Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God

“Warning, Serial Child Molester Is Free Around…”

Hace más de una década, se ha vuelto muy notoria, la crisis de ética y credibilidad por la que atraviesan amplios sectores de La Iglesia Católica; sin embargo, uno de los problemas que alimenta esa crisis, data en realidad, de siglos:
La violación de los votos de castidad, el abuso sexual, y la pedofilia; 3 estigmas muy alejados de los sufridos por Jesucristo, pero que están firmemente grabados en muchísimos de sus representantes en La Tierra, y que cuentan con una lamentable complicidad:
El encubrimiento del Vaticano.
El escándalo de los abusos sexuales por parte de sacerdotes, que logró mantenerse bastante oculto por siglos, ha estallado en toda su dimensión en los últimos años, gracias a la luz que comenzaron a arrojar sobre el tema, varios investigadores y medios de prensa, poniendo en evidencia además, que el primer reflejo de la cúpula vaticana, ha sido siempre y continúa siendo:
“Tapar todo”
Un escándalo que cunde en la mayoría de los países del mundo, y que ha sacudido en distintas etapas, las diócesis católicas de:
Italia, España, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Irlanda, Austria, Polonia, Estados Unidos, México, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia, Brasil, Chile, y Argentina; por mencionar los casos más frecuentes, y que está signado, como se dijo, por el encubrimiento.
En poco tiempo, cientos de sacerdotes, han sido condenados judicialmente por cometer delitos sexuales contra menores, y un buen número de obispos, han cesado de sus cargos, al hacerse públicas sus conductas pederastas.
La Iglesia esconde y minimiza este tremendo problema, pero no estamos ante algo puntual, sino ante la consecuencia de sus graves errores estructurales.
En pederastia en La Iglesia Católica, se analiza y denuncia, con solidez y dureza, la realidad, causas y efectos de la pederastia clerical, se cuantifica su dimensión, y se muestra, que la cúpula de la Iglesia, incluido el Papa, mantiene una legislación canónica, que obliga a encubrir y perdonar los delitos del clero.
Los casos de abuso sexual cometidos por miembros del clero de La Iglesia Católica, hacen referencia a una serie de condenas, juicios, e investigaciones sobre casos y crímenes de abuso sexual infantil, cometidos por sacerdotes y miembros del clero católico, contra menores de edad, que van desde los 3 años, involucrando la mayoría de los casos, niños de entre 11 y 14 años de edad.
Estos crímenes “laesae maiestatis”, pueden incluir sexo anal y/o penetración oral, comúnmente.
Los casos han sido documentados, y denunciados ante las autoridades civiles de varios países, resultando en la persecución de los sacerdotes pederastas, y demandas civiles contra las diócesis de La Iglesia Católica.
Lamentablemente, muchos de los casos, salen a la luz pública, varias décadas después de los hechos.
No obstante, las demandas ante las autoridades, han sido hechas también contra la jerarquía católica, quien en muchas ocasiones, obstaculiza las investigaciones, además de no reportar, y de hecho, encubrir a los sacerdotes pederastas, moviéndolos de parroquias para evitar su detención y juicio.
Y es que a partir de la segunda mitad del siglo XX, se ha incrementado el número de denuncias por abuso sexual infantil, en todas sus variedades, por parte de religiosos católicos romanos.
En los últimos años, han cobrado relevancia los casos de Irlanda, Estados Unidos, y Alemania, donde las autoridades locales, han encontrado culpables a sacerdotes católicos de cientos de acusaciones de pedofilia.
El escándalo, ha alcanzado a congregaciones como La Legión de Cristo; ocasionó la renuncia de los obispos irlandeses de Cloyne, John Magee, y de la diócesis de Kildare y Leighlin, James Moriarty, quienes reconocieron, haber sido negligentes ante las denuncias de pedofilia, por sacerdotes en sus diócesis; y ha llevado a la cárcel, a varios sacerdotes católicos romanos.
En abril de 2010, Roger Joseph Vangheluwe, dimitió como obispo de Brujas, Bélgica, por haber abusado sexualmente de un joven cuando era sacerdote, y al comienzo de su episcopado.
Organizaciones de víctimas de pedofilia, han señalado que los papas, Juan Pablo II y Benedicto XVI, tienen algún grado de responsabilidad, al haber encubierto abusos, o bien, omitido las denuncias.
El Vaticano, por la voz de Benedicto XVI, ha condenado la pedofilia, y reconocido los casos que han llevado al escándalo por esta causa, en los últimos años de la primera década del siglo XXI.
Se sabe, que el primer viaje que Benedicto XVI realizó a EEUU desde su elección como pontífice, recibió por sorpresa, a un grupo de víctimas de abusos sexuales por sacerdotes pederastas; dijo entonces, que estos escándalos fueron “una vergüenza que no se debe repetir” y admitió que “fueron pésimamente gestionados”
A través de un comunicado dirigido a los católicos de Irlanda, el máximo jerarca católico, ha reconocido la actuación “insuficiente” del Vaticano, hacia los casos de pedofilia denunciados, y reconoció que se trató de actos criminales, que dañaron a las víctimas, y han dañado la imagen de la Iglesia en el mundo; actos por los cuales, los sacerdotes “deberán responder ante Dios, y los tribunales debidamente constituidos”
El papa Benedicto XVI, ha reconocido públicamente, los casos de pedofilia cometidos por sacerdotes, ha pedido perdón a las víctimas, y sostenido que los culpables, deben responder ante los tribunales.
Ratzinger también inició un proceso muy conocido, contra Marcial Maciel, por acusaciones de pedofilia.
Sin embargo, en el 2006, cuando Ratzinger ya era papa, anunció el cierre de la investigación sobre Maciel, debido a su avanzada edad y quebrantada salud, ordenándole el retiro del sacerdocio público, para consagrarse a una vida de “oración y penitencia”
Mientras que en otros países como Austria, los medios de comunicación publican prácticas realizadas en instituciones católicas, entre ellas, El Coro de Los Niños Cantores de Viena, según publicó el diario “Der Standard”
Ya a finales de los 80, y en la década de los 90, hubo acusaciones en ese sentido en el mismo coro; y en 2009, se contabilizaron 12 denuncias por abusos a menores.
En Irlanda, un informe detalla, décadas de violencia sexual a menores en los orfanatos, reformatorios, y escuelas, propiedad o dirigidos por miembros de La Iglesia Católica.
En 2010, en EEUU, los escándalos por abusos sexuales a menores, surgen nuevamente en la prensa estadounidense:
The New York Times revela, que las autoridades vaticanas encubrieron al sacerdote de EEUU, Lawrence C. Murphy, fallecido en 1998, y que supuestamente, abusó sexualmente de unos 200 menores sordos, durante más de 20 años, en una escuela de enseñanza especial en Wisconsin.
Según el diario, La Congregación Vaticana para La Doctrina de La Fe, dirigida por el entonces, Papa Benedicto XVI entre 1981 y 2005, no respondió a las 3 cartas enviadas al respecto por el arzobispo de Milwaukee.
El Vaticano explica, que el sacerdote no fue castigado, ya que cuando se tuvo conocimiento del caso, habían transcurrido 20 años, y el religioso estaba muy enfermo.
¿Realmente el Papa Benedicto XVI, renunció por quebrantos de salud?
Uno de los informes indica, que los costes relacionados con estos problemas de pederastia eclesiástica, superaron los $570 millones, en concepto de gastos legales, indemnizaciones, terapia para las víctimas, y tratamiento para los infractores.
“Deaf Power”
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God es una película documental del año 2012, escrita y dirigida por Alex Gibney.
Protagonizada por Terry Kohut, Gary Smith, Pat Kuehn, Arthur Budzinski, Lawrence Murphy, Richard Sipe, Scott Kuehn, Angela Kuehn, Patrick Wall, Bob Bolger, John Conway, Jim Heydendahl, Geoffrey Robertson, Jeff Anderson, Jamey Sheridan, Chris Cooper, Ethan Hawke, John Slattery, entre otros.
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God obtuvo varios premios internacionales, como el EMMY al Mejor Guión para un Programa No Ficticio, y Mejor Edición de Imagen Excepcional para un Programa No Ficticio; y ha contado con el apoyo de organizaciones mundiales como:
Male Survivor, Voice Of The Faithful, The National Child Abuse Hotline, Rape, Abuse And Incest National Network, Survivors Network Of Those Abused By Priests, The Joyful Heart Foundation, y The National Association Of The Deaf.
Muchos de las víctimas del documental Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God, pertenecieron al St. John's School para sordos, entre los años de 1950 y 1974.
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God fue filmada en Irlanda e Italia, y es una producción estadounidense, que fue producida por Kristen Vaurio, Alexandra Johnes, y Todd y Jedd Wider.
En palabras de su director:
“Queremos darle voz a los ofendidos.
Realicé este documental buscando justicia”
El cineasta, revela el proceso, sorprendido, que a pesar de los casos documentados por libros y películas, La Iglesia Católica se empeña en encubrir a decenas de sacerdotes, “depredadores compulsivos”, que actúan bajo el cobijo del poder del Vaticano.
“Es terrible que una institución religiosa tan “consagrada” a la caridad y al amor, dedique gran parte de su tiempo, a proteger pedófilos”, dice Gibney.
