We Need To Talk About Kevin

“There is no point, that's the point”

¿Se nace, o se hace?
¿De dónde sale el mal del mundo?
¿Lo hemos generado nosotros mismos, o son otros los factores que lo producen?
¿Qué pasa con lo bueno?
¿También lo producimos nosotros?
Primero que nada, hay que decir que estas preguntas son muy complicadas de responder, y que son varios los que han manifestado su opinión, planteando sus teorías respecto a este tema.
Cuentan los estudiosos de la psicología, que existen 2 tipos de encarnación del mal:
La adquirida y la congénita.
Esta segunda comprende a todos aquellos que desprecian la vida, que desean un dolor lento y agudo a sus semejantes, o sea, al conjunto de la humanidad.
Para los primeros, hay posibilidad de reinserción, ya que ese sufrimiento que han infringido de manera casual, fruto de una situación extrema generada por la tensión y los problemas que arrastran, está reflejado en la, suponemos, infinita lista de pecados que abraza el paraguas de la redención.
El problema, obviamente, reside en saber identificar el Mal, con mayúsculas, ese del que siempre han hablado los artistas más profundos y geniales, voces autorizadas para teorizar sobre lo divino y humano.
No debería haber margen de error, cuando se trata de poner freno a una enfermedad que no hace desgraciado al enfermo, sino todo lo contrario:
Exalta unos valores enraizados desde el útero, donde esa futura persona se hará lo suficientemente grande, como para sobrevivir a las inclemencias de la jungla, con 2 roles a interpretar:
Presa o depredador.
La maldad siempre ha sido un tema asociado, de forma recurrente, a la expresión social y artística del ser humano.
Esa perversidad, que es en cierto modo inherente a nuestra naturaleza, nunca cesa de maravillarnos, y ha sido objeto en incontables ocasiones, de sesudas disecciones y tratados filosóficos, que intentan comprender esa inclinación que tenemos, en mayor o menor medida, a hacer el mal.
Es dentro de ese deseo, de desenmarañar nuestra naturaleza, que surge el arquetipo de la maldad absoluta, ese “Mefistófeles” humanamente imposible de alcanzar, que nos aterra por su absoluto desprecio a los cánones de convivencia y civilidad, que rigen a nuestras sociedades, desprecio que deviene en un desdén por la vida humana, y en una obsesión por destruir, sin motivo aparente, todo atisbo de bondad construido a su alrededor.
Hace algunos años, se hablaba de un supuesto “gen de la maldad” que fue descubierto en algunos criminales violentos de EEUU, que estaba relacionado con los cromosomas, ya tenían uno de mas, sin embargo, la dichosa teoría se les fue a la basura, cuando se demostró que había personas con ese cromosoma extra, las cuales eran socialmente funcionales, tenían buenas vidas, familias, y trabajos.
De este modo, podemos plantear una ecuación, donde el índice de violencia del niño, o de la persona, es el resultado de la influencia de la cultura, el contexto, y la familia sobre la agresividad natural, así que puede, fomentarla, o prevenirla.
Se dice que en la etapa de gestación se percibe la aceptación o rechazo, por parte de la madre...
Un embarazo, el inicio de una vida, pareciera ser el final de otra, hablando metafóricamente.
Los hijos, dice la mayoría de personas, que son una bendición, otros, que son un error…
Pero al ver a la humanidad, los hijos son solo hijos, nadie puede saber con certeza, si el ser que viene al mundo, será alguien bueno para el mundo, o solo una plaga mas, sin embargo, pareciera que una madre sabe qué clase de hijo ha traído al mundo.
No obstante:
¿Una madre puede no querer a su hijo, cómo un hijo no puede querer a su madre?
¿Genética o condicionamiento social?
¿Padres permisivos, cuya autoridad no vale nada, y producen hijos extraviados o pequeños monstruos?
¿La tragedia es un acto desde lo irracional, o somos nosotros mismos quienes contribuimos a su desencadenamiento?
“I used to think I knew.
Now I'm not so sure”
We Need To Talk About Kevin es una película británico-americana adaptada y dirigida por Lynne Ramsay, sobre la novela del mismo nombre, de la autora estadounidense Lionel Shriver.
Protagonizada por Tilda Swinton, Ezra Miller, John C. Reilly, Jasper Newell, Siobhan Fallon, Anna Kuchma, Ashley Gerasimovich, entre otros.
We Need To Talk About Kevin es cine de autor accesible, hipnótico y espeluznante, en el buen sentido del término; una película que hace de la estética una herramienta artística de innegable contundencia, y que a través de un inquietante y espeluznante fresco, sobre la América más hostil, revela una historia que demuestra, una vez más, que el amor de madre traspasa y es capaz de aguantar absolutamente todo.
