Flesh

“Don't you know the angels are watching?”

La figura de Andy Warhol dentro del cine, ha sido ferozmente criticada en muchas ocasiones, realmente, algunas de sus creaciones son tan experimentales, que ni tan siquiera los más cinéfilos pueden aguantar alguna de sus paranoias.
Bien, resulta que Andy Warhol perdió el interés por el cine, allá por 1968, después de que una escritora que le mandó un guión que este no aceptó, intentara asesinarle a tiros.
A partir de ahí, abandonó un poco El Séptimo Arte, se compró una cámara de vídeo, experimentó con ese formato, pasando después al mundo de la televisión, donde se convirtió en una celebridad de la cultura contemporánea; ello le dio pie, a seguir con su antigua vocación, que era la moda y el diseño.
Después de ser disparado por la guionista frustrada, Warhol dio el mando de su factoría cinematográfica, a Paul Morrissey, quién ya “codirigió” junto a este, varias de sus películas.
La verdad es que Paul Morrissey fue en gran parte, beneficiado del “accidente” de Warhol, ya que realmente él era quién anteriormente escribía, producía, y dirigía los proyectos de Andy Warhol, aunque nunca se le reconocía tal labor.
A partir de ahora, Morrissey firmará en solitario las películas que dirija, aunque el nombre de Warhol seguirá presente, cosa que lleva a veces a confusiones, sobre la autoría real de las obras.
Amparado por un nuevo código de calificación en el cine, Morrissey consiguió rodar y estrenar una trilogía, compuesta por “Flesh”, “Trash” y “Heat”, todas con un alto contenido sexual, y tratando temas sociales polémicos, como la drogadicción, la prostitución, o la homosexualidad.
Por su parte, el protagonista de la trilogía, Joseph Angelo Dallesandro, nacido en Pensacola, Florida en 1948, fue rebelde desde muy joven, antes de cumplir la mayoría de edad, lo arrestaron por robar un coche, y tuvo que pasar 4 meses en un centro de rehabilitación para jóvenes delincuentes.
Todo un cielo...
Siendo un adolescente, Joe se ganaba la vida gracias a su físico, bien posando como modelo de desnudos, prostituyéndose, o trabajando como actor porno.
En una entrevista posterior, Dallesandro se referiría a esta época de su vida:
“En mis días como chapero, más que nada estaba intentando cuidar de mí mismo.
Encontré a toda aquella gente, y ellos me tranquilizaban, me enseñaron una parte diferente de la vida.
Mi actitud se basaba en tomar todo aquello, como un ensanche de mis experiencias vitales, más tarde comprendí, que realmente buscaba una figura paterna, y alguien que me quisiera”
Estaba harto de fregar platos, y ser pinche de cocina, cuando fue descubierto por el fotógrafo Bob Mizer, que inmortalizó su belleza en el número 16 de la revista “Physical Pictorial” de Septiembre de 1967.
Ese mismo año, su suerte cambió tras conocer a Andy Warhol, y al travestido Candy Darling.
El maestro del Pop Art, lo convirtió en una “Superstar”, y junto con Paul Morrissey como director, Dallesandro protagonizó las películas más representativas de la factoría Warhol:
“Flesh” (1968), “Trash” (1970), “Heat” (1972), “Flesh for Frankenstein” (1974) y “Blood for Drácula” (1974), entre otras.
Dallesandro destacó por su belleza, y su voluptuoso físico, que mostraba desnudo en sus películas, así como por su sinceridad hacia su bisexualidad, siendo el primer sex symbol masculino, abiertamente erotizado, que caminaba desnudo a través de la pantalla.
En palabras del director de cine, John Waters, Joe era “un maravilloso actor que cambió para siempre la sexualidad masculina en la pantalla”
Sus apariciones en los films, se centraban básicamente en su físico, que aunque solía interpretar el papel de macho semental, su aspecto andrógino, lo convirtió en un icono sexual para la comunidad gay.
Su ambición era desmedida, y los que lo conocieron, lo describían como un tipo que era capaz de hacer cualquier cosa, con tal de conseguir dinero.
Sus interpretaciones iban cargadas de sensualidad y sexo, y algunos críticos catalogaron su trabajo como “basura”, pero...
