12 Angry Men
“Life Is In Their Hands, Death Is On Their Minds!”
Nuestro sistema judicial se basa en el principio que ya estableciera el derecho romano: In dubio pro reo
Este principio es una locución latina que expresa el principio jurídico de que en caso de duda, por ejemplo, por insuficiencia probatoria, se favorecerá al imputado o acusado (reo)
Es uno de los pilares del Derecho penal moderno donde el fiscal o agente estatal equivalente debe probar la culpa del acusado y no este último su inocencia.
Podría traducirse como:
"Ante la duda, a favor del reo"
Su aplicación práctica está basada en el principio de que toda persona es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad.
En caso de que el juez no esté seguro de ésta, y así lo argumente en la sentencia, deberá entonces dictar un fallo absolutorio.
Por otro lado, la duda razonable, es la extrema demostración de la capacidad de pensamiento crítico que llegamos a tener los seres humanos.
Nuestro pensamiento independiente, puede hacernos entender de forma diferente lo que, incluso para una mayoría, es una verdad inquebrantable.
No porque la sociedad piense de una forma, se tiene la posesión de la verdad.
A veces, incluso, una gran mayoría es capaz de defender posturas claramente perjudiciales para todos.
La absolución por el beneficio de la duda es una sentencia judicial penal absolutoria fundada en la falta de plena prueba sobre la culpabilidad del imputado.
El beneficio de la duda es un principio arraigado en la civilización occidental, derivado de la presunción de inocencia establecida por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, uno de los documentos fundamentales de la Revolución francesa que define los derechos personales y colectivos como universales.
En el derecho penal moderno para condenar a una persona no basta con que el juez sepa que es culpable de un delito.
Sólo la podrá condenar si puede probar, más allá de toda duda razonable, que fue quien cometió dicho delito.
Así, formar parte de un jurado en ciertas partes de los Estados Unidos conlleva mucho más que enviar a alguien a prisión.
Conlleva enviarlos a la muerte.
¿Cómo se siente uno participando en un debate en el que está en juego una vida?
¿Se puede juzgar a la ligera?
¿Las pruebas son irrefutables?
¿Las declaraciones de los testigos son infalibles?
¿Quién puede decidir acerca de la culpabilidad, si todas las evidencias no apuntan a ello y no se está plenamente seguro?
¿Se puede vivir con una conciencia en la que pesa el haber condenado a la silla eléctrica a un ser humano?
La justicia humana no tiene derecho a ejecutar a nadie…
Porque entonces la justicia también cae en el asesinato.
Y nosotros no tenemos derecho a quitar la vida.
¿Por qué votamos lo que votamos?
Por ideas preconcebidas, por influencia de la mayoría, por creer que es lo correcto… asusta reflexionar cuán divergentes e ilícitos pueden ser en el fondo los motivos de las personas a la hora de tomar una decisión cualquiera.
Aunque no lleguen a constituir un género cinematográfico, las películas que tratan sobre el desarrollo de un juicio resultan lo suficientemente frecuentes como para constituir una especie de subgénero, y se ha convertido en parte fundamental del cine.
A veces estos filmes se encuentran muy próximos al cine de detectives, con el abogado defensor haciendo el papel de investigador y tratando fuera y dentro de la sala del tribunal, demostrar la inocencia de su cliente y encontrar al verdadero culpable.
A veces, esta clase de películas ha retratado de un modo emocionante las virtudes del sistema judicial al probar la inocencia de supuestos culpables.
Los dramas judiciales han servido como medio de exploración de personajes apasionantes, tanto en el campo de los defendidos como en el de los abogados defensores.
Los juicios cinematográficos han permitido airear espinosos asuntos sociales de una forma conmovedora y educativa:
“No es verdad todo lo que parece”
12 Angry Men es una película estadounidense de 1957, dirigida por un ENORME Sidney Lumet.
Protagonizada por 12 actores ENORMES TODOS empezando por el UNICO Henry Fonda, Lee J. Cobb, E.G. Marshall, Jack Warden, Ed Begley, Martin Balsam, John Fiedler, Robert Webber, Jack Klugman, Edward Binns, Joseph Sweeney y George Voskovec.
12 Angry Men está basada en la obra homónima escrita por Reginald Rose, siendo la ópera prima del director Sidney Lumet, y un clásico absoluto no sólo del cine judicial en particular sino de la historia del cine en general.
Cuenta con una realización sobria y sin artificios, a la vez que elegantísima, que se ajusta de manera perfecta a las exigencias del guión dejando que sean los propios actores los que construyan la historia.
Como obra maestra que es, ofrece una multitud de lecturas y funciona en innumerables niveles.
Hay que destacar por supuesto los aspectos técnicos: excelente fotografía a cargo de Boris Kaufman, magníficas interpretaciones, todos y cada uno de los personajes están maravillosamente interpretados, un ritmo perfecto y por momentos trepidante, sobre todo si tenemos en cuenta que prácticamente a lo largo de toda 12 Angry Men nos encontramos en el mismo escenario, lo que nos lleva a alabar su aspecto teatral.
12 Angry Men llegó a recibir 3 nominaciones de la Academia de Hollywood como mejor película, mejor director, mejor guión adaptado.
12 Angry Men trascurre prácticamente en tiempo real...
Este dato constituye un verdadero reto para el director, ya que todo el peso de la historia recae sobre el guión y la destreza interpretativa de los 12 actores.
Lumet se enfoca en mostrar el juicio desde la perspectiva del jurado, para presentar como sus decisiones ponen en una balanza la vida de una persona, todo ello con el terrible trasfondo del don de la elocuencia y la persuasión.
Ciertamente siempre se ven situaciones en la corte en la que el jurado indiscriminadamente arremete un veredicto contra una persona que en realidad es inocente, pero que siempre sucede por manipulación de la evidencia, es decir, ese es el plato principal de 12 Angry Men, la influencia y la discriminación racial se impone por encima de la toma de decisión y solo se puede evitar si hace énfasis a las dudas razonables.
Uno de los elementos principales de 12 Angry Men es el principio de la duda razonable.
Según este principio, no se puede condenar a alguien si no se está completamente seguro de su responsabilidad en el delito.
Basta un pequeño detalle que lleve a pensar en su inocencia para que el imputado pueda permanecer libre.
Puede que a muchos les parezca algo injusto, pero este elemento responde a uno de los pilares del derecho penal: toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
En 12 Angry Men, donde el tema central es la pena de muerte, este elemento cobra mayor importancia, ya que es la vida de una persona la cual está en juego.
Cuando las dudas razonables resurgen en el pensamiento de un jurado es posible que cambien su mentalidad, y de eso es que 12 Angry Men se encarga, con una interpretación pasivamente calculadora de Henry Fonda junto a la volcánica contraparte de Lee J. Cobb, el cual le lleva la contraria totalmente convirtiéndose en un antagonista temporal.
Trama es en esencia la conducta desatada por un joven muchacho hispano, posiblemente puertorriqueño (John Savoca), de baja extracción social, acusado de parricidio con una navaja.
Será ejecutado en la silla eléctrica si es declarado culpable.
El juez manda al jurado a deliberar advirtiéndoles de que su veredicto debe ser unánime.
En un principio todos los miembros del jurado parecen coincidir en que el joven es culpable, sin embargo uno de ellos discrepa... porque dice tener una duda razonable.
Lo peculiar de esta historia es que, de una votación inicial 11 a favor y uno en contra de la culpabilidad del acusado, se finaliza con un veredicto unánime de no culpable.
El juicio nosotros no lo podemos ver en 12 Angry Men, pero los datos que aporta cada uno de los miembros de la sala en el sitio donde se reúnen nos lo va dejando claro, y es como si lo hubiéramos visto.
Las teorías que tienen cada uno de los miembros del jurado son interesantes y mola ver como cada uno va exponiendo sus análisis sobre el juicio sin temor de lo que piensen los demás.
A cada miembro del jurado se le asigna un número según su posición en la mesa desempeñando los siguientes tipos de rol o roles:
Jurado 1 (Martin Balsam):
Es un ayudante de entrenador, es el líder formal, presidente del jurado nombrado por la corte para ejecutar y tomar en conjunto la decisión, es el coordinador y comunicador.
Un hombre común, impresionado y presionado con la responsabilidad que el Estado ha colocado sobre sus hombros al nombrarlo presidente del jurado, trata de ser muy formal y respetuoso, y aunque no es muy brillante, se da a respetar. Posee buenos modales
Jurado 2 (John Fiedler):
Es un banquero, hombre tímido, seguidor y sin personalidad definida, duda constantemente, y esto hace difícil que mantenga una opinión propia, se le persuade fácilmente por lo que su opinión será casi siempre la misma que la de la última persona que ha hablado.
