Girl with a Pearl Earring
“How hard is it to paint a pretty girl?”
La hegemonía neerlandesa del siglo XVII, también conocida como “Edad de Oro Neerlandesa”, fue un período de la historia de Los Países Bajos, en que este país se transformó en una potencia de Europa, y en el que florecieron el comercio, la ciencia, y la cultura neerlandesas.
Hace unos días, se celebraron los 383 años del nacimiento de Johannes Vermeer van Delft, uno de los pintores neerlandeses, más reconocidos del Arte Barroco.
Existe poca información sobre su vida, únicamente, algunos hechos básicos anotados en registros y documentos legales, así como comentarios sobre él, de otros artistas.
En vida, Vermeer fue un pintor de éxito moderado; no tuvo una vida desahogada, quizá debido al escaso número de pinturas que producía, y a su muerte dejó deudas a su esposa y 11 hijos.
Johannes se casó el 20 de abril de 1653, con Catharina Bolnes, en Schipluy, un pueblo cerca de Delft.
La madre de Catharina, Maria Thins, se opuso inicialmente al matrimonio.
Una de las razones, pudiera ser la confesión calvinista de Vermeer, mientras que Catharina era católica.
Solo tras la recomendación del pintor católico, Leonaert Bramer, decidió Maria Thins, aceptar el matrimonio.
Si Vermeer se hizo católico o no, sigue siendo discutido…
En 1660, se trasladó con su mujer, a casa de su suegra, en el Oude Langendijk; y tuvo 15 hijos, de los que como mínimo, 4 murieron siendo niños.
Y es que parece que Johannes Vermeer, no ganaba el suficiente dinero para poder alimentar a su numerosa familia.
Debido a que pintaba un promedio de solo 2 cuadros al año, debía tener otras fuentes de financiación; por lo que la posición de decano era muy influyente, lo que demuestra que Vermeer era un personaje respetado en Delft; y pudo ver en vida, que sus cuadros alcanzaban altos precios.
Pero pintó pocos cuadros para el mercado libre del arte; sus cuadros eran en su mayoría para mecenas, como el panadero Hendrick van Buyten.
Pero en 1675, Vermeer enfermó, y murió a los pocos días, a los 43 años.
El 15 de diciembre de 1675, fue enterrado en el sepulcro familiar de la Oude Kerk, o “Iglesia Vieja”, en español, en Delft.
Su mujer, tuvo que renunciar a su herencia, para anular las deudas, y sus bienes fueron a parar a los acreedores.
Una importante colección, acabó en manos de Jacob Dissius y su esposa Magdalena van Ruijven, dueños de una imprenta, que según un inventario realizado después de 1682, poseían 19 obras de Vermeer.
Algunos provenían del padre de ella, Pieter Claesz van Ruijven.
Otros, pueden haber sido comprados por Magdalena van Ruijven, Jacob Dissius, o su padre, Abraham Jacobsz Dissius, ya en la venta de la herencia, realizada el 15 de mayo de 1677, en el local del gremio de San Lucas, se vendieron 26 obras de Vermeer.
Así que es probable, que ambas familias compraran cuadros del pintor.
En el plano meramente pictórico, se ha dicho de Vermeer, que no hay nadie como él, capturando la luz que entra por la ventana, y se queda encerrada en una habitación; siendo conocido por su tratamiento de la luz, la textura, la perspectiva, y los colores trasparentes; y supo reflejar con gran maestría, la luz sobre los objetos; y que es único imprimiendo movimiento al cuadro, haciendo que sus personajes no sean estáticos, sino “que se mueven”
Que se pueden sentir sus pensamientos, puesto que la mayor parte de ellos, se encuentran absortos en ellos.
Se ha dicho tanto de este pintor, del que no sabemos su rostro, que sin embargo, aún hoy día sigue fascinando.
La obra completa de Vermeer, es muy reducida, solamente se conocen 33 a 35 cuadros; esto pudo deberse, a que pintaba para mecenas, por encargo, más que para el mercado de arte; y pintó otras obras, hoy perdidas, de las que se tiene conocimiento, solamente por antiguas actas de subastas.
La obra de Vermeer, fue realizada entre 1654 y 1675; y solamente 3 de sus cuadros tiene fecha, y de los demás, solo se estima el momento de ejecución, por el estilo empleado.
Fue un precursor en la pintura, en relación a los principios de la composición.
Empleó una división equilibrada de superficies, con las que también expresaba estructuras y situaciones complejas de forma sencilla, y con pocos elementos.
La geometría, tenía un papel importante en la composición; y Vermeer empleaba la luz, de manera que casi llegaba a dar la impresión, de que pintaba al aire libre.
Además, no empleaba tonos grises para representar sombras.
Otro punto característico de la pintura de Vermeer, son los espacios que retrata en sus obras, sus interiores, los cuales en varias de sus obras, son algo más que coincidencia, repeticiones, esta disposición se basa en un cuarto en el que la ventana siempre a la izquierda, es la que organiza la escena, por supuesto adrede, por lo que la luz incide siempre de la misma forma en todos sus personajes, al igual que en los objetos, con variaciones, por supuesto, debidas a los pocos elementos que varían en sus composiciones, como son las vidrieras que cambia siempre en relación con el tema que representa, incluyendo en ellas, distintos motivos, y alegorías.
Su obra se resume en:
Pintura histórica, paisajes urbanos, pintura moralizante, cuadros de mujeres, representación de las ciencias, alegorías, y dibujos.
Sus cuadros más conocidos son:
“Gezicht op Delft” o “Vista de Delft” (1658-1660); y “Het meisje met de parel” o “La joven de la perla” (1665-1667)
“Het meisje met de parel”, es una de sus obras maestras, y como el nombre implica, utiliza un pendiente de perla como punto focal.
La pintura se encuentra en el museo Mauritshuis de La Haya; y es un óleo sobre tela, al estilo Barroco, de 46,5×40, realizado aproximadamente, entre 1665 y 1667.
En el inventario más antiguo de su obra, efectuado en 1676, aparece titulado como “Un retrato al estilo turco”
Luego, pasó a llamarse “Joven con turbante”, y también “Cabeza de joven”
En 1995, un catálogo razonado del pintor, lo denominó “La joven de la Perla”, o “Het meisje met de parel”, y así continúa hasta nuestros días.
¿Qué secreto se oculta tras la mirada detenida para siempre en una de las pinturas más famosas de todos los tiempos?
¿Quién fue la modelo que posó para la pintura?
El misterio rodea a este pequeño cuadro; y encierra una serie de incógnitas, que ninguna investigación ha sido susceptible de aclarar.
Se desconoce la fecha exacta, en la que Johannes Vermeer lo realizó, datándose en algún período impreciso, entre 1665 y 1675.
El artista, se limitó a dejar su firma, a secas, sin más datos…
Si se trató del encargo de un mecenas, o de una libre inspiración, quedará como otro interrogante.
También se ignora, quién era la chica representada.
Normalmente, cuando las pinturas retrataban a personajes de la alta sociedad, y preeminentes en su momento, resulta más sencillo identificarlos, bien porque a veces figura el nombre en el título, o bien porque el renombre de los retratados, ha permanecido hasta nuestros días, o aparece registrado en documentos; y es más fácil seguir el rastro a las genealogías de alcurnia...
En cambio, si el modelo era de clase humilde, anónimo, es más común que su identidad se pierda entre las madejas del tiempo.
En la producción de Vermeer, existen 4 obras en las que apenas existen alusiones narrativas, lo que indica que podría tratarse de retratos.
En este grupo, sobresale el lienzo que aquí comentamos, una de las obras más famosas del pintor de Delft.
La ubicación de la modelo en un primer plano, refuerza esta hipótesis, aunque por desgracia, desconocemos los nombres de las modelos.
