Experimenter

“Illusion sets the stage.
Deception reveals the truth”

¿Sabías que existe un experimento, cuyos resultados indican que nuestra especie “humana” es en su mayoría malvada?
En los años 60, Stanley Milgram, realizó un estudio psicológico, que develó que la mayoría de personas corrientes, son capaces de hacer mucho daño, si se les obliga a ello.
Pero primero 2 apuntes:
“La Objeción de Conciencia”, es la negativa a acatar órdenes o leyes, o a realizar actos o servicios, invocando motivos éticos o religiosos.
Desde una ética racional, que considera que el individuo debe responder en primer lugar al tribunal de la propia conciencia, la objeción de conciencia se define entonces, como “un derecho subjetivo, a resistir los mandatos de la autoridad, cuando contradicen los propios principios morales”
De alguna manera, entronca con otras figuras de desobediencia al derecho, especialmente con la desobediencia civil y, de manera aún más alta, con el denominado derecho de resistencia a la opresión, proclamado en La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, al inicio de La Revolución Francesa en 1789.
En principio, puede plantearse ante cualquier tipo de mandato que se derive del ordenamiento jurídico, como normas médicas, u obligaciones tributarias.
El supuesto más destacado, no obstante, es la objeción de conciencia al servicio militar.
La objeción, por tanto, entra en juego cuando se da un choque, a veces dramático, entre la norma legal que obliga un hacer, y la norma ética o moral que se opone a esa actuación.
En caso así, el objetor de conciencia, se decanta por el “no a la ley”, atendiendo a lo que considera “un deber de conciencia”
Y el otro punto es el tema de las redes sociales, que impregna la cultura popular en los Estados Unidos, y en cualquier otro lugar.
Particularmente, la noción de “los seis grados de separación”, se ha vuelto parte de la conciencia colectiva.
Las comunidades virtuales como Friendster, MySpace, Facebook, y Orkut, entre otras, han aumentado enormemente la conectividad del espacio en línea, mediante la aplicación del concepto de redes sociales.
Así pues, nos encontramos con la figura de Stanley Milgram, un psicólogo graduado de La Universidad de Yale, que condujo los experimentos del “mundo pequeño”, siendo la fuente del concepto de “los seis grados de separación”; y “El Experimento de Milgram” sobre la obediencia a la autoridad.
En otoño de 1963, el mundo de la psicología se llevó el susto de su vida:
En La Universidad de Yale, se habían pergeñado una serie de experimentos, en los que una serie de desconocidos, aplicaba a otra serie de desconocidos, descargas eléctricas que iban desde los 15 a los 450 voltios.
El Experimento de Milgram, fue una serie de experimentos de psicología social, llevada a cabo por Stanley Milgram, y descrita en un artículo publicado en 1963, en la revista “Journal of Abnormal and Social Psychology”, bajo el título:
“Behavioral Study of Obedience” o “Estudio del Comportamiento de La Obediencia”; y resumida en 1974 en su libro:
“Obedience to authority. An experimental View” u “Obediencia a La Autoridad. La Perspectiva Experimental”
El fin de la prueba, era medir la disposición de un participante, para obedecer las órdenes de una autoridad, aun cuando éstas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal.
Los experimentos comenzaron en julio de 1961, 3 meses después de que Adolf Eichmann fuera juzgado, y sentenciado a muerte en Jerusalén, por crímenes contra la humanidad, durante El Régimen Nazi en Alemania.
Milgram ideó estos experimentos, para responder a la pregunta:
¿Podría ser que Eichmann, y su millón de cómplices en El Holocausto, sólo estuvieran siguiendo órdenes?
¿Podríamos llamarlos a todos “cómplices”?
Así, a los voluntarios del experimento que se presentaron, se les ocultó que en realidad iban a participar en una investigación sobre “la obediencia a la autoridad”
Los participantes, eran personas de entre 20 y 50 años de edad, de todo tipo de educación.
