The Brown Bunny

“I'm not going to be okay, Bud”

Hay películas tan complejas, que son comúnmente llamadas “festivaleras” porque apuntan a eso justamente, a Los Festivales de Cine, como los de Berlín, Cannes, Venecia, por tanto, no van dirigida a un público en general, sino, a aquellos que saben apreciar películas lentas, densas en contenido, y abiertos de mente a cualquier tipo de imágenes.
Como se dice:
“Uno no nace sabiendo a qué le tira, cuando de vivir se trata; mucho menos cuando de amor estamos hablando”
Indudablemente, nos hemos estacionado en episodios dolorosos de nuestra vida en más de una ocasión, transformando cualquier lugar, y mutando cualquier rostro en el que nuestra memoria evoca, de manera casi automática.
¿Quién no ha intentado, escapar de los problemas, o al menos ahuyentarlos?
¿Quién alguna vez, no sufrió por amor?
“How old is this bunny?”
The Brown Bunny es una película dramática, escrita, dirigida, y producida por Vincent Gallo, en el año 2003.
Protagonizada por Vincent Gallo, Chloë Sevigny, Cheryl Tiegs, Elizabeth Blake, Anna Vareschi, Mary Morasky, Jeffrey Wood, Eric Wood, Michael Martire, Rick Doucette, entre otros. Gallo escribe, produce, dirige, interpreta, y edita The Brown Bunny, considerada en su momento por algunos críticos, como “la peor película estrenada nunca, en el prestigios Festival Internacional de Cine de Cannes”
Los motivos aducidos, eran por una monótona sucesión de planos de carretera, con una escena de sexo explícito al final. El escándalo estaba servido, y empujó levemente la promoción de una película, que era difícil de distribuir.
Lo que es evidente es, que The Brown Bunny no es un producto diseñado para tener éxito, incluso, puede apreciarse cierta voluntad de rehuirlo.
En líneas generales, The Brown Bunny se trata de una pieza de cámara, hecha de forma casi artesanal, con un equipo mínimo de rodaje, a modo de “guerrilla”
Una obra experimental, que parece fabricada con los descartes de otras películas; y es como si Gallo, hubiese encontrado en su mesa de montaje, fragmentos de un documental sobre motociclismo, imágenes de una “road movie” y alguna escena de una película porno.
El “footage” resultante sería The Brown Bunny; que nos muestra nuevos caminos de expresión cinematográficos, e indaga en los sentimientos humanos.
Por otro lado, quiero avisar a los que busquen en The Brown Bunny un film pornográfico, que se sentirán aún, más defraudados y engañados.
The Brown Bunny es un film lento, sin apenas diálogos, y para muchos, “aburrido”, pero para mí, es uno de las películas que mejor exploran el mundo de la soledad.
Si el espectador consigue olvidarse de los comentarios atronadores, y de la mojigatería de algunos críticos, es probable que pueda apreciar este pequeño ejercicio de estilo, en el que Gallo radicaliza sus propuestas hasta límites peligrosos.
El director se revela como un kamikaze, que pone a prueba las expectativas del público, a fuerza de manejar las introspecciones de un alma torturada.
Gallo vuelve a encarnar el dolor anestesiado, por los recuerdos de una pérdida.
The Brown Bunny es por tanto, una cinta muy sencilla, que guarda cierto misterio que se devela al final, porque durante gran parte del metraje, uno siente como que no tiene un sentido mayor, pero algo importante tiene entre manos.
The Brown Bunny fue filmada con cámaras de mano de 16 mm, en diversos lugares de los Estados Unidos, incluyendo:
Nueva Hampshire, Massachusetts, Missouri, Utah, Nevada, y California.
La cámara sigue a Bud Clay (Vincent Gallo) que se dedica a correr en motocicleta, y emprende un viaje de 5 días hasta California, donde tiene la siguiente carrera.
Cada día, a Bud le asaltan los recuerdos de la última vez que vio a la mujer de su vida.
Él desea que esos recuerdos desaparezcan, por lo que durante el viaje, tiene encuentros con diversas mujeres.
Busca un nuevo amor, que le haga olvidar a Daisy (Chloë Sevigny); pero Bud no puede sustituirla, a pesar de que cada día lo intenta.
La última vez que Bud había visto a Daisy, fue en una fiesta.
Daisy era adicta a las drogas, y estaba embarazada de Bud.
