硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima)
“Do what is right because it is right”
Durante muchos años, los soldados japoneses que participaron en la Segunda Guerra Mundial no tuvieron rostro.
Eran el enemigo oculto y silencioso que acechaba en playas, selvas y manglares, fanáticos lacayos de su emperador, tan astutos como indignos de confianza, que diseminaban crueles y traidoras trampas al paso de las tropas aliadas y que reservaban para sus prisioneros las mayores atrocidades.
Así, al menos, los ha mostrado durante décadas el cine, tal vez porque así nos convenía verlos a todos: seres abyectos y carentes de humanidad o nobleza, incapaces de experimentar nada parecido a la amistad, la nostalgia o el amor.
Qué importaba, en ese caso, borrar a bombazos dos de sus mayores ciudades, matar a cientos de miles de civiles que estaban esperando el regreso de sus seres queridos al hogar: nadie en el frente iba a lamentarlo, ninguna de esas bestias sin rostro ni nombre iba a echarles de menos.
¿Podíamos dormir tranquilos?
Es tan duro... ver hasta qué punto somos capaces de llegar los seres humanos.
Es tan duro... ver el sufrimiento que un par de decisiones de un alto cargo puede llegar a causar.
Es tan duro... ver a dos bandos que no se diferencian en nada, luchando por los intereses de unos pocos.
Es tan duro... ver a unos hombres dando su vida tan sólo por unas líneas imaginarias.
Hacer una película de guerra para demostrar su absoluta falta de sentido acarrea dos problemas esenciales, cinematográficamente hablando.
El primero tiene que ver con la carencia de originalidad y sorpresa: ya hay mucho trabajo realizado sobre este asunto.
El segundo, más indirecto, tiene que ver con un estado actual del mundo, porque evidentemente no bastan los numerosos llamados y campañas en contra de las guerras para que éstas dejen de existir como una alternativa posible de resolución de un conflicto entre países, civilizaciones, seres humanos.
El hombre evidentemente no aprende y una película, una sola mirada, no es herramienta suficiente.
La compasión y el respeto hacia el vencido y el honor como lo único que no es posible arrebatar al contrincante con su muerte son los principales ejes de reflexión sobre los que gravita esta maravillosa película 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima)
La isla volcánica de Iwo Jima (La Isla De Azufre) estaba defendida por 20.919 soldados japoneses y recibieron una invasión de 100,000 infantes de marina estadounidenses.
Al final de la toma de la isla, murieron 20,703 soldados nipones y por EEUU murieron 6,821 con 21, 200 heridos.
“We can die here, or we can continue fighting.
Which would better serve the emperor?”
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es una película estadounidense de 2006, producida y dirigida por Clint Eastwood con un guion de Paul Haggis e Iris Yamahsita.
Protagonizada ENORMENTE por Ken Watanabe, Kazunari Ninomiya, Tsuyoshi Ihara, Ryo Kase, Shidou Nakamura, Nae, Hiroshi Watanabe, Takumi Bando y Yuki Matsuzaki en los papeles principales.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) obtuvo 1 Oscar como mejor sonido de 4 nominaciones: mejor película, director y guion original.
El veterano Clint Eastwood nos brinda una radiografía humana de los japoneses en épocas de II Guerra Mundial, tan vapuleados en numerosas cintas hasta el límite de mitificarlos como monstruos insensibles donde todos eran iguales y nadie escapaba a esta premisa.
Frente a ello, 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es osada y con una mirada ostensiblemente distinta.
Eastwood se preocupa por mostrarnos cómo pensaban y sentían la guerra desde el lado nipón:
Los extremismos ideológicos, la amistad surgida en condiciones extremas, las familias que dejaron en casa, las presiones que carcomían la conciencia nacionalista, el honor en juego, la estrategia planteada ante la desventaja numérica frente al enemigo y las decisiones radicales frente a la derrota y la desolación.
Si bien el director trata de mostrarnos el lado humano de los japoneses con una exposición poética entre tanta crudeza propia de una conflagración armada, tampoco descuida ese aspecto bélico y con mucha maestría en la dirección, fotografía monocromática y en el manejo de cámaras, recrea la confrontación de manera impactante desde lo visual con mucha crudeza y violencia en cada fotograma.
