Panic Room
“This whole thing makes me nervous”
Resulta que “La Ley de La Atracción”, es la creencia de que los pensamientos, conscientes o inconscientes, influyen sobre las vidas de las personas, argumentando que son unidades energéticas, que devolverán a la persona, una onda similar.
La frase “Ley de La Atracción” ha sido utilizada por algunos escritores, aunque el sentido con el que se usa actualmente, es diferente del original.
La mayoría de los autores, asocian a “La Ley de La Atracción” con la frase “Te conviertes en lo que piensas”, usualmente aplicado al estado mental del ser humano:
Según los partidarios de dicha ley, esto significa que los pensamientos que una persona posee, sean estos conscientes o inconscientes, se supone provocan las emociones, las creencias y consecuencias, es decir, los pensamientos son la causa, y los sentimientos los efectos.
A este proceso se lo describe como “vibraciones armoniosas de la ley de la atracción”, o “tú obtienes las cosas que piensas; tus pensamientos determinan tu experiencia”
Con los atentados del 9/11, la sociedad norteamericana, obsesionada hasta límites obsesivos con la seguridad, vio como los sistemas de protección adquiridos por la población, se disparaban en progresión geométrica.
Detectores de líneas telefónicas, alarmas, y demás elementos, que hacen la vida más tranquila a millones de personas, se vendían como “rosquillas”
Estos sistemas alcanzan su nirvana con “las habitaciones anti-pánico”
Estas estancias, que cuestan alrededor de $100.000.00, son el sistema de seguridad más sofisticado que existe hoy día:
Con línea de teléfono soterrada, cámaras de TV, con circuito interno, sistema de ventilación propio, y víveres para pasar una buena temporada.
Una habitación que puede ser la salvación de algunos y, al mismo tiempo, la tumba de otros.
Para cualquiera, primero fueron las rejas.
Después, los sistemas de alarma.
Y ahora parece ser una habitación, completamente blindada y hermética, secreta o perfectamente visible, el arma con la que las personas buscan protegerse de un eventual robo, o ataque externo.
El miedo es lo que lleva a las personas a instalar un “panic room” en su hogar.
Un ejecutivo de 40 años, que vive en la zona norte del conurbano bonaerense, en Argentina, optó por blindar un ambiente de su casa, después de que un vecino fue víctima de un asalto en su hogar.
“Fue realmente una situación espantosa y traumática para él y su familia.
Si bien salieron ilesos, los maltrataron, y pasaron un mal momento.
Después de ese episodio, empecé a averiguar alternativas para protegerme, porque si bien tengo un sistema de alarmas, sentía que eso no era suficiente.
Y así llegué a esta alternativa”, cuenta el ejecutivo, que pidió permanecer en el anonimato.
Hasta ahora, según dice, no tuvo que utilizar “la fortaleza”, como llama a ese cuarto.
“Ya hay unas 450 habitaciones, sólo en Argentina; y cada semana instalamos dos, con picos de tres o cuatro”, cuenta Rodrigo Olmos, Gerente General de Panic Room - Espacios de Seguridad, empresa que dice ser la única que realiza este tipo de trabajo en ese país.
Según Olmos, el 60% de las solicitudes, corresponden a particulares, y el 40% restante a compañías.
La mayoría, el 80 %, proviene del gran Buenos Aires, especialmente de la zona Norte.
El resto, se reparte entre la Capital Federal, y algunas ciudades del interior.
Los “panic romos” son ambientes blindados, en los que las personas se refugian ante una amenaza externa, como puede ser un ladrón, un ataque químico, o un desastre natural.
En el mundo, este tipo de ambientes, surgieron a fines de los años 80, especialmente entre los sectores ABC1.
Estas letras, ABC, corresponden a la clasificación de los grupos socio-económicos, que usa la gente de marketing, para hacer sus análisis, para segmentar los mercados, y estudiar el comportamiento del público frente a los productos y servicios, la audiencia los programas de televisión, radio y otros medios.
La definición da cuenta de aspectos sociales, educacionales, posesión de bienes durables, tipo de vivienda, ubicación, niveles de ingresos, número de autos, marcas, años, y una serie de otros detalles.
“Pero esta tendencia está cambiando.
La gente de clase media, también pide “panic romos” porque se puede blindar cualquier tipo de ambiente, incluso, un pequeño baño de tres metros cuadrados”, aclara Olmos.
Los costos se calculan sobre la base del metro cuadrado de pared, y varían de acuerdo con el grosor de la placa de acero que se elija, que puede ir desde los 5 hasta los 16 milímetros de espesor.
La más económica, parte de los $565.00.
Las habitaciones tienen aislación acústica, un equipo energético propio, y un botón llamado “pulsador de pánico”, que activa una alarma dentro de la casa, para asustar al intruso, o que conecta directamente con la policía.
La instalación básica, demanda un par de días.
Pero el blindaje de paredes, puertas, y ventanas es sólo el comienzo.
