The Mummy

“Death... eternal punishment... for... anyone... who... opens... this... casket.
In the name... of Amon-Ra... the king of gods”

“La Maldición del Faraón” es la creencia de que, sobre cualquier persona que moleste a la momia de un faraón del Antiguo Egipto, cae una maldición por la que morirá en poco tiempo.
Existía la creencia, de que las tumbas de los faraones, tenían maldiciones escritas en ellas, o en sus alrededores, advirtiendo a aquellos que las leyeran, para que no entrasen.
Por su parte, Imhotep era un erudito egipcio, el cual merece ser considerado, el arquetipo histórico, de filiación fehaciente, de lo que en la fecha denominaríamos un científico; sabio, médico, astrónomo, y el primer arquitecto conocido en la historia, aproximadamente entre 2980 y 2950 a.C.
Fue El Sumo Sacerdote de Heliópolis, y visir del faraón Necherjet Dyeser “Zoser”, además, diseñó La Pirámide Escalonada de Saqqara, durante La Dinastía III.
El significado de la palabra “Imhotep” es “el que viene en paz”; siendo el primer científico, cuyo nombre ha llegado a nuestros días.
No sólo era médico, también era arquitecto y astrónomo; esto indica, que tenía los conocimientos operativos de aritmética y geometría necesarios para manejar aquellas disciplinas.
Los títulos honoríficos atribuidos a Imhotep son:
Tesorero del Rey del Bajo Egipto, Primero después del Rey del Alto Egipto, Administrador del Gran Palacio, Señor Hereditario, Sumo Sacerdote de Heliópolis, Imhotep El Constructor, Escultor, Hacedor de Vasijas de Piedra...
Antes de él, nadie había tenido su nombre inscrito al lado del de un faraón, y en sus títulos, no se menciona el de médico, pero sí el de Productor de Recipientes; quizás sólo constan los que usó para la construcción.
Y es que la importancia de la medicina egipcia, se traduce en la figura de Imhotep, considerado como El Fundador de La Medicina Egipcia, y autor del papiro llamado “Edwin Smith” acerca de curaciones, dolencias, y observaciones anatómicas, aunque este texto probablemente fue escrito alrededor del 1700 a.C., con añadidos de otros médicos.
“El Papiro Edwin Smith” es un documento médico, que data de La Dinastía XVII de Egipto, y se cree que fue escrito por escribas de la época.
Contiene tratamientos para heridas de guerra, y descripciones anatómicas; y está expuesto en La Academia de Medicina de Nueva York.
El documento, un papiro de 468cm de largo, por 33cm de ancho, parece ser copia de textos más antiguos, como lo evidencia su vocabulario, y gramática arcaica.
Durante siglos, los egipcios consideraron a Imhotep, como “el dios de la medicina” y la sabiduría, y se le representa sentado, como a los escribas, con un papiro desplegado sobre sus rodillas, tocado con un casquete.
Ciertamente, en la época de Tolomeo, fue elevado al rango de dios.
La figura de Imhotep, ha inspirado diversos personajes de la cultura popular, aunque en la mayoría de casos, tan sólo ha sido utilizado su nombre, y el origen egipcio, desvirtuando su personalidad real y sus logros.
Fueron durante las décadas de los años 1930 y los 1940, que Universal Studios realizaría una serie de películas, que le reportarían grandes beneficios, y una fama sin igual, y me refiero a la saga de los monstruos o “Universal Monster Legacy”
Míticos personajes basados en leyendas o mitos, adaptados al cine de terror, pero dirigidas al público en general.
Un público americano, que emergía del crack de 1929, volviendo la clase media, a recuperar su status social, donde el cine era utilizado como un medio de glamur y opulencia.
Precisamente, su “Star System” fue un éxito rotundo para la Universal.
Nombres como:
Lon Chaney, Béla Lugosi, o Boris Karloff, pasaron de simples actores, a personificaciones vivientes de sus personajes.
