The Constant Gardener
“Love.
At any cost”
Resulta que la mayor multinacional farmacéutica, la estadounidense Pfizer, negoció en abril de 2009 con el Gobierno de Nigeria un acuerdo para evitar un juicio por la muerte de 11 niños en el país africano y las secuelas causadas en decenas de ellos en el ensayo clínico de un medicamento llamado Trovan.
Unas 200 familias de Kano, al norte de Nigeria, aseguraban que su país fue en 1996 un experimento para probar el Trovan y utilizar a sus hijos como cobayas humanos.
La compañía pagó 75 millones de dólares, para indemnizar a las familias y evitar así que la causa criminal que había comenzado en los tribunales llegase a prosperar.
Los cables de la Embajada de Estados Unidos en Abuja revelan ahora cómo se llegó a ese acuerdo y todas las maniobras que Pfizer llevó a cabo para conseguir que el fiscal general de Nigeria abandonase el asunto.
Entre esas maniobras destaca el pago de detectives para investigar al fiscal y airear sus corruptelas en la prensa.
El 20 de abril de 2009, los diplomáticos estadounidenses relatan al Departamento de Estado el encuentro que ha tenido unos días antes el Departamento de Economía de la Embajada con el responsable de Pfizer en Nigeria, Enrico Liggeri.
Este les cuenta que Pfizer ha contratado a detectives privados para investigar casos de corrupción en los que estaba involucrado el fiscal general, Michael Aondoakaa.
Tratan así de ponerle en entredicho y obligarle a dejar el caso.
"Dijo que los detectives de Pfizer pasaron la información a los periódicos locales una serie de artículos detallando los presuntos lazos de Aondoakaa con casos de corrupción fueron publicados en febrero y marzo", cuentan los diplomáticos estadounidenses.
"Liggeri mantuvo que Pfizer tenía más información contra Aondoakaa y que sus compañeros le presionaron para que dejara el asunto por miedo a más artículos"
Los ensayos de este tipo se realizan sobre voluntarios respetando unas reglas éticas estrictas codificadas en la Declaración de Helsinki (1964)
Pfizer ha sido acusado de haber violado muchas de estas reglas:
Llevando a cabo el estudio sin haber obtenido la aprobación previa de un comité ético.
Por no informar a los participantes de que se trataba de un medicamento experimental.
Por no informarles que el tratamiento estándar estaba disponible gratuitamente por Médecins Sans Frontières en esta zona.
Por dar deliberadamente a los paciente del grupo control un tratamiento suboptimal (con dosis bajas), con el objetivo de demostrar con más facilidad la superioridad del medicamento experimental.
Por sesgar los resultados a favor del medicamento experimental incluyendo los casos de peor pronóstico en el grupo control, etc.
El asunto huele a podrido…
Lo que el mundo ha hecho con el continente africano a lo largo de toda la Historia humana no tiene nombre.
Las aberraciones con el pueblo negro, hace tiempo sobrepasó los límites de la moralidad.
Esclavitud sobre todo, abuso de cualquier tipo, y actualmente, lo que más dolor podría causarles, lo que realmente nos identifica al pueblo actual, no es precisamente la crueldad.
Es la ignorancia.
“Big pharmaceuticals are right up there with the arms dealers”
La industria farmacéutica es un sector empresarial dedicado a la fabricación, preparación y comercialización de productos químicos medicinales para el tratamiento y también la prevención de las enfermedades, lo cual reporta niveles de lucro económico altos.
Algunas empresas del sector fabrican productos químicos farmacéuticos a granel (producción primaria), y todas ellas los preparan para su uso médico mediante métodos conocidos colectivamente como producción secundaria.
Entre los procesos de producción secundaria, altamente automatizados, se encuentran la fabricación de fármacos dosificados, como pastillas, cápsulas o sobres para administración oral, soluciones para inyección, óvulos y supositorios.
Están sujetos a una variedad de leyes y reglamentos con respecto a las patentes, las pruebas y la comercialización de los fármacos.
La industria farmacéutica es actualmente uno de los sectores empresariales más rentables e influyentes del mundo, lo cual produce al mismo tiempo elogios por sus contribuciones a la salud, y controversias por sus políticas de marketing y campañas para influir en los gobiernos, con el fin de aumentar los precios, extender sus patentes y con ello sus beneficios empresariales.
Siendo acusadas por sus críticos de promoción de enfermedades, en algunos casos, al contribuir supuestamente a medicalizar los problemas derivados del modo de vida actual, al llamar la atención sobre condiciones o enfermedades frecuentemente inofensivas con objeto de incrementar la venta de medicamentos.
Muchas compañías farmacéuticas realizan tareas de investigación y desarrollo (I+D) con el fin de introducir nuevos tratamientos mejorados.
En algunos países, cada etapa de pruebas de nuevos fármacos con animales domésticos (de granja o de laboratorio) o con seres humanos, tiene que recibir la autorización de los organismos reguladores nacionales.