We Need To Talk About Kevin es una interesante producción, bien dirigida, impecablemente actuada, y dura en sus temas, sobre el amor, el odio, la venganza, el sufrimiento, y la impotencia en una problemática relación entre madre e hijo.
Esta es una historia que en pocas oportunidades se ven sonrisas, o situaciones alegres.
Es un relato fuerte, rebuscado, psicológicamente perturbador, y duro, en el que se ve el lento crecimiento de la locura del adolescente, y cada una de las sensaciones y emociones que van invadiendo la mente y el corazón de la mujer.
Casi siempre uno se encuentra, en la pantalla y en la vida real, con madres cándidas que se deshacen en lágrimas de alegría, porque saben que han engendrado a un hijo, pero aquí vemos a una mujer, que desde el primer momento recibe la noticia con más resignación que cualquier otra cosa.
We Need To Talk About Kevin es asfixiante, claustrofóbica y perversa.
No deja un minuto de respiro al espectador, no es una película de terror, pero sí una de las películas más terroríficas que se hayan filmado en los últimos tiempos.
La forma de abordar un tabú tan grande, como el odio innato hacia una madre, o un hijo, es encomiable.
La narración nos llega fragmentada, a partir de fogonazos de una Eva (Swinton) que recuerda, y trata de averiguar la razón de tanto odio, se mantiene siempre el punto de vista subjetivo materno, mientras el espectador siente que el drama se mancha de sangre, y adquiere aires de tragedia.
Es muy importante la atmósfera malsana que se respira, y de ahí el sofisticado diseño de sonido con silencios inquietantes, la cuidada fotografía de luces blancas que aportan frialdad, y de un rojo omnipresente, que ya anuncia el dolor en la inicial escena de la Tomatina de Buñol.
Pero nada de eso pasaría del efectismo, si no estuviera acompañado por las convincentes interpretaciones de Tilda Swinton y Ezra Miller, sin desmerecer a John C. Reilly, y a los 2 niños que dan vida al Kevin más infantil.
En todos, hay un primer acierto de casting, con un padre bondadoso y un tanto gris, una madre fría y desconcertada que vive llena de inquietud, y un trastornado adolescente-tirano cuya mirada está cargada de maldad.
Ramsay logra inquietar desde la secuencia inicial:
Una multitud celebra unas fiestas populares; no cabe un alfiler entre cuerpo y cuerpo; un premonitorio color rojo empapa las ropas y rostros de todos los asistentes, que luchan por hacerse un hueco entre la muchedumbre…
El rojo penetrante cubre casi todo el cuerpo de Eva.
Color que más adelante definirá We Need To Talk About Kevin, y el destino de nuestra anti-heroína.
Desde las enormes cantidades de sangre derramadas, producto de la puerilidad insondable de su hijo, cómo de la pintura roja que el pueblo se encarga de echar constantemente sobre la casa, y el automóvil de Eva, a manera de recordatorio, venganza, e intimidación.
Parece como si la directora anticipara las sensaciones que su protagonista va a experimentar, según avance el metraje:
Atrapada en su destino, e incapaz de borrar el rojo que tiñe su vida, tanto material como espiritualmente.
No hay momentos para respirar, porque el aire está enrarecido desde el cordón umbilical, y no hay lugar para la emoción porque We Need To Talk About Kevin navega por el nihilismo más extremo, para terminar sofocando todo lo humano.
Los primeros 20 minutos de We Need To Talk About Kevin presentan un confuso juego temporal, que introducen de manera cuestionable, los diferentes hechos que le van sucediendo a la protagonista.
Son muchos los cambios del tiempo de la narración que van apareciendo, provocando una incertidumbre, que poco a poco, se va clarificando y que, gracias a las consecuentes explicaciones, logra crear un relato coherente y muy interesante.
La clave principal, para poder llegar a entender esta introducción, se basa principalmente en el peinado, y en el entorno que rodea al personaje femenino, detalles muy bien logrados por la directora, y que rápidamente van despejando las dudas, para darle lugar a los problemas que separan a los 2 personajes más importantes de la historia.
Curiosamente, existen varios tipos de síntomas que delatan a un psicópata, y aquí vemos varios:
Son manipuladores, astutos, narcisistas, maltratadores, egocéntricos, junto a otros rasgos que los caracterizan, hieren, engañan y traicionan sin el menor escrúpulo.
Y la contraparte, papá y mamá, ambos incapaces de enfrentar a un ser, que no es un niño normal.
“Uncomfortable?
With my own mother?”