La bella muchacha, recorta su busto de perfil, ante un oscuro fondo neutro, girando la cabeza en ¾, para dirigir su intensa mirada hacia el espectador.
Su boca se abre ligeramente, como si deseara hablar, dotando así de mayor realismo a la composición, recordando obras de Tiziano, Tintoretto, Rembrandt, o Rubens.
La atractiva y cautivadora joven, viste una chaqueta de tonalidades pardas y amarillentas, en la que sobresale el cuello blanco de la camisa, cubriendo su cabeza con un turbante azul, del que cae un paño de intenso color amarillo, creando un contraste cromático de gran belleza.
El turbante, con el paño amarillo cayendo hacia atrás, es una señal del interés que despertó en la época, la cultura oriental, como consecuencia de las guerras contra El Imperio otomano.
La sencilla composición, a base de líneas geométricas, permite al artista otorgar unidad al conjunto, el turbante cae verticalmente, contraponiéndose al círculo que forma la cabeza, y al cono truncado del tronco de la modelo.
El dibujo, se complementa con el color, aunque en ciertos lugares del cuadro, como la nariz, se ha realizado sin dibujo previo, y las líneas se funden con el rostro.
Este aspecto, ha llevado a pensar a algunos expertos, que Vermeer podría haber utilizado la técnica de la cámara oscura, un instrumento antecesor de la cámara fotográfica, con el que los pintores conseguían una proyección plana de un objeto tridimensional.
Los colores terrosos del vestido, y el turbante, otorgan calidez a la composición, y contrastan con el azul frío e intenso del turbante en la parte superior del rosto, y al fondo neutro.
El azul aquí utilizado, proviene del lapislázuli, un pigmento realmente caro, que nos demuestra cómo Vermeer, no escatimó esfuerzos, demostrando su maestría con este “tronie”, o “muñeco”
El emplaste, es aplicado con firmeza, y con una capa bastante más gruesa en las zonas de pigmentos claros.
La gran perla que le ha dado nombre, adorna su oreja, recogiendo el brillante reflejo de la luz que ilumina su rostro, recordando a Caravaggio, al interesarse por los potentes contrastes lumínicos.
En el fondo oscuro, la figura de la joven destaca como un fondo de luz y de pintura, o mejor dicho, de pintura hecha luz.
Pintura y luz en los ojos y en la perla, en el blanco del cuello de la camisa, en los entreabiertos labios.
Como bien dice el historiador, Albert Blankert:
“La materia de las cosas se ha hecho luz y ésta no es más, ni menos, que pintura”
A diferencia de otras figuras femeninas, adornadas con perlas, también pintadas por Vermeer, véase “Vrouw met parelsnoer” o “Joven dama con collar de perlas” (1662/1665), algunos expertos consideran, que en este caso, nos encontramos ante un símbolo de castidad, apuntando E. de Jongh a los escritos de Francisco de Sales, como fuente directa.
“Meisjeskopje” o “Retrato de una mujer joven” (1665/1667), y “Meisje met de rode hoed” o “Joven con sombrero rojo” (1664/1667), serán las demás obras a las que aludíamos en un principio.
Recientes escritos sobre Vermeer, apuntan a que la imagen de la pintura en cuestión, era un “tronie”, nombre que se daba en Holanda, en el siglo XVII, a las efigies peculiares y/o expresivas, de uso decorativo, que no tenían intención de ser un retrato identificable, y que en muchos casos, los pintores producían para demostrar su pericia.
Y si hablamos de historia, no hay pruebas de quien es realmente la joven... Algunos incluso se atreven a decir, que es una de las hijas del pintor…
Pero a día de hoy, es desconocida la procedencia.
Lo que sí es cierto, es que el cuadro finalmente llegó a manos del museo, a través de los años por la subasta, al comprarlo un extranjero, y poco después morir, así acabó en el museo de La Haya.
Sin embargo, el cuadro estaba en descomposición, y tras su tratamiento de 1994, cuando se le realizó una restauración, se realzaron los colores, y la viva mirada de la fría y blanca dama.
Johannes Vermeer, no firmó ni dató todas sus obras, lo cual dificulta no sólo la ubicación cronológica de las mismas, sino también su autentificación.
De las 34 obras reconocidas actualmente como auténticas, sólo 16 llevan su firma, y únicamente 2, la fecha:
“De Koppelaarster” o “La Alcahueta” (1656), y “De Geograaf” o “El Geógrafo” (1668)
Como dato curioso, tras la restauración de la pintura en 1994, apareció en “Het meisje met de parel”, la firma del pintor, en la esquina superior izquierda, aunque en las reproducciones habituales de la obra no se aprecia, por estar realizada en un color muy suave.
La firma, ha sido autentificada como tal, por los expertos del Museo Mauritshuis de La Haya.
“You're a fly in his web... we all are”
Girl with a Pearl Earring es un drama del año 2003, dirigido por Peter Webber.
Protagonizado por Scarlett Johansson, Colin Firth, Tom Wilkinson, Cillian Murphy, Judy Parfitt, Joanna Scanlan, Essie Davis, Alakina Mann, Chris McHallem, Gabrielle Reidy, Anna Popplewell, entre otros.
El guión es de Olivia Hetreed, y es la adaptación cinematográfica de la obra homónima de 1999, de la escritora estadounidense, Tracy Chevalier; un libro basado en la creación del famoso cuadro “Het meisje met de parel” de Vermeer.
Mediante la ficción, la autora imagina, y relata las circunstancias bajo las que el cuadro fue pintado.
La novela, se convirtió en un pequeño “best seller” de culto, justo después de su publicación, cosechando buenas críticas por parte del sector crítico, y del público.
Como génesis de la producción fílmica, Andy Paterson y su mujer, la guionista Olivia Hetreed, leyeron el manuscrito de “Girl with a Pearl Earring” unos meses antes de su publicación, haciéndose con los derechos de los mismos.
Así, Girl with a Pearl Earring, gira en torno al cuadro, también conocido como “La Mona Lisa del Norte” de Johannes Vermeer, uno de los pintores más importantes de La Época de Oro Holandesa.
La puesta en escena, que es lo más importante de la obra, intenta reflejar un universo pictórico de tonalidades y perspectivas sobre el fondo; tanto así que obtuvo 3 nominaciones al Premio Oscar:
Mejor fotografía, vestuario, y dirección artística.
Se rodó en Delft, Ámsterdam, Holanda; Bélgica, y Luxemburgo.
La acción tiene lugar en Delft, Holanda, durante el año de 1665.
Griet (Scarlett Johansson), es una chica de 16 años que vive con su familia en el barrio más pobre de Delft.
Cuando el padre de Griet queda ciego en un accidente sufrido en un horno de cerámica, la joven se ve obligada a emplearse como criada, en casa de Johannes Vermeer (Colin Firth), el cual, consciente de las dotes de la joven para percibir la luz y el color, irá introduciéndola, poco a poco, en el mundo de su pintura.
Al principio, Griet se encuentra un poco incómoda, pero pronto se acostumbra a su nueva vida.
Por su parte, Maria Thins (Judy Parfitt), la suegra de Vermeer, al ver que Griet se ha convertido en la musa del pintor, decide no inmiscuirse en su relación, con la esperanza de que su yerno pinte más cuadros...
Y Griet se enamora de Vermeer, aunque no está segura de cuáles son los sentimientos del pintor hacia ella.
Finalmente, el maquiavélico Pieter Claesz van Ruijven (Tom Wilkinson), envidioso de la intimidad de la pareja, se las ingenia para que Vermeer reciba el encargo de pintar a Griet.
Y es que para la época, para una criada, es peligroso ser bonita y llamar la atención, aunque sea sin querer.