En esta fiesta, unos bastardos aprovechan la ocasión para violar a Daisy, quién estaba casi inconsciente, debido a la ingesta de drogas.
Bud, entra a la habitación donde estaban violando a su novia, y queda paralizado; paralizado de asco, de sorpresa.
No sabe qué hacer, y huye de aquella casa.
Posiblemente, haya sospechado de ella.
Tal vez, haya creído, en una participación voluntaria de su novia, y esto es lo que le reclama al final, una y otra vez.
Cuando vuelve a la casa, una ambulancia se está llevando un cuerpo; era el de Daisy, que había fallecido debido a una asfixia.
Bud nunca pudo olvidarla, y las otras mujeres que encuentra en su camino, no pueden llenar ese vacío, y esa angustia.
En realidad, todo fue una tragedia, y el no puede aceptarlo de esta manera.
Y en la parte final, creo que se debe a un cierto resentimiento para con ella.
Vincent Gallo logra saber, que sientas lo que es la soledad, aunque para lograr eso, tenga que salir él mismo, prácticamente solo, durante casi todo el metraje, y consigue transmitirte muchísimo, casi sin mostrarte, ni decirte nada.
En los 2 primeros tercios de The Brown Bunny, asistimos a su deambular por kilómetros infinitos de carretera, dejando atrás, ciudades bajo una tristeza reconocible:
Cualquiera que haya sufrido el abandono, identificará ese estado hipnótico que proporcionan las imágenes.
Los encuentros del personaje con diferentes mujeres, van sembrando pistas sobre las razones de su amargura, desveladas sólo al final.
El último tercio ocurre en la habitación del hotel, sobredimensionada por la tan “cacareada” escena de la felación, y sin embargo, hay un diálogo previo y otro posterior mucho más impactantes a nivel dramático.
La aparición del personaje interpretado por Chloë Sevigny, permite que el soliloquio mudo del protagonista, pueda exteriorizarse, arrojando luz sobre todo lo visto anteriormente.
El clímax del relato, justifica y da sentido a la aridez inicial del metraje, transformando la escena de sexo, en un grito de auxilio, una catarsis.
The Brown Bunny es entonces, la paradoja de quien ejerce el oficio de artista maldito, exhibiéndose para ser dilapidado.
Por eso, resulta imposible disociar la obra del autor, y por eso, conviene reconocer al menos, el carácter transgresor, casi suicida, de una película tan profundamente triste como The Brown Bunny.
En algún nivel, The Brown Bunny puede ser visto como un poema visual y oscuro sobre la soledad, la frustración, y el olvido; es una película gráfica, muy gráfica, con una cámara inestable y vieja.
La imagen es sucia, pierde el foco, lo recupera, tiembla.
Todo eso es a propósito, quieren transmitirnos una cierta sensación de desasosiego, quieren también, hacernos sentir que vemos algo que realmente sucede, quieren que creamos que Bud es Gallo, y que Gallo es Bud.
Y caemos en ella.
The Brown Bunny es una película silenciosa, hay pocos diálogos, y la mayoría son incompletos, inconexos, inconsistentes... todo parece un sueño, pero es demasiado real, demasiado doloroso, es de esos sueños que despiertan al más valiente, pero nadie se despierta.
Al final, casi sin justificación, una escena de sexo “fuertísima” para la gran pantalla, aumenta la sensación pesadillesca, pero en ese momento, es uno el que quisiera no haberse quedado dormido, y estar soñando semejante película.
“What's the longest a bunny can live for?”
The Brown Bunny va de la oscuridad de la noche, tras un buen tramo de camino, a pasear por las calles asediando mujeres anónimas, o de las que sus nombres son secundarios para su trama, el amor por sobre la impersonalidad de la aventura, pero que invocan alguna historia como Lilly (Cheryl Tiegs) y su necesidad de consuelo; o Rose (Elizabeth Blake) y la prostitución más austera, aun siendo muy joven y guapa; mientras visita la casa de la novia, y maneja o lleva a revisar su moto.
En sí, todo parece tan plano, que no parece tener nada valioso.
Y es cuando terminamos de verlo, que entendemos y armamos sus pequeñas piezas.