Ramsay, que centra su narrativa en la vida de un abominable adolescente, cuyo intenso narcisismo, y odio por todos aquellos a su alrededor, lo llevan a elaborar prácticamente desde su infancia, un grotesco plan basado en la destrucción gradual de su núcleo familiar, y finalmente, en la ejecución de un acto digno del más alto reconocimiento mediático.
We Need To Talk About Kevin narra la historia de Eva Khatchadourian (Tilda Swinton), una mujer satisfecha consigo misma.
Ella es autora y editora de guías de viaje, para gente tan urbana y feliz como ella.
Casada desde hace años con Franklin Plaskett (John C. Reilly), un fotógrafo e iluminador que trabaja en publicidad, decide, ya cerca de los 40 años, y tras muchas dudas, tener un hijo.
El producto de tan indecisa determinación será Kevin (Rocky Duer/Jasper Newell/Ezra Miller)
Sin embargo, casi desde el comienzo, nada se parece a los inefables mitos familiares de la clase media urbana y feliz.
En el centro de tanto dolor, encontramos a un mocoso llamado Kevin, de mirada diabólica, tan oscura como el vacío en el que debería estar su alma, actitud angelical cuando se lo propone, y mente extremadamente maquiavélica.
Él es el hijo de la protagonista, fruto de un embarazo no deseado... y encarnación del mal en estado puro, que desde bebé, comenzó a traerle problemas a su vida.
Ella hace todo lo posible por educarlo, por verlo crecer sanamente y, si bien son varios los exabruptos imperdonables que tiene, producto de una paciencia que con rapidez se fue perdiendo, no logra entender, cómo todo lo que hace no tiene éxito.
Kevin no va a perdonar las cosas que su mamá le fue haciendo, y va a tratar de cobrar venganza de la manera más cruel, incoherente y loca posible.
El adolescente Kevin (Ezra Miller) está en la cárcel, después de cometer una masacre en su escuela.
Su madre, Eva, que alguna vez tuvo éxito, vive sola en una casa en decadencia, y trabaja en una agencia de viajes de un centro comercial, en un pueblo cerca de la prisión donde visita a Kevin.
Ella lo recuerda mientras crecía, y a su vez, intenta hacer frente a la ira y la hostilidad de sus vecinos, que saben que es la madre de Kevin.
Sus recuerdos aparecen en escenas retrospectivas.
Según avanza el metraje, y recabamos más información sobre los personajes, se afianza la sensación de que algo muy grave ha ocurrido; un acontecimiento a partir del cual, hay un antes y un después, que separa el presente de las restantes líneas argumentales.
Kevin nunca ha llegado a conectar con su madre, nunca se ha sentido amado; Eva lo percibe desde el primer momento, y eso les aleja todavía más.
La incomunicación está servida, y una extraña relación de amor-odio crece entre los dos; Eva no logra averiguar en qué ha fallado, y Kevin está lleno de rencor.
La vida de Kevin ha sido independiente y difícil.
No se relaciona con su madre:
Cuando era un bebé lloraba incesantemente, se resistía a aprender a ir al baño, rechazaba las muestras de cariño, y no parecía tener ningún interés en nada.
Desde pequeño, Kevin comienza a ser un lastre para esta mujer que, pese a tener el nombre de la mítica madre universal de la humanidad, vive como una pena esa labor.
No basta sino ver que, frente al imparable llanto del niño, ella prefiere escuchar el estruendoso ruido, que a todos nos ha fastidiado alguna vez en la vida, de un taladro de la calle.
En todo caso, la relación madre e hijo, que comenzamos a ver, es realmente dolorosa, no sabemos bien si por la frustración que le causó a ella cambiar de vida sin haberlo decidido, o simplemente porque Kevin es terrible.
Siendo todavía pequeño, la frustración de Eva con su hijo incorregible, la lleva a tirar a Kevin contra la pared, rompiéndole el brazo.
Cuando Eva intenta hablar con su esposo Franklin (John C. Reilly) acerca de su creciente preocupación por los problemas de Kevin, rechaza sus preocupaciones, e inventa excusas por el comportamiento de Kevin.
Su segunda hija, Celie (Ashley Gerasimovich), es vivaz y alegre.
Kevin finalmente muestra interés en algo, cuando su padre le regala un arco y una flecha, y le enseña tiro con arco.
Kevin se convierte en un excelente tirador.
Cuando la mascota de Celie es asesinada, y queda ciega de un ojo, por un incidente con un líquido de limpieza cáustico, Eva está convencida de que Kevin les ha hecho daño a propósito, a ella y a su mascota, mientras que Franklin insiste en que estos eventos fueron accidentes, y que él es inocente.