Si se produce la aprobación final se concede la autorización para utilizarlos en condiciones determinadas.
En otros países se puede obtener el permiso de distribuir un fármaco presentando la autorización del país de origen.
“Put $50,000 in the right hands and you can test battery acid as skin lotion”
The Constant Gardener es una película de cine británico dirigida en 2005 por el brasileño Fernando Meirelles.
Protagonizada por un ENORME reparto encabezado por Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Danny Huston, Hubert Koundé, Sidede Onyulo, Bill Nighy, Gerard McSorley, Daniele Harford y Pete Postlethwaite.
The Constant Gardener obtuvo el Oscar como Mejor actriz de reparto para Rachel Weisz y estuvo nominado como mejor guión adaptado, montaje y banda sonora.
El guión es de Jeffrey Caine sobre una novela de John Le Carré publicada en 2000.
La novela estaría inspirada en unos hechos reales, unos ensayos ilegales llevados a cabo en niños nigerianos por empresas farmacéuticas en 1996.
Mención aparte merece la labor conjunta de Meirelles (como director) y César Charlone (como fotógrafo) por que The Constant Gardener está acompañada en todo momento de una belleza espectacular, misma que de la mano de la música de Alberto Iglesias, convierte el filme en una maravilla técnicamente perfecta.
Fernando Meirelles le imprime a The Constant Gardener una estética muy particular, con un buen manejo de los planos, mucha utilización de movimientos de cámara, panorámicas de unos ambientes africanos muy bellas, todo un buen trabajo desde la dirección.
Rodada en escenarios tan dispares como Berlín, Londres y varios lugares de Kenya como Nairobi, Meirelles se vale de un estilo realista para filmar las peripecias de Fiennes en África: cámara al hombro, luz natural, nada de focos o iluminación simulada, nada de filtros o efectos especiales, todo tiene el aire de un documental que ha sido rodado, además, con la espontaneidad de extras y figurantes autóctonos.
Meirelles logra una película que conjuga con inteligencia la trama de espionaje, los tintes románticos y la denuncia de condicionantes económica que están eliminando sin pudor a una población indefensa.
Ralph Fiennes ya es de por sí un excelente actor, así que no cabe más que mencionarlo para saber de que estamos frente a una buena actuación, llena de emociones sobre todo porque es un personaje ya de por sí sufrido.
Y Rachel Weisz, que realmente no venía demostrando algo bueno con películas de aventura que rondan un poco la comicidad; termina sorprendiendo con el papel que ocupa en este caso, volviéndose seria y sumamente atractiva, no solo por su belleza sino por el encanto y como tiñe a su personaje de la pasión que tiene por la lucha a la que se inclina.
The Constant Gardener se rodó en los poblados de chabolas de Kibera y Loiyangalani en Kenya.
Las condiciones de pobreza del lugar llegaron a afectar de tal modo a los participantes en The Constant Gardener que éstos crearon una organización llamada “Constant Gardener Trust” para ofrecer educación básica en esos poblados.
Weisz, Fiennes y Le Carré son patronos de la fundación.
The Constant Gardener me pareció una película con una temática interesante, como es el tema de hacer un filme de denuncia sobre la industria farmacéutica en África, y lo que es mejor aún, un filme británico en donde se deja muy mal parado a este país.
El tema sobre el cual se arma la historia, es la búsqueda de nuevas drogas contra el bacilo de la tuberculosis, que tanto en África como en EEUU luego de la aparición del SIDA, se ha empezado a volver resistente a las drogas tradicionales y se teme que sea incontrolable en algunos años, sea el enfermo alguien con SIDA o no.
El comienzo de The Constant Gardener es intenso, cuando Justin Quayle (Ralph Fiennes), diplomático británico en Nairobi, se entera de que su esposa, Tessa (Rachel Weisz), ha sido violada, asesinada y engañada, comienza su propia investigación.
Haciendo caso omiso de las advertencias y de los rumores sobre una supuesta infidelidad de su esposa, Justin descubre que Tessa había destapado una trama internacional de corrupción, burocracia y acciones lucrativas de la industria farmacéutica.
De forma gradual el diplomático irá adquiriendo conciencia de que su esposa secretamente estaba investigando y luchando en contra de los excesos de las multinacionales farmacéuticas que realizan en África, utilizando como cobayas a los enfermos de la zona, de cara a perfeccionar una vacuna que les reportaría miles de millones de dólares de beneficio, ya que se acerca una epidemia global de tuberculosis.
Estas multinacionales al mismo tiempo se encuentran aliadas con los gobiernos de Kenya y de Gran Bretaña, al instalar sus fábricas en suelo inglés, generando numerosos empleos.
Como se puede comprobar, se trata de una maraña en la que se verá envuelto nuestro protagonista, viajando a diversas localizaciones y enfrentándose contra quienes fueron sus jefes, a la hora de intentar denunciar lo que indudablemente es un atropello a gran escala de cualquier norma de dignidad humana.
Y aparte del suspense y la denuncia social, The Constant Gardener también nos cuenta una hermosa historia de amor.
