques.
El mundo ha quedado destruido, la población vive confinada en sus refugios atómicos, como por ejemplo los Dahlberg, a los que luego se les unirá Stephen, que habitan el que tienen en su casa.
Los heridos son atendidos como buenamente se puede en los hospitales; mientras en el exterior reina el más absoluto descontrol.
La gente incluso se pelea por un poco de agua, y se han organizado cuadrillas que imparten justicia, y no dudan en matar.
La gente se aferra a la fe en Dios para encontrar la salvación, pero el problema no se va a solucionar solo rezando…
Los Estados Unidos y La URSS sellan la paz, pero ya es demasiado tarde.
El mundo está acabado, es imposible conrear de nuevo las tierras, porque las primeras 3 o 4 capas son inservibles, se tendrían que quitar, pero nadie sabe qué hacer con todo esa tierra radioactiva.
Apenas quedan animales, y los que siguen vivos están llenos de radioactividad.
No hay esperanza; los humanos heridos viven amontonados en cualquier sitio; mientras los efectos de la radioactividad en los humanos son letales.
La mayoría de los personajes que hemos conocido durante el metraje, van muriendo uno a uno a causa de ella.
Todo termina con el mensaje, de que no hay esperanza para la humanidad; peor antes de los créditos, nos hacen un aviso en el que dicen que “lo que hemos visto en la película, no es ni mucho menos lo peor de lo que sucedería en caso de ocurrir una Guerra Nuclear”
Analizando el filme, la primera parte es donde se establece el “setup”, con una “América Profunda” suburbana, que a veces asquea por lo costumbrista, donde vemos imágenes encantadoras y románticas.
Sin duda, el propósito de Meyer es puramente “exploitation” en la segunda parte; y lo logra a base de golpes de impacto.
Por suerte, el libreto no busca ni finales ni tramas intermedias felices y no hay héroes de ningún tipo, simplemente supervivientes.
El momento del lanzamiento de los misiles es impactante; la escena donde la mujer del granjero que tiene instalado un silo nuclear en el fondo de su casa, ve los gases iniciales, y el posterior lanzamiento es memorable.
La ciudad surcada por las numerosas estelas de los cohetes, es sencillamente escalofriante.
Pero la tensión de esos 10 minutos centrales, no es recuperada después de pasado el momento:
Las ciudades evaporadas, los hospitales abarrotados, la falta de energía y alimentos… en otros filmes, fantásticos, por cierto, ya lo hemos visto; pero reiterando lo dicho antes, en vez de incluir algún personaje filosófico/heroico en la trama, que se tomara unos minutos para reflexionar sobre el apocalipsis; el guión se decanta por introducir viñetas de la situación posterior.
Muchos de sus diálogos y situaciones están muy bien, desde el militar que dice que “esta guerra ya terminó”, y es obligado a permanecer vigilando el silo vacío mientras los misiles rusos están al caer, hasta los tendales de moribundos deformados por los efectos de la radiación.
Pero nadie, en ningún momento, levanta su puño contra los militares o contra Dios, o contra alguien para maldecir por el destino que le ha tocado sufrir.
Si uno podara la primera parte del filme, bien podría ser un documental no autorizado por el gobierno sobre los devastadores efectos de las bombas atómicas, debido a que está muy bien realizado, desde los efectos visuales, hasta el maquillaje y peluquería.
Por su parte, Nicholas Meyer ha expresado, que ése era su propósito:
“No quería hacer la película dramática de la semana, sino un enorme aviso publicitario de 2 horas acerca de la inutilidad de La Guerra Atómica”; y a pesar de que las eras cambiaron, el film conserva su capacidad de impacto.
En lo personal, hubiera gustado de que la película fuera más reflexiva; así como está impacta, pero se queda algo corta a la hora de estimular las neuronas.
No obstante se comprende, porque el director luchó frecuentemente contra los censores de la red y el gobierno de Estados Unidos por el contenido de la película, particularmente la violencia, que dejó la producción durante las etapas de edición, y amenazó con pedir que se le retirara su nombre; pero finalmente cedió y volvió a la producción, pero juró nunca trabajar en la televisión otra vez.
