Sunday Bloody Sunday

“Are you bourgeois?”

Hablando de la soledad, que los hombres y las mujeres, obligados a evitarla, acaban por caer en la servidumbre, es decir, en la pérdida de la libertad.
Y añadiría que este, ir y venir, constituye una de sus tragedias y a la vez, uno de los impulsos fundamentales de la vida.
Miedo a la soledad, al vacío en definitiva, al que por lo común, combatimos con el sexo.
Pero el sexo no desempeña su función eficaz, si no es en compañía, lo cual viene a significar a la larga, una renuncia al mundo propio, que acaba en la mayoría de los casos, transformándose en total dependencia, sobre todo, en el declinar de la vida.
A medida que ese declive final se acerca, el miedo a estar solo, que es lo mismo que el miedo a la muerte, recupera su lugar perdido durante la juventud, cuando el amor sexual, llenaba en cierto modo, las horas y los días.
“Don't come to me like a possessive wife!”
Sunday Bloody Sunday es una película dramática británica, del año 1971, dirigida por John Schlesinger.
Protagonizada por Glenda Jackson, Peter Finch, Murray Head, Peggy Ashcroft, Maurice Denham, Vivian Pickles, Tony Britton, Thomas Baptiste, Frank Windsor, Daniel Day-Lewis, entre otros.
El guión es de Penelope Gilliatt.
Sunday Bloody Sunday obtuvo 4 nominaciones Oscar:
Mejor director, actor (Peter Finch), actriz (Glenda Jackson) y guión original (Penelope Gilliatt)
Sunday Bloody Sunday representa, uno de los primeros acercamientos del tema de la homosexualidad al cine comercial.
El guión, ágil y tremendamente inteligente, culmina a su vez, en una dirección perspicaz y evocadora:
Una profesión médica, un origen judío, un ámbito familiar conservador, un país en crisis política y económica, un hombre maduro, asumido como homosexual; un hombre joven bisexual, que vive con desparpajo a expensas de otros; una mujer a quien no le queda otra alternativa, que compartir el amante de turno con otro hombre; todos estos elementos mezclados, cuentan una historia dramática, con sesgos neuróticos, pero con una resignada aceptación de su realidad, caracteres a los que el tiempo ha alcanzado, quienes jamás podrán ser capaces de tomar las riendas de sus propias vidas, en donde el confort y el conformismo han triunfado.
Es una compleja e inusual historia, aún más para la época en que Sunday Bloody Sunday fue filmada, acerca de un triángulo bisexual, con un hombre y una mujer maduros, enamorados del mismo joven.
La trama incluye 3 protagonistas:
Un médico homosexual, Daniel Hirsh (Peter Finch), una mujer divorciada Alex Greville (Glenda Jackson) y un artista joven y egoísta, Bob Elkin (Murray Head)
Toda la historia transcurre en una semana, en la que cada uno de los 2 mayores, trata de enfrentar la decisión del joven, de partir desde Inglaterra rumbo a New York.
La mujer renuncia a su trabajo, y tiene un romance con uno de sus clientes, en un desesperado intento por olvidar a su amante.
El médico, por su parte, lucha contra su homosexualidad oculta.
A su vez, el artista, frío y despreocupado por la ruptura que causa en esas 2 vidas, se prepara para el viaje...
La tesis principal de Sunday Bloody Sunday, borda sobre las concesiones humanas que se está dispuesto a hacer, con tal de retener al objeto del deseo, pues no tienen una mejor opción, porque en ese momento, es lo único que hay a la mano, o lo que pueden obtener.
El estado de enamoramiento de Alex y Daniel, alrededor del gigoló, es tan embriagante, que deambulan como entes nocturnos en espera de un indicio de atención.
No sólo son Hirsh y Greville, consciente de que Elkin está viendo el otro, sino que se conocen entre sí, a través de amigos mutuos.
A pesar de ello, están dispuestos a soportar la situación por temor a perder Elkin, que cambia libremente entre ellos.
Por Greville, la relación está ligada a una creciente desilusión de su vida, no el matrimonio y la infancia inquieta.
Para Hirsh, Elkin representa un escape de la naturaleza reprimida de su educación judía.
Ambos se dan cuenta, de la falta de permanencia de su situación, y sólo cuando Elkin decide abandonar el país, de que ambos se enfrentan cara a cara, por primera vez en la narrativa, y al final.
A pesar de sus situaciones opuestas, ambos se dan cuenta, de que es hora de seguir adelante.
Y es que todos lo saben…
El sentimiento que los une, no es solamente el amor o el deseo, sino el de la pérdida, pues ninguno quiere perder a nadie.
Cada uno se las arregla como puede, con tal de no estar solo.
