Heat

“In the same bed?”

Teniendo en cuenta, que las películas de The Factory, raramente se exhibieron en otros circuitos que los alternativos, y considerando que su solo nombre encarna, casi como ningún otro, la marginalidad cinematográfica en estado puro, es francamente sorprendente, que la obra de Paul Morrissey, sea prácticamente desconocida.
En 1965, Morrissey cumplía con los 2 requisitos esenciales, para ser aceptado en el séquito que “colaboraba” con Andy Warhol en su famosa Factory:
Era joven y atractivo.
Por su productividad, fue ascendiendo rápidamente, dentro de esa corte extraña:
De visitante, a asistente personal, luego manager y, finalmente, cineasta.
Cabe señalar a estas alturas, que La Trilogía conformada por:
“Flesh” (1968), “Trash” (1970) y “Heat” (1972), fue realizada sin la menor intervención de Andy Warhol, aunque los films se vendieron apoyados en su nombre.
“Realmente tengo que explicar quién era Andy Warhol...
Era un hombre discapacitado, autista, y disléxico, al grado de no poder leer una sola palabra.
Era asustadizo y tímido; no tenía intereses artísticos, y no le interesaba otra cosa que hacer dinero”
Estas son palabras de Paul Morrissey al Times UK, quien parece ya estar harto, de que sus obras sean atribuidas al artista, emblema del arte pop de los Estados Unidos.
 “Alguna vez, alguien me preguntó:
¿Qué significaba ser el manager de Andy?
Yo respondí, que tenía que pensar las cosas que Andy debía hacer, hacerlas, y luego, pretender que él estaba involucrado”, sigue diciendo Morrissey.
De acuerdo al investigador Maurice Yacowar, también biógrafo de Morrissey:
“Él fue responsable de las 3 cosas, por las que el público conocía a Warhol:
El grupo de rock, y los proyectos con la “Velvet Underground”; la revista “Interview” y especialmente, las películas:
“Flesh” (1968), “Trash” (1970) y “Heat” (1972)
La Trilogía, que se sigue viendo bien, ante el embate del tiempo, es la expresión de una época.
Esas 3 películas, retrataban el mundo que viven las grandes ciudades, por debajo de lo oficial, la vida marginal, y hacen ese retrato sin sentimentalismos, pero con ternura.
Como las películas de Warhol, las de Morrissey parecerían pertenecer a un planeta enteramente distinto, del que habitualmente se conoce como “cine”
Están filmadas con “$2”, tienen un aspecto deliberadamente tosco, no rechazan ciertas “fallas” propias del cine amateur, algunas miradas a la cámara, eventuales distracciones, o cierta desorientación por parte de los actores… y cuentan con elencos heterodoxos, que reaparecen de película en película, dando la sensación, de que se trata más de una banda de cómplices, que de actores propiamente dichos.
Y es que si un rostro, y sobre todo, un cuerpo se repite, es el de Joe Dallesandro, uno de los iconos más firmes, de la cultura gay de los ‘60 y ‘70.
En “El Mundo Morrissey”, las formas alternativas de sexualidad, están totalmente naturalizadas, y al mismo tiempo, disueltas en una cotidianidad en la que cualquier intercambio parece posible.
Películas como las de Warhol y Morrissey, y el auge de la contracultura del 60, posibilitaron el nacimiento del “cine underground” de la década posterior, género en el que se encuadran varias directoras, cuyo cine se caracterizó por abordar el lesbianismo, desde una postura política y feminista.
“How can a boy be a lesbian?”
Heat es una película erótica, del año 1972, dirigida por Paul Morrissey.
Protagonizada por Joe Dallesandro, Sylvia Miles, Andrea Feldman, Pat Ast, Lester Persky, Eric Emerson, Harold Childe, John Hallowell, Gary Koznocha, Bonnie Walder, entre otros.
El guión es de John Howell, sobre la historia de Paul Morrissey.
Por insólito que suene, el director y Andy Warhol, su figura tutelar en el proyecto, presentaron Heat como un remake de “Sunset Boulevard” (1950)
Heat es una tremenda película de Paul Morrissey, en la que cierra su Trilogía con el actor Joe Dallesandro.
Un film independiente, “underground” y que muestra la realidad de los buscavidas en Hollywood.
La trama sigue a Joey Davis (Joe Dallesandro), un joven actor, sin muchas expectativas de trabajo, que conoce a Sally Todd (Sylvia Miles), una actriz retirada, que tuvo algo de éxito en el pasado.
Ambos inician un romance bastante bizarro, condimentado con las perversas intervenciones de Jessica (Andrea Feldman) la hija de la actriz, que tiene sus propios problemas.
Joey Davis ha dejado de ser una estrella infantil, y en la actualidad, es un actor desempleado, que utiliza el sexo con su patrona Lydia (Pat Ast) para que ésta le reduzca el alquiler.
