La Partida

“Esto es lo que llamo, un buen cliente”

La prostitución masculina en Cuba, es mucho mayor de lo que se cree:
Alimenta un mercado interno en alza, y se esconde peligrosamente detrás de los prejuicios y el machismo.
En Cuba, un “jinetero” es aquel que ejerce un contrato, ilegal o semi-legal, según las leyes del país, con un extranjero; o sea, es un intercambio de carne cubana por dinero, amor, u objetos.
Se dice en Cuba que, el “jineterismo” es la dinámica de la gozadera, entre un socialista y un capitalista.
En cierta medida, el término es correlativo al de “jinetera”, que se utiliza para la negociación del estigma del término prostituta.
Así pues, un “jinetero” es uno que “cabalga al turista”
El “jinetero”, o también “pinguero” cuando se trata de prácticas homosexuales, tiene un ojo tan agudo para detectar nacionalidades, tipos de transacción, formas de compra-venta, o de placer, de libre entrada económica.
¿Cómo libre entrada económica?
Pues lo que deje caer el extranjero.
Es decir:
Todo, cualquier cosa, lo inimaginable.
De esa forma, el amor puede ser por un rato, o para toda la vida, si el visitante apoya económicamente, la salida del enamorado.
En Cuba, un “jinetero” podría ganar en una noche, o quizá en 2, lo mismo que gana un médico en todo un mes de trabajo.
Para nadie es secreto que, Cuba es un principal destino de turismo sexual en el mundo, aunque duela en el alma admitirlo.
En la década de los 90, con la apertura del turismo, la prostitución aumentó exponencialmente.
A principios del 2000, cuando aparece Chávez, junto con las grandes inversiones por el turismo médico, el turismo convencional pasa a un segundo plano, perdiendo prioridad, y de este modo, todas las instalaciones y servicios turísticos, perdieron la calidad establecida.
De esta forma, el único turismo que se ha mantenido fuerte, hasta el momento en Cuba, es el turismo gay.
En El Malecón Habanero, justo frente al Bimbón, hay más de 400 personas; la gran totalidad son hombres homosexuales, que ejercen la prostitución en este sitio.
La prostitución masculina, es desde hace muchos años, una cruda e incómoda realidad, que el narcisista machismo revolucionario, trata de ocultar.
El simulacro, la ilusión, y el maquillaje, son parte de la oferta de la industria habanera del placer rentado.
Aunque mucho se habla del “jineterismo” y las “jineteras”, la prostitución masculina, el “pinguerismo” también florece en el circuito turístico, y es para muchos jóvenes cubanos, “un deporte extremo, de alto rendimiento”
Si bien es cierto que, “el discurso de la penetración”, funciona muchas veces como resorte y herramienta de distinción entre los “pingueros”, y la clasificación a partir de roles sexuales, apegados al marco binario de penetrador/penetrado; o activo/pasivo, influye en las prácticas, y en las interacciones con los extranjeros.
La sexualidad de estos sujetos, es más compleja de lo que parece a simple vista.
Existen algunas “metáforas populares” que recrean las interacciones de los “pingueros” con los extranjeros, entre las más interesantes se encuentra “la mecánica”
La “mecánica” conjuga una serie de estrategias, que hacen que muchas veces, los “pingueros” no pidan dinero de antemano a los turistas, sino que desarrollen narrativas que los hagan parecer ante ellos, como víctimas del sistema, con proyectos de emigrar, o encontrar el amor verdadero.
Asimismo, la mecánica influye en las relaciones sexuales, y servirá también para negociar la masculinidad.
En ese sentido, los “pingueros” utilizan la penetración, como un capital para pedir más dinero, o para obtener mejores beneficios.
El consentimiento a ser penetrado por el otro foráneo, tiende a empoderar al extranjero de turno, y al mismo tiempo, es una estrategia “para ablandarlo y sacarle más dinero”
Al tiempo que los “pingueros” participan activamente en una economía de placeres, ligada al turismo, también forman parte de la venta de ropa, y otros artículos electrónicos, como celulares que les dejan los turistas, y luego ellos los llevan a sus pueblos para revenderlos en momentos de apuros.