Para ello, Milgram había creado un “generador de descarga” eléctrica con 30 interruptores.
El interruptor, estaba claramente marcado en incrementos de 15 voltios, oscilando entre los 15 y 450 voltios.
También, puso etiquetas que indicaban el nivel de descarga, tales como:
“Moderado” de 75 a 120 voltios; y “Fuerte” de 135 a 180 voltios.
Los interruptores de 375 a 420 voltios, fueron marcados como:
“Peligro: Descarga Grave”, y los 2 niveles más altos, de 435 a 450 fueron marcados:
“XXX”
El “generador de descarga”, era en realidad de mentira, y sólo producía sonido cuando se pulsaban los interruptores.
En la prueba, a cada sujeto se le informó claramente, que se le iba a pagar por ir, y que conservaría el pago “independientemente de lo que pasara después de su llegada”
Luego, el sujeto conoció a un “experimentador”, la persona que dirigía el experimento, y a otra persona que se la indicó como otro sujeto.
El “otro sujeto”, era en realidad un cómplice, que actuó como sujeto.
Los 2 sujetos, el sujeto y el cómplice, sacaron un papel para saber, quién iba a ser un “maestro”, y quién un “aprendiz”
El sorteo fue falso, ya que el sujeto verdadero, siempre obtendría el papel de “maestro”
El “maestro”, vio que el “aprendiz” estaba atado a una silla, y tenía electrodos; luego, el sujeto fue ubicado en otra habitación delante del “generador de descarga”, sin poder ver al aprendiz.
A los participantes, se les comunicó que el “experimento estaba siendo grabado”, para que supieran que no podrían negar a posteriori lo ocurrido.
Así comienza, dando tanto al “maestro” como al “alumno”, una descarga real de 45 voltios, con el fin de que el “maestro” compruebe el dolor del castigo, y la sensación desagradable que recibirá su “alumno”
Seguidamente, el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el “maestro”, le proporciona una lista con pares de palabras, que ha de enseñar al “alumno”
El “maestro” comienza leyendo la lista a éste, y tras finalizar, le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras, dando al “alumno”, 4 posibles respuestas para cada una de ellas.
Éste indicará, cuál de estas palabras corresponde con su par leída, presionando un botón, del 1 al 4, en función de cuál, cree que es la correcta.
Si la respuesta es errónea, el “alumno” recibirá del “maestro”, una primera descarga de 15 voltios, que irá aumentando en intensidad, hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios.
Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente...
Con el avance del experimento, el “maestro” cree que está dando descargas al “alumno”, cuando en realidad, todo es una simulación.
El “alumno”, ha sido previamente aleccionado por el investigador, para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas.
Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el “alumno” comienza a golpear en el vidrio que lo separa del “maestro”, y se queja de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía…
Pero lo que el participante escucha, es en realidad una grabación de gemidos y gritos de dolor.
Si el nivel de supuesto dolor, alcanza los 300 voltios, el “alumno” dejará de responder a las preguntas, y se producirán estertores previos al coma...
Por lo general, cuando los “maestros” alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus “alumnos”, y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador, les hacía continuar.
Al llegar a los 135 voltios, muchos de los “maestros” se detenían, y se preguntaban el propósito del experimento.
Cierto número continuaba, asegurando que “ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias”
Algunos participantes incluso, comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor, provenientes de su “alumno”
Si el “maestro” expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente, y según el grado:
“Continúe, por favor”; “El experimento requiere que usted continúe”; “Es absolutamente esencial que usted continúe”; “Usted no tiene opción alguna. Debe continuar”
Si después de esta última frase, el “maestro” se negaba a continuar, se paraba el experimento.
Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios, 3 veces seguidas.
En el experimento, el 65% de los participantes, 26 de 40; aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo.
Todos los “maestros” pararon en cierto punto, y cuestionaron el experimento, algunos incluso, dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado.
Pero ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas, antes de alcanzar los 300 voltios.