Ella agacha la cabeza, y se aplica a sus tareas; y Vermeer la reclama a su estudio, con el pretexto de que lo ayude, por el simple placer de respirar en su presencia, y solazarse en sus formas de mujer, tan sensual y joven, como inalcanzable.
Y su belleza puede salirle cara…
Puede acarrearle más quebraderos que alegrías.
Pero no ha habido en toda su vida, nada comparable a tocar con sus manos las mezclas, distinguir matices en la luz, mirar un cuadro aún sin terminar, oírle a él, preguntándole su opinión a ella, sólo a ella; sentir cómo la traspasa el anhelo silencioso, la hoguera en que él la funde, sin apenas rozarla.
Es una relación sensitiva, que trasciende el plano físico; y ella se muere por estar en ese estudio, donde deja de ser una pobre doncella, y se transforma en alguien inmortal, en una Musa detenida en el tiempo, en una desconocida exótica tocada con telas sacadas de algún cuento remoto, y una perla que desafía a las tinieblas.
Y el resultado, será una magnífica obra de arte.
Girl with a Pearl Earring es una reflexión sobre pintura y cine, la obsesión de un pintor por su modelo, la pasión de crear, el misterio de sus cuadros, así como el clima misterioso que rodeó la vida del propio pintor.
En resumidas, una buena película sobre arte, y que se rodea de un ficticio realizado para los fans de la novela histórica, aunque su origen sea desconocido.
“Not even a smile for my pains?”
Convertir un cuadro del siglo XVII, en una película del siglo XXI, es una tarea complicada.
Hay que transmutar mucha pobreza, mucha injusticia, mucha sordidez de los inicios de la Europa moderna, para obtener la perla en la cámara oscura de hoy.
Y todos los adjetivos se quedan cortos, a la hora de definir la perfección fotográfica, la exactitud de la ambientación, o la minuciosidad de los vestidos y los objetos que componen las imágenes de Girl with a Pearl Earring.
Sin duda, lo más destacable, es el indescriptible placer estético que produce su contemplación.
A nivel superficial, no acontecen muchas cosas, la acción es mínima, muy centrada en el drama, lo cual focaliza el interés en los personajes, haciendo que el embobado espectador, ante tanta maravilla visual, se interne en un microcosmos, un universo intimista de hermosas proporciones.
Una criada, un artista, una pasión artística, un ensueño de clases y responsabilidades, una sociedad que ha dejado el sentido religioso del arte, y una burguesía que anhela las pinturas en las paredes, donde el artista debía encontrar a un mecenas que le sustentara y alimentase, para no pasar hambre.
Un mundo donde las mujeres hermosas, llevan a cabo actividades simples, cotidianas, dignas de ser contadas y/o pintadas.
Vermeer, desnudó a sus modelos en sus pinturas, pero una desnudez diferente, enseñó el alma que se escondía tras ellas, como reflejan algunos de sus lienzos, y en especial, en el que se basa esta obra.
Peter Webber, debutó en el cine con Girl with a Pearl Earring, y recrea la casa del pintor, su celosa y caprichosa mujer Catharina (Essie Davis), la dominante suegra, el ambiente doméstico y mezquino, con su crudeza, sus abusos, entre los canales de una ciudad holandesa, donde el cariño, la comprensión, la ternura, eran tan escasos como la luz del día, y había que hacer un esfuerzo para aprehenderla, para plasmarla en cuadros.
En la atmósfera católica opresiva, llena de sospechas, la joven no puede distinguir el amor, sin embargo, se encandila con la alquimia de los colores, y con el mago que los convierte en figuras.
Ella no levanta pasiones, su alma, es un filtro silencioso de esa sombría muchedumbre recién salida de La Edad Media que la transita.
Magistral es la fotografía del portugués Eduardo Serra, que lo mismo capta el tono cálido que un candil arroja sobre un interior en penumbra, que la luz blanca que penetra por la ventana, para incidir en el rostro de la joven Griet, o esos tonos azules que bañan el ambiente nocturno de la casa.
El reto de Eduardo Serra, era reproducir las condiciones de luz que tenía Vermeer en su estudio, y que le permitió capturarlas de manera tan lograda en sus cuadros.
Algo en ese ambiente, tenía la capacidad de inspirar al pintor y Serra, en una efectiva combinación de luces, sombras y colores, se atreve a mostrarnos una propuesta.
Lo que vemos nos deja admirados:
De esa forma, era fácil que Vermeer encontrara inspiración, pues todo a su alrededor, parece dispuesto a ser pintado, todos los ambientes, las texturas, las personas, y los objetos de Girl with a Pearl Earring, exigen de él, una mirada sensible que los justifique, y los inmortalice.
Una túnica azul, puesta descuidadamente sobre una mesa, una pared ocre de ligera penumbra, se convierten ante los ojos del artista, en símbolos válidos, en objetos artísticos de irresistible belleza.
Cada uno de los planos, está tratado con una minuciosidad y belleza, como pocas veces se han visto, con una estudiada composición, en la que cada detalle es recogido por la cámara con sutileza y elegancia:
El roce de unos dedos, una mirada esquiva, un reflejo en un espejo, la calidad de una tela… cualquier pequeño detalle, nos lleva al siglo XVII holandés, y a un mundo de sensibilidad, en el que el artista necesitaba de un mecenas para prosperar.
Si la fotografía es excepcional, no lo es menos un vestuario, y una dirección artística que nos llevan a otra época.
Los escenarios de Ben van Os, hacen que nos paseemos por sus calles y mercados, asistamos a escenas de celos, lujuria y amor en esas estancias flamencas, a momentos de pasión contenida y de fidelidad en el estudio del pintor, o a relaciones sugeridas, y no manifestadas.
Todo el trabajo de ambientación, se ve reforzado por una rigurosa preparación pictórica de Webber, pues Girl with a Pearl Earring no se reduce a una serie de pinturas del maestro holandés, sino que muchos otros artistas tienen cabida con sus obras, y con ello, logra reflejar visualmente toda la atmósfera del momento.
El director, también se preocupó por mostrarnos parte del proceso técnico, el modo en que Vermeer pintaba, como utilizaba maniquíes, como elaboraba y mezclaba los colores en una pequeña alquimia de sorpresivos resultados.
Y Girl with a Pearl Earring, no se concibe como una de esas producciones que tratan de lucir, ostentosamente, la reconstrucción de la época, el siglo XVII.
El éxito está en su economía visual.
En medio del represivo orden de la casa, el trazado de tímidos vistazos, y certeras auscultaciones, permite a los personajes, establecer batallas y resistencias que se constituyen en materia dramática, como los terribles celos que la esposa de Vermeer, y la hija mayor, Cornelia (Alakina Mann), sienten ante la presencia cada vez más preponderante de Griet.
El punto interesante, será para aquellos fans del arte, que quieran averiguar, cómo surgió la composición del mítico cuadro del autor.
Sin embargo, recordar, Girl with a Pearl Earring es ficción, y no hay datos sobre esto, salvo que Johannes murió joven, y con unos 30 cuadros pintados simplemente.
Si son amantes de la novela, la disfrutarán salvo por un par de detalles, como el final, que en el libro, la joven recibe los colgantes en el momento de la muerte del pintor, y los acaba empeñando para salvar la crisis económica de su matrimonio con el carnicero.
En el film, esto se omite, y acaba de forma más edulcorada, a pesar de ser una historia fría, entre otras cosas, por el carácter del personaje de Colin Firth, que está muy bien interpretado.
Y es que en Girl with a Pearl Earring, el maestro Vermeer, no es más que un personaje secundario, y el verdadero protagonista es una obra de arte, un cuadro de su autoría...