¿Qué tiene de malo la basura?
También, grandes estrellas de la música, contaron con Dallesandro de una forma u otra:
Lou Reed lo retrató en el clásico “Walk On The Wild Side” como “Little Joe” como señala su tatuaje, y fue portada del primer álbum del mítico grupo The Smiths, en 1984.
Incluso, grandes firmas del mundo de la moda, como Calvin Klein, solicitaron su imagen para protagonizar su campaña de publicidad, tanto solo, como acompañado de la top model Kate Moss.
Pero Joe Dallesandro continuó haciendo cine, después de haber superado su problema con las drogas y el alcohol, participando como actor secundario en numerosas películas:
“Cotton Club” (1984), “Cry Baby” (1990), “The Limey” (1999), por citar algunas.
Y es que Dallesandro fue todo un superviviente, de un submundo en el que el lema “sexo, drogas y rock and roll” se vivía en el sentido más amplio y literal de la frase, y nos ha dejado un legado visual, a tener en cuenta para los amantes del cine “underground”
En lo personal, Joe se ha casado 3 veces, y ha tenido 2 hijos.
Actualmente trabaja y vive en un hotel, en el centro de Hollywood, junto a su 3ª esposa.
En 1994, el actor comentó:
“He vivido una vida completa, en la que he hecho grandes cosas.
He pasado por algunas dificultades, pero en general, he llevado una gran vida”
Así que no se lo pierdan, este bello animal, es todo un bombón para el deleite de ellas...y ellos.
“Mother used to watch.
She didn't mind”
Flesh es una película erótica, escrita y dirigida en 1968, por Paul Morrissey.
Protagonizada por Joe Dallesandro, Geraldine Smith, Maurice Bradell, Louis Waldon, Geri Miller, Candy Darling, Jackie Curtis, Patti Darbanville, entre otros.
Flesh tuvo un notable éxito internacional, y convirtió a Dallesandro, en la “Warhol Superstar”, más popular.
Rápidamente, Joe se proyectó como un actor de culto gracias a su físico, de baja estatura, de 1,68 m, pero muy agraciado, que se mostraba desnudo complacientemente, con gran desinhibición en las películas de la factoría Warhol.
“Flesh”, junto con “Trash” y “Heat”, completan la trilogía sobre individuos marginales y fracasados, que estaban al otro lado del “Sueño Americano”:
Estrellas de cine acabadas, heroinómanos, o travestidos que sueñan con ser madres.
Los 3 filmes, han ganado un culto entre algunos cinéfilos, y se señalan como ejemplos de los ideales, y la ideología de la época.
Morrissey calificaba esta tipología documental como “naturalismo extremo”:
Actuaciones poco convencionales, o amateurs, diálogos, y situaciones improvisadas, una cámara fija que se limita a registrar la escena, y la atención a los estilos de vida de la fauna barriobajera, se convierten en elementos que dotan de inusual verismo, a todo el producto.
Al igual que en “Flesh” y en “Heat”, el sexo será un elemento de consumo más, con personajes que hacen el amor sin pasión, de forma rutinaria, como puro ejercicio físico, pero sin poner demasiada atención en ello, como una manera de romper con el aburrimiento general:
Sexo desolado y desolador, utilizado como medio para conseguir un fin:
Dinero, recomendaciones, trato de favor… en unas historias, en las que los sentimientos no tienen cabida.
A Flesh la he marcado como erótica, porque contiene bastantes desnudos, aunque no lo es realmente.
Flesh es en definitiva, una película sobre un día, en la vida del personaje principal, sin más.
Flesh comienza, con un plano secuencia fijo, de Joe Dallesandro durmiendo desnudo, que dura cerca de 2 minutos, en la única canción o banda sonora registrada, que no son nada comparable a uno de los atentados “artísticos” de Warhol.
Una vez despierto, se presentan las intenciones de Paul Morrissey:
Desnudo masculino frontal, media erección, toqueteos eróticos, y una conversación, donde Joe habla de conseguir dinero prostituyéndose, para dárselo a la amante de su mujer, y que pueda practicarse un aborto.
La familia “trash” estadounidense, también tiene un pequeño vástago.