También, pueden sumarse accesorios sofisticados, como comandos inteligentes desde los que se manejan las cámaras en los ambientes, las luces de la casa, y las puertas y ventanas.
Un equipamiento básico cuesta $2.000.00.
“Nosotros asesoramos, de acuerdo a la amenaza a la que se enfrenta el cliente.
Le sugerimos qué tipo de blindaje, y de accesorios necesita.
Por ejemplo, hay “panic romos” para proteger objetos, no personas, con lo cual no haría falta un sistema de monitoreo”, comenta Olmos, que fue estricto, en cuanto a no revelar detalles de sus clientes.
Sin embargo, contó que uno de ellos, que comenzó blindando una habitación, terminó por blindar casi toda la casa.
“Algunos han tenido experiencias traumáticas, como asaltos y otros no han pasado por eso, pero prefieren cubrirse para sentirse seguros.
La gente accede a esto, simplemente para protegerse y sentirse segura.
Hoy en día, una alarma se puede desconectar fácilmente, en cambio, esta habitación es inviolable.
No hay forma de que ingrese alguien”, asegura Olmos.
Los “panic romos” también pueden estar ocultos, por ejemplo, detrás de un espejo.
Son ambientes que nadie en la casa sabe que están.
Algunos están equipados con camas, baños, televisión, y hasta una reserva de comida para pasar allí varios días.
Hay quienes piensan que los “panic romos” son una excentricidad propia de gente de dinero.
Otros sostienen que desnuda una psiquis enferma, y algunos, en cambio, creen que se trata de una protección válida contra la inseguridad que golpea todos los días.
“Tal vez se trate de un exceso de precaución, pero no se puede hablar de una conducta patológica de la persona, que decide instalar una habitación de este tipo.
Claramente, es una respuesta al contexto, a la situación de inseguridad, y a la falta de confianza en los sistemas de seguridad oficiales”, opinó el médico psicoanalista Federico Aberastury, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“La persona que se mete en un “panic room” lo hace para que no la maten.
Intenta defender lo más primario, que es la vida”, agregó el terapeuta.
Según el psicoanalista Ricardo Rubinstein, director de la consultora Sprotmind, el “panic room” no sería una solución para la persona que sufre de trastornos de pánico, ya que esos son problemas que sólo se resuelven con terapia.
En cambio, sí podría resultar útil para alguien que sufre de estrés postraumático, producto de haber padecido un episodio delictivo.
“El “panic room” es útil en el imaginario, porque se compra un lugar que promete garantizar seguridad y resguardo.
Quienes lo adquieren no necesariamente son fóbicos, aunque puede haber en ellos, rasgos paranoides.
Muchas veces, la vivencia paranoide, se basa en situaciones reales.
Como son personas con un alto perfil, se sienten más vulnerables y expuestas, ya sea por haber recibido amenazas, padecido en carne propia una mala experiencia, o haberlo escuchado a familiares, colegas o personas de su círculo próximo”
Rubinstein describe que las personas que sufrieron, en carne propia, un hecho delictivo, “viven en un estado de alerta y prevención, están tensas, irritables y asustadas, lo que hace que busquen en estas habitaciones, un lugar donde sentirse a salvo, tranquilas”
Sin duda, una de las cosas que más llaman la atención, es el nombre con el que se bautizó a estos espacios:
“Panic Room”
Según Aberastury:
“El nombre de este cuarto, se refiere al síntoma.
Podría llamarse “habitación de seguridad”, pero el nombre responde a una situación de pánico generalizada, porque ya no hay garantía alguna de que se cumpla la ley.
Cuando no hay leyes, la única que se impone, es la que establece la supervivencia del más fuerte”
Y, según Rubinstein, el nombre “panic room” alude a la situación temida, y no a la función de la habitación, que es la de dar seguridad a quien se mete dentro de ella.
“Pero seguramente es una cuestión marquetinera.
Con ese nombre, daría la impresión de que en esa habitación, se deja encerrado el miedo.
Pasa como en los manicomios, donde se aloja y se delimita la locura”
“Get the fuck out of my house!”
Panic Room es una película estadounidense, de misterio y suspense, del año 2002, dirigida por David Fincher.
Protagonizada por Jodie Foster, Kristen Stewart, Forest Whitaker, Dwight Yoakam, Jared Leto, Patrick Bauchau, Ian Buchanan, entre otros.
Como curiosidad, Jodie Foster sólo tuvo 9 semanas para preparar el papel.
Foster estaba embarazada de su segundo hijo, mientras duró el rodaje, y algunas de las escenas fueron rodadas tras el parto.
El guión lo firma David Koepp, y la banda sonora fue compuesta por Howard Shore.
En Panic Room, Fincher no duda en exponer al espectador, todas las piezas que conforman la historia, rehusando jugar con el recurrente efecto sorpresa usado en sus filmes anteriores, siendo en ese sentido, la película más clara y evidente, tanto narrativa como argumentalmente del director.
