Lee Daniels' The Butler

“America has always turned a blind eye to what we done to our own.
We look out to the world and judge.
We hear about the concentration camps but these camps went on for two hundred years right here in America”

El 20 de enero de 2009, fue sin lugar a dudas, una fecha histórica para Estados Unidos; ya que Barack Obama se convierte en el primer presidente afroamericano, del otrora país más poderoso del mundo.
Fue una victoria contra la segregación racial, un paso, quizás, definitivo, ojalá.
Un sueño hecho realidad para la población negra de Estados Unidos, en cuya ceremonia de la toma de posesión, en Washington DC, se encontraba en la primera fila, un ciudadano anónimo, de casi 90 años, que al año siguiente, fallecía a los 91 años de edad, llamado:
Eugene Allen.
Allen era un ciudadano afroamericano, que tras haber servido en La Casa Blanca, donde se convirtió en mayordomo de la famosa vivienda de la Avenida Pennsylvania, entre 1952 y 1986, año de su renuncia, vivió lo suficiente para ver convertido en presidente a un negro como él.
Allen conoció 8 presidencias, y fue testigo de innumerables acontecimientos históricos, vividos desde una posición de excepción, como testigo mudo, conforme a las reglas de etiqueta de su trabajo, que desempeñó, haciendo notar cuanto menos su presencia, entre personajes de primera magnitud, nacionales como internacionales.
Los presidentes iban, venían, eran asesinados... pero allí siempre estaba una persona para servirles.
Ese era Eugene Allen, que logró ser Jefe de Mayordomos de La Casa Blanca, pese a ser negro, sirvió nada menos que a 8 presidentes de los EEUU, empezando por Harry S. Truman.
Eugene Allen, había nacido bajo el mandato de Thomas Woodrow Wilson, en 1919, y empezó como camarero, en sitios de lujo reservados solo para los blancos; en esos clubes de campo, donde mirar fijamente a los ojos al señor, podía conducirte directamente a la calle... o a una buena paliza.
Pero Allen, siempre tuvo en la cabeza, ser algo más, así que cuando un día de 1952, vio un puesto vacante en la cocina de La Casa Blanca, no se lo pensó.
Logró el trabajo como hombre despensa, o lo que es lo mismo, “el que fregaba los platos y sacaba brillo a los cubiertos”; y le pagaban $2.400 al año, cuando la media de la época era de $3.400.
Pero era feliz; y no se movió de La Casa Blanca en 36 años.
Nunca perdió un día de trabajo, y llegó a ser el Jefe de Los Mayordomos.
Durante casi 60 años, Eugene Allen, fue un fiel miembro de La Primera Iglesia Bautista de Washington, en la que sirvió como diácono.
Fue visto por todos, como un hombre de una sólida fe cristiana, y humildad.
Los líderes de la iglesia, formada predominantemente por negros, que convivieron con él, lo describen como un “pacificador”
Él se encargaba de dar la bienvenida cada domingo, a las personas que llegaban al culto, y a menudo, ayudaba en la cocina, cuando tenían comidas, o celebraciones especiales.
El pastor Robert Hood, que convivió con Allen dijo:
“No sólo era un sirviente de La Casa Blanca… también estaba trabajando en la obra del Señor”
Uno de los hechos que más le golpearon, fue el día de la muerte de JFK, pues Allen no fue al entierro del presidente, aunque había sido invitado, porque La Casa Blanca tenía que seguir en marcha; y no dudó en ayudar a Jackie con los pequeños en esos momentos.
Con JFK, Allen tenía buen “feeling”, algo menos con Lyndon B. Johnson, que insultaba a los negros, aunque luego firmara los proyectos de ley de derechos civiles de los 60.
Cuando Johnson se ponía malo del estómago, ahí estaba Allen con su leche con whisky.
Con Gerald Ford, y Ronald Reagan, las cosas no le fueron mal, aunque lo blancos y los poderosos, siempre durmieran en la parte de arriba de La Casa Blanca, y el resto en la de abajo...
El Sr. Allen, se enorgullecía en decir, que sirvió artistas como:
Sammy Davis Jr., Duke Ellington, Pearl Bailey, y Elvis Presley.
Él voló a bordo del Air Force One; y tomó un sorbo de “Root Beer” en Camp David con Jimmy Carter, y visitó Dwight D. Eisenhower en Gettysburg, después de dejar La Casa Blanca.
Siempre que había Navidad y cumpleaños, recibía las tarjetas de las familias de los presidentes que había servido.
Pero su vida habría pasado inadvertida, si no fuera por su condición de afroamericano, que llamó la atención de un reportero del Washington Post.
El reportero se llamaba, Wil Haywood, y andaba buscando la historia de un hombre corriente, que sirviera de contrapunto al triunfo de Barack Obama, en noviembre de 2008.
Su intención era, dar con un negro que hubiera trabajado en La Casa Blanca durante los años de la segregación racial, pero no fue fácil.