Por otra parte, este arte, de filmar las miradas, tiene dimensiones eróticas y micro políticas, pero también estéticas:
La joven Griet, descubre los prodigios de la luz y el color, siempre bajo los influjos y las instrucciones del hermético pintor.
Ese es uno de los temas:
El descubrimiento de la belleza en las cosas más simples, esa revelación esencial, que llega gracias a una diferente manera de ver, algo que también se consigue gracias al tratamiento de la luz que hace Eduardo Serra.
Sin embargo, este cometido va más allá de la fruición contemplativa, o el virtuosismo fotográfico, ya que el alma de Griet, escondida en su bello rostro, se convierte en el centro de atracción, que hace confluir la pasión artística con la perversión.
Y el realizador Webber, logra mucho de eso cuando, a través de dilatados primeros planos, Scarlett Johansson desnuda sus ojos, y los sostiene en el difícil equilibrio de la perturbación, la fragilidad, y la inocencia.
Griet, es objeto de uso como sirvienta; es objeto de un deseo que, poco a poco y soterradamente, se contagia entre todos; es objeto de obsesión sádica, ahí está la demoníaca Cornelia para corroborarlo; y, finalmente, es objeto de contemplación estética.
Lo interesante es que el papel que la chica juega para el pintor, también promete un amor sugerido, aunque irrealizable, que está en el límite de la materialización y la imposibilidad.
La belleza de Scarlett Johansson, y su gran trabajo interpretativo, que hipnotiza con sólo mirarla, como si de una estrella de “cine mudo” se tratara, eclipsan la por otro lado aceptable actuación de Colin Firth, tanto es así, que el actor pierde protagonismo, y pasa en algún momento desapercibido, yendo todo ello en detrimento, en parte, de la historia.
El resto del elenco, pasa a un tercer término, casi complementario, de soporte, aunque todos ellos cumplen con eficacia sus papeles.
Y como negativo del reparto, se da una mala imagen al mecenas, Pieter Claesz van Ruijven, durante la mayor parte de la carrera del artista, como un interesado depredador sexual.
El personaje simboliza la irracionalidad y el libertinaje, convirtiendo inmediatamente a la mujer que posa con él, en una posesión física, y que desea fervientemente a Griet, hasta manipular la vida de pintor, provocando la sutil venganza de Vermeer, al enviarle el cuadro una vez finalizado a Van Ruijven, quien lo contempla derrotado, al asumir que no podrá poseerla…
Destaco algunas escenas, como la conversación que mantienen sobre el proceso tan frío inicial de los cuadros, en los que Johannes da a entender el proceso, la luz, y la visión óptima de cada uno, según como se mire cada cuadro.
Así, ella logró entender, que las nubes no eran azules, porque sea lo normal decirlo.
Depende de la luz, para convertirlas en otras tonalidades.
Magníficas son las escenas en que se quita la cofia bajo la mirada de Vermeer, o cuando éste le perfora la oreja, para después posar en los últimos instantes del retrato:
La sutileza y contención en las relaciones de la pareja, hablan de un cuidado del director, por no banalizarlas, y por transmitir unos sentimientos llenos de ambigüedad, fundamentalmente a partir de miradas, y silencios elocuentes.
Cuando Vermeer le dice que se humedezca los labios… es de una tensión sexual desbordante, sin mostrar desnudo, y eso es magistral.
Nunca es más elocuente, como en la escena del clímax, creo que es la más intensa y cálida alegoría que he visto de la pérdida de la virginidad:
Vermeer sabe lo que debe hacer, y lo hace...
Griet está consternada, y destrozada, nunca en toda su vida, necesito más amor, se nota cuando intenta besarlo, y Vermeer se limita a secar sus lágrimas... para humedecerle los labios, no puede ir más allá, pues el cuadro espera.
Toda la escena, es una relación sexual jamás consumada.
Otro de los aciertos, se encuentra en las deliciosas notas musicales de un piano, bajo la batuta de Alexandre Desplat, responsable del “score”, que consigue fusionar imágenes e historia, resumiéndose en una banda sonora que evoca al sentimiento, y no a la sensiblería.
“I hear you have been of great use to your master”
La identidad de la joven del cuadro “Het meisje met de parel” o “La joven de la perla” (1665-1667) de Johannes Vermeer, es uno de los aspectos más debatidos de toda su obra, y varias son las teorías:
Que es la hija mayor de Vermeer, María, nacida en 1654, que era aproximadamente de la misma edad de la joven que representa la pintura.
Otra es que es la hija del comisario principal de Vermeer, que tenía una hija que se ajusta a la descripción de la joven en la pintura.
Y Griet, la sirvienta...
Aunque no hay evidencia histórica sobre ella.
Esta teoría, se ha desarrollado recientemente en la novela de Tracy Chevalier, “Girl with a Pearl Earring” de 1999.
Como dato, el estudioso, catedrático de Teoría de La Astronomía, en La Universidad holandesa de Leiden, y premiado por sus trabajos divulgativos, se ha centrado en el brillo del pendiente del cuadro “Het meisje met de parel” o “La joven de la perla” (1665-1667), de Vermeer; y en su opinión, es excesivo, diciendo:
“Una perla natural, no suele tener ese tamaño, y las capas de carbonato de calcio y de conquiolina, una proteína que forman el nácar, tendrían que ser blancas; perladas.
En el cuadro, por contra, las zonas oscuras producen un efecto de espejo”
En conclusión, y teniendo en cuenta la carestía de las perlas en el siglo XVII, “lo más probable es que se trate de plata, o bien estaño, muy pulimentado”, concluye.
Por otra parte, la obra era un “tronie”, un género propio del barroco flamenco holandés, que servía para que el pintor mostrara su habilidad.
Por tanto, la identidad del personaje retratado, era lo de menos.
No como con las clientas pudientes, que posaban con pulseras, collares, y bordados rebosantes de perlas…
Ellas subrayaban su estatus, y el artista se lucía pintándolas.
Así pues, se habla de plata o estaño para el pendiente de la enigmática muchacha…
En el año 2004, sin embargo, la propia Real Galería Mauritshuis, de La Haya, donde se expone, ya sugirió que tal vez no pudiera hablarse de una perla:
“Su gran tamaño, natural y no cultivada, y el hecho de que solo pudieran pagarlas los ricos… tal vez la chica lleva una preciosa perla artesana”, reza el catálogo publicado entonces.
Y otra cosa; la obra fue comprada en 1881, en una subasta, por 2 florines, y en muy mal estado de conservación.
Así llegó a La Sala, que la ha convertido en su mejor reclamo.
Sobre todo después de que una restauración efectuada en 1994, en las que realza el fondo oscuro, los colores vivos del turbante, y la gema misma.
Tras esa mayor, y más reciente restauración, la sutil combinación del color, y la íntima mirada fija de la chica hacia el espectador, se han realzado mucho.
Tal realce se debe a un contraste entre un fondo muy oscuro, y lo que se puede ver del cuerpo vestido de la muchacha; es decir, hay un tenebrismo que en este caso resulta casi “caravaggiano”, aunque sin las actitudes dramáticas del estilo, y se mantiene la típica y cristalina tranquilidad que caracteriza a la mayor parte de las obras de Vermeer de Delft.
Por último destacar la admiración de otros artistas por Vermeer.
Salvador Dalí, que en especial admiraba a Vermeer, comparó “De Kantwerkster” o “La Encanjera” (1699) con La Capilla Sixtina, diciendo literalmente:
“Miguel Ángel con “Il Giudizio Universale” o “Juicio Final” no es más extraordinario que Vermeer van Delft, con su “kantwerkster” en El Louvre, de tamaño un palmo cuadrado.
Cuando se tienen en cuenta las dimensiones plásticas, se puede afirmar que “De Kantwerkster” es extraordinaria frente a La Capilla Sixtina”
“You looked inside me...”
