Die Hard

“And when Alexander saw the breadth of his domain, he wept... for there were no more worlds to conquer.
Benefits of a classical education”

El cine de acción, se caracteriza por tener secuencias de explosiones, balazos y persecuciones.
El héroe de acción por tanto, es un tipo fuerte, que sabe pelear, y que no le teme a nada; es alguien con sed de justicia, que lucha por defender sus ideales, o a la persona amada.
Los actores que protagonizaron estas inolvidables historias de acción, tenían un físico envidiable, y una agilidad sorprendente.
Película tras película, se repetía la fórmula de éxito, y el héroe siempre salía triunfal de cualquier situación peligrosa.
El héroe es una figura, con la obligación de enfrentar una serie de pruebas, a menudo sobrehumanas, cuya consecuencia directa, será la obtención de algo inmensamente valioso, tanto para el personaje mismo, como para toda la humanidad, o al menos, para quienes forman parte del grupo colocado bajo los auspicios del héroe.
Independientemente, que el motivo inicial de las acciones del personaje fílmico, sea una venganza personal, se trata siempre, de darle una connotación más amplia y generosa, presentando sus acciones como benéficas para un conjunto más amplio de individuos.
Así, generalmente, el enemigo del héroe, es presentado como un individuo terrible, cuyas acciones malignas, atañen a todas las personas que se cruzan en su camino.
De esa forma, su “eliminación” resulta positiva para toda la humanidad, y no solamente para el protagonista.
El hecho de que en muchas cintas aparezcan personajes capaces de enfrentar, ellos solos, a todo un ejército, parecería formar también, parte de otra estructura mítica tradicional.
El héroe, combate a base de valor personal, y en ocasiones, a base de astucia, pero para poder ser héroe, no puede estar integrado, o formar parte de una estrategia colectiva.
Lo propio del héroe, es poseer una fuerza poco común, una habilidad extraordinaria, y un valor a toda prueba.
La inteligencia a veces, también forma parte de sus atributos, pero eso no es indispensable.
Finalmente, la regla absoluta de la moral del héroe, es el uso del combate singular, como forma única de enfrentarse a su enemigo y vencerlo.
Toda película de aventuras, debe concluir con ese enfrentamiento, cuando héroe y villano se encuentran frente a frente, en una secuencia, a menudo bastante larga y llena de incidencias, para que al final, el protagonista aparezca como triunfador único y reconocido.
“Another orphan of a bankrupt culture who thinks he's John Wayne?
Rambo?
Marshall Dillon?”
Die Hard es una película de acción, dirigida en 1988, por John McTiernan.
Protagonizada por Bruce Willis, Bonnie Bedelia, Alan Rickman, Alexander Godunov, Reginald VelJohnson, Paul Gleason, William Atherton, Hart Bochner, Robert Davi, Grand L. Bush, Wilhelm von Homburg, entre otros.
El guión es de Jeb Stuart y Steven E. de Souza, basados en la novela “Nothing Lasts Forever” de Roderick Thorp, publicada en 1979, que a su vez, es la secuela de otra novela titulada “The Detective”, que dio lugar a una película del mismo nombre en 1968.
Hay que decir también, que Die Hard se inspira libremente, en el género catastrofista, tan popular en la década de los 70.
Como curiosidad, el proyecto comenzó como secuela de la película “Commando” (1985) de Mark L. Lester, protagonizada por Arnold Schwarzenegger, y tras la negativa del austriaco a realizarla, ésta tomo vida propia, convirtiéndose en una producción independiente.
Die Hard obtuvo 4 nominaciones a los Oscar:
Mejor montaje, efectos visuales, sonido y efectos de sonido.
Die Hard generó posteriormente, 4 secuelas:
“Die Hard 2” (1990), “Die Hard: With A Vengeance” (1995), “Live Free Or Die Hard” (2007) y “A Good Day To Die Hard” (2013)
Poco imaginaba John McTiernan, que Die Hard iba no sólo a provocar el lanzamiento como estrella de acción a Bruce Willis, sino también, a crear escuela en el género de acción.
Die Hard tuvo un éxito sin precedentes, y dio lugar a multitud de referencias en películas posteriores, secuelas incluidas, algunas con mejor fortuna que otras.
Die Hard es acción, y es la vara con la que se mide todos sus exponentes, desde 1988 hasta el presente.