Incapaces de obtener permiso para usar las imágenes de las nubes de hongos del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, aunque pudieron captar imágenes de los lanzamientos de la prueba ICBM de Minuteman III; los productores se vieron obligados a recrear nubes de hongos usando efectos especiales; y se recrearon inyectando plumas de aceite de color en un tanque de agua, lo que explica el hecho de que las nubes son de color rojo oscuro, en lugar de un tono más realista; y durante la secuencia de ataque, hay varios cortes de metraje adquiridos durante las pruebas atómicas de los Estados Unidos que tuvieron lugar en la década de 1950, que osciló entre 15 y 47 kilotones; pero a principios de los años 80, La Unión Soviética había desplegado fuerzas del ICBM con ojivas múltiples que llevaban armas de hidrógeno, con un rendimiento entre 1000 y 5000 kilotones, 1 a 5 megatones.
Y cuando comenzó la producción, la escena del ataque nuclear fue diseñada más larga, y se supone que presenta imágenes extremadamente gráficas, y muy científicamente precisas, de lo que le sucede a un cuerpo humano durante una explosión nuclear, como varios incendios, carbonización de la carne, quemaduras en los huesos, derretimiento de ojos, caras sin rostro, piel colgando, muertes desde las ventanas y escombros, miembros arrancados, aplastados, soplados por la onda de choque, y personas en refugios de lluvia sofocante durante la tormenta de fuego.
También fueron cortadas las imágenes de la enfermedad por radiación, así como la violencia post-ataque gráfica de los supervivientes, tales como disturbios alimentarios, saqueos y la anarquía general desatada cuando las autoridades intentaron restaurar el orden.
Varias escenas de efectos especiales que se planearon en el guión original, fueron desechadas cuando se cortó la producción de 4 horas a 2 1/2 horas.
Entre las escenas que fueron desechadas, había una vista de ojo de pájaro de la explosión nuclear sobre Lawrence, Kansas, atestiguado desde un 737.
También se desechó un noticiario simulado de intercambios nucleares tácticos entre La OTAN y las fuerzas del Pacto de Varsovia en Alemania.
Nicholas Meyer, afirmó que como producto, sufrió graves síntomas similares a la gripe durante la realización de esta película.
Cuando los médicos no pudieron encontrar ninguna razón para su enfermedad, finalmente determinaron que Meyer estaba sufriendo de depresión clínica grave, que el director atribuye a tener que enfrentar los horrores de La Guerra Nuclear en tal profundidad.
Sin embargo, la producción contó con el pleno apoyo y el estímulo de la ciudad de Lawrence, Kansas, cuando los cineastas de ABC la convirtieron en una tierra baldía nuclear durante unas semanas, golpeando las ventanas en los escaparates del centro, colocando coches quemados y volcados, pintados con nubes de spray negro a lo largo de la calles; calles y aceras con escombros y ladrillos, y la creación de gigantescas “ciudades de tiendas de campaña” y barrios de chabolas en las orillas del río Kansas, donde los desamparados se instalaron después del ataque.
Más de 2.000 residentes de Lawrence, incluyendo muchos estudiantes de la Universidad de Kansas, fueron utilizados como extras, y se les pagó $50 para afeitarse la cabeza calva, y actuar como si estuvieran muriendo de enfermedad por radiación.
Se les pidió que no se bañaran durante las escenas posteriores para agregar autenticidad a la película.
De hecho, la escena del gimnasio tiene una carga emotiva que impacta, no vista desde “Gone With The Wind” (1939) por la cantidad de extras usados.
Pero dramáticamente, The Day After es un filme bastante pobre:
Los personajes no tienen nada memorable, y son similares a los castings de las películas de cine catástrofe, una gran masa de actores personificando clichés y recitando diálogos rutinarios; las líneas de diálogo son mejores que el promedio, pero los caracteres terminan por ser anónimos.
Hay que decir, en descargo de Meyer, que nunca abordó The Day After como un proyecto comercial.