Las películas, tenían un éxito brutal, porque eran realizadas por amantes y profesionales del cine, y me atrevería a decir incluso, artesanos de El Séptimo Arte.
Uno de los personajes clave de esos films, fue sin lugar a dudas, el responsable de maquillaje, Jack P. Pierce, que intervino en la mayoría de las “monster movies” de Universal, aplicando técnicas y procedimientos nuevos, eso sí, implicaba la colaboración directa de los sufridos actores, pero parece ser que, a Lon Chaney, y a Boris Karloff, no les importaba mucho, porque tras la tortura de las maratónicas sesiones de maquillaje, lo entregan todo, delante de la cámara.
Por este motivo, Pierce tenía más importancia que El Director de Efectos Especiales, cuando hoy en día, es completamente al revés.
Pero antaño, cuando no se disponía, ni de la modernización, ni de la informatización que tenemos ahora, la caracterización del monstruo era crucial para el éxito de la película, pasando los efectos especiales, a un segundo plano.
“Imhotep was sentenced to death not only in this world, but in the next”
The Mummy es una película de terror, del año 1932, dirigida por Karl Freund.
Protagonizada por Boris Karloff, Zita Johann, David Manners, Edward Van Sloan, Arthur Byron, Noble Johnson, Leonard Mudie, entre otros.
El guión es de John L. Barlderston.
La historia de la filmación, se remonta 10 años antes de su estreno, donde la egiptología había ocupado las primeras páginas de los periódicos, cuando Howard Carter había descubierto, la prácticamente intacta tumba, del hasta entonces, un poco importante y desconocido faraón; posteriormente, The Mummy surge tras el boom mediático que se derivó del descubrimiento de la tumba pertenecía a Neb-jeperu-Ra Tut-anj-Amón, conocido como “Tutenkhamen”, en 1922; y de la supuesta maldición que persiguió tras su hallazgo, a algunos de los miembros de la expedición.
Al hallazgo, siguió un morbo periodístico, y una leyenda urbana de maldiciones y muerte, transportadas a través de los siglos.
El dúo escritor, conformado por Nina Wilcox Putnam y Richard Schayer, retomaron aquellas habladurías, para imaginarse a una momia egipcia revivida, que sembraba el terror en el presente.
Precisamente, el encargado de transportar esa historia a un guión fue, John L. Balderston, quien había cubierto como periodista, la apertura de la sala mortuoria del Rey Tut.
Cabe señalar que el guión de Balderston, también bebe de algunas obras literarias como:
“Le Roman de La Momie” (1858) de Théophile Gautier, o “Lot No. 249” (1892) de Arthur Conan Doyle.
Es preciso recordar, que Balderston había sido uno de los autores de la adaptación teatral de “Dracula” de Bram Stoker, que sirvió de base al filme homónimo que Tod Browning dirigió en 1931, de ahí que se puedan encontrar algunos paralelismos, entre ambas películas. Así pues, Balderston fue el autor de la versión estadounidense del Dracula teatral y londinense, obra de Hamilton Deane; y cuando se hizo cargo de la sinopsis argumental, establecida por Nina Wilcox Putnam “Cagliostro” centrada en un personaje de cientos de años de edad, e inspirada en el personaje real de igual nombre, obró notables cambios.
Como periodista, Balderston había informado en 1922, del descubrimiento de la tumba de Tutenkhamen, y desde entonces, había desarrollado un notorio interés por el Egipto antiguo.
Así pues, varió el enfoque, y lo sesgó hacia la mitología de las maldiciones faraónicas, con el título inicial de “Imhotep, King Of The Dead”, tan en boga en aquellos años; todo ello, lo interconectó por medio de una estructura argumental, heredera de su previo “Dracula”, donde muchas de las situaciones, disponen de sus homólogas.
Acaso el resultado hubiera devenido en un rutinario pastiche, sin personalidad, de no ser por el concurso de Freund, que brindó a la narración, de un álgido sentido de romanticismo necrófilo.