Alguien le dio al reportero, el teléfono de una mujer de Florida, que podría ayudarle, y enseguida le puso en la pista de Eugene.
Eugene Allen, sólo apareció después de 55 llamadas.
“Está usted hablando con él”, respondió al teléfono, cuando el reportero le dijo que estaba buscando a un afroamericano, que había trabajado durante 3 décadas en La Casa Blanca.
Al día siguiente, Eugene y su esposa, Helene, recibieron al periodista, en un vecindario obrero del noroeste de Washington.
Entonces, el mayordomo tenía 89 años, y llevaba jubilado desde 1986.
Había servido a 8 presidentes, y no había faltado una sola vez a trabajar.
El periodista describe, como anécdota en su libro “The Butler” cómo le tocó esperar a que Eugene y su esposa, terminaran de ver el programa “El Precio Justo”
Sobre la mesa del salón, había varias revistas con el rostro de Obama, y junto a la televisión, una foto del matrimonio junto a Nancy Reagan, durante una cena de Estado, en honor al Canciller alemán Helmut Kohl.
Allen cuenta, que vio cómo Dwight D. Eisenhower, enviaba tropas federales para proteger a los alumnos negros de una escuela de Little Rock; y cómo John F. Kennedy, arropaba al primer estudiante afroamericano de la Universidad de Mississippi.
Pero también, presenció momentos terribles, como las horas que siguieron al magnicidio de Dallas.
“El único momento” en el que su hijo, Charles Allen, escuchó a su padre llorar.
Eugene no podía conciliar el sueño, según dijo, y volvió esa misma noche a La Casa Blanca.
Al día siguiente, organizó una fiesta para los hijos del presidente asesinado.
Un detalle que su viuda le agradeció, regalándole una de las corbatas de John F. Kennedy, la misma que lució en noviembre de 2008, en su visita al colegio electoral.
Pero ninguno se portó con él, mejor que el matrimonio Reagan, que invitó a Eugene y a su esposa, en 1984, a una cena de gala, en honor al Canciller alemán.
“Recuerdo que me dijo, que era justo que estuviera en una de esas cenas, después de tantos años sirviendo a tantos mandatarios distintos.
A mí, aquello no me impresionaba, pero tenía un poco de miedo por mi mujer.
Así que le dije a un amigo que estaba sirviendo, que estuviera pendiente de ella, y que no le dejara beber nada durante el cóctel”, contó Eugene entre risas, durante una entrevista unos años después.
En 1980, Eugene fue promocionado a “Maître d’Hôtel”, el rango más alto entre los mayordomos de la residencia.
Eugene y su esposa, inclusive, seguían recibiendo postales navideñas, de los hijos de varios presidentes, y guardaban en el sótano, fotos con dirigentes políticos y estrellas de cine, a quienes el mayordomo había conocido durante sus años de servicio.
También, un cuadro que el presidente Eisenhower había pintado para él.
Ya jubilado, Allen observó desde su pequeña casa en Washington, cómo los afroamericanos empezaron a tener cada vez más posiciones de poder:
En 1987, Reagan nombró a Colin Powell como Consejero de Seguridad Nacional, un cargo que luego George W. Bush le ofreció a Condoleezza Rice.
En su momento, a Eugene le tocó colocar los huevos de pascua en los jardines de La Casa Blanca y servir la comida en los compartimentos del Air Force One; pero nunca les contó nada más a sus vecinos, y muy poco a su mujer.
Al despedir al periodista del Washington Post, Helene le dijo a su hijo, que estaba feliz porque alguien iba a contar por fin, la historia de su esposo.
Al día siguiente, ella no se despertó, y su muerte golpeó al mayordomo, al que le tocó ir a votar sin ella, por Barack Obama.
Gran importancia en su vida, tuvo Helene, su mujer durante 65 años, que no pudo ver a Obama como presidente, pues murió un día antes de las elecciones.
George W. Bush, que aún era el presidente en funciones, le envió una carta, presentándole sus condolencias, una misiva que él enmarcó y colgó en su sótano, junto al resto de recuerdos.
El Sr. Allen, que había estado viviendo tranquilamente en una sencilla casa de Georgia Avenue NW, en el Distrito, recibió una invitación VIP, a la toma de posesión de Obama, donde un Guardia de La Marina, lo acompañó a su asiento.
“Con ojos llorosos, observó al primer hombre negro que tomaba el juramento de la oficina de la presidencia”, relata The Washington Post, que escribió parte de su historia en 2008.
Allen recibió entonces, llamadas de medio mundo, de programas, pero dijo siempre:
No; ya que se consideraba solamente un mayordomo.
El día de la toma de poder de Obama; Eugene, se levantó a las 06:30am, y esperó bajo cero, durante varias horas, para presenciar el juramento del primer presidente afroamericano de EEUU.
“Verlo ahí arriba, hace que todo haya valido la pena”, le dijo entonces al reportero Haywood, que lo acompañó junto a su hijo Charles.
Al año siguiente, el periodista recibió una llamada de un amigo común.