La documentación se basa a través del testimonio 4 de las víctimas, hombres:
Terry Kohut, Gary Smith, Arthur Budzinski y Pat Kuehn; cuyas historias son la voz de actores estadounidenses:
Chris Cooper, Ethan Hawke, Jamey Sheridan, y John Slattery; quienes proporcionan la traducción vocal de los entrevistados sordos; además de fotografías, artículos de prensa, grabaciones de vídeo de 8 mm, un video de promoción, clips de noticias, recreaciones de entrevistas con un consejero de salud mental, con 18 años de experiencia como monje benedictino, que estudió el celibato en el sacerdocio durante 2 décadas y media; los datos de un ex monje benedictino, que fue dado en asignación especial por La Iglesia; ex alumnos del St. John, el abogado de Gary Smith, un sacerdote experimentado en denuncias públicas, con un doctorado en derecho canónico, llamado Thomas Doyle; el corresponsal italiano del Vaticano, llamado Marco Politi; un corresponsal en Roma, un abogado de derechos humanos, un reportero de la televisión irlandesa, un irlandés, cofundador de un sitio web, suspendido por el Vaticano, llamado “CountMeOut” que anima a los ciudadanos irlandeses que dejar La Iglesia Católica; un italiano cofundador de un sitio web, llamado “Anticlericale”; un corresponsal nacional estadounidense del New York Times, y un arzobispo en la parroquia de Milwaukee, entre otros que participaron para fundamentar Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God; la cual se estrenó el 9 de septiembre de 2012, en el Toronto International Film Festival.
Más tarde, se abrió en estreno limitado, el 16 de noviembre de 2012, y se estrenó en todo el mundo, por HBO, el 4 de febrero de 2013.
El título “Mea Maxima Culpa”, deriva de una frase en latín, y está tomada de la “Confíteor” que forma parte de la misa católica, y se traduce como “Mi Gran Culpa”, o “La Culpa”
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God es una historia de terror, acerca de la política y el poder; también es una historia sobre un valor extraordinario, los que inicialmente se adelantaron y hablaron de lo que pasó.
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God es un documental magistral, que se vuelve cada vez más intenso, a medida que el espectador se absorbe en la historia.
El director, hace un buen trabajo de documentación, de los esfuerzos innovadores, valientes y tenaces, de un grupo de hombres sordos, para exponer y denunciar a un sacerdote pederasta, que dirigía una escuela para niños sordos, y que se aprovechaba de ellos durante muchos años en su niñez.
Por otra parte, la naturaleza de los crímenes, y la falta generalizada de acción por parte de La Iglesia Católica, a la disciplina del sacerdote criminal, y ayudar a sus víctimas, es verdaderamente repugnante.
Es así como Gibney, va revelando todas las artimañas y complicidades de clérigos de mayor jerarquía, que buscaban la manera de encubrir a toda costa, las acciones de los pederastas.
Además, Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God proporciona datos impactantes, como:
Sólo 50% de los sacerdotes en Estados Unidos, practica el celibato; el otro 50% establece relaciones homosexuales y heterosexuales; y una buena parte, asignados a parroquias, escuelas, e internados católicos, en toda la Unión Americana, ejerce la pederastia.
En el documental, se aborda otros planteamientos, sustentados por ex sacerdotes que decepcionados, han abandonado el ministerio, para dedicarse a denunciar las redes, y relaciones entre arquidiócesis, en diferentes partes del mundo, y las más altas esferas en El Vaticano.
Estos hombres argumentan, que es la propia Iglesia la que protege, encubre, y peor aún, produce a los sacerdotes pederastas.
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God critica la falta de respuesta en personajes como Ratzinger, y sostiene que es imposible, que en su cargo en La Congregación para La Doctrina de La Fe, no tuviera conocimiento de los abusos.
Desde luego, un personaje como el mexicano Marcial Maciel, y su escandalosa vida, ocupan una parte importante de las investigaciones plasmadas en la pantalla por Alex Gibney, en un documental contundente, honesto, recomendable, pero para el que hay que tener bien preparado el estómago.
“I'm not talking about religion, I'm talking about child molestation”
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God es un “tour de forcé”; visto a través del prisma de los supervivientes sordos del depredador sexual, el padre Lawrence C. Murphy, a través de sus años de infancia en una escuela especial para sordos, es imposible ver esto sin rabia y dolor.
Rabia en la jerarquía de la Iglesia, que sancionó el abuso de los niños, a través del silencio y la inacción, y con la tristeza de los miles de niños de todo el mundo, que han visto sus infancias robadas por ellos.
Es así como Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God se centra principalmente, en el sociópata depredador, Lawrence C. Murphy, que de alguna manera, se defiende a sí mismo, creyendo que estaba ayudando a estos jóvenes, para hacer frente a su sexualidad emergente, a menudo, en la intimidad del confesionario…
El comentario de los adultos sobrevivientes, es desgarrador.
Frustrado en todo momento, este grupo de héroes sobrevivientes, recurre a la producción de carteles en la comunidad denunciándolo, escribiendo las palabras de “Se Busca”, que representa al Padre Murphy, como un pederasta en serie.
La comentarista del New York Times, Lorie Goodstein, quien comenzó a escribir de este horror hace años, junto con funcionarios de La Iglesia que fueron rechazados por El Vaticano, al tratar de abordar estas quejas, y el abogado que en última instancia, presentó una demanda contra El Vaticano, e individuos miembros de la jerarquía de La Iglesia, convierten a todo esto, en un proceso delictivo, apasionante y frustrante.
Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God detalla la primera protesta conocida, contra el abuso sexual clerical en los Estados Unidos, por 4 hombres sordos.
Esencialmente, se centra en varios adultos sordos, que están ahora en sus años 60s y 70s; que recuerdan el horror vivido en los años de 1950, cuando eran niños, y fueron abusados sexualmente por sacerdotes en Milwaukee.
El tamaño monumental de los daños causados por la iglesia en cuanto al silencio, no se puede poner en palabras.
Darse cuenta de decenas de miles de abusos en niños, ser capaz de tomar medidas, y sin embargo, optan por permanecer en silencio, está más allá de mi comprensión, no sólo como un ser humano, sino como un cristiano devoto.
Mientras que El Vaticano sigue mintiendo, se involucra en el encubrimiento, y toma posturas como estar por encima de todos los crímenes cometidos en el ámbito parroquial, Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God indiscutiblemente, enlaza a Roma con casi toda la suciedad hecha por sus fieles servidores.
La jerarquía de la Iglesia, era mucho más que un facilitador; y denuncian que han sido cómplices en estas conspiraciones, durante los últimos 1700 años:
La Inquisición; La Guerra Contra La Iluminación; Las Cruzadas; Pactos con El Fascismo; Los delitos sexuales y sus encubrimientos…
¿Por qué La Iglesia Católica, no es juzgada por crímenes contra la humanidad?
Como dato, en Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God, la palabra “héroe” se usa en exceso, y no es gratuita para los sobrevivientes.
Y es peor aún, a menudo mal aplicado a los atletas y celebridades en nuestra cultura, que francamente no hacen nada para merecer semejante adulación.
Es gracias a ellos, las victimas, que hay verdaderos héroes en este mundo.
Algunos de ellos aparecen en Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God, ya que son hombres valientes, que fueron lo suficientemente fuertes como para dar un paso adelante, y decir lo que pasó.
¿Imagínese la humillación de revelar una de las peores cosas imaginables, la comisión de actos sexuales en los niños?
¿Imagínese lo que llevó a estas personas valientes, que arriesgaron ser señalas con el dedo, los susurros, y el ridículo público por el bien de la justicia?
¿Por qué es importante esto?
¿Por qué te importa?
Tal vez usted no lo hará; pero si cientos de años de historia, sobre corrupción institucionalizada, de arriba a abajo, y una conspiración permanente de la negación del Vaticano, no le mecen hacia desprecio por La Iglesia Católica, entonces, nada lo hará.
La historia de cómo estos hombres, que valientemente continuaron su búsqueda de la justicia, prevaleció a pesar de una tremenda falta de acción iglesia, y la resistencia es inspiradora, heroica en todos los contextos.
Y Gracias a Dios, había hombres lo suficientemente valientes, como para salir de las sombras, y un cineasta muy dedicado, dispuesto a brillar una lente y una luz en los rincones más oscuros del alma de la Iglesia.
Al mismo tiempo, la perseverancia de estas víctimas, y su negativa a renunciar a la búsqueda de la verdad y la justicia, no para los fines de venganza, sino garantizando que ningún otro niño, sea objeto de ese destino, es absolutamente conmovedor, e inspirador.
Más impactante que los hechos por sí solos, fue la revelación de que ha habido una serie de ofensivas sacerdotes, y toda una jerarquía que lleva hasta las más altas esferas del Vaticano, han unido sus fuerzas, para encubrir este tipo de incidentes, y hace que sea difícil de encontrar cualquier palabra, para describir el río de emociones en las experiencias durante la visualización.
Ver Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God, y apoyarla por la importante labor que hace, en la exposición de un muy grave abuso de confianza por una institución de enorme poder, que aún obstinadamente, se niega a sostener responsabilidades de tantos crímenes horrendos.
Sólo puedo esperar, que los gritos de los niños sordos, ahora hombres, pueda provocar vientos de cambio, y los que realmente se preocupan por la reputación de La Iglesia Católica, garanticen que los responsables, sean llevados ante la justicia.
Una visión emocional, difícil pero altamente recomendado, como didáctica, y se envía un mensaje claro, de que La Iglesia tiene un largo camino por recorrer, en la reconstrucción de su confianza como congregación.