Asumido, desde una fantasía y encuentro que expone las culpas y los reproches, que hacen hincapié en lo sexual que está puesto a prueba, en donde yace una barrera en la memoria del ideal del sentimiento poderoso, y que representa el vínculo con una sencillez argumental, alejada de la sugerencia profunda propia de lo “indie”
La realización, justifica todo su andar, pero se hace muy poco, siendo en sí bastante pobre; la melancolía, el abandono, y la promiscuidad, se fusionan a una unidad final, con una revelación que en su estilo de exposición, roza lo “kindergarten” fuera de la grandilocuencia de lo sexual.
La carretera y sus encuentros, son un reflejo de lo emocional.
El vacío y la soledad del recorrido, lo haya al protagonista como perdido en un ensueño, donde solo su trabajo con las carreras de moto, lo anclan al mundo tal cual, y más es como un estado de cavilación íntimo, un peso que se lleva para siempre, una marca de la existencia.
The Brown Bunny no es un filme para evadirse y olvidarse de los problemas de uno, sino para sufrir con los problemas, y cargar la cruz de Bud Clay, en realidad, una película que elude, o evade a su público.
Bud Clay es todos y nadie a la vez, un corredor de motocicletas en la clase 250cc Formula II, que parece un hombre duro, rudo, árido, pero debido a su peculiar voz, se descubre como un ser solitario y vulnerable, que trata de cubrir la pérdida de su eterno amor, con encuentros casuales con mujeres, que también presentan algún cuadro psicológico-sociológico muy particular, y para nada, dentro de la norma.
La historia es difícil de seguir, ya que el trabajo de grabación del sonido es, por decir lo menos, mediocre, y muchas veces, los diálogos son prácticamente inaudibles, como perdidos entre el bullicio.
Sin embargo, es en esa imposibilidad de seguir lo que dicen Daisy y Bud en la escena sexual en el motel, que se encuentran las riquezas semánticas y semióticas de The Brown Bunny, cuando se entiende que esos diálogos inaudibles, son significantes de voces en el olvido, ecos de la nostalgia, y de la ausencia de una vida sin amor y sin verdaderas raíces identitarias.
Valga decir que la sonada escena de la felación, fue rodada con cámaras con control remoto, en una habitación en la que solo estaban Gallo y Sevigny.
Y la verdad que se revela sobre Daisy en el flashback final, luego de la escena del motel, y narrado-explicado por la misma Daisy, es devastador para quien admira The Brown Bunny, y compensa todo el aburrimiento o tedio de soportar la mayoría de las secuencias iniciales, con excepción de la visita de Bud Clay, a los padres de Daisy, y los momentos en que saca su motocicleta, para correrla en el desierto hasta que en cierto sentido, se pierde en la nada.
Las secuencias de Bud, conduciendo su van por el país, luego de perder la carrera, dirigiéndose a California, donde vivió con Daisy, y espera reencontrarse con ella, son insufribles, excepto por la música que suena de fondo.
La temperatura y el tinte del color, permiten que una película estrenada en 2003, parezca un experimento artístico de los 70, percepción a la que también contribuye en algo, la vestimenta de Bud, y los ropajes de Daisy, en la famosa escena del motel.
En el caso particular de The Brown Bunny, el punto de quiebre dramático, es una felación, pero es una escena sexual que demuestra intenciones psicológicas e intimistas, de ningún modo, excitante o erótica, menos aún forzada, y que funciona tal y como Gallo la concibió, rompiendo el ritmo de una película, que hasta ese momento, tiene contadas emociones.
Y lo impactante no es la felación, no es lo que sobrecoge de esta película, es justo después, cuando Vincent Gallo, tras dar tantas vueltas, decide poner fin a la historia con un duro final...
Porque está en otra división; la inferior.
The Brown Bunny puede llegar a ser perversa, y varios colectivos, entre ellos por ejemplo, el de las feministas, podrían criticarla porque pudiera parecer que se trata a la mujer como objeto, pero el objeto, es el protagonista, hasta volverse... un reducto.
El verdadero amor que sentimos hacia la persona que más nos gustó, siempre va con nosotros, pero la persona no, de ahí que sea el amor, el que jamás se gaste.
Es más, las partes “endebles” de The Brown Bunny, tienen lugar durante el trayecto a California, y no después, precisamente, en cada una de las paradas en que el motorista se relaciona con una mujer, y que el espectador piensa, brindarán soluciones inmediatas a la narración, pero que no tendrán verdadero sentido, hasta el último cuarto de hora de visionado.