Este patrón de sospecha por parte de Eva, y las excusas de Franklin, intensifican el temor de Eva por su hijo, ya que empieza a ver indicios crecientes de placer en Kevin, al herir a los demás.
Esto culmina con su trazado y ejecución de los múltiples asesinatos, que incluyen a su padre, a Celie, sus maestros, compañeros y, posteriormente, su encarcelamiento por los crímenes.
“Just because you're used to something doesn't mean you like it.
You're used to me”
Desde una postura un tanto pretenciosa, por su cargante ejercicio de estilo, se llega incluso a dar a esa madre, el nombre simbólico de Eva, para hablar de una humanidad que nace con el peso de la culpa, y la directora plantea interrogantes para los que no da respuesta, en lo que puede ser un acierto cinematográfico, que sin embargo, deja hundido y desconsolado, al sufrido espectador.
Como si la frialdad también, hubiera llegado a él a través del cordón umbilical.
We Need To Talk About Kevin recorre la vida del malévolo pequeño, y la tormentosa relación con su devota madre, interpretada por la extraordinaria Tilda Swinton, quien en esta ocasión, firma uno de sus papeles de mayor impacto dramático, transmitiéndole al espectador, brutales impulsos de ira, desesperanza y terror, ante la cruenta historia que debe afrontar una mujer, cuyo único deseo era llevar una vida normal.
La salvaje misantropía que el personaje de Ezra Miller pone en evidencia, con cada acción cuidadosamente premeditada, es tan extrema y tan carente de matices, que a pesar de no utilizar los cánones clásicos del cine de terror, podría fácilmente clasificarse dentro de este género.
“There is no point, that's the point”, declara con pasmosa tranquilidad el monstruo, mientras los ojos perplejos de su madre, intentan comprender el motivo, buscando causas y patrones inexistentes, sin darse cuenta de que el chico tiene razón; no hay un por qué en la maldad, simplemente es nuestra naturaleza.
Sin embargo, encontré puntos débiles en We Need To Talk About Kevin y es la estrategia algo evidente, de suscitar terror en la anticipación reiterada de los hechos, casi como una guía al espectador, como para que no se pierda en el medio, y sepa que el final será tremendo.
Por otra parte, la confusión reinante, respecto al origen del comportamiento perturbado de Kevin; por un lado, parece tratarse de algo propio de su naturaleza; pero al ver algunas secuencias, podríamos pensar que, desde un principio, se trata de un problema de comunicación entre madre e hijo, unido a una cierta despreocupación por parte de la primera.
Incluso, resulta inverosímil y falto de credibilidad, la historia de este chico, con poderosos instintos de maldad sin justificación.
Falta escarbar hondamente en su personaje, y construir un verdadero perfil psicológico que lo identifique, y que vaya más allá del histrionismo actoral, y facial, de Ezra Miller.
Falta situar al personaje de Eva, más allá de la locura y la depresión, otorgándole el dote de la justificación, y como no, de la duda.
Un ejemplo dentro del grupo, que según los especialistas, los contados perturbados “no se hacen sino que nacen”
Y como pasa en muchas películas de fantasmas, estos solo se muestran ante la mujer, para que el marido piense que exagera, o está loca.
Pero por otro lado, parece válida la propuesta, sobre todo por el lado de cómo se vive al interior de una familia, donde la única que nota estas cosas es la madre; pero nadie le cree.
Hay una negación total del padre a tratar el tema, que vive engañado por un niño que solo sonríe cuando llega él.
Llega un momento que We Need To Talk About Kevin es de pesadilla, causa mucha impotencia.
¿Cómo contarle a alguien, que en realidad tiene miedo de su hijo, sobre todo si el pequeño ofrece su mejor cara al otro, el ingenuo padre?
La lucha por la culpa y el desprecio, cuando éstos acaban confirmados en una realidad atroz.
La madre de Kevin siente una gran culpa por el comportamiento de su hijo, y en cierta manera es así, pues nunca puso remedio a su comportamiento.
Siempre le terminaba excusando, porque en el fondo, no quería pensar que fuera tan malo.
Gran parte de culpa también la tuvo el padre, idolatrando continuamente a Kevin, y yendo en contra de la madre.
Como digo, el final me ha impactado.
Francamente, no esperaba que Kevin asesinase a su padre y a su hermana, de cuyo apoyo se ha aprovechado todo el tiempo.
Durante We Need To Talk About Kevin, estaba esperando un desenlace, en el que todos, incluido el propio personaje que encarga John C. Reilly, culpasen a Eva de los actos de su hijo.
Es lo que pensaba al ver a Eva, en el presente, tan sola y aislada.
Todo el desarrollo de la historia conducía a eso.