Sobre todo del momento en que el amor es “hacer de la causa del otro, una causa propia”
Lo conmovedor de The Constant Gardener es contemplar cómo Justin aprende a ver el mundo de la manera en que lo hacía la persona que amaba.
Seguimos a ese hombre acercándose al corazón de su esposa y entendiendo que la traicionó de la peor manera: perdió la fe en el amor que ella le tenía.
Su búsqueda es un peregrinaje de expiación contada de manera pausada y triste, una historia de amor sentida y dolorosa.
Y como no, también la miseria humana se muestra con toda crueldad al mismo nivel que se nos muestra el inconformismo de unos pocos, por desgracia muy pocos, por cambiar y mejorar las cosas.
En The Constant Gardener hay un gran número de momentos para el recuerdo:
Destaco el llanto del protagonista en el jardín, especialmente el final en el desierto de Sudán, por supuesto todo Rachel Weisz y la escena en que el avión de la ONU va a despegar y el piloto se niega a llevar a la niña... y ella misma se da cuenta de la situación y se baja...
¡Qué impotencia siente uno!
“Don't try to play detective”
¿Mors tua vita mea?
“Las compañías farmacéuticas están a la par con los traficantes de armas.
Así es como el mundo jode a África”
En realidad, las multinacionales de los medicamentos son tan poderosas que a veces pueden más que los mismísimos Estados, así se ha demostrado ya en cantidad de ocasiones a lo largo del siglo XX; pero sobre todo donde estas empresas tienen su coto de conejillos de indias, por excelencia, es en el continente africano.
Ahí, en África, es donde se ensayan muchos experimentos de laboratorios en las pobres poblaciones no contestatarias.
Es África, a donde se destinan toneladas de medicamentos caducados, etc.
The Constant Gardener es una película que hay que ver, aunque sólo sea por hacernos más conscientes de como esos poderosos monstruos del negocio médico-farmacéutico, recurren a los métodos más indecentes, criminales e inhumanos, con tal de ganar millones y millones, de negar los efectos secundarios de sus pruebas y "milagrosos medicamentos" o de no tener pérdidas en sus intereses creados.
Pero mediante la educación sanitaria se pretende obtener una modificación en sentido favorable de los conocimientos, actitudes y comportamientos de los individuos, grupos y colectividades, y tiene como finalidad el comportamiento de las personas.
Se realiza en diversos ámbitos, como son la escuela, la comunidad, educación de pacientes o mediante programas nacionales o centrales.
En The Constant Gardener se emplean métodos indirectos para realizar esta educación sanitaria, ya que usan representaciones teatrales para enviar mensajes con información básica acerca del SIDA, sus consecuencias, gravedad, e importancia de realizarse las pruebas para conocer si se presenta la enfermedad.
Al emplear esta metodología existe la ventaja de presentar una mayor accesibilidad a la población, así como un menor coste.
Se trata de un método para incidir de manera positiva sobre las conductas de salud.
No obstante, presenta la desventaja frente a los métodos directos, en los que existe contacto entre el educador y aquél que recibe el mensaje, de no tener una retroactividad, no existe un reflujo de información, con pérdida de eficacia.
De ahí que la Ética es la disciplina científica que estudia la corrección y la bondad de las conductas humanas.
El análisis de la conducta de los implicados en el caso del medicamento en desarrollo no sigue las directrices de bondad, sino las del beneficio propio, ya que se esconden resultados negativos por el hecho de ser contrarios a sus intereses.
A la hora de realizar una investigación en la que toman parte personas, se deben reunir una serie de condiciones básicas, que son el consentimiento informado y la privacidad, intimidad y anonimato de la información obtenida en dicho estudios.
En lo que al consentimiento informado se refiere, lo más importante desde el punto de vista ético no es la obtención, sino el proceso por el que se obtiene.
Este proceso debe contar con una serie de características fundamentales, en primer lugar se ha de suministrar la información suficiente, que debe ser comprendida por parte de la persona que tomará parte en el estudio, y, por último, ingresará en el mismo de manera voluntaria pudiendo abandonar el mismo en el momento que lo desee, sin ningún tipo de coacción por parte del organizador u otros miembros del mismo.
Respecto a la publicación de los resultados, dentro de un ensayo clínico, el promotor (laboratorio farmacéutico) queda obligado a mostrar los resultados, tanto positivos como negativos, en revistas científicas, etc.
Las prestigiosas publicaciones médicas se han pronunciado al respecto, y de veras The Constant Gardener tiene una aproximación directa, didáctica y muy equitativa sobre este asunto que llena de vergüenza a la comunidad científica mundial.
El avance de la investigación médica no puede aprovecharse de las necesidades extremas de un pueblo urgido de todo lo básico.
Los medicamentos no son una mercancía cualquiera, sino un elemento necesario para mantener la salud de los ciudadanos.
