Chronicle

“Not all heroes are super”

El género de los súper héroes, o de gente con súper poderes está de moda.
Hubo meses, en los que no había día, en los que no saliera a la luz algún proyecto de nueva adaptación de un comic del género, o bien, precuela, secuelas o reinicios de sagas famosas.
Este año de hecho, volveremos a tener una avalancha en las carteleras con películas de este tipo.
Y que se puede agregar a un comic hoy en día, pues el método de “el metraje encontrado”, el cual es un género cinematográfico, donde uno o más personajes involucrados, actúan delante de la cámara, o a menudo fuera de la pantalla.
Es decir, visto en primera persona.
El rodaje se hace principalmente, por los personajes principales, y para darle más realismo, siempre usa movimientos inestables o vertiginosos.
El género tiene orígenes de las películas experimentales y vanguardistas, donde la imagen lo es todo, para bien y para mal.
Imagen total, que todo lo graba y reproduce al instante.
Hipervisibilidad de un espectáculo que hace de la emoción, una mercancía más, de la agonía, una mercancía más, y promete la revelación de un deseo que, finalmente, también se vuelve imagen.
Por ejemplo:
Eres adolescente, y de pronto te ves con súper poderes.
Puedes reaccionar haciendo de “Superman” ayudando a la gente, que es lo típico, o reaccionar como es normal en un adolescente, “hacer estupideces sin sentido” con tus otros amigos con súper poderes, para ver cuál es el límite.
Pero cuidado, que ya dice el refrán:
“Quien juega con fuego, acaba quemándose”
Y es que tan solo somos humanos, seres que cuando vemos “el resplandor del oro” lo cogemos a ciegas, sin pensar los males que trae consigo:
Ambición, codicia... ya sea a la gente que nos rodea, o a nosotros mismos.
¿Qué es lo que harías, si tuvieses 18 años, y descubres que tienes el poder de mover los objetos, o controlar las cosas que te rodean?
What are you capable of?
Chronicle es una película de ciencia ficción, del año 2012, dirigida por Josh Trank.
Protagonizada por Dane DeHaan, Alex Russell, Michael B. Jordan, Michael Kelly, Ashley Hinshaw, Anna Wood, Joe Vaz, Luke Tyler, Matthew Dylan Roberts, entre otros.
Escrita por Max Landis, basada en una historia pergeñada junto a Josh Trank.
El hijo de John Landis, Max, firma un guión redondo, que no sólo habla de chicos con poderes.
También lo hace de maltrato, acoso, y otros temas muy candentes hoy en día.
Por supuesto, la responsabilidad del poder es el tema central, pero cuando terminamos de visionar Chronicle, tenemos la sensación de:
“Aquí nos han contado muchas cosas”
De inicio decir, que por motivos de presupuesto, Chronicle fue principalmente filmada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, con Film Afrika Worldwide, así como en Vancouver, Canadá.
La localización de “Seattle”, fue realmente, un plató construido en un estudio de filmación en La Ciudad de Cabo.
Debido a que en Sudáfrica, los vehículos tienen el volante al lado derecho, los vehículos de estilo estadounidense con volante a la izquierda, como en la localización de Chronicle, Seattle, tuvo que ser invertido en producción.
En Chronicle, un grupo de amigos traspasa la frontera de la realidad, en una mezcla entre fantasía paranormal, y melodrama adolescente, con referencias filosóficas.
Chronicle establece una interesante alegoría sobre el poder y la responsabilidad en la detentación de ese poder…
Arbitrio, abuso, corrupción, control, concepto de justicia, venganza... como algunos factores de actuación, en un clima de alienación juvenil, lleno de conflictos sociales y familiares.
Nos encontramos con una película gamberra, en la que desde el principio, deja claro que no va a seguir los clichés del género.
Si a unos adolescentes normales, con sus problemas incluidos, les das unos súper poderes, no tienen porque convertirse en “santos” y lo más normal, es que se dediquen a hacer estupideces.