La hegemonía neerlandesa del siglo XVII, también conocida como “Edad de Oro Neerlandesa”, fue un período de la historia de Los Países Bajos, en que este país se transformó en una potencia de Europa, y en el que florecieron el comercio, la ciencia, y la cultura neerlandesas.
Hace unos días, se celebraron los 383 años del nacimiento de Johannes Vermeer van Delft, uno de los pintores neerlandeses, más reconocidos del Arte Barroco.
Existe poca información sobre su vida, únicamente, algunos hechos básicos anotados en registros y documentos legales, así como comentarios sobre él, de otros artistas.
En vida, Vermeer fue un pintor de éxito moderado; no tuvo una vida desahogada, quizá debido al escaso número de pinturas que producía, y a su muerte dejó deudas a su esposa y 11 hijos.
Johannes se casó el 20 de abril de 1653, con Catharina Bolnes, en Schipluy, un pueblo cerca de Delft.
La madre de Catharina, Maria Thins, se opuso inicialmente al matrimonio.
Una de las razones, pudiera ser la confesión calvinista de Vermeer, mientras que Catharina era católica.
Solo tras la recomendación del pintor católico, Leonaert Bramer, decidió Maria Thins, aceptar el matrimonio.
Si Vermeer se hizo católico o no, sigue siendo discutido…
En 1660, se trasladó con su mujer, a casa de su suegra, en el Oude Langendijk; y tuvo 15 hijos, de los que como mínimo, 4 murieron siendo niños.
Y es que parece que Johannes Vermeer, no ganaba el suficiente dinero para poder alimentar a su numerosa familia.
Debido a que pintaba un promedio de solo 2 cuadros al año, debía tener otras fuentes de financiación; por lo que la posición de decano era muy influyente, lo que demuestra que Vermeer era un personaje respetado en Delft; y pudo ver en vida, que sus cuadros alcanzaban altos precios.
Pero pintó pocos cuadros para el mercado libre del arte; sus cuadros eran en su mayoría para mecenas, como el panadero Hendrick van Buyten.
Pero en 1675, Vermeer enfermó, y murió a los pocos días, a los 43 años.
El 15 de diciembre de 1675, fue enterrado en el sepulcro familiar de la Oude Kerk, o “Iglesia Vieja”, en español, en Delft.
Su mujer, tuvo que renunciar a su herencia, para anular las deudas, y sus bienes fueron a parar a los acreedores.
Una importante colección, acabó en manos de Jacob Dissius y su esposa Magdalena van Ruijven, dueños de una imprenta, que según un inventario realizado después de 1682, poseían 19 obras de Vermeer.
Algunos provenían del padre de ella, Pieter Claesz van Ruijven.
Otros, pueden haber sido comprados por Magdalena van Ruijven, Jacob Dissius, o su padre, Abraham Jacobsz Dissius, ya en la venta de la herencia, realizada el 15 de mayo de 1677, en el local del gremio de San Lucas, se vendieron 26 obras de Vermeer.
Así que es probable, que ambas familias compraran cuadros del pintor.
En el plano meramente pictórico, se ha dicho de Vermeer, que no hay nadie como él, capturando la luz que entra por la ventana, y se queda encerrada en una habitación; siendo conocido por su tratamiento de la luz, la textura, la perspectiva, y los colores trasparentes; y supo reflejar con gran maestría, la luz sobre los objetos; y que es único imprimiendo movimiento al cuadro, haciendo que sus personajes no sean estáticos, sino “que se mueven”
Que se pueden sentir sus pensamientos, puesto que la mayor parte de ellos, se encuentran absortos en ellos.
Se ha dicho tanto de este pintor, del que no sabemos su rostro, que sin embargo, aún hoy día sigue fascinando.
La obra completa de Vermeer, es muy reducida, solamente se conocen 33 a 35 cuadros; esto pudo deberse, a que pintaba para mecenas, por encargo, más que para el mercado de arte; y pintó otras obras, hoy perdidas, de las que se tiene conocimiento, solamente por antiguas actas de subastas.
La obra de Vermeer, fue realizada entre 1654 y 1675; y solamente 3 de sus cuadros tiene fecha, y de los demás, solo se estima el momento de ejecución, por el estilo empleado.
Fue un precursor en la pintura, en relación a los principios de la composición.
Empleó una división equilibrada de superficies, con las que también expresaba estructuras y situaciones complejas de forma sencilla, y con pocos elementos.
La geometría, tenía un papel importante en la composición; y Vermeer empleaba la luz, de manera que casi llegaba a dar la impresión, de que pintaba al aire libre.
Además, no empleaba tonos grises para representar sombras.
Otro punto característico de la pintura de Vermeer, son los espacios que retrata en sus obras, sus interiores, los cuales en varias de sus obras, son algo más que coincidencia, repeticiones, esta disposición se basa en un cuarto en el que la ventana siempre a la izquierda, es la que organiza la escena, por supuesto adrede, por lo que la luz incide siempre de la misma forma en todos sus personajes, al igual que en los objetos, con variaciones, por supuesto, debidas a los pocos elementos que varían en sus composiciones, como son las vidrieras que cambia siempre en relación con el tema que representa, incluyendo en ellas, distintos motivos, y alegorías.
Su obra se resume en:
Pintura histórica, paisajes urbanos, pintura moralizante, cuadros de mujeres, representación de las ciencias, alegorías, y dibujos.
Sus cuadros más conocidos son:
“Gezicht op Delft” o “Vista de Delft” (1658-1660); y “Het meisje met de parel” o “La joven de la perla” (1665-1667)
“Het meisje met de parel”, es una de sus obras maestras, y como el nombre implica, utiliza un pendiente de perla como punto focal.
La pintura se encuentra en el museo Mauritshuis de La Haya; y es un óleo sobre tela, al estilo Barroco, de 46,5×40, realizado aproximadamente, entre 1665 y 1667.
En el inventario más antiguo de su obra, efectuado en 1676, aparece titulado como “Un retrato al estilo turco”
Luego, pasó a llamarse “Joven con turbante”, y también “Cabeza de joven”
En 1995, un catálogo razonado del pintor, lo denominó “La joven de la Perla”, o “Het meisje met de parel”, y así continúa hasta nuestros días.
¿Qué secreto se oculta tras la mirada detenida para siempre en una de las pinturas más famosas de todos los tiempos?
¿Quién fue la modelo que posó para la pintura?
El misterio rodea a este pequeño cuadro; y encierra una serie de incógnitas, que ninguna investigación ha sido susceptible de aclarar.
Se desconoce la fecha exacta, en la que Johannes Vermeer lo realizó, datándose en algún período impreciso, entre 1665 y 1675.
El artista, se limitó a dejar su firma, a secas, sin más datos…
Si se trató del encargo de un mecenas, o de una libre inspiración, quedará como otro interrogante.
También se ignora, quién era la chica representada.
Normalmente, cuando las pinturas retrataban a personajes de la alta sociedad, y preeminentes en su momento, resulta más sencillo identificarlos, bien porque a veces figura el nombre en el título, o bien porque el renombre de los retratados, ha permanecido hasta nuestros días, o aparece registrado en documentos; y es más fácil seguir el rastro a las genealogías de alcurnia...
En cambio, si el modelo era de clase humilde, anónimo, es más común que su identidad se pierda entre las madejas del tiempo.
En la producción de Vermeer, existen 4 obras en las que apenas existen alusiones narrativas, lo que indica que podría tratarse de retratos.
En este grupo, sobresale el lienzo que aquí comentamos, una de las obras más famosas del pintor de Delft.
La ubicación de la modelo en un primer plano, refuerza esta hipótesis, aunque por desgracia, desconocemos los nombres de las modelos.