Y aquí es donde empieza el conflicto de intereses, ya que por una parte, existe el derecho de la industria farmacéutica a obtener beneficios que la incentiven para seguir investigando, mientras por otro lado está el derecho a la salud, del que debería gozar todo ser humano.
Los argumentos más empleados para justificar el incremento de los precios de los medicamentos dicen que las nuevas técnicas, la fabricación de moléculas más complicadas y el uso de aparatos cada vez más caros han aumentado enormemente los costes.
Estas dificultades se ven incrementadas por la presión para reducir los precios del sector, ante la preocupación de los gobiernos por el envejecimiento de la población, el problema con las patentes y el acceso a los medicamentos y el consiguiente aumento de los gastos sanitarios, que suponen una proporción cada vez mayor de los presupuestos estatales.
Sin embargo, los críticos del sector sostienen que en realidad los costos de fabricación han disminuido de manera importante, debido al empleo de aparatos y procesos industriales más eficientes, y a la automatización de muchas etapas productivas, con la consiguiente reducción de mano de obra.
Por otra parte, la mano de obra se ha visto reducida en forma notable luego de las megas fusiones de las principales empresas farmacéuticas que han ocurrido en la década del 90, que han generado una ola de despidos del orden de varias decenas de miles de empleados.
En realidad, el mayor generador de costos en la industria farmacéutica actual no es la fabricación de los medicamentos, ni tampoco las inversiones en investigación y desarrollo sino los gastos derivados de la comercialización o mercadeo (marketing) de sus productos, que incluyen millonarios desembolsos para realizar estudios de mercado, análisis de los competidores, estrategias de posicionamiento, extensión de patentes, distribución, promoción, publicidad y ventas de sus productos, así como los gastos administrativos necesarios para mantener estructuras multinacionales, los que incluyen astronómicos salarios pagados a sus principales ejecutivos.
Según los críticos de la industria farmacéutica, los altos precios tampoco están en relación directa con la inversión en la investigación sino, más bien, con las ganancias producidas por la comercialización de los medicamentos.
De manera global, el comportamiento observado en The Constant Gardener refleja una crítica directa a la política realizada por parte de los países con un mayor nivel económico hacia los países en vías de desarrollo.
El empleo de técnicas que violan todos los principios éticos existentes en la práctica de ensayos clínicos viene acompañado de injusticias sociales dentro de una zona en la que tanto el SIDA como la tuberculosis constituyen enfermedades endémicas.
Las relaciones entre los médicos y la industria deben regirse siempre por la ética más absoluta, a pesar de las tentaciones que ésta pueda ofrecer y que son más manifiestas aun en The Constant Gardener.
A las agencias nacionales y supranacionales del medicamento les corresponde el control y la vigilancia de los nuevos medicamentos, evitando así los sobresaltos que producen las noticias que de vez en cuando aparecen en la prensa.
Este tipo de obras donde se denuncian abusos de la industria farmacéutica contribuyen, pero no son suficientes, a la salud ética de la sanidad.
La industria farmacéutica ofrece "salud" a millones de pacientes, pero en su lugar, distribuye productos que simplemente alivian los síntomas al tiempo que mantienen la enfermedad subyacente, como condición previa para el futuro de su negocio.
Para disimular este fraude, las farmacéuticas gastan el doble de dinero en ocultarlo que en investigación sobre terapias futuras.
La desilusión crece al analizar y entender que el objetivo de las campañas de mercadotecnia de esta industria son las personas “sanas”, a través de publicidad basada en el miedo.
Hace años veíamos comerciales con el argumento de:
“Si está con tos compre Antifludes”, hoy el discurso ha cambiado y vemos:
“Compre Antifludes y no tendrá tos”
Existe una tesis que explica que las farmacéuticas sólo investigan, desarrollan y ponen en el mercado fármacos que cumplan tres premisas:
Estar dirigidos al primer mundo, aliviar los síntomas, que no siempre significa curar las enfermedades, y necesitar un uso prolongado, lo que hace aumentar las ventas.
El resultado es que medicamentos contra la obesidad o la impotencia inunden las farmacias occidentales, mientras que la malaria, el chagas, la tuberculosis y el dengue siguen matando a miles de personas.
35.000 personas mueren cada día en el mundo porque la industria farmacéutica dice que padecen "enfermedades no rentables"
La enfermedad de Chagas por ejemplo mata a miles de personas al año en Sudamérica y esta macabra industria ha invertido en investigación sobre este mal un equivalente al 0,4% de lo que ha invertido en la calvicie.
¿Hasta cuándo ha de ser África (como América Latina) el objetivo de la crueldad, del afán de poder y del arrasamiento de las grandes potencias?
¿Hasta cuando el hombre desconocerá el valor de “todos los hombres” y seguirá arrogándose el obtuso criterio de decidir quién es útil y quien es “desechable”?
¿Cuándo el hombre se preguntará qué papel juega él mismo para que hayan seres excluidos de todo derecho?
“Do you no good to go poking around under rocks, Justin.
