Hitlerjunge Salomon

“Es steht geschrieben, dass ein Sohn seine Eltern nie in schwierigen Zeiten verlässt”
(Está escrito que un hijo nunca deja a sus padres en tiempos difíciles)

En 1873, en su ensayo “Sobre verdad y mentira en sentido extra moral”, es decir, “Más allá de la moralidad en la medida en que esto es posible”, Nietzsche describe al hombre, como un animal cognitivo, que se caracteriza por fingir para sobrevivir.
Este pensamiento, discutible según otros autores contemporáneos en filosofía, junto a la definición de “Camuflaje” como la adopción evolutiva por parte de un organismo de un aspecto parecido al medio que le rodea, con el fin de pasar desapercibido para los posibles depredadores, podrían ser los términos si no exactos, sí claros, sobre los que se sustentó Salomon Perel para sobrevivir.
Las Juventudes Hitlerianas, en alemán, “Hitlerjugend” (HJ), fueron establecidas por El Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), en 1926, para crear un nuevo sistema de adiestramiento para los jóvenes alemanes, con el fin de proporcionarles un entrenamiento militar, y desarrollar su entendimiento y obediencia a la ideología nazi.
Los principios de esta, son similares a los de otras organizaciones juveniles de la época, siendo el nacionalismo, la actividad física, la camaradería, la vida al aire libre, y el formar líderes y hombres de bien en el futuro, los pilares en los que se sustentan.
Su uniforme consistía en una camisa marrón claro, y un pantalón corto marrón, similar a los de los scouts; y algunos chicos de alto rango, llevaban camisas negras.
Cuando Alemania fue invadida por soviéticos y estadounidenses, desde agosto de 1944, se alistó a miembros cada vez más jóvenes de las HJ en la Wehrmacht, tanto en tropas de tierra, como en la aviación y la marina de guerra, aunque en estas últimas desempeñando tareas menores.
Salomon Perel, también conocido como Shlomo Perel o Sally Perel, de origen judío, consiguió sobrevivir al Holocausto en la Alemania nazi, haciéndose pasar por ario.
Los Perel, eran una familia judía, que fue perseguida cuando los nazis llegaron al poder, por lo que el padre de Salomon, decidió emigrar con su familia a Polonia.
En septiembre de 1939, cuando Alemania invadió Polonia, Salomon y su hermano Isaac, intentaron escapar a la parte ocupada por el ejército soviético.
Allí, Salomon acabó en un orfanato del Komsomol, en Goradnia, separado de su hermano.
Cuando las tropas germanas invadieron La Unión Soviética, al romperse el acuerdo Hitler-Stalin, Salomon convenció a los soldados, de que él era un alemán étnico, “Volksdeutscher”, gracias a su alemán, lengua que conocía a la perfección.
Él también conocía muy bien el ruso, gracias a lo cual, pudo trabajar de intérprete para la Wehrmacht.
Su ayuda fue clave en la captura de oficiales rusos, ganándose el respeto de la unidad que lo había recogido.
Pero como judío circuncidado, Perel siempre se vio en peligro de ser descubierto, intentando evadirse de la unidad militar donde se encontraba sin éxito alguno.
Debido a que era menor de edad, fue enviado a una escuela de las Juventudes Hitlerianas, en Brunswick, donde continuó ocultando su verdadera identidad, bajo el nombre de Josef Perjell.
Allí comenzó a sentirse atraído por una alemana, llamada Leni, que era una ferviente partidaria del nacionalsocialismo, y admiradora del Führer, a la que nunca le revelaría sus orígenes, por temor de ser denunciado ante las autoridades alemanas.
La madre de Leni descubriría su secreto, pero nunca le denunció.
Cuando el 13 de octubre de 1944, el régimen nazi lanzó la movilización masiva denominada “Volkssturm”, las HJ fueron militarizadas como la principal cantera de tropas, y casi todos los adolescentes mayores de 14 años sirviendo en las HJ, fueron llamados a filas.
A finales del conflicto bélico, Salomon fue capturado por una unidad militar estadounidense.
Al ser tan joven, no fue tratado como un prisionero de guerra; y se le permitió viajar, y así reencontrarse con su hermano.
Salomon se enteró, de que su padre había muerto de hambre en el gueto de Łódźz, su madre fue gaseada en un camión, y su hermana fue ejecutada durante una de Las Marchas de La Muerte.