Una vez conocido el final, me parece algo “exagerada” y fuera de lugar la inusitada crueldad con la que vecinos y compañeros de trabajo, tratan a Eva.
Bastante ha tenido que sufrir, digo yo, ella también ha perdido a un marido y a una hija...
Puedo entender que no tenga amigos entre el vecindario, pero no que todos se comporten ante ella, como si fuera la instigadora de los crímenes.
No sé, a mí me desconcierta un poco.
Y es que Ramsay pretende, que la ansiedad se vaya apoderando del espectador, al igual que lo hace con el personaje interpretado por Tilda Swinton.
Desconocemos el misterioso suceso, en torno al cual gira toda We Need To Talk About Kevin; pero cuanto más sabemos a cerca de la relación, que Kevin y su madre han forjado a lo largo de los años, mas certeza tenemos de la oscura y trágica naturaleza del mismo.
“What are these people watching, people like me?”
En We Need To Talk About Kevin el trabajo actoral es impecable, no solo al interpretar con detallismo, personalidad, y mucha soltura los diferentes roles que le dan forma al relato, sino porque cada uno de ellos, logró brindarle un gesto, expresión, o movimiento, que con el paso de los minutos se va intensificando.
Tilda Swinton desarrolla otra de las grandes actuaciones de su carrera.
Esa impotencia al no saber cómo educar, o corregir al hijo de su personaje, y esa bajada de brazos del final, además de cada una de las situaciones que van demostrando los sentimientos y sensación de Eva, están maravillosamente interpretados por ella.
Una soberbia, natural, y dramática actuación, en el pasado Eva era una mujer feliz, enamorada, satisfecha laboralmente, y con un hijo en camino.
En el presente, vemos como malvive sola y desaliñada, deambulando cual zombi ante el desprecio de sus vecinos.
Valoro mucho que un intérprete trasmita tantas cosas, a través de simples miradas, de movimientos de sus manos, de la forma de mover los labios, o de la sencillez de esa debilidad que se trasluce en su cuerpo, como lo logra Swinton.
Eva vive, con nosotros, esta pesadilla en vida, creada por su hijo que, al fin de cuentas, terminó acabando con su vida, dejándola viva para padecerla.
Su desenlace, anunciado a pedazos a lo largo de toda ella, no deja de ser escabroso e impactante, tenebroso y triste.
No se puede pasar por alto, sin sufrir a cada instante, por la situación de Eva, cuya vida es deshecha a pedazos, por aquel al que le dio la vida, ese ser macabro que, al final de cuentas, sigue siendo su hijo.
No se puede dejar de sentir, en fin, nauseas frente a la miseria humana, palpable en quien destruye, pero mucho más, en aquel que padece la destrucción desde una quietud y resignación pasmosas.
El personaje que interpreta Tilda Swinton es, sencillamente, infelicidad.
Infelicidad por ser madre, o por lo que ella creía que significaba, y lo que es ahora, por la inmensa incomunicación con Kevin, y los desacuerdos con su marido, que resulta ajeno al problema desde el primer momento, por su coaccionada libertad, por su vacío vital.
Es una angustia casi palpable por el espectador, y que provoca esa misma sensación en él.
Y al final, un gran y oscuro vacío.
Nos resulta muy complicado, encontrar felicidad en algún momento en Eva, tan sólo esa vez, en la que el pequeño enfermo, se acerca por primera vez a ella, mientras le cuenta un cuento, llegamos a ver una sonrisa en su cara, una simple sonrisa en toda una vida llena de dolor, de sufrimiento, un simple momento que justifica todo el amor que nunca deja de sentir con él.
Una sonrisa que no volverá a encontrar, hasta ese breve momento en el que arranca We Need To Talk About Kevin, y consigue alejarse de todo.
Por otra parte, el actor Ezra Miller (Kevin adolescente) desarrolla muy bien las emociones de su complicado personaje y, a su vez, está muy bien en las instancias finales, en esa secuencia en la que va a jugar al golf, y en cada una de las tomas en la cárcel.
Ezra Miller, como el villano adolescente, saca provecho de sus rasgos faciales, y su trabajada gesticulación, para agregarle algo de credibilidad a su personaje, realmente aterrador.
Los continuos desafíos de Kevin hacia su madre, y los cambios de actitud brutales hacia su padre del Kevin niño son impactantes.
John C. Reilly acompaña muy bien la situación, encarnando a un comprensivo y buen padre, aportándole un poco de humor a sus escenas.
Sin embargo, no se supo aprovechar bien a Reilly, cuyo personaje es bastante básico, sin mucha profundización.
De hecho, no aporta mucho a la trama, excepto en su rol implícito de marido y padre, al igual que el personaje de Celia, interpretado por Ashley Gerasimovich, quien posee muy escasas apariciones.