Some very nasty things live under rocks, especially in foreign gardens”
At any cost”
Resulta que la mayor multinacional farmacéutica, la estadounidense Pfizer, negoció en abril de 2009 con el Gobierno de Nigeria un acuerdo para evitar un juicio por la muerte de 11 niños en el país africano y las secuelas causadas en decenas de ellos en el ensayo clínico de un medicamento llamado Trovan.
Unas 200 familias de Kano, al norte de Nigeria, aseguraban que su país fue en 1996 un experimento para probar el Trovan y utilizar a sus hijos como cobayas humanos.
La compañía pagó 75 millones de dólares, para indemnizar a las familias y evitar así que la causa criminal que había comenzado en los tribunales llegase a prosperar.
Los cables de la Embajada de Estados Unidos en Abuja revelan ahora cómo se llegó a ese acuerdo y todas las maniobras que Pfizer llevó a cabo para conseguir que el fiscal general de Nigeria abandonase el asunto.
Entre esas maniobras destaca el pago de detectives para investigar al fiscal y airear sus corruptelas en la prensa.
El 20 de abril de 2009, los diplomáticos estadounidenses relatan al Departamento de Estado el encuentro que ha tenido unos días antes el Departamento de Economía de la Embajada con el responsable de Pfizer en Nigeria, Enrico Liggeri.
Este les cuenta que Pfizer ha contratado a detectives privados para investigar casos de corrupción en los que estaba involucrado el fiscal general, Michael Aondoakaa.
Tratan así de ponerle en entredicho y obligarle a dejar el caso.
"Dijo que los detectives de Pfizer pasaron la información a los periódicos locales una serie de artículos detallando los presuntos lazos de Aondoakaa con casos de corrupción fueron publicados en febrero y marzo", cuentan los diplomáticos estadounidenses.
"Liggeri mantuvo que Pfizer tenía más información contra Aondoakaa y que sus compañeros le presionaron para que dejara el asunto por miedo a más artículos"
Los ensayos de este tipo se realizan sobre voluntarios respetando unas reglas éticas estrictas codificadas en la Declaración de Helsinki (1964)
Pfizer ha sido acusado de haber violado muchas de estas reglas:
Llevando a cabo el estudio sin haber obtenido la aprobación previa de un comité ético.
Por no informar a los participantes de que se trataba de un medicamento experimental.
Por no informarles que el tratamiento estándar estaba disponible gratuitamente por Médecins Sans Frontières en esta zona.
Por dar deliberadamente a los paciente del grupo control un tratamiento suboptimal (con dosis bajas), con el objetivo de demostrar con más facilidad la superioridad del medicamento experimental.
Por sesgar los resultados a favor del medicamento experimental incluyendo los casos de peor pronóstico en el grupo control, etc.
El asunto huele a podrido…
Lo que el mundo ha hecho con el continente africano a lo largo de toda la Historia humana no tiene nombre.
Las aberraciones con el pueblo negro, hace tiempo sobrepasó los límites de la moralidad.
Esclavitud sobre todo, abuso de cualquier tipo, y actualmente, lo que más dolor podría causarles, lo que realmente nos identifica al pueblo actual, no es precisamente la crueldad.
Es la ignorancia.
“Big pharmaceuticals are right up there with the arms dealers”
La industria farmacéutica es un sector empresarial dedicado a la fabricación, preparación y comercialización de productos químicos medicinales para el tratamiento y también la prevención de las enfermedades, lo cual reporta niveles de lucro económico altos.
Algunas empresas del sector fabrican productos químicos farmacéuticos a granel (producción primaria), y todas ellas los preparan para su uso médico mediante métodos conocidos colectivamente como producción secundaria.
Entre los procesos de producción secundaria, altamente automatizados, se encuentran la fabricación de fármacos dosificados, como pastillas, cápsulas o sobres para administración oral, soluciones para inyección, óvulos y supositorios.
Están sujetos a una variedad de leyes y reglamentos con respecto a las patentes, las pruebas y la comercialización de los fármacos.
La industria farmacéutica es actualmente uno de los sectores empresariales más rentables e influyentes del mundo, lo cual produce al mismo tiempo elogios por sus contribuciones a la salud, y controversias por sus políticas de marketing y campañas para influir en los gobiernos, con el fin de aumentar los precios, extender sus patentes y con ello sus beneficios empresariales.
Siendo acusadas por sus críticos de promoción de enfermedades, en algunos casos, al contribuir supuestamente a medicalizar los problemas derivados del modo de vida actual, al llamar la atención sobre condiciones o enfermedades frecuentemente inofensivas con objeto de incrementar la venta de medicamentos.
Muchas compañías farmacéuticas realizan tareas de investigación y desarrollo (I+D) con el fin de introducir nuevos tratamientos mejorados.
En algunos países, cada etapa de pruebas de nuevos fármacos con animales domésticos (de granja o de laboratorio) o con seres humanos, tiene que recibir la autorización de los organismos reguladores nacionales.
Si se produce la aprobación final se concede la autorización para utilizarlos en condiciones determinadas.