Aunque las víctimas del St. John’s School han estado trabajando durante más de 3 décadas para llamar la atención sobre el problema, y buscar la justicia por su sufrimiento, su historia ganó fuerza, después de New York Times, y la escritora Laurie Goodstein, escribiera un artículo en el año 2010, sobre el fracaso del Vaticano contra Murphy, a pesar de que se presentaron con la evidencia innegable de sus crímenes, y fuertes advertencias recibidas de algunos funcionarios de la iglesia estadounidense.
En las investigaciones, se cree que Murphy abusó de más de 200 niños, en el internado St. John, de los años 50 hasta 1974, hasta cuando fue transferido a otra parroquia.
El Vaticano por su parte, fue alertado de la conducta de Murphy en 1963, y no hizo nada.
Si bien durante el metraje, los actores Jamey Sheridan, Chris Cooper, Ethan Hawke y John Slattery dan voz a las víctimas, se utilizan signos con golpes de mano, para expresar los horrores que sufrieron a manos de Murphy, y la vergüenza que le siguió.
Libros de texto sobre el comportamiento depredador de Murphy, fueron investigados, para señalar lo que percibía, de cómo escogía a los alumnos más débiles, y explotar aún más, el hecho de que se enfrentaban a una barrera obvia para comunicarse por teléfono con sus familias.
Las investigaciones derivadas de la demanda de Terry Kohut, terminaron llevando al descubrimiento de documentos secretos del Vaticano, que detallaba muchos casos de abuso sexual encubrimientos, que llegan a los más altos niveles de La Iglesia Católica, con los Papas, Juan Pablo II y Benedicto XVI, entonces Cardenal Joseph Ratzinger, implicado considerablemente.
Cada uno de los hombres que fueron víctimas de Murphy, sacaron a luz el primer caso conocido, de protesta pública, contra el abuso sexual clerical, que más tarde condujo al caso de escándalo sexual, conocido como El Caso Lawrence Murphy.
A través de este caso, Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God sigue a un encubrimiento que serpentea desde las casas curales de Milwaukee, Wisconsin; a través de los coros de iglesias en Irlanda, hasta llegar al más alto cargo del Vaticano.
Y todo inició cuando Terry Kohut, Gary Smith, Pat Kuehn, y Arthur Budzinski llegaron a St. John’s School para sordos en Milwaukee, Wisconsin; cuando se maravillaron de las delicadas vistas, como el castillo por su infraestructura, y las hermosas estatuas de Jesucristo, que se erguía orgullosamente en el patio.
Así, se fueron reunieron los gustos de varios escolares de su misma edad, las amistades hechas, se convirtieron en muy cercanas para las monjas, e incluso, se disfrutó de la compañía de su sacerdote, el padre Lawrence Murphy.
Los hombres cuentan y reflexionan, sobre la forma en que se esforzaron por cumplir con los estándares de Murphy, y trataron siempre muy duro, para no defraudarlo o molestarle.
Entonces, sucedió lo impensable, los 4 jóvenes, en diferentes momentos, fueron atraídos a la oficina de Murphy, y se les dijo que debían desnudarse, o masturbarse, en presencia del propio Murphy.
Los niños colaboraron, lo hicieron, como buenos niños católicos lo hacen a menudo, y de inmediato supieron, que algo no estaba bien.
Más tarde, ellos lo vieron abusar sexualmente de otros niños, entrar en sus habitaciones a todas horas de la noche, de forma silenciosa como si fuera un felino depredando a su presa; y abusar sexualmente de ellos, mientras estaban en la cama.
Se nos cuenta de primera mano, que Murphy abusó específicamente, de los niños cuyos padres no pueden entender lenguaje de señas, para que ellos no pudieran comunicarse con sus padres, y decirles lo que pasó.
Muchos de los niños, al recibir a los visitantes de la familia, tuvieron la desdicha de comunicarse a través de Murphy, por lo que ninguna palabra al respecto, fue conocida.
Sus delatores se preguntan, dónde se hallaban las monjas, que supuestamente debían cuidarlos; y que tenían conocimientos de las acciones de Murphy…
Fue así, como Terry Kohut lo denunció ante El Vaticano, como “John Doe”
Pero aunque su caso fue sobreseído durante ese momento; él lo prosigue en las cortes de Wisconsin.
Fue hacia 1963, cuando Murphy se ausentó de la escuela, quedando en su cargo, su homólogo David Walsh, a quien una de las víctimas le confesó todo.
Walsh se había enterado del problema desde 1958, cuando redactó un informe al arzobispo Meyer, así como al delegado apostólico del Vaticano en Washington.
A su regreso, Murphy fue encarado por Walsh; y nada sucedió.
A los niños que lo acusaron ante la policía, tampoco se les creyó.
Incluso, cuando los niños se tragaban el coraje para decirles a sus padres, ellos no escucharon...
Muchos pensaron, admiraban la labor de Murphy y lo respetaban por ello.
¿Pero eran los hombres del Señor, y cómo podrían atreverse cometer la atrocidad que es, el abuso de menores?
Esto se prolongó durante muchos años, ya que Murphy continuó molestando a los niños sordos, y a los que ya estaban mal equipados en comunicación formal.
Por tanto, los chicos tuvieron que encontrar la manera, de decirle a la gente en el exterior, de los horrores que pasaron en St. John, y fue cuando crearon los carteles de “Se Busca”, instando a que era un “pederasta serial” y necesitaba ser detenido.
Tal coraje de los niños, debe ser admirado, no silenciado.
Con todo, Lawrence C. Murphy, siendo profesor y teólogo, criado en la ciudad de Milwaukee, Wisconsin, en los EEUU, y que en 1950 ya era un hombre de 25 años de edad, legalmente sacerdote desde ese año, y 13 años más tarde, fue cuando ascendió como director de St. John, donde fue “amado por todos los niños de la escuela” que lo buscaban para su atención, y donde tenía una manera de conseguir que lo siguieran dondequiera que los quería, como “El Flautista de Hamelín” de los Hermanos Grimm, y hacer lo que quería que hicieran, y usó sus habilidades pedagógicas y de estatura superior, para abusar psicológica y sexualmente de ellos.
La perversidad del sujeto, llegaba a tales niveles, que seleccionaba entre los niños con esa discapacidad, a aquellos cuyos padres no dominaban el lenguaje de señas, y por tanto, a los hijos que no podían comunicar lo que él les hacía.
Lo peor era, que cuando algunos alcanzaban a expresar los abusos, nadie les creía, pues en los 60, había cierta idea, de que su discapacidad, los llevaba también a sufrir, de cierto retraso mental…
Las justificaciones de Murphy, según parece, fueron:
Que hubo homosexualidad rampante entre los chicos; he arreglado el problema…
Pensé que si “jugado” con un niño una vez por semana, iban a tener sus necesidades satisfechas…
Pensé que estaba tomando sus pecados en mí…
Fue educación para ellos, que estaban confundidos sobre el sexo…
Muchos de los chicos temían la ronda nocturna del sacerdote, las cuales a veces, incluía el abuso de más de un niño en sus camas.
“Nadie decía nada”, relató Steve Geier, sobre quien los abusos comenzaron cuando tenía 7 años.
“A veces, cuando otros pequeños veían cómo el reverendo abusaba de sus compañeros, se tapaban la cabeza con las mantas, se abrazaban, y sollozaban juntos.
No podías escapar.
Era como estar en una prisión”, declaró en una entrevista.
“Me sentía muy confundido, el padre Murphy me manoseaba, y yo preguntaba:
Dios:
¿Esto está bien?”
El joven sintió, que estaba haciendo bien, no el mal.
Entonces:
¿Cómo era su brújula moral, tan distorsionada y desorientada?
Los productores de pornografía cibernética, y los usuarios de pornografía infantil, hoy en día, ofrecen mejores excusas.
Al explotar el caso, Murphy fue removido, aunque permaneció como fundador y director del alumnado.
Hacia 1975, Gary Smith interpuso una demanda civil contra La Arquidiócesis de Milwaukee y el cura, pero fue persuadido para firmar una disculpa, y se retractó.
Hasta diciembre de 1993, el padre fue evaluado por la terapista Kathy Walter, quien suscribe en Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God, que Murphy admitió el abuso a 19 niños.
Y es por ello, que Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God destaca el enfrentamiento de Budzinski, Smith, y Bolger con su victimario, en su casa de Boulder Junction, en julio de 1996; cuando Lawrence Murphy sólo dice:
“¡Déjenme en paz!”
El 25 de marzo de 2010, el diario estadounidense The New York Times, publica una colección de documentos, que supuestamente muestran que el Cardenal Joseph Ratzinger, no respondió a más de 200 quejas de abuso sexual contra Lawrence Murphy, quien trabajó en una escuela católica para niños sordos en Wisconsin entre 1950 y 1974.
La Iglesia rechazó la denuncia.
Algunas de las víctimas del padre Murphy, denunciaron estos abusos a las autoridades civiles, que abrieron una investigación en ese momento; sin embargo, esa investigación se cerró.
La Congregación para La Doctrina de La Fe, solo fue informada sobre el asunto, 20 años más tarde.