La cámara de Ramsay recoge momentos elocuentes de esa distancia y falta de sintonía entre ambos, madre-hijo:
Desde la rabieta del bebé con el ruido del martillo neumático hasta ese juego nada inocente con la pelota, desde la problemática de los pañales hasta esas flechas de juguete, o las otras no tan infantiles, todo apunta a herir a esa progenitora allá donde más le pueda doler.
Con We Need To Talk About Kevin estamos ante un filme de sensaciones nada complacientes, duro en cada etapa de crecimiento, y en cada intento por enderezar la vida familiar.
Un ejemplo de este recurso, utilizado correctamente, es el parecido de Eva y Kevin.
El mismo, lejos de ser evidente como pareciera, resulta un aditivo interesante, y le añade complejidad al relato, dando énfasis a la idea de que Eva es tan culpable como Kevin de lo sucedido, de que en ella hay una culpa de la que no puede escapar.
“Puedes ser muy dura a veces” le menciona Kevin luego de una crítica de su madre.
Ella lo mira sorprendida.
“Y tú lo dices”, le contesta Eva, a lo que Kevin responde:
“Sí.
Yo lo digo.
Me pregunto de quién lo heredé”
Eva se hace la desentendida y se marcha, intentando escapar a esa verdad, a la que luego deberá afrontar.
Un método interesante para observar en We Need To Talk About Kevin es el uso de la comida.
El tratamiento de la misma es muy particular:
Siempre se remite al asco.
Ya desde el comienzo, con la secuencia de la Tomatina de Buñol, se deja en claro la sensación de desagrado con respecto al alimento.
Y esto se hace claro, avanzado We Need To Talk About Kevin.
Cuando Celia pierde el ojo, Kevin, al momento de hablar sobre el tema con Eva, muerde un alimento redondo, blanco, muy similar a un ojo humano.
Lo mismo con la secuencia de las tostadas, o con los huevos que come Eva, luego de encontrarse con una madre de uno de los muertos en el supermercado, o con los copos coloridos que Kevin aplasta con sadismo convirtiéndolos en polvo.
Los espectadores pronto intuirán, que para ella, lo de tener hijos es una carga.
Se queja, o no, porque parece muda, pero no transmite credibilidad.
Su hijo, con apenas 7 años, se ríe de su trabajo, le dice que “es ridículo” y se caga en el pañal, y ella se lo cambia.
A continuación, él esboza una sonrisa maquiavélica, y se provoca un segundo apretón.
Pega sándwiches de mermelada en la mesa, y colecciona virus de computadoras.
Cosas así.
Entretanto, el padre hace uso del cliché del thriller psicológico más ramplón:
“Es sólo un niño…
Creo que necesitas ayuda”
O sea, convendría que visitara a un especialista.
Así con todo, tienen otra hija.
Y el niño, con sus pintas de “emo” o tonto a secas, no la quiere.
Y, sin embargo, conviene analizar el reverso de We Need To Talk About Kevin, pues se trata de un joven psicópata, maligno, peligroso, imprevisible, cínico, narcisista, quizá superdotado, asocial, manipulador, indolente, sombrío.
No solo por los citados, excepcionales montajes y actuaciones, sino por una atmósfera espesa que te atrapa desde el primer momento, recibiendo tú la bofetada que le dan a la protagonista nada más arrancar el metraje, y estando pegado a la pantalla desde entonces, sufriendo con ella, y expectante por saber qué será lo que ha pasado.
De lo maligno, de lo nocivo, del odio más rabioso, aquel que no responde a ninguna razón.
Simplemente existe.
Así lo deja claro We Need To Talk About Kevin, que se encarga de desmenuzar con cruda sutileza, y en constante crescendo, la relación entre madre e hijo, yendo hacia delante y atrás en el tiempo, y construyendo un sólido y duro relato, sobre la maldad, la falta de comunicación, el amor maternal, el peso del pasado... y la posibilidad del perdón.
Por último, no quiero olvidarme del uso de la violencia.
We Need To Talk About Kevin juega, de forma exquisita, con la insinuación pero en la escena clave, donde era obligado mostrar, lo hace y hace que la misma quede más brutal de lo que sí cabe.
Como curiosidad, Roger Ebert dijo que hablando con Tilda Swinton, ella le comento que hubo una escena que eliminaron, pero si filmaron, en donde ella le pregunta a Kevin, que porque no la mato a ella también, el joven respondió:
“Uno no asesina a su audiencia”
Por otra parte, la banda sonora recoge grandes canciones, la mayoría curiosamente alegres, que ejercen un potente e interesante contraste con el hilo argumental.
