Argo

“The movie was fake.
The mission was real”

“El efecto de la realidad hace que entendamos cualquier representación visual como un documento y, por tanto, no pongamos en duda su contenido”
La frase del filósofo y ensayista francés Roland Barthes, no solo no ha perdido vigencia con el paso del tiempo, sino que está más de actualidad que nunca, gracias a la evolución tecnológica que fomenta la visualización de imágenes y documentos, antes que la lectura de sucesos, información, arte, o entretenimiento.
El poder de la palabra mengua a velocidad de vértigo, mientras que un acontecimiento de cualquier índole, que no tenga representación visual, no existe para gran parte de una sociedad moderna mal formada, y mal informada.
La propaganda en tiempos de guerra, era pieza clave para aumentar la moral de las tropas, disminuir las del enemigo, limpiar maltrechas imágenes públicas, y ensalzar el patriotismo del país de turno.
Y ahí es donde entra el cine como elemento diferencial, innovador y resolutivo.
La Segunda Guerra Mundial consiguió que las grandes potencias participantes en el conflicto, pugnasen por conquistar a la opinión pública mediante la producción cinematográfica, conscientes del poder sugestivo de la imagen, y del medio como mensajero.
Las afrentas, los odios, el rencor, y en definitiva, el rechazo y la confrontación, suelen a menudo ser cuentas pendientes del pasado.
Es el caso de Irán y EEUU, una enemistad que más allá de la geopolítica actual, hunde sus raíces en el periodo que comprende la segunda mitad del siglo XX, fundamentalmente, cuando el destino de los persas, hoy llamados iraníes, se cruzó con el de los yankees.
Si ahora Irán persiste en su objetivo de conseguir armas nucleares, frente a la oposición agresiva de Israel, y el apoyo de EEUU, cocinando entre los 3, los ingredientes necesarios para una catástrofe bélica, a principios de la década de los 50, la política intervencionista de los estadounidenses encalló en el país persa, proporcionando el comienzo de una larga tensión.
Existen diversas opiniones sobre la causa de décadas de pobres relaciones.
Las explicaciones ofrecidas, incluyen desde un conflicto “natural e inevitable” entre La Revolución Islámica de una parte, y la “arrogancia” americana, y el deseo de “dictadura global y hegemonía” por la otra; hasta la necesidad del régimen de un “bogeyman externo” para “proporcionar un pretexto para la represión doméstica” contra las fuerzas pro-democráticas, y unir el régimen a su “pequeña, pero leal y fuertemente armada representación”
James Earl “Jimmy” Carter, Jr. es un político estadounidense del Partido Demócrata que fue el 39° Presidente de Los Estados Unidos de 1977 a 1981.
Su mandato como Presidente de Estados Unidos, estuvo marcado por importantes éxitos en política exterior, como los tratados sobre el Canal de Panamá, Los Acuerdos de Paz de Camp David, Tratado de Paz entre Egipto e Israel, El Tratado SALT II con la URSS, y el establecimiento de relaciones diplomáticas con La República Popular China, y vivió sus momentos más tensos, con La Crisis de los Rehenes en Irán.
Esta crisis fue el principal conflicto entre los derechos humanos, y los intereses de Estados Unidos de Carter con el Shah de Irán.
Por su parte, Mohammad Reza Pahlevi, en persa محمدرضا شاه پهلوی, ostentaba el tratamiento de “Su Majestad Imperial” y portaba los títulos de “Shahanshah” o “Rey de Reyes” y “Aryamehr” o “Luz de los Arios”, era el monarca de Irán desde el 16 de septiembre de 1941, hasta la revolución iraní de 11 de febrero de 1979.
Mohammad fue el segundo monarca de la dinastía Pahlavi, y el último Shah, o Emperador de Irán.
Era hijo de Reza Pahlevi, llamado también Reza Jan (1877–1944), un militar y antiguo ministro de guerra que se proclamó Emperador en 1925, inaugurando así la dinastía Pahlavi.
Mohammad Reza sucedió a su padre, simpatizante de la Alemania Nazi durante La Segunda Guerra Mundial, que fue obligado a abdicar, en agosto de 1941, por Reino Unido y la Unión Soviética.
Durante el periodo que duró la guerra, Irán permaneció ocupada por británicos y soviéticos, y el nuevo Shah Reza Pahlevi colaboró con los aliados.
El Shah suprimió los partidos políticos, y emprendió una política de modernización:
Expropiación de latifundios, sufragio femenino, tendencia al laicismo, etc.
Estas reformas, llamadas “Revolución Blanca”, sin embargo, no alcanzan más que a una pequeña parte de la población, al tiempo que su política económica favorece el desmesurado enriquecimiento de la clase ligada al poder, y el empobrecimiento de amplias capas de la población, a pesar de que globalmente, suponen un gran crecimiento económico para Irán en su conjunto.
En 1967, Mohammad se corona Emperador de Irán en una fastuosa ceremonia a la que asistieron personalidades de todo el mundo.
Sin embargo, el conflicto con EEUU, se remonta desde 1953, con El Golpe de Estado iraní, conocida en los archivos de la CIA como “Operación Ajax” y fue una operación orquestada por el Reino Unido y los Estados Unidos, para derrocar al gobierno del primer ministro Mohammed Mossadegh y su gabinete.