Tras la guerra, las Juventudes Hitlerianas fueron disueltas y abolidas permanentemente.
Por su parte, Salomon escribió un libro acerca de su hazaña, titulado “Ich war Hitlerjunge Salomon” o “Yo fui un Joven hitleriano Salomon”
Con penetrante visión, Sally Perel cuenta las aventuras locas, y la crisis interna de esta doble vida que le obligó a ser, tanto el papel de la víctima como al autor del delito.
El libro de Sally Perel, es un alegato a favor del derecho del pueblo para la vida, más allá de todas las ideologías y las creencias.
Así las cosas, todo filme que problematiza el poder, o que exhibe a los poderosos, no es completamente inocente, sino que es un tratado incómodo sobre la corrupción humana; que despierta reflexiones sobre prácticas político-sociales que se sufren en el día a día.
“Es steht auch geschrieben, dass der Sohn seinen Eltern gehorchen muss.
Und es ist auch deine Pflicht, auf deinen Bruder aufzupassen”
(También está escrito que el hijo debe obedecer a sus padres.
Y también es tu deber velar por tu hermano)
Hitlerjunge Salomon es un drama bélico del año 1990, dirigido por Agnieszka Holland.
Protagonizado por Marco Hofschneider, Julie Delpy, Hanns Zischler, André Wilms, Delphine Forest, Andrzej Mastalerz, entre otros.
El guión se basa en la autobiografía de 1989, de Salomon Perel, un judío que consiguió escapar al exterminio nazi, haciéndose pasar por ario; que huyó de Alemania a Polonia después de La Noche de Los Cristales Rotos en 1938.
Tras el estallido de La Segunda Guerra Mundial y la invasión de Polonia, Perel huyó al sector de Polonia ocupado por La Unión Soviética.
Al ser posteriormente capturado por los alemanes durante La Operación Barbarroja, en 1941, Salomon consigue convencer a un oficial alemán, de ser un joven alemán de cepa, para pasar a encontrarse enrolado en las Juventudes Hitlerianas.
Hitlerjunge Salomon es una coproducción internacional franco-germano-polaca, y realiza un recorrido que abarca desde el inicio de la persecución de los judíos en Alemania en la década de los 30, hasta la caída del Tercer Reich, en 1945.
Y reflexiona sobre la construcción de la identidad y su fragilidad en tiempos tan convulsos, mostrando sus miserias.
Lo más acertado, es la descripción realista de las situaciones que vive el protagonista, junto a una visión crítica del nazismo y del comunismo impregnado de una fina ironía.
La directora nos muestra la forma de adoctrinamiento de ambas fuerzas políticas, primero la comunista, y después la nacionalsocialista.
Por supuesto, Hitlerjunge Salomon se vio cercada de controversias:
Esa Europa de la que habla, no parecía estar preparada para este discurso; dudo que aún lo esté, tanto así, que la versión alemana se distribuyó bajo el título, “Europa Europa”, censurando así el contenido real; recibiendo una recepción fría en Alemania, por lo que el comité alemán que seleccionaba las películas para el Oscar, no la incluyó como candidata a la mejor película extranjera, en representación del país, alegando entre otras cosas, que estaba mitad hablada en alemán y mitad en ruso, colocándose así en evidencia frente al discurso que enfrenta la película.
Alemania, fue acusada de anti-semita por dicha razón, y de seguir siendo incapaz de aceptar su pasado.
No obstante, la película se convirtió en la película alemana de más éxito en Estados Unidos, ganando el Globo de Oro a La Mejor Película Extranjera, y una nominación al Oscar al mejor guion adaptado, perdiendo el estado Alemán, la gran oportunidad de abanderar un trabajo que confronta la identidad y libertad personal, frente a los dogmatismos más cerrados y las locuras más vergonzosas del siglo anterior.
La acción de Hitlerjunge Salomon sigue a Solek, seudónimo de Salomon “Solly” Perel (Marco Hofschneider), el más joven de los Perel, una familia alemana que, como otras tantas, es amenazada por su condición de judíos tras el ascenso del nazismo.
Tras la muerte de su hermana a manos de Los Camisas Pardas, los Perel emigran a Polonia, para huir de la barbarie nazi.