La bella muchacha, recorta su busto de perfil, ante un oscuro fondo neutro, girando la cabeza en ¾, para dirigir su intensa mirada hacia el espectador.
Su boca se abre ligeramente, como si deseara hablar, dotando así de mayor realismo a la composición, recordando obras de Tiziano, Tintoretto, Rembrandt, o Rubens.
La atractiva y cautivadora joven, viste una chaqueta de tonalidades pardas y amarillentas, en la que sobresale el cuello blanco de la camisa, cubriendo su cabeza con un turbante azul, del que cae un paño de intenso color amarillo, creando un contraste cromático de gran belleza.
El turbante, con el paño amarillo cayendo hacia atrás, es una señal del interés que despertó en la época, la cultura oriental, como consecuencia de las guerras contra El Imperio otomano.
La sencilla composición, a base de líneas geométricas, permite al artista otorgar unidad al conjunto, el turbante cae verticalmente, contraponiéndose al círculo que forma la cabeza, y al cono truncado del tronco de la modelo.
El dibujo, se complementa con el color, aunque en ciertos lugares del cuadro, como la nariz, se ha realizado sin dibujo previo, y las líneas se funden con el rostro.
Este aspecto, ha llevado a pensar a algunos expertos, que Vermeer podría haber utilizado la técnica de la cámara oscura, un instrumento antecesor de la cámara fotográfica, con el que los pintores conseguían una proyección plana de un objeto tridimensional.
Los colores terrosos del vestido, y el turbante, otorgan calidez a la composición, y contrastan con el azul frío e intenso del turbante en la parte superior del rosto, y al fondo neutro.
El azul aquí utilizado, proviene del lapislázuli, un pigmento realmente caro, que nos demuestra cómo Vermeer, no escatimó esfuerzos, demostrando su maestría con este “tronie”, o “muñeco”
El emplaste, es aplicado con firmeza, y con una capa bastante más gruesa en las zonas de pigmentos claros.
La gran perla que le ha dado nombre, adorna su oreja, recogiendo el brillante reflejo de la luz que ilumina su rostro, recordando a Caravaggio, al interesarse por los potentes contrastes lumínicos.
En el fondo oscuro, la figura de la joven destaca como un fondo de luz y de pintura, o mejor dicho, de pintura hecha luz.
Pintura y luz en los ojos y en la perla, en el blanco del cuello de la camisa, en los entreabiertos labios.
Como bien dice el historiador, Albert Blankert:
“La materia de las cosas se ha hecho luz y ésta no es más, ni menos, que pintura”
A diferencia de otras figuras femeninas, adornadas con perlas, también pintadas por Vermeer, véase “Vrouw met parelsnoer” o “Joven dama con collar de perlas” (1662/1665), algunos expertos consideran, que en este caso, nos encontramos ante un símbolo de castidad, apuntando E. de Jongh a los escritos de Francisco de Sales, como fuente directa.
“Meisjeskopje” o “Retrato de una mujer joven” (1665/1667), y “Meisje met de rode hoed” o “Joven con sombrero rojo” (1664/1667), serán las demás obras a las que aludíamos en un principio.
Recientes escritos sobre Vermeer, apuntan a que la imagen de la pintura en cuestión, era un “tronie”, nombre que se daba en Holanda, en el siglo XVII, a las efigies peculiares y/o expresivas, de uso decorativo, que no tenían intención de ser un retrato identificable, y que en muchos casos, los pintores producían para demostrar su pericia.
Y si hablamos de historia, no hay pruebas de quien es realmente la joven... Algunos incluso se atreven a decir, que es una de las hijas del pintor…
Pero a día de hoy, es desconocida la procedencia.
Lo que sí es cierto, es que el cuadro finalmente llegó a manos del museo, a través de los años por la subasta, al comprarlo un extranjero, y poco después morir, así acabó en el museo de La Haya.
Sin embargo, el cuadro estaba en descomposición, y tras su tratamiento de 1994, cuando se le realizó una restauración, se realzaron los colores, y la viva mirada de la fría y blanca dama.
Johannes Vermeer, no firmó ni dató todas sus obras, lo cual dificulta no sólo la ubicación cronológica de las mismas, sino también su autentificación.
De las 34 obras reconocidas actualmente como auténticas, sólo 16 llevan su firma, y únicamente 2, la fecha:
“De Koppelaarster” o “La Alcahueta” (1656), y “De Geograaf” o “El Geógrafo” (1668)
Como dato curioso, tras la restauración de la pintura en 1994, apareció en “Het meisje met de parel”, la firma del pintor, en la esquina superior izquierda, aunque en las reproducciones habituales de la obra no se aprecia, por estar realizada en un color muy suave.
La firma, ha sido autentificada como tal, por los expertos del Museo Mauritshuis de La Haya.
“You're a fly in his web... we all are”
Girl with a Pearl Earring es un drama del año 2003, dirigido por Peter Webber.
Protagonizado por Scarlett Johansson, Colin Firth, Tom Wilkinson, Cillian Murphy, Judy Parfitt, Joanna Scanlan, Essie Davis, Alakina Mann, Chris McHallem, Gabrielle Reidy, Anna Popplewell, entre otros.
El guión es de Olivia Hetreed, y es la adaptación cinematográfica de la obra homónima de 1999, de la escritora estadounidense, Tracy Chevalier; un libro basado en la creación del famoso cuadro “Het meisje met de parel” de Vermeer.
Mediante la ficción, la autora imagina, y relata las circunstancias bajo las que el cuadro fue pintado.
La novela, se convirtió en un pequeño “best seller” de culto, justo después de su publicación, cosechando buenas críticas por parte del sector crítico, y del público.
Como génesis de la producción fílmica, Andy Paterson y su mujer, la guionista Olivia Hetreed, leyeron el manuscrito de “Girl with a Pearl Earring” unos meses antes de su publicación, haciéndose con los derechos de los mismos.
Así, Girl with a Pearl Earring, gira en torno al cuadro, también conocido como “La Mona Lisa del Norte” de Johannes Vermeer, uno de los pintores más importantes de La Época de Oro Holandesa.
La puesta en escena, que es lo más importante de la obra, intenta reflejar un universo pictórico de tonalidades y perspectivas sobre el fondo; tanto así que obtuvo 3 nominaciones al Premio Oscar:
Mejor fotografía, vestuario, y dirección artística.
Se rodó en Delft, Ámsterdam, Holanda; Bélgica, y Luxemburgo.
La acción tiene lugar en Delft, Holanda, durante el año de 1665.
Griet (Scarlett Johansson), es una chica de 16 años que vive con su familia en el barrio más pobre de Delft.
Cuando el padre de Griet queda ciego en un accidente sufrido en un horno de cerámica, la joven se ve obligada a emplearse como criada, en casa de Johannes Vermeer (Colin Firth), el cual, consciente de las dotes de la joven para percibir la luz y el color, irá introduciéndola, poco a poco, en el mundo de su pintura.
Al principio, Griet se encuentra un poco incómoda, pero pronto se acostumbra a su nueva vida.
Por su parte, Maria Thins (Judy Parfitt), la suegra de Vermeer, al ver que Griet se ha convertido en la musa del pintor, decide no inmiscuirse en su relación, con la esperanza de que su yerno pinte más cuadros...
Y Griet se enamora de Vermeer, aunque no está segura de cuáles son los sentimientos del pintor hacia ella.
Finalmente, el maquiavélico Pieter Claesz van Ruijven (Tom Wilkinson), envidioso de la intimidad de la pareja, se las ingenia para que Vermeer reciba el encargo de pintar a Griet.
Y es que para la época, para una criada, es peligroso ser bonita y llamar la atención, aunque sea sin querer.
