Moonrise Kingdom

“It's been proven by history:
All mankind makes mistakes”

Desde muy tempranas edades, coincidiendo seguramente con la salida del vello genital, el ser humano ha querido identificarse del resto de humanoides de alguna u otra forma.
Al menos en mi época, los 80, al que no le daba por lo “hippy”, lo hacía por lo “heavy”, y en muchas ocasiones, se asumían roles despreciables que el tiempo se empeñó siempre en corregir.
La locura de nuestros días, parece ser que es desear aquello que otros, con su labor represiva y destructiva, tildan como “imposible”, torpedeando su advenimiento.
Por otro lado, estamos demasiado acostumbrados a que salga a relucir el término “familia disfuncional”
Algo que la primera vez tiene su interés, pero que con la machacona reiteración, acaba perdiendo su gracia.
Partiendo de la premisa de que es difícil encontrar alguna familia que no lo sea, con la peculiaridad de que en los hogares propios, observamos con normalidad las manías de los nuestros, pero miramos con extrañeza, las rarezas de los demás.
El mundo está habitado por una fauna difícil de encontrar, amplificando sus extravagancias hasta convertirles en caricaturas de cualquiera de nosotros.
Eso sí, algunos son retratados en ese momento, en el que creemos que nadie nos observa, cuando con la guardia baja aparecemos como verdaderamente somos.
Al fin y al cabo, todos somos un mar de raros.
Y, si no, preguntemos a los demás cómo nos ven.
Y por último:
El amor.
Cuántas veces habremos escuchado eso de:
“El primer amor nunca se olvida”
Y en parte es cierto
“Walt, where the hell are you?”
Moonrise Kingdom es una comedia con tintes dramáticos del año 2012, dirigida por Wes Anderson, escrita por Anderson y Roman Coppola, el hijo de Francis Ford y hermano de Sofia Coppola.
Protagonizada por Jared Gilman, Kara Hayward, Bruce Willis, Edward Norton, Bill Murray, Frances McDormand, Tilda Swinton, Jason Schwartzman, Bob Balaban, Harvey Keitel, entre otros.
¿Qué es la infancia, si no es una isla apartada del mundo de los adultos a su alrededor?
¿Qué es el primer amor, si no una cala secreta conocida sólo por 2 jóvenes tortolitos atrapados en un hechizo lunar?
Moonrise Kingdom proporciona una conmovedora metáfora de la propia adolescencia, en el que una historia universalmente atractiva, nos llega a través de la positiva excentricidad y artificialidad, que tanto ha caracterizado la inconfundible obra de Anderson.
Moonrise Kingdom es una historia de descubrimiento y pre adolescencia, contada desde un punto nada condescendiente, si no que inventa 2 personajes tan maduros, que al espectador adulto le llegan a sorprender.
Y de ahí radica la ternura absolutamente fantástica de la historia.
Moonrise Kingdom nos presenta cuestionamientos sobre nuestros sueños de la infancia, la búsqueda de nuestros deseos, el resultado de nuestros anhelos, y el escape a nuestros miedos.
Es espectacular a nivel formal, con un diseño de producción maravillosamente similar a un cuento infantil, a caballo entre la casa de muñecas y los libros de historias desplegables en decorados de cartón.
Apoyado en una fotografía genial, una banda sonora espectacular, y una disposición de los elementos que componen cada plano, que subraya el mimo de Anderson por los detalles que nutren cada escena, lo que cuenta el libreto, firmado a cuatro manos junto a Roman Coppola, es una relajada huida hacia adelante en defensa del primer amor.
Localizada en un microuniverso compuesto de microuniversos aislados, Moonrise Kingdom se disfraza de sencilla, en términos narrativos, fábula romántica para hablar de emociones y realidades fuertes y terribles, desde la soledad al abandono, pasando por la inseguridad, la hipocresía o, en definitiva, la frustración vital de un grupo de adultos, donde está presente la necesidad de la familia, y del afecto paterno, la autenticidad del niño frente a la simple corrección de sus mayores, y la fuerza del amor, que es capaz de superar tormentas e incendios, para terminar imponiéndose de la manera más natural.
Con una puesta en escena artificiosa, acartonada y pictórica de colores saturados y ausencia de profundidad de campo, movimientos ostensibles de cámara y una planificación arriesgada, que no elude la partición de la pantalla, imágenes ligeramente deformadas, y un mundo de contradicciones y absurdos.
Posee un cuidado absoluto por los detalles, armoniosamente filmada, donde cada toma representa un pequeño cuadro en colores vibrantes, que podríamos apreciar en un museo, una verdadera expresión vanguardista del cine actual, pero sobre todo, demostrando cómo lo sencillo puede ser muy efectivo.
