Das Boot

“Wenn die Jäger wird zum Gejagten”
(Cuando los cazadores se convierten en la presa)

Fue durante un viaje a EEUU, a Chicago específicamente, donde una interesante opción dentro del Museo de Ciencia e Industria, fue una visita al U-505, Tipo IXC, un submarino alemán de La Segunda Guerra Mundial, que fue capturado en las costas occidentales de África, el 4 de junio de 1944, después de aterrorizar a buques enemigos en El Océano Atlántico.
Adentro del submarino, los visitantes pueden imaginar la vida de aquellos militares germanos durante la guerra, en compartimientos minúsculos.
Fue en Junio de 1944, cuando la USNavy capturó al U-Boot Tipo IXC, U-505, en el Atlántico, en la costa Oeste de África; y fue entonces, llevado a las Bermudas, donde con gran secreto, permaneció hasta el final de la guerra.
Tras El Día de La Victoria en Europa, un comunicado de prensa de la USNavy, del 16 de Mayo de 1945, dio al pueblo de EEUU, la primera noticia de la captura del U-505, y el 20 de Mayo, salió de Bermudas hacia Philadelphia, a donde llegó el 23 de Mayo, para tomar parte en el primero de 2 tours de Los Bonos de Guerra por la costa Este de EEUU, y puertos del Caribe, a favor del Departamento del Tesoro.
En Enero de 1946, el U-505 regresó a La Base Naval de Boston, a la espera de su final, como blanco para torpedos o cañones.
Sin embargo, gracias a la intervención del Almirante de la USNavy, Daniel Gallery, que había estado involucrado en la captura del U-505, el U-Boot fue salvado de su previsible destino, y tras prolongadas negociaciones, fue llevado al Museo de Ciencia e Industria de Chicago (MSI) en 1954, donde fue restaurado, y allí continúa a día de hoy, como objeto histórico.
El 25 de Septiembre de 1954, el U-505 fue dado como una exhibición permanente, y un recordatorio a todos los marinos que perdieron sus vidas en las 2 Batallas del Atlántico, en las 2 Guerras Mundiales, 1914 – 1918 y 1939 – 1945; donde se preserva como buque museo.
En 1989, U-505 fue designado National Historic Landmark; y hacia el 2004, el exterior del U-Boot había sufrido bastante daño por su exposición a la intemperie, por lo que en Abril de 2004, el museo construyó un alojamiento para él, bajo tierra, a cubierto de la intemperie, y con clima controlado.
Ahora ubicado allí, y protegido del mal clima, el restaurado U-505 reabrió al público, el 5 de junio de 2005.
Y es durante las situaciones en tiempos de guerra, que son de por sí crueles, difíciles, e inhumanas; que vemos a este tipo de máquinas submarinas, entrar en acción.
Al comienzo de La Segunda Guerra Mundial, la Kriegsmarine (KM) era demasiado pequeña para disputar el control del mar a la Royal Navy (RN) británica.
La única posibilidad estratégica de Alemania, era atacar el comercio aliado, utilizando su pequeña flota submarina.
Durante la guerra, la KM llevó a cabo, una clásica guerra de corso, utilizando navíos de superficie, aeronaves, y sobre todo, submarinos.
El Almirante K. Doenitz, empleó los submarinos a su mando, en el punto más débil de las defensas enemigas, en donde ellos pudiesen hacer el máximo de daño.
El Tipo VII, era un submarino monocasco, con el casco exterior conformado por los compartimentos de presión; la diferencia con los modelos iniciales, consistía en que los tanques de combustible, estaban instalados dentro del casco, a presión, con lo cual se daba una protección adicional al mismo.
Para efectos de maniobras de inmersión, se contaba con un tanque central, además de compartimentos en la parte anterior y posterior, y en los laterales del casco.
Fue un gran adelanto con respecto al Tipo II, ya que permitía embarcar un mayor número de torpedos, tenía más autonomía, más velocidad, la presencia de un tubo lanzatorpedos a popa, y un cañón en cubierta para rematar los barcos tocados.
