Falling Down

“D-Fense”

Crisis nerviosa, Colapso mental o Hundimiento mental son términos no médicos usados para describir un ataque de enfermedad mental repentino y agudo como depresión o ansiedad.
Cuando se usa en un discurso social, los términos a menudo tienen connotaciones peyorativas.
Los casos específicos normalmente se describen como una "crisis" sólo si la persona no puede funcionar en la vida día a día debido a una enfermedad mental.
En este punto la enfermedad de la persona está avanzada, y es aconsejable buscar ayuda profesional.
Una crisis nerviosa no es exactamente lo mismo que un ataque de pánico, aunque las crisis nerviosas pueden desencadenar en pánico.
Algunas causas de crisis nerviosas son: desempleo, problemas académicos, estrés social, identidad sexual, trauma post-bélico, insomnio crónica u otros desórdenes del sueño, enfermedad seria o crónica de un pariente, divorcio, muerte de un miembro de la familia, experiencias traumáticas, violentas o cercanas a la muerte, desengaño amoroso, desorden de identificación de género sin resolver, etc.
Una inesperada y extrema llegada de las siguientes enfermedades mentales puede ser clasificada como crisis: depresión, trastorno bipolar, psicosis, disociación, trastorno por estrés postraumático, estrés grave y ansiedad.
Los llamados estresores o factores estresantes son las situaciones desencadenantes del estrés y pueden ser cualquier estímulo, externo o interno (tanto físico, químico, acústico o somático como sociocultural) que, de manera directa o indirecta, propicie la desestabilización en el equilibrio dinámico del organismo (homeostasis)
Una parte importante del esfuerzo que se ha realizado para el estudio y comprensión del estrés, se ha centrado en determinar y clasificar los diferentes desencadenantes de este proceso.
La revisión de los principales tipos de estresores que se han utilizado para estudiar el estrés, nos proporciona una primera aproximación al estudio de sus condiciones desencadenantes, y nos muestra la existencia de ocho grandes categorías de estresores: las situaciones que fuerzan a procesar información rápidamente, estímulos ambientales dañinos, percepciones de amenaza, alteración de las funciones fisiológicas (enfermedades, adicciones, etc.), aislamiento y confinamiento, bloqueos en nuestros intereses, presión grupal y frustración.
¿Qué pasa cuándo te rebelas contra la sociedad y sus formas?
Pues que tu papel forzosamente tiene que ser el de un loco.
De ahí que cuando algo empieza mal, termina mal.
“I am just disagreeing with you!
In America, we have the freedom of speech!
The right to disagree!”
Dirigida por Joel Schumacher en 1993, Falling Down posee un guión de Ebbe Roe Smith y está protagonizada por Michael Douglas, Robert Duvall, Barbara Hershey, Rachel Ticotin, Lois Smith, Tuesday Weld y Frederic Forrest.
Falling Down cuenta una historia que parece haber sido hecha para el siglo XXI.
Su propuesta para la puesta en escena asombra por su perpetuo tono inteligente, por sus métodos esquemáticos y su ausencia de juicios, que la libra de una pretenciosidad que habría sido un caramelo en otras circunstancias.
William “D-Fense” Foster (Michael Douglas) es un anónimo ciudadano que espera un inacabable atasco de circulación, y observa cómo todos los de su alrededor son marionetas de una sociedad decadente, que se conforman permaneciendo quietos en sus vehículos.
Desde la parte visual, las calcomanías, los fisgones, los pitidos, la bulla, los imprevistos como una simple mosca, son los detonantes de Falling Down.
En un ataque progresivo de, qué sé yo, ira, estrés o llamémosle simplemente cabreo, Foster abandona su coche y decide ir por su propio pie a ver a su familia, ya que es el cumpleaños de su hija.
El problema es que hace tiempo que su mujer (Barbara Hershey) le abandonó, se quedó con la custodia de la niña, y hay impuesta una orden de alejamiento para nuestro protagonista.
Asimismo, a modo de interesante trama paralela, se presenta al policía interpretado por Robert Duvall, que sobrelleva como puede su último día de trabajo antes de su jubilación, que promete ser irritante y aburrida junto a su mujer en un paraje desértico y aislado en el que asentar su vejez.
En forma de actos, el airado protagonista, vestido impecablemente con una camisa blanca inmaculada y una corbata oscura, y provisto de un cabello corto y gafas de pasta gruesa, como un ejecutivo, transita la ciudad de Los Ángeles como quien se pasea por el mismísimo infierno.
