Dogville

“A quiet little town not far from here”

Con el concepto de “microfísica del poder”, el filósofo Michel Foucault, da cuenta de que el poder reside en el interior de todos los individuos, y que toda relación interpersonal, es una relación de poder.
Para saber cómo es verdaderamente una persona, sólo hay que darle poder, y el poder, en malas manos, degenera en abusos, en presiones, e incluso, violaciones, y no sólo físicas.
Los que tienen mucho que perder, siempre sentirán la angosta cuerda de la soga presionando su cuello, dejando marcas profundas.
La mirada de Dios, que todo lo ve, y asiste impasible a la misma perversión de la bondad.
El ser humano comienza a convertirse en una bestia animal, cuando se le hacen indispensables cosas que son, absolutamente prescindibles.
Y así siempre puede haber una víctima propiciatoria, un cordero preparado para el sacrificio, que sea explotado hasta la misma humillación, a cambio de una esclavitud degenerada, y disfrazada de libertad.
Es la misma historia de siempre.
El daño se hace, porque hay un motivo justificable.
Y Dios no interviene.
El único Dios que parece mover a los hombres, es el rencor.
Dios solo cuenta la historia...
Como aquellos dioses de la antigüedad, que castigaban a las personas de las que se sentían celosos, porque éstas poseían cualidades que envidiaban, la sociedad acaba por engullir todo aquello que brilla con su propia luz.
“A place where people have hopes and dreams even under the hardest conditions”
Dogville es una película dramática, del año 2003, escrita y dirigida por Lars von Trier.
Protagonizada por Nicole Kidman, Paul Bettany, Lauren Bacall, Stellan Skarsgård, James Caan, Ben Gazzara, Harriet Andersson, Jean-Marc Barr, Patricia Clarkson, Jeremy Davies, Philip Baker Hall, Udo Kier, Chloë Sevigny, Siobhan Fallon, Blair Brown, Zeljko Ivanek, entre otros.
Hablar de un film de Lars Von Trier, es hablar sobre todo, de innovación, de cine nuevo en todos los sentidos.
De este autor danés, se puede decir ya, que es uno de los grandes directores del actual cine europeo, sino el más grande.
Su genialidad, parece no tener límites, y película tras película, deja el listón más alto, conformando así, una filmografía de claro carácter ascendente.
El director danés, trata al público como un ser inteligente, y en alguna parte de los planos, deja aspectos a la imaginación, como si el espectador estuviera viendo una obra de teatro.
Dogville esboza la escenografía, pero no la representa; y es la primera película de la trilogía “USA – Land Of Opportunities”, seguida por “Manderlay” (2005) y “Washington”, aún por realizar.
Dogville, compitió por La Palme D’Or, en La Sección Oficial del Festival Internacional de Cine de Cannes de 2003.
Existe una versión más reducida de Dogville, que dura 132 minutos, y que fue la que se estrenó en la mayoría de salas.
Como dato, la actriz Katrin Cartlidge, que iba a interpretar el papel de Vera, falleció ese año, por lo que Dogville está dedicada a ella.
La escena inicial, está generada por ordenador, ya que no había un estudio lo suficientemente alto, como para rodar el plano cenital.
Dogville, fue filmada en vídeo de alta definición, utilizando una cámara HDW-F900 de Sony, en un estudio en Trollhättan, Suecia.
Dogville, es una durísima reflexión, sobre la conducta del ser humano, sobre su avaricia, y su egoísmo, y sobre sus consecuencias; refleja rasgos del cine del director danés, tales como la crueldad del humano para con el humano, y el sacrificio femenino, que tanto le gusta.
También, utiliza símbolos poco sutiles, como el nombre del pueblo, o el hecho de que el perro se llame “Moses”, en clara alusión bíblico-mesiánica, el que trae las leyes, en un pueblo en el que sus habitantes, en poco se diferencian de los perros, con sus comportamientos instintivos y salvajes, a los que se les suma, una buena dosis de inmoralidad humana.
Nadie es imprescindible, en este pueblo de perros; pues la trama se desarrolla en un pueblo llamado “Dogville” en Colorado, Estados Unidos, durante los años de La Gran Depresión.