El tipo VIIC, fue el que se produjo en mayor cantidad, con un total de 568 naves comisionadas entre 1940 y 1945; y fue el buque más representativo de La Batalla del Atlántico, pasando de “los días felices” de principios de 1940, cuando los mercantes iban sin escolta, a la masacre que sufrió a finales de la guerra, cuando los Aliados perfeccionaron sus tácticas antisubmarinas.
El VIIC, tenía los mismos motores y máquinas que el VIIB, pero era más grande y pesado, por lo que tenía algo menos de velocidad.
Entre las diferencias, cabe destacar la incorporación del sonar Such-Gerät, un sistema de inmersión más rápido, nuevos motores eléctricos, y una mejora en los compresores de aire.
Algunos modelos del VII C, recibieron la modificación del esnórquel a finales de la guerra, entre 1944 y 1945.
El U-96 fue un submarino alemán de La Segunda Guerra Mundial del tipo VIIC, que entró en servicio en septiembre de 1940, y fue comandado por El Capitán de Fragata, Heinrich Lehmann-Willenbrock, hasta marzo de 1942; con una tripulación de 4 oficiales, y  entre 35 y 40 marinos.
Como parte de La 7ª Flotilla, y con base en Saint Nazaire, Francia; el U-96 llevó a cabo 11 patrullajes, en las cuales, hundió 28 buques, por un total de 190.094 toneladas, y dañó otros 4, por un total de 33.043 toneladas hasta su hundimiento el 30 de marzo de 1945, en Wilhelmshaven, a manos de bombarderos de los Estados Unidos, patrullas en las que no murió ni uno sólo de sus tripulantes.
El submarino, era también famoso por su emblema, un pez sierra riendo, que acabó por ser el emblema de La 9ª Flotilla, una vez que Lehmann-Willenbrock tomara el mando del U-Boot, en 1942.
De los 40.000 soldados alemanes destinados a engrosar la flota subacuática, 30.000 acabaron alimentando la voracidad de la Parca; 3 de cada 4.
Durante la guerra, los alemanes hundieron 5.150 barcos aliados, con un desplazamiento de 21.6 millones de toneladas.
De este gran total, los U-Boots fueron responsables de 2.828 barcos y 14.7 millones de toneladas, es decir, el equivalente a toda la flota mercante británica en 1939.
Adicionalmente, hundieron 187 naves de guerra, incluyendo 6 portaaviones, y 2 acorazados.
Estos resultados sólo pudieron alcanzarse a un costo muy elevado:
785 submarinos destruidos de los 1158 construidos.
“Ruhig in diesem Bordell!
Schlechte Nachrichten, Männer”
(¡Cállense putas!
Les tengo malas noticias)
Das Boot es una película alemana de suspenso con drama bélico, del año 1981, escrito y dirigido por Wolfgang Petersen.
Protagonizado por Jürgen Prochnow, Herbert Grönemeyer, Klaus Wennemann, Hubertus Bengsch, Martin Semmelrogge, Bernd Tauber, Erwin Leder, Otto Sander, Martin May, Heinz Hoenig, Uwe Ochsenknecht, Claude-Oliver Rudolph, Jan Fedder, Ralf Richter, Joachim Bernhard, Oliver Stritzel, entre otros.
Das Boot está basado en la novela homónima de Lothar-Günther Buchheim, publicada en 1973, la cual fue un clamoroso éxito de ventas, cosa que no es de extrañar, dado que el propio Buchheim, trabajó como corresponsal de guerra, y vivió en persona, la terrible odisea que describe de una forma realista, y detallada.
Das Boot cuenta la aventura de un submarino alemán, de La Segunda Guerra Mundial, el cual es el escenario en el que un grupo de jóvenes soldados, dispuesto a defender su patria, tendrá que someterse a una dura convivencia, tras descubrir que han sido enviados a realizar una misión, probablemente suicida.
Y es que Lothar-Günther Buchheim fue todo un personaje:
Oficial de Marina, periodista, fotógrafo, escritor, historiador, y coleccionista de arte, galerista, y marchante; nació en Weimar, Turingia, en 1918, y murió en Starnberg, Baviera, en 2007.