A tal punto que esas cartas tan conmovedoras que dan nombre al filme, se salpican de sangre y se erigen como testamentos de la esperanza utópica de salir con vida de esa isla.
Todo 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima), al estar rodado bajo un tono sepia, transmite al espectador la presencia de la inminente muerte, la desesperación que debieron de sufrir los soldados al saber que aquella isla sería el fin de su destino, en definitiva, la tristeza de verse envueltos en la guerra.
Utiliza como recurso dramático la presencia oculta y sigilosa de los soldados americanos, de acuerdo con los gustos del realizador.
Y allí el lirismo se combina con el realismo de estar inmersos en una situación límite y angustiante acompañada por una nostálgica y a veces mortuoria banda sonora a cargo de Kyle Eastwood y Michael Stevens que le da el toque apremiante necesario.
La música se basa en una partitura pausada, minimalista y melancólica, de 13 cortes.
Se apoya en solos de piano, trompeta, redobles de tambor y en composiciones corales de voces blancas.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es dura, nos ayuda a comprender mejor que la guerra se sufre en ambos bandos por igual, nos alejamos del estereotipo maniqueo de buenos y malos para adentrarnos en las entrañas físicas, anímicas y psicológicas de los partícipes de una conflagración.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es la versión del lado derrotado al cual iremos conociendo en su momento de agonía, apenas de despedida y siempre replegándose.
Auténtica crónica de la decadencia o la disolución de una cultura, de una tradición reducida a las cavernas lejos de la luz y a la que el director se dedica con maestría como tratando de introducirnos en aquella especial idiosincrasia que define, como la película misma, la imposibilidad del regreso a casa y el sacrificio final como alternativa a la victoria.
Mirada que nuevamente se divide en más de uno para ofrecer un relato personal paralelamente al épico que es el que esperan todos.
Eastwood todavía con más claridad que en su versión americana de los hechos ha dejado de lado cualquier exaltación de la guerra.
No hay momento en este filme en el que la narración de la batalla no se encuentre teñida por la amargura y la impotencia, sentimientos más poderosos que el mismo miedo y horror hacia la muerte frente a la cual los personajes reaccionan de muy diversas formas.
En particular ayuda que 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) sea hablado en japonés e interpretado por un elenco igualmente nipón.
Clint Eastwood trata a cada uno de sus personajes como si fueran personas reales, no actores interpretando.
Esa humanidad tan grande es lo que inunda de sensibilidad a todos sus films.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) se centra principalmente sobre dos personajes, aparentemente opuestos.
Private First Class Saigo (Kazunari Ninomiya) es un recluta un tanto desastroso y panadero de profesión que lo último que desea es estar en Iwo Jima.
El General Tadamichi Kuribayashi (Ken Watanabe) es un honorable y condecorado militar, genial estratega, al que le han encargado organizar la defensa de la isla.
Pronto ambos se dan cuenta de que los objetivos de ambos, sobrevivir y la defensa de la isla, son imposibles.
Encabezado por el portentoso Ken Watanabe, cuya interpretación recorre con maestría niveles de solemnidad, autoridad, lealtad e intimidad.
La espléndida combinación de su retrato del General Tadamichi Kuribayashi, comandante de la fuerza defensiva japonesa en Iwo Jima, es un hombre atrapado por las circunstancias, que reacciona de acuerdo a su condición de depositario del código de honor que su rango y el imperio le confieren, en contraparte con la influencia de su educación recibida en Estados Unidos.
(Irónico, cierto, los EEUU: escuela de “asesinos”)
Kuribayashi es un brillante estratega cuya táctica de ubicar sus fuerzas bajo tierra sorprendió a los invasores estadounidenses y extendió la campaña de Iwo Jima.
Es un heroico e inteligente general que hace gala de unas firmes convicciones en las que el honor convive con el sentido común y la humanidad, oficial de gran dureza y rigidez que parece incapaz de trascender a la inmediatez de los actos.