Fue así como el golpe devolvió a Mohammad Reza Pahlavi, la posición dominante en la política iraní.
El Shah Mohammad Reza Pahlavi, había sido un fuerte aliado de los Estados Unidos desde La Segunda Guerra Mundial, y uno de los denominados “pilares gemelos” en los que se basaba la política estratégica de EEUU en el Oriente Medio, el otro era Arabia Saudita.
Sin embargo, su gobierno fue fuertemente autocrático, fue visto como “cleptocrático” en su país, en 1953 el Shah organizó, junto con la administración de Eisenhower, un golpe de estado para eliminar al elegido primer ministro Mohammed Mossadegh.
No obstante, el gobierno del Shah no era bien visto por EEUU, y a pesar de su negativa inicial, de dar la entrada del Shah en los Estados Unidos, el 22 de octubre de 1979, Carter le concedió permiso de entrada y asilo temporal, durante la duración de su tratamiento contra el cáncer, y el Shah se dirigió de vuelta a Panamá el 15 de diciembre de 1979.
En noviembre de ese mismo año, como respuesta a la entrada del Shah en EEUU, los militantes iraníes tomaron la embajada estadounidense en Teherán, reteniendo a 52 estadounidenses como rehenes.
Los iraníes exigieron a cambio de su liberación:
1. El regreso del Shah a Irán para ser sometido a juicio.
2. La devolución de la riqueza acumulada del Shah al pueblo iraní.
3. El reconocimiento de la culpabilidad de Estados Unidos por sus acciones pasadas en Irán, además de una disculpa.
4. La promesa de Estados Unidos de no interferir en los asuntos de Irán en el futuro.
Aunque ese mismo año, el Shah salió de Estados Unidos, muriendo en Egipto en 1980, la crisis de los rehenes continuó y dominó el último año de la presidencia de Carter.
La subsiguiente respuesta a la crisis, desde la estrategia de “Rose Garden” de permanecer dentro de la Casa Blanca, hasta el intento fallido de rescatar a los rehenes por medios militares, “Operación Garra de Águila”, fueron en gran parte responsables en la derrota de Carter en las elecciones de 1980.
El 14 de noviembre de 1979, después de la toma de los rehenes, Carter dictó la Orden Ejecutiva #12170, que bloqueaba las propiedades del Gobierno iraní, congelando cuentas bancarias del gobierno iraní en los bancos de Estados Unidos, por un total de 8.000 millones de dólares estadounidenses de ese tiempo.
Estos embargos se utilizaron como moneda de cambio, para la liberación de los rehenes.
La crisis de los rehenes en Irán, se desarrolló en un periodo de 444 días, durante el cual, el nuevo gobierno surgido tras la revolución iraní, tomó como rehenes 66 diplomáticos y ciudadanos de los Estados Unidos de América.
La crisis empezó el 4 de noviembre de 1979 y duró hasta el 20 de enero de 1981.
El 22 de octubre de 1979 el Shah Mohammad Reza Pahlevi, monarca de Irán, viajó a Nueva York para ser sometido a un tratamiento contra el cáncer.
El 1 de noviembre, el nuevo líder de Irán, el ayatolá Ruhollah Jomeini, lanzó a su pueblo a manifestarse contra intereses de Estados Unidos e Israel.
Jomeini fue un imán y ayatolá chiita iraní, líder político-espiritual de La Revolución de 1979.
Las potencias occidentales lo consideraban un líder mesiánico, cuyas iniciativas políticas ponían en peligro la estabilidad internacional.
En 1979, Jomeini derrocó al Shah de Irán, Mohammad Reza Pahlevi; y gobernó Irán hasta que falleció en 1989.
Jomeini es considerado el fundador del moderno estado chií; es conocido como Imán Jomeini en Irán, y Ayatolá Jomeini en el exterior de Irán.
El gobierno de Jomeini interrumpió la occidentalización llevada a cabo por el Shah, y La ley islámica fue instaurada.
Así las cosas, y la permisividad de Jomeini ante estos hechos el 4 de noviembre del 79, la embajada estadounidense fue rodeada por un grupo de alrededor de 500 estudiantes iraníes, aunque los números varían entre 300 y 2,000, que se dieron a conocer como “Los Discípulos del Imán”
Parte de este grupo islamista, se juntó alrededor de la embajada, a modo de protesta.
Durante el disturbio y con la confusión, 6 personas escaparon, y se ocultaron en el apartamento de uno de ellos, antes de encontrar refugio en la embajada canadiense, donde les dieron pasaportes falsos, de modo que pudieran dejar la embajada canadiense sin ser identificados.
13 de los rehenes, concretamente las mujeres y los afroamericanos que había en el grupo, fueron liberados entre el 19 y 20 de noviembre, pero los 53 restantes siguieron como prisioneros, si bien, un último rehén fue liberado debido a una enfermedad el 11 de julio de 1980.
A menudo, se mostraban los rehenes con los ojos vendados a la población local, y a las cámaras de televisión.