Es muy inocente.
Jurado 3 (Lee J. Cobb):
Este personaje cuyo hijo le abandonó hace unos años, delata la vinculación de su criterio a sus sentimientos (o mejor, resentimientos) personales desde el principio, precisamente cuando declara que se atiene a los hechos, sin sentimentalismos:
“excusatio non petita, acusatio manifesta”
Acusa airada y gratuitamente de ese sentimentalismo al que se crió en un suburbio, sólo porque cree que es quien le está estorbando en su meta, lo que cree que sería una descarga para él: condenar a su hijo simbólicamente a través de la condena del joven acusado.
Su juicio se ve nublado por el sentimiento de venganza.
Se identifica con el padre muerto, y a su hijo con el muchacho al que juzgan.
Sin embargo, su liberación vendrá precisamente de donde menos lo esperaba: cuando la presión del entorno social, el resto de los miembros del jurado, le hace ver que su lucha ha acabado, todo el torrente de dolor que lleva dentro explota y hace que se derrumbe.
Aun así es un líder informal y autoritario, desea imponer su ley y su modo de pensar beligerante, es amargado y feroz agresor, dominador y seguidor del Jurado número 4.
Es muy fuerte, rudo y testarudo hasta caer en lo sádico, es malhumorado y no le gusta escuchar otra opinión distinta a la de él, está acostumbrado a imponer su forma de pensar sin importar las consecuencias.
Lee J. Jacob, estridente, obstinado, lleno de un resentimiento del cual no se libera hasta el final de 12 Angry Men es el pseudoverdugo.
Es lo único que vemos de él al final: un hombre abatido ante el reconocimiento de su propia verdad y ante la derrota en la batalla que tan fieramente había emprendido.
La soledad y la vergüenza parecen bajar el telón para él; quizá el espectador, anímicamente predispuesto contra “el malo”, podría esperar simplemente alegrarse por ello.
Pero es otro el mensaje que se desprende, más coherente con el análisis que de la naturaleza de la moral se va haciendo en toda 12 Angry Men.
Nuestro protagonista, Henry Fonda, lo comprende.
Él sabe que, lo que parece una derrota total, puede ser para este hombre un nuevo punto de partida.
En ese gesto de ponerle la chaqueta le muestra su comprensión y apoyo, haciendo que abandone ya la sala.
Ha sido vencido por la fuerza de la razón y obligado a enfrentarse a su propia realidad, pero ello ha purgado su corazón.
No sabemos qué será de él ni del futuro de su relación con su hijo.
Nada de ello aparece en 12 Angry Men ni nada podemos deducir, porque de él dependerá la actitud que quiera tomar ante todo lo que ha ocurrido en su interior.
Pero lo que sí se muestra es que la moral no busca victorias, ni revanchismos, reconocimientos u honores.
Parte del ansia de verdad y se realiza cuando llega a ella.
Quien parecía un enemigo, no era más que un hombre que sufre.
En nada se puede ayudar disfrazando la realidad; desde un punto de vista moral, no se puede permitir que ese dolor y ese engaño se contagien a su entorno y lo dañe, hasta el extremo de jugar con la vida de un ser humano.
Pero una vez derrotado, incapaz ya de dañar, la moral no puede sino desear que salga él también adelante.
El posee mucha ira.
Jurado 4 (E. G. Marshall):
Es frío y analítico, opinante y observador.
Hombre de buena posición económica, se desenvuelve y habla con elegancia, es muy analítico y cuadrado hasta cierto punto, su suerte en los negocios hace que se sienta en ocasiones superior a los demás.
Posee una gran prepotencia.
Jurado 5 (Jack Klugman):
Es informador y autoconfesor.
Un hombre gris, tímido y callado, de estrato social bajo acostumbrado a cumplir con las normas de la sociedad para la que labora, le cuesta trabajo relacionarse con la gente, su falta de personalidad provoca que le falten al respeto.
Se deduce que tuvo una mala o golpeada infancia en los suburbios.
Jurado 6 (Edward Binns):
Es un pintor, pacificador y armonizador.
Hombre fuerte, honesto práctico y trabajador, suele cumplir con su trabajo sin meterse en problemas, por lo que siempre se atiene a los hechos, no soporta a la gente irrespetuosa y grosera.
Es muy inhibido en sus opiniones.
Jurado 7 (Jack Warden):
Es un hooligan del béisbol, superficial y agresivo, iniciador y ególatra, fanfarrón, presumido, altanero pero agradable vendedor, tiene cosas más importantes que hacer que sentarse a deliberar en una sala de jurados, es de temperamento explosivo y siempre está seguro de lo que dice aunque en realidad es tan inculto que no sabe en realidad de lo que está hablando.
No tiene el menor interés por el resultado.
Su única preocupación es permanecer el menor tiempo posible.
Cambia su voto con esa única finalidad.
Elude responsabilidades.
Representa la estupidez…
Jurado 8 (Henry Fonda):
De profesión arquitecto, es iniciador y opinante, líder informal y democrático, razona e invita a reflexionar a los demás, él encarna bastante bien el espíritu taoísta y no cambia de idea aunque los demás le estén presionando.
De liderazgo transformacional, es callado y analítico, siempre trata de ver el otro lado de la moneda, es de valores arraigados por lo que valora mucho la importancia de la vida, cree firmemente en la justicia y tratará de luchar siempre para conseguir que se cumpla.
Provocado e incluso insultado en varias ocasiones por el iracundo #3, no deja sin embargo de mantener su postura dialogante.
De hecho, sitúa sus cualidades en una posición superior: soportando esos ataques y esa cerrazón sin perder la calma, le sirven para ir conociendo y esclareciendo cada personalidad, lo que utilizará a su favor.
Henry Fonda, en una soberbia actuación se convierte en la conciencia del grupo; gracias a lo cual, la obvia sentencia deja de serlo.
Fonda, va desovillando el caso, revisando los argumentos, los testimonios, los tiempos, los motivos, haciendo el trabajo que debió haber hecho el abogado defensor.
Y así va construyendo una verdadera crítica al sistema judicial en sí, a la confiabilidad de los testigos, al peso real del juramento de "decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad", a los motivos detrás de las palabras.
Su virtud es el razonamiento.
Jurado 9 (Joseph Sweeney):
Es opinante, anciano y perspicaz.
Hombre de la tercera edad, vive de sus recuerdos y parece que sólo se mantiene con vida para no olvidarlos, en su juventud fue un hombre de ideales por los que luchaba hasta con el físico y su fuerza, hoy sólo puede luchar con la experiencia ya que su cuerpo cansado no le permite más.
Su finura en la percepción psicológica de los testigos es de vital importancia.
Representa la experiencia en cuanto esa forma de discernimiento de lo particular, de las singularidades de la vida.
Aparece como un hombre humilde, sin éxito, al que la vida no le hubiera otorgado ningún reconocimiento.
El aporta la experiencia.
Jurado 10 (Ed Begley):
Es intolerante bloqueador y obstructor.
Un hombre amargado y molesto con la vida, es racista e intolerante, sólo valora su vida y no respeta credo, sexo o edad, es un hombre frustrado que sabe que nunca será un hombre importante, por lo que se desquita con los más débiles.
Es un ser muy prejuicioso.
Jurado 11 (George Voskovec):
Es opinante, refugiado europeo, habla con acento, es humilde y está agradecido con el país que le abrió las puertas, no tolera la injusticia y los malos tratos ya que él padeció esto durante la guerra, por lo que siempre está dispuesto a conversar con tal de alcanzar un acuerdo justo.
Demuestra mucha humildad.
Jurado 12 (Robert Webber):
Es un joven publicista, ingenioso y agradable, ve a la personas como números, estadísticas y porcentajes por lo que no es fácil que entienda el lado humano de las cosas, es arrastrado por la vida y el mundo superficial de las agencias de publicidad, aunque en el fondo es un buen tipo.
Representa la frivolidad de la sociedad.
Guardia de seguridad:
Es un papel pequeño y es interpretado por cualquier hombre que aparenta autoridad.
El culpable:
Un chico de edad entre 18 y 19 años culpado de asesinar al padre, un chico tímido y con miedo donde su vida depende de 12 hombres.
Todos están magistrales en sus anónimos papeles, en este enfrentamiento por conseguir un veredicto de unanimidad, en una obra, donde lo que en realidad se juzga es la intolerancia, los prejuicios étnicos, generacionales y los de clase social, oponiendo a estas lacras, la sencillez y majestad de la razón, expresada a través de la serenidad del diálogo y la palabra.