Es la cúspide de la época dorada de este género en Hollywood, y al mismo tiempo, la que se fue en contra de todo lo que se esperaba de él para ese entonces.
Y es que Die Hard posee todos los condimentos necesarios para que sea disfrutable, y principalmente, para convertirse en uno de los mejores films de acción de la década de los 80.
Es simplemente, un film que representa una de las historias más apasionantes del cine de acción de su época, que hace sentir al espectador como protagonista, siguiendo paso a paso, el accionar de los delincuentes, y manteniendo una postura respetable, sobre cada situación paralela que se presenta.
La trama sigue al policía neoyorkino, John McClane (Bruce Willis) al llegar a Los Angeles, para visitar a sus hijos y a su esposa, Holly Gennaro McClane (Bonnie Bedelia), la cual es la CEO en la multinacional japonesa Nakatomi.
La situación del matrimonio, está al borde de la ruptura, y McClane asiste a una fiesta en el Nakatomi Plaza, para intentar aclarar las cosas con Holly.
Pero un grupo terrorista, toma por asalto el edificio, y McClane se escabulle justo a tiempo.
Los terroristas, liderados por Hans Gruber (Alan Rickman), y su matón y segundo al mando, Karl (Alexander Godunov) comienzan a presionar a los rehenes, mientras McClane, intenta desesperadamente, dar la alarma a la policía.
Pero en realidad, Gruber no es un terrorista, sino un brillante criminal, que intenta apoderarse de más de $600 millones que la firma japonesa posee en su caja fuerte.
Y mientras el Nakatomi Plaza es sitiado por las fuerzas policiales, McClane deberá librar una guerra personal con Gruber y sus matones, evitando que el líder de la banda, sepa que su esposa está entre los rehenes.
John McClane es un hombre sin atributos excepcionales, a priori se ve envuelto de casualidad, en una crisis terrorista, ubicada dentro de los límites de una instalación repleta de vidas inocentes, y haciendo uso de unas habilidades sorprendentes que no desvirtúan, sin embargo, su condición de hombre corriente, consigue vencer la amenaza, dejando en ridículo, la aparente sofisticación de sus enemigos, e incluso, la ineficacia de los agentes de la ley, que prefieren imponer métodos más ortodoxos para resolver la crisis.
Contrario a lo que hoy es la norma, Die Hard no arranca con una explosiva secuencia de acción.
El director John McTiernan, se toma su tiempo estableciendo a los personajes, y otros elementos dentro de la narrativa que serán vitales para su desarrollo.
Como piezas en un tablero de ajedrez, el cineasta está 2 o 3 pasos adelante del público, y lo que aparenta ser un gesto cualquiera capturado por la cámara, como virar boca abajo un retrato familiar, tiene consecuencias monumentales en la trama, del mismo modo, que la diferencia entre el nombre de casada o soltera de Holly, la esposa de McClane, el cual es utilizado para agregar más tensión a Die Hard.
La entrada de Hans Gruber, encarnado por Alan Rickman a la ecuación, coincide con el inicio de la acción.
Gruber y sus secuaces, toman posesión del edificio, para cometer un robo con fachada de misión terrorista.
El papel de Gruber es indispensable para la efectividad de Die Hard, pues un héroe sólo es tan bueno como su enemigo.
Y Rickman lo encarna con gran elocuencia y sofisticación.
Es un personaje inteligente, un digno rival, lo cual no era lo normal en los 80, cuando los villanos eran mera carne de cañón, caricaturas, para ser destruidos por los musculosos protagonistas.
Y es que hasta ese entonces, los filmes sobre secuestros, habían resultado terriblemente aburridos:
El protagonista debía sufrir todo el tiempo a manos de los criminales, cuando intentan negociar la liberación de los rehenes.
Y McTiernan da vuelta totalmente al género, y lo hace potable como vehículo de acción.
Ciertamente, toma cosas de otros filmes, a pesar de los golpes brutales, McClane siempre permanece de pie, al mejor estilo “Indiana Jones”; o toma también elementos del cine catástrofe, y establece rápidamente el “seteo” de la situación para desarrollar un perfecto juego del gato y del ratón.
La historia de Die Hard es simple, uno sabe cómo va a terminar todo esto; pero es el estilo, y la buena narrativa e inventiva de los guionistas y del director, en provocar sorpresas a cada rato.