Los ciudadanos cautivos serían liberados únicamente, a cambio de la extradición del Shah a Irán, para ser juzgado por “crímenes contra el pueblo iraní”
También, ha sido considerado un acto de venganza contra los años en los que Estados Unidos, había apoyado la política autoritaria del Shah.
Jomeini era un fuerte antiestadounidense en su retórica, denunciando al gobierno estadounidense como “El Gran Satán” y “El Enemigo del Islam”
De hecho, la embajada ya había sido secuestrada brevemente una vez durante la revolución, tiempo antes de esta crisis.
Por su parte, Carter rehusó ceder a las demandas.
Y Jomeini utilizó la situación para consolidar su poder, y anular los desafíos del ala moderada de su gobierno, encabezada por su presidente.
La euforia por la humillación a la nación más poderosa, distrajo al pueblo iraní de las dificultades económicas de su país.
Aunque la liberación de los rehenes fue negociada y garantizada por el gobierno de Carter, la crisis de los rehenes acabo en 1981, momentos después de que Reagan tomase posesión como Presidente de EEUU.
Como curiosidad, algunos rehenes, han reconocido a Mahmud Ahmadineyad, elegido como Presidente de Irán en 2005, como uno de los asaltantes.
Ahmadineyad era entonces estudiante universitario en Teherán, y miembro de la organización estudiantil que planificó la toma de rehenes pero, según su entorno, estaba más preocupado en atacar a los soviéticos, que a los estadounidenses.
El líder de los estudiantes que irrumpieron el 4 de noviembre de 1979 en la Embajada, aseguró que el presidente electo se opuso:
“No formó parte de nuestro grupo.
No tuvo ningún papel en el ataque, y mucho menos en la seguridad”
Estados Unidos nunca reconoció el papel que la CIA había desempeñado en aquellos acontecimientos, hasta las recientes declaraciones de Barack Obama; sin embargo, el que más habló de ello, fue el mismo Allen Dulles, Jefe de la CIA, que en una entrevista, a la pregunta de si era verdad que “la CIA había gastado millones de dólares para reclutar a personas que se manifestasen en las calles, y para otras acciones dirigidas a derrocar a Mossadegh” que había nacionalizado la producción de petróleo, antes BP, y así, tras el golpe de estado del Shah, volvía a manos de los anglosajones, Dulles contestó:
“Ok, sólo puedo decir que es del todo falsa la afirmación de que gastamos mucho dinero para conseguir este objetivo”
A manera de curiosidad, Antonio “Tony” Joseph Mendez, es el hombre que en 1979 se las ingenió para irse a Irán, liberar a los 6 rehenes estadounidenses que se ocultaban en la Embajada canadiense en Teherán, ellos eran:
1. Robert Anders, 54 años; Funcionario Consular.
2. Mark J. Lijek, 29 años; Funcionario Consular.
3. Cora A. Lijek, 25 años; Asistente Consular.
4. Henry L. Schatz, 31 años; Agregado Agrícola.
5. Joseph D. Stafford, 29 años; Funcionario Consular.
6. Kathleen F. Stafford, 28 años; Asistente Consular.
Tony Mendez fue reclutado con poco más de 20 años, por la CIA, para ser uno de sus elementos operativos.
El trabajo de Mendez en la organización de espionaje más poderosa del mundo podría parecer, a priori, algo aburrida:
“Yo me dedicaba a falsificar documentos de todo tipo:
Pasaportes, carnets de conducir, cartas, salvoconductos, autorizaciones diversas… pero no lo hacía desde mi despacho, porque en los años 60 y 70, para poder hacer bien ese trabajo, tenías que conocer a fondo los países que emitían esos documentos.
Así que, lo de agente de campo, venía ya con el puesto”
Así fue como Mendez se vio en medio de una de las crisis con rehenes más célebres de la historia, provocado por el regreso del exilio del Iman Jomeini, y el destierro del Shah:
“Sabíamos que no había demasiadas opciones, y que era cuestión de tiempo que encontraran a los 6 funcionarios que habían conseguido escapar de nuestra embajada y refugiarse en la canadiense, y pensamos algo lo más rápido posible”
Lo que la CIA hizo es inventarse un rodaje ficticio, aprovechando sus lazos con Hollywood:
“Las relaciones de la Agencia con Hollywood siempre han sido muy provechosas para ambos.
Ellos aprenden de nosotros, y nosotros aprendemos de ellos.
Por eso la CIA y Hollywood siguen siendo íntimos aún hoy en día.
En aquellos tiempos, nos ayudaban con todo tipo de cosas, empezando por el tema de los maquillajes y demás, así que no fue difícil lograr que colaboraran en la idea”
La idea, las localizaciones en Teherán de un falso filme llamado “Argo”, ha sido uno de los proyectos más descabellados de la historia de la CIA, ayudados especialmente por John Chambers, el maquillador de “Conquest Of The Planet Of The Apes” (1972)
De aquella misión ultra-secreta, lo fue hasta que Clinton la desclasificó en su primer mandato en la Casa Blanca, ha sacado Ben Affleck una película, basada a su vez en el libro del propio Mendez, editado y titulado “Argo”
“If I'm going to make a fake movie, it's going to be a fake hit”
Argo es una película de suspense de 2012, dirigida por Ben Affleck.