El estudio posterior de los resultados, y el análisis de los múltiples test, realizados a los participantes, demostraron que los “maestros” con un contexto social más parecido al de su “alumno” paraban el experimento antes.
Milgram resumiría el experimento, en su artículo:
“The Perils of Obedience” en 1974 escribiendo:
“Los aspectos legales y filosóficos de la obediencia, son de enorme importancia, pero dicen muy poco sobre, cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas.
Monté un simple experimento en La Universidad de Yale, para probar, cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona, simplemente porque se lo pedían para un experimento científico.
La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos participantes, de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos participantes, la autoridad subyugaba con mayor frecuencia.
La extrema buena voluntad de los adultos, de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad, constituye el principal descubrimiento del estudio”
El Experimento de Stanley Milgram, fue realizado para obtener respuesta a la variable dependiente.
Recordemos que los 2 sujetos se han conocido, ambos son desconocidos agradables, y que piensan que cada uno podría estar en el lugar del otro, es decir, el “maestro” podría estar recibiendo las descargas.
Y aun así, ninguno se detuvo, aun cuando el “aprendiz” dijo que tenía problemas cardíacos.
¿Cómo puede ser?
Ahora creemos que tiene que ver con nuestro comportamiento, casi innato, que indica que “tenemos que hacer lo que se nos dice, sobre todo si proviene de personas con autoridad”
El desconcierto fue grande, cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como “maestros” en el experimento, administraron el voltaje límite de 450 a sus “alumnos”, aunque a muchos el hacerlo les colocase en una situación absolutamente incómoda.
Ningún participante paró en el nivel de 300 voltios, límite en el que el “alumno” dejaba de dar señales de vida.
Otros psicólogos de todo el mundo, llevaron a cabo variantes de la prueba, con resultados similares, a veces con diversas variaciones en el experimento.
En estudios posteriores de seguimiento, Milgram demostró, que las mujeres eran igual de obedientes que los hombres, aunque más nerviosas.
El estudio se reprodujo en otros países, con similares resultados.
En Alemania, el 85% de los sujetos, administró descargas eléctricas letales al “alumno”
Todos se mostraban nerviosos y preocupados por el cariz que estaba tomando la situación y, al enterarse de que en realidad, “la cobaya humana” no era más que un actor, y que no le habían hecho daño, suspiraban aliviados.
Por otro lado, eran plenamente conscientes del dolor que habían estado infligiendo, pues al preguntarles por, cuánto sufrimiento había experimentado el “alumno”, la media fue de 13, en una escala de 14.
Y es que hay un colofón poco conocido del experimento Milgram, reportado por Philip Zimbardo:
“Ninguno de los participantes que se negaron a administrar las descargas eléctricas finales, solicitaron que terminara el experimento, que se dejaran de realizar ese tipo de sesiones, ni acudieron al otro cuarto, a revisar el estado de salud de la víctima, sin antes solicitar permiso para ello”
De acuerdo con los estándares modernos, los participantes no fueron totalmente desengañados, y algunas entrevistas de salida, indicaron que muchos participantes, nunca entendieron del todo, la naturaleza del experimento.
El escándalo, obviamente fue mayúsculo.
No importó que poco después se hiciera público, que el aparato de electroshocks, fuera en realidad un “bluf”, que aquello no aplicaba descargas de ningún tipo, que todo era en realidad una pantomima para probar una teoría.
La comunidad estaba escandalizada, por la simple sugerencia de que “algunos de sus ciudadanos, hubiesen estado electrocutando a inocentes, sin verse obligados a ello, por gusto, podría decirse, simplemente”
Los experimentos, provocaron críticas emocionales, más acerca de la ética del experimento mismo, que sobre los resultados.
En la publicación Jewish Currents, Joseph Dimow, un participante en el experimento de 1961 en la Universidad de Yale, escribió acerca de sus sospechas tempranas, de que “todo el experimento estaba diseñado, para ver si los estadounidenses comunes, obedecerían órdenes inmorales, como muchos alemanes habrían hecho durante el periodo nazi”
De hecho, este era uno de los fines explícitos del experimento.