El discurso moral de Panic Room está poco subrayado, para dejar paso a la acción, aunque se muestran con realismo los miedos y tormentos de los seres humanos, cuando se ven arrastrados a vivir, y a luchar, en circunstancias amenazantes.
En el plano técnico, Panic Room está sobresaliente en el montaje y la fotografía.
Un perfeccionismo visual reconocido en Fincher que brilla, esta vez, en los pequeños detalles con los que dota de empuje a un guión que, si bien adolece de un complejo de trasgresión que no consigue, sí se ajusta a los requisitos de un director difícil como lo es él.
La búsqueda metafórica del carácter trágico de la vida, sigue siendo la inmutable constante a definir.
En este caso, representada en una mujer al cuidado de su hija, enfrentada a una amenaza exterior, que pondrá a prueba su fortaleza y tenacidad.
Una excelente ejemplificación de la sordidez cotidiana que, llena de intenciones naturalistas para hurgar en los miedos, y la fragilidad humana,
La acción es el objetivo, la tónica sobre la que se sustentan los pilares de la edificación modélica de Fincher, acentuando de nuevo, la oscuridad en un escenario sórdido, acuoso, y oscurantista que representa, en realidad, la intención narrativa de profundizar en el lado más oscuro, y desconocido, de todos sus personajes, en el que ese “castle keep” tecnológico, esa “habitación del pánico”, implica el aislamiento emocional, y la consecuente decadencia familiar, símbolo manifiesto de la era preservadora que se nos viene encima, tras los ataques del 9/11.
La idea de Panic Room surgió de un artículo de The New York Times, sobre habitaciones seguras, y sobre la historia de un escritor que quedó atrapado en un ascensor.
“Dad's rich.
Mom's just mad”
Panic Room" es un escalofriante thriller, donde el suspenso es el arma de doble filo más disfrutable.
Partimos de una historia básica, y relativamente trillada, sin nada a priori destacable.
Pero a medida que avanza, aparece la indudable genialidad del director David Fincher, que logra someternos al ejercicio de la claustrofobia, trasladándonos por momentos, a una fría y solitaria mansión de Nueva York.
La recién divorciada, Meg Altman (Foster) y su hija Sarah (Stewart), forman parte de un juego mortal, con 3 intrusos que invaden brutalmente su hogar:
Brunham (Whitaker), Raoul (Yoakam) y Junior (Leto)
Las 2 mujeres se encuentran “atrapadas” en “la habitación del pánico” de su casa en Nueva York, que cuenta con una curiosa adición, hecha por su previo y paranoico dueño:
Una “habitación del pánico”, es decir, una bóveda totalmente segura, diseñada para salvaguardar a los habitantes de la casa en caso de emergencia, es una cámara oculta, construida como refugio en caso de robo, con ventilación, teléfono y equipo de supervivencia, y que parece estar acondicionada, para casi cualquier situación, pero la propia habitación será el centro de atención, ya que lo que buscan los intrusos, está en el interior de ésta.
El argumento me encanta, todos en algún momento hemos pensado:
¿Y qué hago si entrar a robar a mi casa?
Así que la idea de tener una “habitación del pánico”, y que tu escondite sea tu cárcel, me parece muy buena.
A mí, si me parece que Panic Room sea capaz de mantener el suspense.
Es verdad, que cuando la ves más de una vez, pierde parte del encanto o de la sorpresa, evidentemente, pero creo que está muy bien pensada.
Puede que caiga en algunos tópicos, como un malo muy malo, y otro menos malo, una madre que como se ha divorciado se da a la bebida, una niña enferma que entra en crisis en medio de la trama, etc.
Y es que Panic Room se asemeja a una partida de ajedrez, donde se muestra un tablero, la casa, y unas piezas personalizadas, en unos “fichas” situadas en 2 extremos:
El bien y el mal.
Una partida en la que, una vez que la acción les enfrenta, cada uno de ellos juega su estrategia para ganar esta agobiante partida, a vida o muerte.
“I’m Raoul”
La dinámica entre Foster y Stewart, como madre e hija es buena, y ambas entregan actuaciones muy loables, pues aunque hubiera sido fácil hacerlo, nunca caen en el prototipo de la súper mujer; en vez de ello, se mantienen siempre en su nivel humano, y la credibilidad que prestan a los eventos, sirve mucho para compensar algunas incongruencias, e inconsistencias del guión.
Foster es símbolo de compromiso con la dignidad de la mujer, pues desde que se hizo mayor, y lesbiana, ha elegido sus roles, considerando siempre que la respetabilidad, la inteligencia, y el carácter de las féminas, queden salvaguardados.
Aquí se demuestra que jamás se debe subestimar al contrincante, que puede más la suavidad que la brutalidad, que actuando bajo presión, la mujer puede ser superior al hombre, que cuando se defiende a un hijo, puedes contar con fuerzas que jamás pensaste que las tenías.
Por su parte, los villanos:
El bueno, el tonto y el malo, tienen también una excelente dinámica:
Forest Whitaker, Jared Leto y el cantante de música country Dwight Yoakam, forman una inestable tercia, repleta de tensiones, sospechas, y latente traición.