El protagonista de The Mummy, Imhotep, la momia vuelta a la vida, es al mismo tiempo, una fuerza ancestral, más allá de lo humano, y un alma atormentada por un amor imposible.
La Momia, era un personaje que no podía sino, convertirse en otro de los grandes iconos de terror.
Y aunque se ha tratado a The Mummy de producto menor, a la sombra de “Dracula” o “Frankenstein”, parece más justo hablar, de un producto ya maduro de la Universal, que compendiaba las lecciones de las piezas anteriores, en un texto ya afianzado.
Karl Freund, que había sido el director de fotografía de obras de Murnau y Lang, se hizo cargo de la dirección, mostrando una extraordinaria capacidad para crear atmósferas misteriosas.
Y es que con el cine de terror clásico, uno tiene que hacer un esfuerzo, de recuperar la mirada infantil, que nunca se pierde del todo, y dejarse asombrar por el desasosiego, y aterrorizarse por el impacto visual de Boris Karloff, y lo sutilmente sórdido de la trama.
The Mummy tiene 2 vertientes, aunque muchos se quedan en el género del terror:
Originariamente, The Mummy nació como historia de terror de los grandes tiempos de la Universal, que tras los éxitos de “Dracula” y “Frankenstein” y se lanzaron a rodar todo tipo de historias de terror, con monstruo al estilo villano.
Pero The Mummy es también, una historia de amor intemporal, un amor verdadero, que permanecerá presente por los siglos de los siglos, y nunca morirá.
The Mummy se rodó en Cantil, California, Universal City, y el desierto de Mojave; y nos traslada al año de 1921, en la típica expedición arqueológica británica, dirigida por Sir Joseph Whemple (Arthur Byron), quien descubren una momia de más de 3.700 años de antigüedad.
Este hallazgo, tiene mucha importancia, porque la momia que han encontrado, parece que está maldita.
Fue una momificación en vida, y se le negaba al momificado la vida eterna, muy importante para los egipcios.
Junto con la momia, se halla un cofre, que advierte que no debe abrirse bajo ningún concepto, pero nuestros expedicionarios, se lo pasan por alto, y al abrirlo, descubren un pergamino:
“El Libro de Toth” que puede traer los muertos a la vida.
Así, un joven expedicionario, Ralph Norton (Bramwell Fletcher) comete la insensatez de leer el pergamino, estando la momia presente, y así es como ya tenemos, “La Maldición de La Momia”
Así, un sacerdote del Antiguo Egipto llamado Imhotep (Boris Karloff) es resucitado, cuando ese arqueólogo lee en voz alta “El Libro de Thoth”, que contiene peligrosos rituales funerarios egipcios, y conjuros mágicos; y Imhotep huye del lugar, llevándose el pergamino que lo había resucitado, en dirección a El Cairo, buscando a la reencarnación de su antigua amada, La Princesa Ankh-es-en-amon, que había muerto antes que él.
El sacerdote, había sido sepultado vivo, cuando había intentado resucitarla.
Pasado 10 años, un grupo de arqueólogos británicos, encabezados por el doctor Joseph Whemple (Arthur Byron), su hijo Frank (David Manners) y el doctor Muller (Edward Van Sloan) acompañado de Helen Grovesnor (Zita Johann) encuentra la tumba de La Princesa Ankh-es-en-amon, con la ayuda de un misterioso egipcio, llamado Ardath Bey, que era realmente Imhotep, asumiendo una apariencia normal.
Helen Grovesnor, resulta ser extraordinariamente parecida a La Princesa, y Ardath Bey la rapta, para sacrificarla y momificarla, para que de esta forma, La Princesa se una a él nuevamente.
Ya durante la ceremonia, la muchacha recuerda su vida pasada, y lee un papiro con una inscripción, que era una oración dedicada a la diosa Isis, buscando salvar su vida.
