La Ley de Herodes

“¡O te chingas, o te jodes!”

La corrupción política, en términos generales, es el mal uso público gubernamental del poder, para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada.
El término opuesto a corrupción política, es transparencia.
Por esta razón, se puede hablar del nivel de corrupción o de transparencia de un Estado.
Sayed y Bruce (1998) definen “la corrupción” como “el mal uso o el abuso del poder público para beneficio personal y privado”, entendiendo que este fenómeno no se limita a los funcionarios públicos.
También se define como el “conjunto de actitudes y actividades, mediante las cuales, una persona transgrede compromisos adquiridos consigo mismo, utilizando los privilegios otorgados, esos acuerdos tomados, con el objetivo de obtener un beneficio ajeno al bien común”
Por lo general, se apunta a los gobernantes, o los funcionarios elegidos o nombrados, que se dedican a aprovechar los recursos del Estado, para de una u otra forma, enriquecerse o beneficiar a parientes o amigos.
Todos los tipos de gobierno son susceptibles de corrupción política.
Las formas de corrupción varían, pero las más comunes son:
El uso ilegítimo de información privilegiada, el tráfico de influencias, el pucherazo, el patrocinio, y también los sobornos, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación, el caciquismo, el compadrazgo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad, y el despotismo.
La corrupción, facilita a menudo, otro tipo de hechos criminales, como:
El tráfico de drogas, el lavado de dinero, y la prostitución ilegal; aunque no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o protege otros crímenes.
El concepto de corrupción, difiere dependiendo del país o la jurisdicción.
Lo cierto es que, algunas prácticas políticas, pueden ser legales en un lugar, e ilegales en otros.
En algunos países, la policía y los fiscales, deben mantener la discreción sobre a quién arrestan y acusan, y la línea entre discreción y corrupción, puede ser difícil de dibujar.
En países con fuertes intereses de grupos políticos, las prácticas de corrupción se dan con más facilidad.
Siguiendo a Max Weber, citado por Alvar Ezquerra, puede decirse que “la gran diferencia entre el ejercicio del poder por el Antiguo Régimen, y el mundo democrático, es que en el Antiguo régimen, ese ejercicio era marcadamente patrimonialista”
Sin embargo, en los regímenes democráticos, al recaer la soberanía en el pueblo, el ejercicio del poder tiene que responder ante la nación.
Por otro lado, resultan útiles las aseveraciones de Theobald, quien, además de definir la corrupción como “el uso ilegal del oficio público para el beneficio personal”, intuye que en el mundo preindustrial, las dependencias personales dieron paso, en el mundo industrial, a la codificación formal de las organizaciones sociales, buscando la eficiencia.
Sin embargo, los lazos familiares o de amistad, aún perduran con más presencia conforme se desciende en la pirámide burocrática.
Los países desarrollados, también presentan corrupción, pero ésta tiende a frenarse, cuando se dan aumentos extraordinarios en la cantidad y la calidad de los medios de producción, y también, si se diera una economía internacional, basada en un sistema estable de intercambio de valores, bienes, y servicios.
La corrupción política, es una realidad mundial; su nivel de tolerancia o de combate, evidencia la madurez política de cada país.
Por esta misma razón, existen entidades nacionales e internacionales, oficiales y privadas, con la misión de supervisar el nivel de corrupción administrativa internacional, como es el caso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de los Estados Americanos (OEA), y Transparencia Internacional.
Además, la corrupción no es sólo responsabilidad del sector oficial, del Estado o del Gobierno de turno, sino que incluye, muy especialmente, al sector privado, en cuyo caso, se puede hablar de corrupción empresarial, o de tráfico de influencias entre el sector privado y el público.
En muchos países, como en Latinoamérica, dicho sector tiene una gran influencia estatal, y por tanto, el nivel de corrupción presente en esos países, tiene mucho que ver con la manera en la que se comporta el sector privado, en conjunto con los sistemas políticos.
Una situación de corrupción política sin restricciones, se conoce como “cleptocracia”, término que significa literalmente “gobierno por ladrones”
La Ley de Herodes se basa en el principio de la eliminación total de un factor general de riesgo, cuando este riesgo no se puede definir con exactitud.