Acababan de ingresar al mayordomo, en un hospital de la capital.
“Las enfermeras me cuidan bien, porque piensan que soy famoso”, le dijo Eugene unos días antes de morir, por un fallo renal, el último día de marzo de 2010.
Su funeral, se celebró en una Iglesia Baptista de Washington.
En la última fila, se distinguían las gafas oscuras de varios miembros del Servicio Secreto, y entre los bancos, estaban muchos de sus colegas en La Casa Blanca, que recordaban la bonhomía de Eugene, y su humanidad.
“Una enseguida notaba su sonrisa”, contaba una mujer que había trabajado como niñera de los Eisenhower.
“Era el mejor hombre que he conocido nunca”, decía Nancy Mitchell, la primera mujer que ejerció como “ujier” o criada, en la residencia presidencial.
Obama no estuvo presente; pero envió una carta que leyó el contraalmirante negro, Stephen Rochon.
Junto al féretro, un inmenso ramo de rosas rojas, enviado por el presidente, y dentro, el cadáver del mayordomo enfundado en un esmoquin, y con las manos envueltas en unos guantes blancos:
Siempre preparado para servir.
Y es que cuando Eugene Allen consiguió el trabajo como mayordomo, Martin Luther King Jr., todavía no había pronunciado su famoso “I have a dream”, por lo que Allen, fue un testigo excepcional de las tensiones internas del gobierno, a medida que los negros se organizaban en la lucha contra el racismo.
Su obstinada presencia, acabó siendo reconocida como otra forma de oponerse a la intolerancia.
Con la emoción intacta, de ver en el puesto de sus antiguos jefes, a un miembro de su raza que, cuando llegó a la Casa Blanca, ni siquiera podía usar los baños públicos de los blancos; fue demasiada satisfacción del deber cumplido para Eugene Allen.
“Él siempre se vio a sí mismo como un humilde mayordomo”, afirmó su hijo al diario The Express.
“Darkness cannot drive out darkness; only light can do that”
Lee Daniels’ The Butler es una película dramática, del año 2013, dirigida por Lee Daniels.
Protagonizada por Forest Whitaker, Oprah Winfrey, David Oyelowo, Cuba Gooding Jr., John Cusack, Terrence Howard, Lenny Kravitz, James Marsden, Vanessa Redgrave, Alan Rickman, Liev Schreiber, Robin Williams, Jane Fonda, Clarence Williams III, David Banner, Michael Rainey Jr., Alex Pettyfer, Mariah Carey, Nelsan Ellis, Yaya Alafia, entre otros.
El guión es de Danny Strong.
El nombre del director en el título, no es una cuestión de ego, sino de propiedad intelectual.
Puede ser una comparación positiva o negativa, pero como sea, Lee Daniels’ The Butler es una carga bastante pesada, la cual ha sido llamada por la prensa de EEUU “El Forrest Gump Afroamericano” y que ha llamado la atención, no sólo por su reparto copado de estrellas, sino sobre todo, por su propuesta:
Contar a través de los ojos de un mayordomo negro de La Casa Blanca, los grandes acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX.
Aunque suene inverosímil, Lee Daniels’ The Butler, se basa en una historia real.
De hecho, fue del artículo publicado en noviembre del 2008, en el Washington Post, el que la inspiró.
El reportaje de Wil Haywood, mostraba a Eugene Allen, un auxiliar que desde 1952, trabajaba en la residencia del presidente de Estados Unidos.
“El Presidente Truman lo llamaba Gene.
Al Presidente Ford le gustaba hablar de golf con él”, señala el texto.
Con entonces 89 años, Allen relataba, que vivió desde dentro, los años de lucha por los derechos civiles de la población afroamericana, cuando Washington ardía en protestas, violencia, y muerte.
También, por sus ojos pasaron los años duros de La Guerra Fría, la muerte de Kennedy, la caída de Nixon, y los exitistas años de La Era Reagan.
De hecho, la relación de Eugene Allen con los Reagan, fue particularmente fructífera; siendo durante sus servicios bajo esta administración, que el mayordomo recibió por única vez en su vida, una invitación a una cena de Estado, pero no ya en calidad de sirviente.
Nancy Reagan quiso, que Allen fuera un comensal más, en aquella velada con el Canciller alemán Helmut Kohl y su esposa.
Fueron finalmente, 8 los presidentes a los cuales sirvió:
Desde Truman hasta Reagan, o hasta que se jubiló en 1986.
Fallecido en 2010, fue a partir de ese año, que Lee Daniels y el guionista Danny Strong, comenzaron a trabajar en el proyecto que ficcionar la vida de Eugene Allen, en el cual, fue rebautizado como Cecil Gaines, rol a cargo de Forrest Whitaker.
Narrativamente, Lee Daniels’ The Butler, está construido en torno a un dilema:
Cecil tiene que escoger continuamente, entre su familia y La Casa Blanca, y a pesar de que es un buen hombre, toda su vida, escoge La Casa Blanca.