Protagonizada por Ben Affleck, John Goodman, Alan Arkin, Bryan Cranston, Taylor Schilling, Kyle Chandler, Victor Garber, Michael Cassidy, Clea DuVall, Rory Cochrane, Scoot McNairy, Christopher Denham, Kerry Bishé, Tate Donovan, Chris Messina, Adrienne Barbeau, Tom Lenk, Titus Welliver, Zeljko Ivanek, Bob Gunton, Michael Parks, entre otros.
El guión es de Chris Terrio, basado en un artículo escrito por Joshua Bearman y publicado por Wired Magazine, sobre una crisis de rehenes en Teherán, de nombre:
“How the CIA Used a Fake Sci-Fi Flick to Rescue Americans from Tehran” y en los libros de Tony Mendez y Joshua Bearman.
7 Nominaciones al Oscar: Mejor Película, actor de reparto (Arkin), guión adaptado, edición, sonido, edición de sonido y banda sonora.
Y ganó 3 Oscar: Mejor Película, Mejor Guión Adaptado y Mejor Edición.
Un desconocido Chris Terrio, debuta como guionista para estructurar la historia que nos remonta a los finales de los años 70, situándonos en los eventos que se sucedieron luego de que grupos revolucionarios de Irán, invadieran la embajada Norteamericana en ese país.
Basada en hechos reales, Argo relata una operación secreta, de vida o muerte, para rescatar a 6 estadounidenses en plena crisis en Irán.
La verdad sobre estos hechos, permaneció oculta al gran público durante décadas.
Argo es un thriller, magníficamente rodado e interpretado, sino que es un hecho real que dejará con la boca abierta aquellos que no creen en los milagros.
Argo reivindica el papel de los individuos, por encima de las organizaciones.
Los héroes son aquí, personas anónimas, que se encuentran ante la tesitura de elegir entre su tranquilidad, o la de sacrificarse por la defensa de la vida de otras personas.
Argo es una interpretación libre, de la participación del ex agente de la CIA Tony Mendez, en el histórico rescate de 6 diplomáticos de Estados Unidos, durante los primeros meses de la crisis de los rehenes en Irán.
Mientras se prepara el plan, Argo muestra uñas filosas para burlarse de Washington, de Hollywood, y de la prensa como caja de resonancia de las grandes mentiras que se aparejan ahí.
Hay abundante ironía en Argo.
En lo técnico, y sin agitaciones en el encuadre, Argo es una película que bordea a cada momento, el discurso político, sin permitir que el texto ideológico afecte la esencia narrativa del filme.
Lo político está ahí, no hay manera de evadirlo, pero la densidad vitamínica de Argo está en lo demás.
También, Argo exhibe el fanatismo iraní con su revolución de acentos religiosos, y su intransigencia desde la victoria conseguida.
En ese marco bien planteado y mostrado como atmósfera, el rescate le da emoción a la trama, con un clímax vehemente, llevado a puro y puntual montaje paralelo, con 3 o 4 acciones distintas que confluyen en el aeropuerto de Teherán.
Affleck demuestra que se siente muy cómodo detrás de las cámaras:
La facilidad con la que compone las imágenes, y el ritmo que le impregna durante su segunda parte, es simplemente digno de alabar.
La tensión dramática está presente desde el primer fotograma hasta el último, y hay muchas veces, en los que el corazón casi te da un vuelco, a tenor de una narrativa ágil, y un montaje verdaderamente ejemplar.
Toda la tensión del riesgo mortal para los diplomáticos, es articulada con una habilidad realmente sobrecogedora, manejando el ritmo con una precisión milimétrica.
Ben Affleck despliega una enorme gama de recursos visuales y estilísticos, que crean a la perfección la atmosfera adecuada.
Del mismo modo, la recreación de época es extraordinaria, entre otras cosas, porque no sólo es esteticista, sino que maneja objetos como teléfonos y televisiones, con gran talento narrativo.
Usará imágenes documentales, que mezclará con otras de ficción, en un concepto que acaba por descubrir una de las tesis de Argo, en ese juego metalingüístico con el cine como protagonista.
Cine y “realidad” fundiéndose en uno, confundiendo al uno con el otro… la función última del cine, hacer realidad una ficción, convencer de que lo falso, es verdadero.
El juego de suspense que propone Affleck es una reflexión sobre el propio cine.
Así no es gratuito que se inserten imágenes reales y documentales, con otras de ficción, nada gratuito, es la esencia de Argo.
Transmite perfectamente, la sensación de opresión y desesperación, que debieron sentir aquellas personas atrapadas, en una sociedad hostil y sedienta de represalias, la sensación de aislamiento, de soledad.
El espectador se siente el 7° americano abandonado a su suerte, en el Irán de finales de los 70.
Argo fue rodada entre Los Ángeles, Washington DC, y Estambul, ciudad que se utilizó fundamentalmente para los exteriores, que emularían el Irán de finales de los 70.
Para la escena clave de la toma de la embajada, se empleó la Administración de Veteranos de Guerra al norte de Los Ángeles, mientras que el edificio de Los Angeles Times, se redecoró para que sirviera como oficina de aquella época y sala de conferencias de la CIA.