En Moonrise Kingdom se alternan con habilidad, los momentos de los personajes adultos, más serios y tristes, con los de los adolescentes, más alegres y optimistas.
Los primeros, encadenados por las decisiones que tomaron hace tiempo, han dejado escapar oportunidades, y han dado la espalda a sus sueños.
Los segundos, aún no entienden de obstáculos que les impidan ser felices, para ellos todo parece posible; la vida como un juego maravilloso con el que deleitarse.
Hasta que los adultos deciden que se ha acabado, e imponen sus reglas.
Como nos explica la voz del disco que se escucha al principio, una variación musical es la interpretación de una obra por parte de un instrumento, o grupo de instrumentos, normalmente pertenecientes a la misma familia.
Cuando todos ellos se vuelven a juntar, oímos la sinfonía, tal y como la ideó el compositor.
Así, en el año 1965, Sam Shakusky (Jared Gilman) y Suzy Bishop (Kara Hayward) son una pareja de novios de 12 años, quienes deciden huir de casa, en una isla de Nueva Inglaterra, un amor a primera vista, por sus parecidas y disconformes vidas llenas de injusticias.
Ambos deciden cambiar el rumbo de sus vidas, y tomar la madura de decisión de casarse, y vivir en su reino de La Luna, tras su fuga, se organiza una batida de búsqueda liderada por el sheriff y los padres de Suzy.
Sam es un huérfano que asiste a un campamento scout de verano dirigido por el scout veterano Randy Ward (Norton)
Suzy pasa el verano en la isla con sus padres, Walt (Murray) y Laura (McDormand), ambos abogados, en un faro.
Sam y Suzy se conocieron el verano anterior en la isla durante una representación de “Noye’s Fludde, Op.59”, de Benjamin Britten, y a partir de entonces, han mantenido correspondencia con regularidad, y han acabado enamorándose, decidiendo entonces, reunirse el verano siguiente, y escapar juntos en una ruta por la isla.
Tras varios días acampando juntos, y siendo perseguidos por los scouts, padres y policía, son finalmente arrinconados en la torre de una iglesia, mientras se produce un violento huracán, la torre es destrozada por un rayo, pero todos sobreviven.
Ante la posibilidad de que envíen a Sam a un orfanato, el capitán Sharp (Willis) se ofrece para adoptarlo.
“Where's my record player?”
Con Moonrise Kingdom, uno recuerda cuando era pequeño, y fantaseaba con campamentos imaginarios, mientras pasaba el verano en la calurosa ciudad y en el cuarto de siempre.
También, aquellos tomos encuadernados en tela, la estética “boy scout” y gorro de mapache que enseñaban desde historias aleccionadoras, hasta trucos básicos de supervivencia.
Aunque quizá esto no sea tan cierto, y no deje de ser un adulto el que lanza su mirada al eterno verano de la infancia, un mundo que se auto consumía con la llegada del nuevo curso, y en el que podías vivir una experiencia completa, con una intensidad que luego te era arrebatada.
Por un lado, nos damos cuenta de que es Anderson, el que se transmuta en niño, hasta el punto de que las proporciones de las habitaciones en las que vive Suzy son inmensas, en relación a sus pequeños ocupantes.
Todo lo contrario sucede con las estancias donde sólo habitan adultos, la casa del capitán Sharp, la estancia de la telefonista, el frío y burocrático aspecto de la oficina de la representante de los Servicios Sociales (Tilda Swinton)
Recintos cerrados, claustrofóbicos, y exactamente del tamaño de las expectativas defraudadas.
El director se preocupa de recalcar la orfandad de Sam, y la distancia respecto a sus padres adoptivos, lo mismo que el desencanto de Suzy, ante una familia rota pese a las apariencias.
Por eso, parece como si quisiera hacer madurar con urgencia a estos dos niños, cuyo comportamiento es a veces más sensato y maduro, que el de los adultos, retratados de forma paródica en su irresponsabilidad e impiedad.
Una singular familia de adopción, y otra no más ejemplar, unos Servicios Sociales patéticos y cómicos, y unos jefes de campamentos que juegan a ser mayores.
Son todos individuos tristes e inadaptados, incapaces de mirar por los prismáticos mágicos de Suzy, o de regalar unos pendientes naturales.
Ambos se ponen en camino, en lo que será un viaje de iniciación, a la búsqueda de algo que anhelan en su corazón, pero que no encuentran en sus casas.