Su intención era la de realizar una película que mostrase, con el mayor realismo posible, lo que presumiblemente sucedería si estallaba la guerra atómica; y para lograrlo, el equipo de producción recopiló cuanta información pudo conseguir sobre los efectos de las bombas lanzadas sobre Japón, en agosto de 1945, a fin de plasmarlo en imágenes posteriormente.
El resultado es una película dura y realista como pocas; una cinta que apenas deja al espectador un resquicio de esperanza; un film que recrea con patético verismo lo que pueden esperar los que sobrevivan a una explosión nuclear.
El horror de los hechos narrados, se acrecienta con la nota incluida antes de los títulos de crédito finales; en ella, el espectador es informado de que, “con toda probabilidad, las consecuencias de un ataque nuclear serían aún peores que las presentadas en la película, y se hace un llamamiento en pro del desarme y la concordia entre las naciones de La Tierra”
The Day After, aun estando ambientada en el corazón de los EEUU, no deja de presentarnos familias y una sociedad con las que podemos identificarnos, no muy alejadas de nuestra propia experiencia, ni de esa tranquila banalidad rutinaria de los quehaceres y problemas cotidianos, que damos por descontada, y cuyo valor solo reconocemos una vez la hemos perdido.
Puede que la vida  de sus protagonistas resulte insulsa y poco atractiva… no son héroes imponiéndose a la adversidad, ni personalidades complicadas y únicas; son gente común y corriente, haciendo cosas parecidas a las que hacemos la mayoría de nosotros casi todo el tiempo.
La mayor cercanía temporal, también ayuda desde luego, pero sobre todo, que no parece que solo te esté hablando del futuro de la humanidad, así en abstracto y en mayúsculas:
Te está hablando del futuro.
Del reparto, Jason Robards fue su única gran estrella; y muchos otros fueron parte como secundarios, como:
JoBeth Williams, John Lithgow, Amy Madigan, y Steve Guttenberg, que continuaron con carreras exitosas.
Como dato, el embajador soviético se llama Anatoli Kuragin, el nombre de un personaje de “La Guerra y La Paz” de León Tolstoi; y cuando el misil se lanza desde el silo junto a la granja Hendry, se muestra un caballo blanco corriendo a cámara lenta.
Esto simboliza el primero de Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis como se describe en Apocalipsis 6: 1-2:
“... y he aquí, un caballo blanco...”
Sin embargo, The Day After presenta algunos errores:
Cuando los misiles están siendo lanzados desde la base de Kansas, hay montañas en el fondo; cuando no hay montañas en Kansas.
Cuando El Dr. Austin está explicando los efectos del pulso electromagnético (EMP) de la explosión nuclear, dice:
“Todo es teórico, nunca ha ocurrido antes”
En realidad, los Estados Unidos detonaron una cabeza nuclear de 3,8 megatones a una altitud de 50 millas, el 1 de agosto de 1958, en La Operación Hardtack Teak.
Este evento causó interrupciones inesperadas en las comunicaciones y daños en equipos eléctricos en un área que variaba entre Hawái y Nueva Zelanda; siendo la primera observación del efecto EMP.
The Day After no muestra un invierno nuclear; sin embargo, la teoría del invierno nuclear se desarrolló casi al mismo tiempo que esta película fue filmada, y sólo se había sido conocida para el público en general, después de que se proyectó:
Una Guerra Nuclear Total, es la hipótesis de los científicos para producir suficiente hollín y precipitaciones para borrar completamente El Sol, lo que resulta en un prolongado Invierno Nuclear alrededor de La Tierra; así, la película muestra una breve nevada nuclear, poco después de que el bombardeo cesa, pero para el resto de la película, el paisaje es mayormente bañado en una luz solar borrosa…
Un error ocurre que alrededor de los 55 minutos, la hija del Dr. Oakes y otras personas, se muestran siendo vaporizadas por las explosiones nucleares, y se escuchan gritos de las víctimas a medida que mueren...
En realidad, probablemente se habrían vaporizado instantáneamente, sin tener tiempo para gritar o reaccionar a la explosión.