Los “pingueros” son jóvenes con un marcado interés en las marcas, y tienen un culto al cuerpo, a partir de referentes transnacionales, difundidos por estrellas globales, del mundo del espectáculo.
A veces se negocia con la ropa que tienen los extranjeros, se les cobra algún dinero, y se les pide alguna ropa.
La ropa también tiene su valor, si es de marca, se ve como una inversión, y cuando no hay dinero, se vende, si es de Dolce & Gabbana, Diesel, o Levi's, en Cuba, esas marcas tienen mucha demanda, y se venden como si estuvieran comprando en una Boutique exclusiva.
Aunque se tengan relaciones con hombres, dentro o fuera del espacio de la “lucha” y en muchos casos, se definan como homosexuales, en los “pingueros” no operan las nociones tradicionales acerca del “coming out”, como un acto visible, y de orgullo individual, al estilo de EEUU y Europa.
De hecho, en Cuba, la cuestión del “closet” ha estado más asociada con un “secreto abierto” que con la adquisición de una identidad pública, basada en la sexualidad.
Reza un viejo proverbio yoruba que “lo que se sabe no se pregunta”; de este modo, se da cuenta de lo que no puede ser enunciado de manera explícita.
A través de esta peligrosa actividad, varones jóvenes, de entre 13 y 25 años, en muchos casos, acceden al glamour y a “una vida mejor”, negociando sus cuerpos.
Entre la fauna de la ciudad, los visitantes pueden encontrar de todo:
Desde muchachos que se resisten a vestirse de mujer, vaqueros de la noche, machos “sin plumas”, seductores de billeteras, que intentan salvar a su familia del precipicio, hasta otros que negocian su sexualidad, utilizando las ventajas del color de su piel.
Pues en esta economía de placeres y estereotipos, el sujeto negro y mestizo, es objeto de alta oferta y demanda.
La raza es un capital simbólico, para negociar dentro de este tipo de intercambio.
Un “pinguero” llamado Tristán dice:
“Nadie imagina las bajezas que los clientes pueden pedir, pero al menos, esto me permite pagar deudas, y darme gustos que van, desde enviarle dinero a mi madre, enferma de leucemia en Nuevitas, hasta comprarme un perfume, o invitar a una chica a comer, o a bailar en una discoteca.
Esto es muy duro para la autoestima, pero hay que vencer las dificultades que son muchas, hasta que pueda salir de esta asfixiante isla”
Muchos de estos chicos, viven en barrios marginales de La Habana, que el turista que los contrata no ve, y para ellos, la exagerada masculinidad, es a la vez, camisa de fuerza y coraza, que les permite sobrevivir en ese medio.
Hombres viriles, musculosos, pero muy frágiles, simultáneamente.
Otro chico llamado Jairo, “prefiere tener relaciones sexuales sin protección, porque el precio es mayor.
La inyección de dinero, es del doble.
Los teóricos marxistas sostienen, que el precio justo de un bien, debe incluir el reembolso del costo amortizado de regenerarlo.
Es decir, lo que se paga por una pizza, equivale al valor de los ingredientes, el esfuerzo, y algo de ganancia.
¿Y en el caso del cuerpo?
¿Cuánto tiempo podría ejercer de “jinetero” Jairo, sin que venga el accidente, la malicia, o la enfermedad?
El cuerpo no es renovable.
En Cuba, es casi imposible conseguir condones, por eso, lo primero que se dice al viajar es “llévate un cargamento”
En Cuba, lo que ciertos “jineteros” ofrecen, es ellos mismos.
Seguramente para muchos turistas, esta idea del “bareback”, el sexo sin protección entre desconocidos, genera total excitación.
¿Para qué negarlo?
Lo es.
Sobre todo, con gente verdaderamente bella, como los cubanos.
Pero esa es una decisión personalísima.
Ni todos los “jineteros” acceden al sexo sin condón, ni todos los turistas buscan esta práctica.
Como dato, en Cuba, se hacen gratuitamente operaciones transexuales, pero no les cambian el nombre a los pacientes.
No existen leyes que incluyan a los homosexuales en El Código de Familia.
Ni siquiera en El Censo son contados.
 ¿Ley de matrimonio?