Sam y Suzy se imponen la tarea de encontrar la armonía entre todas las familias de instrumentos, misión más bonita y decisiva, que la que emprenden los mayores, expertos en un mundo reglamentado pero sin vida.
Sin embargo, Anderson trata estas cuestiones de manera liviana, que no superficial, y a ratos emocionante y entrañable.
En Moonrise Kingdom, no es nada gratuito, por tanto, Wes Anderson acompañado por Coppola, haya pergeñado una historia ambientada en 1965.
Pues además de ser aquellos, los años de mayor competencia astronáutica entre los EEUU y la URSS, esa luna incluida en el título de la película estaría en medio del discurso del presidente Kennedy, con el que apostaba fuerte por la conquista espacial 4 años antes, y el primer paseo sobre la superficie del satélite, 4 años después.
Aquel mismo año, el poeta beat Allen Ginsberg, acuñaba el término “Flower Power”, situando al amor frente a las guerras en general, pero contra la de Vietnam en particular.
Esta filosofía es la que parecen haber adoptado los 2 jóvenes protagonistas de la historia, dejándose llevar por sus incipientes hormonas, mientras la(s) autoridad(es), la policial, la familiar… e incluso una institución como los Boy Scouts, tratan por todos los medios de separarles, reprimiendo su deseo de estar juntos.
Todo ello a pesar de que, como reza el famoso adagio, “haz lo que digo, pero no lo que yo hago”, pues los niños tienen que soportar la reprobación de su conducta, mientras los adultos a su alrededor, desarrollan comportamientos falaces:
La madre de Suzy, Laura, tiene un romance clandestino con el sheriff, el capitán Sharp, mientras ella y su marido Walt duermen en camas separadas, agotados de compartir tanto su matrimonio, como su labor en la abogacía.
Que Sam y Suzy luchen por su deseo de escapar, para bañarse juntos, compartir lecturas, o darse su primer beso, es toda una declaración de rebeldía no entendida, un comportamiento lunático, que el mundo de los adultos no llega a comprender.
Quizás por haber perdido la memoria y, con ello, la vitalidad propia de la juventud.
Y es que La Luna es la guía de la locura, de esa sana chifladura que nos hace apreciar la libertad a través de la experimentación, desprejuiciando la mirada ante todo aquello que es nuevo.
Los niños de nuestra historia, tienen la mente aún limpia, sin contaminar por todas esas deformaciones enfermizas con las que los adultos nos guiamos.
Y por ello, luchan con ahínco, por su amor, pues sin duda, es la más preciada de sus posesiones, el artículo más valioso que portan en sus mochilas de exploradores.
“You two are the most appallingly incompetent custodial guardians Social Services has ever had the misfortune to encounter in a twenty-seven year career!”
Los personajes:
Jared Gilman es Sam Shakusky, el joven scout huido, es huérfano y sin explicación ninguna, a pesar de que lo quieren, sus padres adoptivos no quieren que vuelva.
Shakusky forma parte de un campo de Khaki Scouts llamado “Ivanhoe”, tiene 12 años, pero pinta paisajes como todo un profesional, es imaginativo y persuasivo.
Kara Hayward es Suzy, la otra protagonista que huye con Sam.
Ella es una chica sin amistades, pero que por extrañas razones, crea un vínculo con Sam.
Suzy Bishop es una niña dotada con sagacidad poética, lectora empedernida, y amante de la música; por alguna razón da la impresión de que es una niña afligida y melancólica, dado que sus padres leen libros sobre depresión.
Podría sonar controversial, pero los niños huyen en lo que sería una odisea romántica, en una etapa pre-pubertad; generando así, la desesperación de los pueblerinos que salen en su búsqueda.
Bill Murray es Walter Bishop, y Frances McDormand es Laura Bishop, el matrimonio con 4 hijos que busca a Suzy.
Tienen una crisis que les va a llevar a la ruptura, y entre otras cosas, porque Laura se cita a escondidas con el capitán de la policía; ellos probablemente estén juntos, pero sus acciones demuestran que es un matrimonio en decadencia.
Bruce Willis es el capitán Sharp, es un policía que vive solo, y que emprende la búsqueda de los chicos.
Mantiene una relación a escondidas con Laura Bishop.
Sharp es el policía del pueblo, encargado de velar por la seguridad, en este caso de los pequeños fugitivos.
Edward Norton es el Scout Master Ward, muy correcto y totalmente seguidor de las normas del buen scout para crear ejemplo en los suyos, es un hombre serio, que ejerce liderazgo, y en el largo plazo valentía.
Harvey Keitel es el comandante Pierce.
Actúa poco en Moonrise Kingdom, y es el ídolo de Ward.