Hay una transformación, que al comienzo parecía ser imposible, en la sala, cuando poco a poco todos reflexionan y cambian su decisión principal.
Muchos no demoran en darse cuenta de su "posible" error, otros en cambio necesitan mayores pruebas.
El detalle de la señal que dejan las gafas; cómo se desarrolla, cómo llegan a la conclusión de que la persona en concreto utilizaba gafas, y que al no llevarlas puestas no pudo reconocer al acusado.
Es fantástico.
"Es latente el pésimo juicio que se hace cuando se tienen prejuicios"
12 Angry Men habla sobre la sociedad misma.
No conocemos el nombre de ningún personaje, todos son números.
¿Otra metáfora sobre que todos somos iguales sin distinción a qué apellido tengamos?
Cada uno tiene la misma capacidad de emitir su juicio, de razonar y brindar su hipótesis.
Y es que dentro de la sociedad, todos somos veedores de las cosas que suceden, pero el asunto es que en ocasiones nuestros complejos se interponen a la realidad.
Eso es fácilmente retratado en 12 Angry Men; aquí nos encontramos con 12 distintos personajes, y cada uno en momentos de presión sacan a flote lo que son: nos encontramos con: el hombre de prejuicios, el altanero, el humilde, el pobre, el analítico, el experimentado, el airoso, el que no le importa nada, el de buenos modales, el frívolo, el callado y el ingenuo.
Cada uno defiende su postura, o bien la razona y la cambia.
Todos tienen en su decisión la vida de un joven quien pese a todas las "presuntas pruebas" no se sabe si es o no culpable.
Lumet juega a evocar una inocencia que no está 100% garantizada, la duda siempre está presente, pero que a la vez revitaliza la importancia de obtener pruebas contundentes.
A la larga terminamos convencidos de que el joven era inocente…
12 Angry Men muestra cómo podemos estar ciegos, prejuzgando a la gente, sin darles una oportunidad tan sólo basándonos en los hechos más visibles, sin llegar a ver detrás de nuestras obcecaciones.
La falta de piedad en 12 Angry Men no es una maldad, es una respuesta de gente herida, gente que en un momento determinado no puede ver la verdad.
No deja de sorprenderme la primera escena, el aspecto de terrible aburrimiento del juez, a pesar de ser un juicio de asesinato, en el cual; y el mismo juez lo subraya, el veredicto de culpable va de la mano de la pena de muerte.
La cara del juez es toda una denuncia acerca de la deshumanización del juicio en sí; o ¿acaso también de la justicia?
Desde un primer momento nos sentimos identificados con el personaje interpretado magistralmente por Henry Fonda; nos hace ser conscientes del error que podría suponer tomar una decisión precipitada cuando está en juego la vida de una persona.
Es muy interesante ver cómo Fonda tiene que convencer a personajes de perfiles muy diferenciados, lo cual le lleva a utilizar todos los recursos que están en su mano para ello: razonamiento, provocación, empatía…
La oposición de cada uno de ellos a ser convencido, permite que el guión, a través de su protagonista, vaya esgrimiendo poco a poco argumentos que nos hagan pensar en la posible inocencia del acusado.
La elección de los actores fue fundamental a la hora de culminar todo este proceso, ya que son ellos los culpables de hacer creíble el devenir de los acontecimientos, no sin por ello restar mérito a un guión de precisión milimétrica.
Por encima de todo hay un factor que, aunque no se perciba a primera vista, provoca una sensación claustrofóbica que aumenta según transcurren los minutos: la planificación.
Lumet se sirvió de una técnica muy efectiva para ello.
En el primer tercio del film coloca, casi siempre, la cámara a una altura superior a los ojos para mostrarnos la situación existente y el conflicto planteado desde fuera.
Una vez presentados los personajes, coloca el objetivo a la altura de los ojos, de manera que comencemos a implicarnos activamente en la trama y nos metamos en la piel del protagonista.
En el tercer y último acto, coloca la cámara en ligero contrapicado, mostrando en numerosas ocasiones el techo para acentuar la atmósfera asfixiante que viven los personajes y, por extensión, el espectador.
No vemos salida, no hay solución, cada vez quedan más claros los límites espaciales que parecen menguar a cada momento.
En 12 Angry Men se pueden analizar diferentes aspectos.
El primero de ellos es la diferencia entre la toma de decisiones públicas y privadas.
En una votación pública influye la presión grupal que se ejerce sobre la persona, ya que la gente tiende a votar lo que apoya la mayoría, por miedo al rechazo de la opinión externa, como se aprecia en la primera votación.
Sin embargo, en las votaciones privadas hay más libertad al momento de tomar la decisión, aunque la presión grupal sigue influyendo en menor grado, como se aprecia en la secuencia de la votación secreta.
Algunas de las presiones externas que sufre el grupo en 12 Angry Men determinan la toma de decisiones, como por ejemplo el calor, que incomoda a la gente tratando de concentrarse; el hambre; el humo de la sala o las situaciones personales de cada miembro del jurado.
Otro factor es la influencia de la proximidad y la simpatía en la extensión de la opinión minoritaria, y en 12 Angry Men se puede ver cómo estos aspectos incitan a pensar de manera similar a quienes los rodean.
El contacto visual adquiere gran importancia influyendo en las opiniones de los demás.
Esta influencia se muestra claramente con respecto a los lugares que ocupa cada miembro del jurado en la mesa.
Por último, considera si la toma de decisiones es un proceso racional o irracional. Cabe destacar que la actitud de un jurado ante la implicación en cualquier caso debe ser racional y objetiva.
En 12 Angry Men esto se ve reflejado en ciertas personas, como el número 8 (Fonda).
Como ejemplo de un proceso irracional está el jurado número 3 y el número 7.
También cabe mencionar los aspectos sociológicos, psicológicos y morales, pues nos encontramos ante una película en la que podemos observar al ser humano muy de cerca con todas sus grandezas y miserias, y ver cómo se comporta en grupo, llegando a producirse incluso cambios de liderazgo.
Además es toda una reflexión sobre el sistema de justicia y su funcionamiento en el seno democrático en general y estadounidense en particular.
12 Angry Men hace que nos preguntemos hasta qué punto las experiencias personales intervienen a la hora de ejercer un derecho o deber democrático, y lo hace a través de unos personajes que son alegorías de prejuicios, irresponsabilidad social, miedos e ignorancia en algunos casos.
En fin, 12 Angry Men es una obra maestra del cine 100% recomendable que demuestra claramente que el cine puede emocionar, transmitir y enseñar.
El tema, más que el de la justicia a secas, es el del juicio humano.
¿Cómo se fragua un juicio sobre la realidad?
12 Angry Men se plantea en un entorno en que la irrelevancia o inocencia de la “opinión” propia no tiene cabida: el juicio que se forja cada uno de estos hombres sobre unos hechos tendrá como consecuencia la condena a muerte de un chico de 18 años.
Nuestra opinión sobre el mundo tiene unas consecuencias; el ser humano es responsable del modo en que las fragua: analizar los propios planteamientos, conocer los propios prejuicios, desvincularse de los propios intereses, son obligaciones morales ante las que todo ser humano debe responder.
La desidia ante el conocimiento de la verdad, sobre uno mismo o sobre el mundo, nos hace inexcusablemente culpables.
Muchos son los factores que intervienen o alteran de algún modo la formación de un juicio: los prejuicios, ideas preconcebidas sobre la realidad, los intereses, la influencia del pensamiento de la sociedad y de la opinión ajena, actitud supeditada a menudo al miedo a la imagen que proyectamos, la apariencia, a la cual a menudo se produce una adhesión acrítica...
Todas estas actitudes se ven reflejadas de un modo u otro en alguno de los personajes, que componen así un microcosmos social, un reflejo de modelos humanos encerrado en una habitación.
Sólo hay un camino para superar estas barreras: la reflexión.
En 12 Angry Men se plantean varias actitudes ante la reflexión: al principio, sólo uno ha optado por llevarla a cabo, y va arrastrando a otros.
En los demás encontramos: o bien una primera pasividad, que van superando de distinto modo, o bien una abierta hostilidad: en alguna escena se ve cómo alguno de ellos se niega a la evidencia racional de aceptar como posible una determinada interpretación de los hechos.
Tras un primer intento, el que promueve la reflexión propone una segunda votación, ante cuyo resultado se rendirá.
Esa secuencia no es baladí: el diálogo sólo puede establecerse cuando dos partes están dispuestas a ello.