Una forma diferente y original de tratar el tema de los súper poderes, en el que nos vuelven a recordar, que todo gran poder, conlleva una gran responsabilidad, y lo contraproducente que puede ser, que un don, poder, o talento de estas características, recayese en mentes desequilibradas.
Chronicle no es, en efecto, una película de súper héroes, sino de unos chicos “comunes y corrientes” a los que el destino coloca en la cúspide de la pirámide evolutiva sin el menor criterio, y las consecuencias de esa ausencia de criterio.
Visualmente presentada como “un metraje encontrado”, filmada desde la perspectiva de varios dispositivos de grabación de video, principalmente de una videocámara de mano, usada por uno de los personajes principales, para documentar los eventos de su vida.
Así las cosas, Chronicle sigue a Andrew Detmer (Dane DeHaan), su primo Matt Garetty (Alex Russell), y su compañero de secundaria, Steve Montgomery (Michael B. Jordan) mientras forman un gran lazo de amistad, después de recibir habilidades telequinéticas, de un objeto desconocido.
La primera mitad de Chronicle, es una especie de “Jackass de adolescentes descerebrados” que adquieren sin querer, unos súper poderes; y la segunda parte está mucho mejor, y habla de la responsabilidad de tenerlos, y sobre todo, de lo peligroso que puede ser saber, que los tengas y de creerte superior.
El trío protagonista cumple con papales estereotipados, vistos anteriormente hasta el hartazgo, en pantalla:
Andrew es el típico marginado del instituto, cuya madre está muy enferma, y es maltratado por un padre alcohólico, es raro y antisocial.
Matt es su primo, un chico más popular que Andrew, que intenta ayudarle a que se adapte, y a la vez, se avergüenza de él, es el chico lindo de bajo perfil.
Y por último, Steve, candidato a presidente del instituto, aparte de alumno brillante, y deportista de élite; y como no podría ser de otra manera, es el negro del grupo.
Los 3 son muy diferentes, y en Chronicle, cada uno toma un rumbo diferente.
En su evolución, podemos comprender que no es una línea, sino una tragedia, lo que separa al héroe y al villano.
Andrew, Matt, y Steve, son unos adolescentes absolutamente reconocibles, cada uno con su propia personalidad, que deben afrontar los típicos retos que se derivan de estudiar en el instituto, establecer nuevas amistades, y explorar los nuevos aspectos de unas vidas en constante evolución; aunque se insiste más en la vida privada de Andrew, que en los otros 2.
Ellos vienen a representar los 3 estratos más emblemáticos de la pirámide social adolescente estadounidense:
El espejo en el que quiere reflejarse la amplia mayoría de los adolescentes del mundo.
Como tantos de nosotros, ellos están obsesionados de contar su vida, por más que ésta sea trivial, o como en su caso, extraordinaria.
Andrew, Matt, y Steve, se han topado con algo que escapa totalmente a su comprensión, o a la de cualquiera.
Ese descubrimiento, les lleva a la obtención de unas poderosas capacidades telequinéticas; en la jerga propia de los comics, tienen súper poderes.
Ahora son capaces de, bueno, casi cualquier cosa.
Pueden mover objetos, simplemente pensando en ello, pueden aplastar coches con la fuerza de su voluntad… y aprenden a volar... satisfaciendo su máxima aspiración.
Pero entonces, las cosas se complican.
¿Qué harías, si te pasara esto?
¿Qué serías capaz de hacer?
Tener poderes, no significa ser un héroe.
Centrándose en el personaje principal, en su mísera vida que lo inunda todo, e incluso, cuando recibe el regalo más imposible y deseado, con el que podrían soñar unos adolescentes…
¿Qué ocurre?
Esa es la paradoja de la vida, que ha intentando de manera muy acertada el director.
Sí, puede que la sensación de absurdo se imponga en casi todo el metraje.
¿Pero acaso, no lo son la mayoría de vivencias de los adolescentes?
¿Acaso no lo es cualquier “teenager” que se cree El Rey del Mundo?
Desde luego, aunque también puede poner los pelos de punta.