Pero no pasará mucho tiempo, hasta que los alemanes invadan el país por oeste, seguido de los soviéticos por el este, obligando a Salomon, a huir junto a su hermano Isaak (René Hofschneider), al cual perderá mientras van en barca, acabando en manos de los soviéticos, que lo acogerán en un orfanato.
Tras 2 años de adoctrinamiento en el centro de acogida, los nazis comenzarán su ataque sobre los rusos, por lo que para salvar su vida, Salomon se hará pasar por alemán secuestrado por los comunistas, logrando así, que no sospechen de él como judío.
Esto le dará tiempo para sobrevivir, marcándose como objetivo, pasarse al lado de los rusos.
Tras un malentendido, Salomon será considerado un héroe, al atrapar a los rusos con los que realmente quería escapar, por lo que será adoptado por un capitán alemán, y enviado a una de las escuelas más elitistas de las juventudes hitlerianas, bajo el nombre de Josef “Jupp” Peters.
A partir de ahí, actitudes, situaciones y decisiones de su aventura, muy pronto diluyen lo que pueden tener de confabulación con el nazismo, para erigirse en la extrañísima historia de un adolescente que se ve abocado por las circunstancias a sobrevivir, curiosamente en medio de un contexto que le debería ser hostil, nunca olvidemos que es un judío puro, y que la propia contradicción estética de las raíces nazis, la apariencia exterior, son las que posibilitan su progresiva andadura, salvándose de difíciles, y en ocasiones, casi insalvables situaciones.
En su empeño por la supervivencia, Solly interpreta con tanta convicción su papel, que incluso llega a perder su propia identidad en varios momentos.
Hitlerjunge Salomon es un film más profundo de lo que parece, provisto de una gran ironía.
Una mirada sobre el miedo, sobre la culpa, sobre la impotencia, sobre la pérdida definitiva de la inocencia.
Por mucho que Salomon cambie de identidad, por mucho que se esconda y reniegue de sí mismo, lo que está claro, es que jamás volverá a ser aquél chico que, con 14 años, abandonó su casa con la promesa de celebrar su Bar Mitzvá.
En lugar de eso, su entrada a la edad madura, consistirá en adentrarse en el territorio inhóspito y hostil de una Europa a punto de desmoronarse, que se convertirá en su cárcel particular.
Sin embargo, no nos encontramos frente a un film de denuncia, ya que no existe ninguna intención de reproche a la hora de filmar el convulso periplo existencial de Salomon.
Él, tan sólo es una víctima más, un joven que a pesar de verse obligado a renunciar a su verdadera identidad, no tendrá que cargar con el peso de la culpa por esto, sino simplemente, por el hecho seguir vivo mientras recuerda a los que se han quedado por el camino.
“Sind Sie wirklich Deutscher?”
(¿Eres realmente alemán?)
Adentrarse en Hitlerjunge Salomon necesita de 2 ejercicios:
El primero, y quizás el más básico, tener un cierto conocimiento de la historia que decora el filme, con la idea de no dejarse caer en el obtuso tobogán de la aventura; y el segundo, abandonar durante su visionado, tal como lo hace su directora, enjuiciamientos posibles, difíciles de no plantearse, y permitir que estos afloren una vez que la pantalla se apague, y el discurso autónomo de sus cerebros, vague en libertad para imaginar encontrarse en esa situación, en ese espacio, y bajo ese régimen.
La directora, escritora y productora polaca, Agnieszka Holland, parte de la aclamada novela de Salomon Perel, para contar una de las historias más increíbles de La Segunda Guerra Mundial, y remarcamos lo “increíble” para recordar una de las posibles definiciones de esta palabra, difícil de creer, que parece imposible, y es que es así, es una historia que como bien decía el hermano del protagonista, “nadie creería jamás”
En ocasiones, la realidad supera a la ficción, y este es uno de los casos que mejor ejemplifica este dicho.
Sin embargo, contar la increíble historia de supervivencia de este joven, puede llegar a resultar lo de menos.
La oportunidad de situar a un joven judío en medio del núcleo más duro del nazismo como ideología, es su principal característica, regalándonos momentos en los que los dogmas del mismo, cae por su propio y absurdo peso.