La vida de Gaines, servirá como excusa para repasar la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, desde los 50 hasta la epifánica victoria de Barack Obama en las elecciones de 2008.
Un film muy demócrata, lleno de valores positivos hacía el futuro, y una oda a los caídos durante La Revolución Racial; la cual fue estrenada, en la semana del 50 Aniversario de La Marcha por los Derechos Civiles en Washington.
Así las cosas, Lee Daniels’ The Butler, sigue a Cecil Gaines (Forest Whitaker) un joven que trata de escapar de la segregación racial del Sur de EEUU, en busca de una vida mejor.
A lo largo de su arduo viaje a la madurez, Cecil adquiere habilidades inestimables, que le permiten acceder a una oportunidad única en la vida:
Un trabajo como mayordomo en La Casa Blanca.
Allí, Cecil se convierte en testigo directo de la historia, y del funcionamiento interno del Despacho Oval, mientras se gesta el movimiento por los derechos civiles, los asesinatos de John F. Kennedy y Martin Luther King, Jr., los movimientos de los Freedom Riders y Los Panteras Negras, La Guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate.
Pero, al mismo tiempo, la dedicación de Cecil a su trabajo, comienza a distanciarlo de su esposa Gloria (Oprah Winfrey), y crea conflictos con su hijo Louis (David Oyelowo)
Lo que no entiende el hijo, es que mayordomos, criadas, niñeras, y otros empleados del hogar de origen afroamericano, fueron precisamente subversivos por su servilismo, por su insistente cualidad para dinamitar los prejuicios.
Gaines, aislado en su burbuja de servidumbre y relativo bienestar, tarda en comprender el sentido de esta lucha, y condena la actitud de su hijo, que pasa, como muchos hicieron, del pacifismo de Luther King, Jr., al activismo violento de Los Panteras Negras, después del asesinato de éste.
Ese hilo conductor que tira de Lee Daniels’ The Butler, es la lucha racial por los derechos civiles, y la discriminación racial, absoluto centro de gravedad en torno al cual todo gira, pero en contraposición a lo inicialmente esperado y reconocible por todos nosotros, no se circunscribe a la lucha silenciosa promovida por el señor Martin Luther King, Jr., o a la lucha violenta de Los Panteras Negras, ambos personificados por el hijo mayor de Cecil, en épocas bien diferenciadas de su vida.
No es ahí por donde discurre; Lee Daniels’ The Butler, trata de llevarnos por el terreno de la lucha próxima, íntima y cotidiana de las clases trabajadoras, y más sacrificadas, personificadas en esta ocasión, por un simple mayordomo, bueno, no tan simple porque llega a ejercer su profesión en La Casa Blanca, en contraposición a lo antes mencionado.
Es ese trabajador, quien con su actitud, incluso inconsciente en ocasiones, o casi siempre, trata de abrir mentes, concienciar, hacer que la problemática sea próxima, normalizar la convivencia, etc.
Es, al fin y al cabo, quien trata de “aportar la luz que desplace a la oscuridad”; es una lucha desde la calma, la proximidad, la sinceridad, y la normalidad de lo cotidiano, tal y como el propio Luther King comenta poco antes de su muerte, y a la que él mismo se rendía.
Es ésta una larga y dura batalla, librada desde la cercanía, cuyo triunfo será abrir la mente de la clase blanca gobernante, convenciéndola de la normalidad en la convivencia de las personas de distintas razas.
Una batalla que, aunque larga y ardua, casi siempre es garantía de éxito, dado que labra en lo más hondo de las mentes de todos, y de cada uno de nosotros; la conciencia y el corazón.
Es ésta, la travesía que lleva a convertirse a un negro-doméstico, término terriblemente despectivo, en una persona cercana y próxima a, nada más y nada menos, que unos cuantos presidentes del gobierno de los Estados Unidos, todos ellos blancos, y que, republicanos o demócratas, sin duda, se erigieron en la figura más influyente y poderosa del planeta.
Como consecuencia, su hijo Louis Gaines, pasa de ser un adolescente influenciado por las ideas de Luther King, a un discípulo de Malcolm X, a convertirse en un Pantera Negra.
Él es quien lleva el peso de la historia, él es el valiente, el que hace que las cosas cambien, a fuerza de arriesgar el pellejo, y recibir constantes humillaciones y castigos.
La figura empática y modesta de Cecil, palidece un poco en comparación con su hijo, pero su historia de desamor y amor, es lo único que de verdad merece la pena.
“Stop calling him a nigger cause he ain't no nigger”
En Lee Daniels’ The Butler, el director se rodea de un gran elenco de nombres importantes en el panorama cinematográfico actual, y algún otro ajeno al mundillo, pero que es fácil de reconocer, y lleva a la pantalla, la vida de Eugene Allen/Cecil Gaines, un bonachón hombre negro, que tiene que forjarse así mismo, superando una dura infancia, y sobreponiéndose a la discriminación racial que predominó su tiempo, y que tan presente estuvo en toda su vida.