Considerando el hecho de que el padre Murphy era anciano, y se encontraba en malas condiciones de salud, que vivía retirado, y que desde hacía más de 20 años no se habían presentado acusaciones de nuevos abusos, La Congregación para La Doctrina de La Fe, sugirió que el arzobispo de Milwaukee, estudiara la manera de afrontar la situación, por ejemplo, restringiendo el ministerio público del padre Murphy, y pidiéndole que asumiera toda la responsabilidad, por la gravedad de sus acciones.
Pero, el padre Murphy murió aproximadamente 4 meses más tarde, en 1998, plácidamente, sin más incidentes, a los 72 años, y fue enterrado con su hábito de cura.
A día de hoy, nadie sabe con exactitud, cuántos chicos sufrieron a manos de Murphy en los 24 años que estuvo al frente de la escuela.
Pudieron haber sido hasta más de 200, que es el estimado, donde la mayoría no lo revelaron durante años, y otros no lo harán nunca.
Murphy nunca fue juzgado o sancionado por La Iglesia, e incluso, la policía y los fiscales, hicieron caso omiso a las declaraciones de las víctimas, según los documentos en poder de The New York Times, que los obtuvo de los abogados de los 5 hombres que demandaron a La Archidiócesis de Milwaukee.
Las víctimas de los abusos sexuales de sacerdotes en EEUU, tildaron de “inaceptable” la respuesta del Vaticano al escándalo.
La Red de Supervivientes de Abusos de Sacerdotes (SNAP) improvisó una protesta ante La Plaza de San Pedro, para denunciar el silencio del Vaticano, ante los abusos.
Y la policía les requisó todos los documentos, entre ellos, las copias de las misivas cruzadas entre El Vaticano y La Archidiócesis de Milwaukee, y unas fotos de Ratzinger y Bertone, y les retuvo durante 2 horas y media en una comisaría.
“Qué ironía, las víctimas hemos sido interrogadas por la policía, mientras que Murphy, no tuvo que responder nunca de sus abusos”, se lamentó Peter Isely, de SNAP.
“Me despierto todas las noches, temblando de miedo, de que ésta sea una noche que me toque.
¿Se imaginan eso?
¿Se puede?
Jesús, en la cruz en la pared, vio venir todas las noches que nos molestaban.
Debió estar conmocionado y triste todo el tiempo.
Espero que haya llorado como lo hicimos nosotros, porque éramos niños inocentes”, dijo Terry Kohut, por medio de un intérprete, y por medios de gestos con sus manos.
El portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, matiza que “Lo que se presentó a La Congregación, no tenía relación con procedimiento civil alguno, o con demandas judiciales contra el Padre Murphy.
En tales casos, El Código de Derecho Canónico, no prevé penas automáticas, pero recomienda que se haga un juicio, considerando la mayor pena eclesiástica, que es la expulsión de estado clerical”
Por ello, añade Lombardi:
“Visto que el Padre Murphy era anciano, su salud era precaria, vivía en aislamiento, y no se habían producido nuevas acusaciones en los últimos 20 años, La Congregación para La Doctrina de La Fe, tomó en consideración, la restricción al Padre Murphy de su ministerio, y pidió que aceptase la responsabilidad de sus graves actos”
Incluso, surgió la idea de comprar una isla en el Caribe: Carriacou, cerca de Costa Rica, para aislar ahí a los sacerdotes que abusaban sexualmente de los niños.
La Iglesia dio un anticipo de $50 mil para adquirirla, pero después, el proyecto fue desechado.
Ni la policía, ni la fiscalía.
Nadie, nadie, hizo nada.
“I think what this film does is show what happens to institutions when they become so convinced of their own goodness that they imagine that they can do no wrong”
De esta manera, conocemos también, el caso del “Cura Cantante” Tony Walsh, un atractivo sacerdote irlandés, imitador de Elvis Presley, que fue acusado por el abuso de más de 200 niños, y sentenciado en 2010, a 123 años de cárcel.
En 1978 fue acusado de abuso, justo al año de su ordenamiento; pero una investigación del gobierno en 2010, descubre que cometió otros 200 actos similares.
Walsh ingresó al centro para tratamiento de padres ofensores “Paraclete”, en Stroud, Inglaterra; y por febrero de 1995, en Irlanda, se le consignó por abuso sexual.
Pero también, el documentalista Alex Gibney, aborda en pantalla, el caso del padre Marcial Maciel Degollado, al cual Gibney llama:
“El Diablo con Disfraz”
Y es que los casos de abuso sexual contra menores de edad por parte de sacerdotes católicos en México, han sido denunciados desde hace décadas, aunque han sido pocos los que han llegado a ser confirmados.
En el 2002, La Iglesia fue acusada de cubrir los casos de abuso, e incluso, de pagar dinero para comprar el silencio de las víctimas.
Los Legionarios de Cristo, constituyen una organización católica específica, dentro de La Iglesia, como lo es también El Opus Dei, y como éste se ubica a la derecha, y se enmarca dentro de los postulados más ultraconservadores.
Su fundador es el sacerdote mexicano, Marcial Maciel Degollado, fundador de La Asociación Seglar Regnum Christi, y de La Congregación Católica Legión de Cristo.
El periodista Jason Berry, del National Catholic Reporter, ha investigado, y ha documentado, los métodos empleados por Maciel, para hacer crecer su organización:
Su habilidad para granjearse las simpatías de las aristocracias mexicanas, su maestría para obtener recursos económicos, y la red de protectores que tejió en El Vaticano a través de “donaciones oscuras” y una tapadera de corrupción, incluida la de menores de edad.
En vida, y después de la muerte de Maciel, se han hecho públicos, algunos detalles sobre su vida privada; en los casos más graves, se trata de delitos como el abuso sexual contra menores de edad, o el fraude, y la extorsión.
A pesar de la existencia de rumores, desde mediados de los años 50, sólo fue en los últimos años de su vida, que se divulgaron, y fueron aceptados por la jerarquía católica, y en última instancia, por las congregaciones que fundó.
Maciel argumentaba, que padecía de una extraña enfermedad, que los niños podían ayudar a aliviar; que se necesitaba una muestra de semen para un examen, y un “ayudante” para extraérselo.
Argumentos increíbles y ridículos para un adulto pensante, pero que fácilmente enganchan a un niño, o a un adolescente que confía en el padre, y le confiere autoridad moral, que incluso, incluye hasta el poder pedirle que haga cosas que él no entiende, o no le parece que sean buenas; que confía en que si el padre las dice, es que deben ser buenas, en uso y abuso de su sotana.
Este es exactamente, el tipo de confianza que deposita un hijo en su padre natural, quien le da indicaciones de hacer cosas “por su propio bien”, aunque “ahora no entiende, pero ya entenderá”, etcétera.
¡Qué asco!
Maciel fue acusado formalmente, de cometer abusos sexuales por algunos miembros de la congregación, y estudiantes de los establecimientos de los legionarios, a partir de 1997, aunque hay constancia de la existencia de quejas desde los años 40, según declara el diario español, El País.
El 19 de mayo de 2006, La Santa Sede confirmó, que el papa Benedicto XVI, había ordenado al padre Maciel, que se abstuviera de ejercer su ministerio públicamente, para llevar “una vida de oración y penitencia”
De esta manera, le prohibió el ejercicio del sacerdocio, luego de ser acusado de abuso sexual contra seminaristas.
El comunicado del Vaticano, agregó que la decisión se emitió, con la aprobación del Papa Benedicto XVI, “después de estudiar cuidadosamente los resultados de una investigación” del departamento doctrinal de La Santa Sede.
Señaló que Maciel había sido “invitado” a retirarse a “una vida reservada de oración y penitencia, y a no cumplir con su ministerio público”
Así, Marcial Maciel Degollado, murió en 2008, a los 87 años de edad, entre acusaciones de abuso sexual contra varios seminaristas y niños, y la exigencia por parte de las víctimas, de que pidiera perdón.
Uno de los acusadores de Maciel, fue el ex rector de la Universidad Anáhuac, Juan Manuel Fernández Amenábar, cuyo caso fue ha dado a conocer por Alberto Athié Gallo.
En 1997, 9 ex legionarios, enviaron una carta pública a Juan Pablo II, donde denunciaron abusos sexuales por parte de Maciel.
Las acusaciones en su contra, fueron negadas durante años por parte de La Legión de Cristo, que finalmente reconoció públicamente, los crímenes realizados por su fundador.
En 2009, saltó a la luz, la noticia de que Maciel era padre de una joven española, Norma Hilda Rivas.
A través de un comunicado en febrero de 2010, La Legión de Cristo reconoció las acusaciones de abuso sexual a menores, y se desvinculó de su fundador.
El 3 de marzo de 2010, en el programa radial Noticias MVS, con Carmen Aristegui, se presentaron:
Blanca Estela Lara Gutiérrez, y sus hijos, Omar, Raúl, y Cristian González Lara.
Los 2 últimos, son hijos de Maciel, quien tuvo una relación con Blanca Lara, desde que se conocieron en Tijuana, en los años 70.
La señora Lara y sus hijos, no se enteraron de la identidad de su padre, al que conocían como José Rivas, o José González, hasta 1997, en que vieron su fotografía en la portada de la revista Contenido.
En la entrevista radiofónica, Omar y Raúl González Lara, narraron los abusos sexuales que realizó su padre contra ellos, a lo largo de 8 años, y presentaron una grabación, en la que el rector de La Universidad Anáhuac, reconoce en la letra de las cartas, en poder de la familia González Lara, la letra del fundador de La Legión de Cristo.