Sobre todo, es Whitaker quien lleva el peso, y quien obtiene el personaje con más matices, que le llevan a sentir cierta empatía por la inocente familia, que estaba en el lugar menos indicado, en el momento más inoportuno.
Leto hace de mequetrefe tonto, y Yoakam, me parece increíble afirmarlo, es el violento/cómico del que nadie sabe que esperar de él.
La gran virtud de Panic Room es su grafía traslúcida.
Una vez que son presentados los personajes, y los ángulos de la mansión, el diagrama se revela simple y sin trabas.
Tanto el “modus operandi” de la madre, y la resistencia de la hija, como el contraste de personalidades entre los ladrones, que origina un enfrentamiento en la disposición metódica de cada uno de ellos, es expuesto con una limpieza alineada, y solvente para que los roles lleguen hasta el extremo sus intenciones, reaccionando todos como se espera de ellos, incluido final.
Fincher tiene momentos de absoluta genialidad en Panic Room, basta con ver el instante en el que los ladrones intentan entrar en la casa, con la cámara moviéndose de una estancia a otra, para poder seguir sus pasos, y en general, consigue crear un ambiente opresivo y amenazador.
Él es la verdadera estrella de Panic Room, el que dicta cómo hemos de ver las cosas, y cómo han de moverse los personajes.
Además, el guión acierta, al presentar enseguida el robo, ya que las protagonistas se ven inmersas de inmediato, en su particular noche de miedo.
Las escenas que nos acerca son fantásticas, llevando a cabo intrépidos juegos de cámaras, y creando una lúgubre atmósfera de pánico psicológico.
Otro punto fundamental, es la música, que logra rellenar el vacío que parece crear el guión.
En contra:
Muchos creen que Panic Room es rebuscada, porque:
La casa es demasiado grande para 2 únicas moradoras.
Los ladrones podrían haber actuado una noche después, la primera parece algo forzado.
Pese a haber pasado allí sólo unas pocas horas, Meg parece conocer semejante casa, como si hubiera vivido allí siempre.
Los ladrones son algo inocentes de principio.
Por más que la vivienda sea enorme, y sea difícil que te oigan, hacen mucho ruido y vociferan, lo cual no es lógico.
No queda claro, si el personaje de Forest Whitaker, es el que ha diseñado los planos de la estructura arquitectónica, o trabaja como operario de teléfono, al inicio se nos dice que tiene acceso a las llamadas, y por eso posee tanta información.
¿Cómo puede ser que cuando Meg enciende el gas propano, no se prende en dirección al propano, si no en dirección contraria, en todo caso, se habría tenido que quemar toda la cara?
¿En serio, alguien puede aguantar, tanto tiempo, con la mano atrapada entre las puertas mecánicas?
Son algunas preguntas, sin respuestas lógicas…
Si el personaje que interpreta Forest Whitaker, conocía a la perfección el sofisticado sistema de seguridad:
¿Por qué se pone a escribir pancartas, para mostrarlas a la cámara de abajo, si en la planta superior tenía un interfono con el que se podía comunicar con la habitación del pánico?
Finalmente, y para completar esta retahíla de elementos, a los que hay que añadir el eficaz entretenimiento en el que deviene, resaltar los magníficos títulos de crédito iniciales, pues los nombres del elenco se superponen sobre los edificios de Nueva York, como si fueran simples carteles publicitarios; o en recuerdo de la paranoia vivida tras el 9/11.
Un ejemplo de arte o pánico, que merece ser destacado.
“Ever read any Poe?”
Fincher utiliza la historia, como metáfora de una sociedad contemporánea paradójicamente incomunicada, dentro de la masificación de las ciudades, muy significativos los títulos de crédito, vuelve a sumergirse en las perversiones morales que anidan en su interior, o los falsos refugios que habitan en el subconsciente colectivo:
Una casa, una familia, una posición social, la tecnología, etc.
Cuanto bien traería a nuestras vidas, escuchar la voz de los grandes maestros, y poner en ejercicio lo que ellos nos enseñan.
Son ellos, los mensajeros del universo, y su labor en este mundo, es mostrarnos el camino.
Quienes no llegan a conocerlos, han de valerse de su conocimiento, y su experiencia; a quienes les es dado conocerlos, seguro los necesitan, y si luego los ignoran, habrá de sufrir el dolor y la ira que conlleva el conocer la verdad sin nunca practicarla.
Y quienes les conocen, y siguen sus enseñanzas, trasegarán por una senda luminosa, donde los problemas dejan de ser problemas, porque traen siempre al paso su propia solución.
El que carga un arma, vivirá a la espera de poder usarla… y todo pensamiento persistente se vuelve realidad.
Si yo construyo una habitación anti-ataque en mi propia residencia, me prepararé mentalmente para utilizarla algún día… y puedes creer que ese día llegará.