Cuando termina, el papiro arde por auto combustión, y la momia de Imhotep se deshace, convirtiéndose en polvo.
The Mummy, de apenas una fascinante hora de duración cargada de ritmo, es una maravillosa historia de amor imposible, y de maldiciones ancestrales, que hace gala de uno de los ambientes más sugerentes de su tiempo, heredero directo de las formas del expresionismo alemán, que Freund había impulsado decisivamente, en su tierra natal.
El onirismo, se da la mano con la sensualidad, para crear una atmósfera de sombras y nieblas, tan superficialmente sosegada y mesmerizante, como interiormente terrorífica y violenta.
El Antiguo Egipto de Las Leyendas, invade la edad contemporánea, y la transforma rompiendo sus reglas, y obligando a los hombres de ciencia, a creer en lo fantástico, eso que desprecian, uno de los asuntos centrales de The Mummy, junto a la fatalidad, la muerte, el tiempo, y el amor.
“Do you have to open graves to find girls to fall in love with?”
Karl Freund acierta, incluso en emplear la bella partitura de “Swan Lake” de Tchaikovski para abrir The Mummy, magníficamente introducida por Las Escrituras de Tot, el dios egipcio de la sabiduría, que llevaba según la mitología, un registro de las acciones de los muertos, donde muy oportunamente, se nos recuerda que para los egipcios de entonces, la muerte no es más que un estado temporal, hacia una nueva vida; es decir, el alma puede recobrar la forma humana en miles de años, si el cuerpo estaba adecuadamente conservado.
Es aquí, donde entran en juego, la realidad y la ficción, lo que sabemos acerca de las divinidades egipcias, y el culto que esta civilización guardó a los muertos, con lo que se nos relata en la narración.
The Mummy nos cuenta la historia de un resucitado, de un alma en pena que todavía sueña con reunirse con su amada.
Si en el pasado fue enterrado vivo, y su nombre borrado del ataúd, al intentar resucitar a escondidas a su amada con un pergamino, se debió a que lo arriesgó todo por recuperarla.
Cuando miles de años después tiene ocasión de recobrar la vida, no dudará en emplear sus poderes para conseguirlo.
Por ello, el espectador se verá dividido, en ocasiones, entre el amor terrenal y verdadero, entre Helen y Frank, y el que siente Imhotep por su antigua amada, que identifica erróneamente con Helen Grovesnor.
Uno puede llegar a sentir lástima y compasión, por tan siniestro personaje, pues su maldad, por así llamarla, no es irracional, sino que le mueven los sentimientos.
Es posible, que Karl Freund no le imprima todo el ritmo necesario a la narración, y que The Mummy se resienta de ello en algún momento; pequeños defectos, en definitiva, que quedan totalmente compensados, con un elenco de buenos actores, superados todos ellos por Boris Karloff, que está inmenso, y con una excelente recreación de la historia fantástica, de un mito que cobró vida, y que se hizo realidad.
Concebida en el momento de máximo esplendor de Universal Studios, y sus filmes de terror, The Mummy supone, uno de los trabajos más redondos y logrados, de toda la carrera artística del inglés Boris Karloff, que logró una creación magnífica, de un personaje que confunde e inquieta al espectador.
Sin embargo, su piel arrugada, su semblante extremadamente serio, y su oposición a aceptar invitaciones, y a que ni siquiera le toquen en el hombro, hacen sospechar, poco a poco a los arqueólogos, de que no es un ser humano.
Las apariciones en primer plano, con los ojos brillando en la oscuridad, son acaso las imágenes más recordadas en la retina de los espectadores, y le otorgan asimismo, una tremenda veracidad y credibilidad, a un ser capaz de hipnotizar, y con una fuerza absolutamente sobrehumana, a la que sólo se podrá combatir con astucia.
Se trata, en definitiva, del mejor homenaje que ha realizado el cine, al mito de La Momia
Lo que hace de esta propuesta, una cinta memorable, y un clásico que vale la pena tener en cuenta.