El experimento planteó preguntas sobre la ética del método científico en sí mismo, debido a la tensión emocional extrema, sufrida por los participantes, aunque se podría decir, que dicha tensión fue provocada por sus propias, y libres acciones.
La mayoría de los científicos modernos, considerarían el experimento hoy, inmoral, aunque dio lugar a valiosos estudios sobre la psicología humana.
Por otra parte, cabe señalar, que el psicólogo estadounidense Solomon Asch, mundialmente conocido y prestigioso, debido a sus trabajos pioneros en psicología social; fue el inspirador de Stanley Milgram, a quien dirigió en su tesis doctoral en La Universidad de Harvard; debido a los experimentos que condujo sobre la conformidad, donde se demostró que la presión social sobre las personas, puede inducirlas voluntariamente al error.
En 1981, Tom Peters y Robert H. Waterman Jr., escribieron que “El Experimento Milgram”, y el posterior “Experimento Zimbardo” en La Universidad de Stanford, eran aterradores en sus implicaciones, acerca del peligro que amenazaba en el lado oscuro de la naturaleza humana.
El otro gran aporte de Milgram fue otro experimento realizado en el año 1967, cuando ideó una nueva manera de probar la teoría que denominó:
“El Problema del Pequeño Mundo”, en su investigación sobre las redes sociales en los Estados Unidos.
Este experimento consistió, en la selección al azar de varias personas del medio oeste estadounidense, para que enviaran tarjetas postales a un extraño situado en Massachusetts, situado a varios miles de millas de distancia.
Los remitentes, conocían el nombre del destinatario, su ocupación, y la localización aproximada.
Se les indicó que enviaran el paquete, a una persona que ellos conocieran directamente, y que pensaran que fuera la que más probabilidades tendría, de todos sus amigos, de conocer directamente al destinatario.
Esta persona, tendría que hacer lo mismo, y así sucesivamente, hasta que el paquete fuera entregado personalmente a su destinatario final.
Aunque los participantes esperaban que la cadena incluyera al menos cientos de intermediarios, la entrega de cada paquete, solamente llevó, como promedio, entre 5 y 7 intermediarios.
Lo innovador de esta investigación, fue la revelación de que la sociedad humana es una red social, que presenta la estructura del mundo pequeño, caracterizada por interconexiones mucho más cortas de lo esperadas.
Los descubrimientos de Milgram, fueron publicados en “Psychology Today”, e inspiraron la frase:
“Seis grados de separación”, a pesar de que Milgram nunca la utilizó personalmente.
Fue el dramaturgo, John Guare, quien popularizó la frase, cuando la escogió como título de su obra, en 1990.
Sin embargo, los descubrimientos de Milgram fueron criticados, porque éstos estaban basados en el número de paquetes, que alcanzaron el destinatario pretendido, que fueron sólo alrededor de 1/3 del total de paquetes enviados.
Además, muchos reclamaron, que el experimento era parcial, en favor del éxito de la entrega de los paquetes, seleccionando sus participantes de una lista de gente, probablemente con ingresos por encima de lo normal, y por tanto, no representativo de la persona media.
En algunos casos, los paquetes alcanzaban a su destinatario, en apenas 1 o 2 pasos, mientras que algunas cadenas, estaban compuestas de hasta 9 o 10 eslabones.
Sin embargo, un problema significativo fue que, en muchas ocasiones, las personas se negaron a reenviar los paquetes, ocasionando que estos no lograran llegar al destinatario.
En uno de los casos, 232 de los 296 paquetes enviados, nunca llegaron a destino.
Eso también llegó a comprobar, la empatía o el compromiso de lograr el objetivo propuesto, en satisfacción de una meta que no me afectaba.