Pierce está a cargo del pelotón de la parte sur de las islas.
Tilda Swinton es simplemente la mujer de Asuntos Sociales.
No sabemos su nombre, y su actuación se limita a vestir un traje azul, como si de una azafata se tratase.
Jason Schwartzman es Ben, quien se encarga incluso de “casar” a la joven pareja protagonista, aunque a ciencia cierta, no sabemos muy bien qué es lo que hace realmente, además de atender la tienda de suministros del campamento de Pierce.
Y Bob Balaban, secundario de lujo en muchísimas películas, es aquí el narrador de la historia, muy al estilo de vestimenta y formas del auténtico Wes Anderson.
Este reparto estelar, se las juega con interpretaciones brillantes que cada uno atribuye.
Los manierismos y características de los personajes interpretados son verdaderamente atractivos.
Cada uno de ellos tiene atributos como la soledad, la melancolía y la desesperación, pero solo en su interior; en el exterior, son atributos totalmente diferentes, que contrastan con estos.
“You're a traitor to our family”
Solo la entrada de Moonrise Kingdom, enseñando la casa de los Bishop, con cámaras fijas que suben, bajan, y se mueven a los lados, ya recrea de por sí una estética magnífica.
A eso le añadimos el juego de colores, como el caso de los padres adoptivos de Sam cuando llaman, donde incluso la camisa del hombre hace juego con los colores de las cortinas, y toda la casa.
Me parece impagable el momento en el que uno de los scouts, le pregunta al jefe de tropa (Norton) si tiene un trabajo de verdad...
Y cómo no, impagable el narrador-hombre del tiempo.
La extravagancia de Moonrise Kingdom radica en su historia romántica, orquestada por unos personajes liberales, dentro de un mundo que se acerca al surrealismo.
Sin embargo, su mayor problema es precisamente esa tonalidad ocre, que tanto destaca, dejando los amarillos y anaranjados casi fijos en la pantalla, como en punto “kitch”
Ese esfuerzo por crear un mundo con el sello del director, puede pasar factura como ha sido el caso, y el exceso ha hecho que algunos decorados se vean muy artificiales, como el caso del campamento donde está el personaje de Norton.
Es un enorme decorado, donde si nos fijamos en el cielo y las nubes, son de cartón piedra.
Como ese detalle, hay varios en Moonrise Kingdom que mezclan imágenes bellísimas con plástico.
Algunos hablan de una influencia basada en la pintura, pero se me antoja más probable, o al menos más clara, más directa, la de los comics.
Son muchas las ocasiones, en las que nos presenta una secuencia compuesta por varias escenas, cada una de ellas representaría una viñeta, cuyo nexo de unión es un travelling lateral.
La luz es plana, los personajes no proyectan sombras a su alrededor, y los colores se presentan puros, sin matices.
Características todas ellas, que hacen que reafirme esa teoría de similitud con el comic.
Su concepción del escenario es muy teatral, con continuas apariciones y desapariciones de los personajes por los laterales del encuadre.
De la misma manera, también se ve clara la influencia de la literatura, en la habitual incursión de un narrador omnipresente, con representación física.
Como aspecto negativo, no debo olvidar mencionar, esa reivindicación de los niños a ser diferentes en un mundo, el de Wes Anderson, en el que todos los personajes lo son.
Todos ellos son excéntricos y extraños.
Ser diferente en ese universo, significaría ser normal en el nuestro.
El punto menos positivo, lo proporcionan los llamados efectos especiales; las tormentas, y el fuego de la caseta del jefe Scout dejan bastante que desear...
En Moonrise Kingdom hay espacio para la comedia, y destacaré al mejor actor en ese sentido, que a mi parecer, es el mayor de los 3 hermanos, hijos de los Bishop.
Solo habla 3 veces, pero una de ellas, cuando dice la frase de:
“Has traicionado a la familia” reconozco que me partí de la risa durante varios minutos.
Es una lástima que no haya más toques como ese en Moonrise Kingdom.
Desde luego, Moonrise Kingdom es una cinta propia de estudio, que se verá en las universidades por sus magníficos planos, colores y fotografía, los cuales son brillantes.
En el plano musical, vale destacar “Noye's Fludde, Op. 59” que es una ópera en un acto, con música de Benjamin Britten, y texto de un misterio del siglo XV, de “El Ciclo de Misterios de Chester”
Britten musicalizó esta obra medieval en el año 1957, basándose en una edición de Alfred W. Pollard.
La ópera de Britten, con número de Opus 59, está escrita para ser representada en una iglesia, o en un amplio salón, pero no en un teatro, exigencia de Britten, por un reparto principalmente de aficionados.