The Mummy es el perfil del villano, y la actuación de Boris Karloff interpretándolo; interpretándolo como un ser frío, manipulador, y poderoso.
Mientras los minutos van pasando, además de que estos aspectos se van profundizando, se van descubriendo otras aristas del personaje, así como su relación con un viejo amor, su despreocupación al matar, y su habilidad para “espiar” a sus enemigos.
Un rol muy rico, que Karloff llevó adelante con decisión, y con mucha identidad.
El actor, le aportó realismo y lástima a Ardath Bey, y lo convirtió en una criatura temible, pero también, con sentimientos.
Sus expresiones, esa rígida manera de caminar, y los cautelosos movimientos de su cuerpo, y la furia en ciertas secuencias, lo transforman en uno de los mejores roles de su carrera.
Sólo por ver el maquillaje de Boris Karloff como protagonista, merece la pena ver The Mummy.
Bueno, y por la ambientación, y por la historia, pero sobre todo por Karloff.
Y es que no hacen falta efectos especiales, para crear un ser del ultramundo, basta un maquillaje espectacular, y un actor dispuesto a entregarse en cuerpo, y sobre todo alma, para encarnar a Imhotep, el sacerdote que se atrevió a violar las normas dictadas por un faraón sólo por amor.
Con The Mummy, la productora Universal, continúa con la explotación de los films de terror, que tantas alegrías estaban dando a la compañía, a la vez que el aprovecha el éxito de Karloff, que venía de rodar “Frankenstein”
Cabe señalar que, en la escena inicial, Karloff fue maquillado de cuerpo entero, si bien sólo se le ve el rostro, parte del pecho, y las manos.
A pesar de la insistencia del director, en sacar primeros planos de Karloff, y de la participación del divino David Manners, The Mummy es uno de los mejores, junto a “Dracula”, de los pertenecientes a esta etapa de la Universal.
Y son esos primeros planos, con el rostro inerte y arrugado de Karloff, la primera imagen que le viene a uno en mente, antes que recordarlo como la criatura de “Frankenstein” al que vemos con esa enorme frente, y ojos apagados.
Y, como en el film de Whale, para darle un ápice de romanticismo al monstruo, la criatura es humanizada por el amor que siente hacia una mujer en siglos, aparte de recalcar en su diplomática educación hacia sus rivales, que incluso hace helar a más de uno la sangre.
El maquillaje del que fue sometido, no tiene precedentes en su época.
El brillante trabajo de maquillaje, fue llevado a cabo por Jack Pierce, creador también de otros iconos del cine de terror como el monstruo de “Frankenstein” o “The Wolf Man” Las sesiones de caracterización, duraban hasta 8 horas, y se utilizaban productos artesanales, por ejemplo:
Algodón y otros bastante primitivos, y con riesgos de toxicidad.
Jack Pierce, había estudiado las fotos de la momia de Seti I, para diseñar Imhotep, aunque tal vez, sobre todo Karloff, no se parecía en nada, a la momia de Seti I en The Mummy, en lugar, llevando una semejanza a la momia de Ramsés III.
Se cuenta que Pierce, comenzó a transformar Karloff a las 11 horas, aplicando el algodón, el colodión, y la goma a la cara; arcilla para el cabello, y lo envolvía en vendas de lino, tratadas con ácido, y quemados en un horno, para terminar el trabajo a las 7 pm, así pues, Karloff terminó sus escenas, entre las 2 de la mañana, y otras 2 horas se gastaron retirar el maquillaje.
Karloff contó, que la eliminación de la goma de la cara era muy dolorosa, y en general, había encontrado el día de prueba, como el más difícil que había sufrido jamás.
A pesar de que las imágenes de Karloff, envuelto en vendajes, son los más emblemáticos de todo el metraje, Karloff sólo aparece en la pantalla en este maquillaje, durante unos minutos, y el resto de The Mummy se le ve usando, un menos elaborado maquillaje.