Pero sobre todo, Eastwood demuestra notable sensibilidad respecto a la visión de los vencidos por medio del joven panadero Saigo (ENORME Kazunari Ninomiya), alistado más a fuerza que de ganas, que quiere sobrevivir para estar con su esposa y su hija recién nacida, aunque sabe que tal vez no regrese a su hogar:
“Este es el hoyo en el que pelearemos y moriremos”
Por su parte, las misivas estructuran la línea narrativa y expresiva de 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima)
Ninomiya ofrece una de las mejores actuaciones de los últimos años.
Muy lejos del estilo japonés, bastante histriónico y teatral, la interpretación de Ninomiya es increíblemente natural e intensa, y en los minutos finales de 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) tiene una de las mejores escenas dramáticas que se hayan podido ver en mucho tiempo.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) pertenece a una estirpe de películas en peligro de extinción.
Es tan intensa, tan terrible, tan abrasadora en sus emociones, que te deja con el estomago del tamaño de un chicle, con la sensación de que te han arrancado algo desde muy adentro.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es una película sencilla y humilde en su concepción, pero es desde esa humildad donde se crece, regalándonos escenas absolutamente prodigiosas.
La escena del caballo agonizando, la insubordinación de Shimizu negándose a matar al perro, el flashback de Saigo con su mujer, el harakiri explosivos, el honor lo inunda todo y buena muestra de ello es la sucesión de escenas de suicidios colectivos, algo que al espectador occidental nos es difícil de ver y de comprender.
Nadie se imaginaría a un pelotón de soldados americanos pegándose un tiro en la cabeza ante una previsible derrota.
Y es que si algo queda claro es que a los soldados japoneses les da un terror increíble la sola mención de la palabra "rendición", la colosal escena final es impagable...
Escenas inolvidables...
“He studied the Americans, so he knows how to beat them”
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) muestra la crueldad de la guerra a través de la vida de unos soldados que luchan por un país y un régimen que los envía sin dudar a la muerte, a la que además espera que se entreguen alegremente.
Muestra magistralmente la decadencia de un sistema social y de valores en el que las clases sociales bajas y los extranjeros no eran personas, y por lo tanto se podía disponer de ellas libremente o en el que morir por la patria era el mayor de los honores.
A medida que el metraje avanza, muchos personajes van despertando y comprendiendo la estupidez de los planteamientos y las órdenes que llegan de muchos de sus generales, samurais trasnochados que prefieren suicidarse o asesinar al que lo pretenda, a huir, aunque sea para reagruparse y seguir luchando.
A la vez, 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) nos muestra cómo el régimen da sus últimos coletazos, que siempre son los peores, y que muchos otros sistemas totalitarios han reproducido, como el uso de la política del todo va bien, somos los mejores, que hace que nadie sepa nada sobre las derrotas militares que han diezmado la marina con la que se esperaba defender la isla, o que en lugar de enviar refuerzos al general Kuribayashi le envíen por radio una canción de ánimo de los niños de su pueblo.
Hay muchas cosas extraordinarias en 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima), como el hecho de que el republicano Eastwood se permita una escena que muestre a las claras la crueldad innecesaria, producto de la deshumanización de la guerra, a la que son capaces de llegar los asustados soldados norteamericanos.
O el uso de la muerte absurda de dos hermosos animales (un perro y un caballo) como muestra de la acción de una espiral en la que es imposible la inocencia… aunque sea ésta, paradójicamente, la que termina revelándose como la única vía posible para escapar del aniquilamiento.
Al final, esa lluvia de cartas y de voces anónimas cierra el círculo iniciado por una foto, la enseña norteamericana ondeando en el monte Suribachi: aquélla fue más una manipulación interpuesta por los que mandaban en la guerra para recaudar fondos inventando a unos héroes que en realidad no se consideraban como tales; mientras que las cartas de los soldados japoneses, la verdadera voz de la carne de cañón que iba a ser sacrificada, nunca llegarán a quienes iban destinadas por la acción de la censura de otros que también velaban porque no decayese la moral, y yacerán enterradas en las cuevas que les vieron morir, muchos de ellos de forma estúpida.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es la revisión de la memoria histórica a partir de las cartas de un héroe que lo fue por la defensa de su posición, pero también por su nobleza de alma y por su humildad para ocultar su acción en el anonimato.
“Banzai!
Banzai!...
Banzai!”