Durante la contienda, de 1939 a 1945, sirvió como Oficial en La Armada Alemana, la Kriegsmarine, formando parte de una unidad de propaganda.
En virtud de ello, navegó en dragaminas, destructores, y submarinos, en calidad de corresponsal de guerra, poniendo por escrito sus experiencias.
En 1941, como corresponsal de guerra, Lothar-Günther Buchheim, acompañó a la tripulación del U-96, en una de sus patrullas, con la orden de fotografiar y describir al submarino en acción para fines de propaganda.
De sus experiencias, escribió una breve historia: “Die Eichenlaubfahrt” o “La Patrulla de Hojas de Roble”, que fue seguida en 1975, por la novela “Das Boot” o “El Submarino” y una crónica no ficticia en 1976, “U-Boot-Krieg” o “Guerra de Submarinos”
Das Boot obtuvo 6 nominaciones al Oscar, incluyendo:
Mejor dirección, guion adaptado, fotografía, edición, sonido y edición de sonido.
Das Boot se mueve constantemente, entre la acción frenética de las persecuciones, y la terrorífica, y casi insoportable quietud de los combates en las profundidades.
Petersen, trabajo 2 años en el proyecto, con un equipo de unas 250 personas, para dar a Das Boot, la mayor autenticidad posible, antiguos oficiales de submarinos, lo asesoraron durante el rodaje, y a modo de documentación, se utilizaron, además de la novela, imágenes documentales de los noticiarios de la época, y un reportaje llamado, “Cazadores del Océano”, que el propio Buchheim, autor de la novela, había publicado en 1943, en plena Guerra Mundial.
Hans-Joachim Krug, ex primer oficial del U-219, fue consultor de Das Boot; también colaboró como consultor, Heinrich Lehmann-Willenbrock, uno de los capitanes del verdadero U-96; de septiembre de 1940, a marzo de 1942, quien fuera condecorado con La Cruz de Hierro de Caballero.
Para Das Boot, se construyó una réplica perfecta del sumergible protagonista, así como varias más a diferentes escalas, una de ellas, de 11 metros de eslora, y accionada por un especialista que viajaba en su interior, amén de las que se introdujeron en un gigantesco tanque repleto de agua.
El rodaje, por tanto, presentaba innumerables problemas de orden técnico, en una época en la que aun no se podía contar con imágenes digitales, de modo que era necesario reconstruirlo todo, para conseguir la mayor verosimilitud.
Así, Das Boot logra hacer tangible, la experiencia de combatir en uno de estos tétricos navíos.
Una hazaña que nada tiene que ver con la épica, sino con el hacinamiento, con el olor a sobaco, a pies, a mierda, y a terror, a nervios y espera, con las fugaces intervenciones como cazador, y la perenne condición de presa.
Das Boot entrega un mensaje antibelicista:
Uno de los objetivos establecidos por Petersen, era guiar a los espectadores a través de un “viaje a la locura”, mostrándoles “en qué consiste la guerra”
Petersen aumentó el suspense, al mostrar en contadas ocasiones, tomas externas del submarino, excepto cuando estaba en la superficie, y se valió de sonidos, para indicar el desarrollo de eventos en el exterior de la nave, mostrando así al público, sólo lo que la tripulación podía ver.
El largometraje original de 1981, costó 25 millones de marcos, unos $40 millones, en 1997, lo que significó que fuera, el largometraje más caro en la historia del cine alemán.
La meticulosa atención que prestó el director a los detalles, permitió que lograra el largometraje de submarinos más realista, y una de las películas de guerra, más exactas en el relato histórico, vistos hasta ahora.
De hecho, Das Boot presenta pocos momentos de adrenalina guerrera, y cuando aparecen, Petersen los expone mediante técnicas y códigos, más propios del thriller y el terror, envolviendo la atmósfera en luces oscuras, sonidos inquietantes, amenazas perpetuas e inescrutables, y una sensación de desamparo general en sus personajes, sometidos al desgaste feroz de una tortura constante; tanto así que Das Boot está considerada como, la mejor película de submarinos jamás rodada.