Otro aspecto fundamental en la producción, fue la definición de un estilo de rodaje que variaba de un lugar a otro.
Por ejemplo, en las secuencias ambientadas en la casa del embajador, Affleck optó por una sutil cámara en mano.
Para las que se ubicaban en Washington DC, sin embargo, prefirió las cámaras sobre plataformas, mientras que para Hollywood, se emplearon colores saturados y el zoom, como elementos para dar una identidad distinta al escenario.
El trabajo de Affleck está perfectamente apoyado en el de la dirección artística y montaje.
El primero, simplemente sublime, nos traslada a los últimos días de los pantalones de campana y bigotes; magnífico el personaje de Ben Affleck.
Atentos a los peinados, y a una cámara polaroid con flash, todo muy retro, o la presentación del cartel de Hollywood en ruinas…
¿Ficción o realidad?
El casting de Argo fue otro punto bueno, ya que lograron conseguir a actores muy parecidos físicamente a los involucrados reales de la historia, eso sí sin dejar de lado, a un elenco con experiencia, que logrará manifestar con solvencia la desesperación, miedo y abandono que sintieron estas víctimas, a pesar de no ser actores muy reconocidos.
Y el montaje también es de premio:
Suave, lento, y reposado, pero sin darnos tregua durante el planteamiento de la misión, y rápido, directo, y creando tensión donde no la hay, en su segunda parte.
De el arranque de Argo, con mezcla de formatos, y como te meten en situación con imágenes de archivo, e imágenes de la embajada es impresionante; atentos a la diferencia entre el dorado Hollywood, y la suciedad de Estambul…
Técnicamente como dije, Argo es una maravilla.
Argo es un thriller o drama de suspenso, poco tradicional ya que se enfoca más a mostrar las emociones y sensaciones, que nos tramiten los personajes y la situación en que se encuentran, los constantes cambios en el plan, y la falta de apoyo masivo, ayudan a compenetrarse más en la historia.
“You're worried about the Ayatollah?
Try the WGA (Writers Guild of America, West)
Argo se centra en 3 escenarios diferentes:
Teherán, las dependencias de la CIA, y Los Ángeles, que se interrelacionan entre sí, a través del personaje de Ben Affleck, Tony Mendez.
Argo arranca con un resumen de la historia de Irán desde hace unas décadas.
Se podría resumir en que eran felices y comían perdices, pero llegaron los americanos a quitarles el petróleo, pusieron una marioneta despiadada en el poder, el pueblo se acabó rebelando, y poniendo a otro igual, o más radical, y lo que era felicidad, acabó en una espiral de odio y muerte entre unos y otros.
Estados Unidos e Inglaterra son culpables de lo que sucede en Irán, al derrocar a su gobernante nacionalista, quien nacionalizó el petróleo, y poner en su lugar al Shah de Irán, tipo cruel, déspota e inescrupuloso.
Ello genera una Revolución.
El Shah cae, y Washington le da amparo.
Las reacciones contra el gobierno estadounidense son inmediatas…
El 4 de noviembre de 1979, mientras la revolución iraní alcanzaba su punto álgido, algunos militantes irrumpieron en la embajada de Estados Unidos en Teherán, y tomaron 53 prisioneros estadounidenses.
Sin embargo, en mitad del caos, 6 de ellos logran escapar, y encuentran refugio en casa del embajador canadiense.
Sabiendo que es sólo cuestión de tiempo que los encuentren y, muy probablemente, los maten, un especialista de la CIA en operaciones especiales llamado Antonio “Tony” Joseph Mendez (Affleck) urde un arriesgado plan para sacarlos del país de forma segura.
Un plan tan increíble, que sólo podría salir bien en una película.
En el camino, durante los preparativos de ese rescate que utiliza el cine como coartada, lo que permite más de un guiño, e incluso reflexiones metalingüísticas, Affleck expone sucintamente los hechos, no entra en demagogias baratas, en cuanto a la participación estadounidense en conflictos externos, pero si deja caer unas cuantas notas a pie de página, sobre determinados comportamientos orquestados desde las entrañas de la Casa Blanca.
El relato es puro, de una dinámica casi clásica, y una orquestación complejamente funcional, y el cine está ahí de fondo, para permitir más de una agradable fuga de distensión.
Porque el plan ideado por el agente Tony Mendez consistía en llegar a Teherán, contactar con los 6 funcionarios escondidos en casa del embajador canadiense en la ciudad, y hacerlos pasar por miembros de un equipo cinematográfico, que busca localizaciones para rodar una película de ciencia-ficción titulada “Argo” en tierras iraníes.
Cambiarles la identidad, y convertirlos en lo que no eran para poder salir del país, ahorrándole al gobierno norteamericano una crisis mayor.
Y Argo nada mejor que la gran farsa del cine, sí es una redundancia; una película que da título a la que estamos viendo; una superproducción de ciencia-ficción que toma su inspiración en Oriente, y que obviamente está inventada, única y exclusivamente, para hacer pasar a los pobres y amenazados funcionarios, como inofensivos miembros del equipo técnico del rodaje.