Ciertos medicamentos actúan siguiendo el mismo principio:
Como por ejemplo:
Un antihistamínico no está hecho para eliminar una sola alergia, sino que tiene un espectro grande, y elimina todas las causas que podrían haber desencadenado la alergia.
“¡El que no transa no avanza!”
La Ley de Herodes es una película de comedia mexicana, del año 1999, dirigida por Luis Estrada.
Protagonizada por Damián Alcázar, Pedro Armendáriz Jr., Guillermo Gil, Isela Vega, Salvador Sánchez, Eduardo López Rojas, Manuel Ojeda, Ernesto Gómez Cruz, Alex Cox, Leticia Huijara, Juan Carlos Colombo, Delia Casanova, Evangelina Sosa, Jorge Zárate, Jesús Ochoa, Lucía Muñoz, Manuel Poncelis, entre otros.
El guión es de Luis Estrada, Jaime Sampietro, Vicente Leñero, y Fernando León, sobre una historia de Luis Estrada y Jaime Sampietro.
La Ley de Herodes es una comedia satírica, sobre la corrupción política en México, durante el largo mandato del Partido Revolucionario Institucional (PRI); uno de los principales partidos políticos mexicanos, que mantuvo el poder sobre México, entre 1929 y 1997.
Desde 1929, los presidentes de México, provenían de ese partido político, hasta que en las elecciones federales del año 2000, ganó por primera vez, el Partido Acción Nacional (PAN)
Existe el libro “La Ley de Herodes y Otros Cuentos” de Jorge Ibargüengoitia, escrito en 1949, que si bien refleja muchas realidades culturales de lo mexicano, no guarda ninguna relación con la película La Ley de Herodes, ni el guion de ésta, a pesar de la creencia que muchos tienen, de que sí fue basada en esta obra; y sobre la leyenda de Herodes, la cual se refiere a que Herodes, “El Rey de Los Judíos, se ve obligado a establecer un régimen basado en el terror… haciendo una persecución sangrienta de la antigua familia reinante, para así consolidar su posición, el trono, y seguir siendo único gobernante de los judíos”
En la película La Ley de Herodes, podemos interpretar, que se refiere a cometer cualquier atrocidad, con tal de estar en el poder, y por sobre todas las cosas, que el PRI fuera la única opción política.
Es importante analizar, el uso del lenguaje que utiliza Luis Estrada en La Ley de Herodes, desde el título de ésta “La Ley de Herodes: O Te Chingas O Te Jodes” nos hace referencia a las expresiones populares mexicanas, que hacen que el pueblo se identifique con facilidad.
Luis Estrada logra en La Ley de Herodes, en un tono humorístico e irónico, realizar una crítica directa al gobierno, que llevaba en el poder, más de 70 años.
Era impensable, que en una película mexicana, se retratara de forma tan explícita, una realidad  tan cruel.
La metáfora del Estado en La Ley de Herodes, es la metáfora también de las relaciones que nos obligan a reproducir modos de vida ficticios, relaciones vanas, de interés solamente, y la inversión de los valores humanos en valores mercantiles, que nos alejan unas de otras, y de una misma; es decir, nos alienan; haciendo repetir en nuestra voz interna, esa que se ubica detrás de las orejas:
¡O Te Chingas, O Te Jodes!
Era 1949, durante el sexenio del presidente Miguel Alemán, el corrupto alcalde de San Pedro de los Saguaros, es linchado y decapitado por los indígenas que habitan el lugar.
Corren tiempos electorales, y el gobernador no está dispuesto a ver peligrar su posición, por un escándalo político, por lo que ordena a su secretario de gobierno, el licenciado Fidel López (Pedro Armendáriz, Jr.), que nombre un nuevo Alcalde para San Pedro.
López decide, que el más indicado es Juan Vargas (Damián Alcázar), un inofensivo y fiel miembro del partido, que seguramente no será tan corrupto como su antecesor.
El nuevo Alcalde Vargas, recibe su asignación con las mejores intenciones, hasta que poco a poco, va descubriendo los beneficios del poder, aplicando la ley a su manera, y haciendo todo lo que pueda para enriquecerse, y mantenerse en el poder.
Se transforma en todo un tirano, dispuesto incluso, a asesinar para perpetuarse en el puesto.
Con esto, La Ley de Herodes es una comedia negra, en la que se denuncia el funcionamiento del sistema político mexicano.