Simultáneamente, tratará de ejercer una influencia similar en Sally Todd, que ahora, sin embargo, está en horas bajas, aunque ni siquiera había llegado a brillar con luz propia, en ningún momento de su carrera.
No obstante, Sally trata de ayudar a Joey, hasta que él se da cuenta, de que ella no está lo suficientemente bien conectada, como para influir favorablemente en su carrera hacia el reconocimiento público.
La situación se complica, a raíz de la psicosis de Sally, sus dudas relativas a la propia sexualidad de su hija y del mismo Joey, y a su procedencia materna, es decir, si Jessica es realmente su hija…
Una inestable Jessica, se entrometerá además, entre la relación que mantiene su madre con Joey.
En Heat, Joe sigue siendo un semental sexual, película que ya no está rodada en New York, como las 2 anteriores, sino en Los Ángeles, y ya es una película al uso, con sus créditos, su montaje, banda sonora, un guión algo más elaborado y, sobre todo, más luminosa, con exteriores en los que brilla el sol.
Por tanto, Heat viene a ser ante todo, un anti Hollywood:
Pistolas que no se disparan, penes que no eyaculan, mujeres feas que tratan de evidenciar su fealdad, o defenderla como belleza.
Un mundo sórdido y real, con grietas de ternura humeante, entre las caras distraídas de los protagonistas subnormales.
“...And you're not a lesbian.
I mean, everybody has girlfriends.
Men have friends, women have friends.
That doesn't make you a lesbian.
Do you sleep in the same room with her?”
De todo el plantel de “superstars” de Warhol, compuesto por “Drag Queens” charlatanas, y adictas histéricas, el lacónico Joe Dallesandro, resultó el más exitoso.
Warhol decretaría, que en sus películas, todos estarían enamorados de Dallesandro, cuya única virtud histriónica, era su desenvoltura para desnudarse.
Sus personajes, como él, siempre tendrían el temperamento tímido, lento, y a veces, dócilmente disgustado.
Aún así, en la producción de las películas que protagonizó, primaba la tacañería y la explotación.
Cuando no estaba, semi o totalmente desnudo, a las órdenes de Morrissey, interpretando a drogadictos o gigolós en la serie “Flesh”, “Trash”, “Heat”; su entrepierna era fotografiada por Warhol, para cumplir con la portada de “Sticky Fingers” de los Rolling Stones, y cuando el lente de la cámara, ya se había saciado de él, Dallesandro completaba su jornada, atendiendo el teléfono, o como chico de los recados.
Tras su aparición en las 3, hoy míticas, producciones de Warhol, Dallesandro queda consagrado, como el mayor sex-symbol de finales de la década de 1960, tanto entre los hombres, como entre las mujeres, así como en los ambientes hippie, y el movimiento gay.
Encarnado el lado salvaje del “mundo underground” de New York, y del mundo del arte, y representando una ruptura con todas las reglas establecidas.
Estas películas producidas por Andy Warhol, no sólo harían de Joe Dallesandro un “mito underground” sino que también, lo elevaría a estrella cultural de alcance internacional; siendo retratado por fotógrafos como:
Michael Childers, Duane Michals, Jack Mitchell, Richard Avedon, Victor Skrebneski, Bruce of Los Angeles, Duncan Ken, y Francesco Scavullo.
Su trabajo como actor, quedará ligado para siempre en La Trilogía dirigida por Paul Morrissey, en las que esencialmente, Dallesandro se interpretó a sí mismo.
El mundo fílmico en el que navegó Joe Dallesandro, fue el de los “outsiders”, los seres de la calle, perdidos y proclives a errar, y a padecer los vejámenes del oscuro universo, que manifiesta las enfermedades de la cultura, y de la sobrevalorada civilización.
Vale rescatar a Joe Dallesandro, porque logra por fuera de la industria hollywoodense, ganarse a punta de desnudos y serenidad, colarse en la historia del Séptimo Arte.
Él fue uno de los últimos “muse”, de un artista, y de una época.
Esa mezcla de virilidad y sensualidad suya es única… y nunca hasta entonces, un varón se había despojado así de la ropa en el cine, con esa naturalidad y erotismo pasmosos.
Él es quizá, el primer icono claro, de la bisexualidad en El Séptimo Arte.
Espléndido, fotogénico, y perdido en la Factory, y en la vida, recuperado por el sueño estético de Warhol que lo transforma en icono.
Los artistas son los que saben hacer pasar las bellezas prostituidas a la eternidad, definitivamente.
Una estrella fugaz, que brilló con toda su intensidad.

“Don't throw that kid in the pool!”



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