Fonda se da cuenta de que su monólogo no llevará a ninguna parte; la actitud del viejo representa esa aceptación del reto de dialogar.
Ante la ceguera o desidia de los demás, uno despierta la conciencia crítica, lo que da pie al desarrollo de 12 Angry Men.
Aunque 12 Angry Men parece realista, en realidad el resultado final es más un alegato ético sobre lo que debería y en última instancia podría ser si la razón humana, instrumento fundamental de la ética, guiara nuestra conducta.
La justicia no se puede esperar del devenir de la vida; es un ideal humano, pero un ideal al alcance no de cada individuo, sino de la humanidad en su conjunto.
Henry Fonda asume este papel.
Supera todo tipo de ataques: es acusado de ansia de protagonismo, de darse importancia, de provocador... críticas ante las que hace caso omiso con una integridad rayana en lo heroico.
Es importante destacar que ese debate no se produce porque uno piense que es inocente; su declaración es que no lo sabe.
El primer paso es la duda.
12 Angry Men plantea constantemente una dialéctica que gira en torno a los conceptos de lo evidente, lo posible y lo probable.
Lo que en un principio parece que no deja lugar a dudas, es puesto en tela de juicio cuando alguien comienza a plantearse hasta qué punto los hechos son efectivamente evidentes.
Para situarnos en esta posición es imprescindible analizarnos primero a nosotros mismos.
El segundo paso es el diálogo.
Casi al comienzo, cuando el protagonista propone una segunda votación, se hubiera rendido si no hubiera encontrado apoyo.
La justicia jamás podrá desarrollarse en una sociedad sorda.
Ese diálogo, para ser efectivo, debe estar enfocado racional, analítica y objetivamente en todo momento, hasta las últimas consecuencias.
En este punto es imprescindible volver al comienzo de la cuestión, al punto de partida: la opinión.
En 12 Angry Men, ese conocimiento, esa apertura, la proporciona el anciano del jurado, un hombre con verdadera experiencia, con un fino olfato desarrollado a través de la observación de toda una vida, que le permite discernir caracteres, motivaciones, necesidades, en los distintos testimonios que los dos testigos principales ofrecen; es a partir de ese sutil conocimiento psicológico como consiguen encajar las piezas del puzle que faltaban: por qué habrían de mentir o disfrazar la verdad los testigos.
El último paso, lógicamente, es la evidencia, la comprensión radical y absoluta, de naturaleza tan distinta a la cerrazón de las previas opiniones acríticas.
Nunca se podrá saber si el chico mató o no realmente a su padre, pero para la conclusión de 12 Angry Men esto es irrelevante (Mcguffin)
Nadie acaba en el proceso igual que comenzó; la seguridad en el modo de intervenir y de expresarse de cada uno se van dando la vuelta; la fuerza del prejuicio se debilita, la pequeña sociedad ahí concentrada se transforma.
La racionalidad, en todo su poder, ha cumplido su misión.
Sin duda alguna, 12 Angry Men es una lección inolvidable del séptimo arte que no agota ni un mísero minuto de su duración con sus excelentes movimientos de cámara, diálogos impresionantes, soberbias interpretaciones y una puesta en escena estrictamente novedosa que encaminaron al director a la cima de la popularidad de los dramas judiciales plenamente intensos.
Los estudios que se han llevado a cabo sobre el proceso de deliberación de un jurado revelan que esto sería extremadamente raro en la vida real, ya que se espera que según la teoría de comparación social el jurado proceda en la dirección señalada por la mayoría.
Otros han señalado que el diálogo y la discusión entre los miembros del jurado producen un cambio de dirección, un resultado distinto al de la votación preliminar.
Con todo, habría que señalar que el argumento de la historia está deliberadamente exagerado.
Para empezar, por el mero hecho de tratarse de un jurado formado sólo por hombres y todos ellos blancos, algo irreal en la práctica ya en los años 50.
Por otro lado, el rico abanico de personalidades entre los miembros del jurado no deja de tener un punto de irrealidad.
Sin embargo, tal vez por ello mismo Lumet consigue una brillante caracterización de personajes, que sabe desarrollar gracias a las discusiones, votaciones y recuentos que se suceden y a las constantes revelaciones que cada miembro del jurado va haciendo de sus experiencias personales.
12 Angry Men pone de relieve el deficiente sistema judicial, y los condicionamientos personales que siempre existen entre los miembros de un jurado.
Son recurrentes otros temas como la violencia, el racismo y la responsabilidad cívica que todos los ciudadanos contraen por el mero hecho de pertenecer a una sociedad.
Entre las dimensiones oscuras de la naturaleza humana que se presentan en 12 Angry Men se pueden mencionar el racismo y el prejuicio por razón de clase social.
Uno de los miembros del jurado llega a expresar que los niños que se crían en arrabales eran “criminales en potencia”.
Añadiendo que los “spiks” son diferentes al resto de la humanidad, son “animales salvajes” y que se reproducen tan rápido que acabarán dominando la nación americana si ellos, los no animales, los norteamericanos, no hacían algo para evitarlo.
Con este último argumento incitaba al resto del jurado a condenar al acusado diciendo:
“A éste lo tenemos, no lo dejaremos escapar”
Nuestro egocentrismo y la resistencia a ser empáticos también emanan de la cinta.
Once de los doce miembros del jurado tenían prisa por conseguir el veredicto para poder marcharse y seguir adelante con sus vidas.
La tarea de tomar una decisión que puede poner fin a la vida de un ser humano debe ser una experiencia tan desagradable y estresante, me agrada suponerlo, que estas personas, como mecanismo de defensa, se resisten a reflexionar demasiado y quieren concluir y olvidar el asunto lo antes posible.
Por otro lado, 12 Angry Men también plantea serias interrogantes con respecto al testimonio del “testigo ocular” al mencionar que son seres humanos, y pueden equivocarse.
Se recalca además que esto, el Derecho, el juicio, el análisis de la veracidad de lo testificado, no es una ciencia exacta.
Se mencionan también los posibles efectos adversos de tener un “juicio demasiado rápido”, pues al abogado le puede resultar antipático el caso, por lo cual podría no poner toda su energía y sus conocimientos al servicio del cliente, afectando así la calidad de la representación legal del cliente y su derecho a un juicio justo.
De igual forma, 12 Angry Men critica la veracidad automática que se le adjudica a los informes de “expertos” como, por ejemplo, los psicólogos.
En 12 Angry Men se menciona que unas pruebas psicológicas demostraron que el joven tenía tendencias homicidas y era capaz de cometer un asesinato.
A esto uno de los jurados responde sabiamente que en realidad, todos somos capaces de matar, tenemos el impulso, la energía destructiva, pero eso no implica que vayamos a hacerlo.
De esta manera tan sencilla Lumet realiza un rotundo alegato contra la pena de muerte y advierte sobre los peligros de la institución del Jurado, intentando concienciar a sus compatriotas sobre la importancia de su correcta utilización.
Sin saber muy bien cómo, termina la película, desarrollada casi íntegramente en una habitación, sin que la película se resienta de su origen teatral.
Considero que la mayor aportación de 12 Angry Men es que nos enfrenta a la dicotomía de objetividad contra subjetividad.
La justicia quiere ser imparcial, objetiva.
Sin embargo, son seres humanos los que están encargados de procurar que se haga justicia, y el hecho de crear protocolos y reglas que apliquen a todos por igual no garantiza un proceso objetivo e imparcial.
Somos subjetivos por naturaleza.
¿Existe la objetividad?
Las sensaciones y estímulos del ambiente serán los mismos, pero la percepción es distinta, única para cada individuo, tanto a nivel físico como a nivel psicológico.
Desde luego, no pretendo condenar el proceso judicial a una ineficacia inherente causada por la subjetividad humana; pero sí que se debería aclarar que la objetividad no se alcanza “eliminando” o descartando las características personales de quienes están envueltos en el proceso de tomar decisiones objetivas, sino mediante un entendimiento claro de la influencia que las mismas ejercen sobre su deliberación, para así¬ tener un mayor control de éstas y disminuir su efecto.
12 Angry Men es una lección ética que debería ser de obligada visualización en las escuelas.
“If there's a reasonable doubt in your minds as to the guilt of the accused, a reasonable doubt, then you must bring me a verdict of not guilty.
If however, there is no reasonable doubt, then you must in good conscience find the accused guilty.
However you decide, your verdict must be unanimous.
In the event that you find the accused guilty, the bench will not entertain a recommendation for mercy.
The death sentence is mandatory in this case.
You are faced with a grave responsibility.