La trama ocurre durante el sexenio del presidente Miguel Alemán, a mediados del siglo XX, pero con claras referencias a momentos posteriores.
En ella se cargan las tintas contra el PRI, partido de gobierno, pero también, contra su oposición, el PAN, y el PRD, así como contra la Iglesia, como parte de una misma casta dirigente.
Pero más allá de la realidad local mexicana, La Ley de Herodes adquiere un tono universal, en la crítica al burocratismo, la corrupción, y el funcionamiento de las instituciones del Estado, al servicio de unos pocos privilegiados.
De igual modo, se podría haber ambientado en muchos otros municipios de la América Latina actual, por ejemplo.
Se trata, en definitiva, de una efectiva sátira corrosiva, a una cultura política que concibe “el Estado como botín”, que entiende el acceso a la Administración del Estado, como una oportunidad para robar y hacerse rico, y no como un servicio público a la ciudadanía.
Sin duda, uno de los problemas más graves para el desarrollo y la reducción de la pobreza que enfrentan los países del Sur, tiene que ver con este tipo de cultura, y prácticas políticas.
La Ley de Herodes cuenta la historia de un político, Juan Vargas, nombrado presidente municipal interino de San Pedro de los Saguaros, en México, un pueblito de mala muerte, de unos 100 habitantes de mayoría indígena.
Juan Vargas, es un pobre diablo, al que sus superiores le dan el puesto, porque nadie está interesado en ocupar tan peligroso lugar, el anterior presidente municipal, fue linchado por la población.
Cuando toma posesión del cargo, Vargas realmente cree que su función es traer la modernidad y la justicia social al pueblo.
Y quiere trabajar realmente por ello.
Pero al ver que es abandonado a su suerte, sin presupuesto ni condiciones para llevarlo a cabo, sólo le entregan una pistola y la Constitución, y acabará aceptando, y beneficiándose de las reglas del juego institucional, convirtiéndose en un funcionario corrupto más, que tratará de sacar el mayor beneficio posible de la situación.
En el nivel de jerarquías sociales y políticas establecidas, intereses creados, San Pedro de los Saguaros, repite el esquema de poder de otros pueblos mexicanos.
Unas veces en contradicción, y otras en contubernio, se alinearán con el priísta Juan Vargas, el doctor Morales (Eduardo López Rojas) del opositor Partido Acción Nacional (PAN), la madrota Doña Lupe (Isela Vega) propietaria del prostíbulo, el cura Pérez (Guillermo Gil) que cobra por aceptar la confesión de pecados, y un gringo, Robert Smith (Alex Cox) a quien Juan apadrina, y le paga con mala moneda, quedándose con su mujer, Gloria (Leticia Huijara) en un lance que no parece gratuito, sino referencia oblicua del director Luis Estrada, a Los Tratados Comerciales Internacionales (NAFTA), firmados en el marco de la cooperación económica Norte-Sur.
La sensación de desamparo económico, en el que se ve envuelto Juan Vargas tras llegar a San Pedro, alcanza un clímax cuando decide ir a la capital de provincia en busca de ayuda financiera.
Es entonces, que recibirá de su padrino político en el PRI, el astuto licenciado López, no el apoyo en dinero que desea, sino una pistola y la Constitución como formas viables de gobierno.
O lo que es igual:
“A Dios rogando y con el mazo dando”
Y junto con las armas homicida y legal, también recibe el mejor consejo de su carrera política:
“Aplica La Ley De Herodes: Chinga a otros cabrones, antes que te jodan”
Juan Vargas, pronto aprende la lección, y la lleva a la  práctica.
Es interesante resaltar, el simbolismo de las 2 cosas que le entregan para llevar a cabo su trabajo:
La pistola y la Constitución, o sea, la capacidad de ejercer violencia, y la de administrar la Ley.
El Estado es así, reducido a una herramienta de coacción al servicio de unos pocos, frente a la gran mayoría.
La pistola posibilita a Vargas, intimidar a la población.
La Constitución, así como sus reinterpretaciones y particulares añadidos, le permite imponer multas, crear nuevos impuestos, y obtener recursos de la gente.
La misma Constitución, es utilizada en La Ley de Herodes para guardar el dinero recaudado, símbolo del uso corrupto que se hace de ella.
