Trash

“Just because people throw it out and don't have any use for it, doesn't mean it's garbage”

De inicio, “White Trash” es un término despectivo, usado principalmente en los Estados Unidos, que combina un componente étnico con la clase social.
Es comparable a “honky”, que se refiere a personas blancas, aunque además alega un bajo estatus social, y una perspectiva de pobreza, de movilidad descendente.
Llamar a alguien “basura blanca” es acusar a esa persona, de estar en bancarrota a nivel cultural.
Sin embargo, el término “basura blanca” no es un grupo demográfico reconocido en sociología.
La postura con respecto al término, se ha vuelto más liviana en los últimos años, al punto que algunas personas, se describen a sí mismas, como “basura blanca”, y hay un género de música rock, conocido con orgullo como, “white-trash rock” pero la frase nunca se encuentra en contextos diplomáticos.
El término, generalmente, va asociado a la pobreza, y a menudo a excentricidad.
Por otro lado, usamos el término “underground” para designar los distintos movimientos contraculturales, surgidos en los años 60, en Estados Unidos, como cuestionamiento del “American Way Of Life”
Sin embargo, el bagaje ideológico de esta movilización contestataria, tiene su origen en Europa, en el parisino movimiento existencialista.
Eso sí, con esa pátina de frivolidad, que la cultura de masas norteamericana suele dar a todo lo que toca.
Así las cosas, el crítico de arte, John Berger, da la clave de esta extraña sensación, en su particular visión del desnudo en el Arte.
Para Berger, el desnudo es un tipo de vestido-disfraz, que inevitablemente llevará al espectador, a no reconocer en él, a la persona, sino al objeto.
Otra cosa muy distinta, es la desnudez que acontece cuando reconocemos en ella al individuo.
Esta desnudez no es meramente física, sino psicológica, y para mostrarla, hace falta mucha más desinhibición.
De ahí, que en el ejercicio de voyerismo que exigen estas películas, la atención en los genitales, pasa a un segundo plano, cuando al escuchar unas conversaciones aparentemente intrascendentes, vayamos conociendo a quien tenemos delante… sobre todo, si sabemos que en la realidad, todo el mundo es quien dice ser en la ficción.
Y es que la verdadera osadía de estas películas, radica en el intencionado y continuo enfrentamiento de cuerpo con palabra, y de ficción con realidad.
Desde 1963 a 1968, Andy Warhol supo reunir en su plateado estudio, al más variopinto grupo de personajes, provenientes de ambientes sociales radicalmente antagónicos:
Artistas, músicos, escritores, e intelectuales, que protagonizaron escandalosas orgías de sexo y anfetaminas, con miembros de la aristocracia más chic, pero también, con actores porno, yonkis, y transexuales.
De esta forma, la “White Trash” personas de una baja escala social, sin educación, y socialmente despreciables, encontraron en “The Factory” no sólo una fuente de caros placeres, sino también, el paraíso de la fama.
A cambio, lo único que debían hacer, era desnudarse ante la cámara, y ser ellos mismos.
Las películas se rodaban sin guión, de forma que a los actores sólo se les exigía la capacidad de improvisación para  interpretarse a sí mismos, mostrando su rutina, y con ella, obviamente, su sexualidad.
“Tomorrow it's gonna be with you.
Huh, Joe?
Please”
Trash es una película dramática, del año 1970, dirigida y escrita por Paul Morrissey.
Protagonizada por Joe Dallesandro, Holly Woodlawn, Jane Forth, Michael Sklar, Geri Miller, Andrea Feldman, Sissy Spacek, entre otros.
Holly hace su debut en pantalla en Trash, y recibió muchos elogios, por otra parte, la actriz Sissy Spacek, hizo una aparición rápida, sin acreditar.
Trash es el segundo film de La Trilogía que inició “Flesh” (1968)
Con su gesto premeditadamente informal, La Trilogía intentaba ser una especie de documento veraz, que desmontaba la falsedad del cine comercial, y se dedicaba a mostrar el lado más cutre del liberalismo sexual, y de pensamiento hippie.
En La Trilogía, Morrissey se dedicaba a venerar el cuerpo masculino, invirtiendo mucho tiempo en hacer barridos con su cámara masturbatoria, fisgona, y excesiva, por la anatomía de Joe Dallesandro, su actor fetiche, un procedimiento chocante en un tiempo, en que el culto al cuerpo femenino dominaba la cultura pop.
Mientras el cine pornográfico exaltaba los pubis, Morrissey corría a ajustar el foco sobre el pene de Dallesandro, que en las 3 películas, encarnó a un hombre-objeto.
Un hombre-mercancía, cuyo cuerpo era el instrumento que le permitía conseguir lo que deseaba.
Todos los personajes de La Trilogía van en pos de lo pecuniario: En “Flesh” (1968) Dallesandro busca dinero, para dárselo a su esposa, que a su vez, se lo dará a su amante.