Hay que tener en cuenta, que Das Boot la financiaron varias cadenas de TV, con lo que el montaje original tenía formato de teleserie, y después, le quitaron metraje para el estreno de cines.
El material rodado, rebasando las 5 horas de duración, dio con creces, para la miniserie de televisión, pero con vistas a su exhibición en los cines, se realizó un montaje de 150 minutos, que fue el que cosechó un gran éxito internacional.
Sin embargo, quedó mucho material sin utilizar, y de ese modo, en 1997, se va a comercializar un “Director’s Cut” con una hora larga suplementaria, hasta alcanzar los 216 minutos.
Este nuevo montaje, altera por completo el ritmo de Das Boot, que evidentemente pierde agilidad, incluso por momentos puede parecer aburrida, pero por el contrario, se enriquece con nuevas escenas, suprimidas para su estreno, y comunica al espectador con mucha mayor efectividad, las sensaciones de encontrarse encerrado en el interior de un submarino de guerra, la inevitable claustrofobia, y el terrible tedio de los interminables tiempos muertos, sin una mala presa que llevarse a la ávida boca de ese hambriento lobo de mar, al servicio del “Tercer Reich”
Das Boot es el U-96, u otra unidad cualquiera, de la gran flota submarina de “U-Boots” con los que la Alemania Nazi hostiga y entorpece la navegación enemiga, hundiéndole miles de toneladas, y tratando de estrangular el comercio y el abastecimiento de una Inglaterra, que aun se bate en solitario en los mares, pues todavía faltan unas semanas, para que los Estados Unidos entren en la guerra, a causa del traicionero ataque japonés, a la base de Pearl Harbor.
Y entonces, da comienzo toda la rutina de la vida a bordo de un submarino, entre vigilancias escrutando los cielos y el horizonte, inmersiones repentinas, periscopios, torpedos, y las temidas cargas de profundidad.
La recreación y el realismo son impresionantes, mientras la cámara barre vertiginosamente con su objetivo indiscreto, las entrañas del sumergible alemán.
Era otoño de 1941, tiempos en que La Segunda Guerra Mundial entra en su momento álgido, y los submarinos alemanes, continúan hostigando a los buques enemigos.
El U-96, con base en el puerto francés de La Rochelle, se hace a la mar con el propósito de hundir cuanto más tonelaje mejor.
Opera en el Atlántico, recala en el puerto español de Vigo para reabastecerse, y recibe una peligrosa orden del Alto Mando:
Cruzar El Estrecho de Gibraltar, fuertemente custodiado por la flota británica, y dirigirse a La Spezia, en Italia.
Y ni el capitán ni la tripulación, las tienen todas consigo… 50 hombres auténticos, ni mejores ni peores que otros, que ríen y cantan cuando el destino se toma un respiro con ellos... y que lloran de miedo y de dolor, cuando “La Dama de La Guadaña” les da una palmadita en la espalda, para recordarles que sigue ahí, que no les ha olvidado, y que tarde o temprano, les visitará.
Libre de excrecencias patrióticas, y de cualquier aditamento de raíz romántica, o melodramática, Das Boot es únicamente, la historia de un puñado de hombres, que se ven obligados a realizar un trabajo muy arriesgado, en situaciones límite, aunque no para su propio provecho, sino como piezas de una gran maquinaria de la que forman parte, y cuyas decisiones no gobiernan, sino que se mueven al compás de las órdenes recibidas, por más que les quede todavía, cierto margen de maniobra e iniciativa.
La guerra, es la sublimación del peligro, y representa como pocas actividades humanas, la absoluta cotidianidad con la muerte, pero aun así, hay soldados y soldados.
A todos se les supone el valor, hasta el momento en que se ven en la tesitura de probarlo, pero sus comportamientos bajo el fuego enemigo, difieren mucho, unos de otros.
Quienes combaten en tierra, pueden ponerse a cubierto, o incluso huir.
Los que lo hacen desde el interior de un vehículo blindado, pueden abandonarlo, si las cosas se ponen feas.
Los marinos pueden escapar de sus embarcaciones en botes salvavidas, o aferrándose a la extrema precariedad de un resto de naufragio.