“I spent the last 12 years of my life building rooms like this specifically to keep out people like us”
Resulta que “La Ley de La Atracción”, es la creencia de que los pensamientos, conscientes o inconscientes, influyen sobre las vidas de las personas, argumentando que son unidades energéticas, que devolverán a la persona, una onda similar.
La frase “Ley de La Atracción” ha sido utilizada por algunos escritores, aunque el sentido con el que se usa actualmente, es diferente del original.
La mayoría de los autores, asocian a “La Ley de La Atracción” con la frase “Te conviertes en lo que piensas”, usualmente aplicado al estado mental del ser humano:
Según los partidarios de dicha ley, esto significa que los pensamientos que una persona posee, sean estos conscientes o inconscientes, se supone provocan las emociones, las creencias y consecuencias, es decir, los pensamientos son la causa, y los sentimientos los efectos.
A este proceso se lo describe como “vibraciones armoniosas de la ley de la atracción”, o “tú obtienes las cosas que piensas; tus pensamientos determinan tu experiencia”
Con los atentados del 9/11, la sociedad norteamericana, obsesionada hasta límites obsesivos con la seguridad, vio como los sistemas de protección adquiridos por la población, se disparaban en progresión geométrica.
Detectores de líneas telefónicas, alarmas, y demás elementos, que hacen la vida más tranquila a millones de personas, se vendían como “rosquillas”
Estos sistemas alcanzan su nirvana con “las habitaciones anti-pánico”
Estas estancias, que cuestan alrededor de $100.000.00, son el sistema de seguridad más sofisticado que existe hoy día:
Con línea de teléfono soterrada, cámaras de TV, con circuito interno, sistema de ventilación propio, y víveres para pasar una buena temporada.
Una habitación que puede ser la salvación de algunos y, al mismo tiempo, la tumba de otros.
Para cualquiera, primero fueron las rejas.
Después, los sistemas de alarma.
Y ahora parece ser una habitación, completamente blindada y hermética, secreta o perfectamente visible, el arma con la que las personas buscan protegerse de un eventual robo, o ataque externo.
El miedo es lo que lleva a las personas a instalar un “panic room” en su hogar.
Un ejecutivo de 40 años, que vive en la zona norte del conurbano bonaerense, en Argentina, optó por blindar un ambiente de su casa, después de que un vecino fue víctima de un asalto en su hogar.
“Fue realmente una situación espantosa y traumática para él y su familia.
Si bien salieron ilesos, los maltrataron, y pasaron un mal momento.
Después de ese episodio, empecé a averiguar alternativas para protegerme, porque si bien tengo un sistema de alarmas, sentía que eso no era suficiente.
Y así llegué a esta alternativa”, cuenta el ejecutivo, que pidió permanecer en el anonimato.
Hasta ahora, según dice, no tuvo que utilizar “la fortaleza”, como llama a ese cuarto.
“Ya hay unas 450 habitaciones, sólo en Argentina; y cada semana instalamos dos, con picos de tres o cuatro”, cuenta Rodrigo Olmos, Gerente General de Panic Room - Espacios de Seguridad, empresa que dice ser la única que realiza este tipo de trabajo en ese país.
Según Olmos, el 60% de las solicitudes, corresponden a particulares, y el 40% restante a compañías.
La mayoría, el 80 %, proviene del gran Buenos Aires, especialmente de la zona Norte.
El resto, se reparte entre la Capital Federal, y algunas ciudades del interior.
Los “panic romos” son ambientes blindados, en los que las personas se refugian ante una amenaza externa, como puede ser un ladrón, un ataque químico, o un desastre natural.
En el mundo, este tipo de ambientes, surgieron a fines de los años 80, especialmente entre los sectores ABC1.
Estas letras, ABC, corresponden a la clasificación de los grupos socio-económicos, que usa la gente de marketing, para hacer sus análisis, para segmentar los mercados, y estudiar el comportamiento del público frente a los productos y servicios, la audiencia los programas de televisión, radio y otros medios.
La definición da cuenta de aspectos sociales, educacionales, posesión de bienes durables, tipo de vivienda, ubicación, niveles de ingresos, número de autos, marcas, años, y una serie de otros detalles.
“Pero esta tendencia está cambiando.
La gente de clase media, también pide “panic romos” porque se puede blindar cualquier tipo de ambiente, incluso, un pequeño baño de tres metros cuadrados”, aclara Olmos.
Los costos se calculan sobre la base del metro cuadrado de pared, y varían de acuerdo con el grosor de la placa de acero que se elija, que puede ir desde los 5 hasta los 16 milímetros de espesor.
La más económica, parte de los $565.00.
Las habitaciones tienen aislación acústica, un equipo energético propio, y un botón llamado “pulsador de pánico”, que activa una alarma dentro de la casa, para asustar al intruso, o que conecta directamente con la policía.
La instalación básica, demanda un par de días.
Pero el blindaje de paredes, puertas, y ventanas es sólo el comienzo.
