Kajaki: The True Story

“Mate, this whole country's full of shit left behind when armies fucked off.
Roads, tanks, mujahideen.
Russians it was the mines”

La represa de Kajaki, en Afganistán, es una importante instalación, que proporciona agua para irrigación en el valle de Helmand, y electricidad para toda la provincia.
Desde principios del año 2006, fue objeto de crecientes ataques por parte de los talibanes, para los cuales, incluso una breve ocupación, serviría como una victoria propagandística.
La represa, estaba defendida por una fuerza mixta de policías afganos, y guardias de seguridad liderados por un contratista estadounidense.
Ataques nocturnos talibanes, mediante el uso de morteros, desmoralizaron a los defensores, quienes no tenían armamento pesado, y eran incapaces de responder.
Para finales de junio, un equipo de paracaidistas británicos, fue desplegado cerca de Kajaki, y lograron emboscar al equipo de mortero talibán, matando a 10 e hiriendo a 2 insurgentes.
Después de eso, se estableció una presencia permanente de militares británicos en la represa, donde las tropas de la coalición, ocuparon una serie de puestos fortificados, construidos por los soviéticos durante su presencia en Afganistán.
Los talibanes se volvieron más precavidos, pero continuaron sus ataques de hostigamiento, durante julio y la primera mitad de agosto.
En febrero de 2007, los infantes de marina británicos, pertenecientes al 42 Comando, realizaron “La Operación Volcano”, para crear una zona segura alrededor de la represa, y alejar a los talibanes, fuera del alcance de ataques por morteros.
La principal posición fortificada de los talibanes, ubicada en el pueblo de Barikju, fue limpiada sin sufrir bajas.
Desde entonces, la situación alrededor de la represa se ha estabilizado.
Kajaki es una de las raras ocasiones durante La Guerra en Afganistán, en que ambos lados usan posiciones fijas, y se ha formado una línea de frente.
Sin embargo, es una de las áreas en el mundo, más pobladas por minas antipersonal.
Este tipo de mina, es uno de los tipos de armamento más desarrollado y fatídicamente certero de las últimas décadas.
Su objetivo principal no es matar, sino incapacitar, o herir a sus víctimas, especialmente a la población civil.
Las minas antipersonas, son un tipo de mina terrestre, que se utilizan para colapsar los servicios médicos enemigos, desmoralizar a sus tropas, y dañar vehículos no blindados.
Por ello, se busca sobre todo que hieran gravemente, o mutilen, y no tanto que maten, ya que las consecuencias de un herido en la guerra, son más problemáticas que las de un muerto.
Así, sus efectos más comunes son:
Amputaciones, mutilaciones genitales, lesiones musculares, y en órganos internos, o quemaduras.
Por este motivo, se activan por la presión de un peso muy ligero, en las que muchas de sus víctimas son niños.
El tipo de mina antipersonal más frecuente, es la mina explosiva, que estalla cuando la víctima la pisa directamente, produciendo la amputación del pie, o de la pierna, y provocando lesiones graves en la otra pierna, genitales, e incluso en los brazos.
Las minas direccionales de fragmentación, y las minas saltadoras, matan o mutilan a la víctima que las acciona, e incluso a todas aquellas personas que se encuentran en su letal radio de acción.
Se calcula que hay más de 110 millones de minas repartidas en más de 64 países, la mayoría en África.
Cada año, más de 26 mil personas mueren, o sufren traumáticas mutilaciones debido a las explosiones de estas armas; y que pueden permanecer activas durante más de 50 años, después del fin de un conflicto.
Frecuentemente, no se señalizan las zonas minadas, ya que son lanzadas arbitrariamente desde aviones, o desde lanzadoras sin ningún control sobre la zona en que caen.
Tampoco se elaboran mapas de minas, cosa que provoca, como ocurrió en Bosnia-Herzegovina, que muchas veces, los soldados en plena retirada ante una contraofensiva del contrincante, fueran víctimas de las minas que ellos mismos habían colocado previamente.
Mark William Wright, fue un soldado en el ejército británico, que murió en la provincia de Helmand, Afganistán, después de entrar en un campo de minas en un intento de salvar las vidas de otros soldados heridos.