En otros países se puede obtener el permiso de distribuir un fármaco presentando la autorización del país de origen.
“Put $50,000 in the right hands and you can test battery acid as skin lotion”
The Constant Gardener es una película de cine británico dirigida en 2005 por el brasileño Fernando Meirelles.
Protagonizada por un ENORME reparto encabezado por Ralph Fiennes, Rachel Weisz, Danny Huston, Hubert Koundé, Sidede Onyulo, Bill Nighy, Gerard McSorley, Daniele Harford y Pete Postlethwaite.
The Constant Gardener obtuvo el Oscar como Mejor actriz de reparto para Rachel Weisz y estuvo nominado como mejor guión adaptado, montaje y banda sonora.
El guión es de Jeffrey Caine sobre una novela de John Le Carré publicada en 2000.
La novela estaría inspirada en unos hechos reales, unos ensayos ilegales llevados a cabo en niños nigerianos por empresas farmacéuticas en 1996.
Mención aparte merece la labor conjunta de Meirelles (como director) y César Charlone (como fotógrafo) por que The Constant Gardener está acompañada en todo momento de una belleza espectacular, misma que de la mano de la música de Alberto Iglesias, convierte el filme en una maravilla técnicamente perfecta.
Fernando Meirelles le imprime a The Constant Gardener una estética muy particular, con un buen manejo de los planos, mucha utilización de movimientos de cámara, panorámicas de unos ambientes africanos muy bellas, todo un buen trabajo desde la dirección.
Rodada en escenarios tan dispares como Berlín, Londres y varios lugares de Kenya como Nairobi, Meirelles se vale de un estilo realista para filmar las peripecias de Fiennes en África: cámara al hombro, luz natural, nada de focos o iluminación simulada, nada de filtros o efectos especiales, todo tiene el aire de un documental que ha sido rodado, además, con la espontaneidad de extras y figurantes autóctonos.
Meirelles logra una película que conjuga con inteligencia la trama de espionaje, los tintes románticos y la denuncia de condicionantes económica que están eliminando sin pudor a una población indefensa.
Ralph Fiennes ya es de por sí un excelente actor, así que no cabe más que mencionarlo para saber de que estamos frente a una buena actuación, llena de emociones sobre todo porque es un personaje ya de por sí sufrido.
Y Rachel Weisz, que realmente no venía demostrando algo bueno con películas de aventura que rondan un poco la comicidad; termina sorprendiendo con el papel que ocupa en este caso, volviéndose seria y sumamente atractiva, no solo por su belleza sino por el encanto y como tiñe a su personaje de la pasión que tiene por la lucha a la que se inclina.
The Constant Gardener se rodó en los poblados de chabolas de Kibera y Loiyangalani en Kenya.
Las condiciones de pobreza del lugar llegaron a afectar de tal modo a los participantes en The Constant Gardener que éstos crearon una organización llamada “Constant Gardener Trust” para ofrecer educación básica en esos poblados.
Weisz, Fiennes y Le Carré son patronos de la fundación.
The Constant Gardener me pareció una película con una temática interesante, como es el tema de hacer un filme de denuncia sobre la industria farmacéutica en África, y lo que es mejor aún, un filme británico en donde se deja muy mal parado a este país.
El tema sobre el cual se arma la historia, es la búsqueda de nuevas drogas contra el bacilo de la tuberculosis, que tanto en África como en EEUU luego de la aparición del SIDA, se ha empezado a volver resistente a las drogas tradicionales y se teme que sea incontrolable en algunos años, sea el enfermo alguien con SIDA o no.
El comienzo de The Constant Gardener es intenso, cuando Justin Quayle (Ralph Fiennes), diplomático británico en Nairobi, se entera de que su esposa, Tessa (Rachel Weisz), ha sido violada, asesinada y engañada, comienza su propia investigación.
Haciendo caso omiso de las advertencias y de los rumores sobre una supuesta infidelidad de su esposa, Justin descubre que Tessa había destapado una trama internacional de corrupción, burocracia y acciones lucrativas de la industria farmacéutica.
De forma gradual el diplomático irá adquiriendo conciencia de que su esposa secretamente estaba investigando y luchando en contra de los excesos de las multinacionales farmacéuticas que realizan en África, utilizando como cobayas a los enfermos de la zona, de cara a perfeccionar una vacuna que les reportaría miles de millones de dólares de beneficio, ya que se acerca una epidemia global de tuberculosis.
Estas multinacionales al mismo tiempo se encuentran aliadas con los gobiernos de Kenya y de Gran Bretaña, al instalar sus fábricas en suelo inglés, generando numerosos empleos.
Como se puede comprobar, se trata de una maraña en la que se verá envuelto nuestro protagonista, viajando a diversas localizaciones y enfrentándose contra quienes fueron sus jefes, a la hora de intentar denunciar lo que indudablemente es un atropello a gran escala de cualquier norma de dignidad humana.
Y aparte del suspense y la denuncia social, The Constant Gardener también nos cuenta una hermosa historia de amor.