Otro de los temas que Luis Estrada denuncia, es la impunidad en la que vive la clase política.
El político corrupto, lejos de ser castigado, es protegido y tapado, garantizándose entre unos y otros, la permanencia en el poder de esta clase política.
En un momento se afirma:
“El reto para nuestro partido, por el bien del país, es estar en el poder por siempre y para siempre”
A pesar de las diferencias de partido, La Ley de Herodes sostiene que, unos y otros son lo mismo, distintas caras de una misma casta.
Y en este ácido retrato, el poder eclesial, también está implicado, negociando, y sacando beneficio del mismo modelo de corrupción.
Pero La Ley de Herodes también permite observar, la otra cara del sistema de corrupción generalizado, la cara de los pobres, sobre los que se sustenta todo este modelo.
En el caso particular del pueblo de San Pedro de los Saguaros, nos encontramos que la mayoría de la población, de origen indígena, no habla español, porque no hay escuelas, y viven en una situación de extrema exclusión social.
Se trata de una población, sobre la que se construyen discursos de modernización y progreso, los que justifican infraestructuras y planes de desarrollo, cuando no posibilidades de negocio.
Pero es una población en realidad relegada y marginada por las autoridades del Estado, que sólo se relacionan con ellos, en términos de ejercicio del poder y de obtención de recursos.
Obviamente, se trata de una situación con claras connotaciones universales.
“¡Están jodidos porque quieren!”
La Ley de Herodes, planteada en algún momento de esta dictadura, ilustra como la práctica del llamado “dedazo” y el autoritarismo, coloca pusilánimes al servicio de la comunidad, la cual es rebasada por la codicia, corrupción, y locura de estos tramposos, que a la fecha, continúan en sitios privilegiados y actuando impunemente.
En la tierra donde el “todo se puede”, en especial aquellas moralmente incorrectas, hasta de los males se obtiene beneficio económico; cualquier parecido con el México actual, no es de extrañarse, son cuestiones de arraigo, presentes a cualquier nivel.
El dinero es sucio, hay que esconderlo porque está manchado, la propina engendra violencia, venganza, y muerte, pero:
¿Y qué ocurre con el dinero político?
Las jugadas de un hombre que buscaba la paz en el cargo, los hombres a los que les urge quedar bien para escalar, los responsables de los países, en este caso México, quedan retratados en una estética visual surrealista pero directa a la modernidad en la que se sale adelante con La Revolución, la que acaba con la corrupción.
Técnicamente, La Ley de Herodes predomina en sepia, la cual nos da la impresión de estar en un lugar viejo, que nos ubica en la época del fin de La Revolución, además, representa una situación arcaica, anticuada, rancia, en donde perece sepultada esa “modernidad y justicia social” de la que tanto se hablaba.
Se satiriza constantemente el gobierno de Miguel Alemán, no sólo con los planos de su retrato, y la cantidad de veces que se menciona el nombre del presidente, y el lema de la política desarrollista que defendió el presidente.
Sorpresivamente, el director no solo satiriza a un gobierno, Luis Estrada se burla de la ideología pos revolucionaria, que se exhibía en películas de La Época del Cine de Oro Mexicano.
La sapiencia cinematográfica del director, convierte a La Ley de Herodes, en un verdadero “baúl” de referencias cinematográficas a esa Época de Oro.
En ella, están los personajes de “María Candelaria” (1943), incluyendo la cochinita, la música de las rumberas, el homenaje a “Tin Tan” en el personaje interpretado por Damián Alcázar, entre otras alusiones a Los Años Dorados de la cinematografía mexicana.
Sin embargo, la historia nos advierte, que no todo tiempo pasado fue mejor.
Al contrario, fue igual, o peor.
En esa época, se educaba al pueblo por medio del cine, contando los sucesos más importantes de la historia mexicana, haciendo uso de los símbolos de la nación, y el discurso de los gobernantes.
Sermones patrióticos, que debían de hacer sentir al pueblo orgulloso de su país.
Según el escritor Carlos Monsivaís:
“Fue a través de las películas, y de una pantalla que actuaba como espejo, como el pueblo mexicano aprendió a vivir en la ciudad, y a reconocer el nuevo orden social, al cual se tenía que enfrentar”
La Ley de Herodes posee frases relevantes que son dignas de análisis:
“¿Por qué no quieren que la veas?”