Una dirección de escena sobria y clásica, medida sobre los parámetros del cine de los años dorados, y los montajes milimetrados, sin aspavientos, con la dosis justa de emoción, tensión, espectáculo, historia, política, sentimientos, suspense, amor, odio, adicciones, y un metraje perfecto y contenido, para contar casi 80 años de la vida del protagonista, y de la historia de su país.
“He pasado los últimos 4 años de mi vida, trabajando en esta película.
Es definitivamente, el momento de mayor orgullo de mi carrera profesional”, dijo hace poco, el director Lee Daniels, considerado uno de los directores afroamericanos, más prominentes de los últimos años.
En Lee Daniels’ The Butler, exprime en menor medida, la carga emotiva tan aprovechada en su anterior trabajo, rebajando así, un par de tonos el nivel dramático, lo que desde nuestra particular visión, se agradece.
Lee Daniels’ The Butler es una línea del tiempo, desde la infancia de su protagonista, hasta la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos; y tiene un punto fuerte:
La relación entre padre e hijo, y sus 2 maneras de enfrentarse a la cuestión racial.
Además, el espectador entiende a los 2 personajes, y sus 2 posturas.
Dos posturas que terminan encontrándose en un momento clave, donde padre e hijo se unen, tras el distanciamiento de años, en una manifestación.
Y Lee Daniels consigue, una relación auténtica y creíble, que refleja verdad.
En un momento, Luther King habla sobre el servicio negro, donde entraría el mayordomo protagonista, y explica que ha representado una subversión invisible.
Así, Forrest Whitaker en su representación del mayordomo, de la mano de Lee Daniels, y la historia que quiere contar; da la vuelta al estereotipo de los tíos Tom y las Mammy, que bien representó, entre otras, la actriz Hattie McDaniels… y se aleja también de los controvertidos personajes, pero a la vez ricos en matices, e interesantes para el análisis.
El personaje de Forrest Whitaker, se convierte en símbolo de esa subversión invisible, donde un montón de profesionales del servicio, trataban de sobrevivir y de relacionarse con aquellos que les rechazaban, haciendo su trabajo con profesionalidad, y demostrando, día a día, su valía y dignidad.
De esta manera, estaban siempre en sus vidas, en silencio, pero mostrándose al descubierto, y demostrando la debilidad y pobreza de los argumentos, de aquellos para los que trabajaban, para mantener un sistema basado en la injusticia y la desigualdad de oportunidades.
Luchando por la igualdad de oportunidades desde dentro, desde esos que les atacaban día a día, intentando lograr derechos laborales, y el reconocimiento de sus trabajos.
El hijo mayor, muestra esa juventud que tenía más prisa por el cambio y la transformación, y que va evolucionando en sus formas y maneras de lucha contra la injusticia.
La primera inspiración es Gandhi:
Luchar desde la resistencia pasiva.
Un arma de una fuerza increíble, pero con unas consecuencias durísimas para el que lucha por sus derechos.
Y después, cómo el desgaste, el cansancio, la muerte, y humillación de otros compañeros de lucha, y la suya propia, condujo también a posturas más radicales de ruptura total del diálogo, y de acercamiento con el otro.
“El odio genera más odio”
Para finalmente, llegar a una forma de lucha intermedia, entre la resistencia pasiva y las posturas más radicales:
La militancia, y la consecución de los derechos y deberes, asumiendo cargos de responsabilidad que permita la toma de decisiones, la transformación, y el cambio.
La muestra de todas estas formas de luchas y evoluciones, da como fruto, una transformación real, un camino que todavía continúa, y mucho de esos cambios, son visibles a través del vestuario.
Con la historia del padre, el mayordomo, el espectador entiende totalmente, la evolución del personaje.
Refleja un episodio traumático de su infancia, y cómo empieza a ser un “negro doméstico” término obviamente que sale de la boca de la propietaria de una plantación.
El mayordomo, viene de una familia esclava, que trabaja el algodón en una plantación sureña.
Él, un niño despierto y rebelde, ve cómo su padre recibe un tiro en la cabeza, cuando se enfrenta al hijo blanco de la dueña de la plantación, que acaba de violar a su madre, porque le apetecía.
Así, el niño intuye, cómo si quiere sobrevivir, tiene que presentar 2 rostros, otra teoría de lucha muy bien reflejada en Lee Daniels’ The Butler:
Una cara para el trabajo que desempeña, que le facilita poder vivir mejor que sus padres, y poder dar una mejor vida a los suyos, entre aquellos que le oprimen; y otra en su interior y en su intimidad, que mejor oculta, incluso ante los que más quiere, familiares y amigos.
Cuando se da cuenta de que en realidad está más cerca de lo que su hijo plantea y piensa… es cuando estos 2 rostros se enfrentan/chocan, cuando es invitado por el presidente Reagan, a una cena, y se siente que forma parte de un espectáculo en el que no quiere participar, sobre todo cuando ve las políticas en cuestiones raciales del presidente, y su postura frente el apartheid…
Así, el protagonista quiere que salga su otro rostro, su identidad, su yo.