Desde el uso de música popular con el “Everyday” de Buddy Holly, que no volverá a ser una canción feliz, hasta la vestimenta del hijo, meditada y maldita, a lo “James Dean” o “River Phoenix”
We Need To Talk About Kevin se plantea la búsqueda de iconos, el parche en el ojo, el sombrero de “Robin Hood”, etc., más relacionados con el impacto visual de la camiseta amarilla de “Elephant” filme de Gus Van Sant de 2001, que con su carga reflexiva sobre la matanza, en este caso una excusa, como tantas otras, para devorar un género, antes de que él nos devore a nosotros.
Un cine reflejo de una sociedad, más pendiente de los flashes de la tragedia, que de su trasfondo, que en su afán de venganza, nunca reconoce que los culpables suelen ser las primeras víctimas.
“Why would I not understand the context?
I am the context”
We Need To Talk About Kevin es tener que hablar, acerca de los acontecimientos determinantes de varios factores en la sociedad, como en el mundo del Genoma, que afectan o devienen en el comportamiento de ser humano; así pues, la propuesta fílmica, se forja en el enigma que embarga la psiquis de un adolecente, con la capacidad de asesinar personas sin reparo alguno.
De que como la humanidad no presta la verdadera importancia, a la hora de tener hijos… no son simples muñecos programados, a que vengan a realizar dicha actividad, y sobre todo, entender que cada persona es un mundo, y como tal, debe ser tratada, sale de lo común en la forma como está contada la historia; una tragedia griega, pero absolutamente actual.
Como viñetas nos queda:
La relación que existe entre la violencia, y su relación con el porte de armas de fuego, gracias a su libre comercio.
Las catástrofes que originan el aislamiento, y los oscuros propósitos que se esconde tras la calma y la rutina.
Una reflexión sobre la violencia y sus orígenes en la adolescencia, debido a la deplorable carga emocional que la sociedad adjudica a los jóvenes.
Más allá de estudios sociológicos, We Need To Talk About Kevin se enfrenta al problema de la aparentemente inexplicable, violencia extrema de los adolescentes:
¿Por qué jóvenes, que lo tienen todo, cometen esos actos inconcebiblemente crueles, con los que los medios nos sacuden en ocasiones, preferentemente en países donde hay un mayor acceso a las armas?
La respuesta nos ha venido servida desde muchos ángulos, pero We Need To Talk About Kevin nos plantea el punto de vista de una madre que tiene el pálpito, prácticamente desde el nacimiento de su retoño, de que en su vida se ha incrustado un ser despiadado, que hará muestra de una refinada capacidad para impartir sufrimiento desde la primera noche, el primer pañal, tras los pequeños gestos con los que los pequeños, aún no adiestrados por la socialización de sus mayores, manipulan a los demás.
Citando lo anterior, pareciera que estuviésemos hablando de un nuevo género cinematográfico, el de la violencia en las aulas de clases, y el “bullying”
Y es que la realidad y sus hechos trágicos, provocan que incluso en el cine, se viole la ficción, y se realice esta clase de películas, que sirven como cuidadosos ejercicios de reflexión e indagación, y envían un llamado de alerta sobre las repercusiones del problema.
Si, sé que no hay nada más tierno y humano, que el amor de una madre por su hijo.
No hay nada más duro y salvaje, que un hijo que rechaza, humilla y hace sufrir intencionadamente a su madre, y que lo lleva a cabo con crueldad.
El aspecto más interesante de We Need To Talk About Kevin es su crítica sin piedad, a la institución maternal.
Cuestionada a raíz y sin piedad, el resultado deriva en una cinta que puede resultar molesta para ciertos sectores.
Una visión obscura, pero muy necesaria, sobre un tema que ha recibido demasiadas flores y pocas críticas.
La temática aborda muchos tabúes atípicos.
Aquí hay una tragedia familiar, que pone sobre la mesa la increíble ingenuidad de muchas madres, así como la negligencia de los padres ausentes.
Sin embargo, We Need To Talk About Kevin tiene el acierto de no culpar enteramente al entorno familiar, ya que, apartándose del lugar común, plantea la idea de una maldad inherente en los hijos, ajena a todo factor ambiental que se pudiera controlar.
We Need To Talk About Kevin, además, plantea una tesis no menos inquietante, y hasta polémica en los tiempos que corren, y es la de que el instinto maternal no sería algo innato, necesariamente siempre presente en cualquier madre.
We Need To Talk About Kevin no habla de un niño que hará un atentado.
Habla de una madre que se siente responsable por ello.
Una madre que siente que todo es su culpa, no de su hijo, ni de la sociedad, de ella.
Ella lo hizo, y por eso debe pagar.