También, pueden sumarse accesorios sofisticados, como comandos inteligentes desde los que se manejan las cámaras en los ambientes, las luces de la casa, y las puertas y ventanas.
Un equipamiento básico cuesta $2.000.00.
“Nosotros asesoramos, de acuerdo a la amenaza a la que se enfrenta el cliente.
Le sugerimos qué tipo de blindaje, y de accesorios necesita.
Por ejemplo, hay “panic romos” para proteger objetos, no personas, con lo cual no haría falta un sistema de monitoreo”, comenta Olmos, que fue estricto, en cuanto a no revelar detalles de sus clientes.
Sin embargo, contó que uno de ellos, que comenzó blindando una habitación, terminó por blindar casi toda la casa.
“Algunos han tenido experiencias traumáticas, como asaltos y otros no han pasado por eso, pero prefieren cubrirse para sentirse seguros.
La gente accede a esto, simplemente para protegerse y sentirse segura.
Hoy en día, una alarma se puede desconectar fácilmente, en cambio, esta habitación es inviolable.
No hay forma de que ingrese alguien”, asegura Olmos.
Los “panic romos” también pueden estar ocultos, por ejemplo, detrás de un espejo.
Son ambientes que nadie en la casa sabe que están.
Algunos están equipados con camas, baños, televisión, y hasta una reserva de comida para pasar allí varios días.
Hay quienes piensan que los “panic romos” son una excentricidad propia de gente de dinero.
Otros sostienen que desnuda una psiquis enferma, y algunos, en cambio, creen que se trata de una protección válida contra la inseguridad que golpea todos los días.
“Tal vez se trate de un exceso de precaución, pero no se puede hablar de una conducta patológica de la persona, que decide instalar una habitación de este tipo.
Claramente, es una respuesta al contexto, a la situación de inseguridad, y a la falta de confianza en los sistemas de seguridad oficiales”, opinó el médico psicoanalista Federico Aberastury, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“La persona que se mete en un “panic room” lo hace para que no la maten.
Intenta defender lo más primario, que es la vida”, agregó el terapeuta.
Según el psicoanalista Ricardo Rubinstein, director de la consultora Sprotmind, el “panic room” no sería una solución para la persona que sufre de trastornos de pánico, ya que esos son problemas que sólo se resuelven con terapia.
En cambio, sí podría resultar útil para alguien que sufre de estrés postraumático, producto de haber padecido un episodio delictivo.
“El “panic room” es útil en el imaginario, porque se compra un lugar que promete garantizar seguridad y resguardo.
Quienes lo adquieren no necesariamente son fóbicos, aunque puede haber en ellos, rasgos paranoides.
Muchas veces, la vivencia paranoide, se basa en situaciones reales.
Como son personas con un alto perfil, se sienten más vulnerables y expuestas, ya sea por haber recibido amenazas, padecido en carne propia una mala experiencia, o haberlo escuchado a familiares, colegas o personas de su círculo próximo”
Rubinstein describe que las personas que sufrieron, en carne propia, un hecho delictivo, “viven en un estado de alerta y prevención, están tensas, irritables y asustadas, lo que hace que busquen en estas habitaciones, un lugar donde sentirse a salvo, tranquilas”
Sin duda, una de las cosas que más llaman la atención, es el nombre con el que se bautizó a estos espacios:
“Panic Room”
Según Aberastury:
“El nombre de este cuarto, se refiere al síntoma.
Podría llamarse “habitación de seguridad”, pero el nombre responde a una situación de pánico generalizada, porque ya no hay garantía alguna de que se cumpla la ley.
Cuando no hay leyes, la única que se impone, es la que establece la supervivencia del más fuerte”
Y, según Rubinstein, el nombre “panic room” alude a la situación temida, y no a la función de la habitación, que es la de dar seguridad a quien se mete dentro de ella.
“Pero seguramente es una cuestión marquetinera.
Con ese nombre, daría la impresión de que en esa habitación, se deja encerrado el miedo.
Pasa como en los manicomios, donde se aloja y se delimita la locura”
“Get the fuck out of my house!”
Panic Room es una película estadounidense, de misterio y suspense, del año 2002, dirigida por David Fincher.
Protagonizada por Jodie Foster, Kristen Stewart, Forest Whitaker, Dwight Yoakam, Jared Leto, Patrick Bauchau, Ian Buchanan, entre otros.
Como curiosidad, Jodie Foster sólo tuvo 9 semanas para preparar el papel.
Foster estaba embarazada de su segundo hijo, mientras duró el rodaje, y algunas de las escenas fueron rodadas tras el parto.
El guión lo firma David Koepp, y la banda sonora fue compuesta por Howard Shore.
En Panic Room, Fincher no duda en exponer al espectador, todas las piezas que conforman la historia, rehusando jugar con el recurrente efecto sorpresa usado en sus filmes anteriores, siendo en ese sentido, la película más clara y evidente, tanto narrativa como argumentalmente del director.