En Trash, la pareja quiere concebir un niño, algo descabellado, pues ella es un travestido, para obtener el dinero que otorga la seguridad social por hijos, y en la mejor, “Heat” (1972), es la recuperación de la fama perdida, lo que mueve al personaje de cama en cama.
Así las cosas, en Trash, Dallesandro interpreta a un joven y guapo yonki, llamado Joe, que vive en un apartamento del Lower East Side de Nueva York, pero cuya adicción a la heroína, le ha dejado impotente.
Tras el impacto que supuso “Flesh” (1968) en la cultura neoyorquina, la factoría Warhol, vuelve a producir una cinta, que repite las fórmulas de desnudos explícitos, y pocos convencionalismos.
Trash sigue a Joe, un adicto a la heroína, intentando tener más drogas; cuya motivación es, conseguir dinero para meterse otro pico.
Él vive con Holly (Holly Woodlawn), una mujer esperpéntica, que busca cosas en la basura, preferentemente muebles.
Ambos viven en un apartamento, que parece más un estercolero, que otra cosa.
En esa necesidad de dinero, Joe entra a robar en la casa de una mujer llamada Jane (Jane Forth), casada con un hombre rico (Bruce Pecheur), y que sólo está interesada en saber, si Joe viola a las mujeres que roba, para pasar luego a pedirle que simulen una violación, y cerrar el círculo de demencia, proponiéndole un trío con su marido.
No sin antes haber pasado en la habitación de una adicta al LSD, interpretada por la suicida Andrea Feldman.
Durante el transcurso del día, Joe se droga frente a una pareja de clase alta, en los intentos de engañar a un encargado de Bienestar Social, en la aprobación de su tratamiento con metadona, por estar Holly, falsamente “embarazada”, y frustra a la mujer de su vida con su impotencia, inducida por medicamentos.
Como era de esperar, Trash cuenta con escenas gráficas, de drogadicción intravenosa, sexo, y desnudez frontal.
“You're better than that beer bottle”
Varios son los elementos que proporcionan finalmente a Trash, su definitiva personalidad, y el nada desdeñable bagaje de cualidades, que sobresalen por encima de su desprecio a la narrativa convencional.
Será algo que en última instancia, se erigirá como una de sus mayores singularidades, proporcionando al conjunto, una extraña sensación de verdad ante lo que es filmado, elementos como:
La delectación, y al mismo tiempo, la naturalidad a la hora de mostrar como Joe se pincha la heroína, es una buena muestra de ello.
Junto a ello, no se puede ocultar, la evidente carga misógina del relato:
La galería de mujeres que pululan Trash, pueden competir entre sí mismas, en el rechazo que provocan, quizá queriendo justificar con ello, la impotencia que en todo momento asume con sana resignación, su protagonista.
Pero por encima de todo ello, bajo mi punto de vista, la mayor virtud de Trash, reside en el soterrado sentido del humor, que se introduce en cada uno de los episodios de que consta, proporcionando un contrapunto siempre divertido, a situaciones que a primera instancia, podrían aparecer como desagradables, o reprobables.
Descrita visualmente dentro del ámbito del “cine underground”, Trash se centra en la figura de Joe Dallesandro, un hombre, no tan muchacho, dotado de una gran belleza física, en la que no falta una visión de la misma, revestida de imperfecciones, en ningún momento, la exhibición del hombre está revestida de glamur, enganchado en el consumo de la heroína, lo que le ha convertido en un ser impotente.
Así se iniciará Trash, describiendo la imposibilidad de erección de Joe, al ser incitado por su protectora Holly.
En apenas unas pinceladas, el espectador advierte el desolador panorama existencial, que se cierne sobre esta extraña e improbable pareja, en la que su componente masculino, reside en la mugrienta vivienda, de Holly, siempre encargada de recuperar muebles y objetos de la basura, al tiempo que atraer a jóvenes muchachos, para poder desahogar con ellos, sus instintos sexuales, y poder sacarles los dólares que llevan encima.
A partir de dicha premisa, Trash se estructura en una serie de episodios, buena parte de ellos, insertos a partir del corte abrupto con el que le precedía, mostrando una serie de “aventuras” que tendrán siempre como protagonista a Joe, aunque su personaje se erija como detonante pasivo, de todo aquello que vaya aconteciendo a su alrededor.
Así pues, a partir de unos modos visuales que no respetan ni el raccord y, ni siquiera en ocasiones, el más mínimo cuidado en el enfoque adecuado, lo cierto es que Trash se erige, a través de esas diversas andanzas, en una mirada en ocasiones demoledora de la sociedad estadounidense, precisamente plasmada a partir de esa “otra” sociedad, que discurre de forma paralela, dentro del denominado “Gran Sueño Americano”, que en aquellos años, conocía en su seno, el trauma de La Guerra de Vietnam, o la aparición de los movimientos pacifistas.