Allí va a parar Grace (Nicole Kidman), una bella mujer, de naturaleza bondadosa, que huye de una forma de vida, que le parece perversa.
Se da la circunstancia de que Grace, es perseguida por “la justicia”
Tom Edison (Paul Bettany), nombre de reminiscencias científicas, es un joven escritor fracasado, con aspiraciones de filósofo, que encuentra a Grace, y le propone que se esconda en el pueblo.
Convence al resto de vecinos, con una retórica moralista, y les brinda la oportunidad de deshacerse de Grace en 2 semanas, si alguno de ellos no acepta la nueva situación.
Es Tom, y aquí hay otra razón para considerarlo como eje fundamental de la trama, quien introduce a Grace en el pueblo.
Desde el comienzo, el narrador (John Hurt) subraya de forma irónica, por qué Tom se considera superior al resto del grupo, e independiente de él.
La narración irá desplegando, lo que ya se percibe desde el principio:
La absoluta dependencia de Tom, como no podría ser de otro modo, de la comunidad y, también, su ingenuidad, su ignorancia, respecto de los resortes que mueven al grupo, de la moral.
No se trata de que el “experimento” fracase, porque Tom vaya adquiriendo “poder”, sino precisamente, por todo lo contrario:
Porque desde el comienzo, no lo tiene, de ahí la irresponsabilidad culpable, aparente paradoja, de su “proyecto”
Y, sobre todo, fracasa creando un monstruo del cual él mismo es víctima, porque su razón utópica, no calcula los efectos de la composición que quiere realizar:
Aprovechar la “generosidad” de Grace, para hacer aprender al pueblo de Dogville, las bondades que se encierran en el “recibir”
Éste será el punto de inflexión, al principio, y del cual dependerá el destino de todos sus habitantes.
Dogville va retratando a cada uno de sus habitantes, y su relación con la recién llegada Grace.
A cambio de permanecer en el amable pueblecito, Grace, ha de pasar por malos tratos, explotación, violaciones continuas, y hasta un aparato de tortura, que por características y función, bien podría haber salido de la cabeza de Kafka; Grace aprenderá, de un modo brutal, que en ese pueblo, la bondad es algo muy relativo.
Pero ella guarda un secreto, que no quiere desvelar...
Los acontecimientos, se dividen en 9 capítulos, que narran las vivencias de Grace, con el resto de los vecinos, apenas 2 decenas de habitantes; Dogville lo constituye entonces:
1. Prólogo.
2. Capítulo 1: En lo que Tom oye disparos, y se encuentra con Grace.
3. Capítulo 2: En lo que Grace sigue el plan de Tom, y se embarca en el trabajo físico.
4. Capítulo 3: En lo que Grace entrega un poco de provocación.
5. Capítulo 4: Tiempos felices en Dogville.
6. Capítulo 5: Cuatro de Julio, después de todo.
7. Capítulo 6: En lo que Dogville enseña los dientes.
8. Capítulo 7: En lo que Grace, finalmente ha tenido suficiente de Dogville, y decide irse del pueblo, y otra vez ve la luz del día.
9. Capítulo 8: En la que hay una reunión. en la que se le dice la verdad. y Tom se va, sólo para volver más tarde.
10. Capítulo 9 y final: En lo que Dogville recibe la visita tan esperada.
En Dogville se muestra cómo, la protagonista, trata de ganarse la confianza de cada uno de sus habitantes, ayudándolos en sus quehaceres diarios, servicios que en principio, no son necesarios, pero a los que poco a poco, todos accederán.
De cómo estos temerosos habitantes la aceptarán, y la encubrirán, aun cuando el pueblo es vigilado por la policía.
Grace será feliz en esos días, ha encontrado un sitio en la comunidad, y el amor florece entre ella y Tom.
De cómo la relación en principio cordial y amistosa con el pueblo, se vuelve cada vez más tensa y surrealista.
Sus habitantes, en apariencia, humildes, y de buen corazón, exigen una compensación mayor, por el peligro que corren al cobijar a una fugitiva.
Así, Grace será el referente simbólico, que transmita los valores de la humildad durante el metraje.