Los aviadores, en fin, tienen el paracaídas como mecanismo de salvación, pero los tripulantes de un submarino son, de todos los combatientes, los más vulnerables, los que lo tienen más crudo, hablando coloquialmente.
Amén de tratarse de un trabajo no apto para quienes sufran de claustrofobia, es decir, cuando su subrepticia presencia es advertida por la aviación o los buques enemigos, tan sólo pueden defenderse de las ametralladoras, los cañones, o las cargas de profundidad, sumergiéndose lo más posible, incluso, hasta tocar fondo, y allí, cruzar los dedos, o ponerse a rezar, esperando que no les acierten.
No existe otra vía de escape más que la suerte.
Esperar, y esperar…
“Nicht schlecht hier, oder?
Keine Post, kein Telefon.
Massivholzverkleidungen.
Gut belüftet Boot.
Kostenlose Lebensmittel, auch.
Wir sind hier im Klee!”
(No está mal aquí, ¿verdad?
Sin electricidad, ni teléfono.
Paneles de madera maciza.
Barco bien ventilado.
Comida gratis, también.
Estamos de suerte aquí!)
Das Boot cuenta una historia de unos cazadores, que se ven obligados a recurrir a todo su ingenio y ganas de vivir, para intentar conseguir el regreso a la base francesa, para pasar una Navidad en paz.
Ningún momento de tranquilidad se vivirá, en una singladura en la que tendrán que enfrentarse al duro Atlántico, a los días de búsqueda infructuosa de los cargueros enemigos, a los destructores, la aviación, y la propia resistencia psicológica de la tripulación, y la física de la nave.
Das Boot es una película coral, de un tono profundamente antibélico, en la que el auténtico protagonista, es el horror de la guerra, despojada de cualquier halo de romanticismo y de ideología, lo que sin duda favorece, y mucho, que nos sintamos plenamente identificados con la peripecia vital de unos marinos, siempre al borde de una angustia, que compartimos plenamente con ellos.
Das Boot es totalmente claustrofóbica, ya que son muy pocas las imágenes que se nos muestran del exterior del submarino, y las que vemos son, exactamente, aquellas que estaríamos viendo si fuéramos uno más de la tripulación, que lo somos, ya que el director nos implanta como si fuéramos uno más, ya que consigue que suframos con ellos, que permanezcamos atentos al sonido de las hélices de ese destructor que busca hundirlos definitivamente, en las difíciles aguas atlánticas, o ese avión que nos ametralla, y los obliga a una inmersión de emergencia.
La tensión va aumentando, a medida que pasa el tiempo, crece el miedo, el encierro, y toparse con tremendos buques ingleses, tampoco ayuda…
El silencio, la oscuridad, el “pip” del sonar, los crujidos del metal por la presión del agua, todos estos factores, se ven exaltados por las actuaciones de los actores.
También, la fotografía es excelente, no me imagino lo que habrá sido filmar en un recinto de 2 metros de ancho, rodeado de metales, maquinaria, hombres que apestan a testosterona, y demás cosas que hacen a Das Boot, más grande de lo que se puedan imaginar.
Esa sensación de angustia, viene subrayada por la fotografía, que abunda en virados a rojo y a verde, en las tomas interiores y exteriores respectivamente.
Y esos “travellings” que recorren el interior del submarino, de proa a popa, o viceversa, a través de la abigarrada estrechez de la nave, donde las piezas de carne, y los racimos de plátanos, se almacenan codo con codo, junto a los torpedos untados con vaselina, y nos introducen violentamente, en las vidas de este puñado de marinos, que permanecen en un zafarrancho de combate, casi constante.
Ello hace que quienes sirven en un submarino, sean gente de una pasta especial, conscientes de que tienen muchos boletos para no volver a salir a la superficie con vida, un alto porcentaje de posibilidades de quedarse para siempre en el fondo del mar, hechos trizas por el estallido de una carga, o reventados a causa de la extrema presión de su particular descenso a los infiernos abisales.
Eso comporta una psicología muy particular, tal como vemos en el arranque de Das Boot:
Un automóvil avanza por una estrecha carretera, a través de la noche.