Porque todos los sentimientos están en ebullición y descontrol, y porque el descubrimiento del mundo, a pesar de ser una más que atractiva perspectiva, siempre conlleva miedos y frustraciones; hablamos de los compañeros, de las drogas, de la primera experiencia sexual...
Mensaje entendido a la perfección, y plasmado por Landis y Trank, con cierta originalidad, y con ganas de aportar nuevos enfoques al subgénero.
Así es esta crónica de los grandes poderes, que siempre conllevan una gran IRresponsabilidad.
Una montaña rusa tan anárquica, como por ejemplo lo sería un adolescente con aptitudes telequinéticas.
Chronicle evoluciona, al igual que sus personajes, que cada vez se hacen más fuertes, y va pasando por diferentes etapas:
Grabación casera de ciencia ficción al estilo “Jackass”, estudio sobre la rebeldía adolescente, reformulación perversa del mito de “Superman”, inteligente superación de los clichés del “found footage” y parábola amarga sobre la cultura narcisista.
“Boys will be boys”
La mezcla de inmadurez, de peligrosa fantasía, y de mucho dolor durante años acumulado, es una combinación que les explotará en la cara a cualquiera; no dejar de ser curioso, la soledad que acaba entrañando poder conseguirlo todo.
Pero poniéndonos serios, Chronicle es la historia de un adolescente, que usa la imagen para enfrentarse a su padre, es importante prestarle atención al primer plano de la película:
La imagen de la cámara, como cerradura para impedir el ingreso del padre a la habitación, que no es, al menos no del todo, su padre biológico, golpeador, probablemente abusador, y borracho, sino otro, más grande y poderoso, invisible, de inefable determinación.
¿Sociedad, sistema?
Andrew sabe que su cámara produce, que hace rodar una mercancía más, la imagen, en el mundo que le provoca bronca y malestar, pero no le queda otra:
Su deseo encuentra en la imagen, algo que no se negocia, una suerte de bastión para su voluntad inadaptada, de Arthur Schopenhauer; y el desencadenante, no sin magia:
El túnel, la luz…
¿La caverna?
Para lograr una pertenencia al grupo, como dijo Carl Gustav Jung; pero ahí están los bastones de colores luminosos del rave que Jung no explica, sombras en la imagen de un fuego que Andrew lleva adentro, y que la imagen total, híper visible, no deja ver, como dice Platón.
Ni siquiera la realización de su éxtasis, le permite durante el desenlace al pobre Andrew, que haciendo flamear con ira las banderas yanquis hacia afuera, alejándolas de sí, busca colapsar un rascacielos y autodestruirse.
No… una lanza irónica de su tierra india, atraviesa a este joven de origen irlandés, y le grita en la cara, con voz calma y afectuosa, que su deseo está cumplido, rebajado a imagen en el Tíbet, como nirvana virtual.
La política, que se muestra accidental, inocua, es partida al medio por un rayo, por Steve, “el negro”, mientras Matt, finalmente, se convierte en el director de cámaras:
Quien decide el último plano y corte a negro final, quien tiene la última palabra sobre esa imagen en las montañas, tan artificial como elocuente.
Matt, el superhéroe integrado, es quien ejerce el poder de imaginar, hacer imágenes, nuestros deseos, y nuestra ira, quien realiza el último montaje, y da forma a la historia, crónica.
Porque como dice Chimamanda Adichie, escritora nigeriana:
“El poder es la capacidad, no sólo de contar la historia del otro, sino de hacer que ésta, sea la historia definitiva”
Desolador, aunque brillante final.
En el cine narrativo, la cámara invisible y omnisciente, es el ojo de un dios que dicta el sentido de cuanto refleja su pupila.
Como indica su título, Chronicle simula ser otra cosa:
Una crónica, una ficción en directo, vivida por Andrew, Matt y Steve; una historia sin el lastre de la Historia, sin autoridad por tanto, para dar voz a sus personajes, obligada más bien, a escucharles para existir.
Con lo que ello implica, en términos de subversión moral y cultural:
Andrew ejemplifica la presente rebelión demoníaca, contra ciertos estatus paternalistas de la imagen; y sucede cuando Andrew enciende por primera vez la cámara de vídeo que acaba de comprar.