Estos 2 experimentos bastaron para que Milgram, de familia hebrea, padre húngaro, y madre rumana, entrara en los libros de estudio de la psicología, como uno de los más importantes del siglo XX, que muy curiosamente, nunca estudió psicología durante sus estudios de ciencias políticas en Queens College, New York, donde se graduó en 1954.
Aunque se presentó a un postgrado en psicología social en La Universidad de Harvard, fue rechazado inicialmente, a causa de falta de estudios de psicología; y aceptado en 195, después de tomar 6 cursos de psicología, graduándose en 1960.
Stanley Milgram murió en 1984, de un ataque al corazón, a la edad de 51 años, en su ciudad de nacimiento, New York.
Le sobreviven su esposa, Alexandra “Sasha” Milgram, y 2 hijos.
En 2010, se estrenó el documental francés:
“Le Jeu de La Mort”, dónde se recrea el experimento de Milgram, pero adaptándolo para que parezca un concurso de televisión.
De este modo consiguen que los participantes no sepan que se trata de un experimento.
“The experiment taught me something about the plasticity of human nature.
Not the evil, not the aggressiveness but a certain kind of malleability”
Experimenter es un drama del año 2015, escrito y dirigido por Michael Almereyda.
Protagonizado por Winona Ryder, Taryn Manning, Kellan Lutz, Anton Yelchin, John Leguizamo, Peter Sarsgaard, Dennis Haysbert, Lori Singer, Josh Hamilton, Anthony Edwards, Jim Gaffigan, Vondie Curtis-Hall, entre otro.
Como génesis, aunque Almereyda estaba al tanto del trabajo de Milgram, no fue hasta que su novia comenzó a tomar una clase de psicología, cuando Almereyda se interesó.
Posteriormente, el director se encontró leyendo:
“Milgram's Obedience to Authority: An Experimental View”, y según cuenta él mismo, cuando comenzó a leer:
“Al instante lo vi cómo filmable”, por lo que nació el proyecto de producir la película; la cual se rodó en New York, EEUU.
Es el año 1961, cuando Stanley Milgram (Peter Sarsgaard) lleva a cabo una serie de experimentos sobre la obediencia en La Universidad de Yale.
La investigación, planteada a raíz del juicio a Adolf Eichmann, pretendía dilucidar la relación de las personas con la autoridad.
La violencia del experimento, hizo que Milgram fuera tildado de “sádico” y de “monstruo”
Así las cosas, Experimenter nos narrará su vida, desde principio a fin, y sus diferentes experimentos.
Toda su lucha para saber “qué es lo que nos hace no ser libres”, y “cómo podemos llegar a serlo”
Intentando entender, “qué es lo que ha hecho a lo largo de la historia, a que actuemos como esclavos para nuestros superiores, que nos fuerzan a matarnos a unos y a otros”, como durante La Segunda Guerra Mundial, evento que marcará todo el metraje; y se nos explicará, cómo la gente, lejos de aplaudirle, cuestionarán completamente su obra, a pesar de las pruebas, o cómo la malentienden; o directamente la usan en la mala dirección, como el ejército.
Lo cierto es que este estudioso, tirando a genio, probó que hace falta bien poco, para que una “sUciedad normal”, se convierta en un avispero.
Lo único que hace falta, es darle un empujoncito.
Cabe esperar que no haya que acordarse de Milgram en los próximos tiempos, porque esta vez, los electroshocks serán de verdad, y va a haber cola para obedecer.
“No one was forced”
Desde lo técnico, Experimenter opera a varios niveles de ilusionismo y humor, donde constantemente utiliza nostálgicas proyecciones de fondo, que enfatizan la falsedad de ciertas situaciones, y dan lugar a ambientes retro.
De manera semejante recurre a una paleta de nostálgicos colores pastel, que crean una sensación institucional, tanto de la universidad, como de los laboratorios y clínicas.
Y el director nos ofrece una visión desalentadora de la especie humana, y de la civilización, un preocupante respeto por una autoridad que se presenta racional, aunque en los hechos demuestre ser cruel e inhumana.