¡Qué va!
La prostitución es completamente ilegal y penada, pero se observa, día a día, en las calles.
Para más INRI; la prostitución masculina, al igual que la femenina, alimenta una larga cadena de corrupción en la isla, que va desde el proxeneta, hasta el policía.
La policía corrupta, explota a estos chicos, incluso a menores de edad.
Curiosamente, resulta que la policía, tiene la orden de detener a todo el cubano que no sea de La Habana, y transite por esta zona.
Cuando ellos capturan 4 o 5 “no habaneros” entonces llega el camioncito de la policía, y los llevan a la estación de la PNR de Zapata y C.
Allí les levantan un acta por “asedio al turismo” y los deportan a sus respectivas provincias, con restricciones para regresar nuevamente a la capital.
“Hello!”
La Partida es una película cubana, dramática, del año 2013, dirigida por Antonio Hens.
Protagonizada por Reinier Diaz, Milton García, Toni Cantó, Mirta Ibarra, Luis Alberto García, entre otros.
El guión es de Abel González Melo, y Antonio Hens.
La Partida, es un drama romántico, que narra las adversidades a las que se ven sometidos 2 jóvenes humildes, que tratan de sacar su relación adelante, ante las dificultades sociales y económicas que se les ponen por delante.
Cuando la familia se sustenta en los pesos convertibles del turismo sexual, no hay lugar para el amor en La Habana.
La Habana es así, testigo de un pasado esplendoroso, pero ajada por la falta de reparaciones.
Ese es el ambiente que habitan los personajes:
La Habana de la desolación, la falta de esperanza...
Reinier (Reinier Díaz) vive con su novia Lludimila (Jenifer Rodríguez) y su hijo, en la casa de la abuela de esta, Teresa (Mirta Ibarra)
Por las noches, Reinier alquila su cuerpo a turistas extranjeros, entre ellos, Juan (Toni Cantó); y por el día, hace lo único que le interesa en la vida:
Jugar al fútbol.
También, apuesta su dinero, buscando un golpe de suerte que le cambie la vida a mejor.
Yosvani (Milton García Alvarez) es su compañero en los partidos de fútbol.
Él se emparejó con una chica mayor que él, llamada Gema (Beatriz Méndez), lo cual le permitió vivir en La Habana.
Yosvani vive con el padre de ella, Silvano (Luis Alberto García), que es prestamista, y también vende ropa de contrabando, a chicos como Reinier.
Después de una noche de fiesta, en una discoteca local, Reinier y Yosvani, comparten un beso rápido e inocente.
Esta interacción física inicial, conduce a una relación física, que crece rápidamente, en un profundo vínculo emocional.
En este entorno hostil, y en secreto, Reinier y Yosvani comenzarán una historia de amor, por la que tendrán que luchar contra viento y marea.
Pero la vida en Cuba no es fácil, y siendo gay en Cuba, no va a hacer que sea más fácil.
Reinier está más basado en la realidad, tan dura como que la realidad puede ser.
Él espera poder escaparse a Europa, con un turista adinerado; porque es legal en Cuba, y después, poder enviar por su mujer y su familia.
Pero la “otra fuga” puede ser a través de unirse a un equipo nacional de fútbol...
Pero Yosvani no quiere nada más que estar con Reinier.
Él ve el dinero, como la solución a su problema.
Con suficiente dinero, que sólo puede salir, e ir donde quieran, y estar juntos.
Sencilla y lamentable, es la respuesta de Reinier:
“¿Dónde?”
Reinier, es el superviviente por excelencia, no está dispuesto a arriesgar nada, ante la posibilidad de su partida, incluidos sus sentimientos; no ocurre así con Yosvani que, después de luchar por asumir sus verdaderos sentimientos, es capaz de enfrentarse a todo y a todos por su amor, y de nuevo, será quien pague el precio más alto. La Partida nos vende, con un tono realista, muy urbana, y cargada de sexualidad, una historia donde la homosexualidad, tiene un papel central, y no periférico.
La relación homosexual entre los 2 jóvenes protagonistas, es el punto de partida de esta producción hispano-cubana, dirigida por el español Antonio Hens, que retrata dramáticamente, la lucha por la supervivencia de la población cubana, para satisfacer las necesidades básicas, en el núcleo familiar.