Como dicen:
“El placer está en el viaje, no en el destino, que es por todos conocido”
“Now I have a machine gun.
Ho-ho-ho”
Die Hard es un clásico moderno, a pesar de sus fallas, de personajes secundarios completamente idiotas, y de algunas proezas disparatadas, es el modelo de cine de acción de los 80; un ejemplo de maestría narrativa; ya que nunca la trama decae lo suficiente, como para permitirnos darnos cuenta de lo absurda que es.
Entonces:
¿Qué se necesita para hacer una buena película de acción?
Obviamente tiros, explosiones, suspenso, buenas actuaciones, realismo, un villano, y por sobre todas las cosas, un guión que sea diferente, que se identifique por sí solo, y que no caiga en la obviedad ni en la previsibilidad.
Todo esto, está desarrollado perfectamente en Die Hard.
Respectos a las actuaciones:
El papel protagónico de Bruce Willis, una de sus mejores actuaciones de su carrera, desarrolla un dinamismo, y una sed de acción, que minuto a minuto invade la pantalla.
Dichas escenas, desarrollan un tinte muy realista, gracias a las expresiones de los actores.
El rol del villano, interpretado por Alan Rickman, desarrolla el esquema propio de la mafia, vista en clásicos de los 50 y 60; mezcla de la áspera voz del actor, con el talento que posee, para hacer creíbles cada una de sus expresiones y movimientos, Hans Gruber es el perfecto villano de Die Hard, y junto con sus acompañantes, la hacen una experiencia poco previsible.
Curiosamente, nadie quería hacer Die Hard:
Ni Sylvester Stallone, Mel Gibson, James Caan, Burt Reynolds, Richar Gere, Harrison Ford, Don Johnson… a todos se les ofreció el papel protagónico, pero todos lo declinaron.
Y así, llegaron a Bruce Willis, un hombre de apariencia común, sin enormes músculos, ni experiencia en este tipo de producción, pero esa era exactamente, una de las cualidades que distinguirían a Die Hard, y la convertirían en un clásico.
Y si bien Willis no posee dicho rango interpretativo, se arriesga como ninguno, al tomar papeles que no son para él.
En buena parte, sus roles en filmes independientes, le han servido para mantener fresca su carrera.
Pero nada de esto sería posible, sin el respaldo que le significó Die Hard; y el personaje del detective neoyorquino John McClane, definió la carrera de Willis.
McClane es un héroe inesperado, víctima de estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado, como ha sido a lo largo de la franquicia.
En el caso de Die Hard, el lugar y el momento, es el edificio Nakatomi Plaza, en Los Ángeles, en la víspera de Navidad.
Como dato, en Die Hard, quienes carecen de inteligencia son las autoridades:
La Policía y el FBI, son representados como completos imbéciles, con excepción del sargento Al Powell (Reginald VelJohnson), por supuesto, tomando una mala decisión tras una mala decisión.
En cierto punto, McClane los señala como “you macho assholes”, porque lo son y así se expresan, en especial, los del FBI, que se comportan más como sociópatas que los propios villanos.
Y es que Die Hard, si se observa bien, es una película anti-macho:
McClane es un héroe inesperado.
La mayoría del tiempo, no está seguro de lo que está haciendo.
No es el tipo con el plan.
Su estrategia es improvisar, para contrarrestar la clara desventaja en la que se encuentra desde el principio, no sólo en número, sino en armamento, por ejemplo, empieza con una pistola.
Sus municiones no son infinitas, e incluso, en una secuencia se le ve con la mirada llorosa, en un momento de reflexión, cuando cree que la suerte se le está acabando.
Y es que McClane no estaba tratando de ser un “badass” en Die Hard, como lo ha sido en los capítulos subsiguientes.
Su objetivo era sobrevivir, y su sarcasmo era una de sus pocas armas, un mecanismo de defensa.
Es el hecho de que lo haya logrado, descalzo, tras caminar sobre vidrios rotos, lanzar cuerpos por ventanas, y tirarse de un edificio sujetado por una manguera de incendios, lo que al final, lo hizo uno de los grandes héroes del cine.