Sunday Bloody Sunday, en lugar de hacernos sentir el dejo de promiscuidad, o libertad sexual de la era, nos hunde en una cuestión, que va más allá, y que nos afecta mucho más.
Nos muestra una relación honesta, dividida, abierta, manejada sobriamente en base a los sentimientos.
Sentimientos tan íntimos, como la cercanía de un cuerpo junto al nuestro, tocar a alguien, mirarlo a los ojos sin hablar, eso, que es lo que hace que las relaciones duren más allá de la primera noche de pasión...
Sunday Bloody Sunday trata de las relaciones entre seres humanos, especialmente ligadas a la relación sexual, y así, vamos pasando de las relaciones de Bob Elkin con Alex Greville; y de Elkin con el Dr. Daniel Hirsh.
Pero no se trata de mostrar esas relaciones formales, sociales, sexuales, si no de mostrar, cómo viven esos personajes, especialmente, Alex y Daniel, íntimamente, esas relaciones.
La falta de información, el tabú, el temor al rechazo, llevan a nuestros 2 protagonistas, a una encrucijada terrible de desesperación.
Se aferran obsesivamente, a una manzana recién engendrada, y a su jugo de la vida.
Ambos se vuelven a sentir jóvenes, abrazados dulcemente, por todo aquello que ansiaron cuando ellos mismos tenían 20 años, y que se les fue negado.
Pero ya son mayores, se acercan cada vez más al final, y contemplan asombrados, la luz creciente de la nueva década, y quieren formar parte de ello.
Esa ilusión cegadora, se torna enfermedad.
Nadie quiere compartir su tesoro, y mucho menos, tratándose del manantial de vida eterna.
La triste Alex, y el celoso Daniel, darán comienzo a una sutil batalla de propiedad, peleando por el único antídoto a sus miserables vidas, la grácil manzana llamada “Bob Elkin”
“I just haven't found the right person yet”
Un país, Gran Bretaña, envuelto en una crisis económica y política, un año de cambios sociales, 1971, una ficción contada en medio de un conflicto real como escenario.
Los tratados de paz entre Irlanda y el Reino Unido, que estaban siendo firmados en medio de manifestaciones de grupos radicales, que se oponían a las propuestas políticas, las controversias, y los hechos de violencia, que eran dados a conocer por los medios de comunicación, quedaron registrados en Sunday Bloody Sunday, aportando verosimilitud, y enfatizando el contexto de los 70.
Aunque ciertos cineastas, y cierto público, se dieran cuenta, que la basura y los conflictos eran parte de ellos y de su sociedad, no quiere decir, ni mucho menos, que Sunday Bloody Sunday sea una visión maliciosa, y descarnada de la homosexualidad.
La mirada de Schlesinger es mucho más compleja.
No se nos habla de un homosexual atormentado, ni de sus amores masculinos; se nos narra la triste historia de un hombre confuso, y de una mujer de mediana edad, aún más confusa, ambos enamorados de un cautivador muchacho de 20 años, que llena sus vidas de vitalidad, pasión, y esperanza.
Por tanto, no se trata de un drama homosexual, ni heterosexual si no, sencillamente, sexual.
El director busca que el espectador se adentre en la cotidianidad de los personajes, situación que en apariencia, no lleva a ninguna parte, pero que permite la manifestación de los deseos más recónditos y, sobre todo, las concesiones que el individuo está dispuesto a hacer cuando está enamorado, cuando es vulnerable, a cambio de un gramo de amor, o una caricia correspondida.
No hay grandes peleas, gritos desgarradores, ni turbios asesinatos con persecuciones urbanas, Sunday Bloody Sunday es más sutil, como una melancólica sonata de piano:
Dulce, pero triste.
Los protagonistas se sumergen de lleno, seguramente, en los mejores y más fascinantes personajes de sus carreras, logrando un éxito artístico total.
El gran logro del director, es no quedarse solo en la historia, sino de describirnos los sentimientos de los personajes.
Sentimientos que en una sociedad inglesa, con lo que tenía de hipócrita y falsa, son muy difíciles de sacar a la luz, para que los demás los conozcan.
Es cierto que en los 70, Inglaterra estaba dando un gran cambio, de alguna manera, influenciados por la libertad que los EEUU siempre mostraban en sus relaciones, pero dada la edad de los protagonistas, la que suponemos, ha sido su educación, es muy probable que resultara embarazoso, hacer ver a los otros sus afectos.
Sunday Bloody Sunday abre presentando a cada uno de los personajes:
El Dr. Daniel en plena consulta, Alex en su departamento sucio y descuidado, reflejo de su persona.
Para presentar a Bob, la cámara hace un recorrido por su departamento.