Varios oficiales de la Kriegsmarine, viajan en su interior.
El haz luminoso de los faros del coche, va descubriéndonos marineros a ambos lados de la ruta.
Son hombres ebrios, groseros, irreverentes.
Luego, el vehículo llega a una sala de fiestas, donde se divierte la oficialidad, allí no vemos marineros borrachos, pero también corre el alcohol a discreción entre los caballeros con galones.
Apuran a tope sus últimos instantes en tierra, antes de embarcarse en sus submarinos, que pueden convertirse, con bastante probabilidad, en sus tumbas de acero, y en efecto, se comportan como si el mundo fuera a terminarse de un momento a otro, de una forma tan compulsiva como bárbara, tratando de evadirse en vano, de un destino que irremisiblemente les alcanzará en cuestión de unas pocas horas.
El más que buen asesoramiento que se buscó el director, dota a Das Boot de un realismo nunca alcanzado por una película de submarinos, unas naves en las que el espacio es mínimo, en el que la comida va colgada en cualquier sitio, y en el que los oficiales tienen que levantarse de la mesa para dejar libre el pasillo.
Todos los hombres conviviendo en un espacio mínimo, sin ninguna comodidad, y en medio de un aire viciado, y una atmósfera que se vuelve casi irrespirable, mientras están esperando en el fondo del mar, que la balanza caiga de su lado, o de la contraria.
El concepto de la disciplina, es muy diferente al que puede reinar en un buque de superficie.
La constante familiaridad con el peligro, la pegajosa vecindad con la muerte, forja otro tipo de vínculos entre los hombres, disuelve de algún modo las jerarquías, y así, el comandante ya no es el jefe distante e inaccesible de un destructor o un acorazado, allá lejos, en el puente de mando, rodeado de sus oficiales irreprochablemente uniformados, sino alguien con quien te estás rozando a cada momento, vestido de cualquier manera, y con una barba igual que la tuya, impartiendo sus instrucciones, y corriendo el mismo riesgo.
La compenetración entre las varias decenas de hombres, casi todos muy jóvenes, que componen la dotación de un U-Boot, es total, presidida por un encomiable espíritu de equipo.
Cada uno es responsable de una tarea muy concreta, que debe realizar a la perfección, y en el menor tiempo posible, pues nada hay más vulnerable que un submarino.
Del mismo modo, la falta de higiene se apodera de todo y de todos:
¿Cómo podrían mantenerse limpios y a salvo de infecciones, dentro de un emplazamiento que no lo permite?
El miedo es parte fundamental del viaje, un temor que se descubre cuando aguardan en las profundidades, mientras sufren los ataques de los destructores, es en esos momentos, cuando la idea de una muerte horrible, cobra fuerza en la mente de los soldados, quienes no pueden más que consumirse en un silencio sepulcral, para evitar delatar su posición.
Como dato, es sabido que en tiempos de larga duración en el mar, sea sobre o debajo de él, se hace indispensable la masturbación como método para calmar la ansiedad; y bueno, resulta curioso el diálogo entre marinos cuando uno le pide a otro, lazar los vellos de la nariz con los de su ano…
La tensión dentro del submarino es constante, gráficamente ejemplificada por los recurrentes planos, en los que varios vigías otean incansablemente el horizonte con sus prismáticos desde la torreta, las largas horas de tedioso encierro en las tripas de la nave, el miedo, sumamente lógico, a no poder regresar a la superficie, y morir a causa de los efectos de la presión, o por falta de oxígeno, son el menú cotidiano de los hombres que luchan bajo las aguas, en los cientos de U-Boots que la Alemania hitleriana despachó a los 7 mares para hacer la guerra, y la realización de Petersen nos comunica vívidamente esas sensaciones, haciéndonos partícipes de esa angustia.
Y, en efecto, ver Das Boot se convierte por momentos, en una experiencia angustiosa para el espectador, que sufre cuando los manómetros bajan demasiado, o parecen incapaces de subir, y entonces, nuestro grado de identificación, casi de comunión, con los hombres del U-96 y su letal aventura, alcanza cotas muy elevadas.
