Nathalie...

“Jealousy, for men, it's a reflex!”

¿Cómo puedes seguir con alguien si notas que hay problemas?
¿Cómo puede alguien ser tan ingenuo como para dejar pasar decenas de años para darse cuenta de que su pareja le engaña?
Yo creo que eso se nota desde los primeros meses de relación.
También entiendo que el enamoramiento a veces ciega, y que a veces la pasión se pierde; pero para eso están el diálogo y los nuevos avances en medicina.
¿Es por temor a la soledad?
Alguien dijo una vez:
"Yo no temo a la soledad, pero sí a las malas compañías"
Sabia reflexión.
El mundo está lleno de mujeriegos, puteros, zorrillas y egoístas; mejor tomarte tu tiempo y no te precipites.
Si lo que te pierde es el sexo, existe una profesión muy digna, no lo digo con sarcasmo, que es la prostitución, se entiende que no me refiero a personas obligadas.
A veces incluso puede ser más económico que soportar las exigencias materialistas de una pareja mal elegida.
Notaréis que he intentado adoptar un punto de vista ambiguo, sin decantarme por clientes o profesionales masculinos o femeninos.
Nathalie... es una película franco-española de 2003 dirigida por Anne Fontaine.
Trata sobre el matrimonio, la infidelidad y la prostitución analizados a través de un triángulo amoroso que intenta huir de los tópicos.
Protagonizada por Fanny Ardant, Emmanuelle Béart, Gérard Depardieu, Judith Magre y Wladimir Yordanoff.
Con un guion de Jacques Fieschi, François-Olivier Rousseau, Anne Fontaine, sobre una idea original de Philippe Blasband.
Anne Fontaine trata sobre un erotismo poco convencional: el que persigue la excitación por medio de la palabra.
El tradicional voyerismo es reemplazado por la escucha, la sexualidad nunca estará actualizada.
Marlene/Natalie nunca olvida que su verdadero cliente es la mujer y no el marido, y a ella trata de satisfacer narrando los pormenores de una relación sexual en cuyo relato la esposa casi no reconoce a su hombre.
Al mismo tiempo, Marlene/Natalie la guía en el reencuentro con su propia sensualidad y en el descubrimiento de que ella también puede disfrutar todavía de su sexualidad.
Catherine y Marlene/Nathalie exploran juntas las zonas menos transitadas de la sensualidad y el erotismo femeninos.
Para esta tarea no es un detalle menor la elección de dos íconos del cine francés:
Fanny Ardant, con sus 55 años y un rostro algo retocado, aporta todo su profesionalismo para componer la personalidad de esta médico elegante de deseos reprimidos y postergados, dueña de una interioridad rica en matices, expresada por un rostro elocuente que deja leer cada emoción que despiertan las revelaciones de su cómplice.
Emmanuelle Béart saca rédito de su asombrosa belleza –también alterada–, que no alcanza sin embargo para disculpar una discreta actuación.
Tras su máscara de desapego de prostituta profesional deja percibir una vulnerabilidad apenas disimulada.
El tercer personaje está interpretado por Gérard Depardieu, en una actuación insólitamente mesurada y contenida, adecuada para este melodrama filmado con el signo de la sutileza, la sobriedad y la elegancia.
Su personaje resulta atrapado en la red tejida por ambas mujeres, que demuestran así que el poder de la mujer puede residir en las zonas más inesperadas, y urdirse a través de juegos peligrosos.
Catherine, es una mujer casada, elegante y acomodada y Marlene, una prostituta que utiliza como nombre de guerra el de Nathalie, ellas verán mezcladas sus vidas cuando la primera le haga un particular encargo a la segunda:
Le paga para que se haga pasar por una estudiante y se acueste con Bernard, su marido, quien según sus sospechas, está cometiendo adulterio.
Catherine quiere conocer hasta el menor detalle de la relación y acaba convirtiendo a Marlene en su espía personal.
Pero esta mujer, cada vez más fascinada con la prostituta, duda de que las tórridas escenas de cama que ella le relata que ha mantenido con el marido sean realmente ciertas, convirtiéndose a la vez en una especie de iniciación en la búsqueda del placer sexual para sí misma.
Pero los triángulos siempre tienen 3 puntas:
Desde el instante en que ambas mujeres cruzan sus miradas por primera vez, nace entre ellas una relación de compleja ambigüedad, una suerte de atracción mutua que será vehiculizada, ¿sublimada tal vez?, por la vía vicaria de la palabra.
Nace así un vínculo que ellas desconocían, una relación que excede el marco contractual, y que vibra siempre al borde del acto y del contacto.