Frase de los comerciales de La Ley de Herodes, para indicar que, a pesar del intento de veto en México, se logró estrenar.
“¡El que no transa no avanza!”
Este refrán sirve para justificar a todo funcionario público que lucra indebidamente, transgredir es lo mismo que transar, con su cargo público, alegando que solo así prosperará notablemente.
“¡Este país no tiene solución!”
Frase usada para quejarse, por no ver un progreso significativo en un país, y por sí, ver los mismos problemas sociales, políticos, y económicos.
“¡Ahora si me saliste más cabrón que bonito!”
Frase que se utiliza para referirse a alguien que salió mejor, si así le podríamos decir, de lo que se esperaba.
“¡Te tocó La Ley de Herodes, o te chingas o te jodes!”
Refrán que se refiere a que debes hacer algo que no quieres, pero te obligan a hacerlo, y lo debes hacer por el bien propio.
“¡Están jodidos porque quieren!”
Frase para decirles a los ciudadanos, que sufren carencia y falta de prosperidad por sus actitudes, y no por culpa del gobierno como ellos alegan.
“¡Ah que mi licenciado, igual que los demás, na'más llegandito, y ya quiere su mordida!”
Expresión delicada, que se refiere al soborno que exigen varios funcionarios públicos, recién iniciando su cargo, para permitir actividades ilegales.
“Si en este país hubiera democracia, el presidente usaría sotana”
La frase sirve para recalcar el fanatismo del catolicismo en México.
“¡Para tus impuestos no tienes, pero que tal para esto, eh!”
Comentario que se refiere a los ciudadanos evasores de impuestos, que derrochan su dinero en otras cosas.
“¡La dictadura perfecta!”
Es una frase, que se refiere a que el sistema de gobierno de un solo partido político que gana todas las elecciones presidenciales, fue llamado así por Mario Vargas Llosa, escritor peruano.
En realidad, esta frase fue acuñada por Vargas Llosa unos 15 ó 20 años después de los años en que transcurre La Ley de Herodes.
Una de las partes más controvertidas, es la charla durante la cena con las personas más importantes de San Pedro de los Saguaros, donde se comenta brevemente, sobre temas políticos que en México fueron muy delicados hace tiempo:
La política de Expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas, el unipartidismo mexicano, y los resultados de La Revolución Mexicana.
Como curiosidad, la esposa de Vargas, Gloria, le dice en una carta:
“Nos vemos en el infierno” lo cual es el nombre de una película del mismo productor y escritor, “El Infierno” (2010)
Varios de los actores que participaron en La Ley de Herodes aparecieron posteriormente en esa película.
El actor principal le dice al gringo, a modo de metáfora/realidad:
“Ya se te acabó la deuda externa” y es una deuda que tiene México con Estados Unidos de hace mucho tiempo.
Que el dinero sea escondido en la Constitución, el cura que se toca el bolsillo cuando habla de perdonar pecados, y varios detalles más a los que hay que estar atento, enriquecen la trama y la imagen que se pretende mostrar, de lo que el director considera que es, La Política Mexicana.
Por ello, La Ley de Herodes es toda una lección magistral de política real, no de la ideal que nos predican a cada momento, pues ésta, debía ser enseñada por los profesores en las asignaturas de politología, para que los alumnos pongan desde el primer instante, los pies en el suelo.
“¿Por qué no quieren que la veas?”
Así pues, el año 1999, resultó paradójico para la cinematografía y la política en México.
Fue el año del estreno del filme La Ley de Herodes, una sátira de tintes de humor muy oscuro, producida por Bandidos Films, y dirigida por el cineasta Luis Estrada.
Y también, fue el último año del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder, después de 70 años consecutivos como partido de gobierno.
¿Qué relación hay entre una y otra cosa?
En apariencia ninguna, si no fuera porque el cine en México, ha dependido muchas veces de la inserción del poder sexenal de las familias políticas, en la producción y distribución de películas.
Y a la vista los ejemplos de Luis Echeverría, (1970-1976) como presidente, y su hermano Rodolfo como gestor del cine.
Y el de José López Portillo (1976-1982) como presidente, y su hermana Margarita, igualmente responsabilizada con el cine.