Thank you, gentlemen”
Nuestro sistema judicial se basa en el principio que ya estableciera el derecho romano: In dubio pro reo
Este principio es una locución latina que expresa el principio jurídico de que en caso de duda, por ejemplo, por insuficiencia probatoria, se favorecerá al imputado o acusado (reo)
Es uno de los pilares del Derecho penal moderno donde el fiscal o agente estatal equivalente debe probar la culpa del acusado y no este último su inocencia.
Podría traducirse como:
"Ante la duda, a favor del reo"
Su aplicación práctica está basada en el principio de que toda persona es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad.
En caso de que el juez no esté seguro de ésta, y así lo argumente en la sentencia, deberá entonces dictar un fallo absolutorio.
Por otro lado, la duda razonable, es la extrema demostración de la capacidad de pensamiento crítico que llegamos a tener los seres humanos.
Nuestro pensamiento independiente, puede hacernos entender de forma diferente lo que, incluso para una mayoría, es una verdad inquebrantable.
No porque la sociedad piense de una forma, se tiene la posesión de la verdad.
A veces, incluso, una gran mayoría es capaz de defender posturas claramente perjudiciales para todos.
La absolución por el beneficio de la duda es una sentencia judicial penal absolutoria fundada en la falta de plena prueba sobre la culpabilidad del imputado.
El beneficio de la duda es un principio arraigado en la civilización occidental, derivado de la presunción de inocencia establecida por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, uno de los documentos fundamentales de la Revolución francesa que define los derechos personales y colectivos como universales.
En el derecho penal moderno para condenar a una persona no basta con que el juez sepa que es culpable de un delito.
Sólo la podrá condenar si puede probar, más allá de toda duda razonable, que fue quien cometió dicho delito.
Así, formar parte de un jurado en ciertas partes de los Estados Unidos conlleva mucho más que enviar a alguien a prisión.
Conlleva enviarlos a la muerte.
¿Cómo se siente uno participando en un debate en el que está en juego una vida?
¿Se puede juzgar a la ligera?
¿Las pruebas son irrefutables?
¿Las declaraciones de los testigos son infalibles?
¿Quién puede decidir acerca de la culpabilidad, si todas las evidencias no apuntan a ello y no se está plenamente seguro?
¿Se puede vivir con una conciencia en la que pesa el haber condenado a la silla eléctrica a un ser humano?
La justicia humana no tiene derecho a ejecutar a nadie…
Porque entonces la justicia también cae en el asesinato.
Y nosotros no tenemos derecho a quitar la vida.
¿Por qué votamos lo que votamos?
Por ideas preconcebidas, por influencia de la mayoría, por creer que es lo correcto… asusta reflexionar cuán divergentes e ilícitos pueden ser en el fondo los motivos de las personas a la hora de tomar una decisión cualquiera.
Aunque no lleguen a constituir un género cinematográfico, las películas que tratan sobre el desarrollo de un juicio resultan lo suficientemente frecuentes como para constituir una especie de subgénero, y se ha convertido en parte fundamental del cine.
A veces estos filmes se encuentran muy próximos al cine de detectives, con el abogado defensor haciendo el papel de investigador y tratando fuera y dentro de la sala del tribunal, demostrar la inocencia de su cliente y encontrar al verdadero culpable.
A veces, esta clase de películas ha retratado de un modo emocionante las virtudes del sistema judicial al probar la inocencia de supuestos culpables.
Los dramas judiciales han servido como medio de exploración de personajes apasionantes, tanto en el campo de los defendidos como en el de los abogados defensores.
Los juicios cinematográficos han permitido airear espinosos asuntos sociales de una forma conmovedora y educativa:
“No es verdad todo lo que parece”
12 Angry Men es una película estadounidense de 1957, dirigida por un ENORME Sidney Lumet.
Protagonizada por 12 actores ENORMES TODOS empezando por el UNICO Henry Fonda, Lee J. Cobb, E.G. Marshall, Jack Warden, Ed Begley, Martin Balsam, John Fiedler, Robert Webber, Jack Klugman, Edward Binns, Joseph Sweeney y George Voskovec.
12 Angry Men está basada en la obra homónima escrita por Reginald Rose, siendo la ópera prima del director Sidney Lumet, y un clásico absoluto no sólo del cine judicial en particular sino de la historia del cine en general.
Cuenta con una realización sobria y sin artificios, a la vez que elegantísima, que se ajusta de manera perfecta a las exigencias del guión dejando que sean los propios actores los que construyan la historia.
Como obra maestra que es, ofrece una multitud de lecturas y funciona en innumerables niveles.
Hay que destacar por supuesto los aspectos técnicos: excelente fotografía a cargo de Boris Kaufman, magníficas interpretaciones, todos y cada uno de los personajes están maravillosamente interpretados, un ritmo perfecto y por momentos trepidante, sobre todo si tenemos en cuenta que prácticamente a lo largo de toda 12 Angry Men nos encontramos en el mismo escenario, lo que nos lleva a alabar su aspecto teatral.
12 Angry Men llegó a recibir 3 nominaciones de la Academia de Hollywood como mejor película, mejor director, mejor guión adaptado.
12 Angry Men trascurre prácticamente en tiempo real...
Este dato constituye un verdadero reto para el director, ya que todo el peso de la historia recae sobre el guión y la destreza interpretativa de los 12 actores.
Lumet se enfoca en mostrar el juicio desde la perspectiva del jurado, para presentar como sus decisiones ponen en una balanza la vida de una persona, todo ello con el terrible trasfondo del don de la elocuencia y la persuasión.
Ciertamente siempre se ven situaciones en la corte en la que el jurado indiscriminadamente arremete un veredicto contra una persona que en realidad es inocente, pero que siempre sucede por manipulación de la evidencia, es decir, ese es el plato principal de 12 Angry Men, la influencia y la discriminación racial se impone por encima de la toma de decisión y solo se puede evitar si hace énfasis a las dudas razonables.
Uno de los elementos principales de 12 Angry Men es el principio de la duda razonable.
Según este principio, no se puede condenar a alguien si no se está completamente seguro de su responsabilidad en el delito.
Basta un pequeño detalle que lleve a pensar en su inocencia para que el imputado pueda permanecer libre.
Puede que a muchos les parezca algo injusto, pero este elemento responde a uno de los pilares del derecho penal: toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
En 12 Angry Men, donde el tema central es la pena de muerte, este elemento cobra mayor importancia, ya que es la vida de una persona la cual está en juego.
Cuando las dudas razonables resurgen en el pensamiento de un jurado es posible que cambien su mentalidad, y de eso es que 12 Angry Men se encarga, con una interpretación pasivamente calculadora de Henry Fonda junto a la volcánica contraparte de Lee J. Cobb, el cual le lleva la contraria totalmente convirtiéndose en un antagonista temporal.
Trama es en esencia la conducta desatada por un joven muchacho hispano, posiblemente puertorriqueño (John Savoca), de baja extracción social, acusado de parricidio con una navaja.
Será ejecutado en la silla eléctrica si es declarado culpable.
El juez manda al jurado a deliberar advirtiéndoles de que su veredicto debe ser unánime.
En un principio todos los miembros del jurado parecen coincidir en que el joven es culpable, sin embargo uno de ellos discrepa... porque dice tener una duda razonable.
Lo peculiar de esta historia es que, de una votación inicial 11 a favor y uno en contra de la culpabilidad del acusado, se finaliza con un veredicto unánime de no culpable.
El juicio nosotros no lo podemos ver en 12 Angry Men, pero los datos que aporta cada uno de los miembros de la sala en el sitio donde se reúnen nos lo va dejando claro, y es como si lo hubiéramos visto.
Las teorías que tienen cada uno de los miembros del jurado son interesantes y mola ver como cada uno va exponiendo sus análisis sobre el juicio sin temor de lo que piensen los demás.
A cada miembro del jurado se le asigna un número según su posición en la mesa desempeñando los siguientes tipos de rol o roles:
Jurado 1 (Martin Balsam):
Es un ayudante de entrenador, es el líder formal, presidente del jurado nombrado por la corte para ejecutar y tomar en conjunto la decisión, es el coordinador y comunicador.
Un hombre común, impresionado y presionado con la responsabilidad que el Estado ha colocado sobre sus hombros al nombrarlo presidente del jurado, trata de ser muy formal y respetuoso, y aunque no es muy brillante, se da a respetar. Posee buenos modales
Jurado 2 (John Fiedler):
Es un banquero, hombre tímido, seguidor y sin personalidad definida, duda constantemente, y esto hace difícil que mantenga una opinión propia, se le persuade fácilmente por lo que su opinión será casi siempre la misma que la de la última persona que ha hablado.