Y es que Maciel gozó siempre de la protección papal; y por este asunto, se sigue un proceso penal en el tribunal ad hoc del Vaticano, aunque claro está, permanece paralizado.
Por su parte, Ratzinger se negó entonces, a abrir el caso, argumentando que Maciel “era una persona muy querida para Juan Pablo II; y era muy amigo de hombre poderosos como Carlos Slim Helú”
El Papa Juan Pablo II fue, precisamente, uno de sus principales protectores, e incluso, poco antes de morir, organizó un multitudinario homenaje al líder de Los Legionarios por “promover los valores de la familia, y de la persona humana”
Sus víctimas saben bien, cuál era la manera predilecta de Maciel, de promover esos valores…
Los autores consideran, que la protección de La Santa Sede, se debe a que el líder de Los Legionarios siempre ofreció una importante aportación económica al Vaticano, y agregan que, “en el caso del padre Maciel, nos enfrentamos a un encubrimiento papal.
Su carrera es un caso de estudio, sobre la desinformación:
La distorsión de la verdad, para alcanzar el poder, y fabricarse una imagen virtuosa, a partir de un comportamiento patológico.
Al no investigar cargos serios, El Vaticano ayudó a que se diera este proceso durante años”
Y lo peor es que no ha sido solamente Maciel, el criminal que cometió esos delitos, sino que según los datos que vamos teniendo, ya se puede hablar de una corrupción de la institución como tal.
Ya hay víctimas nuevas, de segunda y tercera generación.
Los abusados por Maciel de niños, ahora son superiores, y esos superiores ya han abusado de otros; y han llegado a altos estratos de poder, desde ser meros sacerdotes, hasta obispos, arzobispos, y cardenales, inclusive “preferiti”
Uno de las víctimas de Maciel por 10 años, comenta que luego de someterlo a las vejaciones sexuales, el líder de Los Legionarios intentaba tranquilizarlo diciéndole:
“No te preocupes si tienes remordimiento de conciencia; yo te doy la absolución”, y agrega que “Maciel es un depredador, hoy con la imagen de abuelo”
Según otros testimonios de víctimas de Maciel, éste utilizaba un patrón de conducta similar con los niños, o adolescentes internos.
Relatan que los elegía “bonitos”, que los mandaba llamar a su habitación para pedirles que le dieran un masaje, y que al lograr que le masturbaran, sencillamente se justificaba diciendo, que tenía “dispensa papal” porque estaba muy enfermo.
La frase que utilizaba con algunos para terminar con su siniestra sesión era:
“Lo que has hecho, es un acto de caridad”
Mientras las centenares de víctimas abusadas por Maciel, no pueden esperar ya más justicia, que la muy suave condena a “rezos y penitencia” impuesta al depredador por El Vaticano, la cuestión más urgente ahora, es saber hasta qué punto, el cáncer de la pederastia está infiltrado en la orden de Los Legionarios de Cristo, ya que miles de niños y adolescentes, pueden encontrarse en peligro, porque han pasado de ser víctimas a victimarios.
Por ello, Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God puede causar enfermedad, indignación, odio, y generar la condena a La Iglesia Católica en el Vaticano, pero lo más importante, ahora sabemos más sobre este tema, y hay que tratar de repararlo.
Si bien Angelo Sodano, impidió una investigación, se subraya que en marzo de 2005, cuando el Papa Juan Pablo II agonizaba, el entonces cardenal Ratzinger, arrancó la indagación de los crímenes canónicos realizados por Maciel, mandando a su predecesor, Charles Siciuna, a coleccionar evidencias en Nueva York, y en la Ciudad de México.
Como conclusión, El Vaticano terminó la averiguación de Maciel, y le ordenó vivir una vida de “penitencia y oración”, removiéndolo del ministerio.
A pesar de la evidencia de múltiples casos de abuso, El Vaticano eliminó todos los planes de juicio canónico al cura mexicano, quien murió en una mansión sacerdotal, en Jacksonville, Florida, EEUU.
Es sabido que nadie quiere leer o escuchar acerca de los sacerdotes, y los escándalos sexuales.
Es un tema horrible.
Ciertamente no es entretenimiento.
No hay satisfacción que se derive de someter a sí mismo, los indescriptibles males cometidos por miembros del clero.
Contemplando estos actos horribles contra los niños inocentes, que han durado tanto tiempo, en tantos lugares, es doloroso a la vista.
El Vaticano en todo momento, se negó a ser entrevistado para Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God.
“Omertà”
Los casos de abuso sexual a menores de edad, se presentaron siempre allí en donde niños y adolescentes estaban en contacto con religiosos, de la misma manera que sucede en otro tipo de organizaciones, que tienen la responsabilidad de su cuidado, o que están en contacto frecuente con los mismos.
La confianza que los ministros de la Iglesia generan entre los laicos, facilitó en la mayoría de las ocasiones, el obrar del abusador en parroquias, seminarios, orfanatos, hospitales, y organizaciones de trabajo social.
En muchos casos, la víctima no recibió atención inmediata, incluso por parte de su familia, debido al respeto que esta le tenía al implicado, o por temor, e ignorancia.
Las denuncias aumentaron de manera inmediata, no solo en países de tradición católica como Irlanda, sino en otras naciones, como El Reino Unido, Canadá y, sobre todo, en Estados Unidos, en donde recibieron una amplia difusión en los medios de comunicación, los cuales recogieron declaraciones de las víctimas.
Los informes se centraron especialmente, en las maneras en que los menores fueron abusados, y posteriormente silenciados por medio de constricciones morales, psicológicas e incluso violentas, y en el silencio que guardaron por años, algunos jerarcas de la Iglesia, hecho que constituye, siempre que el delito haya sido real, un caso de encubrimiento delictivo.
Muchas de las víctimas, conformaron asociaciones para fortalecer sus reclamos judiciales, y de compensación frente a los agresores y a las instituciones eclesiales, y en numerosos casos, recibieron el apoyo de partidos políticos, y otros sectores sociales.
Pero también, muchos casos resultaron ser calumniosos, evidenciando una manipulación en favor de ciertos intereses anti eclesiales, o de deseo de sensacionalismo periodístico.
El problema fundamental, no reside tanto en que haya sacerdotes que abusen sexualmente de menores, sino en que El Código de Derecho Canónico vigente, así como todas las instrucciones del Papa, y de la curia del Vaticano, obligan a encubrir esos delitos, y a proteger al clero delincuente.
En consecuencia, los cardenales, obispos, y el propio gobierno vaticano, practican con plena conciencia, el más vergonzoso de los delitos:
El Encubrimiento.
El Código de Derecho Canónico tiene tipificados diversos delitos, que se refieren a abusos sexuales cometidos por un sacerdote.
El canon 1395.2, especifica lo siguiente:
“El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el 6º mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencias o amenazas, o públicamente, o con un menor que no haya cumplido 16 años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical, cuando el caso lo requiera”
Se debe recordar, que el 6º mandamiento del Decálogo, prohíbe cometer actos impuros, por tanto, se refiere a cualquier acto sexual externo.
Y señala, después de un proceso penal eclesiástico, y de acuerdo a la gravedad del delito, penas como las siguientes:
Prohibición de permanecer en un determinado lugar, o territorio.
Privación de derechos, tales como la potestad, el cargo, el oficio, privilegios, facultades, gracias, títulos, e insignias, incluso honoríficas.
Prohibición de ejercer, lo cual puede darse dentro de un territorio determinado, o a modo universal.
El incriminado, puede ser transferido a otro tribunal eclesiástico superior; y
Suspensión del estado clerical.
Pero no es delito, cualquier pecado contra el 6º mandamiento.
El canon de que hablamos, sólo tipifica los pecados que se hayan cometido con violencia o amenazas, o públicamente, o con un menor de 16 años.
Más adelante se hacen unas precisiones acerca de la edad del menor ofendido, y también, sobre las personas que habitualmente tienen un uso imperfecto de la razón.
Si no se cumplen estos requisitos, el legislador no tipifica esa conducta como delito.
No quiere decirse con esto, que no sean graves, ni siquiera que sean menos graves que aquellos actos que sí son delictivos.
Cuando el legislador tipifica unas conductas como delictivas, y otras no, tiene en cuenta muchos factores, no solo la gravedad del pecado.
Vale la pena traer aquí, las aclaraciones que sobre el acto sexual ha aprobado La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, en el preámbulo de Las Normas Esenciales Acerca de Las Acusaciones Sobre Abuso Sexual, promulgadas el 8 de diciembre de 2002:
“Una ofensa canónica contra el 6º mandamiento del Decálogo (CIC, c. 1395.2; CCEO, c. 1453.1) no necesita ser un acto completo de la cópula.
Ni, para ser objetivamente grave, necesita el acto, implicar la fuerza, el contacto físico, o un resultado dañoso perceptible”
Por otra parte, “la imputabilidad, responsabilidad moral, para una ofensa canónica, se presume sobre la violación externa... a menos que sea de otra manera evidente”
La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, en Las Normas Esenciales, prevé al respecto que “si la pena de remoción del estado clerical no se ha aplicado, por ejemplo, por razones de la edad o de enfermedad avanzada; el delincuente deberá conducir “una vida de oración y penitencia”
No se le permitirá celebrar la Misa públicamente, o administrar los sacramentos.
Se le ordenará no usar el traje clerical, o presentarse públicamente como sacerdote”
El delito de abuso sexual, ha quedado reservado a La Congregación para La Doctrina de La Fe, si se comete con un menor de 18 años, por La Carta que aprueba Las Normas Sobre Los Delitos Más Graves.