La directora polaca, crea ya desde su título, un filme sustentado en la paradoja:
Recrea en la historia del joven judío, sometido por el destino, e incluso por el más absurdo azar, el afán incontestable, salvo para los mártires, de la supervivencia.
Sobrevivir, no parece tener otro pensamiento rival en la mente de un adolescente al que la vida pone a prueba durante esa edad en que se forman, a través de la búsqueda y la experiencia, la identidad, la personalidad, o el despertar intelectual y sexual.
Solly, en su absurdo camino trazado por la casualidad, llevará grabadas en su mente, las 2 frases que a modo de exhortación, le expresaran sus padres, antes de separarse para siempre.
La del padre (Klaus Abramowsky):
“No olvides quien eres”
Y la de la madre (Michèle Gleizer):
“Sigue vivo”
La del padre, no podrá olvidarla a su pesar, pues por mucho que intente ocultar su existencia, y encontrar la tranquilidad en su proceso personal, el peligro a ser descubierto, siempre estará acechando entre su ropa interior, lo que le hará recordar que la supervivencia le ha hecho sacrificar a la persona que cree que debería haber sido.
La circuncisión como metáfora constante de la estúpida concepción del totalitarismo, y su recorte de libertades, más fácil de conseguir a través del miedo y la culpabilización del diferente, que de tus propias vergüenzas.
La segunda frase, la de la madre, tatuada en el corazón de un niño indefenso, para el que vivir es su única razón y su vida, su única pertenencia.
Su primera parada, será un orfanato soviético, donde comenzará su “reeducación” y asistirá, como testigo en primera línea, a los primeros coletazos de la purga estalinista.
El giro radical, se produce cuando el ejército nazi invade a La URSS y Jupp, judío de pura cepa, oculta su condición, y pasa de prisionero de los nazis, a ser el héroe de ese batallón, pues es tomado como una víctima de los “malvados rojos”, lo que le da la entrada al mismísimo nido de víboras:
Una escuela de élite para las juventudes hitlerianas.
Hitlerjunge Salomon no nos narra una tragedia épica, como tantas otras que ilustran El Holocausto o La Segunda Guerra Mundial, sino la vida cotidiana de una gran representación:
Jupp, no vive una vida, la representa, en la que cabe de todo:
Amistad, amor, traición, miedo... haciendo de todo lo que muestra, una verdad incontestable.
Técnicamente, el ritmo de la acción es pausado, pero nunca decae, manteniendo el interés del espectador en todo momento, a través de un guión que dosifica hábilmente drama, acción y toques de comedia.
La directora nos muestra a través de una historia, casi increíble, las absurdas contradicciones de los fundamentos raciales del nazismo, y principalmente lo trágicamente azaroso de cualquier guerra.
Vean pues esa Europa, que no acierta a saber qué Europa es, ni siquiera qué Europa quiere ser…
Ese baile fantasmal, como en uno de los sueños del protagonista, en el que Stalin y Hitler, abrazados en una especie de vals que argumenta cómo ambos dictadores pactaron entre sí, el reparto de la vieja Europa, para luego arrojarse las armas, y que muestra lo irracional de la conducta humana y su envanecida ambición.
Vean la estúpida obsesión de unos pocos, por el miedo al otro, el adoctrinamiento ridículo que llevó a millones de personas acorraladas, a convertirse en cómplices de una absurda y cruel locura, y la farsa ideológica.
Vean las dificultades y sacrificios de una guerra, el miedo, la condena de sobrevivir bajo El Tercer Reich, etc.
Despojada de sus aparatosos y ampulosos envoltorios, el nazismo es mostrado desde sus entrañas, no como ideología, sino como teología del odio, un odio que encuentra en la voluntariosa población, un perfecto caldo de cultivo, no cuestionándose jamás, y ahí radica la tragedia, qué consecuencias trae ese cargamento.
El mensaje de Hitlerjunge Salomon, es de los más claros y originales en una cinta de este género.
Acostumbrados a la consabida crítica al nazismo por los crímenes que cometieron, aquí nos encontramos con una elegante, suspicaz e irónica crítica a lo absurdo de su ideología, y las motivaciones para odiar a los judíos.
La escena donde el profesor mide la cabeza del protagonista, o la propia relación que tiene con una joven, Leni (Julie Delpy), radicalizada y enamorada de un judío sin saberlo, son algunos ejemplos.