Es muy inocente.
Jurado 3 (Lee J. Cobb):
Este personaje cuyo hijo le abandonó hace unos años, delata la vinculación de su criterio a sus sentimientos (o mejor, resentimientos) personales desde el principio, precisamente cuando declara que se atiene a los hechos, sin sentimentalismos:
“excusatio non petita, acusatio manifesta”
Acusa airada y gratuitamente de ese sentimentalismo al que se crió en un suburbio, sólo porque cree que es quien le está estorbando en su meta, lo que cree que sería una descarga para él: condenar a su hijo simbólicamente a través de la condena del joven acusado.
Su juicio se ve nublado por el sentimiento de venganza.
Se identifica con el padre muerto, y a su hijo con el muchacho al que juzgan.
Sin embargo, su liberación vendrá precisamente de donde menos lo esperaba: cuando la presión del entorno social, el resto de los miembros del jurado, le hace ver que su lucha ha acabado, todo el torrente de dolor que lleva dentro explota y hace que se derrumbe.
Aun así es un líder informal y autoritario, desea imponer su ley y su modo de pensar beligerante, es amargado y feroz agresor, dominador y seguidor del Jurado número 4.
Es muy fuerte, rudo y testarudo hasta caer en lo sádico, es malhumorado y no le gusta escuchar otra opinión distinta a la de él, está acostumbrado a imponer su forma de pensar sin importar las consecuencias.
Lee J. Jacob, estridente, obstinado, lleno de un resentimiento del cual no se libera hasta el final de 12 Angry Men es el pseudoverdugo.
Es lo único que vemos de él al final: un hombre abatido ante el reconocimiento de su propia verdad y ante la derrota en la batalla que tan fieramente había emprendido.
La soledad y la vergüenza parecen bajar el telón para él; quizá el espectador, anímicamente predispuesto contra “el malo”, podría esperar simplemente alegrarse por ello.
Pero es otro el mensaje que se desprende, más coherente con el análisis que de la naturaleza de la moral se va haciendo en toda 12 Angry Men.
Nuestro protagonista, Henry Fonda, lo comprende.
Él sabe que, lo que parece una derrota total, puede ser para este hombre un nuevo punto de partida.
En ese gesto de ponerle la chaqueta le muestra su comprensión y apoyo, haciendo que abandone ya la sala.
Ha sido vencido por la fuerza de la razón y obligado a enfrentarse a su propia realidad, pero ello ha purgado su corazón.
No sabemos qué será de él ni del futuro de su relación con su hijo.
Nada de ello aparece en 12 Angry Men ni nada podemos deducir, porque de él dependerá la actitud que quiera tomar ante todo lo que ha ocurrido en su interior.
Pero lo que sí se muestra es que la moral no busca victorias, ni revanchismos, reconocimientos u honores.
Parte del ansia de verdad y se realiza cuando llega a ella.
Quien parecía un enemigo, no era más que un hombre que sufre.
En nada se puede ayudar disfrazando la realidad; desde un punto de vista moral, no se puede permitir que ese dolor y ese engaño se contagien a su entorno y lo dañe, hasta el extremo de jugar con la vida de un ser humano.
Pero una vez derrotado, incapaz ya de dañar, la moral no puede sino desear que salga él también adelante.
El posee mucha ira.
Jurado 4 (E. G. Marshall):
Es frío y analítico, opinante y observador.
Hombre de buena posición económica, se desenvuelve y habla con elegancia, es muy analítico y cuadrado hasta cierto punto, su suerte en los negocios hace que se sienta en ocasiones superior a los demás.
Posee una gran prepotencia.
Jurado 5 (Jack Klugman):
Es informador y autoconfesor.
Un hombre gris, tímido y callado, de estrato social bajo acostumbrado a cumplir con las normas de la sociedad para la que labora, le cuesta trabajo relacionarse con la gente, su falta de personalidad provoca que le falten al respeto.
Se deduce que tuvo una mala o golpeada infancia en los suburbios.
Jurado 6 (Edward Binns):
Es un pintor, pacificador y armonizador.
Hombre fuerte, honesto práctico y trabajador, suele cumplir con su trabajo sin meterse en problemas, por lo que siempre se atiene a los hechos, no soporta a la gente irrespetuosa y grosera.
Es muy inhibido en sus opiniones.
Jurado 7 (Jack Warden):
Es un hooligan del béisbol, superficial y agresivo, iniciador y ególatra, fanfarrón, presumido, altanero pero agradable vendedor, tiene cosas más importantes que hacer que sentarse a deliberar en una sala de jurados, es de temperamento explosivo y siempre está seguro de lo que dice aunque en realidad es tan inculto que no sabe en realidad de lo que está hablando.
No tiene el menor interés por el resultado.
Su única preocupación es permanecer el menor tiempo posible.
Cambia su voto con esa única finalidad.
Elude responsabilidades.
Representa la estupidez…
Jurado 8 (Henry Fonda):
De profesión arquitecto, es iniciador y opinante, líder informal y democrático, razona e invita a reflexionar a los demás, él encarna bastante bien el espíritu taoísta y no cambia de idea aunque los demás le estén presionando.
De liderazgo transformacional, es callado y analítico, siempre trata de ver el otro lado de la moneda, es de valores arraigados por lo que valora mucho la importancia de la vida, cree firmemente en la justicia y tratará de luchar siempre para conseguir que se cumpla.
Provocado e incluso insultado en varias ocasiones por el iracundo #3, no deja sin embargo de mantener su postura dialogante.
De hecho, sitúa sus cualidades en una posición superior: soportando esos ataques y esa cerrazón sin perder la calma, le sirven para ir conociendo y esclareciendo cada personalidad, lo que utilizará a su favor.
Henry Fonda, en una soberbia actuación se convierte en la conciencia del grupo; gracias a lo cual, la obvia sentencia deja de serlo.
Fonda, va desovillando el caso, revisando los argumentos, los testimonios, los tiempos, los motivos, haciendo el trabajo que debió haber hecho el abogado defensor.
Y así va construyendo una verdadera crítica al sistema judicial en sí, a la confiabilidad de los testigos, al peso real del juramento de "decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad", a los motivos detrás de las palabras.
Su virtud es el razonamiento.
Jurado 9 (Joseph Sweeney):
Es opinante, anciano y perspicaz.
Hombre de la tercera edad, vive de sus recuerdos y parece que sólo se mantiene con vida para no olvidarlos, en su juventud fue un hombre de ideales por los que luchaba hasta con el físico y su fuerza, hoy sólo puede luchar con la experiencia ya que su cuerpo cansado no le permite más.
Su finura en la percepción psicológica de los testigos es de vital importancia.
Representa la experiencia en cuanto esa forma de discernimiento de lo particular, de las singularidades de la vida.
Aparece como un hombre humilde, sin éxito, al que la vida no le hubiera otorgado ningún reconocimiento.
El aporta la experiencia.
Jurado 10 (Ed Begley):
Es intolerante bloqueador y obstructor.
Un hombre amargado y molesto con la vida, es racista e intolerante, sólo valora su vida y no respeta credo, sexo o edad, es un hombre frustrado que sabe que nunca será un hombre importante, por lo que se desquita con los más débiles.
Es un ser muy prejuicioso.
Jurado 11 (George Voskovec):
Es opinante, refugiado europeo, habla con acento, es humilde y está agradecido con el país que le abrió las puertas, no tolera la injusticia y los malos tratos ya que él padeció esto durante la guerra, por lo que siempre está dispuesto a conversar con tal de alcanzar un acuerdo justo.
Demuestra mucha humildad.
Jurado 12 (Robert Webber):
Es un joven publicista, ingenioso y agradable, ve a la personas como números, estadísticas y porcentajes por lo que no es fácil que entienda el lado humano de las cosas, es arrastrado por la vida y el mundo superficial de las agencias de publicidad, aunque en el fondo es un buen tipo.
Representa la frivolidad de la sociedad.
Guardia de seguridad:
Es un papel pequeño y es interpretado por cualquier hombre que aparenta autoridad.
El culpable:
Un chico de edad entre 18 y 19 años culpado de asesinar al padre, un chico tímido y con miedo donde su vida depende de 12 hombres.
Todos están magistrales en sus anónimos papeles, en este enfrentamiento por conseguir un veredicto de unanimidad, en una obra, donde lo que en realidad se juzga es la intolerancia, los prejuicios étnicos, generacionales y los de clase social, oponiendo a estas lacras, la sencillez y majestad de la razón, expresada a través de la serenidad del diálogo y la palabra.