Para entendernos, Argo es para hacerlos pasar por gente de nulo interés para ese nuevo régimen, obsesionado en cobrarse una deuda de sangre, que no está sujeta a debate alguno.
Para proteger a los demás secuestrados en Teherán contra las represalias, toda la participación de EEUU en el rescate se suprime, dando todo el crédito al gobierno canadiense y su embajador, que dejó Irán junto a su esposa en virtud de sus propias credenciales, como la operación estaba en marcha, su ama de llaves iraní, que tenía conocimiento de los estadounidenses y mintió a los revolucionarios para protegerlos, huyó a Irak.
Una vez concluida con éxito la misión, Mendez recibe “La Estrella de Inteligencia”, pero debido a la naturaleza confidencial de la misión, él no sería capaz de mantener la medalla, hasta que los datos se hicieron públicos en 1997.
La película termina con el discurso del presidente Jimmy Carter, sobre la Crisis y la ayuda canadiense.
La aportación de los personajes que encarnan John Goodman (John Chambers) y Alan Arkin (Lester Siegel) resulta esencial para la propia historia, y para el trasunto cómico que Argo necesita:
Arkin hace de un productor capaz de convertir en realidad mediática, el anuncio de una película que nunca existirá, la credibilidad era absolutamente necesaria para que el plan de Mendez llegará a buen término; y Goodman como John Chambers, el oscarizado maquillador de “Conquest Of The Planet Of The Apes” (1972) figura capital en la resolución del plan.
La operación que casi fue cancelada, tiene éxito gracias a la metodología del especialista, la colaboración de los diplomáticos, el apoyo logístico de su superior, y productores, el cobijo del embajador, el silencio del ama de llaves iraní, además de otros factores clave como la suerte.
Los diferentes controles del aeropuerto son sumamente exigentes, sobre todo el último, que termina con unas escenas muy tensas y espectaculares:
La persecución al avión.
La medalla de Mendez, se convierte en algo anecdótico y desclasificado, así que lo importante es la salvación de vidas humanas.
Todo aquello fue en consideración, una operación clasificada, después salió a la luz y la desclasificación ha permitido la existencia de una película como Argo, que, sin tener argonautas ni vellocinos de oro, si guarda alguna relación con la aventura mitológica de Jason, reconvertido aquí, en un agente de la CIA, totalmente convencido de hacer realidad una auténtica quimera.
“What starts in farce ends in tragedy”
Durante los créditos finales de Argo, toma la, en apariencia, maniquea decisión de comparar fotografías reales, con su reconstrucción en pantalla; pero al término de esa aventura tensa, descorazonadora, y negrísimamente divertida, es más plausible pensar que Affleck, no está aportando pruebas de su fidelidad a la historia, sino de las correspondencias y derivaciones, más o menos exactas, con la realidad.
El diálogo entre la grisura de la vida, y una ficción trepidante se extiende, además, al propio espíritu de Argo, que por encima de todo, es un homenaje rendido y muy diestro al cine de operaciones encubiertas de los 70, y una bufonada cargada de hiel y cariño, hacia el oficio de contar historias increíbles y excitantes.
Argo se centra básicamente, en el plan de escape y su ejecución.
Aparte del protagonista, de entre todo el reparto, dedican más tiempo a los escondidos que hay que liberar, sin llegar a profundizar en ellos, y quizá se echa algo de menos, pero también vemos como va avanzando, tanto por el lado de productores y ejecutivos de Hollywood, como por la parte del gobierno y sus trámites / trabas burocráticas.
¿Qué es lo que falta, entonces, en Argo?
El problemas es más bien lo que me sobra de Argo; dada la importancia de mantener la angustia hasta el final, se toman unas cuantas licencias tópicas, que lejos de añadir dramatismo al cierre, acaba por restarle credibilidad y volverlo risible.
Está bien que haya un momento en el que los personajes lleguen a escapar por los pelos, pero cuando se repite hasta en 3 ocasiones:
Durante la comprobación de las reservas de avión, la llamada descolgada, y la persecución al avión, uno no puede sino esbozar una sonrisilla socarrona de incredulidad.
También, sobran minutos en el metraje, sobre todo por lo pesado que se vuelven los últimos minutos tras el regreso, así como la inclusión del final feliz con medalla, reconciliación marital, y momento íntimo con el hijo, y el mensaje de que la CIA está llena de héroes anónimos totalmente altruistas, pero es un mal menor que se contrarresta con otros momentos en el que se critica, aunque sea de manera blanda, su labor para con los países de Oriente Medio, y sus sátrapas, nunca mejor dicho, “gobernantes”
La virtud de Affleck ha sido la de mantenerse apegado al suceso real para permitirse, entonces, la licencia de exagerar el lenguaje cinematográfico, e incluso el meta-discurso, con el propósito limpio de convertir en una función de magia lo soso e imposible de un registro de la CIA, cebo para miradas periodísticas.
El mérito de mantener en vilo la inquietud de quien asiste al espectáculo, sabiendo de sobra, cuáles son las siguientes curvas de la riada, es suficiente para un filme que desde luego, aparca dilemas morales y explicaciones históricas, y que convierte una compleja confrontación sociocultural en un, a ratos, racista episodio extendido de “The A-Team”
Pero no hay malicia en la mirada de Affleck, y su función está tan bien medida, que habrá que recordarse que todas esas bondades de ritmo y “cast” le corresponden de forma poética a él, el héroe por el que no apostaba nadie.