Por otro lado, la gente del pueblo, abusará de ella, hasta límites insospechados, lo cual supondrá que Dogville refleje valores humanos de honradez violados, y humillados, algo que finalmente, tendrá que pagar el pueblo duramente.
La opción que toma Grace, dejará al espectador el libre pensamiento, sobre si la decisión ha sido acertada, o demasiado estricta.
Echando mano de una estructura novelesca, los títulos de cada capítulo, hacen referencia explícita, a la naturaleza ficticia del relato, mientras el narrador, ayuda a comprender los avatares de Grace, misteriosa joven que huye de la mafia, y se esconde en un pueblo derruido de Las Montañas Rocosas, en medio de La Gran Depresión de los años 30.
Al principio, los lugareños se presentan como personas humildes, pero amables.
Con el paso del tiempo, la estadía de Grace se vuelve cada vez más difícil.
El villorrio, se revela como un monstruo, en revancha contra una mujer que también es la encarnación de todo lo que ellos no pueden ser, ni tener.
En Dogville nada es gratuito:
El mundo que tenemos que imaginar, se remite, necesariamente, a esa enrarecida atmósfera visual, que registra la cámara, espacio negro, y sin fondo, delineado por la tiza.
La falta de colores, belleza o abundancia, cualidades que no vemos en la pantalla, por la total ausencia de paisaje natural, son características inherentes a la vida abismal y miserable de la gente de Dogville.
Sin embargo, podríamos ensayar otra razón, por la que el director decide prescindir de casas, habitaciones, o paredes divisorias:
Este pequeño pueblo, es como una sola familia, una cada vez más unida ante la incursión perturbadora e intrusa de Grace, mujer demasiado educada, hermosa, y frágil, como para ser aceptada.
Partiendo de la esencia fílmica del movimiento Dogma, desnudando el escenario de naturaleza teatral, hasta el minimalismo, en base a una representación experimental, abstracta, artificiosa, y desabrigada, que subraye los elementos significativos de personajes y espacios, el danés Lars von Trier, desarrolla un elocuente drama de incisión moral, austeridad tonal, y rasgos irónicos, en donde a través de las vivencias de la protagonista, en una aislada microsociedad, se retrata la sociedad entera, el poder de las masas, la tergiversación de los hechos por conveniencias, y lo poco que sirve, ir con buenas intenciones por la vida; en un pueblo donde los muros son transparente, dejando ver el interior de quienes las habitan.
Tan innovador y sorprendente resulta ser; y es que esa escasez de medios, no perjudica en absoluto, al contrario; centra al espectador, en lo que realmente importa, ese milagro de argumento, plagado de simbolismos, que los actores interpretan a la perfección.
Sus casi 3 horas de duración, corroboran su desenlace, y el público entra y sale del pueblo, tan culpable, como su presunta inocencia inicial.
Según von Trier, el punto de Dogville es que “el mal, puede surgir en cualquier lugar, siempre y cuando, la situación sea correcta”
“I think you have plenty to offer Dogville”
Jamás hubiera creído, que pudieran inventarse tal película.
Dogville, del siempre interesante Lars von Trier, es insólito.
Desde el mismo inicio, cuando el narrador “en off” anuncia que Dogville consta de un prólogo y 9 capítulos, el desconcierto del espectador, hace acto de presencia.
Dogville admite, sin ningún tipo de rebuscamientos, por lo menos, 3 lecturas:
Una desde una óptica sociológica, otra en clave mística/religiosa, y otra como crítica a la sociedad estadounidense.
Los elementos que dan pie para cualquiera de estas 3 interpretaciones, se repiten una y otra vez, a lo largo de Dogville, por lo que von Trier no quiso dejar a ninguna, como única y definitiva.
Dogville sacude al espectador desde el inicio, desde la presentación del pueblo que da título a la película, revelando un escenario extremadamente minimalista, más propio de una obra de teatro.
Apenas hay decorado, ni atrezzo, los límites de las casas, están señalados con líneas blancas, sin paredes, y hay letreros en el suelo, que aportan información sobre las viviendas, dónde se supone, que hay un arbusto, o un perro.