Hay una transformación, que al comienzo parecía ser imposible, en la sala, cuando poco a poco todos reflexionan y cambian su decisión principal.
Muchos no demoran en darse cuenta de su "posible" error, otros en cambio necesitan mayores pruebas.
El detalle de la señal que dejan las gafas; cómo se desarrolla, cómo llegan a la conclusión de que la persona en concreto utilizaba gafas, y que al no llevarlas puestas no pudo reconocer al acusado.
Es fantástico.
"Es latente el pésimo juicio que se hace cuando se tienen prejuicios"
12 Angry Men habla sobre la sociedad misma.
No conocemos el nombre de ningún personaje, todos son números.
¿Otra metáfora sobre que todos somos iguales sin distinción a qué apellido tengamos?
Cada uno tiene la misma capacidad de emitir su juicio, de razonar y brindar su hipótesis.
Y es que dentro de la sociedad, todos somos veedores de las cosas que suceden, pero el asunto es que en ocasiones nuestros complejos se interponen a la realidad.
Eso es fácilmente retratado en 12 Angry Men; aquí nos encontramos con 12 distintos personajes, y cada uno en momentos de presión sacan a flote lo que son: nos encontramos con: el hombre de prejuicios, el altanero, el humilde, el pobre, el analítico, el experimentado, el airoso, el que no le importa nada, el de buenos modales, el frívolo, el callado y el ingenuo.
Cada uno defiende su postura, o bien la razona y la cambia.
Todos tienen en su decisión la vida de un joven quien pese a todas las "presuntas pruebas" no se sabe si es o no culpable.
Lumet juega a evocar una inocencia que no está 100% garantizada, la duda siempre está presente, pero que a la vez revitaliza la importancia de obtener pruebas contundentes.
A la larga terminamos convencidos de que el joven era inocente…
12 Angry Men muestra cómo podemos estar ciegos, prejuzgando a la gente, sin darles una oportunidad tan sólo basándonos en los hechos más visibles, sin llegar a ver detrás de nuestras obcecaciones.
La falta de piedad en 12 Angry Men no es una maldad, es una respuesta de gente herida, gente que en un momento determinado no puede ver la verdad.
No deja de sorprenderme la primera escena, el aspecto de terrible aburrimiento del juez, a pesar de ser un juicio de asesinato, en el cual; y el mismo juez lo subraya, el veredicto de culpable va de la mano de la pena de muerte.
La cara del juez es toda una denuncia acerca de la deshumanización del juicio en sí; o ¿acaso también de la justicia?
Desde un primer momento nos sentimos identificados con el personaje interpretado magistralmente por Henry Fonda; nos hace ser conscientes del error que podría suponer tomar una decisión precipitada cuando está en juego la vida de una persona.
Es muy interesante ver cómo Fonda tiene que convencer a personajes de perfiles muy diferenciados, lo cual le lleva a utilizar todos los recursos que están en su mano para ello: razonamiento, provocación, empatía…
La oposición de cada uno de ellos a ser convencido, permite que el guión, a través de su protagonista, vaya esgrimiendo poco a poco argumentos que nos hagan pensar en la posible inocencia del acusado.
La elección de los actores fue fundamental a la hora de culminar todo este proceso, ya que son ellos los culpables de hacer creíble el devenir de los acontecimientos, no sin por ello restar mérito a un guión de precisión milimétrica.
Por encima de todo hay un factor que, aunque no se perciba a primera vista, provoca una sensación claustrofóbica que aumenta según transcurren los minutos: la planificación.
Lumet se sirvió de una técnica muy efectiva para ello.
En el primer tercio del film coloca, casi siempre, la cámara a una altura superior a los ojos para mostrarnos la situación existente y el conflicto planteado desde fuera.
Una vez presentados los personajes, coloca el objetivo a la altura de los ojos, de manera que comencemos a implicarnos activamente en la trama y nos metamos en la piel del protagonista.
En el tercer y último acto, coloca la cámara en ligero contrapicado, mostrando en numerosas ocasiones el techo para acentuar la atmósfera asfixiante que viven los personajes y, por extensión, el espectador.
No vemos salida, no hay solución, cada vez quedan más claros los límites espaciales que parecen menguar a cada momento.
En 12 Angry Men se pueden analizar diferentes aspectos.
El primero de ellos es la diferencia entre la toma de decisiones públicas y privadas.
En una votación pública influye la presión grupal que se ejerce sobre la persona, ya que la gente tiende a votar lo que apoya la mayoría, por miedo al rechazo de la opinión externa, como se aprecia en la primera votación.
Sin embargo, en las votaciones privadas hay más libertad al momento de tomar la decisión, aunque la presión grupal sigue influyendo en menor grado, como se aprecia en la secuencia de la votación secreta.
Algunas de las presiones externas que sufre el grupo en 12 Angry Men determinan la toma de decisiones, como por ejemplo el calor, que incomoda a la gente tratando de concentrarse; el hambre; el humo de la sala o las situaciones personales de cada miembro del jurado.
Otro factor es la influencia de la proximidad y la simpatía en la extensión de la opinión minoritaria, y en 12 Angry Men se puede ver cómo estos aspectos incitan a pensar de manera similar a quienes los rodean.
El contacto visual adquiere gran importancia influyendo en las opiniones de los demás.
Esta influencia se muestra claramente con respecto a los lugares que ocupa cada miembro del jurado en la mesa.
Por último, considera si la toma de decisiones es un proceso racional o irracional. Cabe destacar que la actitud de un jurado ante la implicación en cualquier caso debe ser racional y objetiva.
En 12 Angry Men esto se ve reflejado en ciertas personas, como el número 8 (Fonda).
Como ejemplo de un proceso irracional está el jurado número 3 y el número 7.
También cabe mencionar los aspectos sociológicos, psicológicos y morales, pues nos encontramos ante una película en la que podemos observar al ser humano muy de cerca con todas sus grandezas y miserias, y ver cómo se comporta en grupo, llegando a producirse incluso cambios de liderazgo.
Además es toda una reflexión sobre el sistema de justicia y su funcionamiento en el seno democrático en general y estadounidense en particular.
12 Angry Men hace que nos preguntemos hasta qué punto las experiencias personales intervienen a la hora de ejercer un derecho o deber democrático, y lo hace a través de unos personajes que son alegorías de prejuicios, irresponsabilidad social, miedos e ignorancia en algunos casos.
En fin, 12 Angry Men es una obra maestra del cine 100% recomendable que demuestra claramente que el cine puede emocionar, transmitir y enseñar.
El tema, más que el de la justicia a secas, es el del juicio humano.
¿Cómo se fragua un juicio sobre la realidad?
12 Angry Men se plantea en un entorno en que la irrelevancia o inocencia de la “opinión” propia no tiene cabida: el juicio que se forja cada uno de estos hombres sobre unos hechos tendrá como consecuencia la condena a muerte de un chico de 18 años.
Nuestra opinión sobre el mundo tiene unas consecuencias; el ser humano es responsable del modo en que las fragua: analizar los propios planteamientos, conocer los propios prejuicios, desvincularse de los propios intereses, son obligaciones morales ante las que todo ser humano debe responder.
La desidia ante el conocimiento de la verdad, sobre uno mismo o sobre el mundo, nos hace inexcusablemente culpables.
Muchos son los factores que intervienen o alteran de algún modo la formación de un juicio: los prejuicios, ideas preconcebidas sobre la realidad, los intereses, la influencia del pensamiento de la sociedad y de la opinión ajena, actitud supeditada a menudo al miedo a la imagen que proyectamos, la apariencia, a la cual a menudo se produce una adhesión acrítica...
Todas estas actitudes se ven reflejadas de un modo u otro en alguno de los personajes, que componen así un microcosmos social, un reflejo de modelos humanos encerrado en una habitación.
Sólo hay un camino para superar estas barreras: la reflexión.
En 12 Angry Men se plantean varias actitudes ante la reflexión: al principio, sólo uno ha optado por llevarla a cabo, y va arrastrando a otros.
En los demás encontramos: o bien una primera pasividad, que van superando de distinto modo, o bien una abierta hostilidad: en alguna escena se ve cómo alguno de ellos se niega a la evidencia racional de aceptar como posible una determinada interpretación de los hechos.
Tras un primer intento, el que promueve la reflexión propone una segunda votación, ante cuyo resultado se rendirá.
Esa secuencia no es baladí: el diálogo sólo puede establecerse cuando dos partes están dispuestas a ello.