Con un montaje abrupto y una estética realista, en plan documental “underground”, Morrissey dirige su mirada, a seguir los encuentros con diferentes clientes de Joe, para mostrar a esos personajes del “wild side” del que hablaba Lou Reed.
No hay imposturas, Flesh es un retrato del otro lado de la vanguardia, y todo parece indicar, que Paul Morrissey se burla más de esos yonquis, travestis, chaperos, y su culto al cuerpo, que pretender ser parte de su cultura.
Él está al otro lado de la cámara, registrando sus movimientos y acciones, su decadencia en forma de “arte underground”
La cámara acompaña a Joe Dallesandro, un joven que hace de chapero, para mantener a su mujer y a su hijo, en su deambular por los barrios bajos, mostrando los neones iluminados, las calles transitadas, la soledad de la multitud que nos recuerda a la pintura de Edward Hopper, en un solo día de “trabajo”
También, aparecen los interiores de pequeños apartamentos, donde guardan sus miserias, individuos descentrados, embarcados todos ellos, en una frustrante búsqueda de la belleza:
Todos rendimos culto al cuerpo.
El que no cuida su cuerpo, rinde culto al cuerpo ajeno, y trata de poseerlo.
Son personajes cansados, aburridos, poseídos todos por una insatisfacción abstracta, que ralentiza sus vidas, desde la conciencia hasta sus acciones.
Diálogos entrecortados carentes de lógica discursiva.
En Flesh están reflejadas, las metas del “cine underground” e independiente más “trash” y amateur, con todas sus virtudes, e innumerables defectos.
“You know Joe.
You'll never get to Heaven if you break my heart”
El sexo es un pasatiempo trivial para los personajes de Flesh.
Individuos que tiene sexo sin pasión, como si fuera una práctica consumista, más orientada a mitigar los efectos del aburrimiento.
Todo sucede de manera lenta, desganada, y el realizador parece contagiado por la apatía de sus personajes, al hacer un uso peculiar del lenguaje visual.
Con todo, aparecen imágenes cargadas de lirismo, un lirismo sombrío por la depravación que salpica a estos personajes.
Argumentalmente, la cosa tiene poca historia:
Un chico joven llamado Joe, vive con su mujer, y su hijo pequeño, y para mantener a la familia, debe salir a prostituirse.
Su mujer le dice, que necesita dinero urgente, para una amiga suya que quiere abortar, así Joe sale a la calle, y vemos sus aventuras durante todo ese día.
Flesh empieza con un plano, quizás demasiado largo, de Joe durmiendo, supongo que en “homenaje” a “Sleep” (1963) de Andy Warhol.
Aunque en realidad, el director de Flesh es Paul Morrissey, tal y como se ve en los créditos, Warhol no pudo intervenir durante el rodaje, debido a que estaba convaleciente por heridas de bala recibidas por la guionista.
Como fuera el caso, Flesh parece estar grabada del tirón, es decir, sin ser luego montada, cuando pasamos de un plano a otro, vemos un destello blanco, y oímos un “click”, hay un silencio entre cada plano, que parece generar ruido.
No hay guión, hay una premisa, y sobre ella los actores improvisan, no actúan, simplemente charlan, discuten, o no hacen algo.
Estamos frente a lo que se podría dominar “movimiento dogma”, una especie de cine semi-documental con actores no profesionales, y muy realista, aunque ese concepto de cine, no vendría hasta 1995, con los directores daneses:
Lars Von Trier y Thomas Vinterberg.
Los diálogos además, parecen improvisados, los actores se pisan las frases, tienen titubeos, mientras van apareciendo personajes de lo más pintorescos:
Un artista maduro (Maurice Braddell) que le hace posar desnudo, 2 adolescentes gays que se prostituyen en un parque (Barry Brown y Bob Dallesandro), un amante con una axila quemada por un lanzallamas, travestis, una bailarina de striptease…
Utiliza todo eso, para mostrarnos una realidad dura, cruel, sucia, en interiores, poco menos que ruinosos, o en calles desoladas, dentro de un absurdo general que le da un aire “especial”
“I don't want to go to Heaven anyway”
Flesh hace honor a su título, “Carne”, ya que es una película básicamente carnal, en la que se cuenta un día, en la vida de un chapero casado con una chica, a la que dejó embarazada, y que le anima a salir a la calle a prostituirse, para sacar dinero para vivir.