Y es que, sin estar presentes ambos términos en Trash, más allá de algún diálogo comentado por el desprejuiciado joven, lo cierto es que en el metraje, hay motivos suficientes para percibir ese contraste de mundos, aunque la misma solo se centre en el ambiente sórdido, decadente que preside la relación entre los 2 protagonistas, la decrepitud que emana de la mugrienta y chirriante Holly, o la desaprovechada belleza de un Joe, que no tiene el menor inconveniente en seguir viviendo una existencia miserable, cuando su aspecto le permitiría salir de ese submundo, con la mayor de las facilidades.
Desde el hecho de que Holly tenga que masturbarse, utilizando una botella, ante la impotencia de Joe; la seducción de esta, a un joven de buena familia, al que drogará para seducirlo; el episodio vivido por Joe, cuando va a robar en una vivienda, en la que reside un matrimonio formado por una pareja de bisexuales, en donde este se erigirá como un auténtico pelele, al contemplar la discusión de dicho matrimonio, siendo tirado literalmente de la misma, desnudo, después de drogarse; la situación que se produce cuando Holly pilla “in fraganti” a Joe y su hermana embarazada, a punto de iniciar una acción sexual; o el hilarante encuentro de los 2 protagonistas, con un inspector gubernamental, presumiblemente homosexual, tal vez travesti, bajo cuyo veredicto podrían darles un subsidio, al quedarse Holly, milagrosamente embarazada; un estado este, que es mostrado sin sentido de la progresión dramática, en el que este mostrará su fijación fetichista por los horteras zapatos plateados que ella luce, y que ha pillado de la basura, pero que el inspector desea comprarle, ya que le recuerdan “los que utilizaba Joan Crawford”…
La negativa de Holly, a desprenderse de estos, y su progresiva iracundia, dará pie a una situación “kafkiana”, propia de cualquier “screeball comedy”, aunque revestida de esa cutres característica del conjunto de Trash.
Así, Trash sigue manteniendo el extraño vigor, de mostrar con sinceridad, una serie de aspectos de la sociedad de su tiempo, sin prejuicios, tapujos, y al mismo tiempo, utilizando un lenguaje que, probablemente, en otro ámbito, ofrecería un resultado rechazable.
No es el caso.
“We need welfare and you can't have my fucking shoes!”
Trash, se nos presenta como una verdadera cápsula del tiempo.
Similar a las 600 cajas que Andy Warhol llegó a acumular en los últimos años de su vida, para guardar objetos cotidianos, sin más valor que el de haberle pertenecido.
En este sentido, podremos entender, que con las películas hizo algo similar:
Guardó la vida de quienes le rodearon, y en muy alto grado, le pertenecieron.
Warhol coleccionó objetos, pero también coleccionó personas, que sólo él sabe, qué valor tuvieron.
En “The Factory” se produjeron las serigrafías más famosas, y las películas más transgresoras, pero también, se fabricaron las “Warhol Superstars”:
Estrellas, fugaces o no, que consiguieron al menos, los deseados 15 minutos de fama, a los que según Warhol, todos tenemos derecho.
Así, “Flesh” (1968) y Trash son las 2 caras de una moneda, son el Eros y el Tánatos.
Un lado, representará la sexualidad, la carnalidad; y el otro, la muerte, la autodestrucción.
Ambos films, nos obligarán a enfrentarnos a nuestra desnudez, a través de la desnudez de sus protagonistas.
Así pues, la propuesta del chef es, engullirlas de una sola vez, y desprendiéndonos de todo tipo de prejuicio, sentarnos desnudos delante de la pantalla, en un cuerpo a cuerpo con la realidad.
La constante presencia de un hombre desnudo, atraerá violentamente nuestra mirada.
Pero nuestro interés por su cuerpo, irá más allá de lo puramente sexual.
Trash es un producto sorprendente, y una de las pocas películas que realmente se pueden considerar independientes:
Warhol deja hacer a Morrissey, y este a Dallesandro, y nosotros, simplemente nos dejamos hacer.
Con respecto a lo técnico, la música es estridente; la estética, feísta; el guión, inexistente; las escenas de cutres, tremendas; las actuaciones, no pueden considerarse como tales, están todos drogados durante toda el rodaje…
Pero aún así, me parece aconsejable echarle un vistazo a Trash, aunque solo sea para desestabilizar cualquier concepto previo, acerca de lo que puede/debe ser una película.
Es decir, aunque delirante, supone algo muy distinto a lo que se puede hacer hoy en día.
Como resultado final, Trash es una más que interesante aproximación “etnográfica”, al mundo contracultural de principios de los 70, cuando los hippies se convirtieron en yonkies, y terminaron siendo devorados por los lobos.

“You bet I'm gonna get out of here!
You're not going to get a dime... quarter... your garbage, low-lifes... you deserve to live like hippies.
You should be out there working!”



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