Llama mucho la atención, la forma en que comienza Argo, con una narración en “off” con imágenes reales de la época, que dejan claro que todo lo que sucedió en Irán fue culpa de EEUU y Gran Bretaña por apoyar al Shah, primero en su despótico reinado, y más tarde en el exilio.
Una cuidada selección de imágenes de noticias reales, desgarradoras y salvajes, pero también muy cinematográficas, toda una declaración de principios.
y con los títulos de crédito finales, podemos ver imágenes de Argo, e imágenes de las personas reales, que protagonizaron los hechos y los sucesos recreados, que dejan patente lo impresionante de la contextualización, las caracterizaciones, y el vestuario que añaden más calidad al producto final.
A manera de curiosidad, Argo presenta a los héroes de ficción, Star Wars, en ese momento, en contraposición con los héroes reales.
Pero Argo peca en la simplificación del conflicto en el que está inmersa.
Aunque su atmósfera le da una sensación de ser políticamente importante, sobre todo después de una pequeña lección de historia al comienzo, Argo no logra expresar las complejidades de la situación política en Irán, y cae en la dicotomía héroe-villano, con la cual los iraníes terminan siendo una masa de hombres barbados iracundos, que no saben hablar sin gritar, y a los cuales no les son ni siquiera concedidos subtítulos, no vaya a ser que digan algo coherente.
Sospecho que Argo quiere expresar a través de meta-mensajes, el conflicto relativo que ha sucedido entre Estados Unidos y el Medio Oriente.
No solamente de Irán, sino de la comunidad Islámica en general.
Se puede decir, que si se apoya de medios hechos reales para difundirlos; pero la temática principal radica en que alaba demasiado el rol de la CIA, y empobrece la imagen del rol revolucionario iraní, generando una visión negativa en dicho aspecto.
Otra cuestión a debatir, sería la demonización que Europa y América llevan años profesando hacia diversos países, atacando sistemáticamente sus religiones y costumbres, por puro desconocimiento.
Pero no es menos cierto, que ciertos sectores de estos países señalados, se encuentran cómodos en sus papeles de villanos y abanderados de la libertad, de “su libertad”
Este es un tema largo y tedioso, pero me niego a creer en los blancos y los negros, prefiero los grises por su componente humano, ya que cualquier gris puede virar hacia la luz o la oscuridad, sin extremismos estereotipados.
Y ese es el gran problema de Argo, cae en la trampa de que una película es como una receta, que debe tener ciertos elementos para funcionar.
Un héroe y un villano, una persecución para generar suspenso, o una historia familiar para su protagonista, que en este caso, se manifiesta en un hijo que es mencionado un par de veces, y que es usado como pretexto, para hacernos sentir simpatía con el protagonista, pero que es dejado como una historia tan marginal, que termina siendo desconcertante que Argo termine enfatizándolo.
“They weren’t making a movie, they were making history”
Me llama la atención que una película con mensaje pacifista como Argo, incluya escenas que justifiquen la violencia, como la que tiene lugar en el dramático y brillantemente construido arranque, en la que uno de los militares intentan, sin suerte, dialogar con los sublevados.
Cierto tipo de violencia, solo responde ante una violencia aún más dura y radical, ya que las semillas del odio implantando desde la cuna ciegan la racionalidad de casi cualquier ser humano.
Paradójicamente, Terrio y Affleck, cimentan la trama en un rescate nunca revanchista ni malicioso, sino únicamente, ambicionando recuperar lo que es de su propiedad, las vidas de sus compatriotas.
Y lo ejecuta tomando como referencia, el modelo de héroe solitario.
Un hombre, Affleck, al que la barba le hace un gran favor interpretativamente hablando, pero que debería plantearse pasar el testigo protagonista a otros actores, contra un descabellado plan, un país enemigo, y su propio gobierno.
Un aspecto importante, y que algunos han visto como la parte más débil de Argo, es precisamente esa, la que trata sobre la vida íntima y familiar de Tony Mendez.
Este aspecto de la trama, solamente salpica la narración, pero acaba siendo esencial, en una historia donde la familia y la vuelta a casa tienen una importancia indispensable, como comprobaremos en el plano final.
Todos los aspectos, desde los más importantes, a los más secundarios, como el que comento, están perfectamente engranados en las tesis, e ideas básicas de Argo.
Pero si lo vemos desde otro punto de vista, el aspecto familiar dota a Argo de un sostén emocional adecuado, que le hacía falta, especialmente con respecto a su protagonista, algo que se logra con estos pequeños retazos.
Un hombre destrozando y arriesgando su vida familiar por una causa general, su deber.
Confía en poder corregir errores, y volver con los suyos definitivamente.
Un héroe del que casi nadie sabrá su mérito, un verdadero héroe.
En brillantes ideas de guión se logra vincular estos aspectos de la vida familiar con la trama del rescate.