Sobre todo del momento en que el amor es “hacer de la causa del otro, una causa propia”
Lo conmovedor de The Constant Gardener es contemplar cómo Justin aprende a ver el mundo de la manera en que lo hacía la persona que amaba.
Seguimos a ese hombre acercándose al corazón de su esposa y entendiendo que la traicionó de la peor manera: perdió la fe en el amor que ella le tenía.
Su búsqueda es un peregrinaje de expiación contada de manera pausada y triste, una historia de amor sentida y dolorosa.
Y como no, también la miseria humana se muestra con toda crueldad al mismo nivel que se nos muestra el inconformismo de unos pocos, por desgracia muy pocos, por cambiar y mejorar las cosas.
En The Constant Gardener hay un gran número de momentos para el recuerdo:
Destaco el llanto del protagonista en el jardín, especialmente el final en el desierto de Sudán, por supuesto todo Rachel Weisz y la escena en que el avión de la ONU va a despegar y el piloto se niega a llevar a la niña... y ella misma se da cuenta de la situación y se baja...
¡Qué impotencia siente uno!
“Don't try to play detective”
¿Mors tua vita mea?
“Las compañías farmacéuticas están a la par con los traficantes de armas.
Así es como el mundo jode a África”
En realidad, las multinacionales de los medicamentos son tan poderosas que a veces pueden más que los mismísimos Estados, así se ha demostrado ya en cantidad de ocasiones a lo largo del siglo XX; pero sobre todo donde estas empresas tienen su coto de conejillos de indias, por excelencia, es en el continente africano.
Ahí, en África, es donde se ensayan muchos experimentos de laboratorios en las pobres poblaciones no contestatarias.
Es África, a donde se destinan toneladas de medicamentos caducados, etc.
The Constant Gardener es una película que hay que ver, aunque sólo sea por hacernos más conscientes de como esos poderosos monstruos del negocio médico-farmacéutico, recurren a los métodos más indecentes, criminales e inhumanos, con tal de ganar millones y millones, de negar los efectos secundarios de sus pruebas y "milagrosos medicamentos" o de no tener pérdidas en sus intereses creados.
Pero mediante la educación sanitaria se pretende obtener una modificación en sentido favorable de los conocimientos, actitudes y comportamientos de los individuos, grupos y colectividades, y tiene como finalidad el comportamiento de las personas.
Se realiza en diversos ámbitos, como son la escuela, la comunidad, educación de pacientes o mediante programas nacionales o centrales.
En The Constant Gardener se emplean métodos indirectos para realizar esta educación sanitaria, ya que usan representaciones teatrales para enviar mensajes con información básica acerca del SIDA, sus consecuencias, gravedad, e importancia de realizarse las pruebas para conocer si se presenta la enfermedad.
Al emplear esta metodología existe la ventaja de presentar una mayor accesibilidad a la población, así como un menor coste.
Se trata de un método para incidir de manera positiva sobre las conductas de salud.
No obstante, presenta la desventaja frente a los métodos directos, en los que existe contacto entre el educador y aquél que recibe el mensaje, de no tener una retroactividad, no existe un reflujo de información, con pérdida de eficacia.
De ahí que la Ética es la disciplina científica que estudia la corrección y la bondad de las conductas humanas.
El análisis de la conducta de los implicados en el caso del medicamento en desarrollo no sigue las directrices de bondad, sino las del beneficio propio, ya que se esconden resultados negativos por el hecho de ser contrarios a sus intereses.
A la hora de realizar una investigación en la que toman parte personas, se deben reunir una serie de condiciones básicas, que son el consentimiento informado y la privacidad, intimidad y anonimato de la información obtenida en dicho estudios.
En lo que al consentimiento informado se refiere, lo más importante desde el punto de vista ético no es la obtención, sino el proceso por el que se obtiene.
Este proceso debe contar con una serie de características fundamentales, en primer lugar se ha de suministrar la información suficiente, que debe ser comprendida por parte de la persona que tomará parte en el estudio, y, por último, ingresará en el mismo de manera voluntaria pudiendo abandonar el mismo en el momento que lo desee, sin ningún tipo de coacción por parte del organizador u otros miembros del mismo.
Respecto a la publicación de los resultados, dentro de un ensayo clínico, el promotor (laboratorio farmacéutico) queda obligado a mostrar los resultados, tanto positivos como negativos, en revistas científicas, etc.
Las prestigiosas publicaciones médicas se han pronunciado al respecto, y de veras The Constant Gardener tiene una aproximación directa, didáctica y muy equitativa sobre este asunto que llena de vergüenza a la comunidad científica mundial.
El avance de la investigación médica no puede aprovecharse de las necesidades extremas de un pueblo urgido de todo lo básico.
Los medicamentos no son una mercancía cualquiera, sino un elemento necesario para mantener la salud de los ciudadanos.