El discurso moral de Panic Room está poco subrayado, para dejar paso a la acción, aunque se muestran con realismo los miedos y tormentos de los seres humanos, cuando se ven arrastrados a vivir, y a luchar, en circunstancias amenazantes.
En el plano técnico, Panic Room está sobresaliente en el montaje y la fotografía.
Un perfeccionismo visual reconocido en Fincher que brilla, esta vez, en los pequeños detalles con los que dota de empuje a un guión que, si bien adolece de un complejo de trasgresión que no consigue, sí se ajusta a los requisitos de un director difícil como lo es él.
La búsqueda metafórica del carácter trágico de la vida, sigue siendo la inmutable constante a definir.
En este caso, representada en una mujer al cuidado de su hija, enfrentada a una amenaza exterior, que pondrá a prueba su fortaleza y tenacidad.
Una excelente ejemplificación de la sordidez cotidiana que, llena de intenciones naturalistas para hurgar en los miedos, y la fragilidad humana,
La acción es el objetivo, la tónica sobre la que se sustentan los pilares de la edificación modélica de Fincher, acentuando de nuevo, la oscuridad en un escenario sórdido, acuoso, y oscurantista que representa, en realidad, la intención narrativa de profundizar en el lado más oscuro, y desconocido, de todos sus personajes, en el que ese “castle keep” tecnológico, esa “habitación del pánico”, implica el aislamiento emocional, y la consecuente decadencia familiar, símbolo manifiesto de la era preservadora que se nos viene encima, tras los ataques del 9/11.
La idea de Panic Room surgió de un artículo de The New York Times, sobre habitaciones seguras, y sobre la historia de un escritor que quedó atrapado en un ascensor.
“Dad's rich.
Mom's just mad”
Panic Room" es un escalofriante thriller, donde el suspenso es el arma de doble filo más disfrutable.
Partimos de una historia básica, y relativamente trillada, sin nada a priori destacable.
Pero a medida que avanza, aparece la indudable genialidad del director David Fincher, que logra someternos al ejercicio de la claustrofobia, trasladándonos por momentos, a una fría y solitaria mansión de Nueva York.
La recién divorciada, Meg Altman (Foster) y su hija Sarah (Stewart), forman parte de un juego mortal, con 3 intrusos que invaden brutalmente su hogar:
Brunham (Whitaker), Raoul (Yoakam) y Junior (Leto)
Las 2 mujeres se encuentran “atrapadas” en “la habitación del pánico” de su casa en Nueva York, que cuenta con una curiosa adición, hecha por su previo y paranoico dueño:
Una “habitación del pánico”, es decir, una bóveda totalmente segura, diseñada para salvaguardar a los habitantes de la casa en caso de emergencia, es una cámara oculta, construida como refugio en caso de robo, con ventilación, teléfono y equipo de supervivencia, y que parece estar acondicionada, para casi cualquier situación, pero la propia habitación será el centro de atención, ya que lo que buscan los intrusos, está en el interior de ésta.
El argumento me encanta, todos en algún momento hemos pensado:
¿Y qué hago si entrar a robar a mi casa?
Así que la idea de tener una “habitación del pánico”, y que tu escondite sea tu cárcel, me parece muy buena.
A mí, si me parece que Panic Room sea capaz de mantener el suspense.
Es verdad, que cuando la ves más de una vez, pierde parte del encanto o de la sorpresa, evidentemente, pero creo que está muy bien pensada.
Puede que caiga en algunos tópicos, como un malo muy malo, y otro menos malo, una madre que como se ha divorciado se da a la bebida, una niña enferma que entra en crisis en medio de la trama, etc.
Y es que Panic Room se asemeja a una partida de ajedrez, donde se muestra un tablero, la casa, y unas piezas personalizadas, en unos “fichas” situadas en 2 extremos:
El bien y el mal.
Una partida en la que, una vez que la acción les enfrenta, cada uno de ellos juega su estrategia para ganar esta agobiante partida, a vida o muerte.
“I’m Raoul”
La dinámica entre Foster y Stewart, como madre e hija es buena, y ambas entregan actuaciones muy loables, pues aunque hubiera sido fácil hacerlo, nunca caen en el prototipo de la súper mujer; en vez de ello, se mantienen siempre en su nivel humano, y la credibilidad que prestan a los eventos, sirve mucho para compensar algunas incongruencias, e inconsistencias del guión.
Foster es símbolo de compromiso con la dignidad de la mujer, pues desde que se hizo mayor, y lesbiana, ha elegido sus roles, considerando siempre que la respetabilidad, la inteligencia, y el carácter de las féminas, queden salvaguardados.
Aquí se demuestra que jamás se debe subestimar al contrincante, que puede más la suavidad que la brutalidad, que actuando bajo presión, la mujer puede ser superior al hombre, que cuando se defiende a un hijo, puedes contar con fuerzas que jamás pensaste que las tenías.
Por su parte, los villanos:
El bueno, el tonto y el malo, tienen también una excelente dinámica:
Forest Whitaker, Jared Leto y el cantante de música country Dwight Yoakam, forman una inestable tercia, repleta de tensiones, sospechas, y latente traición.