Durante muchos años, los soldados japoneses que participaron en la Segunda Guerra Mundial no tuvieron rostro.
Eran el enemigo oculto y silencioso que acechaba en playas, selvas y manglares, fanáticos lacayos de su emperador, tan astutos como indignos de confianza, que diseminaban crueles y traidoras trampas al paso de las tropas aliadas y que reservaban para sus prisioneros las mayores atrocidades.
Así, al menos, los ha mostrado durante décadas el cine, tal vez porque así nos convenía verlos a todos: seres abyectos y carentes de humanidad o nobleza, incapaces de experimentar nada parecido a la amistad, la nostalgia o el amor.
Qué importaba, en ese caso, borrar a bombazos dos de sus mayores ciudades, matar a cientos de miles de civiles que estaban esperando el regreso de sus seres queridos al hogar: nadie en el frente iba a lamentarlo, ninguna de esas bestias sin rostro ni nombre iba a echarles de menos.
¿Podíamos dormir tranquilos?
Es tan duro... ver hasta qué punto somos capaces de llegar los seres humanos.
Es tan duro... ver el sufrimiento que un par de decisiones de un alto cargo puede llegar a causar.
Es tan duro... ver a dos bandos que no se diferencian en nada, luchando por los intereses de unos pocos.
Es tan duro... ver a unos hombres dando su vida tan sólo por unas líneas imaginarias.
Hacer una película de guerra para demostrar su absoluta falta de sentido acarrea dos problemas esenciales, cinematográficamente hablando.
El primero tiene que ver con la carencia de originalidad y sorpresa: ya hay mucho trabajo realizado sobre este asunto.
El segundo, más indirecto, tiene que ver con un estado actual del mundo, porque evidentemente no bastan los numerosos llamados y campañas en contra de las guerras para que éstas dejen de existir como una alternativa posible de resolución de un conflicto entre países, civilizaciones, seres humanos.
El hombre evidentemente no aprende y una película, una sola mirada, no es herramienta suficiente.
La compasión y el respeto hacia el vencido y el honor como lo único que no es posible arrebatar al contrincante con su muerte son los principales ejes de reflexión sobre los que gravita esta maravillosa película 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima)
La isla volcánica de Iwo Jima (La Isla De Azufre) estaba defendida por 20.919 soldados japoneses y recibieron una invasión de 100,000 infantes de marina estadounidenses.
Al final de la toma de la isla, murieron 20,703 soldados nipones y por EEUU murieron 6,821 con 21, 200 heridos.
“We can die here, or we can continue fighting.
Which would better serve the emperor?”
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es una película estadounidense de 2006, producida y dirigida por Clint Eastwood con un guion de Paul Haggis e Iris Yamahsita.
Protagonizada ENORMENTE por Ken Watanabe, Kazunari Ninomiya, Tsuyoshi Ihara, Ryo Kase, Shidou Nakamura, Nae, Hiroshi Watanabe, Takumi Bando y Yuki Matsuzaki en los papeles principales.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) obtuvo 1 Oscar como mejor sonido de 4 nominaciones: mejor película, director y guion original.
El veterano Clint Eastwood nos brinda una radiografía humana de los japoneses en épocas de II Guerra Mundial, tan vapuleados en numerosas cintas hasta el límite de mitificarlos como monstruos insensibles donde todos eran iguales y nadie escapaba a esta premisa.
Frente a ello, 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es osada y con una mirada ostensiblemente distinta.
Eastwood se preocupa por mostrarnos cómo pensaban y sentían la guerra desde el lado nipón:
Los extremismos ideológicos, la amistad surgida en condiciones extremas, las familias que dejaron en casa, las presiones que carcomían la conciencia nacionalista, el honor en juego, la estrategia planteada ante la desventaja numérica frente al enemigo y las decisiones radicales frente a la derrota y la desolación.
Si bien el director trata de mostrarnos el lado humano de los japoneses con una exposición poética entre tanta crudeza propia de una conflagración armada, tampoco descuida ese aspecto bélico y con mucha maestría en la dirección, fotografía monocromática y en el manejo de cámaras, recrea la confrontación de manera impactante desde lo visual con mucha crudeza y violencia en cada fotograma.