Aquí, la ilusión fílmica es continuamente rota, cuando Milgram, interpretado con humildad desafiante, ironía, y empatía por Peter Sarsgaard, se dirige a la cámara rompiendo la cuarta pared, para explicar sus intenciones, como si el auditorio fueran sus alumnos de Yale, o para convertirse en una especie de desenfadado narrador omnisciente.
Pero este tono lúdico, no resta seriedad al tema, sino que lo enfatiza, al hacer que la dramatización de los hechos, se convierta en una reflexión sobre la realidad, y no en una “pontificación” de la misma.
En cierta forma, Experimenter en sí mismo, es un experimento para obligar al espectador, a imaginarse en la posición del “maestro”, de alguien que es manipulado, para ser parte de algo que lo pondrá en evidencia, al tiempo en que el conductor del experimento mantiene con él un diálogo íntimo.
Un dato importantísimo y de mucho peso, es que en un par de ocasiones, se cita la frase de Soren Kierkegaard:
“La vida tan sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante”
Ya que, si bien es imposible echar marcha atrás, y corregir las decisiones cobardes del pasado, por lo menos es posible, o debería serlo, aprender de ellas.
Así pues, desde las primeras secuencias, Milgram revela que sus padres sobrevivieron al Holocausto, dándole un motivo para realizar los experimentos del comportamiento humano.
La conversión de un pueblo moderno, eficiente, y respetuoso del orden, como el alemán, en una servil herramienta de la máquina genocida del Estado, fue una de las principales motivaciones de investigación.
Milgram aparece aquí, como un psicólogo brillante, pero también como un manipulador e ilusionista, como alguien que se mueve en un territorio peligroso, entre la ciencia y el entretenimiento, de ahí que se insinúen paralelos en su trabajo, y programas de cámara escondida, donde la gente es llevada a actuar de manera absurda, o a exponer sus lados oscuros, al ser espiada en circunstancias extrañas.
Sin embargo, lo que Milgram en realidad está tratando de llevar a cabo, es una campaña moral, y con cada falsa descarga, siente que la noción de “humanidad” se colapsa, y nosotros con ella en la reflexión, también somos parte del resultado.
La objetividad y el pragmatismo de la ciencia, son puestos en evidencia, desde el momento en que una “persona ordinaria”, confronta a la institución, y pierde el poder de cuestionar, ya que se siente en desventaja intelectual, así como al enfrentarse a la tecnología que representa el poder monetario, y de la imaginación dirigida, supone que su opinión, o valores, son insignificantes.
Por ello, Almereyda, quien siempre destaca por su sutil e inteligente conducción de autores, y sus puestas en escena económica, y en cierta forma teatral, evita recorrer el repetitivo camino del “biopic” convencional, por lo que limita los elementos narrativos y dramáticos al mínimo.
De tal manera, aquí entra y sale de la trama, al introducir, entre otras cosas, a un elefante que pasea por los pasillos de Yale, como paquidérmico recordatorio de esas verdades aplastantes, de las que nadie habla a pesar de que son imposibles de ignorar.
Toda una metáfora, como lo es el decorado, o la estética de cierto momentos.
El reparto es notable, pero especialmente destaca Winona Ryder en el papel de Sasha, la esposa de Milgram, quien además sirve como un pretexto, para que el científico explique el funcionamiento de sus experimentos.
Por tanto, Experimenter es un documental con toques novelados, es lento, pero debería ser de obligado visionado.
A pesar de lento, es absorbente; y se debe ver por su historia, no por su fotografía, aunque se hace muy divertido, el que se usen cromas para todo escenario que es secundario en la vida del protagonista, como quitándole importancia.
Así, Experimenter es un tributo sensible y elocuente, a un hombre que realizó una carrera espléndida, y alcanzó la fama cuando su trabajo fue reciclado de manera simplona, en un telefilme donde él fue interpretado por William Shatner (Kellan Lutz)
Sin embargo, a lo largo de su vida, Milgram tuvo incontables tropiezos con gente e instituciones que entendían pobremente su trabajo, y lo acusaban de crueldad y deshonestidad, por haber “engañado” a sus sujetos.