Ella agacha la cabeza, y se aplica a sus tareas; y Vermeer la reclama a su estudio, con el pretexto de que lo ayude, por el simple placer de respirar en su presencia, y solazarse en sus formas de mujer, tan sensual y joven, como inalcanzable.
Y su belleza puede salirle cara…
Puede acarrearle más quebraderos que alegrías.
Pero no ha habido en toda su vida, nada comparable a tocar con sus manos las mezclas, distinguir matices en la luz, mirar un cuadro aún sin terminar, oírle a él, preguntándole su opinión a ella, sólo a ella; sentir cómo la traspasa el anhelo silencioso, la hoguera en que él la funde, sin apenas rozarla.
Es una relación sensitiva, que trasciende el plano físico; y ella se muere por estar en ese estudio, donde deja de ser una pobre doncella, y se transforma en alguien inmortal, en una Musa detenida en el tiempo, en una desconocida exótica tocada con telas sacadas de algún cuento remoto, y una perla que desafía a las tinieblas.
Y el resultado, será una magnífica obra de arte.
Girl with a Pearl Earring es una reflexión sobre pintura y cine, la obsesión de un pintor por su modelo, la pasión de crear, el misterio de sus cuadros, así como el clima misterioso que rodeó la vida del propio pintor.
En resumidas, una buena película sobre arte, y que se rodea de un ficticio realizado para los fans de la novela histórica, aunque su origen sea desconocido.
“Not even a smile for my pains?”
Convertir un cuadro del siglo XVII, en una película del siglo XXI, es una tarea complicada.
Hay que transmutar mucha pobreza, mucha injusticia, mucha sordidez de los inicios de la Europa moderna, para obtener la perla en la cámara oscura de hoy.
Y todos los adjetivos se quedan cortos, a la hora de definir la perfección fotográfica, la exactitud de la ambientación, o la minuciosidad de los vestidos y los objetos que componen las imágenes de Girl with a Pearl Earring.
Sin duda, lo más destacable, es el indescriptible placer estético que produce su contemplación.
A nivel superficial, no acontecen muchas cosas, la acción es mínima, muy centrada en el drama, lo cual focaliza el interés en los personajes, haciendo que el embobado espectador, ante tanta maravilla visual, se interne en un microcosmos, un universo intimista de hermosas proporciones.
Una criada, un artista, una pasión artística, un ensueño de clases y responsabilidades, una sociedad que ha dejado el sentido religioso del arte, y una burguesía que anhela las pinturas en las paredes, donde el artista debía encontrar a un mecenas que le sustentara y alimentase, para no pasar hambre.
Un mundo donde las mujeres hermosas, llevan a cabo actividades simples, cotidianas, dignas de ser contadas y/o pintadas.
Vermeer, desnudó a sus modelos en sus pinturas, pero una desnudez diferente, enseñó el alma que se escondía tras ellas, como reflejan algunos de sus lienzos, y en especial, en el que se basa esta obra.
Peter Webber, debutó en el cine con Girl with a Pearl Earring, y recrea la casa del pintor, su celosa y caprichosa mujer Catharina (Essie Davis), la dominante suegra, el ambiente doméstico y mezquino, con su crudeza, sus abusos, entre los canales de una ciudad holandesa, donde el cariño, la comprensión, la ternura, eran tan escasos como la luz del día, y había que hacer un esfuerzo para aprehenderla, para plasmarla en cuadros.
En la atmósfera católica opresiva, llena de sospechas, la joven no puede distinguir el amor, sin embargo, se encandila con la alquimia de los colores, y con el mago que los convierte en figuras.
Ella no levanta pasiones, su alma, es un filtro silencioso de esa sombría muchedumbre recién salida de La Edad Media que la transita.
Magistral es la fotografía del portugués Eduardo Serra, que lo mismo capta el tono cálido que un candil arroja sobre un interior en penumbra, que la luz blanca que penetra por la ventana, para incidir en el rostro de la joven Griet, o esos tonos azules que bañan el ambiente nocturno de la casa.
El reto de Eduardo Serra, era reproducir las condiciones de luz que tenía Vermeer en su estudio, y que le permitió capturarlas de manera tan lograda en sus cuadros.
Algo en ese ambiente, tenía la capacidad de inspirar al pintor y Serra, en una efectiva combinación de luces, sombras y colores, se atreve a mostrarnos una propuesta.
Lo que vemos nos deja admirados:
De esa forma, era fácil que Vermeer encontrara inspiración, pues todo a su alrededor, parece dispuesto a ser pintado, todos los ambientes, las texturas, las personas, y los objetos de Girl with a Pearl Earring, exigen de él, una mirada sensible que los justifique, y los inmortalice.
Una túnica azul, puesta descuidadamente sobre una mesa, una pared ocre de ligera penumbra, se convierten ante los ojos del artista, en símbolos válidos, en objetos artísticos de irresistible belleza.
Cada uno de los planos, está tratado con una minuciosidad y belleza, como pocas veces se han visto, con una estudiada composición, en la que cada detalle es recogido por la cámara con sutileza y elegancia:
El roce de unos dedos, una mirada esquiva, un reflejo en un espejo, la calidad de una tela… cualquier pequeño detalle, nos lleva al siglo XVII holandés, y a un mundo de sensibilidad, en el que el artista necesitaba de un mecenas para prosperar.
Si la fotografía es excepcional, no lo es menos un vestuario, y una dirección artística que nos llevan a otra época.
Los escenarios de Ben van Os, hacen que nos paseemos por sus calles y mercados, asistamos a escenas de celos, lujuria y amor en esas estancias flamencas, a momentos de pasión contenida y de fidelidad en el estudio del pintor, o a relaciones sugeridas, y no manifestadas.
Todo el trabajo de ambientación, se ve reforzado por una rigurosa preparación pictórica de Webber, pues Girl with a Pearl Earring no se reduce a una serie de pinturas del maestro holandés, sino que muchos otros artistas tienen cabida con sus obras, y con ello, logra reflejar visualmente toda la atmósfera del momento.
El director, también se preocupó por mostrarnos parte del proceso técnico, el modo en que Vermeer pintaba, como utilizaba maniquíes, como elaboraba y mezclaba los colores en una pequeña alquimia de sorpresivos resultados.
Y Girl with a Pearl Earring, no se concibe como una de esas producciones que tratan de lucir, ostentosamente, la reconstrucción de la época, el siglo XVII.
El éxito está en su economía visual.
En medio del represivo orden de la casa, el trazado de tímidos vistazos, y certeras auscultaciones, permite a los personajes, establecer batallas y resistencias que se constituyen en materia dramática, como los terribles celos que la esposa de Vermeer, y la hija mayor, Cornelia (Alakina Mann), sienten ante la presencia cada vez más preponderante de Griet.
El punto interesante, será para aquellos fans del arte, que quieran averiguar, cómo surgió la composición del mítico cuadro del autor.
Sin embargo, recordar, Girl with a Pearl Earring es ficción, y no hay datos sobre esto, salvo que Johannes murió joven, y con unos 30 cuadros pintados simplemente.
Si son amantes de la novela, la disfrutarán salvo por un par de detalles, como el final, que en el libro, la joven recibe los colgantes en el momento de la muerte del pintor, y los acaba empeñando para salvar la crisis económica de su matrimonio con el carnicero.
En el film, esto se omite, y acaba de forma más edulcorada, a pesar de ser una historia fría, entre otras cosas, por el carácter del personaje de Colin Firth, que está muy bien interpretado.
Y es que en Girl with a Pearl Earring, el maestro Vermeer, no es más que un personaje secundario, y el verdadero protagonista es una obra de arte, un cuadro de su autoría...