El espectador intuye de quién se trata, y a qué se dedica, haciéndolo parecer como un fantasma, por medio de un emplazamiento fijo de la cámara.
Un discurso fílmico que anticipa al espectador, que Bob podría ser parte del sueño de cualquiera.
Un amor inalcanzable, un amor platónico, un deseo oculto, o una realidad que acabará sólo en recuerdos tristes y nostálgicos, que con el tiempo, se confundirán.
La historia se desarrolla por medio de las emociones de los personajes, los planos cortos y, en conjunto, acercan al espectador, de manera contundente, con sus vidas, y lo sensibilizan con todo lo que les sucede.
La iluminación emula una luz natural de la tarde, con un cielo casi siempre nublado.
Los sonidos tienen un rol muy importante, principalmente, durante la primera mitad:
Los tonos de las líneas telefónicas ocupadas, los ladridos del perro, y los gritos estridentes de los niños, crean una atmósfera apabullante y estresante, que contrasta con el drama interno que viven los personajes, y el espectador.
Los diálogos, de contenidos cotidianos, pero con un alcance universal:
Como cuando una paciente confiesa, nunca haber sido tocada sexualmente por su marido, ni siquiera en su noche de bodas, situación que de tan absurda, resulta patética, ya que la mujer está resignada a aceptarla, antes que encontrarse en una situación de divorcio, y ser objeto de señalamiento social, por la clase a la que pertenece.
Un importante reflejo de los prejuicios, entonces prevalecientes.
Al final, sólo se lamentan del hecho, los amigos y familiares, pero nadie juzga, al contrario, los lazos se hacen más fuertes, la expresión de la sexualidad es solamente vista, como parte inherente al ser humano, dándole mayor peso al  valor de las personas como tales, finalmente, no somos solamente sexo, dando sitio a una complicidad, y solidaridad, a una sociedad prometedora, y tolerante.
Vivir una mentira, es mejor que nada, conclusión final de esta arriesgada propuesta, que hoy podría parecer conformista y, sin embargo, hace 42 años, las diversidades sexuales estaban señaladas como perversas, llenas de culpa religiosa, lejos de ser vistas como alternativas para ser feliz.
Sin duda, la interpretación de Glenda Jackson y de Peter Finch, contribuyen a que Sunday Bloody Sunday entre en el grupo de las pequeñas Obras de Arte del Cine.
2 actores y una ciudad:
Glenda Jackson, Peter Finch, y Londres, donde sus amores suceden y coinciden, a lo largo de una semana, en sus calles, pubs, oficinas, parques, consultas, y en el mundo un tanto exótico de la comunidad judía, a la que uno de los protagonistas pertenece.
Ambos amores coinciden, no en lugares concretos, salvo al final, sino tan sólo en la pareja, un joven bisexual que reparte su tiempo entre la creación de móviles abstractos, y las horas de diferente signo, en los 2 lechos complementarios de su amiga, y amigo.
Tal se nos viene a sugerir, con la presencia de estos 2 maduros personajes, que sin alardes ni escenas tormentosas, se disputan el amor, la compañía de un amigo en su mundo de pequeños egoísmos y frustraciones, cuando no, de matrimonios fracasados, o fingidos.
Estos 2 solitarios, entregados a trabajos que no les llenan demasiado, que incluso, ella abandona sin saber bien por qué, que él alterna con juegos secretos, y un amor que bien sabe no tendrá del todo, se hallan bien retratados en Sunday Bloody Sunday, y aún mejor interpretados.
El hombre, se diría que más que vivir, navega de un extremo a otro de Londres, sin llegar a tocar la ciudad.
La mujer con su capacidad de amor, a ratos maternal, dividido por igual, entre el sexo y los niños, deja pasar su tiempo, entre esperas y reproches, adivinando la otra cara del amor de su amigo.
Este particular triángulo, una de cuyas 3 esquinas o rincones, ocupa el muchacho a la vez hijo, y amante, compañero, y objeto de placer, alzado a la sombra de la crisis económica que unos intentan olvidar con bromas, y otros en busca de un empleo inasequible, se acabará rompiendo, no por el lado más débil, como sería lógico, sino por el más fuerte, precipitando el final de la historia.
Todo ello hubiera sido difícil de explicar, sin la presencia y el arte de 2 actores excepcionales.
De no tratarse de una expresión demasiado manida, podría repetirse, que Glenda Jackson es todo “un animal de cine”, pero en su caso, se trata de algo más.
En realidad, ella es Sunday Bloody Sunday, con sus silencios, su angustia, sus risas, y sus lágrimas.
