Youth

“Intellectuals have no taste”

¿Cuándo nos hacemos viejos?
¿En qué momento empezamos a observar el mundo a larga distancia?
¿Son los años los que marcan el inicio de la cuenta atrás?
La vejez, es una puerta más que debemos cruzar en nuestra vida, al igual que la infancia, la adolescencia, y la juventud.
En el Japón, la vejez es un símbolo de estatus; es común que a los viajeros que se registran en los hoteles, se les pregunta la edad, para asegurarse de que recibirán la deferencia apropiada.
En contraste, en Estados Unidos, el envejecimiento por lo general, se considera indeseable…
Los estereotipos sobre el envejecimiento, internalizados en la juventud, y reforzados por décadas de actitudes sociales, pueden convertirse en estereotipos personales, que a nivel inconsciente, a menudo actúan como profecías que se autorrealizan.
En un mundo de “selfies”, de publicidad de última gama, de cuerpos tallados a golpe de “Photoshop”, de grandes dramas frente a pequeños problemas, y de videoclips pop que han perdido personalidad, el legado se convierte en algo indispensable, pero es un legado que llega viciado, y que las generaciones que llegan, convierten en un arma a favor de lo convencional.
Pablo Picasso decía:
“Cuando dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida”
Y no en balde, hay que ser originales, pero sin perder la esencia, al momento de vivir y retratar la vida, pues así seremos recordados.
“You were right.
Music is all I understand”
Youth es un drama italiano, escrito y dirigido por Paolo Sorrentino en el año 2015.
Protagonizado por Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Tom Lipinski, Poppy Corby-Tuech, Emilia Jones, Mark Kozelek, Rebecca Calder, Anabel Kutay, Ian Keir Attard, entre otros.
Obtuvo una nominación al Oscar a la mejor canción original:
"Simple Song #3"
Y es una historia de la lucha eterna entre la edad y la juventud, el pasado y el futuro, la vida y la muerte, el compromiso y la traición, la ilusión y el hastío, el éxito y el fracaso…
El título en italiano “Giovinezza”, es pura ironía, una reflexión sobre el paso del tiempo, y en especial, sobre las cosas que poco a poco vamos dejando atrás, semi olvidadas, pero de las que nunca podemos ni queremos despegarnos.
La mayoría de las escenas fueron filmadas en Davos, Suiza, en especial en El Hotel Schatzalp, donde Thomas Mann escribió su famosa novela “La Montaña Mágica”, y otras escenas también fueron rodadas en Roma y Venecia.
Así, Youth retrata la estancia en un lujoso hotel de Los Alpes suizos, de 2 amigos octogenarios:
Fred Ballinger (Michael Caine), un compositor retirado, y Mick Boyle (Harvey Keitel), un director de cine, que está trabajando en lo que él considera su “testamento fílmico”
También visitan el hotel, la hija del primero, Lena Ballinger (Rachel Weisz), un joven actor de Hollywood, Jimmy Tree (Paul Dano), y Brenda Morel (Jane Fonda), una diva de tiempos pretéritos.
Mientras el director de orquesta retirado, recibe una invitación de La Reina Elizabeth II del Reino Unido, para realizar el cumpleaños de su esposo El Príncipe Philip, Sorrentino juega con el concepto del pasado, del presente, y del futuro, gracias a unos personajes principales llenos de aristas, y de unos secundarios que constituyen el contrapunto perfecto a cada situación.
Una hija, un actor de cine y una actriz renovada en la televisión, un deportista famoso en horas bajas, hasta una Miss Universo…
Todos ellos componen el universo particular, en el que los protagonistas se enfrentan a sus miserias y miedos.
Y es que al llegar a determinada edad, nos da igual La Reina de Inglaterra, pues lo verdaderamente importante es, si esta mañana hemos meado bien o no.
Pero nunca podremos traicionar el recuerdo del amor de una vida, aunque sólo quede de él, una imagen distorsionada y marchita.
La juventud, que es algo que ya no se puede recuperar, y que cada uno de los protagonistas, la recuerda con nostalgia.
Por eso Youth tiene todos los elementos para lograr conseguir la preciada etiqueta de “Obra Maestra”
Al conseguir conmover y emocionar; maravillar y cuestionar realmente el valor de la vida, reconsiderar el hoy, no el mañana/futuro; que resulta tan incierto, pero que a los jóvenes nos emociona, ni mucho menos el pasado que tantas experiencias nos regaló…
Llega el momento de vivir, simplemente vivir.