Tenía 27 años.
Sus acciones fueron póstumamente reconocidas con la concesión de La Cruz de San Jorge, el 14 de diciembre de 2006.
El 17 de agosto de 2009, se construyó el primer Centro de Rehabilitación y Recuperación del Ejército en El Reino Unido, al que llamaron “Mark Wright House” en su honor.
Como tal, la instalación también ofrece instalaciones para las familias del personal herido.
“I thought you knew your fucking history”
Kajaki: The True Story es un drama bélico, del año 2014, dirigido por Paul Katis.
Protagonizado por Mark Stanley, Malachi Kirby, David Elliot, Paul Luebke, Ali Cook, Bryan Parry, Grant Kilburn, Andy Gibbins, Scott Kyle, Jon-Paul Bell, entre otros.
El guión es de Tom Williams, y se basa en la historia real de Mark Wright, y de una pequeña unidad de soldados británicos, situados cerca de la presa de Kajaki, en Afganistán, hechos ocurridos en septiembre del 2006.
Al aproximarse a los insurgentes, uno de los soldados activa una mina terrestre, poniendo en marcha una desesperada misión de rescate.
Posteriormente conocido como “Kilo Two Bravo” Kajaki: The True Story inicia en Afganistán.
En una pequeña unidad de soldados ingleses, instalada en una colina con vistas a la presa Kajaki.
Una patrulla de 3 hombres, se dispone a deshabilitar un control de carretera talibanes.
Al caminar por el lecho seco del rio Kajaki, uno de ellos pisa una mina anti-persona.
Sus compañeros, acuden rápidamente en su ayuda, para posteriormente darse cuenta, de que están atrapados en una zona altamente repleta de estas mortales minas; en las que cada movimiento que hagan, a partir de ese instante, les puede costar una pierna, o incluso la vida.
Las minas que dejaron los rusos muchos años antes, y que no matan a sus víctimas, solo destrozan los miembros inferiores, son reproducidas con exactitud, en este hecho real, ocurrido en 2006.
Fuera de este día terrible, llegaron cuentos extraordinarios de valentía, abnegación y heroísmo, sino también consecuencias trágicas, para el líder Corporal Mark Wright (David Elliot) y sus compañeros, que arriesgaron sus propias vidas, para ayudarse unos a otros.
“Ten million fucking mines”
A modo de película documental, Kajaki: The True Story cuenta con una buena dirección, buenos actores, buena dirección artística, y buena fotografía.
Los 100 minutos del metraje, relatan la espera de los soldados hasta que llega el rescate con helicópteros.
Muchos minutos para desarrollar en un escenario limitadísimo de 30 metros cuadrados de pedregal, y una docena de soldados paralizados, que hacen que la tensión crezca con el pasar del tiempo, la zozobra aumente, y tengas síntomas de claustrofobia en un espacio tan abierto como lo es el cauce de un rio seco, en medio del desierto:
El suelo como enemigo esquivo e implacable.
El miedo a moverse.
El realismo, brutal.
Incluso a destacar el “slang” y las actitudes de los soldados, para con sus compañeros, que al ser un filme británico, muestra una cara menos vista y esperada de lo acostumbrado por Hollywood.
Como dato, no siquiera una banda sonora, para que disfrutemos durante los 100 minutos el concierto de explosiones, y los posteriores y horripilantes gemidos y maldiciones de los caídos.
Todo eso sucedió el 6 de septiembre de 2006, cuando Mark Wright estaba de patrulla rutinaria en la región de Kajaki, provincia de Helmand.
Entró en el campo de minas sin marcar, y sin saberlo, con un pequeño equipo, cuando uno de los soldados pisó una mina.
Mientras se atendía a la primera víctima, otras minas fueron detonadas por otros medios, como en uno de los intentos de aterrizaje para la evacuación y rescate en helicóptero, causando lesiones graves a varios más, debido a que arrojaba piedras que accionaban minas circundantes por el rotor de las hélices.
Wright se quedó en el campo de minas, y ordenó a los demás que no se movieran, pero fue él mismo fue herido por otra mina, mientras caminaba hacia el helicóptero.