Si hay algo que se le podría criticar a Das Boot, es que está ambientada en los días de Hitler, que en ningún momento se manifiesta algún tipo de fervor hacia el nazismo…
Más bien pareciera ser un grupo de hombres, que luchan una guerra que no es suya; que no lograron entusiasmarse lo suficiente con los planes del Führer.
Sin embargo, es justamente esto lo que cautivó.
Sea porque Das Boot, mal que mal, es de 1981, 36 años de finalizada la guerra, cuando no sólo nadie añoraba el pasado hitleriano, sino además, se repudiaba cualquier relación, e incluso insinuación con El Tercer Reich.
Recordemos que Alemania en ese entonces, se encontraba dividida por los vencedores de la guerra que Hitler no pudo ganar.
O porque Petersen pretendía mostrarle al mundo, que hubo soldados que fueron víctimas de una ideología, la cual no les interesaba; de cierta manera, ayudar a purificar la imagen estigmatizada del inhumano soldado alemán.
Propongo prestar principalmente la atención, en 3 sujetos:
En primer lugar, Der Kapitänleutnant o “Der Alte” (Jürgen Prochnow) fantástico, impecable, y con nervios de acero; quien mantiene la tensión.
Luego en El Primer Teniente a bordo, u “Oberleutnant” (Hubertus Bengsch) impecable, meticuloso admirador del Führer, al que nadie le presta demasiada atención.
Y por último, Johann (Erwin Leder), el “Obermaschinist” llamado “Das Gespenst” o “el fantasma del barco” que vive encerrado en el cuarto de máquinas.
Escenas antológicas:
El torpedeamiento del convoy en El Atlántico Norte, con un cielo naranja de las llamas; las angustiosas escenas de las cargas de profundidad, y del silencio para no ser descubiertos; y como era de esperar, el director tiene que pagar el “impuesto político-ideológico” que deben pagar todos los directores que hagan películas sobre La Segunda Guerra Mundial, si quieren que la película se comercialice:
Petersen paga la factura, cuando el comandante del submarino, y protagonista principal, expresa su desprecio y su burla hacia los dirigentes alemanes de la época, los malísimos nazis.
Además, contiene Das Boot, algunas de las escenas más claustrofóbicas, vistas en las últimas décadas.
Inolvidables resultan los mencionados combates, las escenas en las que la tripulación enloquece, y la cercana al desenlace, unos minutos verdaderamente aterradores, en la que el submarino se hunde en las profundidades, sin una aparente posibilidad de volver a emerger.
La banda sonora, termina de modelar el ambiente:
Lúgubre y conformada, especialmente en los interiores, por extraños sonidos marítimos y metálicos.
El mensaje de Das Boot se centra, en mostrar los horrores de la guerra, queda bien claro en su desenlace, y en presentar unos personajes humanizados, y alejados de los habituales nazis malévolos y violentos de otras películas.
Con todo, Das Boot supuso todo un hito para el cine alemán de su tiempo; fue un filme carísimo, que lanzó a la fama fuera de Alemania, a Jürgen Prochnow, y que recibió 6 nominaciones a los Oscar siendo extranjera; lo que la hace una obra maestra imprescindible.
“Liebste Françoise, dies ist mein vierzehnten Brief an Sie, aber Sie haben noch einen zu sehen”
(Querida Françoise, esta es mi 14ª carta, pero no he recibido una de usted todavía)
El concepto de “víctima” en las guerras, está mal definido.
Casi siempre, “víctimas” hace referencia a aquella porción de los que sufren, que pertenecen al bando de los ganadores.
Pocos recuerdan a las demás.
Por supuesto, aquí habría que definir “ganadores”
En el mejor de los casos, se es un superviviente.
Y si el campo de batalla es tan grande como una región, o un país, o un continente, o un océano, o el mundo, o el portal de mi casa, todos son víctimas.
En La Segunda Guerra Mundial, no sólo los civiles pertenecientes a los países aliados, o a los países conquistados, los franceses, los rusos, los polacos, los belgas, o los judíos, fueron víctimas.
También lo fueron los soldados aliados.
Y también los civiles alemanes.
Y los soldados alemanes, también.