Ya ha luchado demasiado en silencio.
Quiere mostrar libremente, la vena que hizo que su padre muriera de un tiro en la cabeza…
Respecto a la ya comentada actitud de Gaines, ante los acontecimientos que suceden a su alrededor, y de cuya interpretación en las más altas esferas, es testigo privilegiado, su lema es siempre el mismo:
Ver, oír y callar.
Finalmente, Gaines despierta, y todo termina con una exaltación de la llegada de Barack Obama al poder, en una apología con la que estará encantado el actual presidente de los Estados Unidos.
Todo acaba en una deificación del modo del “American Way Of Life”
Si bien, la nación tropieza repetidas veces, al final, su fuerza es tal, que la justicia acaba prevaleciendo; y los señores que otorgan los Oscar, no pueden ser insensibles a un mensaje tan grandioso.
Lee Daniels’ The Butler es una historia real, y una digna ganadora del Oscar a la mejor interpretación masculina para Forest Whitaker, que de su humilde trabajo como mayordomo, lo convierte en lección interpretativa para muchos que se creen ser actores.
A una probable postulación de Whitaker, se sumaría la de Oprah Winfrey, quien interpreta a la esposa de Gaines.
Winfrey, interpreta a una mujer que lo ha sacrificado todo en la vida por su familia, que vive demasiado tiempo en soledad, debido al trabajo de Cecil, dada al alcoholismo, y que incluso, engaña a su marido.
El hijo menor, Charlie (Elijah Kelley), será uno de los numerosos jóvenes que combatirá en Vietnam.
Y el hijo mayor, Louis (David Oyelowo), se convertirá en un férreo activista pro derechos civiles.  Lee Daniels’ The Butler tiene a varios actores, conocidos en los roles de los primeros mandatarios, o en los de esposas de éstos, entre ellos destacan:
John Cusack como Richard Nixon, Alan Rickman como Ronald Reagan, Jane Fonda como su esposa, Nancy; Robin Williams como Dwight Eisenhower, James Marsden como John F. Kennedy, y Liev Schreiber como Lyndon Johnson; aunque sólo Alan Rickman está a un gran nivel, a merced a su perturbador parecido con Ronald Reagan.
Son tantos y tan buenos actores, que ver Lee Daniels’ The Butler, se convierte por momentos, en un juego consistente en adivinar, tras que caracterización, se esconde ese actor/actriz que nos suena tanto.
Lo que resalta en esta historia, es la sensación de que siempre es exacta, que la mesura impera en cada fotograma:
La dureza de sentirse extraño en su propio país, la opción de ser invisible, para no sufrir una discriminación radical, tener que comulgar con ruedas de molino, porque de ello depende el pan que podrás servir a tus hijos, la sensación de verse arrastrado por los acontecimientos, y no saber dónde situarse, los movimientos de la historia que transforma antiguos criminales en nuevos héroes…
Todo es tan exacto, por una única y sencilla razón, el director sabe de qué habla.
Es afroamericano, y además, homosexual.
Escenas para recordar:
Una de las cenas familiares, más tensas, donde chocan las maneras de enfrentarse al tema racial de manera más radical, entre padre e hijo, arrastrando a la madre y al hijo pequeño, donde todo estalla por el actor del momento, y una discusión sobre la representación del hombre negro en el cine: Sidney Poitier.
Mientras que para el padre, la madre, y el hermano pequeño, es un orgullo el tipo de personajes que está llevando a cabo el actor,  cómo están siendo representados en pantalla; y les gusta las películas en las que sale, en concreto hablan de “In The Heat Of The Night” (1967), para el hermano mayor y la novia, Sidney Poitier y sus personajes, reflejan al negro que los blancos quieren que sean, es la representación del hombre negro, según la mentalidad de los blancos…
No es más que un sometimiento más, que una realidad irreal, que les priva de libertad y de identidad.
Las imágenes de archivo, redondean un buen repaso, aunque incompleto, de la evolución de los derechos raciales en Estados Unidos, durante el siglo XX.
La escena en la que se alterna el entrenamiento de los jóvenes por los derechos civiles, para practicar la resistencia no violenta, con la preparación de la mesa para una cena de honor en La Casa Blanca, resulta inquietante.
Desde luego, lo mejor es la denuncia de la impunidad, con la que se seguía maltratando a los ciudadanos negros, en fechas tan próximas a nuestro tiempo, como los años 60 y 70.
La escena de la cafetería, es muy representativa a este respecto:
La dignidad de unos ciudadanos, que solo quieren tener los mismos derechos a ser atendidos en cualquier zona del establecimiento, y el embrutecimiento de quienes se oponen a ello, alegando su superioridad racial.