Y también los ejemplos recientemente documentados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el ciclo “Censura Cinematográfica en México” del 11 al 20 enero del 2008, en el que se exhibieron películas previamente “satanizadas” por la censura.
Y esta vez, la víctima del ocaso del PRI como partido de gobierno, fue un filme de singular título:
La Ley de Herodes, que alude metonímicamente, la parte por el todo, al conocido refrán:
“O te chingas, o te jodes”
¿Quién fue el “el chingado”, y quien el “jodido”?
Todo parece indicar, que “el chingado” fue un funcionario del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) que después de aprobar La Ley de Herodes como proyecto fílmico, dio marcha atrás.
Y burdamente emitió un tardío veto, que transformó en “jodido” el intento de presentar La Ley de Herodes en El Festival de Acapulco.
Aunque luego, paradójicamente, la censura hizo de La Ley de Herodes, un éxito taquillero sin precedentes en el 2000:
Primer año de gobierno del Partido Acción Nacional (PAN), relevo del PRI, en el control político de la nación.
Y no sólo en México tuvo repercusión La Ley de Herodes; en el extranjero cosechó una rápida sucesión de triunfos en festivales internacionales de cine, como los de Sundance, Ajijic, y Valladolid, y nominaciones para los de Cartagena, Colombia; y MTV en Estados Unidos.
La Ley de Herodes, final trágico:
Una airada turba de indígenas con antorchas en las manos, que parece dispuesta a quemar o a decapitar, acorrala a Juan Vargas cerca del poste donde inicialmente convino con el gringo Smith, dotar de electricidad al pueblo.
La Ley de Herodes, final feliz:
Juan Vargas de traje y corbata, exhorta vehementemente a los diputados federales en el Congreso de la nación, sobre la necesidad que tiene la revolución de defenderse, y luchar contra todos sus enemigos.
La Ley de Herodes, final verdadero:
Un nuevo presidente municipal, llega al pueblo en ruinas de San Pedro de los Saguaros, en un desvencijado auto, acompañado de su esposa, con el deseo de encauzar a sus pobladores, por los caminos de la modernidad y la justicia social.
La Ley de Herodes, final de finales:
El mito del eterno retorno, es una idea sobre el tiempo que maneja Friedrich Nietzsche en su libro “Así habló Zaratustra”
Postula una historia no de curso lineal, sino cíclico y repetitivo, en el que los hechos, una vez cumplidos, vuelven a ocurrir en otras circunstancias, pero básicamente, siguen siendo los mismos hechos.
La Ley de Herodes forma parte de la historia mexicana, pues es una película que marcó el inicio de un nuevo gobierno, y para muchos, la esperanza de un cambio.
Así es La Ley de Herodes, una tragicomedia, tan real y tan mexicana, como lo puede ser para gran parte de Latinoamérica, o hasta adquirir un tono universal, tanto en la crítica a la corrupción y violencia, como el funcionamiento de las instituciones del Estado, al servicio de unos cuantos.
En La Ley de Herodes, se ridiculiza el idealismo de La Época de Oro, se refleja una realidad tan cruel, que resulta catártico reírse de la situación, como si nos fuera ajena.
Desgraciadamente, no es ajena, es muy nuestra, y hasta resulta irónico que una película como lo fue La Ley de Herodes, que hace años pudo haber influido en el cambio de gobierno, años después el mismo partido tricolor en el 2013 ha regresado al poder, y probablemente, el mensaje podría seguir vigente.
El escándalo suscitado por La Ley de Herodes, representa un eslabón más, ojalá que el último, en la lamentable cadena de censuras por motivos políticos, que ha agobiado al cine de México.
Y es que La Ley de Herodes, fue primero aprobada como proyecto fílmico, para luego ser objeto de un burdo intento de veto, que terminó provocando la renuncia de Eduardo Amerena, director del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), y el consiguiente desprestigio de las autoridades cinematográficas mexicanas.
La ola desatada por el escándalo, generó una gran publicidad gratuita a La Ley de Herodes, la cual se convirtió en una de las más taquilleras de principios del año 2000.
Sin embargo, la polémica terminó por desviar la atención del público, hacia aspectos de índole extra-cinematográficos, dejando a un lado, algo muy importante, que La Ley de Herodes es una excelente película.

“¡Ahora si me saliste más cabrón que bonito!”



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