Geniales los detalles, especialmente cuidados, como cuando caen las hojas, la nieve, y se juntan en los bordes de las “casas”
Este inusual planteamiento, de la puesta en escena, que irá acompañado del uso de la cámara en mano, con movimientos libres, y a veces caóticos, parece tener el objetivo de distanciar al espectador de la ficción que se está representando, al estilo de Bertolt Brecht; dramaturgo, director, poeta, y autor alemán, de hacerle consciente en todo momento, de la artificialidad del relato, y obligar a un análisis del texto, a una reflexión sobre el comportamiento de los personajes, y su traslación al “mundo real”
Es que a principios del siglo XX, Bertolt Brecht, creó el teatro épico, o teatro político; cuya característica más importante, es que es un modelo de teatro, mucho más comprometido con las causas sociales de su tiempo y, a diferencia del naturalismo de Zola y Antoine; o el realismo de Chéjov y Stanislavski, se intensifica el uso de la ilusión, ya que es importante que el espectador tome distancia de lo que sucede en escena, para llegar así, a un juicio crítico.
Este distanciamiento, o efecto de alienación, se conseguía gracias a la incorporación de recursos escénicos, tales como:
Anuncios o carteles dentro de la puesta en escena, que sirven para definir a los personajes, o el espacio.
Música, los números musicales, eran comunes en el teatro brechtiano.
Y el carácter episódico; el desarrollo de la acción dramática, viene dado por secuencias, como si el texto hubiera sido tratado desde el montaje cinematográfico.
Brecht buscaba un distanciamiento con el espectador.
Recordarle en cada momento, que lo que estaba viendo, era una ilusión, era puro artificio, era teatro.
Para ello, no hacía falta esconder los puntos de iluminación, ni las tripas del escenario con todas sus maquinarias, y sistemas de contrapesos.
El creador alemán, lo tenía claro:
Necesitaba un espectador atento, frío, y distante, que podría empatizar en ciertos momentos con los personajes, hasta que el director lo decidiera, y le devolviera a su butaca, lejos de la ilusión que producen las bambalinas.
Cuando este espectador saliera del teatro, tendría que ser capaz de juzgar el tema, normalmente social, que la obra le proponía, para así posicionarse de una u otra forma, frente al mismo.
Dogville, es un pueblo simbólico.
Utilizando una cámara inquieta y activa, con imágenes de documental, y representando el pueblo, de una forma meramente esquematizada, como un plano, la puesta en escena se revela como una de las más originales que he visto.
Con la genialidad de la sencillez, descubrimos que no son necesarios unos escenarios grandiosos, ni representados al detalle.
Se apela a nuestra imaginación visual, para recrear en nuestra mente, las calles, las casas, y los panoramas que se observan desde las ventanas.
Una técnica adoptada del teatro de Brecht, en el cual, se nos presupone una aceptación previa, de un esfuerzo imaginativo por nuestra parte, para “ver” los ambientes, apenas esbozados en el escenario, con unos cuantos objetos que sugieren los espacios, y los lugares.
Recurso brillantemente empleado en Dogville, de hecho, parece ser que von Trier, reivindica la vuelta a los orígenes escénicos, a la simplicidad de la puesta en escena, destinada a exigir un esfuerzo por parte del espectador, el cual tenderá a crear, y ampliar en su mente, lo que apenas se insinúa ante sus ojos.
Esta opción estética, encaja también con el carácter simbólico del lugar.
Sin auténticos rasgos característicos, cabe interpretar que Dogville, puede ser cualquier pueblo, o cualquier zona, con cierta independencia.
De hecho, el espectador no recibe información sobre, dónde ni cuándo sucede la acción, apoyando la tesis de que, la narración no está anclada, a un momento, o un lugar.
Del mismo modo, la comunidad encaja con la idea que nos ha dado el cine del típico pueblo de “La América Profunda”, tenemos la imagen del gánster de las películas de los años 30 y, aún más claro, las fotografías que acompañan los créditos finales, mientras suena la demoledora “Young Americans” de David Bowie.
No obstante, von Trier dijo, que nunca había puesto un pie en Estados Unidos, y que para él, el verdadero tema de Dogville era, que “el mal puede crecer en cualquier parte, si se dan las circunstancias adecuadas”
Por lo que situar la historia en EEUU, durante La Gran Depresión, resulta lógico, pero en realidad, su tesis es que podría haberla situado en otro lugar, y otro momento, donde se hayan plantado las semillas necesarias.