Aunque si algo se concluye de esta paradójica juventud de Sorrentino, es que hay vidas que se marchitan mucho antes de la jubilación.
Vidas sin rumbo, que confluyen en un hotel decadente de Los Alpes, un sanatorio de lujo para almas en pena, y que consolidan al director italiano, como el mejor retratista de la frivolidad.
“La vejez no significa nada más que dejar de sufrir por el pasado”
Decía el escritor, biógrafo, y activista social austríaco, Stefan Zweig.
Y qué razón tenía…
“We are all extras.
All we have is emotions”
Retratar la belleza de un paisaje, de un salón, o de cualquier lugar en un fotograma, está al alcance de directores con un visión especializada para ello; sin embargo, lograr convertir esas tomas, en verdaderos cuadros de arte, en obras que maravillen tus pupilas, y queden grabadas en tu mente, de tal manera que el recuerdo de la misma golpee inmediatamente tu memoria, al escuchar el nombre de la película.
Esto es para genios, y verdaderos artistas.
Y Paolo Sorrentino, nuevamente logra maravillar con su sutil y preciso manejo de cámara.
Luego de “La Grande Belleza” (2013), el director italiano nos trae Youth, que hace referencia a la vejez, vaya ver el antónimo, es decir, el deterioro emocional o físico, y a la nostalgia por un pasado que ya se fue, todo dentro del marco de unas vacaciones en un hotel exclusivo de Los Alpes suizos.
Construida a base de sumar cortos “set-pieces”, donde puebla tanto el gag, la astracanada, el lirismo, o la tragedia, Youth vuelve a ser un compendio de todo lo mejor, y todo lo peor que puede darnos su principal responsable.
Sorrentino es un hombre de excesos, eso está claro, así que el resultado final de sus obras, siempre depende de cómo sea capaz de dar orden a todo su estrambótico imaginario.
Alabar lo realizado por Sorrentino, y no valorar el trabajo de Luca Bigazzi en la cinematografía, sería injusto.
Ambos han venido trabajado juntos en 3 producciones como:
“This Must be the Place” (2011), “La Gran Belleza” (2013), y Youth.
Esta relación artística, es equivalente a la de Denis Villeneuve y Roger Deakins, o la Terrence Malick y Emmanuel Lubezki.
Son combinaciones perfectas, en las que Bigazzi ilumina como nadie, y juega con las sombras como pocos, embelleciendo las tomas de Sorrentino, y convirtiéndolas en obras majestuosas.
Siendo la cámara y el encuadre, la verdadera estrella de la película.
Cierto que Sorrentino continúa creando ambientes pomposos, muy cuidados, y en perfecta simetría, es su estilo.
Incluso mete un videoclip a modo de sarcasmo, por las diversas críticas que decían que sus películas “eran meras piezas musicales”
Y de fondo, dejando un lado el obvio tema de la vejez, también incluye críticas, aunque escasas a otros temas, como es el de la preferencia social a la belleza, antes que a la inteligencia, o el de la evolución de la televisión que le va comiendo el terreno al cine.
Pero sobre todo, Youth retrata la decadencia y la decepción que llega en la vejez, con la repercusión de nuestras acciones durante la adultez, juventud, y niñez.
La melancolía durante la etapa de retiro de grandes estrellas; quienes durante su juventud, rozaron la excelencia; así como la importancia que significa para alguno, el seguir sintiéndose importante y vigente.
De cómo un pasaje durante el día, puede trasladarnos a nuestro banco de recuerdos; reviviendo vagamente experiencias y sensaciones vividas.
Sorrentino juega con nuestras emociones, con un guión que golpea en nuestros más íntimos sentimientos, una triste poesía sobre la época dorada, “la segunda juventud”; nada más falso que ello.
Un llanto a la vida, que alcanza su punto máximo con una secuencia final, de los créditos, realmente memorable.
Y sorprende la habilidad de Sorrentino en crear personajes memorables y caricaturescos, bellas líneas, y hacer que cada escena esté llena de belleza, y se muestre cuidada, y bien sincronizada en todos los aspectos, dando forma a su ya característico estilo, que goza de influencias Malickianas, Fellinianas, entre otras.
El que mira, a través de unas grandes gafas color café, es un Michael Caine, poseído por un viejo y afamado compositor de música clásica:
Fred Ballinger, que se encuentra atascado en su propio presente, viviendo, según le cuenta él mismo al médico que lo chequea, empujado por la apatía, aterrado por lo que le espera más allá del lujoso hotel donde pasa sus vacaciones.