Sobre todo, es Whitaker quien lleva el peso, y quien obtiene el personaje con más matices, que le llevan a sentir cierta empatía por la inocente familia, que estaba en el lugar menos indicado, en el momento más inoportuno.
Leto hace de mequetrefe tonto, y Yoakam, me parece increíble afirmarlo, es el violento/cómico del que nadie sabe que esperar de él.
La gran virtud de Panic Room es su grafía traslúcida.
Una vez que son presentados los personajes, y los ángulos de la mansión, el diagrama se revela simple y sin trabas.
Tanto el “modus operandi” de la madre, y la resistencia de la hija, como el contraste de personalidades entre los ladrones, que origina un enfrentamiento en la disposición metódica de cada uno de ellos, es expuesto con una limpieza alineada, y solvente para que los roles lleguen hasta el extremo sus intenciones, reaccionando todos como se espera de ellos, incluido final.
Fincher tiene momentos de absoluta genialidad en Panic Room, basta con ver el instante en el que los ladrones intentan entrar en la casa, con la cámara moviéndose de una estancia a otra, para poder seguir sus pasos, y en general, consigue crear un ambiente opresivo y amenazador.
Él es la verdadera estrella de Panic Room, el que dicta cómo hemos de ver las cosas, y cómo han de moverse los personajes.
Además, el guión acierta, al presentar enseguida el robo, ya que las protagonistas se ven inmersas de inmediato, en su particular noche de miedo.
Las escenas que nos acerca son fantásticas, llevando a cabo intrépidos juegos de cámaras, y creando una lúgubre atmósfera de pánico psicológico.
Otro punto fundamental, es la música, que logra rellenar el vacío que parece crear el guión.
En contra:
Muchos creen que Panic Room es rebuscada, porque:
La casa es demasiado grande para 2 únicas moradoras.
Los ladrones podrían haber actuado una noche después, la primera parece algo forzado.
Pese a haber pasado allí sólo unas pocas horas, Meg parece conocer semejante casa, como si hubiera vivido allí siempre.
Los ladrones son algo inocentes de principio.
Por más que la vivienda sea enorme, y sea difícil que te oigan, hacen mucho ruido y vociferan, lo cual no es lógico.
No queda claro, si el personaje de Forest Whitaker, es el que ha diseñado los planos de la estructura arquitectónica, o trabaja como operario de teléfono, al inicio se nos dice que tiene acceso a las llamadas, y por eso posee tanta información.
¿Cómo puede ser que cuando Meg enciende el gas propano, no se prende en dirección al propano, si no en dirección contraria, en todo caso, se habría tenido que quemar toda la cara?
¿En serio, alguien puede aguantar, tanto tiempo, con la mano atrapada entre las puertas mecánicas?
Son algunas preguntas, sin respuestas lógicas…
Si el personaje que interpreta Forest Whitaker, conocía a la perfección el sofisticado sistema de seguridad:
¿Por qué se pone a escribir pancartas, para mostrarlas a la cámara de abajo, si en la planta superior tenía un interfono con el que se podía comunicar con la habitación del pánico?
Finalmente, y para completar esta retahíla de elementos, a los que hay que añadir el eficaz entretenimiento en el que deviene, resaltar los magníficos títulos de crédito iniciales, pues los nombres del elenco se superponen sobre los edificios de Nueva York, como si fueran simples carteles publicitarios; o en recuerdo de la paranoia vivida tras el 9/11.
Un ejemplo de arte o pánico, que merece ser destacado.
“Ever read any Poe?”
Fincher utiliza la historia, como metáfora de una sociedad contemporánea paradójicamente incomunicada, dentro de la masificación de las ciudades, muy significativos los títulos de crédito, vuelve a sumergirse en las perversiones morales que anidan en su interior, o los falsos refugios que habitan en el subconsciente colectivo:
Una casa, una familia, una posición social, la tecnología, etc.
Cuanto bien traería a nuestras vidas, escuchar la voz de los grandes maestros, y poner en ejercicio lo que ellos nos enseñan.
Son ellos, los mensajeros del universo, y su labor en este mundo, es mostrarnos el camino.
Quienes no llegan a conocerlos, han de valerse de su conocimiento, y su experiencia; a quienes les es dado conocerlos, seguro los necesitan, y si luego los ignoran, habrá de sufrir el dolor y la ira que conlleva el conocer la verdad sin nunca practicarla.
Y quienes les conocen, y siguen sus enseñanzas, trasegarán por una senda luminosa, donde los problemas dejan de ser problemas, porque traen siempre al paso su propia solución.
El que carga un arma, vivirá a la espera de poder usarla… y todo pensamiento persistente se vuelve realidad.
Si yo construyo una habitación anti-ataque en mi propia residencia, me prepararé mentalmente para utilizarla algún día… y puedes creer que ese día llegará.
“I spent the last 12 years of my life building rooms like this specifically to keep out people like us”
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