De ahí la heterogeneidad de los habitantes de Dogville; hay niños, jóvenes, adultos y viejos, blancos y negros, discapacitados, un escritor, un médico, un camionero, una sirvienta, una maestra…
Y todos van a actuar de forma similar.
La cobardía, el egoísmo, la codicia, la hipocresía, y la violencia, se extenderán como un potente virus.
En Dogville, el director propone varios temas, y los va desarrollando:
Comienza presentando, prácticamente a Dogville, como un pueblo idílico, casi utópico, para descubrir posteriormente, que la verdad tarde o temprano “sale fuera” y que ninguna población, formada por seres humanos, puede ser considerada un “paraíso”
Otra peculiaridad es su apariencia de cuento:
La agradable voz del narrador (John Hurt), presenta la historia, el lugar, y los personajes, como si se tratara de un relato infantil, sobre gente trabajadora y honrada, que en malos tiempos, recibe un regalo, prácticamente “caído del cielo” pues hay elementos que se prestan a una lectura religiosa.
Y Dogville admite lecturas, desde el punto de vista religioso, y no es casual que comience con una muestra del pueblito, desde arriba, en un picado cenital, desde donde se puede ver, dentro de sus casas, a la gente en sus quehaceres cotidianos.
Los techos, también son invisibles, y de esta manera, la cámara emula al “ojo de Dios”, una mirada omnipresente, capaz de englobar todo lo que los habitantes hacen, y más adelante, capaz de ver a través de las paredes, a uno y a otro personaje a la vez.
La escena donde mejor funciona el recurso, es en la que Grace, “La Gracia”, es violada por primera vez, y se ve por detrás de la pared, a un oficial de la ley que la busca, a unos pocos metros, agregándole tensión al asunto.
La iglesia que, significativamente, no es llevada por ningún sacerdote; así mismo tampoco hay sheriff, el cual aparecerá posteriormente como autoridad extraña, ajena al grupo, dando la impresión de una comunidad perfecta, idílica, que se “autogobierna”
Es Tom, el que se considera guía espiritual de la comunidad, aunque racionalista, ilustrado.
En Dogville hay referencias bíblicas muy concretas:
El personaje de Kidman, como Jesucristo femenino, es quien, además que ser enviada por su todopoderoso padre, “The Big Man” (James Caan), se rebela en un primer momento, para darle una oportunidad a “La Humanidad”, representada por este pequeño pueblo.
Grace, es víctima de su bondad, de su intención de ayudar a los demás, por la idealización que tiene de La Humanidad.
Ella mantiene la fe y la fortaleza, mientras su cuerpo es martirizado y ultrajado.
Aquí veo una esencia mezclada con los extractos del Antiguo y del Nuevo Testamento:
La figura que puede salvar, “mesiánica”, tira al final la toalla, y pide a esa especie de Dios, de tradición mosaica, que arrase con la vida,  animales no incluidos, porque a ellos se les educa y aprenden:
A modo de Sodoma & Gomorra, y El Diluvio Universal, parecen evocarse aquí, aunque esta vez, para terminar de un plumazo, no hay familias justas que merezcan ser salvadas, no están ni Lot, ni Noé, quienes cometen incesto, según la tradición bíblica, tras ser salvados, algo que no sólo los humaniza, sino que parece darle la razón a este director; es como si Kidman, hubiese ido al desierto, y se hubiera dado cuenta, de que no existe El Diablo, más allá de las personas, ni ellas sin Él:
El Demonio, vence no por poderoso, sino por ser indistinguible del adjetivo humano.
Curioso resultan las 7 figuritas, que va adquiriendo Grace con su trabajo, pues simbolizan Los 7 Pecados Capitales, de los que iría librando al pueblo; un detalle es que pueden ser, cada uno de los niños de Dogville también.
Impagable el diálogo:
“Al final de la calle, hay un familia con niños.
Que los maten primero, y que la madre lo vea.
Que los maten, uno a uno, y que le digan que pararán, si puede controlar las lágrimas.