Solo entonces, accedemos a Chronicle.
¿Qué vemos?
El visor enfoca la puerta de su dormitorio.
Escuchamos cómo su padre, un alcohólico insensible a la enfermedad terminal de su mujer, y la alienación de su hijo; amenaza con entrar.
Andrew le hace desistir:
“Ahora tengo una cámara; y voy a grabarlo todo”
Pero… el chico acaba de adquirir súper poderes.
El arma con la que reescribir un relato, que había predeterminado para él, el papel de perdedor:
Su cámara.
Y sus habilidades sobrehumanas posteriores, servirán ante todo, al propósito de incrementar la relevancia de su persona en la imagen, el peso de sus sentimientos en los innumerables dispositivos de grabación, emisión, y reproducción, que nos rodean actualmente.
Sin embargo, el plano inicial descrito de Chronicle, evidencia el narcisismo y la inexperiencia que lastran las ambiciones de Andrew.
La puerta de su dormitorio está cerrada, y cubierta de arriba abajo, con un espejo.
Lo que está registrando la cámara, es a sí misma, y su separación del mundo.
Nada más.
No importa cuántas lentes pongamos a nuestros pies, si solo van a constatar nuestra carencia de atributos.
Parafraseando al músico irlandés, Fionn Regan, Andrew aspiraba a convertirse:
“…en la vista aérea de la ciudad que una vez conociste”
Pero lo que nos lega, es el primer plano de un fracaso, que Matt encarrila con las mejores intenciones, en la dirección de siempre:
“Be Good or Be Gone”
Como conclusión, no hay nada ahí fuera, determinando nuestro futuro, y son nuestras decisiones, condicionadas por el ambiente en que se desarrollan, las que le dan forma.
Al final, alguno espera que a Matt le vuelva a sangrar la nariz, porque eso significaría que habrá secuela.
Y si no, porque la taquilla en Estados Unidos ha sido buena, y la puerta para nuevos juegos y dramas adolescentes, queda bien abierta.
En el artificio del punto de vista, pues, está la trampa, pero también la maximización de un clímax, que en su osadía, consigue imágenes de impacto:
El plano del noticiario del encuentro en la cumbre del Space Needle, el inesperado vuelo filmado desde el interior de un coche, al amparo de unos impecables efectos visuales, capaces de conciliar la vocación de crónica anunciada por el título, y la visibilidad del espectáculo en “la batalla final”
Al margen de esa elemental idea, en torno al universo adolescente, Josh Trank nos da mucho fuego de artificio y espectáculo visual, con magníficos, aunque repetitivos efectos especiales, los vuelos entre las nubes, o “el combate final” son una atractiva invitación para la imaginación, frecuentemente con cámara en mano y subjetiva, y con un montaje sincopado, que completa la estética moderna elegida.
En ese sentido, es como si, consciente de su poder como creador de ilusiones, el director se regodease en su capacidad para transformar la realidad, y por eso, convierte a Andrew en su alter ego.
La pena es que, como al trío adolescente, ese súper poder, también a él se le va de las manos, y después de la sorpresa inicial, termina cansando al espectador, que espera encontrar algo más, detrás de tanto vuelo acrobático, y tanta explosión estruendosa.
Hasta alcanzar esa conclusión apocalíptica, Chronicle puntúa su narrativa “in crescendo” con referentes filosóficos, que van desde “La Alegoría de La Caverna” de Platón, al “Concepto de La Voluntad” de Arthur Schopenhauer.
Esquivando la cita gratuita, esos apuntes son bases para sendas construcciones psicológicas, que se derivan en el superhéroe involuntario:
Matt, y el súper villano a su pesar, Andrew.
Trank y Landis, hablan de la villanía como consecuencia natural de la exclusión social, y el sentimiento de angustia o ansiedad, al modo Tetsuo (鉄男), nombre propio masculino japonés, cuyos 2 kanji leídos independientemente, significan hierro (鉄) y hombre (男); y de la heroicidad, como un accidental valor que resulta de la sobreprotección, y la cerrazón de las reglas.