La trama refleja la sociedad de La Habana en la actualidad, sus dificultades, y sus penurias, además de incidir en aspectos polémicos, como el turismo sexual y la prostitución, que son pasados por alto por las autoridades cubanas.
Con auténticas y sentidas interpretaciones de los 2 protagonistas, un Milton García, en estado de gracia, que se devora la pantalla con esos ojos verdes de esperanza; con el apoyo de Luis Alberto García, como el especulador amenazante, o antagonista.
La Partida, es un aspecto bien escrito y dirigido, con sensibilidad en el amor, desde una perspectiva cultural diferente, el amor que por desgracia, todavía “no se atreven a decir su nombre” en infinidad de lenguas, y en demasiados lugares en este mundo moderno.
“Tú lo que tienes que hacer, es empatarte con Juan”
Producción hispano cubana del cordobés Antonio Hens, en torno al romance de 2 chicos aficionados al fútbol, que viven de manera marginal en La Habana; cuya acción tiene lugar en su totalidad en Cuba, y cuyo principal aliciente es, reflejar el día a día de los ciudadanos cubanos.
Para ello, La Partida cuenta una historia centrada en 2 familias, y su forma de buscarse la vida, pero sobre todo, es un drama romántico.
Me parece un signo esperanzador, que una obra como La Partida, haya podido hacerse, algo tiene que estar cambiando en la isla de Cuba…
Ya que la prostitución, es la única salida que le queda a Reinier, para sobrevivir ante las duras condiciones de vida que le ofrece La Habana.
Los turistas extranjeros, son su clientela habitual, que le ayudan a mantener a su novia, y al hijo de ésta, a sabiendas de su propia mujer y suegra.
La carrera para la supervivencia, o “lucha” no le aleja de su gran pasión:
El fútbol.
En el equipo, se encuentra con Yosvani, otro chico humilde, en problemas, con el que comenzará una relación amorosa en secreto, ante una sociedad que no aprueba la homosexualidad.
Cabe señalar que el tema de la prostitución masculina, no es tratado en La Partida, de forma manida, sino consecuente con el conocimiento que se tiene, de que Cuba es un auténtico “foco de destino de turismo sexual”
De hecho, la naturalidad y veracidad de su realización, se fundamenta en una crónica diaria de unos jóvenes cubanos que, sin miedo, ni pudor, pasean de la mano públicamente, con sus adinerados acompañantes.
En este sentido, más allá de lo grotesco del asunto, se trata de un espejo, donde el realizador refleja la sociedad cubana.
Observa con cierta distancia, el entorno social, y el comportamiento plastificado de las creaciones, sobre las que más aversión deposita, para crear una doble función moral, de creador, y juez.
Esta posición de compromiso con su ficción, pero de una naturaleza iniciática, también documental, la reafirma en la constante búsqueda del feísmo, y la morbidez en zonas periféricas, inhóspitas, y desoladas.
Emerge, por su propio peso, la miseria como encuentro entre la melancolía impresionista de la degradación, física y mental.
Esta comunión, la ejecuta con la intensidad y el dinamismo de su incesante cámara al hombro, constituyendo una filosofía de trabajo, basada en la relación entre ética y estética.
Su dispositivo técnico, y su calculada puesta en escena, tienen un lugar esencial, como creadores de tensión, y lazo caótico en la interioridad de los personajes.
Alrededor de estos, la cámara parece perseguirlos, más que guiarlos, filmando y mostrando acciones y modos de vivir, que otros realizadores más pulcros desecharían.
La recreación plástica, es lo suficientemente sucia y áspera, como para resultar incómoda, pues dicho fenómeno ayuda a dar máxima credibilidad a la marginalidad económica de los caracteres, el reflejo de sus adversidades, y la lucha diaria por la supervivencia.
De la historia, destacar como un simple beso, estando borracho, puede cambiar la vida de la persona besada.
Lo más destacado del guión, son los personajes, principalmente los jóvenes Reinier Díaz, y Milton García, que cumplen a la perfección sus roles de 2 jóvenes humildes, aficionados al fútbol, que viven una complicada historia de amor en La Habana actual.