Zita Johann, era firme creyente de la reencarnación y otras artes místicas, su interés personal por lo oculto y misterioso, hicieron que este papel le quede como anillo al dedo; a pesar que su carrera no llegaría mucho más allá, ella es la heroína.
Su trabajo no es espectacular, y no llega a destacar hasta que aparece vestida de princesa egipcia.
Durante el rodaje de su muerte, Johann dijo, inclusive, que tuvo una experiencia de proyección astral...
Sin embargo, como dice Helen al final:
“Lo siento, pero tu lugar está entre los muertos”, en un epílogo que nos recuerda de nuevo, que el monstruo es más una amenaza para sí mismo, que para los demás.
Otra cosa que me gusta, es que The Mummy no deja a las momias por malas, ya que aquí se muestra a una momia enamorada, y “muy humana”, porque al fin y al cabo, es lo que eran, humanos como nosotros, con sentimientos, sueños, pasiones... nada de momias que van detrás, devorando cuerpos de personas, y asesinando.
Esto es algo que me ha llamado mucho la atención, sin duda alguna.
Son destacables, por último, la espléndida fotografía en blanco y negro, la ambientación, y esa gran sensibilidad, y sentido del arte de la que hace uso el autor en muchas de sus escenas, especialmente, en la que Boris Karloff se ha llevado hipnotizada a Zita Johann, vestidos ambos de egipcios, realizando un viaje al pasado del protagonista.
Lo singular de esa amplia secuencia, es que tiene toda la textura del cine mudo.
Incluso, su tono fotográfico se torna más contrastado, y carece de diálogos, brindándose como un sorprendente homenaje al cine silente, y una arriesgada apuesta estética, erigiéndose quizás, como una de las secuencias más brillantes de todo el cine de terror de la Universal, en aquellos años dorados del género.
Y es que en The Mummy, hay 2 secuencias que destacan sobre el conjunto:
Me refiero a la resurrección de Imhotep, que demuestra que en el cine, lo no explícito puede resultar mucho más sugerente e inquietante, que lo claramente manifiesto, y el “flashback” en el que se retrotrae hasta El Antiguo Egipto, que lamentablemente, fue en parte mutilado, debido a la censura de la época. En el “flashback” que no conocemos, se veían las posteriores reencarnaciones de ella, a través de diversas épocas.
El montaje final, eliminó todas esas escenas, por considerar que ralentizaban la trama.
En una de las escenas eliminadas, La Princesa era una mártir cristiana, lanzada a los leones; en otras, se le veía entre los vikingos, en tiempos de Marie Antoinette, y en La Edad Media, con los cruzados.
Asimismo, todos estos temas místicos de reencarnaciones, lo estático como analogía de la muerte, antiguas maldiciones, y amo a través de los siglos, fueron posibles gracias a que The Mummy se produjera antes de la llegada del famoso y horripilante Código Hays, que cambiaría durante décadas, el rumbo tomado por el fantástico género cinematográfico.
“Don't you think I've had enough excitement for one evening, without the additional thrill of an strange man making love to me?”
Como dato, The Mummy tiene un acabado de obra maestra; en una época en que las primeras cintas sonoras no tenían música de fondo, aquí se combinan prolongados silencios, con una banda sonora adecuada, lo cual contribuye a aumentar el suspenso y terror de la situación.
Resulta curiosa, sin embargo, la manera como The Mummy ha pasado a formar parte del imaginario colectivo, aún a costa de pervivir en el recuerdo cinéfilo, como algo diferente de lo que en realidad es.
La mejor prueba de esto, es que la imagen que siempre se asocia a The Mummy, es la del monstruo envuelto en vendas, y avanzando lentamente hacia sus víctimas, algo que aquí nunca ocurre.
De hecho, Boris Karloff se pasa el 99% de su tiempo en pantalla, bajo su “forma humana”, y es sólo por un par de minutos, al principio, y unos segundos al final, cuando lo vemos con el maquillaje creado por Jack Pierce.