Y es que gran parte de Flesh, se centra en exhibir el cuerpo de Joe Dallesandro, mostrándonos en detalle, toda su masculinidad.
Para los que son  hombres heterosexuales, esto tendría que parecer “algo” desagradable, por lo menos aburrido…
¿Qué gracia tiene, estar 5 minutos seguidos, viendo como Joe duerme desnudo, o posa para un pintor?
Pues la verdad, es que no aburre, sea por su extraño tratamiento cinematográfico, o por esos planos que parecen mal encuadrados, o por la ausencia de música…
Todo ello consigue una extraña sensación, que hace que puedas estar mirando la pantalla, sin que nada ocurra, y no te aburras.
Bueno, realmente eso es personal, la mayoría de gente no podrá aguantar ni medía hora, sobre todo, los que están acostumbrados a ver solamente cine comercial, aunque dudo que los que lean esto, sean ese tipo de espectador…
Así, Joe Dallesandro, un icono para la comunidad gay, supongo que por aparecer desnudo en la mayoría de las películas que interpretó, y haciendo siempre papeles de semental; empezó su carrera, como no, posando desnudo como modelo para una revista.
Joe no era un buen actor, tan siquiera actuaba, era él mismo, todas las películas que he visto, en las que aparece, hace el mismo papel, es decir, se interpreta a sí mismo.
Pero reconozco que, Dallesandro, es un ejemplar humano de una asombrosa hermosura física, y desde los primeros planos de Flesh, que lo muestran durmiendo desnudo, boca abajo, composición que de alguna manera recuerda al cuadro de Courbet “El Origen del Mundo”, invirtiendo posición y sexo; es tratado como un mero objeto sexual, lo que hasta entonces, era muy habitual para las mujeres, pero no para los hombres.
Subrayando esta idea, su esposa utiliza el foulard de seda que lleva en el cuello, para envolver el pene de él, haciendo un paquetito como de regalo:
Es difícil ser más explícito dentro de lo simbólico.
Y, en la secuencia final, las 2 chicas se acariciarán mutuamente, dejándolo a él a un lado, de nuevo desnudo, pero tan inútil y decorativo, como un florero.
A lo largo de Flesh, varias personas le piden que se desnude, y él lo hace sin esperar a que le insistan, como si tal requerimiento fuera perfectamente natural, asumiendo, el personaje y el actor, que al fin y al cabo eso, y no otra cosa, es lo único que se espera de él.
La tridimensionalidad del objeto, no deja de hablar de las relaciones con los clientes, el amor, y pasar un buen rato, con buenas sensaciones, y salir a la calle a posar como en una sesión de fotos.
Los teleobjetivos de Morrissey, capturar las almas, y establecer unos diálogos de los cuerpos con la cámara, siempre buscando la imagen que se convierta en importante:
Mortal ambición que no hace sino más que agrandar a Flesh, convirtiéndola en la película por antonomasia.
Al final de cuentas, Joe está vulnerable en todo momento, ante cualquier perversión que se le ocurra a alguno de sus clientes, por otro lado, el espectador está forzado a confrontar sus propios fantasmas, de acuerdo a lo que observa en pantalla; ya que la naturaleza provocadora de Flesh, lo enfrenta a su propia carne, como es el atinado título del proyecto, y se debe estar realmente seguro, si se siente cómodo y feliz con ello, o simplemente aburrido y aturdido con lo que se ve.
Porque estoy seguro, que enfrentarse a este ejercicio cinematográfico, puede suponer todo un reto para un espectador, no muy acostumbrado a un cine tan experimental, transgresor, y en algún momento, hasta perturbador.
De igual manera, sería imposible para mucha gente, poder apreciar el hecho de que un actor, un icono para la cultura gay como Joe Dallesandro, se muestre en cada escena tan valiente, pero sobre todo, dispuesto a exhibirse a sí mismo, en posiciones muy delicadas, y no únicamente en el aspecto físico, sino emocional.
Una curiosidad, es que uno de los chicos con los que habla en la calle, es su hermano en la vida real, Bod Dallesandro.
Se nota bastante cual es, porque se parecen mucho.
