Just Cause

“You've got The Trials Of Job ahead of you.
The Trials Of Job!”

A principios y mediados de los 90, debido al tremendo éxito que cosechaban algunos thrillers de intriga, se empezaron a fabricar muchas cintas de ese tipo, con objetivos claramente comerciales, y de dudosa calidad, únicamente aptos para ese público, que se conforma fácilmente, con historias tan sencillas y rebuscadas, como fastidiosamente previsibles.
“How did my parents look, hmm?
How did they smell?”
Just Cause es una película dramática, dirigida en 1995 por Arne Glimcher.
Protagonizada por Sean Connery, Laurence Fishburne, Ed Harris, Kate Capshaw, Blair Underwood, Ruby Dee, Kevin McCarthy, George Plimpton, Hope Lange, Chris Sarandon, Ned Beatty, Daniel J. Travanti, Taral Hicks, Scarlett Johansson, entre otros.
El guión es de Jeb Stuart y Peter Stone, basados en la novela homónima de John Katzenbach.
Just Cause juega con el truco del falso culpable, desarrollando progresivamente, lo que parece toda una conspiración contra un hombre de color, que ha sido juzgado por la mentalidad de una sociedad racista.
Justicia, venganza, crueldad, templanza... son los temas que Just Cause ilustra; y que merece ser vista, con alguna reserva respecto a la edad y sensibilidad de los espectadores; ya que trata de delitos contra la honestidad, como queda referido, en lenguaje forense, y por momentos, relatados por los victimarios, con la serena crudeza de los perversos.
Just Cause sigue a Bobby Earl Ferguson (Blair Underwood) un joven negro que se enfrenta a la silla eléctrica, acusado del asesinato de una joven.
8 años después del crimen, Bobby llama al profesor en leyes, Paul Armstrong (Sean Connery) para que le ayude a probar su inocencia.
Armstrong, pronto descubre pruebas falsas aportadas por la policía, pero a nadie le importa, porque todos creen que Bobby es el asesino.
La primera media hora de Just Cause, sin ser nada del otro mundo, apunta maneras.
El angosto y claustrofóbico mundo que rodea al condenado, desprende veracidad, impregnándose cierta asfixia en nuestra mente.
Sin embargo, la última media hora, se adentra en la trampa fácil.
El truco de la narración, es permitirle creer al espectador, que conoce todas las cartas del guionista; para luego éste, poder sacarse un as de la manga.
Siempre crees estar un paso por delante de Connery, piensas que sabes lo que pasará, pero en realidad, eres un iluso, porque no tienes idea de lo que realmente está ocurriendo.
Las indagaciones e investigaciones que realiza su personaje, en torno al misterioso suceso, logran captar la atención del espectador, sumergiéndolo en una trama de suspense, plagada de artimañas, y mentiras, con el racismo como trasfondo.
El entramado de la historia es excelente, y las cosas se van develando de un modo interesante y lógico.
Como dato, Just Cause tiene 2 finales:
Uno demasiado temprano, por lo que sospechamos que hay más.
De hecho, el director ya nos ha dado pistas para llegar a esta conclusión, pero recién ahora empezamos a prestarles atención.
La sorpresa del final, merece que guardemos sobrio silencio sobre otros detalles del argumento.
Just Cause es entonces, una compleja intriga detectivesca, en la que hay que atar muchos cabos sueltos, y donde los giros en la trama, son casi constantes.
Unos giros que en un principio, empiezan siendo bastante curiosos e interesantes, pero que finalmente, se vuelven demenciales en su búsqueda de sorprender al espectador, de cualquier forma posible.
Los últimos minutos, acaban de forma previsible lamentablemente, y hacen naufragar un poco, el resultado del que podría haber sido un thriller de intriga, que se saliera un poco de la estética marcada por los 90, viendo en esos últimos minutos, el típico espectáculo de acción, rematado por dosis de terror.
Por otra parte, hay algo de efectismo, en cuanto a la resolución de la trama, y las dosis de violencia son amplias, y muestran absolutamente todo, aunque se agradece por otra parte, que no se caiga en el morbo fácil y gratuito, además de que el misterio que se plantea en el comienzo, engancha bastante, y atrae al espectador durante toda la trama, sin aburrirle, ni perder el ritmo en ningún momento.
Mientras que Just Cause es en general fiel a la novela de Katzenbach, se aparta de ella en algunas áreas clave.
En particular, Bobby Earl Ferguson en la novela, no mata a los padres de Blair Sullivan, lo que en la trama se utiliza como una cortina de humo.
Además, Just Cause omite un personaje secundario, Andrea Schaeffer, un detective de homicidios, que ayuda en la investigación.
Por último, el personaje principal, aquí Paul Armstrong, se llama “Matt Cowart” en la novela, y es un periodista de investigación, en lugar de un profesor universitario.
En Just Cause, nos da la impresión, de que todo parece haber sido visto más de una vez, en otras películas semejantes, sobre todo, hay algún momento calcado de “Cape Fear” (1962), sobre todo el final, y que no acaba de decidirse por ser, específicamente, un thriller judicial, una película de acción, o algo de denuncia social.
En lo referente a las interpretaciones:
Vemos a un Sean Connery, ya entrado en años, que efectúa una buena interpretación de su personaje, pero que bien podría haber tenido algo más de personalidad.
Laurence Fishburne le secunda de manera más que notable, como Tanny Brown, dejando ver que es un enorme actor, considerablemente infravalorado.
Mención especial para las cortas, pero intensas apariciones, de un gran Ed Harris como Blair Sullivan, así como Ned Beatty como McNair.
Además, Kate Capshaw (Laurie Prentiss Armstrong) con un personaje que se podría haber obviado, pero que finalmente, resulta ser crucial en la trama; y la presencia de una jovencísima Scarlett Johansson, como la hija Armstrong, Katie.
“If that's a confession then my ass is a banjo!”
Además del entretenimiento, Just Cause tiene interés moral y psicológico.
En un mundo dominado por el sentimentalismo, las doctrinas garantistas hacen furor entre los que no han sido víctimas del delito.
Pero, como contracara, Just Cause moviliza deseos desmesurados de venganza, en los que sí han sido afectados por los delitos más agraviantes, como son los que afectan la vida y la honestidad de las víctimas.
Así pues, solemos ver a los teóricos garantistas, no necesariamente de la profesión judicial, poniendo todo tipo de reparos, al justo castigo de los delincuentes, mientras que si tienen la desgracia de ser víctimas, y a veces sin llegar a eso, sólo ante la posibilidad de que alguna persona querida, sufra estos atropellos; dicen estar dispuestos a venganzas propias, de la más truculenta crueldad oriental.
Lo cierto es que falta templanza y justicia.
Tanto para aplicar los remedios dolorosos y crueles que muchas veces son necesarios para preservar a la sociedad, como para aplicarlos con la serenidad y sobriedad que la justicia reclama.

“I hate pretty motherfuckers like you!”



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