La enorme presencia de Karloff, sin embargo, compensa esto a las mil maravillas, y las tomas frontales de la cara del actor, en aquellos momentos en los que Imhotep utiliza su mirada para influir sobre sus víctimas, bien merecen convertirse, en la verdadera imagen reconocible de The Mummy.
Y es que The Mummy, ya en los años de 1990, tomaría gran parte del argumento en el film “Bram Stoker’s Dracula” (1992) de Francis Ford Coppola, la pretendidamente “fiel adaptación de la novela de Stoker”, con su monstruo condenado por el amor, y sumido en una tragedia romántica, elementos ausentes tanto en el libro original, como en la película de Browning.
Es una especie de adaptación del “Dracula” de Browning, a un contexto contemporáneo del todo pagano, con los elementos de la mitología cristiana, sustituidos por sus equivalentes egipcios.
Resulta larguísima, la serie de analogías entre ambas películas, por ejemplo:
La momia es, como el vampiro, un “no muerto” resucitada por una expedición del Museo Británico, al abrir un cofre dónde se contiene un maleficio.
El objeto último de La Momia es matar, o morder para el otro, para así, vivir/amar eternamente a una joven a la que seduce, una chica de similar aspecto físico a una amada anterior.
El magnetismo y las capacidades seductoras:
Aquí, un Karloff inconmensurable e insuperable, envilecido y sublime, tan seductor como Lugosi, ambos con unas miradas hondas e irresistibles.
La muerte de ambos, se produciría a través de un hecho simbólico y concreto:
La estaca para el vampiro, la quema de un pergamino para la momia.
Los ojos vampíricos, y la cruz cristiana, son sustituidos por un talismán de la vida de la diosa Isis.
El carácter enfermizamente romántico, y último de la historia, y de ambos personajes.
El personaje secundario del doctor sabio:
Abraham van Helsing en Dracula, es sustituido por el Doctor Miller, en ambos casos, acompañados por el novio de la chica objeto de deseo por ambos seres, etc.
La pieza de música clásica que se escucha durante los créditos iniciales, tomadas del ballet de Tchaikovski “Swan Lake”, fue anteriormente, utiliza para los créditos de apertura de “Dracula” (1931)
Y es a principios de la década de los 30, cuando la Universal acuñaba los que serían los monstruos clásicos, el sonoro hace apenas unos años que se ha impuesto definitivamente, donde es curioso constatar, cómo la banda sonora de las películas de terror de este periodo, dista mucho de ser tímida y expeditiva; antes al contrario, su uso no es sólo decidido, sino que demuestra una afinada maestría.
Quizás se deba, a que buena parte del equipo que trabajaba en estas películas, provenía de los escenarios teatrales europeos, especialmente ingleses, donde la música era un apartado muy a tener en cuenta.
Incluso, podría afirmarse que el desarrollo del cine de terror, va ligado a la llegada del sonoro, ya que el sonido se convierte desde entonces, en un elemento fundamental del género.
Recordar que el cine de horror, se basa sobre todo, en la construcción de una atmósfera densa, de tensión, y buena parte de este efecto, se rige exclusivamente por medio de la banda sonora.
El acompañamiento musical de The Mummy, muestra además de una experiencia importante, una singular sensibilidad cinematográfica.
La maestría en la utilización de la banda sonora, queda patente cuando, precisamente, se prescinde de la música.
Ya en el episodio de apertura, La Momia vuelve a la vida, acompañada exclusivamente por el murmullo del hechizo milenario; y el efecto es más sobrecogedor, que el de cualquier sinfonía.
O cuando Imhotep pretende disimular sus poderes, para mantener a los incrédulos occidentales en su mundo de lógica racional, que es realmente el de la ignorancia, y en este propósito, le ayuda incluso, la enunciación del relato, con un naturalismo que rechaza el acompañamiento musical, elemento extradiegético.