Cuando se dé este caso, se deben aplicar las indicaciones de dicha Carta.
Por lo tanto, se reserva a la misma Congregación, la sustanciación del proceso.
El Ordinario o Superior, cuando tenga noticias verosímiles, de que se ha cometido un delito reservado a La Congregación, lo debe comunicar, aunque La Carta indica que, salvo que La Congregación avoque así la causa, debe proceder con su propio tribunal.
Este tribunal diocesano, además, ha de estar compuesto “sólo de sacerdotes”
Estas normas, sólo rigen, si el abuso sexual se comete con un menor de 18 años; en los demás supuestos de abuso sexual, están en vigor las normas de derecho común del Código de Derecho Canónico, o del Código de los Cánones de Las Iglesias Orientales.
Las Modificaciones a Las Normas de Los Delitos Más Graves, promulgadas en mayo de 2010, por su parte, establece lo siguiente:
“Artículo 6.1, 1º:
Es delito grave; el delito contra el 6º mandamiento del Decálogo, cometido por un clérigo con un menor de 18 años.
En este número, se equipara al menor, la persona que habitualmente tiene un uso imperfecto de la razón.
Por lo tanto, la prescripción será de 5 años en los abusos sexuales cometidos por un sacerdote, en todos los supuestos tipificados por el canon 1395.2, salvo si se trata de un abuso sobre un menor de 18 años, en cuyo caso prescribe a los 20 años, a contar desde el momento en que el menor cumple 18 años”
Por su parte, La Crimen Sollicitationis, en castellano “El Delito de Solicitación”, es una instrucción, aprobada por Juan XXIII en 1962, de La Sagrada Congregación del Santo Oficio, actualmente llamada “Congregación para La Doctrina de La Fe” está firmada por el Cardenal Alfredo Ottaviani, Secretario de La Congregación, y va dirigida a “todos los Arzobispos, Obispos, y otros Ordinarios locales, incluyendo aquellos de las iglesias católicas orientales”
En el documento, La Congregación del Santo Oficio, fijaba los procedimientos de “competencia exclusiva” para afrontar casos de clérigos, sacerdotes u obispos, de La Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, acusados de hacer uso del Sacramento de La Penitencia, para llevar a cabo acercamientos de índole sexual con los fieles, así como los correspondientes castigos por estos actos; las normas que establecía, eran más concretas que aquellas incluidas en El Código de Derecho Canónico.
Además, dio instrucciones de que se siguiesen los mismos procedimientos, en caso de denuncias de comportamientos homosexuales, pedófilos, o zoófilos, por parte del clero.
La directiva imponía la obligación de guardar en secreto, las averiguaciones judiciales por parte de la víctima, del sacerdote acusado de ello, y de cualquier testigo, bajo pena de excomunión, lo cual implica, verse apartado de La Iglesia Católica en la figura de la “excomunión”
Y es así, como El Crimen Sollicitationis, refleja una estrategia muy discutida de la iglesia, mantenida durante casi todo el siglo XX, respecto a los abusos sexuales.
Para algunas personas, es un indicativo de la política de ámbito mundial, de absoluto silencio y control de todos los casos de abusos sexuales, realizados por clérigos.
Es decir, una política explícita y escrita para cubrir los casos de abusos sexuales a menores, cometidos por clérigos; para castigar a aquellos que intenten llamar la atención sobre esos delitos, cometidos por hombres de la Iglesia.
Se ha señalado, que en ningún caso, el documento que resume el proceder frente al Crimen Sollicitationis, menciona proporcionar ayudar a las víctimas, aunque por otro lado insiste, en amedrentar y castigar a las víctimas, por discutir o revelar lo ocurrido, “iuramentum de secreto Servando” o “juramento de preservar el secreto”
Por su parte, Vatileaks menciona la “Sua Santità: Le Carte Segrete di Benedetto XVI” o “Su Santidad: Los Papeles Secretos de Benedicto XVI” el cual es un libro publicado por el periodista italiano, Gianluigi Nuzzi; compuesto por cartas confidenciales, y memorándums entre el papa Benedicto XVI, y su secretario personal, el sacerdote alemán, Georg Gänswein, con las conclusiones del comité papal que investigó las acciones de la orden religiosa Legión de Cristo, que fue afectada por el escándalo de pedofilia que involucró a su fundador, el sacerdote mexicano, Marcial Maciel Degollado, en la que le advierten que “si bien la situación financiera de la orden no es grave, sí es seria, y está en apuros”
Algunas opiniones lo presentan como “un libro controversial, que presenta al Vaticano, como un pesebre donde la intriga, los celos, y los golpes bajos, son el pan diario de las peleas faccionarias”
Luego de su primera publicación, El Vaticano tildó al libro de “criminal” y amenazó con tomar acciones legales en contra de su autor, su editor, y quienquiera que fuese culpable de “soplar” los documentos.
Y nosotros nos preguntamos
¿Estamos ante una Iglesia Santa?
Nos sorprende muchísimo ver, cómo tantos eclesiásticos de nuestros días, se resisten a conocer la existencia del mal y de la injusticia en el medio religioso católico, cuando, por otra parte, sabemos por La Sagrada Escritura, por los testimonios de Los Santos Padres, y por los documentos del no lejano Segundo Concilio Vaticano, que la Iglesia acepta oficialmente que es no sólo una Institución para los pecadores, sino también una Iglesia pecadora.
Que, aunque por su divino origen sea “sine macula et ruga”, la Iglesia está constantemente amenazada desde dentro (según Mateo, XXIV, 20) por maestros erróneos y por profetas mentirosos... por la tentación de hacer mal uso de su misión.
Que Dios otorga sitio al mal en la Iglesia, que la cizaña puede crecer hasta el fin de la cosecha, y que en la red del pescador, hay peces malos y peces buenos.
(Mateo, IV, 1; XIII, 24; XIII, 36; XIII, 47)
Sólo cuando la Iglesia se sabe Iglesia de los pecadores, se convence real y perdurablemente, y entiende semejante imperativo en toda su hondura, de que necesita de purificación, de que ha de aspirar siempre a la penitencia y a la reforma.
De lo contrario, todas las exigencias reformadoras, no son sino recetas de antigua prudencia, deseos sin fuerza, que sí pueden perfeccionar el derecho de una institución, y desarrollar una técnica y una táctica pastorales de grandes vuelos, pero que, con todo, no arraigan en el suelo de la vida, de la fe verdadera, y de la Iglesia humana.
Las conductas de abuso sexual a menores por parte de clérigos, así como el patrón de conducta encubridor por parte de las autoridades eclesiásticas, contradicen El Evangelio, vulneran la dignidad, y los derechos fundamentales de la persona, y cuestionan la naturaleza misma de la misión de la Iglesia en el mundo, y el papel de sus autoridades.
A los ojos de la opinión pública, los superiores de religiosos incriminados, ejercieron el acto de encubrimiento de los mismos, al no denunciar a las autoridades locales, los casos y tomar medidas como las descritas arriba, es decir, ordenar tratamientos terapéuticos, transferencias, y silencio ante la opinión pública.
Sin embargo, se desconoce que La Iglesia Católica, como organismo internacional representado por El Estado Vaticano, tiene una serie de tratados oficiales con diferentes naciones del mundo, los cuales son considerados dentro del ordenamiento jurídico internacional.
Muchos de esos tratados, son los concordatos, los cuales vienen regulados en cada país, en convenios entre el Estado, y el Estado Vaticano.
Desde esa perspectiva, y en numerosos casos por países, sacerdotes, o religiosos que incurren en cierto tipo de delitos, vienen procesados por los estamentos judiciales de La Iglesia Católica, que contempla penas específicas para casos como el abuso sexual a menores de edad.
Desde este punto de vista, muchos superiores no siguieron los procesos del Derecho Eclesiástico que contemplan incluso, el retiro definitivo del infractor.
Curiosamente, cuando las víctimas denunciaron los delitos a la opinión pública, se presentó un contraste evidente entre los 2 derechos, el civil y el eclesiástico; y la sensación ante aquellos que desconocen la lógica jurídica de la Iglesia, de que esta no denunció los casos a la policía del país en donde ocurrió el delito, como dentro de la sociedad civil se hace de manera ordinaria.
Un paralelo a este caso, se presenta entre el derecho penal civil y el derecho militar, en el cual, si un militar comete un delito, corresponde a un tribunal militar, su enjuiciamiento, y depende de dicho tribunal militar, si el caso amerita ser transferido a un tribunal civil.
Si el uniformado, en virtud de su delito, pierde la calidad militar, este puede ser juzgado por un tribunal civil como civil.
Este ejemplo es paralelo, para aquellas personas que están investidas con la condición de clérigos, o religiosos pertenecientes a La Iglesia Católica en todo el mundo.
Un ejemplo del choque entre el derecho civil y eclesiástico, se presentó en mayo de 2001, cuando el entonces cardenal, Joseph Ratzinger, Prefecto de La Congregación para La Doctrina de La Fe, envió una carta a todos los obispos católicos, declarando que las investigaciones internas de la Iglesia, sobre los casos de abuso sexual infantil, estaban sujetas a “secreto pontificio”, y que no debían ser denunciadas a las fuerzas públicas, hasta que las investigaciones fueran completadas bajo pena de excomunión.