Otro aspecto interesante, es el adoctrinamiento que usan los nazis y los estalinistas, sobre todo los primeros, porque los estalinistas al menos explicaban más o menos las cosas con los jóvenes.
Todo esto reflejando el curso de la guerra magníficamente, y es genial cómo influyen algunos acontecimientos de la guerra, en la vida de Salomon, estando ambas historias, perfectamente enlazadas.
Nos acercamos a la maldad intrínseca del comunismo y del nazismo, no desde los elevados discursos o como producto de las obras de los grandes hombres, sino a partir de la cotidianeidad del marginado, del refugiado, del huérfano, del escolar.
Curiosa también, la purga que se pretende hacer de una gran proporción del pueblo alemán, que vivieron y se tragaron El Tercer Reich, sometidos y en silencio, representados en esta ocasión, por un soldado homosexual, y una madre alemana que rechaza el régimen, protegiendo la verdadera identidad del protagonista.
O bien, cuando todo cambió mientras estaba en la bañera, muy al inicio:
Ese cuerpo desnudo del adolescente, como alma pura e inocente, que tuvo que abandonar muerto de miedo la lectura, como aprendizaje, en la bañera para esconderse en el barril, la mugre, viene a ser el paradigma del que estando gozando de un gran bienestar, es interrumpido quedando, un instante después, en el desamparo total, y al borde la muerte.
Se cumple aquí, la máxima de Plauto:
“Todo placer viene con su pena”
Y el vestirse con el abrigo de uno de los que asesinaron a su hermana, envalentonados después de beber mucha cerveza, muestra también ese misterioso instante en el que algo, persona, objeto o cosa, se revisten de lo contrario.
La bañera humeante y agradabilísima, convertida en barril apestoso en la calle helada.
A veces, ni siquiera termina ahí la metamorfosis.
Salomon, que estaba desnudo, es prodigiosamente vestido con el abrigo del asesino.
Y las película nos contará que Solly, que odia a los nazis, llegará un día que será aplaudido y venerado por ellos, sin sospechar que es judío.
El vestirse ahora de otro, viene a ser el preludio y la declaración del travestismo aleatorio que irá desplegando la película.
Una serie de circunstancias extraordinarias, los extraños designios que promueve el azar, le harán ser y pasar por una cosa, siendo la otra, y la cúspide del girar agónico, llegarán cuando su persona se convierta, por un malentendido que ahora juega a su favor, en ejemplo a imitar por las juventudes hitlerianas. Equivocadamente internado en un colegio para jóvenes nazis privilegiados, vivirá allí todo un  año, sin que nadie sospeche de su verdadera identidad.
Y el joven Solly, después de vivir increíbles peripecias en el corazón mismo del nazismo, conseguirá volver con su familia, cuando los nazis son finalmente derrotados.
Las escenas surrealistas, oníricas del protagonista, tampoco tienen desperdicio.
Las escenas de combate, aunque breves, tampoco están mal, si bien la escena en la que se vence a las líneas rusas es un tanto ridícula…
Yendo un paso más allá, es imperativo destacar el reflejo de los jóvenes alemanes, su carácter, y sus valores:
Una hermandad, todos iguales, todos con las mismas oportunidades, y el amor a su nación.
No hay que ver en ello, sino lo más pleno de una juventud que vivía plenamente su edad, sin desmerecer la dedicación para con su patria común.
El momento culminante, en ese sentido, es el que se anuncia la derrota del General Paulus en Stalingrado, y en el que los jóvenes reaccionan con el cántico de las Hitlerjunge.
Magnífico, es algo muy bien reflejado.
Mientras el exterminio judío se nos muestra a los ojos del joven protagonista, que lo máximo que llega a ver, es lo que permiten intuir los cristales tintados de un tranvía que atraviesa un gueto de Polonia, para que la población no sea consciente del horror, o bien, haga como que no se entera.
Otras escenas son:
La homosexualidad de un oficial Alemán, la escena del cementerio judío desmantelado, con las enormes lápidas apiladas cubriendo un enorme espacio.
Son en definitiva, arquetípicas, que resultan imprescindibles y necesarias.
Atentos también al desenlace; emociona sin necesitar apenas palabras:
Una meada lo resume todo en el drama, y un canto en la realidad.