Y aquí es donde empieza el conflicto de intereses, ya que por una parte, existe el derecho de la industria farmacéutica a obtener beneficios que la incentiven para seguir investigando, mientras por otro lado está el derecho a la salud, del que debería gozar todo ser humano.
Los argumentos más empleados para justificar el incremento de los precios de los medicamentos dicen que las nuevas técnicas, la fabricación de moléculas más complicadas y el uso de aparatos cada vez más caros han aumentado enormemente los costes.
Estas dificultades se ven incrementadas por la presión para reducir los precios del sector, ante la preocupación de los gobiernos por el envejecimiento de la población, el problema con las patentes y el acceso a los medicamentos y el consiguiente aumento de los gastos sanitarios, que suponen una proporción cada vez mayor de los presupuestos estatales.
Sin embargo, los críticos del sector sostienen que en realidad los costos de fabricación han disminuido de manera importante, debido al empleo de aparatos y procesos industriales más eficientes, y a la automatización de muchas etapas productivas, con la consiguiente reducción de mano de obra.
Por otra parte, la mano de obra se ha visto reducida en forma notable luego de las megas fusiones de las principales empresas farmacéuticas que han ocurrido en la década del 90, que han generado una ola de despidos del orden de varias decenas de miles de empleados.
En realidad, el mayor generador de costos en la industria farmacéutica actual no es la fabricación de los medicamentos, ni tampoco las inversiones en investigación y desarrollo sino los gastos derivados de la comercialización o mercadeo (marketing) de sus productos, que incluyen millonarios desembolsos para realizar estudios de mercado, análisis de los competidores, estrategias de posicionamiento, extensión de patentes, distribución, promoción, publicidad y ventas de sus productos, así como los gastos administrativos necesarios para mantener estructuras multinacionales, los que incluyen astronómicos salarios pagados a sus principales ejecutivos.
Según los críticos de la industria farmacéutica, los altos precios tampoco están en relación directa con la inversión en la investigación sino, más bien, con las ganancias producidas por la comercialización de los medicamentos.
De manera global, el comportamiento observado en The Constant Gardener refleja una crítica directa a la política realizada por parte de los países con un mayor nivel económico hacia los países en vías de desarrollo.
El empleo de técnicas que violan todos los principios éticos existentes en la práctica de ensayos clínicos viene acompañado de injusticias sociales dentro de una zona en la que tanto el SIDA como la tuberculosis constituyen enfermedades endémicas.
Las relaciones entre los médicos y la industria deben regirse siempre por la ética más absoluta, a pesar de las tentaciones que ésta pueda ofrecer y que son más manifiestas aun en The Constant Gardener.
A las agencias nacionales y supranacionales del medicamento les corresponde el control y la vigilancia de los nuevos medicamentos, evitando así los sobresaltos que producen las noticias que de vez en cuando aparecen en la prensa.
Este tipo de obras donde se denuncian abusos de la industria farmacéutica contribuyen, pero no son suficientes, a la salud ética de la sanidad.
La industria farmacéutica ofrece "salud" a millones de pacientes, pero en su lugar, distribuye productos que simplemente alivian los síntomas al tiempo que mantienen la enfermedad subyacente, como condición previa para el futuro de su negocio.
Para disimular este fraude, las farmacéuticas gastan el doble de dinero en ocultarlo que en investigación sobre terapias futuras.
La desilusión crece al analizar y entender que el objetivo de las campañas de mercadotecnia de esta industria son las personas “sanas”, a través de publicidad basada en el miedo.
Hace años veíamos comerciales con el argumento de:
“Si está con tos compre Antifludes”, hoy el discurso ha cambiado y vemos:
“Compre Antifludes y no tendrá tos”
Existe una tesis que explica que las farmacéuticas sólo investigan, desarrollan y ponen en el mercado fármacos que cumplan tres premisas:
Estar dirigidos al primer mundo, aliviar los síntomas, que no siempre significa curar las enfermedades, y necesitar un uso prolongado, lo que hace aumentar las ventas.
El resultado es que medicamentos contra la obesidad o la impotencia inunden las farmacias occidentales, mientras que la malaria, el chagas, la tuberculosis y el dengue siguen matando a miles de personas.
35.000 personas mueren cada día en el mundo porque la industria farmacéutica dice que padecen "enfermedades no rentables"
La enfermedad de Chagas por ejemplo mata a miles de personas al año en Sudamérica y esta macabra industria ha invertido en investigación sobre este mal un equivalente al 0,4% de lo que ha invertido en la calvicie.
¿Hasta cuándo ha de ser África (como América Latina) el objetivo de la crueldad, del afán de poder y del arrasamiento de las grandes potencias?
¿Hasta cuando el hombre desconocerá el valor de “todos los hombres” y seguirá arrogándose el obtuso criterio de decidir quién es útil y quien es “desechable”?
¿Cuándo el hombre se preguntará qué papel juega él mismo para que hayan seres excluidos de todo derecho?
“Do you no good to go poking around under rocks, Justin.
Some very nasty things live under rocks, especially in foreign gardens”
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