En dicho acto, el cardenal obraba legítimamente dentro de los procesos eclesiásticos, y el secreto era válido, solo para la investigación interna, así como lo es para un proceso penal militar.
Por otra parte, no tuvo la intención de desalentar a las víctimas, a reportar los casos de abuso sexual a la policía.
Una de las consecuencias de este choque de ámbitos judiciales, se presentó en la legislación estadounidense, que obliga a la denuncia de los casos de abuso sexual a la policía.
Otro caso que describe los procesos judiciales de la Iglesia, y su contraste con el derecho civil, lo presenta el cardenal Bernard Law, Arzobispo de Boston, al cual, numerosas peticiones de laicos, y los medios de comunicación pidieron su renuncia, por la evidencia de numerosos casos de abuso sin debido proceso.
Ante la negativa del anciano prelado, el papa Juan Pablo II “aceptó” su renuncia de acuerdo al artículo 401, párrafo 2 del Código de Derecho Canónico, que dice que un obispo renuncia a su cargo por “razones graves”, lo cual lo hace “no apto” para ejercer más el cargo.
El pago extrajudicial a las víctimas de abuso infantil, por parte de los clérigos infractores, e incluso por parte de sus superiores, con el fin de comprar su silencio, ha sido otro aspecto que agrava la situación.
Si los mismos fueron hechos por los mismos superiores, quedan automáticamente incriminados, como encubrimiento de un delito, tanto dentro del derecho civil como eclesiástico.
Para más INRI, algunas víctimas, acuden al sacramento de la confesión ante otro ministro, en búsqueda de ayuda efectiva a su situación, sin embargo, lo único que hacen es neutralizar a quien podría ayudarles, porque involucra otro aspecto jurídico eclesial:
El sigilo sacramental, que de acuerdo al canon 983 del Código de Derecho Canónico establece, que este es inviolable, y adelanta que los confesores no pueden de manera absoluta, traicionar ni una sola parte de aquellos que el penitente les dice, con palabras o por cualquier otro medio.
De este modo, si la víctima narra los hechos a otro sacerdote de ese modo, dicho sacerdote queda absolutamente impedido, para revelar lo que sabe en ningún tribunal eclesiástico, o civil, elemento jurídico reconocido por la mayoría de los estados del mundo.
Por otro lado, si un niño es víctima de un caso de abuso sexual, debe comprender que no ha cometido pecado, sino que el pecado es del abusador.
Por otra parte, se ha estudiado las influencias sociales que se añadieron a las vulnerabilidades de los sacerdotes individuales, cuya preparación para una vida de celibato, eran insuficientes en ese tiempo.
Ni el celibato ni la homosexualidad, fueron las causas de los abusos, dicho desde El Pontificado de Juan Pablo II, La Iglesia comenzó a tratar el tema de la homosexualidad dentro del clero, ya que la mayoría de los casos de abuso sexual, involucran varones púberes.
La Congregación para La Educación Católica, publicó un documento en 2005, en donde controversialmente, establece un paralelo entre la homosexualidad y la pedofilia, y declara que la Iglesia “no puede admitir en los seminarios, o para las sagradas órdenes, a aquellos quienes practiquen la homosexualidad, presenten bien marcadas tendencias homosexuales, o apoyen a la llamada “cultura gay”
Un informe oficial, sobre los abusos sexuales a menores, de miembros de la Iglesia católica belga, pone de manifiesto que desde los años 60 hasta los 80, hubo más de 475 denuncias, y que 13 de las víctimas, acabaron suicidándose.
Y es que usar como objeto sexual a un menor, ya sea mediante la violencia, el engaño, la astucia, o la seducción, supone, ante todo, y por encima de cualquier otra opinión, un delito.
Y si bien es cierto que, además, el hecho puede verse como un “pecado” según el término católico, jamás puede ser lícito, ni honesto, ni admisible, abordarlo sólo como un “pecado” al tiempo que se ignora conscientemente su naturaleza básica de delito, tal como hace La Iglesia católica, tanto desde el ordenamiento jurídico interno que le es propio, como desde la praxis cotidiana de sus prelados.
De acuerdo a estudios de Philip Jenkins, profesor de Historia y Estudios Religiosos en La Universidad de Pensilvania:
El 99,8 % de los sacerdotes católicos, nunca se han visto implicados en este tipo de comportamientos delictivos, y no existe evidencia de que la pedofilia sea más común entre el clero católico, que entre los ministros protestantes, los líderes judíos, los médicos, o miembros de cualquier otra institución, en la que los adultos ocupen posiciones de autoridad sobre los niños.
Aunque por otra parte, el valor de las estadísticas en este caso es relativo, puesto que el método estadístico solo puede basarse en casos declarados.
Sin embargo, el fenómeno de abuso, tiende ser silenciado debido al carácter culpabilizante que tiene para el que lo comete, y al carácter vergonzante que tiene para el que lo padece.
Por tanto, los estudios de Jenkins, si bien han de ser tenidos en cuenta, son necesariamente relativos.
Por otro lado, un informe de la BBC de 2004, declara que en los Estados Unidos:
El 4 % del clero católico de ese país, ha estado implicado en prácticas sexuales con menores, en número aproximado de 4,000 sacerdotes, durante los últimos 50 años, aunque solo entre el 5% y el 10% de las víctimas, denuncia el caso, según Barbara Blaine, presidenta de La Red de Sobrevivientes de Abusados por Sacerdotes (SNAP) de los EEUU.
La mayoría de los casos, se presentaron en seminarios sacerdotales, escuelas y orfanatos, en donde niños y adolescentes estaban bajo el cuidado del clero.
La publicación de numerosos escándalos, creó una fuerte crítica hacia la jerarquía de la Iglesia, especialmente, por la actitud que algunos obispos y superiores religiosos asumieron frente a las evidencias del hecho, limitándose a llamados de atención privados, y el traslado del infractor a otros sitios, mientras se guardó una indiferencia sistemática frente a las víctimas, lo que llevó a la conclusión, de que los superiores de los infractores, estaban encubriendo el crimen.
Por otra parte, muchas denuncias fueron falsas, y aprovechadas por ciertos sectores opositores de la Iglesia.
El grupo SNAP, y el grupo de Derechos Humanos, Centro para Los Derechos Constitucionales, han declarado que han presentado una denuncia en El Tribunal Penal Internacional, alegando que los dirigentes del Vaticano, con el Papa Benedicto XVI al frente, toleraron y permitieron el sistemático y generalizado encubrimiento de las violaciones, y crímenes sexuales contra menores.
Poniendo el problema en perspectiva.
Cabe también preguntarse:
¿Todo esto, es un problema del celibato?
Lamentablemente, no sólo los medios de comunicación, sino también muchos cristianos, engañados por aquellos, se unen a la campaña de denigración de la Iglesia Católica, tomando pie de los escándalos protagonizados por algunos sacerdotes en los últimos años.
Haciendo así, poco ayudan a solucionar el problema.
La proporción de abusos a menores, por parte de personas casadas, es mucho mayor comparada con las célibes.
Como lo demuestran las estadísticas, además, los ministros protestantes casados, tienen su buena cuota de preocupación, también ellos.
Es hora de comenzar a tratar el tema con seriedad.
Un resumen de estadísticas cuantitativas y cualitativas, sobre la conducta sexual del clero católico, nos dice:
Que entre los sacerdotes actualmente en activo, un 95% de ellos se masturba, un 60% mantiene relaciones sexuales, un 26% soba a menores, un 20% realiza prácticas de carácter homosexual, un 12% es exclusivamente homosexual, y un 7% comete abusos sexuales graves con menores.
A partir de una muestra de 354 sacerdotes en activo que mantienen relaciones sexuales, puede dibujarse el perfil de las preferencias sexuales del clero, analizado con el siguiente resultado:
El 53% mantiene relaciones sexuales con mujeres adultas, el 21% lo hace con varones adultos, el 14% con menores varones, y el 12% con menores mujeres.
Se observa, por tanto, que un 74% de ellos, se relaciona sexualmente con adultos, mientras que el 26% restante, lo hace con menores; y que domina la práctica heterosexual en el 65% de los casos, frente al 35% que tienen orientación homosexual.
Estamos seguros con aquello de:
“Dejad que los niños se acerquen, dejad que vengan a mí”
El mal se viste de sotana, y El Vaticano ha volteado la cara por más de un milenio.
Alex Gibney clama en Mea Maxima Culpa: Silence In The House Of God:
“Hay que dejar de dar diezmo todos los domingos.
Debemos exigir a nuestros presidentes, que traten al Papa sólo como a un jefe de Estado.
Es lamentable que el jerarca de La Iglesia Católica declare:
“Está bien, hemos cometido un grave error…”
Y luego siga como si nada, permitiendo más abusos”
“My Most Grievous Fault”
La existencia de una cifra enorme de abusos sexuales sobre menores, dentro de La Iglesia Católica es ya un hecho innegable, que no es puntual, ni esporádico, ni aislado, ni está bajo control, antes al contrario.
Tampoco es, ni mucho menos, producto de una campaña emprendida contra la Iglesia, por oscuros intereses.
Los mayores enemigos de la Iglesia, mejor dicho, del mensaje evangélico que dicen representar, no deben buscarse en el exterior, basta y sobra con los muchos que existen entre su clero más granado.
La pérdida de creyentes y de credibilidad, tan enorme que está afectando a La Iglesia Católica, desde hace algo más de un siglo, no obedece tanto a la secularización de la sociedad, como a los gravísimos errores de una institución que ha perdido pie en el mundo real.