Una mujer, a la que ahora, el mundo la señala.
Aparte de relatarnos la convivencia entre madre e hijo, la historia también recoge una feroz crítica hacia una sociedad hipócrita, malvada, y retorcida, que lincha con saña al más débil, en éste caso a la madre, que poca culpa tiene de haber parido a un hijo cabrón.
Pero…
¿Cómo saber qué aspectos, acciones, pensamientos y decisiones pueden ser correctos o erróneos?
Fácil de responder… no lo sabemos, porque de lo único que podemos estar seguros, es que todo lo que nos rodea, todo lo que implica, y en quienes implica la toma de decisiones, son el resultado final de 2 opciones:
El acierto o el error.
Los aciertos son una consecuencia constante, son como dulces del delirio, del ego y de la tranquilidad que nos regocija en un plano de alegría; pero los errores son la variante, y nada puede explicarlo mejor que la siguiente frase:
“Los errores son tan graves como las consecuencias que traen”, y digo variantes, porque a pesar de que sean errores, dichos pueden considerarse insignificantes, medianamente perjudiciales, complicados, y hasta tranquilizantes.
Las cosas no estaban en manos de Eva, ni en manos de Kevin.
Como madre, Eva intentó hacer de todo.
Como hijo, no sabía por qué hacía las cosas.
Al final, lo más conmovedor y, aterrador a la vez, es darte cuenta que una madre siempre va a ser una madre, y siempre vas a querer a esa persona que engendraste, sea quien sea.
La última escena de la cárcel, donde lo abraza, es el final perfecto de la vida:
No importa lo que me hayas hecho pasar, siempre vas a ser sangre de mi sangre.
También sé, que el hijo que hoy te hace reír, mañana me hará llorar, por una y muchas razones, y además, y esto me produce un terror ontológico, estamos solos desde una compañía siempre inestable.
Lo cierto del caso, que esto de la vida y el vivir representa un tremendo albur y misterio, no obstante, nosotros, a través de la libertad concedida, tenemos un relativo margen de acción, para procurar tomar las mejores decisiones posibles.
Y sobre todo, para no fallarles a quienes decimos querer.
A mí, We Need To Talk About Kevin me hizo pensar mucho en 2 cosas que tenemos socialmente impuestas como sagradas:
El instinto maternal, y la bondad de los niños.
Son cosas de las que nadie puede hablar sin sentirse como un descastado, una mala persona.
Estos casos, históricamente asustan, lo cual es muy comprensible.
Nuestra especie tiene un histórico temor, muy saludable, a lo que no puede comprender y controlar.
Si a esto lo metes en un núcleo familiar, “el sagrado orden de lo privado”, ya se vuelve secreto y más grave.
We Need To Talk About Kevin me recordó que el cine, aun puede ser un medio para conmover, sacudir, horrorizar, y pensar en mi naturaleza como ser humano.
¿Cuál es el verdadero alcance que este tipo de proyecciones, se afrenten a nuestra cosmovisión de lo correcto, o lo incorrecto, o de la búsqueda de respuestas que simplemente no podemos responder?

Why?



Comentarios

  1. Resulta que los padres, atribuyen como propios los éxitos y fracasos de los hijos. Más sienten que son una extensión de ellos. Más los hijos son seres humanos que buscan su vida, sirviéndose de plataforma que dan los padres. Plataforma basada en cuidados básicos, cariños, y cierta seguridad. Más los cerebros de estas criaturas genéticamente ya vienen con otra información, más la cultura en que nacen, el entorno los amigos. Hacen que ellos sean personas que ni los padres reconocen. Solamente aveces nos toca dar vida porque sí. Y cuidar a un indefenso porque sí.
    De análisis profundo.

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  2. Gracias por su nota, me ha encantado que haya hecho un análisis sobre la obra, y deje su punto de vista en el blog, para conocimiento de todos los lectores.
    Si, estoy muy de acuerdo con sus palabras, es importante que los padres, ambos, compartan el sentir, bienestar, y malestar de los hijos, y cómo a ellos les afecta, a cada uno de los padres, pues en muchos casos, no son conscientes del trabajo de la crianza, etc.
    Es imperativo, ser muy avezado, y saber detectar cuando las cosas no andan bien, tanto del comportamiento de los hijos, como de la forma de educarlos.
    Es un tema difícil, la crianza de los hijos, pues nadie nace aprendido, y ahora más que nunca, los pequeños vienen al mundo con una carga intelectual y genética, que muchas veces nos supera; por lo que hay que estar preparados y atentos, para evitar que estemos criando monstruos.
    Le agradezco nuevamente su nota, esperando que continúe comentando en el blog.
    Saludos.

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