Si en verdad The Brown Bunny merece una crítica, esta tendría que centrarse en el alargue de la monotonía, ya que por momentos, es casi inaguantable, sin embargo, creyendo en el punto de vista del realizador libre, y contando con la intención de Gallo, de imitar el tiempo real y la sensación de un viaje por carretera, gran parte de esa invariabilidad, adquiere un sentido estético.
En mi opinión, la verdadera falla de Gallo, fue hacer una película que depende enteramente de la secuencia final, y que el camino hacia esa conclusión aclaratoria, fuese tan poco asimilable a primera vista, aunque el desenlace, esclarece la causa del sufrimiento de Bud Clay, Gallo se extralimita en el tono que nos lleva hacia él, perdiendo a los espectadores menos pacientes en ese tramo.
El final, a mi modo de ver es excelente, no por lo revelador, sino porque de alguna manera, sí que justifica toda esa “oda a la nada” que rezan algunos.
El espectador atento, se dará de bruces con Gallo, y compartirá lo para mí pretendido en The Brown Bunny:
Llegar al autoconocimiento de lo que hace débil y vulnerable al ser humano:
La culpa, los miedos, el egoísmo, y el dolor de amor vivido en soledad, así como lo único que todavía se le escapa de racionalizar a este simio vestido que somos:
El sexo y la muerte.
“Is your name Violet?”
The Brown Bunny es una película en la que la mayoría de las escenas, se ven a través del parabrisas de una camioneta.
No se cuenta nada.
¿Qué se puede contar?
¿Qué tiene que contar el ser humano del mundo actual?
Cada vez hay más depresiones y suicidios en todo el mundo.
La gente se comunica menos, y se cierra sobre sí misma.
Es el reverso tenebroso de la era tecnológica.
En este sentido, el hecho de que un desconocido, se acerque en una solitaria de área de servicio, a besar a un extraño, es uno de los momentos más bellos y sentimentales del cine actual.
Es más bien, un deseo que una realidad.
Es por ello, que The Brown Bunny, es una película de una hiriente genialidad poética, que muestra la cruda realidad de un “yo” perturbado por un mundo gris y triste.
Alguien que se siente culpable, que se autoengaña culpando a quien no debe culpar, y eso le genera un perpetuo malestar, y una búsqueda constante de...
¿De qué?
De nada, y a la vez de todo, de ella que ya no está, pero a la vez de él, y de la verdad.
Algunos dicen que The Brown Bunny es narcisista, otros que es pretenciosa, otros que es ofensiva, otros la aplauden por su genial rebeldía, a todos les doy un poco de razón, y a todos los contradigo, me cuesta tomar parte.
Verla por las imágenes, verla como quien ve una instalación de una hora y media, verla si le gusta Gallo, y tolerar el cine extremadamente independiente.
De lo contrario, no la vea, perderá su tiempo.
The Brown Bunny fue polémico en Cannes, donde recibió furibundas críticas, tanto por su nulo interés, como por la inclusión de una felación real, protagonizada por la conocida pareja protagonista, escena que, según algunos, únicamente fue incluida, en busca de la promoción del film, vía escándalo.
El reconocido crítico Roger Ebert, la describió como “el peor film de la historia del Festival Internacional de Cine de Cannes”
A lo que Gallo respondió, que Ebert era un “cerdo gordo”
Ebert le contestó:
“Yo algún día voy a ser flaco, pero Vincent Gallo siempre va a ser el director de The Brown Bunny”
La respuesta de Gallo, fue declarar que le había echado una maldición a Ebert, y causado el cáncer de próstata del que el crítico fue diagnosticado meses más tarde.
Y es que en The Brown Bunny, Gallo pasa hora y media de las 2 de metraje, montado en una camioneta, recorriendo carreteras solitarias de Estados Unidos, y en los últimos 30 minutos, centra la acción en una felación, escena sobre la que más burlas se han hecho durante El Festival, hasta el punto de que, los periodistas, se refieren al actor, socarronamente como:
“Vincent Falo”
De todos modos, parece que Gallo finalmente tomó algunos comentarios:
Editó casi un cuarto de The Brown Bunny, y la nueva versión se llevó críticas mucho más positivas, incluida paradójicamente, la de Roger Ebert.

“Please?...
Please?...
Please come with me”



Comentarios

Entradas populares