El cardenal James Stafford, miembro de La Curia Vaticana, cuando en abril de 2002 acudió a Roma para debatir el escándalo de la pedofilia en Estados Unidos junto al Papa, y al resto de cardenales norteamericanos, fue claro al afirmar que:
“La Iglesia pagará muy caros estos errores” según publicó La Reppublica.
“Ha sido una tragedia, pero tenemos la obligación de reaccionar y de ayudar por todos los medios a las víctimas”
Sin embargo, la reacción que llevó a La Iglesia Católica de EEUU, a plantearse en serio un problema que ella misma ya se había diagnosticado como grave, más de una década antes, no fue el interés por ayudar a las víctimas, sino el interés por evitar una bancarrota económica, que ya era evidente en buena parte de las diócesis del país, y que de rebote, afectaba a las siempre necesitadas Arcas Vaticanas, que veían peligrar las aportaciones de su principal contribuyente.
La alarma, en El Vaticano, se disparó por el dinero pagado en indemnizaciones a las víctimas de los delitos sexuales del clero, pero durante décadas, nadie se inmutó ante el grave daño que sabían se le estaba causado a cientos de menores de edad.
Cuando estalló el escándalo en las portadas de todos los medios de comunicación, la Iglesia de EEUU ya había pagado en secreto, unos $1,000 millones para comprar el silencio de centenares de víctimas de delitos sexuales de sacerdotes de sus diócesis, y todavía, quedaban pendientes de resolver, varios cientos de procesos judiciales, y denuncias por otros tantos delitos sexuales, a los que iban aparejados peticiones de indemnización por un monto global inmenso.
Una estimación del prestigioso Business Week, relacionó rápidamente la tormenta de denuncias de abuso sexual contra sacerdotes, que arreciaba sobre la Iglesia, con las dificultades financieras que estaban atravesando algunas de las diócesis más significativas de Estados Unidos.
La rica archidiócesis de Boston, bajo el cardenal Bernard Francis Law, el encubridor de curas pedófilos más pertinaz y notable del país, calculaba terminar el ejercicio del 2002, con un déficit de $5 millones.
Y como resultado, en 2004, fue nombrado Arcipreste de La Basílica de Santa María La Mayor, una de las 4 basílicas grandes de Roma; donde residió en un palacio lujoso y esclarecedor.
¿Es esto lo que mostramos a la gente, lo que sucede cuando haces daño y peligro a los niños?
Incluso, un comentario sobre los problemas de los Papas, demuestra que están más preocupados por el bienestar de los sacerdotes, que las víctimas reales de la tragedia.
Resulta tristemente claro, que están más preocupados por el nombre de la iglesia que por el bienestar de los miles de afectados por esto.
La Iglesia de Nueva York, igualmente adicta al encubrimiento, posee un déficit $20 millones.
La de Chicago, los números rojos serían de $23 millones...
El motivo había que buscarlo en la fuerte caída de las donaciones realizadas por sus fieles.
En marzo de 2002, las encuestas indicaban, que 3 de cada 4 católicos en EEUU, pensaban que las acusaciones de pedofilia contra sacerdotes, eran ciertas, y eso se traducía en el recorte, más o menos drástico de donaciones.
Otras encuestas de esos días, revelaban que un 72% de los católicos, opinaba que la jerarquía de La Iglesia Católica, manejaba mal el problema de la pedofilia, y un 74% consideraba, que El Vaticano “sólo piensa en defender su imagen, y no resolver el problema”
La clave del escándalo, había sido un asunto de imagen; los prelados de La Iglesia Católica, en todo el mundo, tienen orden de encubrir los delitos sexuales del clero, para proteger la imagen de honestidad de la institución.
En Estados Unidos, se les estaba derrumbando parte del muro de contención, que ocultaba cientos de delitos sexuales del clero... y en otras partes del mundo, comenzaba a suceder lo mismo, aunque a menor escala.
Sin embargo, cuando la Iglesia se siente criticada, en lugar de afrontar los reproches, y cambiar lo que esté mal, se encierra siempre bajo una coraza de victimismo hacia sí misma, y agresividad para con el resto del mundo.
Es la típica mentalidad conspiranoica que predomina en el pensamiento y discurso de la mayoría de los prelados de la Iglesia.
Pero a la percepción paranoide de todo el mundo que no les aclame, muchos prelados añaden una visión patética y absurda del origen de problemas que se empeñan en ignorar y silenciar.
Así, un alto cargo vaticano, el también chileno cardenal Jorge Medina, Prefecto de La Congregación para El Culto Divino y La Disciplina de Los Sacramentos, tras referirse a los procesos penales por pederastia que enfrentan sacerdotes de Estados Unidos, Polonia, Francia, Brasil, y Chile como “esas cosas ingratas que han sucedido en el seno de la Iglesia”, mostró tener muy clara la causa de todos los males.
Cuando el periodista, Laureano Checa le preguntó:
“¿Es la admisión de que existen estos elementos en la Iglesia, un primer paso para erradicarlos?”
El prelado no dudó en su respuesta:
“Erradicar es una palabra muy fuerte.
Habría que erradicar al demonio y el demonio...”
Rápido y audaz, el reportero interrumpió a Su Eminencia con un sorprendido “pero”
¿No se supone que el demonio no tiene que estar en la Iglesia?
Pero el cardenal Medina sabía con quién se la jugaba:
“Es decir... no hay ninguna reja que impida al demonio hacerse presente.
El demonio se mete por todas partes.
Y también el demonio se puede meter en la Iglesia.
A través de muchas cosas se puede meter.
Por ejemplo, a través del apetito de poder, del apetito de dinero... a través de estos problemas de moral en el ámbito sexual...
La Iglesia no está al margen de la tentación... los hombres de Iglesia, digo”
A juzgar por cómo está la cúpula de la Iglesia en materia de poder, dinero, y sexo, uno estaría bien dispuesto a creer, junto a tan experimentado prelado, que el demonio ha hecho una excelente clientela entre el clero y su jerarquía, pero cuando se tiene la desgracia de no poder creer en “cuentos de viejas”, ni tampoco en “el demonio”, lo único que explica el patético estado que monseñor Medina atribuye al maligno es, claro está, la ambición y corrupción que siempre le son consustanciales, a toda estructura de poder totalitario.
Compartimos el diagnóstico, pero no la causa del problema.
Si algo parecido al “demonio” anduviese suelto por la Iglesia, cabría esperar algo más de maldad, cierto, pero también muchísima menos mediocridad.
El grave problema de los delitos sexuales contra menores por parte del clero católico, no se arregla exorcizando al mítico demonio, sino afrontando los grandes problemas estructurales de la Iglesia actual, y tanto más importante, acabando con una mentalidad eclesial, anclada en La Edad Media, y que vive de espaldas al Evangelio que dice defender, para construir una mentalidad de Iglesia moderna y democrática, tan temerosa de Dios, si se me permite usar esta trágica expresión, como de los hombres.
Ya es hora de que la Iglesia abandone definitivamente la política del silencio y de la ocultación de los hechos, para reparar cuanto sea reparable, y evitar lo que sea evitable en el futuro.
La Iglesia Católica en su conjunto, con su clero y sus creyentes, escuchando a sus críticos, internos y externos, en lugar de acallarlos y perseguirles, debería trabajar con rigor, y de una vez por todas, para acabar con los muchos pretextos eclesiales que alimentan maldades y pervierten razones.
En su primera audiencia con el arzobispo Gerhard Muller, Prefecto de La Congregación para La Doctrina de La Fe, El Papa Francisco ha pedido que se actúe con firmeza, contra los clérigos que hayan cometido abusos sexuales sobre menores, para que sean llevados ante la justicia, invitó a la jerarquía de la Iglesia a promover “ante todo, medidas de protección de los menores” y a que “se ayude a todos aquellos que han sido víctimas de violencia en el pasado”, en tanto que impulsó a las conferencias episcopales de todos los países a “formular y actuar” las directivas establecidas.
En suma, La Iglesia Católica se ha dedicado prolijamente, a desvirtuar totalmente, la misión para la cual fue llamada, hace más de 2,000 años, por un enviado que vivió como hombre, y que murió creyendo, que esa muerte era la llave para un mundo mejor.
Una llave que sus supuestos representantes, arrojaron hace mucho tiempo al vacío, al olvido, y que han construido otra de mayor adoración, a manera de negocio.
Pero poco a poco, he llegado a ver a La Iglesia Católica por lo que realmente es, un arcaico y opresivo, acostado institución que está completamente fuera de contacto con las realidades del siglo XXI, que destruye millones de vidas en todo el mundo, y ha hecho el mal indecible, durante un largo tiempo de la historia humana.
De hecho, El Vaticano ha sido colaborador en innumerables crímenes y encubrimientos, desde la caída de los bizantinos hasta nuestros días.
No cabe la menor duda, que La Iglesia Católica es un Imperio de Corrupción.
Esto no tiene nada que ver con asuntos de fe, o una creencia en Dios.
Tiene todo que ver, con la toma de las decisiones adecuadas, en cuanto a que las instituciones de nuestra sociedad merecen nuestro respeto y confianza.
Finalizo con las palabras del poeta y dramaturgo alemán, Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832):
“La maldad no necesita razones, le basta con un pretexto”

ASSOLUTA Culpa.



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