Fonda se da cuenta de que su monólogo no llevará a ninguna parte; la actitud del viejo representa esa aceptación del reto de dialogar.
Ante la ceguera o desidia de los demás, uno despierta la conciencia crítica, lo que da pie al desarrollo de 12 Angry Men.
Aunque 12 Angry Men parece realista, en realidad el resultado final es más un alegato ético sobre lo que debería y en última instancia podría ser si la razón humana, instrumento fundamental de la ética, guiara nuestra conducta.
La justicia no se puede esperar del devenir de la vida; es un ideal humano, pero un ideal al alcance no de cada individuo, sino de la humanidad en su conjunto.
Henry Fonda asume este papel.
Supera todo tipo de ataques: es acusado de ansia de protagonismo, de darse importancia, de provocador... críticas ante las que hace caso omiso con una integridad rayana en lo heroico.
Es importante destacar que ese debate no se produce porque uno piense que es inocente; su declaración es que no lo sabe.
El primer paso es la duda.
12 Angry Men plantea constantemente una dialéctica que gira en torno a los conceptos de lo evidente, lo posible y lo probable.
Lo que en un principio parece que no deja lugar a dudas, es puesto en tela de juicio cuando alguien comienza a plantearse hasta qué punto los hechos son efectivamente evidentes.
Para situarnos en esta posición es imprescindible analizarnos primero a nosotros mismos.
El segundo paso es el diálogo.
Casi al comienzo, cuando el protagonista propone una segunda votación, se hubiera rendido si no hubiera encontrado apoyo.
La justicia jamás podrá desarrollarse en una sociedad sorda.
Ese diálogo, para ser efectivo, debe estar enfocado racional, analítica y objetivamente en todo momento, hasta las últimas consecuencias.
En este punto es imprescindible volver al comienzo de la cuestión, al punto de partida: la opinión.
En 12 Angry Men, ese conocimiento, esa apertura, la proporciona el anciano del jurado, un hombre con verdadera experiencia, con un fino olfato desarrollado a través de la observación de toda una vida, que le permite discernir caracteres, motivaciones, necesidades, en los distintos testimonios que los dos testigos principales ofrecen; es a partir de ese sutil conocimiento psicológico como consiguen encajar las piezas del puzle que faltaban: por qué habrían de mentir o disfrazar la verdad los testigos.
El último paso, lógicamente, es la evidencia, la comprensión radical y absoluta, de naturaleza tan distinta a la cerrazón de las previas opiniones acríticas.
Nunca se podrá saber si el chico mató o no realmente a su padre, pero para la conclusión de 12 Angry Men esto es irrelevante (Mcguffin)
Nadie acaba en el proceso igual que comenzó; la seguridad en el modo de intervenir y de expresarse de cada uno se van dando la vuelta; la fuerza del prejuicio se debilita, la pequeña sociedad ahí concentrada se transforma.
La racionalidad, en todo su poder, ha cumplido su misión.
Sin duda alguna, 12 Angry Men es una lección inolvidable del séptimo arte que no agota ni un mísero minuto de su duración con sus excelentes movimientos de cámara, diálogos impresionantes, soberbias interpretaciones y una puesta en escena estrictamente novedosa que encaminaron al director a la cima de la popularidad de los dramas judiciales plenamente intensos.
Los estudios que se han llevado a cabo sobre el proceso de deliberación de un jurado revelan que esto sería extremadamente raro en la vida real, ya que se espera que según la teoría de comparación social el jurado proceda en la dirección señalada por la mayoría.
Otros han señalado que el diálogo y la discusión entre los miembros del jurado producen un cambio de dirección, un resultado distinto al de la votación preliminar.
Con todo, habría que señalar que el argumento de la historia está deliberadamente exagerado.
Para empezar, por el mero hecho de tratarse de un jurado formado sólo por hombres y todos ellos blancos, algo irreal en la práctica ya en los años 50.
Por otro lado, el rico abanico de personalidades entre los miembros del jurado no deja de tener un punto de irrealidad.
Sin embargo, tal vez por ello mismo Lumet consigue una brillante caracterización de personajes, que sabe desarrollar gracias a las discusiones, votaciones y recuentos que se suceden y a las constantes revelaciones que cada miembro del jurado va haciendo de sus experiencias personales.
12 Angry Men pone de relieve el deficiente sistema judicial, y los condicionamientos personales que siempre existen entre los miembros de un jurado.
Son recurrentes otros temas como la violencia, el racismo y la responsabilidad cívica que todos los ciudadanos contraen por el mero hecho de pertenecer a una sociedad.
Entre las dimensiones oscuras de la naturaleza humana que se presentan en 12 Angry Men se pueden mencionar el racismo y el prejuicio por razón de clase social.
Uno de los miembros del jurado llega a expresar que los niños que se crían en arrabales eran “criminales en potencia”.
Añadiendo que los “spiks” son diferentes al resto de la humanidad, son “animales salvajes” y que se reproducen tan rápido que acabarán dominando la nación americana si ellos, los no animales, los norteamericanos, no hacían algo para evitarlo.
Con este último argumento incitaba al resto del jurado a condenar al acusado diciendo:
“A éste lo tenemos, no lo dejaremos escapar”
Nuestro egocentrismo y la resistencia a ser empáticos también emanan de la cinta.
Once de los doce miembros del jurado tenían prisa por conseguir el veredicto para poder marcharse y seguir adelante con sus vidas.
La tarea de tomar una decisión que puede poner fin a la vida de un ser humano debe ser una experiencia tan desagradable y estresante, me agrada suponerlo, que estas personas, como mecanismo de defensa, se resisten a reflexionar demasiado y quieren concluir y olvidar el asunto lo antes posible.
Por otro lado, 12 Angry Men también plantea serias interrogantes con respecto al testimonio del “testigo ocular” al mencionar que son seres humanos, y pueden equivocarse.
Se recalca además que esto, el Derecho, el juicio, el análisis de la veracidad de lo testificado, no es una ciencia exacta.
Se mencionan también los posibles efectos adversos de tener un “juicio demasiado rápido”, pues al abogado le puede resultar antipático el caso, por lo cual podría no poner toda su energía y sus conocimientos al servicio del cliente, afectando así la calidad de la representación legal del cliente y su derecho a un juicio justo.
De igual forma, 12 Angry Men critica la veracidad automática que se le adjudica a los informes de “expertos” como, por ejemplo, los psicólogos.
En 12 Angry Men se menciona que unas pruebas psicológicas demostraron que el joven tenía tendencias homicidas y era capaz de cometer un asesinato.
A esto uno de los jurados responde sabiamente que en realidad, todos somos capaces de matar, tenemos el impulso, la energía destructiva, pero eso no implica que vayamos a hacerlo.
De esta manera tan sencilla Lumet realiza un rotundo alegato contra la pena de muerte y advierte sobre los peligros de la institución del Jurado, intentando concienciar a sus compatriotas sobre la importancia de su correcta utilización.
Sin saber muy bien cómo, termina la película, desarrollada casi íntegramente en una habitación, sin que la película se resienta de su origen teatral.
Considero que la mayor aportación de 12 Angry Men es que nos enfrenta a la dicotomía de objetividad contra subjetividad.
La justicia quiere ser imparcial, objetiva.
Sin embargo, son seres humanos los que están encargados de procurar que se haga justicia, y el hecho de crear protocolos y reglas que apliquen a todos por igual no garantiza un proceso objetivo e imparcial.
Somos subjetivos por naturaleza.
¿Existe la objetividad?
Las sensaciones y estímulos del ambiente serán los mismos, pero la percepción es distinta, única para cada individuo, tanto a nivel físico como a nivel psicológico.
Desde luego, no pretendo condenar el proceso judicial a una ineficacia inherente causada por la subjetividad humana; pero sí que se debería aclarar que la objetividad no se alcanza “eliminando” o descartando las características personales de quienes están envueltos en el proceso de tomar decisiones objetivas, sino mediante un entendimiento claro de la influencia que las mismas ejercen sobre su deliberación, para así¬ tener un mayor control de éstas y disminuir su efecto.
12 Angry Men es una lección ética que debería ser de obligada visualización en las escuelas.
“If there's a reasonable doubt in your minds as to the guilt of the accused, a reasonable doubt, then you must bring me a verdict of not guilty.
If however, there is no reasonable doubt, then you must in good conscience find the accused guilty.
However you decide, your verdict must be unanimous.
In the event that you find the accused guilty, the bench will not entertain a recommendation for mercy.
The death sentence is mandatory in this case.
You are faced with a grave responsibility.
Thank you, gentlemen”
Comentarios
Publicar un comentario