Y no sólo a nivel creativo, pues la música que acompaña a los títulos de crédito finales, se apoya en este mismo recurso de fragmentar una orquesta, con su correspondiente narrador, algo así como un speaker, que canta la alineación de un equipo deportivo, mientras aparecen los elencos artístico y técnico, expresando un merecido homenaje a aquellos que, sin su aportación, la obra final nunca hubiera podido llevarse a buen término.
Un score muy loado, pero que siendo sinceros, ha habido más trabajo en la selección de temas variados, que en la composición, ya que Alexandre Desplat realiza un solo tema, donde añade ciertas variantes, llamado “The Heroic Weather-Conditions of the Universe” un corte fantástico eso sí, pero donde no hay más del autor.
Otro detalle que descubrí investigando un poco, Moonrise Kingdom está dedicada a una tal “Juman”, pues ella es ni más ni menos, que la novia del director.
Para mi Moonrise Kingdom, aunque este ambientada en el 65, es una crítica a la educación con muy mala baba, quizás en la actualidad queda descuidada, o relevada la obligación de educar, familias donde ambos progenitores trabajan, y no tienen tiempo, enfermedades como estrés, ansiedad, permiten ese abandono que se plasma en Moonrise Kingdom, les dan las herramientas llámese “auto”, llámese “ordenador”, y mil y un talleres para trabajar su practicidad y eficacia en el mundo como en los “boy-scouts”, pero nula educación emocional, de ahí el hermetismo de Suzy Bishop, planteando esa rabia interna de la indiferencia que muestran sus padres en un principio, más preocupados de la gestión de la convivencia en divorcio, que de lo que en realidad sucede en esa casa, y en un ambiente donde el sexo masculino predomina, y la mujer es adultera, secreto compartido en silencio por Suzy, que no se le escapa nada con esos prismáticos, normal que tenga esa rabia contenida, y que defienda lo que cree que es amor con uñas y dientes, buscando a la par ese poder oculto, ese súper poder que puebla sus libros e imaginación, para destacar, para reivindicar su existencia...
Hasta que llegó a esa playa, se hizo adolescente, genial la escena de los pendientes, y descubrió que ya era importante para alguien.
“Come down and read this!”
Como alegoría, Moonrise Kingdom tiene también una correspondencia más profunda, por la cual la dimensión social de un individuo, está definida por todas aquellas miradas que le contemplan.
Es decir, que aquello que somos no es tanto lo que nosotros mismos nos creemos, sino sobre todo, la suma de miradas de todos aquellos que nos rodean.
En Moonrise Kingdom vemos el amor desde una visión infantil, los actos guiados por el sentimiento y no por la cabeza.
Te hace recordar aquellos momentos en los que no tenías que pensar el ¿por qué?, simplemente te dejabas llevar porque eras demasiado pequeño para pensar en consecuencias.
Se puede ver en ella, 2 niños queriendo ser mayores, con ideas fijas, con ganas de luchar por lo que piensan o sienten.
¿Qué más dan los demás?
Moonrise Kingdom hace plantearte, hasta que punto, lo mejor es tomarte como importante cada decisión.
También refleja la manera de aferrarse a “esa persona” cuando la has encontrado, a esa que te hace sentir mejor, que te deja ser tú mismo, y que hace que te sientas orgulloso por ello; a esa a la que no hay que dejar escapar, porque ya forma parte de ti, y te completa.
En lo personal, vivo el amor de una forma amarga.
No creo en el amor adulto, pero tampoco me resigno a creer que no existe.
Me causa ansiedad enamorarme.
Pretendo que quieran agarrarme de la mano desde lo alto de un campanario, y suicidarnos juntos si fuera necesario.
Estoy enganchado a las sensaciones que causa el enamoramiento durante los 3 primeros meses, me hacen sentir un adolescente.
El amor es para los niños, los mayores juegan en la cama…
Los niños no quieren ofender poniendo las manos donde no deben, o manchando las sábanas sin tocarse.
Moonrise Kingdom es una penitencia ENORME para lo que pudo ser un horripilante Código Hays actualmente.
Yo quiero vivir una historia de amor en tonos ocres, y con filtros de instagram.
Sigo buscando que me hagan vivir aventuras.
Yo tampoco quería quedarme atado a un lugar y mírenme.
Tracemos un plan.
Sólo tienen que decirme:
¿Cuándo y dónde?
Amar es como sonreír, con una calentura en la boca.
Duele.

“He does watercolors.
Mostly landscapes but a few nudes”


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