Por otra parte, este arte, de filmar las miradas, tiene dimensiones eróticas y micro políticas, pero también estéticas:
La joven Griet, descubre los prodigios de la luz y el color, siempre bajo los influjos y las instrucciones del hermético pintor.
Ese es uno de los temas:
El descubrimiento de la belleza en las cosas más simples, esa revelación esencial, que llega gracias a una diferente manera de ver, algo que también se consigue gracias al tratamiento de la luz que hace Eduardo Serra.
Sin embargo, este cometido va más allá de la fruición contemplativa, o el virtuosismo fotográfico, ya que el alma de Griet, escondida en su bello rostro, se convierte en el centro de atracción, que hace confluir la pasión artística con la perversión.
Y el realizador Webber, logra mucho de eso cuando, a través de dilatados primeros planos, Scarlett Johansson desnuda sus ojos, y los sostiene en el difícil equilibrio de la perturbación, la fragilidad, y la inocencia.
Griet, es objeto de uso como sirvienta; es objeto de un deseo que, poco a poco y soterradamente, se contagia entre todos; es objeto de obsesión sádica, ahí está la demoníaca Cornelia para corroborarlo; y, finalmente, es objeto de contemplación estética.
Lo interesante es que el papel que la chica juega para el pintor, también promete un amor sugerido, aunque irrealizable, que está en el límite de la materialización y la imposibilidad.
La belleza de Scarlett Johansson, y su gran trabajo interpretativo, que hipnotiza con sólo mirarla, como si de una estrella de “cine mudo” se tratara, eclipsan la por otro lado aceptable actuación de Colin Firth, tanto es así, que el actor pierde protagonismo, y pasa en algún momento desapercibido, yendo todo ello en detrimento, en parte, de la historia.
El resto del elenco, pasa a un tercer término, casi complementario, de soporte, aunque todos ellos cumplen con eficacia sus papeles.
Y como negativo del reparto, se da una mala imagen al mecenas, Pieter Claesz van Ruijven, durante la mayor parte de la carrera del artista, como un interesado depredador sexual.
El personaje simboliza la irracionalidad y el libertinaje, convirtiendo inmediatamente a la mujer que posa con él, en una posesión física, y que desea fervientemente a Griet, hasta manipular la vida de pintor, provocando la sutil venganza de Vermeer, al enviarle el cuadro una vez finalizado a Van Ruijven, quien lo contempla derrotado, al asumir que no podrá poseerla…
Destaco algunas escenas, como la conversación que mantienen sobre el proceso tan frío inicial de los cuadros, en los que Johannes da a entender el proceso, la luz, y la visión óptima de cada uno, según como se mire cada cuadro.
Así, ella logró entender, que las nubes no eran azules, porque sea lo normal decirlo.
Depende de la luz, para convertirlas en otras tonalidades.
Magníficas son las escenas en que se quita la cofia bajo la mirada de Vermeer, o cuando éste le perfora la oreja, para después posar en los últimos instantes del retrato:
La sutileza y contención en las relaciones de la pareja, hablan de un cuidado del director, por no banalizarlas, y por transmitir unos sentimientos llenos de ambigüedad, fundamentalmente a partir de miradas, y silencios elocuentes.
Cuando Vermeer le dice que se humedezca los labios… es de una tensión sexual desbordante, sin mostrar desnudo, y eso es magistral.
Nunca es más elocuente, como en la escena del clímax, creo que es la más intensa y cálida alegoría que he visto de la pérdida de la virginidad:
Vermeer sabe lo que debe hacer, y lo hace...
Griet está consternada, y destrozada, nunca en toda su vida, necesito más amor, se nota cuando intenta besarlo, y Vermeer se limita a secar sus lágrimas... para humedecerle los labios, no puede ir más allá, pues el cuadro espera.
Toda la escena, es una relación sexual jamás consumada.
Otro de los aciertos, se encuentra en las deliciosas notas musicales de un piano, bajo la batuta de Alexandre Desplat, responsable del “score”, que consigue fusionar imágenes e historia, resumiéndose en una banda sonora que evoca al sentimiento, y no a la sensiblería.
“I hear you have been of great use to your master”
La identidad de la joven del cuadro “Het meisje met de parel” o “La joven de la perla” (1665-1667) de Johannes Vermeer, es uno de los aspectos más debatidos de toda su obra, y varias son las teorías:
Que es la hija mayor de Vermeer, María, nacida en 1654, que era aproximadamente de la misma edad de la joven que representa la pintura.
Otra es que es la hija del comisario principal de Vermeer, que tenía una hija que se ajusta a la descripción de la joven en la pintura.
Y Griet, la sirvienta...
Aunque no hay evidencia histórica sobre ella.
Esta teoría, se ha desarrollado recientemente en la novela de Tracy Chevalier, “Girl with a Pearl Earring” de 1999.
Como dato, el estudioso, catedrático de Teoría de La Astronomía, en La Universidad holandesa de Leiden, y premiado por sus trabajos divulgativos, se ha centrado en el brillo del pendiente del cuadro “Het meisje met de parel” o “La joven de la perla” (1665-1667), de Vermeer; y en su opinión, es excesivo, diciendo:
“Una perla natural, no suele tener ese tamaño, y las capas de carbonato de calcio y de conquiolina, una proteína que forman el nácar, tendrían que ser blancas; perladas.
En el cuadro, por contra, las zonas oscuras producen un efecto de espejo”
En conclusión, y teniendo en cuenta la carestía de las perlas en el siglo XVII, “lo más probable es que se trate de plata, o bien estaño, muy pulimentado”, concluye.
Por otra parte, la obra era un “tronie”, un género propio del barroco flamenco holandés, que servía para que el pintor mostrara su habilidad.
Por tanto, la identidad del personaje retratado, era lo de menos.
No como con las clientas pudientes, que posaban con pulseras, collares, y bordados rebosantes de perlas…
Ellas subrayaban su estatus, y el artista se lucía pintándolas.
Así pues, se habla de plata o estaño para el pendiente de la enigmática muchacha…
En el año 2004, sin embargo, la propia Real Galería Mauritshuis, de La Haya, donde se expone, ya sugirió que tal vez no pudiera hablarse de una perla:
“Su gran tamaño, natural y no cultivada, y el hecho de que solo pudieran pagarlas los ricos… tal vez la chica lleva una preciosa perla artesana”, reza el catálogo publicado entonces.
Y otra cosa; la obra fue comprada en 1881, en una subasta, por 2 florines, y en muy mal estado de conservación.
Así llegó a La Sala, que la ha convertido en su mejor reclamo.
Sobre todo después de que una restauración efectuada en 1994, en las que realza el fondo oscuro, los colores vivos del turbante, y la gema misma.
Tras esa mayor, y más reciente restauración, la sutil combinación del color, y la íntima mirada fija de la chica hacia el espectador, se han realzado mucho.
Tal realce se debe a un contraste entre un fondo muy oscuro, y lo que se puede ver del cuerpo vestido de la muchacha; es decir, hay un tenebrismo que en este caso resulta casi “caravaggiano”, aunque sin las actitudes dramáticas del estilo, y se mantiene la típica y cristalina tranquilidad que caracteriza a la mayor parte de las obras de Vermeer de Delft.
Por último destacar la admiración de otros artistas por Vermeer.
Salvador Dalí, que en especial admiraba a Vermeer, comparó “De Kantwerkster” o “La Encanjera” (1699) con La Capilla Sixtina, diciendo literalmente:
“Miguel Ángel con “Il Giudizio Universale” o “Juicio Final” no es más extraordinario que Vermeer van Delft, con su “kantwerkster” en El Louvre, de tamaño un palmo cuadrado.
Cuando se tienen en cuenta las dimensiones plásticas, se puede afirmar que “De Kantwerkster” es extraordinaria frente a La Capilla Sixtina”
“You looked inside me...”
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