En Flesh vemos escenas de la vida diaria recortadas, en el que se nombran grandes temas artísticos, a la vez que historias terribles de violaciones, que se asumen como humorísticas al cabo de un tiempo, obsesiones con antiguas revistas de papel que se deshace… siempre en un producto producido por Warhol, aparece la muerte como un agente parador de la belleza, detenida en el tiempo:
Ese cuerpo de Joe Dallesandro.
En una escena, una mujer practica una felación a Joe, mientras al lado, 2 travestis conversan normalmente.
En otra escena, Joe se encuentra a su mujer con otra mujer en la cama, este sin preguntar si quiera, se mete dentro a dormir.
Flesh tiene un defecto, que encuentro muy molesto, y es que el montaje está repleto de chasquidos, en cada corte de plano hay uno.
Esto es debido, a que se ha montado tal cual, sin mirar los fotogramas que se han dañado al cortar la cinta.
Evidentemente, es para darle más efecto “raw” al conjunto, que lo consigue, pero no deja de ser un incordio.
No obstante, lo que más me ha gustado de Flesh, es la uber-naturalidad, la actuación no parece tal, casi te da la sensación de que es algo que está sucediendo de verdad en todo momento.
Según he leído, esto es porque todo esta improvisado, Flesh no tiene guion, el director les daba una idea, y los actores la desarrollaban a su aire:
Motor del dinero y de la cultura, las tetas grandes contra las tetas de las esculturas griegas, contra las cariátides, el pito envuelto en un pañuelo, y las mujeres como sujetos activos para con el hombre.
Una disección cruda de esas situaciones, nada situacionistas, del New York de finales de los 60.
“How am I supposed to make any money without clean underwear?”
Enfrentarse a la trilogía de Paul Morrissey, compuesta por “Flesh” (1968), “Trash” (1970) y “Heat” (1972) puede suponer todo un reto para un espectador con un lastre de mucho peso, llamado Andy Warhol, uno de los padres de los que algunos han acuñado con el término “modernez”
Morrissey no resulta tan experimental, transgresor ,y odiable, como los filmes de Warhol.
Todo lo contrario, su cine realizado con 4 perras, en ambos sentidos, un icono para la cultura gay como Joe Dallesandro, un retrato de la cultura “underground” y dosis desmesuradas de espontaneidad y amateurismo, son fundamentales para entender gran parte del cine independiente posterior, sobre todo “underground” y sirven de enlace con el movimiento “Dogma”
Aunque ahora mismo, este cine no sorprenda, ni escandalice, salvo a algún santurrón por el hecho de mostrar el trasero y pene del protagonista, prefiero esta clase de propuesta, a otras que se autonombran innovadoras, en el campo del Séptimo Arte, y que muchos califican como “evolución natural del mismo”
Por eso, Flesh es para personas que tengan ganas de ser involucradas en los puntos emocional y visual, a través de una historia cruda, un proyecto que muestra la fachada tan repulsiva de las calles de New York en aquella época, y que se niega a tomar una posición de juez ante todo ello.
Así que, olvídense de que Flesh cuenta las andanzas de un hombre miserable, que prefiere usar su cuerpo hasta acabar con él, y concéntrense en las imágenes llenas de poesía, sensibilidad, y al mismo tiempo, humorísticas, incitadoras, y muy desobedientes.
Vista ahora, Flesh es una especie de documento histórico, sobre los primeros años de lo llamado “movimiento hippie”, aunque más bien parece una crítica.
El amor, o mejor dicho, el sexo libre, queda aquí reflejado perfectamente, tanto da carne que pescado, mujer que amante, da igual el lugar donde practicarlo, frente a quien, y con quien, todo parece normal para los personajes de Flesh.
Una vez vendida la carne, con el tiempo, quedan los mitos, el pop, la transgresora, y en ocasiones, experimental mirada de aquel director que podía hacer lo que quisiera en sus rodajes, y la fama a través de un pañuelo adherido a la cabeza de dimensiones perfectas.
Pero la libertad no lo da todo en Flesh, no es suficiente para venerar el cuerpo y todas sus críticas al mundo que vaga por las calles.
Aún así, en EEUU, los hombres que se prostituyen, pueden dormir durante horas con la música puesta.

“I can't hustle 25 hours a day”



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