Le debo eso”
Esa frase de Grace a los gánsteres, es simplemente desoladora.
Pero los hombres de Dogville, no quieren ser librados de sus miserias, y esclavizan a aquel que quiere hacerlo, reclamándolas con egoísmo.
Y concluye que, von Trier parafrasea a La Biblia:
“Y La Gracia Divina se hizo carne, pero los hombres la degradaron”
Y por último, el recurso, puede dar una idea de desnudez y de fragilidad, de pobreza, a nivel tanto material como espiritual, en la que está sumida la totalidad de los habitantes del pueblo.
Desde el momento en que Grace se somete de forma total a los pobladores de Dogville, las relaciones de poder se vuelven absolutamente unidireccionales, dando paso a la explotación, y al abuso, por parte de los últimos.
Chuck (Stellan Skarsgård), el primero en violar a Grace, ya había dicho al comienzo:
“La gente es igual en todos lados:
Animales rapaces.
Pero en un pueblo, tiene menos posibilidades.
Aliméntelos y comerán hasta reventar”
Con su actitud, Grace está otorgándoles una cuota de poder sin precedentes en sus vidas, despertando sus perfiles más sádicos.
Vale la pena aclarar, que por más que a cierta gente pueda parecerle que en Dogville se falsea la realidad, todas las actitudes de los personajes, son aterradoramente humanas, y la ilusión de verosimilitud, no se quiebra en ningún momento.
En la calle Elm de Dogville, acontecen pesadillas, que harían temblar al mismísimo Freddy Krueger.
Aun así, desde el comienzo, se adelanta que todo acabará en tragedia; a lo largo de 9 capítulos y un prólogo; a modo de “Pasión” abandonaremos un ingenuo y optimista cuento a lo Frank Capra, para adentrarnos en una terrible y devastadora parábola, sobre la naturaleza humana.
Así que Grace, divide su jornada, de forma que todos los vecinos reciban su ayuda, y con el día a día, parece que va ganándose la confianza de los aldeanos, pero es un pueblo de perros, de animales hambrientos, que con el tiempo, abandonarán sus máscaras, o pieles de ovejas, para abusar de una fuente de bondad, de la que obtienen todo tipo de satisfacciones, en un principio, acceden a pagar los servicios de Grace, pero luego optan por, simplemente, tomar lo que consideran que les pertenece.
A través del sufrimiento y la humillación de la heroína, un recurso habitual en el cine de von Trier, que siempre obtiene lo mejor de sus repartos, el danés nos ofrece su visión del mundo, dando a entender que, más que un código moral, lo que guía a la gente, es lo que el grupo concreto, al que pertenece, establece como bueno o malo.
Y cualquier decisión que beneficie al conjunto, puede maquillarse con palabras, lo importante es que suenen razonables.
Que la culpa no quite el sueño.
Los personajes, están magníficamente definidos, y su desarrollo es perfectamente creíble, así como el modo en que están expuestos, hace que vayamos conociéndolos, poco a poco, y así evitar el tedio que podría suponer un film de 3 horas de duración.
Son 3 horas, en las que no hay descanso para el espectador, que es interrogado sobre la bondad, la maldad, la mezquindad, la venganza, el egoísmo…
En definitiva, un recorrido crítico y reflexivo, por la miserable conducta, irónicamente llamada “humana”
Lars von Trier, acostumbra a sacar interpretaciones, absolutamente memorables, especialmente de las mujeres, desnuda a sus intérpretes, con personajes intensísimos, a los que estira hasta el límite, en todos los aspectos.
Nicole Kidman, la protagonista, está esplendorosa, un papel complejísimo, difícil, y sumamente expuesto a todos los niveles, que resuelve con una brillantez indiscutible, es la mejor época de la actriz, sin lugar a dudas; en una interpretación para el recuerdo.
Kidman desprende fragilidad en cada escena, aunque esa delicadez, no esconde una marcada sensualidad, que ayudará a desencadenar la tentación de Dogville.
Tom, un joven escritor, con Paul Bettany, a la altura de la protagonista, ayudará a la bella recién llegada, a ser aceptada por el resto de la recelosa comunidad, a cambio de trabajo.