A tal punto que esas cartas tan conmovedoras que dan nombre al filme, se salpican de sangre y se erigen como testamentos de la esperanza utópica de salir con vida de esa isla.
Todo 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima), al estar rodado bajo un tono sepia, transmite al espectador la presencia de la inminente muerte, la desesperación que debieron de sufrir los soldados al saber que aquella isla sería el fin de su destino, en definitiva, la tristeza de verse envueltos en la guerra.
Utiliza como recurso dramático la presencia oculta y sigilosa de los soldados americanos, de acuerdo con los gustos del realizador.
Y allí el lirismo se combina con el realismo de estar inmersos en una situación límite y angustiante acompañada por una nostálgica y a veces mortuoria banda sonora a cargo de Kyle Eastwood y Michael Stevens que le da el toque apremiante necesario.
La música se basa en una partitura pausada, minimalista y melancólica, de 13 cortes.
Se apoya en solos de piano, trompeta, redobles de tambor y en composiciones corales de voces blancas.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es dura, nos ayuda a comprender mejor que la guerra se sufre en ambos bandos por igual, nos alejamos del estereotipo maniqueo de buenos y malos para adentrarnos en las entrañas físicas, anímicas y psicológicas de los partícipes de una conflagración.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es la versión del lado derrotado al cual iremos conociendo en su momento de agonía, apenas de despedida y siempre replegándose.
Auténtica crónica de la decadencia o la disolución de una cultura, de una tradición reducida a las cavernas lejos de la luz y a la que el director se dedica con maestría como tratando de introducirnos en aquella especial idiosincrasia que define, como la película misma, la imposibilidad del regreso a casa y el sacrificio final como alternativa a la victoria.
Mirada que nuevamente se divide en más de uno para ofrecer un relato personal paralelamente al épico que es el que esperan todos.
Eastwood todavía con más claridad que en su versión americana de los hechos ha dejado de lado cualquier exaltación de la guerra.
No hay momento en este filme en el que la narración de la batalla no se encuentre teñida por la amargura y la impotencia, sentimientos más poderosos que el mismo miedo y horror hacia la muerte frente a la cual los personajes reaccionan de muy diversas formas.
En particular ayuda que 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) sea hablado en japonés e interpretado por un elenco igualmente nipón.
Clint Eastwood trata a cada uno de sus personajes como si fueran personas reales, no actores interpretando.
Esa humanidad tan grande es lo que inunda de sensibilidad a todos sus films.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) se centra principalmente sobre dos personajes, aparentemente opuestos.
Private First Class Saigo (Kazunari Ninomiya) es un recluta un tanto desastroso y panadero de profesión que lo último que desea es estar en Iwo Jima.
El General Tadamichi Kuribayashi (Ken Watanabe) es un honorable y condecorado militar, genial estratega, al que le han encargado organizar la defensa de la isla.
Pronto ambos se dan cuenta de que los objetivos de ambos, sobrevivir y la defensa de la isla, son imposibles.
Encabezado por el portentoso Ken Watanabe, cuya interpretación recorre con maestría niveles de solemnidad, autoridad, lealtad e intimidad.
La espléndida combinación de su retrato del General Tadamichi Kuribayashi, comandante de la fuerza defensiva japonesa en Iwo Jima, es un hombre atrapado por las circunstancias, que reacciona de acuerdo a su condición de depositario del código de honor que su rango y el imperio le confieren, en contraparte con la influencia de su educación recibida en Estados Unidos.
(Irónico, cierto, los EEUU: escuela de “asesinos”)
Kuribayashi es un brillante estratega cuya táctica de ubicar sus fuerzas bajo tierra sorprendió a los invasores estadounidenses y extendió la campaña de Iwo Jima.
Es un heroico e inteligente general que hace gala de unas firmes convicciones en las que el honor convive con el sentido común y la humanidad, oficial de gran dureza y rigidez que parece incapaz de trascender a la inmediatez de los actos.