Se enfrenta al abusivo precio de una tienda de alimentación (coreano), a unos matones callejeros (latinos), a los empleados de un restaurante de comida rápida (empleados), a un neonazi y entre adversidad y adversidad, contempla con una desesperación in crescendo el desquiciante mundo en el que le ha tocado vivir.
Podría decirse que la estructura de su odisea es como la de un Ulises moderno, que se queda perplejo ante la sucesión de calamidades que pueblan por la ciudad donde él mismo duerme, o como el típico forastero en los westerns que llega a un pueblucho hostil y degenerado.
En este sentido, la ambientación, casi distópica, está muy conseguida por retratar fielmente las miserias sociales harto conocidas sobretodo en Estados Unidos, unido esto con el sofocante calor que se percibe, y un largo etc.
“I help to protect America.
You should be rewarded for that.
Instead they give it to the plastic surgeons, you know, they lied to me”
Cinematográficamente hablando, se agradece mucho que no exista una introducción insípida que aburra en un inicio al espectador, ya que Falling Down comienza de una, sin más y sin mayor explicación.
Se consigue transmitir esa angustia, gracias a la buena interpretación y a buenos planos iniciales que pueden estresar a cualquiera.
Falling Down juega todo el tiempo con una moralidad dudosa, que prioriza el desahogo frente a la racionalidad, y que se rebela contra todo y todos con la suficiente experiencia y motivos para justificar su enfado global.
Es todo un acierto su presentación, asfixiante, directa e inconcreta, porque representa la reacción que podría tener un ciudadano medio, que un día se levanta con el pie izquierdo y de repente todo le parece una porquería y por supuesto, con toda la razón en la mayoría de los casos.
Pero Falling Down no sabe cómo tratar a su protagonista, desconoce si es el héroe o el villano, si es un profeta genial o un perturbado que sólo busca una vendetta autodestructiva.
De hecho, al final queda como un loco psicópata al que el guionista no sabe o no quiere dejar con vida, en unos diez minutos muy cobardes, y sobre todo, extremadamente convencionales, aunque se agradece el esperado encuentro-duelo entre los dos protagonistas antagónicos.
Por su parte, Michael Douglas borda el papel de una persona que después de estar trabajando años en el mismo sitio, haberse casado, tener una hija y encima que no tenga la libertad que han de tener los seres humanos como un simple paseo por la ciudad, lleva a las personas a tener “un día de furia” por motivos obvios, la injusticia no le gusta a nadie y menos cuando se repite diariamente.
Foster no es dueño de su carácter, lleva mucho vivido y si nunca le han ido bien las cosas está claro que no va a ir repartiendo sonrisas donde vaya.
Su carácter hace que la esposa le abandone, tal vez porque le grita al niño.
Su carácter hace que pierda el empleo y también su carácter hace que ante todo el mundo simule lo que no es.
Foster tiene esa dificultad para desensibilizarse o guardar compostura normal, el pobre hombre esta, digamos, muy sensible… como un gatillo que dispara al menor roce.
Su actuación es muy buena, creíble, conmovedora, el protagonista provoca empatía, y tal vez hasta simpatía.
Y es que tiene razón, en lo que dice, y no lastima a nadie que no se lo haya buscado.
Su furia es, digamos, "defensiva"
Es su forma de responder a la violencia que late en cada esquina de la calle, su forma de vengarse de la sociedad que le ha educado.
Tampoco no hay que olvidar que Foster se tomó muy en serio lo del " American Dream" y cuando vio que no se cumplía se enojó mucho.
Robert Duvall es un “Bill Foster camuflado”, dado que es policía no puede actuar como D-Fense pero en el fondo él piensa lo mismo.
Prendergast (Duvall), que no es otra cosa que la versión madura y pre-jubilada de D-Fense, que también está hasta la coronilla de que todo el mundo se dedique a tocarle las pelotas: su mujer, su jefe, sus compañeros... pero en vez de liarse a tiros, sencillamente sigue trabajando en silencio lanzando al aire alguna sonrisilla que otra.
Pero al final, se libera, y como no resulta imposible cuando te llevan al límite.
“I'm the bad guy?”
Falling Down es una película sobre la tensión y la frustración que genera en muchas personas la vida moderna en las grandes ciudades.
Foster decide enfrentarse a las adversidades, y lo hace de forma violenta.
Otras muchas personas en la vida real quisieran enfrentarse también, aunque de forma menos violenta, pero no lo hacen por civismo, y a cambio sufren estrés y otros males resultantes de la tensión, los abusos, el egoísmo, la indiferencia y la violencia.