Si el arte de interpretar, dependen como todas, no ya del corazón, sino de la inteligencia, el trabajo de Glenda Jackson aquí, va más allá de lo que se entiende, por dar vida a un texto, aquí se trata de crear en el sentido literal de la palabra, algo que en el guión, viene a ser un esquema, capaz de naufragar, o salir a la luz, con la huella inconfundible de la presencia trágica.
La libertad del actor cinematográfico, se expresa en esta ocasión, a través de una espontaneidad, fuera de toda norma, que evidencia por otra parte, la eficaz dirección con que Schlesinger suele cuidar a sus actores.
Y una curiosidad de Sunday Bloody Sunday:
Es la primera aparición en la gran pantalla, de un jovencito que por aquel entonces, contaba con 14 años, llamado Daniel Day-Lewis, aunque no aparece en los créditos.
Él describió la experiencia, como “el cielo”, que fue lo que le pagaron, 2 libras por destrozar coches caros, aparcados fuera de una iglesia local.
“I can't see why my having an affair with someone on and off is any worse that being married for a course or two at mealtimes”
Sunday Bloody Sunday es una de las primeras películas, en las que se puede contemplar, un beso homosexual.
Hay que tener en cuenta, que al inicio de la década, la homosexualidad era aun considerada como una enfermedad, hasta 1973, cuando La Asociación Psiquiátrica Americana (APA), la excluyó de los trastornos psicológicos.
Sunday Bloody Sunday no la trata como tema principal, sin embargo, la naturaliza y la plantea como parte de la condición humana:
Desmitifica un tema considerado tabú, al romper paradigmas, poniendo en escena, a actores varoniles, interpretando a homosexuales masculinos, que intentan relacionarse afectivamente, sin que medie la culpa, sin tener que feminizarse.
Sunday Bloody Sunday, evidencia los estilos de vida de los homosexuales de aquella época, que no han variado mucho en 40 años.
Sunday Bloody Sunday va más allá de la simple expresión de la homosexualidad, la condición bisexual del ser humano, pocas veces tocada en el cine, es también abordada con igual naturalidad, si bien, se sigue creyendo que se nace heterosexual u homosexual, o las 2 cosas, Schlesinger plasma cinematográficamente, ese libre tránsito sexual, ambiguo, y cambiante al antojo, a través de un personaje realizado sexualmente, incluidas sus dotes físicas, y carisma de “Adonis del siglo XX” quien sabe explotar a quienes se enamoran de él.
Sunday Bloody Sunday está muy bien realizada, aunque no siempre bien contada en el guión, ya que ha sufrido algún que otro corte, antes de llegar ante nosotros.
Cortes un poco absurdos pues, una vez admitida la relación sexual entre 2 hombres, los detalles superficiales poco añaden.
Si algún reproche se le puede hacer a Sunday Bloody Sunday, es un exceso de lecho, y no por razones morales, sino porque en amor, como en todo, la insistencia nos lleva a “lo vulgar”, y el exceso es defecto fácil de subsanar en el cine a la hora del montaje.
“We're free to do what we want”
Sunday Bloody Sunday resulta una clara imagen de los problemas, e inquietudes, en los que se sumiría la cinematografía norteamericana en la década de los 70.
La asfixiante censura de los años previos, que empezaba a diluirse, y el comienzo de la revolución sexual dieron de sí, en otros filmes, la genuina cinta de John Schlesinger.
La problemática social cayó, en esta ocasión, en un drama sexual, de exquisitas proporciones, precedida por la alocada “Midnight Cowboy” (1969) que planteaba una sexualidad estadounidense, que ya comenzaba a abrirse.
Muchos dicen, que Sunday Bloody Sunday trata de una alegoría de la bisexualidad, contra la obligación de definirse, otros, que es una metáfora del cambio drástico social y artístico, que empezaba a transformar EEUU.
Personalmente, creo que Sunday Bloody Sunday es eso, y mucho más.
A pesar de tener 42 años de haber sido filmado, Sunday Bloody Sunday, film del director británico John Schlesinger, no ha perdido su vigencia; por el contrario, actualmente, es utilizada en las aulas, con fines didácticos, como una forma pedagógica de naturalizar el sexo.
En la actualidad, hay un sinfín de películas que tratan estas temáticas, con escenas no tan veladas como en Sunday Bloody Sunday; sin embargo, aquí los diálogos son actuales, siguen siendo crudos y perturbadores, de gran realismo y profundidad, al referir la complejidad de las relaciones humanas.
Innovadora en su época, considerada “maldita” por el lugar y momento histórico-social en que fue realizada, Sunday Bloody Sunday continúa siendo un referente obligado, al hablar de la diversidad sexual.

“I always expect Saturday to be the best day of the week”



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