Mark mantuvo la moral de los otros soldados heridos, a pesar de sus graves lesiones, incluyendo una interpretación improvisada de “Feliz Cumpleaños” para un compañero, también inmovilizado por las explosiones.
Wright, tarde murió de sus heridas, durante el vuelo a la estación, después de una espera de varias horas de La Fuerza Internacional de Asistencia para La Seguridad (ISAF), para codificar un avión de rescate apropiado.
Desde lo técnico, Kajaki: The True Story está muy bien dirigida, con una cámara que se mueve con los personajes, sin ser vacilante ni temblorosa, y nos presenta imágenes limpias y bellas del paisaje.
Pero sobretodo, destaco a los actores, lamentablemente, como grupo, pues se empatiza no con todos, pero es difícil hacer con alguno que no sean los heridos o el doctor del equipo.
Muchos de ellos, desconocidos, hacen un buen papel en sus roles.
Como negativo, se le puede achacar que la película tarde en entrar en “acción”, ya que la primera parte del metraje, nos da un indicio de cómo viven las patrullas de un ejército occidental en Afganistán; pero cuando la película entra en la vorágine de un campo minado, gana mucho más enteros.
A partir de la primera explosión, todas lo que sigue, es una carrera entre la vida y la muerte.
“There a lot of mines out there?”
El 14 de enero de 2008, The Guardian informó, en base a una copia previa a la publicación de La Junta del Informe de Investigación de los hechos en Kajaki en 2006, que Wright podría haberse salvado, si el ejército británico había tenido un número adecuado de helicópteros equipados disponibles.
La mayoría de los tornos de los helicópteros, se habían retirado debido a un fallo en un subsistema, lo que significa que Wright y sus colegas, tuvieron que esperar más de 5 horas antes de ser evacuados por un helicóptero Blackhawk de Estados Unidos.
El informe militar, también criticó el hecho de que “las tropas británicas, no tienen un mapa del campo de minas, a pesar de que estaban disponibles.
Las tropas británicas, tenían que proporcionar sus propios kits de extracción de minas; y que los problemas de radio de ese día, provocaron la interrupción de las comunicaciones”
Y es que también no solo hay que ver las consecuencias, hay que analizar las causas.
Colocar una mina, puede costar 1,8 euros, pero desactivarla, puede llegar a mucho más, hasta 718 euros…
Y hablamos de solo 1 mina…
Frecuentemente, son las mismas empresas productoras de minas, las que proporcionan servicios de desminado, en un ejercicio de negocio, ya que están diseñadas para mutilar, más que para matar.
Este aspecto es destacado frecuentemente en la publicidad de algunos fabricantes, los cuales se basan en la idea, que es mejor mutilar al enemigo que matarlo, ya que una persona en condición de discapacidad, supone un coste económico, social y moral mucho más duro, que el de una persona muerta.
¡Hijos de Puta!
“El 80% de los campos de minas de Afganistán, ya han sido limpiados… gracias al trabajo de los desminadores afganos, y de la comunidad internacional”, según ha explicado El Embajador de Estados Unidos en el país centroasiático, Michael McKinley.
Ojo con quienes son los principales países productores, que forman un arsenal de entre 180 y 185 millones de minas antipersona:
Estados Unidos, China, Rusia, Israel, Pakistán, Sudáfrica, Corea del Norte, Corea del Sur, Nepal, India, Singapur, y Vietnam.
Los países más afectados por esta plaga son:
Camboya, con al menos 10 millones de minas; uno de cada 236 ciudadanos, está mutilado.
Angola con 9 millones de minas; uno de cada 470 habitantes está mutilado.
Bosnia-Herzegovina, Afganistán, El Salvador, Nicaragua…
Colombia, solo en 2009, se reportaron un total de 777 víctimas de minas antipersonal.
Perú, en la frontera con Ecuador, Sudán, Mozambique, Somalia , Irak, y Sahara Occidental.
El negocio de la guerra, lo hacen y lo deshacen los mismos países, las víctimas son otros.

“Happy birthday to you!”



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