Así veremos en primera instancia, la escena en la que Affleck habla con su hijo por teléfono, que vive con su madre lejos de él.
El niño está viendo “Conquest Of The Planet Of The Apes” (1972) de J. Lee Thompson, algo que su padre querrá compartir en un bello gesto, mientras ambos conversan y ven la película, a nuestro protagonista se le ocurrirá la idea de hacer pasar a los diplomáticos por miembros de un equipo de filmación, de una película de ciencia ficción.
Sin embargo, con la presentación y el desarrollo de Argo, con su aguda intensidad narrativa, con el buen manejo de los tiempos del relato, con un cronometraje bien entendido de las distintas secuencias, y con las buenas actuaciones de todo el resto del elenco, uno lo entiende lo que Ben Affleck sabe es dirigir.
Incluso, es buen director de actores, excepto consigo mismo...
Affleck refleja muy bien, la abrumadora opresión y la paranoia revolucionaria de Irán, el ambiente es realmente agobiante, y profundamente aterrador, se puede sentir en varias secuencias, como la visita al bazar, o la escena final del aeropuerto, con un sensacional montaje que se permite un respiro cómico, proporcionado por Siegel y Chambers.
Maravillosas las actuaciones de Alan Arkin y John Goodman, viejos zorros que conocen a la perfección la industria del cine, y buenos patriotas que no dudan cuando su país les necesita.
El personaje de Lester Siegel está interpretado, magníficamente, por Alan Arkin, y además tiene las mejores líneas de diálogo.
En cualquier caso, los diálogos en general son realmente buenos.
Genial también Bryan Cranston como Jack O’Donnell, el superior de Mendez en la Agencia, con su agudo e inteligente discurso.
Todos ellos sobresalen, en un elenco en el que también destacan las breves intervenciones de:
Victor Garber (Ken Taylor), Titus Welliver, Zeljko Ivanek (Robert Pender), Kyle Chandler (Hamilton Jordan) o Chris Messina.
Scoot McNairy encarna al único de los miembros de la embajada, con cierta entidad, con algo que aportar; los otros son gente asustada, que expresa su nerviosismo, no hay nada que les caracterice aparte de detalles superficiales.
Casi todos los personajes son esquemáticos, pero la experiencia y el talento elevan algunas interpretaciones.
Uno de los problemas de Argo, en el departamento actoral, es que hay demasiados personajes, cuando todo está centrado en seguir a Mendez trazando el plan, metiéndose en la boca del lobo, e intentando salir con 6 vidas más bajo el brazo.
Solo un inconveniente, y es que el grupo de los 6 es dibujado siempre como grupo, y jamás como individuos, por lo que es muy difícil sentir su miedo, su desesperación, su rabia como uno solo, sino como una comunidad de la que el espectador no forma parte.
Y es que, si hubiera que elegir solo un par de momentos, sin duda destacaría su trepidante e intenso principio, y el orgásmico final, lástima que se añadan 5 minutos innecesarios que hacen que Argo no acabe en clímax, instantes donde la combinación entre montaje, dirección y guión, funciona como un reloj suizo.
El score del cada vez más solicitado Alexandre Desplat, contribuye a la creación de un ambiente amenazante y angustioso.
En la banda sonora se escuchan canciones de los Rolling Stones, Van Halen, Led Zeppelin o Dire Straits.
“The most important movie of all time... was never made”
La auténtica moraleja de Argo, es que cada uno debe luchar y enfrentarse a los monstruos que realmente crea y, así, el intervencionismo estadounidense, en “mode - imperialista - on” causó un efecto dominó, hasta llegar al Irán de Mahmud Ahmadineyad, y la tensa relación entre ambos países.
Argo en sí misma, trata de pagar tributo a Hollywood, pero en lugar de pagar tributo, se burla de ello, como si fuera un viejo estudio anticuado de la edad media en los 70.
Ellos, los personajes, tratan de realizar una película de ciencia-ficción “falsa, barata y mediocre” que irónicamente resulta ser un “éxito”
Una contradicción total de lo que se vive en el mundo de las producciones Hollywoodenses.
Siendo así, hasta las “malas” llegan a ser buenas, en un momento dado; y “Argo” es una de esas.
El cine traspasó hace años, la castradora etiqueta de “espectáculo de entretenimiento” para convertirse por derecho propio, en un arma, para bien o para mal, de paz o de maldad, utilizable por la humanidad.
El cine es más, mucho más, que unos actores interpretando personajes en un decorado, mientras un realizador dirige un guión aprobado por un productor.
El cine puede salvar vidas, cambiar la existencia de las personas, denunciar crímenes, exponer puntos de vista diferentes sobre hechos trascendentales, acompañar a los solitarios, divertir a los acompañados…
El cine lo puede todo, si se usa bien.
No quiero acabar esta crítica, sin mencionar otra de las cosas que más me han gustado de esta historia:
Argo es una película que habla de una película, que hace guiños a películas, y que respira cinefilia y amor por un género particular:
La ciencia-ficción.
No hay más que ver dónde enmarca el director los letreros con las explicaciones finales.
El cine nos ayuda a evadirnos y, en ocasiones, nos salva la vida.

“If we wanted applause, we would have joined the circus”



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