Milton García como Yosvani, es especialmente bueno, en retratar el viaje de tipo duro machista, al amante abandonado y desconcertado, en tragedia.
Y los familiares de los 2 protagonistas; pero de todos, el mejor es Milton García, cuya actuación permite que nos identifiquemos con su personaje, y es el de mayor intensidad dramática.
Lo mejor, a nivel visual, son 2 momentos:
Una imagen de La Habana, desde lo alto de un edificio, y sobre todo, el plano secuencia de Milton García, corriendo por la ciudad, al finalizar la obra.
Así como vemos la forma de existencia de mano de Reinier, de sobrevivir por su mujer, y su hijo.
Vemos la dependencia de Yosvani, a su novia y su padre tiburón.
Vemos la prostitución masculina en las calles, y cómo la familia de Reinier, aprueba este trabajo para vivir.
Y luego, vemos como el amor, entre 2 machistas, que viven en la pobreza, se hacen cuestionamientos internos,  del proceso que están pasando.
Aunque ambos son personajes de ensueño, Reinier es más práctico, en puntos de vista sobre el amor y el dinero.
También, aquella maravillosa cámara, que capta a los personajes en una montaña rusa, me parece llena de inocencia arrebata y esperanza en terreno muerto.
El mejor momento, es cuando la abuela de Reinier le dice:
“Tienes que tener una relación con Juan, para poder ir con él a España, y poder salir de la Isla”
Esta impactante frase, refleja la cruda realidad de mucha gente, que intenta abandonar Cuba, para buscar una vida mejor.
Lo malo de La Partida, reside en que para muchos cineastas, al parecer, la única manera para que un romance gay sea plasmado en pantalla, es con fatalidad y tragedia; parece una norma extraída del horripilante Código Hays.
Así pues, Antonio Hens firma todo un ejemplo de cine alérgico a la obviedad, malsano, e improcedente, como cualquier injusticia diaria, sustentado en la dureza y la ternura de sus escenas, que se van alternando con espontaneidad e imprevisibilidad, y pregonado por un dúo protagonista de actores hiperrealistas y de carácter penetrante.
Todo ello conforma un robusto conglomerado con voluntad de denuncia y hechuras, del mejor cine independiente hispano, de mirada comprometida, y pretensión crítica.
“Haces que te cases con él allá, y luego nos sacas a nosotros, y a tu hijo”
Los “pingueros” aparecieron en La Isla, durante los años 90, cuando la crisis económica generada en Cuba, luego de la caída del bloque socialista, provocó una apertura al capital extranjero, y al desarrollo del sector turístico, como señalé al principio.
Con una situación “excepcional” en que funcionan 2 economías:
Una en dólares estadounidenses, o pesos convertibles, “cuc” que es un poco más de $1,00; en la que se encuentran los bienes y servicios más importantes; y otra en pesos cubanos, de poco poder adquisitivo.
Por lo que los sectores populares, han tenido que poner en práctica otras estrategias de sobrevivencia, que muchas veces están en la delgada frontera de la ilegalidad.
De esta manera, surgió el término “lucha”
La expresión, utilizada recurrentemente por el discurso oficial, fue re-semantizada por amplios sectores populares, con exiguos salarios en pesos cubanos, para referirse a sus estrategias cotidianas de sobrevivencia.
Estar en la “lucha” le otorga al sujeto social cubano contemporáneo, una cierta libertad para moverse en un amplio campo de acciones, más allá de las leyes, y de valores éticos y morales.
El término “luchador” sirve para negociar el estigma y la censura que adquieren sus prácticas, en el discurso social.
Aunque se acueste con hombres todas las noches, Reinier no se piensa a sí mismo como “pinguero”, “prostituto” o “maricón”, sino como un sujeto 2al que le ha tocado vivir momentos difíciles”
La metáfora de la “lucha” tiene una función instrumental, y sirve para negociar la masculinidad, y para tomar distancia del estigma que implica, involucrarse sexualmente con hombres.
Ante la crisis, muchas familias, sobre todo las más pobres, tuvieron que readecuar sus expectativas educacionales y formativas y “hacerse de la vista gorda” sobre las acciones de sus hijos, porque ellos mismos, tuvieron que involucrarse en las dinámicas de la “lucha” para poder sobrevivir.