Ni siquiera se trata de esa guerra, o de tantas otras.
En concreto, se trata de todas.
No se es víctima sólo en combate, o acción de guerra.
Se puede ser víctima por muchas razones.
Por haber sido alienado para creer ciegamente, que las doctrinas que te han inculcado son las únicas ciertas y dignas de permanecer.
Por haber sido llamado a luchar por algo, creas o no en ello, que realmente tampoco es tan decisivo en tu vida.
Por estar lejos de todo lo que amas, lo que es importante para ti.
Por el miedo y el sufrimiento, propio y ajeno.
Por tener que matar.
O por ver cómo, todo aquello en lo que te habían hecho creer, se derrumba, y con ello, tantos años de tu vida, tantas horas de reflexión, tanta inocencia…
Por ejemplo, en Das Boot, los miembros de la tripulación del submarino, en principio nos resultan desagradables.
Son alemanes, los mismos alemanes que han invadido media Europa, que han masacrado en campos de exterminio, a no-sé-cuantos judíos, no importa el número una vez que supera la unidad, que han sitiado ciudades, matando a la población de hambre, enfermedades, bombas, disparos, desesperación...
Nos provocan repulsión.
¡Ojalá los hundan!
Pero una vez que empiezas a conocerlos, a ver lo que sienten, a sentir su angustia por ellos mismos, y por sus seres queridos, su solidaridad con sus compañeros, el pavor ante la inminencia de la muerte, en definitiva, a descubrir su humanidad, su indistinguible parecido con nosotros mismos, comienzas a “amarlos”; y no hacen falta más que unos pocos minutos de metraje para ello.
No hacen falta más que unos minutos de vida compartida, y real, para ello.
Y vemos como hunden barcos en los que iban personas con sus mismas ansias, que desde ahora, reposaran para siempre en el fondo del mar.
Al final, te importa un carajo que sean alemanes, ingleses estadounidenses, rusos o iraquíes, judíos o palestinos, negros o afrikáners, serbios o bosnios…
Al final, son sólo seres humanos asustados, con ganas de volver a casa.
Y uno desea con toda el alma, que lo consigan.
Por ello, es raro ver una película de La Segunda Guerra Mundial, en la cual, los alemanes no sean malvados nazis asesinos; pues parece que el ejército de Hitler, estaba compuesto por seres humanos, ni mejores ni peores que sus enemigos.
¿Acaso no estamos cansados de ver siempre, películas donde el alemán es el malvado, que está al acecho, frío y calculador, esperando que pestañees 3 veces seguidas, para cagarte a tiros, y terminar riendo como un loco?
Bueno, acá vemos lo contrario, los miedos, la frustración, la inseguridad, el dolor de este grupo de 50 hombres, que lo único que quiere, es terminar esta travesía, y volver a casa.
Ojo, esto no es propaganda nazi, ni mucho menos, al contrario, muestra que más allá de lo que nos hace ver el cine convencional, hay otra realidad, que “los hijos de puta” son los que están sentados en un escritorio, y dan las órdenes.
En definitiva, Das Boot muestra otra cara del soldado alemán, expone la camaradería dentro de un submarino, y lo tenebrosa que puede resultar la vida en las profundidades del océano.

“Ich wollte, bevor etwas unerbittlich zu stehen.
Wo keine Frau kreuzt unseren Weg, und keine Mutter schaut nach uns.
Wo nur die Wirklichkeit herrscht, grausam und groß.
Ich war von dieser Aussicht getrunken.
Nun, das ist die Realität.
Ich wollte, bevor etwas unerbittlich zu stehen.
Wo keine Frau kreuzt unseren Weg, und keine Mutter schaut nach uns.
Wo nur die Wirklichkeit herrscht, grausam und groß.
Ich war von dieser Aussicht getrunken.
Nun, das ist die Realität”
(Quería estar ante algo implacable.
Donde ninguna mujer se cruzara en nuestro camino, y ninguna madre cuidara de nosotros.
 Cuando sólo la realidad reina, cruel y grande.
Yo estaba embriagado de esta perspectiva.
Ahora bien, esta es la realidad.)



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