Bill es la propia imagen de cada uno de nosotros en el momento preciso en que hemos llegado a pensar en destruir y maldecir todo lo que nos rodea cuando la ciudad en la que estamos obligados a vivir y las personas con las que tenemos que lidiar día a día nos ponen al borde de la histeria.
Falling Down nos sumerge en una atmósfera sofocante en medio del ruido y el calor que azota a la ciudad, poniéndonos del lado de Bill, el antihéroe, y haciéndonos disfrutar con morbosa satisfacción cada vez que decide hacerse cargo violentamente de aquello que lo hace irritar hasta incluso preguntarnos con qué clase de obstáculo se encontrará más adelante y de qué manera acabará con él.
Y aunque la travesía se torna sumamente entretenida, con todo el caos que ocasiona, no dejaremos de preguntarnos:
¿Es él un mal tipo?
En el fondo Bill es una persona normal, cuando su mujer llama a la policía y la interrogan para saber si Bill es peligroso, no sabe ni que decir porque no lo tiene claro y da a entender algo tan clásico que ni los buenos somos tan buenos ni los malos somos tan malos.
¿Quien no ha estado en un atasco sin poder moverse y encima con un sol que abrasa?
No seamos cínicos porque algunas veces todas hemos pensado en tener un tanque y subirnos por encima de toda la hilera de coches y llegar antes a casa para hacer cualquier cosa que se tenga que hacer.
Yo me hago una serie de preguntas como estas:
¿No podemos descansar donde queramos sin tener que pasar agobio por culpa de alguien?
¿Encima que pago por comer me tienen que servir en los sitios lo que ellos quieran cuando tienen otras cosas que servir?
Hay que separar Falling Down en lo que se refiere al entretenimiento, de lo reflexiva que resulta a la hora de analizar la ácida crítica que constituye hacia el funcionamiento mismo de una sociedad hipócrita y opresiva.
Si miramos Falling Down desde el entretenimiento, es efectiva sin dudas, te mantiene atento con una puesta en escena muy parecida al video juegos, donde un hombre común y corriente debe ir sorteando todo tipo de obstáculos que surgen de la cotidianidad.
A medida que Falling Down se desarrolla en sus variantes, la misma se va haciendo más intensa, dando lugar a la más frenética y encarnizada muestra de la capacidad del hombre de mostrar su ira y poder destructivo bajo situaciones estresantes.
Un amplio abanico de tópicos son abordados por un filme que destapa las miserias más profundas: el desempleo a causa de que el hombre que no se capacita se convierte en "obsoleto", la facilidad con que se consiguen armas, las falsas promociones de locales de comida chatarra, la crisis matrimoniales y en general de las relaciones de pareja, el racismo más acérrimo y fundamentalista, los medios de comunicación que enseñan a un niño a utilizar un arma de guerra, la discriminación hacia quienes son económicamente inviables, los complejos personales que desequilibran, la falta de solidaridad de una sociedad moderna muy individualista, entre muchos temas más.
Falling Down está llena de mensajes muy interesantes, sería demasiado extenso detallarlos todos pero lo mejor, pues por ejemplo cuando reacciona ante el coreano propietario de la tienda de comestibles tachándolo de sanguijuela por el elevado precio de los productos; la imagen del parque con todos sus personajes lo cual es la viva imagen de gran parte de la composición social de los EEUU: pobreza y marginación; el comentario del trabajador de la calle que estaban arreglando, un fraude real que suele ser aplicado por las distintas administraciones, la expresión:
¿Qué le pasa a la calle? es genial sobre todo en la forma con que el protagonista la interpreta; el enfrentamiento en el campo de Golf con unos comentarios de lo más acertado: debería ser un parque público en vez de un campo de golf para ancianos millonarios aburridos, y siempre en todas las situaciones aplicando un sentido denunciante de lo que nos rodea.
Falling Down es, pues, una historia sobre una catarsis en el contexto social, de un hombre que se sorprende porque él ha estado sacrificándose por su país fabricando misiles durante la Guerra Fría, y está solo, desamparado y no es económicamente viable, mientras que un cirujano plástico vive “la dolce vita” en una lujosa urbanización residencial.
Maravíllese con el excelente ritmo que posee Falling Down, que lo tendrá en vilo hasta el final.
Sorpréndase con su espíritu transgresor, profético y no escaso de razón.
Disfrute con su humor insinuado y con el trabajo de dos magníficos actores.
Y por último, observe atentamente el mensaje inherente en una excelente película, la mejor de su director y una de las más interesantes de la década de los 90.
No le dejará indiferente.
Defiende tus derechos pero pacíficamente, lo sé… has el esfuerzo…

“I'm going home!”


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