Pero sobre todo, Eastwood demuestra notable sensibilidad respecto a la visión de los vencidos por medio del joven panadero Saigo (ENORME Kazunari Ninomiya), alistado más a fuerza que de ganas, que quiere sobrevivir para estar con su esposa y su hija recién nacida, aunque sabe que tal vez no regrese a su hogar:
“Este es el hoyo en el que pelearemos y moriremos”
Por su parte, las misivas estructuran la línea narrativa y expresiva de 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima)
Ninomiya ofrece una de las mejores actuaciones de los últimos años.
Muy lejos del estilo japonés, bastante histriónico y teatral, la interpretación de Ninomiya es increíblemente natural e intensa, y en los minutos finales de 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) tiene una de las mejores escenas dramáticas que se hayan podido ver en mucho tiempo.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) pertenece a una estirpe de películas en peligro de extinción.
Es tan intensa, tan terrible, tan abrasadora en sus emociones, que te deja con el estomago del tamaño de un chicle, con la sensación de que te han arrancado algo desde muy adentro.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es una película sencilla y humilde en su concepción, pero es desde esa humildad donde se crece, regalándonos escenas absolutamente prodigiosas.
La escena del caballo agonizando, la insubordinación de Shimizu negándose a matar al perro, el flashback de Saigo con su mujer, el harakiri explosivos, el honor lo inunda todo y buena muestra de ello es la sucesión de escenas de suicidios colectivos, algo que al espectador occidental nos es difícil de ver y de comprender.
Nadie se imaginaría a un pelotón de soldados americanos pegándose un tiro en la cabeza ante una previsible derrota.
Y es que si algo queda claro es que a los soldados japoneses les da un terror increíble la sola mención de la palabra "rendición", la colosal escena final es impagable...
Escenas inolvidables...
“He studied the Americans, so he knows how to beat them”
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) muestra la crueldad de la guerra a través de la vida de unos soldados que luchan por un país y un régimen que los envía sin dudar a la muerte, a la que además espera que se entreguen alegremente.
Muestra magistralmente la decadencia de un sistema social y de valores en el que las clases sociales bajas y los extranjeros no eran personas, y por lo tanto se podía disponer de ellas libremente o en el que morir por la patria era el mayor de los honores.
A medida que el metraje avanza, muchos personajes van despertando y comprendiendo la estupidez de los planteamientos y las órdenes que llegan de muchos de sus generales, samurais trasnochados que prefieren suicidarse o asesinar al que lo pretenda, a huir, aunque sea para reagruparse y seguir luchando.
A la vez, 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) nos muestra cómo el régimen da sus últimos coletazos, que siempre son los peores, y que muchos otros sistemas totalitarios han reproducido, como el uso de la política del todo va bien, somos los mejores, que hace que nadie sepa nada sobre las derrotas militares que han diezmado la marina con la que se esperaba defender la isla, o que en lugar de enviar refuerzos al general Kuribayashi le envíen por radio una canción de ánimo de los niños de su pueblo.
Hay muchas cosas extraordinarias en 硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima), como el hecho de que el republicano Eastwood se permita una escena que muestre a las claras la crueldad innecesaria, producto de la deshumanización de la guerra, a la que son capaces de llegar los asustados soldados norteamericanos.
O el uso de la muerte absurda de dos hermosos animales (un perro y un caballo) como muestra de la acción de una espiral en la que es imposible la inocencia… aunque sea ésta, paradójicamente, la que termina revelándose como la única vía posible para escapar del aniquilamiento.
Al final, esa lluvia de cartas y de voces anónimas cierra el círculo iniciado por una foto, la enseña norteamericana ondeando en el monte Suribachi: aquélla fue más una manipulación interpuesta por los que mandaban en la guerra para recaudar fondos inventando a unos héroes que en realidad no se consideraban como tales; mientras que las cartas de los soldados japoneses, la verdadera voz de la carne de cañón que iba a ser sacrificada, nunca llegarán a quienes iban destinadas por la acción de la censura de otros que también velaban porque no decayese la moral, y yacerán enterradas en las cuevas que les vieron morir, muchos de ellos de forma estúpida.
硫黄島からの手紙 (Letters From Iwo Jima) es la revisión de la memoria histórica a partir de las cartas de un héroe que lo fue por la defensa de su posición, pero también por su nobleza de alma y por su humildad para ocultar su acción en el anonimato.
“Banzai!
Banzai!...
Banzai!”
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