Las revelaciones de Marlene/Natalie y el magnetismo que irradia su cuerpo devienen para Catherine no sólo la fuente de conocimiento sobre su marido sino sobre todo una vía de autodevelamiento.
Por otra parte, los espejos, la superposición de imágenes sugieren la identificación, la traslación y el trueque de ciertas cualidades entre esas dos mujeres aparentemente antagónicas.
Nathalie… seduce y perturba con su voyerismo narrativo al tiempo que demuestra que las palabras pueden ser mucho más explícitas que las imágenes.
Es por ese motivo que Fontaine decide no mostrar nunca los encuentros entre el hombre y la prostituta, aunque también, claro, por exigencias de un guión que reserva para el desenlace un giro sorpresivo.
Es de importancia relativa que ese enigma que se revelará sólo al final resulte previsible para más de un espectador.
El progreso de la narración no depende tanto de esa tenue intriga, que los “puntos suspensivos” agregados en el título parecerían querer reforzar, como del otro proceso, bastante más provocativo y sutil, que experimenta la protagonista desde el desconcierto inicial y a partir del juego un poco perverso que conduce a sus fantasmas.
La sospecha no existía en Catherine hasta que un engaño ocasional descubierto por azar le alteró la cómoda y placentera rutina matrimonial, y la puso de frente a una evidencia que pocos se atreven a aceptar.
El otro es siempre, en algún punto, un enigma.
No hay años de convivencia que garanticen el conocimiento absoluto.
Perturbada por la duda, aunque acepta la explicación del hombre, se propone saber más, saberlo todo y, por eso, concibe el rebuscado método de pesquisa que cree conducir y que pronto se le irá de las manos.
Nathalie... explora los elementos que definen el fenómeno, las causas y las consecuencias de la frigidez femenina.
Para afrontarla hay muchos caminos a ensayar, muchos recursos disponibles, muchas maneras de proceder.
Pero el método debe seguir al diagnóstico, el remedio ha de ser adecuado a la causa, la terapia se ha de ajustar a los condicionantes que están en la raíz de los hechos.
La realidad es tan variada, tan compleja y tan contradictoria, que se deben desechar los prejuicios, los cánones convencionales, las fórmulas preestablecidas y, más aún, las recetas mágicas o milagrosas.
El conocimiento empírico y el método del ensayo son las vías para orientar correcta y eficazmente el camino a seguir en cada caso.
El objetivo último es el reencuentro con la propia sexualidad para extraerle toda la felicidad posible.
Sin perder de vista el fin, los objetivos intermedios se han de situar en niveles más asequibles, tales como disipar las represiones, desmontar tabús, superar los prejuicios, afrontar la propia sexualidad y aceptarla tal como es.
Nathalie... explora, como cité, con ánimo sosegado y con contención, sin concesiones a lo escabroso y a lo excesivo, las relaciones entre frigidez, experiencias pasadas, incidentes traumáticos, apoyo del marido, estado de ánimo y orientación sexual.
El punto de vista del realizador es intimista, reflexivo y realista.
El relato se presenta inmerso en una atmósfera tranquila y sugestiva, de sensualidad, erotismo, aceptación de la racionalidad y adecuada valoración del conocimiento empírico.
El recurso a la palabra como medio de aproximación al problema que focaliza el relato responde a una elección fundamentada en la propia manera de ser del interesado, en la utilidad subjetiva que le proporciona y en el hecho objetivo del inmenso poder de comunicación, indicación y sugerencia que contiene.
Nathalie... es más una película fantástica.
Cada persona vive en una mentira.
Bernard tiene secretos, Catherine no dice la verdad a su marido, y Marlene se presenta como un personaje misterioso.
No es solo un juego de manipulación – eso sería muy mecánico.
Es más un viaje emocional que utiliza las palabras y la intimidad a través de esta mujer que trabaja con su cuerpo y por tanto es capaz, como la mayor parte de las prostitutas, de separar su sexualidad de sus emociones.
Catherine está completamente cautivada con Marlene.
Las prostitutas fascinan mucho más a las mujeres que a los hombres.
Los hombres tan solo acuden a las prostitutas para satisfacer sus deseos más básicos.

“Can I ask you a question?
Are you shaved?”


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