Del reparto, las interpretaciones son todas bastante creíbles, especialmente la del joven protagonista, Marco Hofschneider, que logra recrear un papel difícil, con mucha naturalidad.
El debutante actor, realiza una gran interpretación como un joven que lucha por sobrevivir en un mundo hostil, y se enfrenta no solo a su propio destino, sino al de todo su pueblo, del que debe abdicar para sobrevivir, pero al que acaba volviendo, como no podía ser de otra manera.
El resto del reparto está correcto, incluso una jovencísima Julie Delpy, novia del protagonista durante su etapa de internado, que refleja todo el lavado de cerebro que un régimen totalitario realiza con los más jóvenes.
Delpy, no hablaba alemán, pues es francesa, y desempeñó su papel en inglés, y más tarde fue doblada.
Por otra parte, René Hofschneider, que hace el papel de Isaak Perel, es en realidad, el hermano mayor Marco.
Al final de la película, el verdadero Salomon Perel, lo vemos en Israel, cantando en hebreo, la canción “Hineh mah tov”, que es la primera línea del Salmo 133.1; que dice algo así como:
“Mirad ahora, qué bueno y qué agradable es la morada de hermanos, además, en unidad”
Espectacular la banda sonora a cargo de Zbigniew Preisner, la cual es como un aullido, un alarido continuo que rebota en nuestro cerebro de forma incesante, y que refleja muy bien las escenas duras y terribles que vamos viendo a lo largo del film.
“Deshalb nennen wir Religion das Opium der Massen”
(Por eso llamamos a la religión el opio de las masas)
Encontrar sociedades fanatizadas, donde el librepensamiento y los derechos personales hayan pasado a la historia.
¿Podrá ser esto, una realidad posible?
Tal vez mientras los fanatismos se ataquen con más fanatismo…
Como dice el célebre Amos Oz:
“No es mantener una lucha contra el fanatismo con un nuevo fanatismo por el pluralismo o por la tolerancia, sino una práctica típica, reivindicatoria, de respeto, a lo distinto, pero ante todo, a lo humano”
Las Juventudes Hitlerianas, nunca fueron declaradas una “organización criminal” en tanto agrupaba menores de edad, pero indirectamente quedaron prohibidas en tanto su liderazgo adulto, basado exclusivamente en jerarcas del NSDAP, fue considerado como “corruptor de la mente de los jóvenes alemanes”, y condenado por ello, junto con todo el aparato gubernativo del nazismo.
Muchos líderes adultos de las Juventudes Hitlerianas, fueron enjuiciados por las autoridades aliadas, por ejemplo, Baldur von Schirach fue sentenciado a 20 años de prisión.
No obstante, a von Schirach se le declaró culpable por sus acciones criminales contra judíos y disidentes en Viena, no por su liderazgo de las Juventudes Hitlerianas.
En 1948, Salomon Perel se estableció en la recién creada nación independiente de Israel, donde se alistó en el ejército, combatiendo en la guerra árabe-israelí de 1948.
Abandonó las armas, para convertirse en comerciante.
Volvió a Alemania en 1985, a raíz de su participación en una conmemoración de la destrucción de La Sinagoga, en Peine; y hoy dicta conferencias por casi toda Europa, acerca de sus experiencias durante la guerra.
Así pues, debido a que la adhesión a las HJ fue obligatoria después de 1936, no era extraño que los niños alemanes nacidos entre 1920 y 1939, ya adultos durante La Guerra Fría, hubieran formado parte de las Juventudes Hitlerianas en algún momento de su vida, entre ellos, algunas personalidades políticas de renombre, tanto de la República Democrática Alemana, como de Alemania Occidental, incluyendo al Papa Emérito Benedicto XVI; pues la membresía, pasó a ser obligatoria por ley para todos los jóvenes de más de 14 años, desde marzo de 1939, edad que Joseph Ratzinger, alcanzó en 1941, año en el cual fue, por ende, obligado a adherirse.

“Von diesem Augenblick an beschloß ich, nur ein Jude zu sein.
Als ich Europa verließ, emigrierte ich nach Palästina, und als ich Söhne hatte, zögerte ich kaum, sie zu beschneiden”
(A partir de ese momento, decidí ser sólo judío.
Dejando Europa emigré a Palestina, y cuando tuve hijos, no dudé en circuncidarlos)



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