La onda de choque de una de las bombas, es lo suficientemente fuerte como para voltear el remolque donde Billy McCoy se esconde, pero no daña a ningún otro vehículo a su alrededor, a pesar de que muchos tienen tapas y puertas abiertas que, con toda probabilidad fue golpeadas por la onda.
En la calma, inmediatamente después de las bombas se hacen caer, vemos una casa derrumbada con los restos carbonizados de una mujer...
Aunque su ropa y su piel han sido carbonizadas por el calor de las bombas, su pelo está completamente intacto, y no muestra signos de haber sido chamuscado o derretido.
Por último, aunque tanto David Raksin como Virgil Thomson recibieron el crédito de componer la banda sonora, sólo Raksin escribió una partitura original completa para la película.
Nicholas Meyer, eliminó gran parte de la composición de Raksin, e insertó claves que Thomson había escrito para el documental “The River” (1938), y le dio a Thomson un crédito parcial.
“Beyond Imagining...”
Hace no mucho tiempo, los temores a un cambio global de consecuencias desastrosas, se situaban en un campo completamente distinto:
El de una conflagración global entre las potencias nucleares.
Durante La Guerra Fría, 5 países, los que actualmente son miembros permanentes del Consejo de Seguridad, dominaron el arma nuclear; y acumularon, particularmente Estados Unidos y La Unión Soviética, arsenales capaces de destruir varias veces todo atisbo de vida en La Tierra, en una disparatada carrera armamentística que sustentaba lo que se llamó “el equilibrio del terror”
Desde los primeros años 60, se alertó de la inestabilidad de una situación que podía conducir a un uso descontrolado del arsenal nuclear, en una guerra global, y algunos científicos profundizaron en sus efectos potenciales.
El resultado fue que, aparte de las consecuencias en un primer momento, en términos de destrucción y vidas humanas, se producirían efectos a más largo plazo, derivados de las ingentes cantidades de materiales pulverizados generados por las explosiones que, una vez estabilizados en la alta atmósfera, reflejarían la luz del Sol, disminuyendo la luminosidad y temperatura sobre la superficie terrestre durante prolongados períodos de tiempo.
Es lo que se llamó “El Invierno Nuclear”
Esta teoría, se debe a los teóricos, John Birks y Paul Crutzen, que en 1982, analizaron el impacto del humo provocado por un incidente nuclear a gran escala; aunque fueron Richard Turco y Owen Toon, quienes acuñaron el término en ese mismo año, tras comprobar estos efectos sobre la atmósfera.
A su vez, en el bando soviético, Vladimir Aleksandrov y Georgiy Stenchikov, llevaron a cabo simulaciones en esta misma línea un año más tarde, en 1983.
El Invierno Nuclear, es un fenómeno climático que describe la consecuencia del uso indiscriminado de bombas atómicas; y surgió en el contexto de La Guerra Fría, y predecía un enfriamiento global debido al humo estratosférico, que tendría como consecuencia, un colapso de la agricultura y la amenaza de hambrunas para la mayoría de la humanidad.
El proceso seguiría estos pasos:
La bomba nuclear levantaría una enorme nube de polvo que estaría en suspensión en la atmósfera durante meses.
Esta capa de polvo, dificultaría o impediría totalmente el paso de la luz solar, lo cual provocaría la muerte de los seres vivos que realizan la fotosíntesis.
Estos seres, los productores, son el eslabón más bajo de la cadena trófica o cadena alimentaria, con lo cual también se extinguirían los demás seres vivos:
Herbívoros, carnívoros y descomponedores.
Además, el ambiente sería irrespirable, por lo que muchos animales morirían directamente, al no poder efectuar la respiración.
Hambrunas, problemas de salud masivos, y la muerte final, son las consecuencias directas del invierno nuclear,
El escenario así descrito, sería letal para la supervivencia de multitud de especies vegetales y animales, y comprometería la propia existencia de una sociedad humana organizada.
Durante los años 80, se fue consolidando la idea de que la extinción masiva ocurrida hace 65 millones de años, en la que, en particular, desaparecieron los dinosaurios, se debió a un cambio brusco en las condiciones climáticas como consecuencia de la colisión de un gran meteorito con La Tierra.