Es también veraz, en el sentido de las discrepancias subyacentes dentro de la propia comunidad afroamericana, acerca de la posición ante los diferentes gobiernos, o su papel dentro de una sociedad dominada por una mayoría blanca, véase por ejemplo, la conversación en la cena familiar, a propósito de Sidney Poitier, al mismo tiempo que ofrece reflexiones, acerca del papel de personas, en principio subyugadas, pero que resultan ser los principales baluartes de la lucha por el reconocimiento de los derechos civiles, por ejemplo, la magnífica reflexión de Luther King, acerca de como los mayordomos negros, simbolizaban los primeros elementos insurgentes, al dar ejemplo de trabajo duro realizado con dignidad, fidelidad, respeto, y confianza.
Y por último, Lee Daniels muestra esa herida abierta, que dejó la esclavitud y la vida en las plantaciones.
Y hace que el personaje de Forrest Whitaker, vaya a visitar junto a su esposa, a la plantación de su infancia, y recuerde que se habla de los campos de concentración, y cómo se vivía ahí, cómo quitaban a las personas no sólo la vida, sino también la dignidad.
Y cómo cada día, era una humillación continua… para él, el paso por la esclavitud y las plantaciones, es similar en daños al que se vivía en los campos de concentración; y eso deja secuelas y heridas…
Lo malo de Lee Daniels’ The Butler:
La ambición, por abarcar toda la vida del protagonista, hace que estemos ante un relato evocador, pero poco afortunado e inspirador, tanto en lo que se refiere a profundidad, como en lo relativo a extensión.
Se nos presentan múltiples acontecimientos, por los cuales apenas se pasa de puntillas, sin dejar tiempo alguno a la perfecta descripción de los mismos, y la consiguiente reflexión.
El visionado remite continuamente, a otras obras anteriores de exploración del pasado inmediato de Estados Unidos; y otras dedicadas también, a tratar el problema racial que tantos conflictos suscitó en aquellas décadas, lo cual hace que el espectador, este asaltado de continuo, por una molesta sensación de déjà vu, de fórmula mil veces vista, aunque la mirada de Lee Daniels’ The Butler pretenda ser original.
Y no sorprende, que Daniels haya vuelto a dirigir una película con momentos ciertamente melodramáticos, convirtiendo algunos tramos, en un carrusel de escenas fatalistas.
Se echa en falta más ironía, y una pizca de “humor negro”, recursos que pueden ser tan válidos como las lágrimas, a la hora de alcanzar el objetivo de la denuncia o la reivindicación.
Supongo que, en su defensa, Daniels dirá:
“Así fueron las cosas, y así se las contamos”, pero tanta insistencia en ponernos el nudo en la garganta, termina desgastando el efecto empático que debería provocar el protagonista.
El relato, escoge 2 o 3 pinceladas de cada presidente, de forma bastante parcial, siendo muy emotivo, en el caso de Kennedy, y su trágico fallecimiento, y algo más grotesco en el caso de Nixon o Reagan; y como que se muestren los problemas de estreñimiento del presidente Lyndon Johnson…
Si bien, es verdad que la lucha racial, y el movimiento por los derechos civiles de las personas de raza negra, está más que planteado, muchas más historias son referenciadas sin prestarles la debida atención para mostrárnoslas, pese a su trascendencia en la historia personal del protagonista, y de toda la sociedad de EEUU en su conjunto.
Pero Mariah Carey, hace de negra… WTF?
Mariah Carey y Lenny Kravitz sobran por completo, algo totalmente opuesto a una gloriosa leyenda viva como Vanessa Redgrave, inundando la pantalla con su sola presencia, a un James Marsden, que convence como el mediático JFK.
A Lee Daniels’ The Butler le falta perfilar mejor los motivos políticos, religiosos, y sociales, que movieron la historia durante esos años.
Quizás estos, sean obvios para quién haya estudiado la historia contemporánea de los EEUU, pero creo que para el espectador medio, no son tan obvios, y es preciso explicar, y Lee Daniels’ The Butler no se hace; que Luther King era un Pastor Bautista, que Las Panteras Negras era un Partido Comunista, que el clima de todos esos años, se veía empañado por La Guerra Fría, etc.
Sí que se perfila, aunque no se muestra excesivamente, la guerra sucia practicada por las diferentes administraciones, algunas más que otras, contra los movimientos raciales.
Uno de los capítulos más polémicos, ha sido el referido al matrimonio Reagan, presentándolo como frío en su tratamiento con el servicio, y tratado con cierto toque racista.
De hecho, se hace recaer la decisión de Eugene Allen, de abandonar su trabajo en 1983, a los 67 años de edad, en la postura favorable de Ronald Reagan, a levantar las sanciones al gobierno de Sudáfrica, caracterizado por su régimen de Apartheid.
El hecho de que la ex primera dama, Nancy Reagan, sea interpretada por la actriz Jane Fonda, reconocida activista y liberal, también ha levantado ampollas en los sectores más conservadores.
El presidente Obama, quien es interpretado por Orlando Eric Street, dijo haberse emocionado y llorado al ver Lee Daniels’ The Butler, que ha tenido una buena acogida entre el público estadounidense, lo que algunos atribuyen a la presencia en su reparto, de la presentadora de televisión, Oprah Winfrey.