Pero en paralelo, Chronicle no deja de expresar devoción por los placeres epidérmicos de un género, que aquí está sujeto a una de sus más estimulantes y felices revisiones.
Cierto es, que la presencia de la maldita cámara está del todo injustificada, en no pocas escenas, lo cual hace que el conjunto pierda en credibilidad, pero gracias a esta elección, se viven momentos de verdadero impacto, como la mayoría de secuencias en las que los chicos descubren sus nuevas habilidades, haciendo gala todas ellas, de un macarrismo y acierto, a la hora de suministrar adrenalina encomiables.
A destacar también, una desmadrada, como no podía ser de otra forma, recta final, en la que la apuesta narrativa, explota convirtiendo a Chronicle, en un testigo de excepción, y muy intencionado, de la pantalla global en la que se ha convertido La Era Digital.
Y es que ese es otro gran defecto de Chronicle:
La obsesión con la cámara en mano.
En la mayoría de películas, si es usada, no solo como recurso del guión, sino visual, con una imagen acorde, a si la estuviéramos viendo con la cámara, supuestamente grabada, y en Chronicle, es evidente que la calidad de imagen es de una cámara de cine de las buenas, y no de las videocámaras que llevan unos y otros.
De todos modos, el mayor defecto que comete al usar este recurso, es el intento obsesivo y perfeccionista, de que cada escena esté rodada con alguna cámara, buscando excusas de un personaje innecesario, de una chica que coincide que también tiene esa fijación, de ir todo el día con la camarita para grabar para su blog, o cámaras de los policías, o de alguien que pasa por la calle.
Al final, se le va de las manos, y lo peor de todo, es que hay algunas escenas, que es imposible que las haya grabado alguien con una cámara, y que quizás obvió, porque creía que el espectador no se daría cuenta, o porque estaba cansado de su propio juego.
Por Dios, que dejen de filmar a cámara en mano, ya no es moderno, ya no es vistoso, ya no es realista, como experimento estuvo bien en su momento, por tanto:
¡Basta Ya!
Chronicle en ese sentido es reiterativa, precisamente, se pasan medio metraje “justificando” la presencia de la cámara, lo cual a veces es “injustificable”
Chronicle posee falta de ritmo, a pesar de su corta duración, la primera mitad se hace eterna…
Falta total de originalidad, y quien diga lo contrario, es que no ha visto similares, con la cámara al hombro... y peor dirigido, encuadre...
Chronicle es pretenciosa, ya que estamos en una época, que además de los “reboot”, y precuelas que son un virus, también desde la democratización de Internet, los portales de vídeos como youtube, y los programas de “caza talentos”, parece obligado, que cada año al menos, salga un “artista revelación que con cuatro duros, te hace “una película de culto”, y encima, de éxito”... y esto empieza a cantar por mucho que sea el hijo de John Landis...
Por otra parte, el reparto es desconocido, sin dudas ayuda, y a pesar de contar con personajes prescindibles y de relleno, como la chica del blog, cumple su cometido, gracias a unos efectos especiales muy logrados, que lucen en todo su esplendor, en los momentos finales.
Y el argumento es muchísimo más que penoso, porque no da explicaciones:
Hay cosas que no se explican, como que es la cosa que les da súper poderes, y por qué les sangra tanto la nariz; por qué vuelan, quién y cómo salieron de la cueva, etc.
La crónica es:
Chicos encuentran un artefacto; uno de ellos es de color, para ser políticamente correcto, y le da poderes.
Lo usan como adolescentes que son:
El tímido se vuelve malo, y empieza a “vengarse” de todos los que lo han puteado... eso me lo esperaba desde el inicio.
Muere uno de ellos; Steve como es negro, paradójicamente muere primero, gran sorpresa, viniendo de una película estadounidense.
Y quedan 2:
¿Qué pasará entre ellos?
Si en la primera media hora de Chronicle, estábamos esperando que se ponga malo, y le den lo suyo a “los malos de turno”, en la siguiente, estamos esperando que peguen los 2 que quedan....
¡Qué originalidad!