Hasta que murió, sin haber podido descifrar, “cómo liberar al ciudadano común, de actuar ciega y servilmente, al servicio de intereses crueles y criminales”
Quizás, si sus descubrimientos no hubieran sido ignorados, los gobiernos de los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX, y los albores del XXI, se habrían encontrado con oposición popular masiva, al tratar de arrastrar a la población, por la infructuosa y genocida Guerra de Vietnam, el brutal intervencionismo en Centro América, así como la catastrófica y deshumanizadora Guerra contra El Terrorismo.
“The techniques change, the victims change but it's still a question:
“How do this things happen?
How are they institutionalized?”
Estos experimentos de Milgram, ofrecen luz al respecto de las masas silenciosas, que son cómplices de las aventuras bélicas, el maltrato de la minorías, el colonialismo, y el daño irreparable al medio ambiente, entre otros crímenes inmensos, que no podrían tener lugar, si los pueblos desafiaran a una autoridad “malévola”
El profesor Milgram, elaboró 2 teorías que explicaban sus resultados:
La primera, es “La Teoría del Conformismo”, basada en el trabajo de Solomon Asch, que describe la relación fundamental entre el grupo de referencia, y la persona individual:
Un sujeto que no tiene la habilidad ni el conocimiento para tomar decisiones, particularmente en una crisis, transferirá la toma de decisiones al grupo, y su jerarquía.
El grupo, es el modelo de comportamiento de la persona.
Y la segunda, es “La Teoría de La Cosificación” o “Agentic State”, donde, según Milgram, la esencia de la obediencia, consiste en el hecho de que una persona se mira a sí misma, como un instrumento que realiza los deseos de otra persona, y por tanto, no se considera a sí mismo, responsable de sus actos.
Una vez que esta transformación de la percepción personal ha ocurrido en el individuo, todas las características esenciales de la obediencia ocurren.
Este es el fundamento del respeto militar a la autoridad:
Los soldados seguirán, obedecerán, y ejecutarán órdenes e instrucciones dictadas por los superiores, con el entendimiento de que la responsabilidad de sus actos, recae en el mando de sus superiores jerárquicos.
Milgram demostraba así, que no hacía falta ser ningún psicópata o sádico, para perpetrar actos de violencia mayor.
Los resultados de su estudio, fueron una patada al trasero de la sociedad estadounidense, y abrieron la puerta a otros estudiosos de temas tan polémicos, como el propio Holocausto, examinando la posibilidad de que este fuera ejecutado por un sinfín de “personas normales”, que se limitaban a obedecer, como lo juró el genocida nazi, Adolf Eichmann.
No obstante, la realidad sugiere que, un estudio psicológico como éste, nunca hubiera sido permitido en la actualidad, en la mayoría de los países, por cuestiones éticas.
La ética actual, critica el estudio por el engaño a los participantes.
Los críticos también suelen señalar el daño posible que hizo el estudio a los participantes.
Pero no hay desmérito que las terribles cifras del experimento demostraron que “los seres humanos ordinarios”, ante la orden de una figura con apenas un poco de autoridad, como una túnica blanca, son capaces de cometer aborrecibles brutalidades, de actuar con crueldad y desprecio por la vida, llevando a cabo, actos de lesa humanidad.
Si hoy existieran nuevos Campos de Concentración, que los hay, dominados por la figura de un tirano, que los hay, u otras formas de autoritarismo, que las hay, existiría más de un 75% de ciudadanos, al menos tan solo en Estados Unidos, que estarían dispuestos a formar parte del personal del mismo, y de castigar a otros seres humanos.
Véase los atentados más recientes, de ciudadanos contra sus propios conciudadanos.

“The experiment had told to the subject to perform an action what happened between the command and the outcome is individual, with conscience and will where can ether obey or disobey”



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