Sin embargo, la mayoría son jóvenes anclados al presente, con altos niveles de consumo, y sin planificación, lo que hace que no puedan subvertir los procesos de subalternidad, en los que se encuentran inmersos, porque los resultados económicos de la “lucha” rara vez se traducen en proyectos de vida, que puedan cerrar los ciclos de pobreza, e inmovilidad social.
Así las cosas, ante la crudeza de la narración, y de la excelente ambientación, que es el más fiel reflejo que he visto hasta ahora en el cine de la Cuba; las producciones del realizador, siempre exploran su tema más recurrente:
El paso de la adolescencia a la madurez.
Ese tránsito difícil, entre una edad en la que no se ha entendido nada, y otra en la que hay que entenderlo por la fuerza; el cuestionamiento de la masculinidad, hace mella en unos personajes siempre ambiguos, y condenados a encontrarse en un mundo que, a veces, les resulta tan aparentemente extraño:
Prostitución masculina, como búsqueda de sustento económico, a través del sexo.
Necesidad de exploración, y pérdida de la conciencia sensitiva, por querer vivir como unos niños, cuando ya sólo pueden hacerlo como adultos.
Sus actos, siempre tienen consecuencias, y deben vivir sufriéndolas.
Y lo peor es que actúan sin pensar en esas consecuencias.
Sin imaginarlas, dejándose llevar.
Todos sufrimos una partida, una pérdida del yo intrínseco.
Una ausencia de lo que fuimos dejando pasar a lo que seremos.
Es como otro parto, y todo parto es doloroso.
La decadencia de Cuba, después de 54 años de comunismo, y la falta de oportunidades de los jóvenes, los cuales algunos, no todos, se prostituyen con tal de escapar de la isla-cárcel; es lo que La Revolución Cubana ha llevado a la juventud, muy lejos... hasta El Malecón, donde conseguir quien de verdad les lleve lejos.
¡Qué gran logro!
Porque La Partida no sólo nos muestra una forma de sobrevivir, qué remedio, sino una forma de ver y entender la vida, de una manera muy particular.
Crítica a una realidad que ahoga y asfixia a sus gentes; crítica a un turismo sexual, que lejos de aportar aire fresco, enrarece aún más la atmósfera de la ciudad, creando en su habitantes, falsas expectativas que hacen aún más difícil la supervivencia.
Porque es bien sabido, que nadie puede echar de menos, aquello que no conoce, pero poner la miel en los labios de aquéllos que se sienten condenados al más cruel de los castigos:
El aislamiento forzado, de todo lo que significa, prosperidad y progreso.
La Partida crítica a aquéllos que viven una vida convencional en su país, envidiable para quienes carecen de esa posibilidad, y que sólo en El Malecón, son capaces de desatar su verdadero yo, oculto en su cotidianidad, y que sólo se libera 15 días al año, no me extraña que cree adición, es otro tipo de droga, más sutil, pero igual de perniciosa; pero el problema con las adicciones, es que no sólo las padecen sus víctimas, sino todo el entorno que hay a su alrededor, y en muchos casos, inocentes, que de forma incauta, o simplemente por supervivencia, se cruzan en su camino.
Personas condenadas a sobrevivir, siempre con una sonrisa, de ahí la grandeza del pueblo cubano, y como tales, sólo sobreviven los más fuertes, o los que mejor se adaptan; o aquéllos que aún no han perdido la posibilidad de soñar, pero...
¿Qué ocurre cuando despiertas del sueño, y sólo te espera la dura caída al suelo?
Pues que todas tus fuerzas se desvanecen, que las ansias por vivir se esfuman, y todo ya da igual. Una vez más, en cuanto a sentimientos y emociones se refiere, La Partida  demuestra que, en esta vida, sea cual sea la sociedad, y el momento que te toque vivir, aquél que más arriesga, es siempre quien más pierde.
Alguien dijo una vez:
“Es preferible arriesgar y perder en el amor, que nunca haber amado”

“Nos podemos ir pa’donde nos dé la gana”



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