Andrew como tiene una vida de mierda, termina siendo el malo, algo que se veía venir:
Típico niño maltratado, que coge la pistola de su padre, y se abre a tiros en el instituto, que deporte tan sumamente estadounidense, que hasta lo recrean con súper poderes...
Mientras hay una relación estúpida, entre uno de ellos y una enferma mental, no tiene otro nombre, que se lleva la cámara hasta para ir al baño, incluso, la deja en la puerta para recibir a la gente en su casa...
Pero claro, hay que meter a una chica, para volver a ser políticamente correctos...
Además, si no la metemos en el tráiler, corremos el riesgo de que las novias no quieran ir a ver una película de chicos, para chicos adolescente, etc.
Y es que la relación entre Matt y la blogger, no me acaba de gustar, será que en cada película, tiene que haber alguna relación amorosa, y en Chronicle no hacía falta.
También, he de decir, que se está pensando una segunda parte.
¿Por qué?
Chronicle acaba bien, y no requiere ninguna secuela, precuela, “reboot” o infamia similar.
Qué manía tienen a estropear las películas con secuelas innecesarias.
Si de mí dependiera, todo eso acabaría.
“I'm an apex predator”
Chronicle es una película de estudiantes “teenagers” con buena dosis de drama real:
Padre maltratador, madre moribunda, “bullying” en la escuela, problemas de relación, amistad, soledad...
Todo ello, aderezado con buena ciencia ficción, efectos excelentes para su presupuesto, y una de las mejores secuencias de acción finales, jamás vista en una película del género.
Si bien, es un recurso sobreexplotado en los últimos años, el mostrarnos todo a través de videocámaras diegéticas, funciona muy bien en Chronicle, y se exploran nuevas posibilidades; aunque es abusiva.
La mirada más simple y superficial de Chronicle, se reduciría a contemplar cómo esos niños juegan a ser dueños de su ámbito, a superar su patológica timidez, o a granjearse las simpatías femeninas.
Pero esa visión se agotaría a los 15 minutos, y entonces, el espectador podría adentrarse en su universo adolescente, para descubrir que en el fondo, la cámara no es sino, una manera de registrar la realidad, distanciándose de ella, porque no se entiende, o de controlar un entorno esquivo sobre el que se proyectan los propios deseos hormonales, o de ambición.
El difícil ambiente familiar de Andrew, con una madre gravemente enferma, y un padre alcohólico, o los sueños idealistas de amor y poder no alcanzados de Matt y Steve, nos hablan de la dificultad, y necesidad de encajar en un ambiente hostil, al igual que los poderes adquiridos, reflejarían la oportunidad que la adolescencia trae, al descubrir un mundo lleno de posibilidades, antes inimaginables.
De esta manera, desechado cualquier tipo de tratamiento realista, o de acercamiento desde la verosimilitud, Chronicle funciona como alegoría del difícil mundo adolescente, entre el juego irresponsable, y la incapacidad para explicar la crudeza de la vida, entre los sueños idealistas, y la problemática de la autoestima.
Especialmente, Andrew se nos ofrece como paradigma del adolescente, que no puede controlar la ira del instante, necesitado de afecto, y de un referente paterno, proclive a convertirse en un destructor indiscriminado, cuando no, a recluirse en la soledad de las nubes.
No hay modo de contrapesar esa rabia contenida, ni de llenar ese corazón afligido, y la víctima se convierte en verdugo alocado, a no ser que llegue a conocer el origen y destino de ese poder, si bien, para eso no es necesario ir al Tíbet.
En particular, el potencial destructivo de un poder en manos de quien no tiene el desarrollo, o la conciencia necesaria para administrarlo.
Chronicle no deja de ver una metáfora sobre el ser humano como especie “apex” de nuestro mundo.
Tenemos un gran poder, el que nos brinda nuestro cerebro “ultra desarrollado” si nos comparamos con otras especies.
Pero sistemáticamente, asistimos al poder destructivo de nuestro “súper poder” dado que no estamos convenientemente desarrollados para ejercerlo.

“It's all fun and games until everybody gets hurt”



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