En resumidas cuentas, Lee Daniels’ The Butler, es el trasfondo de una película que modifica algunos aspectos de la vida de Eugene Allen.
Por ejemplo, solo tuvo un hijo, no 2 como parece, donde también se aprecian el asesinato de su padre, y la violación de su madre en la plantación de algodón donde se crió.
Hechos dramatizados, para comprender el carácter servil de Cecil Gaines.
En la vida real, los padres de Eugene Allen, no sufrieron nada parecido a los violentos hechos que dan inicio, y en realidad, eran de Virginia, no de Georgia.
El matrimonio formado por Eugene y Helene, nombre real del personaje, que ni era alcohólica, ni se dedicaba a engañar a su marido, sólo tuvo un hijo, Charles, y éste no sólo sobrevivió a La Guerra de Vietnam, sino que acabó trabajando para El Departamento de Estado.
La introducción de un segundo hijo ficticio, Louis, le sirve al guión escrito por Danny Strong, para contraponer a la figura del padre, el metódico mayordomo acostumbrado a pasar desapercibido en su trabajo, y que se conforma en la vida con realizarlo con eficiencia y dignidad, la de un hijo rebelde, frente a la actitud de su progenitor, y frente a la sociedad en la que le ha tocado vivir.
Louis asiste a la Fisk University en Nashville, Tennessee, registrando a los negros para votar en el Sur, está presente en las principales protestas de la época, como La Marcha sobre Washington, termina formando parte del partido Panteras Negras… y su actitud, incomprendida por su padre, que ejerce aquí el papel de Tío Tom, les lleva a un enfrentamiento generacional, y a distanciarse el uno del otro.
Total, si la sustancia y el mensaje que se puede sacar es, el sentido de culpabilidad de los propios EEUU, al tener en su propia tierra, durante 200 años, a esclavos entre ellos, todo se deteriora cuando llegan al tiempo actual, al 2008 más bien, cuando Obama es elegido como el primer presidente negro, y el discurso cambia para volverse Lee Daniels’ The Butler, una película con mensaje y final propagandístico, que de igual manera termina favoreciendo a los yanquis.
“I'm Cecil Gaines.
I'm the new Butler”
El Holocausto, parece exclusividad de los alemanes, cuando en realidad, las aberraciones étnicas, y las segregaciones raciales, han sido una constante en todos los países:
Bajo las condiciones adecuadas, cualquiera de nosotros puede convertirse en un verdugo.
Desde sus inicios, Hollywood se ha caracterizado por querer explicar, legislatura tras legislatura, el ideario del presidente, y los valores coetáneos que lo definen.
El fuerte componente didáctico e ideológico del cine de EEUU, no es nada nuevo:
La extrema estilización como forma de superación de la miseria moral del período de entreguerras, durante el mandato de Franklin Delano Roosevelt, o la defensa a ultranza, de la institución familiar en los tiempos de Ronald Reagan, son algunos ejemplos de este largo historial.
Actualmente, ya en la mitad de la segunda legislatura de Barack Obama, podemos constatar, que el cine de su era, está destacando por la normalización de las cuestiones interraciales, en un canto multiforme a la solidaridad con la comunidad negra.
Seguramente, la última edición de los Oscar, que contó con la presencia de “Django Unchained” (2012), y “Lincoln” (2012); y La Primera Dama entregando el mayor galardón, fue paradigmática en este sentido.
Con vocación de gran epopeya americana, de historia ejemplar, inspiradora de las que forjan y alimentan el orgullo de sentirse estadounidense, Lee Daniels’ The Butler, se inscribe en la mejor tradición de películas, que desglosan la vida y milagros de una familia a lo largo del tiempo, testigo privilegiado de los avatares históricos del país, y de los cambios sociales que mediatizan completamente las relaciones interfamiliares.
Lee Daniels, apuesta por una ejecución explícitamente académica; su película tiene grabada en la frente, el estigma del cine Oscar, para lo bueno, y para lo malo.
Daniels tiene entre manos, un filón en el testimonio del mayordomo negro que fue servidor y confidente, de hasta 8 presidentes de los EEUU, y sobre todo, un contexto social y político de alto octanaje.
Lee Daniels’ The Butler se propone, como una ventana abierta, y una lección de historia, que resucita los fantasmas de la lucha por los derechos civiles, la heroica resistencia de los afroamericanos, que culminó hace unos años, con la entrada de Obama en el hall de La Casa Blanca.
Desde las plantaciones de algodón, hasta el Ku Klux Klan, pasando por Martin Luther King, Jr.; Malcolm X, y Los Panteras Negras.
Lee Daniels’ The Butler es un emotivo homenaje, a quienes derribaron la humillante barrera de la segregación, para culminar la que es, sin duda, la gran conquista política y social del mundo occidental en el siglo XX.

“Everything you are and everything you have, is because of that Butler”



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