Tom, un escritor que se auto engaña, dando sermones acerca de utopías que no son si quiera soñadas por los habitantes de Dogville; es el peor de todos los habitantes, por su desidia.
Es precisamente, en los singulares personajes, donde reside lo más acertado de Dogville; todos ellos, están magníficamente definidos, y tienen un desarrollo de lo más convincente.
Cada uno, representa diferentes facetas del ser humano, como si al unirlos, tuviéramos una sola personalidad:
Dogville.
Son tan reales, que uno siente que hasta puede tocarlos.
Entre ellos, destacan algunos nombres importantes, como:
James Caan, Lauren Bacall, Chloë Sevigny y Ben Gazzara.
Bajo la benevolencia de los habitantes, se esconde toda la verdad humana, y el pueblo no resultará ser lo que Grace creía.
Pero ella esconde un secreto, algo con lo que Dogville no cuenta, y que llevará a un final totalmente inesperado, terrorífico, casi traumático, pero extrañamente coherente.
Curioso resulta que Rousseau, haya sido uno de las mayores influencias de los “progreríos” varios que tenemos que soportar, un cáncer intelectual, causa de una gran parte de los desastres morales, políticos, y sociales que aguantamos.
¿Por qué Grace no se revela, o se va sin más?
¿Por qué Grace, que es una persona que repele la violencia en teoría, accede a ese orden de cosas, donde ella asume el rol de chivo expiatorio?
Muy sencillo, porque la Grace que hemos visto hasta ese momento, no es la Grace verdadera, al asumir el rol de chivo expiatorio, asume a su vez, un orden determinado de cosas, donde hay un aniquilador y una víctima, que debe asumir ser aniquilada, es decir, está totalmente inmersa en eso que dice condenar, pero que en realidad defiende.
Su objetivo, acaba siendo defender ese orden de cosas, mantener esa sociedad en la que ha decidido creer, asumiendo que para que perdure, ella debe ser la víctima, el sacrificio.
Esto se demuestra en la conclusión, en la vuelta de tuerca que da von Trier a Dogville.
Después de ser entregada al padre, en lo que parece que supondrá su muerte, vemos a una Grace que se destapa, totalmente como una bestia, un monstruo que no duda en pedir la exterminación de todo el pueblo, es decir, es igual o peor que todo ese pueblo, que la ha ultrajado anteriormente.
No confundir con una venganza, por dichos ultrajes, ya que como comentamos, ella se presta, asumiendo ese juego, porque está en su propia esencia.
No es una simple venganza, es la creencia absoluta, de que ese tipo de sociedad es un cáncer, la decepción, la asunción del fracaso, el reconocimiento de que eso por lo que apostó, y se sacrificó, es un absoluto fraude, y un peligro.
Un fracaso que lleva a las atrocidades que todos vimos, el fracaso de lo “rousseliano”
Lars von Trier, es de una malévola inteligencia, se recrea en esa primera parte, creando en el espectador, un entrañable confort, uno se siente parte de ese agradable pueblo, de valores aparentemente impecables, lo que se supone de un pueblo utópico.
Con ello, logra que cuando en la segunda parte le dé la vuelta a la cosa, de forma radical, muy radical, el desasosiego, perturbación, e incomodidad del espectador, sea total, moviéndose incómodo e impotente en la butaca.
Lars von Trier, no odia a sus personajes, más de lo que se odia a sí mismo.
Uno de los personajes que más rechazo provoca en Dogville, es Tom, encarnado por Paul Bettany, y no es otro que el álter ego de von Trier, un escritor preocupado por la moral que quiere contar la historia de Dogville, y que tiene una fijación con las trilogías.
Cerca del final, luego de que este personaje dio muestras de su faceta más repulsiva, la voz “en off” del narrador dice:
“Tom estaba enojado.
De pronto, supo por qué.
No por haber sido erróneamente acusado, sino porque era culpable.
Estaba enojado, porque sus sentimientos más desagradables, habían sido desenmascarados.
Un golpe duro para el joven filósofo, esto podía crecer y, algún día, comprometer toda su cruzada moral”
Como von Trier se critica a sí mismo, y se integra a la bolsa que vapulea, no se lo debería acusar de sentirse superior, ni de estar dando mensajes moralizantes.