Es evidente, que el personaje en sí, no es el colmo de la originalidad, el acierto está, en que tanto Willis como McTiernan, supieron manejar un tópico con pequeños elementos que ayudaron a dibujar un excelente personaje, lleno de matices, en perfecta consonancia con Die Hard, también rico en detalles.
Uno de los más importantes, es aquel en el que McTiernan reincide en un tema ya expuesto en su anterior película, “Predator” (1987), en la que retornaba al hombre a su estado más primitivo, para enfrentarse a un ser de otro mundo.
De esa forma, para vencer a un enemigo superior en número, que se ha hecho con el control absoluto de los sistemas del edificio, y que no se detendrán ante nada ni nadie, llegando a asesinar a 2 personajes a sangre fría, como señal de que no están para juegos, así, McClane tendrá que forzar sus límites como ser humano, y convertirse prácticamente, en una bestia.
Como apunté, McClane es un héroe solitario, pero no puede darse a entender ni ser irónico todo el tiempo solo; y esto está muy bien resuelto en Die Hard.
Además del chofer, a McClane se le presta otra alma, la del sargento Al Powell, ese policía, con el cual mantiene una amistad telefónica, y cuya función dentro de la lógica, es que McClane pueda expresar sus pensamientos y sentimientos de forma clara y creíble para el público.
Es por eso que en Die Hard, podemos entender que John salga de la catástrofe del Nakatomi Plaza, no sólo buscando a su esposa, también, buscando al policía que lo apoyó en los peores momentos.
El otro beneficiado de Die Hard, es el debutante y siempre sonriente Alan Rickman.
Pero el tema es que Rickman, es esencialmente un hombre de teatro, que le escapó al encasillamiento Hollywoodense como villano, y prefirió actuar en obras y papeles menores, que le resultaran más interesantes en lo personal; en lo personal, Rickman en Die Hard, no está hecho para ser un malo “muy malo”
Eso sí, Rickman compone un villano a la altura de las circunstancias; su Hans Gruber es un hombre educado y culto, y al mismo tiempo, un asesino sin escrúpulos.
La compenetración con Willis, su antagonista, es máxima, desde el principio:
En la escena en la que Gruber, sorprendido por McClane, se hace pasar por un rehén que ha escapado, hasta el clímax final, en la que un chiste sobre “High Noon” (1952) da paso al brutal desenlace.
Tal vez, en Die Hard se caiga en alguna que otra concesión, como esa repentina aparición final del personaje de Alexander Godunov, forzada a todas luces, pero que sirve para cerrar la historia personal del policía, Al Powell.
Algunos personajes pueden resultar prescindibles, personajes innecesarios, más que todo, el negro de la limusina, que se la pasa bailando con el oso, y lo único que hace es matar al otro negro de un puñetazo, muy fuerte tiene que ser; y otro, podría ser el que se hace matar por Hans, después de fallar al convencer a John McClane, ya que este, solo parece para demostrar el poder de Hans, y para matar aunque sea un rehén.
O bien la forzosa mujer/esposa florero, que es obligatoria para la trama romántica…
Die Hard pareciera una aventura de apariencia simple, pero llena de emoción y suspense, a la que tampoco, privan de ciertos toques de humor sobre las “action man” como apuntes machistas en McClane, que se sorprende de que un hombre le bese; la queja de un soldado de asalto, al tropezar con un rosal; o lo exageradas que están las figuras del orden, con los personajes de un policía que no sabe estar al mando, o los agentes del FBI, que sueñan con hazañas bélicas, a bordo de un helicóptero…
El título de Die Hard, y su historia de un héroe solitario luchando contra una multitud de oponentes en un ambiente aislado, también se convirtió en un descriptor común para las siguientes películas de acción, y se nota más en la comparación de los títulos al español, es decir:
“Die Hard en un...” se convirtió en una forma fácil y simple, de definir el argumento de muchas películas de acción que aparecieron más tarde.
Por ejemplo:
“Under Siege” (1992) fue conocida como “Die Hard en un barco”
“Passenger 57” (1992) fue apodada “Die Hard en un avión”
“Speed” (1994) fue llamada “Die Hard en un bus”
“The Rock” (1996) fue denominada “Die Hard en una isla”, etc.