En ese mismo hotel, se encuentra su amigo Mick, interpretado de manera maravillosa por Harvey Keitel.
Mick es un experimentado director de cine, entusiasta a pesar de su edad, que está deseoso de realizar una última película, que le sirva como “testamento artístico”
Y para ello trabajará con un joven grupo de guionistas, y con la que ha sido su musa durante toda su carrera:
Brenda Morel.
Y ambos entablarán amistad con Jimmy Tree (Paul Dano), un actor talentoso, frustrado por el origen de su éxito, de interpretar a un robot, que busca ansiosamente, pulir los detalles que le permitan perfeccionar el próximo papel que tiene entre manos.
Fred y Mick, dan largos paseos por los caminos que bordean los bosques alpinos, disfrutan de las lujosas instalaciones de un balneario exclusivo, y hablan sobre su pasado, su presente, y su futuro, mientras observan como desfila ante ellos, una extravagante colección de personajes:
Una Miss Universo (Madalina Diana Ghenea) con una mente cultivada y esculpida en un cuerpo perfecto.
Un dios roto del fútbol, homenaje a Diego Armando Maradona, con Karl Marx tatuado a la espalda.
Un monje que es capaz de elevarse sobre las inmundicias terrenales.
Una masajista, que cree que no tiene nada que decir, pero que es capaz de decirlo todo sin mover la boca.
Una pareja de ancianos, que se guarda odio en forma de silencio, y un deseo sexual que sobrevive al tiempo.
Con prostitutas poco agraciadas, un niño que aprende, y una niña que enseña…
A través del ecosistema anteriormente descrito, y gracias a una banda sonora y una fotografía sublimes, Sorrentino consigue mantener en todo momento, un estado de tensión emocional constante, abrumado por su imponente belleza, mostrando mediante una catarata de detalles, la importancia de la amistad, el absurdo necesario que supone perseguir los sueños, la pesada carga de crecer sin olvidar, o haber crecido y olvidado, fallar, y morir.
Además, todo esto se consigue, mientras se homenajea a la música como creadora de nuevas emociones, al fútbol como absurdo magnífico y necesario, y sobre todo, al cine, como ficción más allá del arte, como deseo puro y primero de trascender al papel de extras que nos ha tocado en esta vida.
Puedo entender, que Sorrentino moleste por su estética...
Su estilo es tan pomposo y arrogante, que es más fácil que provoque rechazo que otra cosa, pero me rindo ante su suntuosidad, y consigue hechizarme.
Y para los que no, es más, cualquiera diría que Youth se trata de una colección de descartes, de escenas que no sirvieron en “La Grande Belleza” (2013)
Y es que las comparaciones son inevitables, porque, aunque Youth está rodada en inglés, con estrellas internacionales, transcurre en el marco más mortalmente aburrido posible, un balneario suizo, y su mirada ya no es tan declaradamente felliniana.
Youth se asemeja a su anterior obra “de juventud en la vejez” en su estructura, en su tema, como “la divina juventud evocada a final de trayecto”, y en la manera de contarlos.
Tanto en “La Grande Belleza” (2013) como en Youth, se hace el balance con sus cuentas pendientes de una vida, en este caso de 2 hombres maduros y otrora exitosos.
Pero la elegancia cínica de aquel insustituible Jep Gambardella, da paso aquí al meloso canto de una amistad longeva, salpicada de humor patéticamente blanco, para el que Michael Caine emplea ese registro de ternura, con mirada acuosa que viene explotando en toda clase de films desde que se hizo mayor.
Y Harvey Keitel hace lo mismo, pero ni la suma de 2 talentos de tal envergadura, es capaz de transmitir la emoción esperada.
Tal vez de eso se trata, Sorrentino no habla de la pesadez de una vida tras un éxito que da sombra a un revivir.
Así vemos la crisis artística del actor, y la marital de la hija que carecen de interés, y no atrapan porque no terminan de desarrollarse, aunque todo se intuye.
Las canciones eclécticas contribuyen, claro, a la morosidad del conjunto; los chistes con gracia, como el cine devorado por la televisión, y una alusión al Festival Internacional de Cine de Cannes, donde los directores son peores a medida que se hacen mayores, se cuentan con los dedos de una mano, y al final, sólo queda aferrarse a elementos muy periféricos, como el cuerpo, exhibido fugazmente en todo su esplendor, de Madalina Diana Ghenea, o la presencia de un sosias de Maradona, otrora “mago del balón” caído en la desgracia más evidente, físicamente.