De este dato, se desprende también, que el director tiene algo que lo aqueja, y por tanto, una urgencia personal, por contar su historia, es decir, que no es simplemente un niño malcriado, que quiere llamar la atención, y ofender a sus abuelos, como muchos críticos quisieran creer, sino que es un autor que, comprometido con su material, realmente tiene algo para decir.
Por último, recordar la discusión teológica final, entre “El Padre” (James Caan) y “El Hijo” (Nicole Kidman)
La crítica al discurso cristiano, o ilustrado, es tan demoledora, como las páginas de Nietzsche o “Justine” del Marqués de Sade.
El final, con las fotografías más cruentas que alguna vez se hayan visto sobre la pobreza en EEUU, era el epílogo, ya netamente “documental”, que faltaba para que el cine de Lars von Trier, tenga la contundencia de siempre.
Con esas últimas imágenes, el juego y la novela, se remiten a rostros y escenarios que no pudieron, ni podrán, ser recreados.
Y como remate, mientras aparecen los títulos de crédito, y todavía no te has recuperado de tan tremenda bofetada o golpe al estómago, suena a toda pastilla, “Young Americans” de David Bowie, con fotos tomadas del libro documental de Jacob Holdt “American Pictures” (1984) como una burla a tu desconcierto.
“God only knows what that woman’s capable of”
¿Se agrede al espectador en Dogville?
Sin lugar a dudas, pero ése es precisamente el objetivo:
Machacarlo bien, una y otra vez, obligándole a ver una realidad horrenda, pero que urge ser mostrada.
Una película como Dogville, es más que una cachetada, es una certera patada en las partes blandas a nuestra preciada fe.
Es entonces, perfectamente comprensible, que haya desatado tanta indignación y críticas adversas:
“Un pueblo sin Dios”
Un pueblo sin capacidad para recibir, y por ende, sin posibilidad de cambio.
Un pueblo mezquino, preocupado por lo que no es importante.
En otras palabras, un pueblo humano, y actual.
No es una historia bella, ni agradable, sino sólo, tristemente real.
Uno se da cuenta, de que el mundo está lleno de Dogvilles, y de que sin ellos, la vida sería mejor.
La mayoría de las comunidades humanas, no pueden soportar que alguien les haga mirarse a su propio espejo, y contemplar la degradación de sus propias almas.
Ése es el peor pecado que puede cometer alguien:
Ser íntegro, y que los demás en comparación, se sientan ignominiosos.
En alguna parte leí, que la sociedad puede perdonar todo, menos que le muestren la verdad que no quiere ver.
En este mundo cruel, nada se da gratis, nada se da a cambio de nada.
Ni El Cristianismo, ni su versión laica, La Ilustración, pueden mejorar al ser humano.
Suponer una bondad innata en el hombre, eternamente traicionada por las “pasiones” o lo “social”, es una idea arrogante, y negligente.
El ser, “humano”, es responsable de sus errores, y debe ser condenado por ellos.
Lo contrario sería arrebatarle su libertad, su dignidad; en definitiva, tratarle como a un perro; pero al menos el perro aprende; por lo vale decir, dichoso el perro, que no asesina, por lo que no será asesinado; tan siquiera, por morder a quien le quitó su alimento, el hueso.
Pero los errores de la humanidad, han sido catastróficos, imperdonables.
Si Jesucristo volviese a La Tierra, para El Juicio Final, la única solución sería, el exterminio de la especie humana.
Digan lo que digan algunos filósofos.
Ese sería el único modo sensato, de usar su omnipotencia.
Creo que Dogville, debería ser casi de visión obligatoria.
Nos demuestra que pese a tener buenas intenciones, y honrosos propósitos para con nuestros congéneres, no somos las bellísimas personas que decimos, o pensamos ser, es más, lo más probable es que seamos interesados, y egoístas, y a nadie le gusta ver la dura realidad de uno mismo.
¿Verdad?
Y es que al final, los perros son mejores que nosotros, o al menos, mejores que la mayoría de nosotros.

“Are you saying that everybody in this town is like you?”



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