Acrecienta también este efecto, que la escena se halle enmarcada por otras 2 de destacado carácter sobrenatural:
El recibimiento de Imhotep por el sirviente nubio, y las operaciones del hechicero sobre su pozo, ambas acompañadas por una música perturbadora.
De hecho, a lo largo del metraje, el uso de la música, del prolífico compositor James Dietrich, extrañamente no acreditado, se reserva para las escenas en que Imhotep entra, como un espía, en el terreno de lo mundano, están acompañadas por esta naturalista ausencia de sonido extradiegético.
En la escena final, donde el juego es ya entre Helen e Imhotep, sin mediadores occidentales, el silencio extradiegético, no sólo tensa los solemnes diálogos sino que también, nos da esperanzas de poder asirnos aún a un mundo natural; cuando finalmente entra con decisión la magia, le acompaña la música.
De nuevo, esto no significa, desde luego, que el cine de terror hollywoodiense de los primeros años 30, rechace el uso de la música y el sonido, como elemento narrativo; antes al contrario, hace un uso absolutamente efectivo de las posibilidades sonoras.
Prescindir de música, no es aquí tanto un hacer heredado del mudo, del que el equipo de estas películas provenía, ni un afán de experimentación formal, sino precisamente, un conocimiento profundo de las posibilidades del lenguaje cinematográfico.
Una cosa curiosa y que, por supuesto, no puedo dejar de mencionar aquí, es que, contrariamente a lo que ocurrió con el resto de los famosos “monstruos de Universal”, The Mummy no tuvo secuelas.
Curiosamente, esas cintas que se atribuyen sucesoras, sí ostentan la famosa imagen de la momia con vendajes, que erróneamente se asocia con la protagonizada por Boris Karloff, la cual vería su continuación en la forma de un “no-remake” de acción, dirigido por Stephen Sommers en “The Mummy” (1999)
“Maybe he got too gay with the vestal virgins in the temple”
La evolución cinematográfica en 100 años, no parece hecha por el hombre, resulta más bien, un mágico poder, el tener la posibilidad de contar historias y perpetuarlas, para que generaciones venideras, estudien los métodos, los copien, los perfeccionen, o incluso, los destrocen.
El paso del tiempo, ha permitido redescubrir a muchos aficionados, no sólo la producción de cine fantástico en la Universal en la década de los años 30, sino al mismo tiempo, otros títulos que abordaron el género desde otras productoras, y con planteamientos incluso, más atrevidos y logrados cinematográficamente, que el del mitificado estudio creado por Carl Leammle.
De forma paralela, entre la propia apuesta de la Universal por el cine de horror de aquellos años, se encuentran títulos justamente valorados, otros que presentan bastantes deficiencias, y su valor real está muy por debajo de sus reales méritos, y finalmente, quedan ejemplos de films, en su momento poco apreciados, y que con el paso de los años, han ido ganando la estima de estudiosos y aficionados.
En cualquier caso, podemos situar a The Mummy, como una producción que se configura entre varios de esos apartados, puesto que en su momento, supuso el debut como realizador, del prestigioso director de fotografía alemán, Karl Freund, y al mismo tiempo, inauguraba uno de los mitos del terror barajados posteriormente en dicho estudio, en títulos de menor entidad.
The Mummy fue otro de los mitos, que más de 2 décadas después, abordó la inglesa Hammer Films, de la mano del gran Terence Fisher, con una película que si bien, no puede contarse entre las cimas del maestro británico, sí considero de mayor nivel, que el resultado que ahora comentamos.
Así las cosas, The Mummy es uno de los mejores homenajes que el cine ha hecho al Antiguo Egipcio, y a los mitos de momias, tumbas, y pirámides, que tantas veces sería imitado a posteriori, y que no han podido igualarla, ni menos aún, superarla.

“Put it back.
Bury it where you found it.
You have read the curse.
You dare deft it?”



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