Aunque Sorrentino vuelve a apelar a Fellini, ahora mucho más tímidamente “8½” (1963), aunque sólo en una escena, onírica como muchas, con la aparición de las musas del personaje de Keitel, en un plano y montaje menos frenético, y se queda en una nada convincente estética de folleto de balneario.
Aun así, con todos esos baches, Youth consigue convertirse en la más comercial de las películas de su autor.
¿Por qué comercial?
Generalmente, el director italiano durante su filmografía, ha realizado producciones de habla solo italiana; lo que lo restringe a un mercado nacional y europeo.
En esta ocasión, al utilizar actores de un mayor corte internacional, como Michael Caine, Rachel Weisz, Paul Dano, Harvey Keitel, y Jane Fonda; le permite lograr mayores proyecciones a nivel mundial, y por ende, grandes ganancias en la taquilla.
Para los actores; si para Sorrentino, Youth cuenta “cómo transcurre el tiempo, cuánto ha pasado, y cuánto queda por delante”, para Caine habla sobre “lo que hemos perdido, y que no vamos a recuperar, con ello se refería al poster, en la que se ve a los 2 actores viendo desnuda a Miss Universo”
Para Keitel, destaca su énfasis en “la lucha por la existencia”
Jane Fonda, por su parte ha apostillado:
“La edad es una cuestión de actitud y de pasión”
Como remarca el director:
“Si se puede mirar el futuro, se mantiene una forma de juventud”
Una juventud donde lo más importante es el sexo, y no la personalidad.
Una juventud que valora a las cantantes en función de su atractivo físico.
Pero, acaso no es todo esto relativo…
Siempre se ha dicho, que “todo tiempo pasado fue mejor”, pero todavía seguimos vivos y progresamos.
Como dice el personaje interpretado por Paul Dano:
“¿Qué importa que nuestro deseo sea inmoral o imposible, si eso es lo que nos hace humanos?”
Y es que Youth es un canto a la vida, a las ganas de vivir, y a no desaparecer.
A que te recuerden, y a no ser olvidado, a pesar de lo que lograste.
El pasado está ya muy lejos, de la misma forma que si lo estuvieras mirando a través de un prismático al revés, y casi es irreconocible, pero aún queda mucha vida por delante.
Por último, la banda sonora corre a cargo del compositor estadounidense David Lang, incluyendo la pieza “Simple Songs”, que se lleva a cabo al final.
La escena, fue filmada con la soprano Sumi Jo, la violinista Viktoria Mullova, y La Orquesta Sinfónica de La BBC.
“C'mon, life goes on even without that cinema bullshit”
El visionado de Youth, me recuerda una frase del escritor francés, autor de novelas y ensayos, Tony Duvert, que decía:
“Me pregunto si los hombres que alcanzan a ser más viejos, pero viejos más allá de la propia vejez, no son aquellos que no entienden nada, no aman a nadie, y no han vivido nunca.
Tontos viudos infatigables.
Tortugas bicentenarias”
Paolo Sorrentino, repite su discurso crítico, enmascarado de comedia agridulce, en esta ocasión, contra la vuelta al pasado, los arrepentimientos, y los presentes autodestructivos.
En su mirada, encontramos pasión y hastío a partes iguales, y acude para ello, a los recuerdos, aquellos que aún permanecen, los que ya no están presentes, y los que regresan en algún paréntesis de revelaciones lúcidas.
Se intuye cierto miedo del propio Sorrentino, a la desaparición, al olvido de lo que algún día supuso para el cine, aunque sus intenciones parecen claras, cuando apunta a que la televisión es el presente y el futuro...
En el fondo, Youth resulta un canto a la belleza, esa que acompaña a los personajes acomodados de las altas esferas, esa que parece inherente a una juventud perenne, no aparejada al paso del tiempo, sino a un estado de ánimo, a un don que sólo habita en los espíritus elegidos.
Por eso hay jóvenes que se comportan como ancianos, y ancianos que desbordan una juventud envidiable.
Sólo hay que recordar, que al final, lo que queda de cara al exterior es la juventud, El Divino Tesoro con el que Sorrentino nos vuelve a enamorar.

“I have to choose what is really worth telling:
Horror or desire?
And I choose desire.
You, each one of you, you open my eyes, you made me see that I should not wasting my time on the senseless fear...”



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