Roger Ebert, le dio una menos que halagadora opinión, dándole unas meras 2 estrellas, y criticando la estupidez del personaje del subjefe de policía, demandando que “por sí mismo, él debilita exitosamente la última mitad de la película”
En más de una ocasión, Die Hard hace referencia a otros componentes básicos del cine de acción:
Gruber le pregunta a McClane, si es otro de esos americanos que vio “Rambo” demasiadas veces, un típico John Wayne; y en otro momento, se hace mención de Schwarzenegger por nombre.
Esto podría ser despachado, como una simple casualidad, pero si se analiza, podría llegarse a la conclusión, de que Die Hard está haciendo un comentario acerca del género para esta época.
¿Un héroe de acción llorando?
Insólito, pero así es.
Ninguno de nosotros nos podríamos comparar con John Matrix, en “Commando”, ni John Rambo, en “Rambo: First Blood Part II”, pero en ese instante, cuando McClane demuestra su vulnerabilidad, todos nos podemos identificar con él, y le vamos a él, y cuando al final sólo le quedan 2 balas y un rollo de “tape”, confiamos en que encontrará la manera de sobresalir, pero la clave yace, en que lo vemos abatido, sangrando, cansado.
Es un héroe accidental, pero más que todo, humano.
Y McTiernan le da un tono de humor zumbón a Die Hard, donde uno termina “festejando” las muertes y las explosiones.
Pero por encima de todo, yo me quedo con lo bien que está reflejada en Die Hard la soledad del héroe, y esa resignación que le lleva contra toda esperanza, a cumplir con su deber, por muy duro que sea éste.
Fallos…
Al comienzo de Die Hard, la camiseta de John McClane es de color blanco, después de introducirse por los conductos del aire, se vuelve de color verde, más tarde, cuando se encuentra con Hans Gruber, su camiseta se vuelve blanca, pero llena de manchas.
Cuando descubre la identidad de Hans, y se inicia un tiroteo, la camiseta se vuelve de nuevo, de color verde…
McClane usa la radio de los terroristas para hablar con la policía:
Parece un poco chocante que todos puedan usar radios, que puedan transmitir en las mismas frecuencias que la policía…
El edificio de Die Hard, el Nakatomi Plaza, es en realidad, el edificio Fox Plaza, situado en Los Angeles.
Sólo 2 de los terroristas, son realmente de origen alemán, aunque hay un tercer alemán en el reparto:
Bruce Willis, nacido en Idar-Oberstein, Alemania, en 1955.
Las escenas de acción son espectaculares, las peleas cuerpo a cuerpo muy bien coreografiadas, las sorpresas argumentales están presentes, la música de Michael Kamen y otras selecciones prestadas, acompañan muy correctamente todo el desarrollo, el manejo de la cámara es innovador y sorpresivo, por el juego de ángulos y focos; los efectos especiales respetables, y fluidos en la narración.
“High above the city of L.A. a team of terrorists has seized a building, taken hostages and declared war.
One man has managed to escape.
An off-duty cop hiding somewhere inside.
He's alone, tired... and the only chance anyone has got”
Todo esto nos demuestra, hasta qué punto, en la conformación de los personajes heroicos del cine estadounidense contemporáneo, encontramos simplemente, la reapropiación de una serie de acciones, estructuras narrativas, y funciones integradas en la concepción ideológica del héroe, en la cultura occidental, desde el origen mismo del concepto; y simplemente adaptadas a las necesidades del mundo actual.
Y este hecho nos debe servir para comprender mejor, el funcionamiento de muchos filmes comerciales, los cuales, de otra forma y vistos al margen de estas consideraciones, nos podrían llegar a parecer, totalmente desprovistos de lógica y de razón, en su manejo del concepto de aventura, y en su reutilización de las figuras míticas.
Hoy, Mel Gibson, tiene 57 años.
Bruce Willis, 58.
Arnold Schwarzenegger, 66.
Sylvester Stallone, 67.
Harrison Ford, 71.
Todos ellos fueron grandes héroes de acción de finales de los 80, y principios de los 90.
Ahora, con un cuarto de siglo más a sus espaldas... siguen siéndolo.
Los abuelos de Hollywood, se niegan a cambiar las recortadas por un bastón en el que apoyarse.
No son viejos, son veteranos, y en torno a la segunda década del siglo XXI, parecen haber encontrado la puerta al inicio de una nueva etapa dorada.
Todos ellos tienen en común, que son “duros de matar”

“Yippee-ki-yay, motherfucker”



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