Una perturbación global similar a la que se produciría en caso de utilización generalizada de los arsenales nucleares; y la reconstrucción de lo que ocurrió después del choque del meteorito a partir de sus huellas geológicas, confirmó el escenario de invierno nuclear.
En parte como consecuencia de estos estudios y otros relacionados a finales de los años 1980, Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev, iniciaron los tratados de desarme nuclear.
En los años 2000, se hicieron una serie de estudios teniendo en cuenta la reducción planeada de armamento nuclear de Estados Unidos y Rusia, en El Tratado de Reducciones de Ofensivas Estratégicas; y comparando las consecuencias de un intercambio dentro del arsenal permitido por ese contexto, con un intercambio limitado entre potencias nucleares menores como India y Pakistán.
En el primer caso, supusieron 4400 explosiones nucleares, que corresponderían a 440 megatones, 770 millones de víctimas directas y 180 Tg, teragramos o billones de gramos de hollín.
En el segundo, pequeñas bombas que sumaran 0.75 megatones y 44 millones de víctimas directas producirían 6.6 Tg de hollín.
Según este estudio, aún los intercambios atómicos más modestos, serían suficientes para producir efectos del mismo orden que la pequeña Edad de Hielo o “el año sin verano”
El estudio, también sugería que la alteración de la temperatura de la estratosfera, incluso en este caso, podía tener consecuencias graves sobre el flujo de gases, y en concreto, reducciones considerables en la capa de ozono.
El uso del arsenal ruso y estadounidense, llevaría a un descenso de la temperatura comparable o posiblemente más acusado que el de una glaciación, quizás durante una década.
Por otro lado, estos nuevos cálculos basados en versiones modernas de modelos climáticos, predijeron una vida media del hollín, 5 veces más prolongada que la estimada en los años 1980, lo cual contribuiría a agravar y alargar las consecuencias sobre el clima.
Como consecuencia, la cantidad de armas nucleares ha venido disminuyendo de forma continua, desde su máximo en los 60 hasta hoy.
El “stock” de cabezas nucleares en EEUU, era de más de 32.000 en 1965, y hoy tienen 5.000,  de los cuales, menos de la mitad están operativas.
Muchas todavía, desde luego, pero en una senda descendente.
El final de La Guerra Fría, eliminó del subconsciente colectivo, el temor a una conflagración global, y consiguientemente, a la posibilidad de desencadenar el invierno nuclear, aunque persisten los temores de un uso limitado del arma nuclear por parte de quienes la poseen, incluidos los pocos países que no firmaron el TNP.
Y la perturbación climática de dimensión planetaria que vino justificadamente a preocuparnos, fue la de un calentamiento global derivado del uso de los combustibles fósiles, y la generación de enormes cantidades de gases de efecto invernadero.
Y lo mismo que ocurrió con la proliferación nuclear, la preocupación por los efectos del cambio climático, precipitó acciones y compromisos para evitarlo, como los establecidos en La Cumbre de París.
Pero ahora, El Presidente de EEUU, el psicópata Donald Trump, está dando un giro brusco a las políticas preventivas de ambos tipos de desastre.
Se desentiende de los compromisos en la reducción de emisiones, y propugna un incremento de la capacidad bélica de EEUU, incluyendo el sector nuclear.
Ambas actitudes, aparte de sus consecuencias directas, pueden generar actitudes reflejas en otros países, como la retórica usada para Corea del Norte, e interrumpir el camino recorrido para evitar este tipo de catástrofes climáticas globales.
Esperemos que la humanidad no tenga que revivir viejos temores, y siga luchando contra los que ahora nos atenazan.
Aunque se intuye, todavía nadie sabe exactamente, cómo será el día después…

“The catastrophic events you have just witnessed are, in all likelihood, less severe than the destruction that would actually occur in the event of a full nuclear strike against the United States.
It is hoped that the images of this film will inspire the nations of this earth, their peoples and leaders, to find the means to avert the fateful day”



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