Que Dios Nos Perdone

“Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”

De cada 3 personas maltratadas/abusadas sexualmente, uno es varón; y entre el 20% y 25% de las mujeres en España, han sufrido abusos.
En el caso de chicos, es de entre el 10% y el 15%.
De este 15% de chicos, un 19% ha sido abusado por una mujer.
Más que madres, son mujeres… y es que la maternidad es vista como algo sagrado en la mayoría de sociedades; por esta razón, resulta tan difícil aceptar que pueda haber malas madres, o que incluso algunas abusen sexualmente de sus propios hijos.
Pero sí las hay.
Los expertos señalan, que se trata de un delito menos frecuente que el incesto paterno, aunque reconocen que es complejo de cuantificar con exactitud, puesto que no existen estadísticas.
La mayoría de los hijos varones violados por sus madres, no lo cuentan, y la ciencia se interesa solo parcialmente del caso.
Este olvido científico, está relacionado con el tabú que envuelve la maternidad; pues la mayoría de casos se inician cuando el chico aún está en etapa prepuberal, y no es totalmente consciente de lo que significa una relación sexual.
Los escasos episodios recogidos por la prensa en el extranjero, muestran casos que van desde la manipulación psicológica a la violencia física para llevar a cabo sus objetivos.
En algunos casos, suele ocurrir cuando el hijo duerme habitualmente en la misma cama de la madre…
También, es el grano de arena en el desierto de las denuncias sobre abusos a menores, pues únicamente un 15% se da a conocer a las autoridades, y un escaso 5%, acaba en proceso judicial.
También es el tormento dibujado con palabras incapaces de abarcar tanto dolor, como se oculta tras la losa silente de la que muchos no logran liberarse nunca, y que en su edad adulta, pues sólo un 2% de los casos de abuso sexual familiar se conoce al tiempo que ocurren; por lo que les impide besar siquiera a sus propios hijos; esos otros huérfanos de caricias maternas, que sobreviven al socaire de un viento ciclónico que quiebra los afectos; y también es la prueba de que el mal absoluto habita entre nosotros, y se cuela brutal, al calor impune del hogar, entre las piernas de los hijos.
Sigmund Freud, en su artículo de 1912, “Sobre los tipos de contracción de neurosis”, vincula la manifestación de ciertas enfermedades con la represión, la actividad fantaseadora con el material infantil, y las satisfacciones sustitutivas como reflejo especular de la frustración real.
¿De dónde viene la neurosis?
¿De dónde viene la violencia?
¿Dónde está la línea que discierne la maldad de la psicopatía?
… que Freud nos perdone.
“¿Qué harías si lo tuvieras enfrente?”
Que Dios Nos Perdone es un drama de suspense español, del año 2016, dirigido por Rodrigo Sorogoyen.
Protagonizado por Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Javier Pereira, Luis Zahera, José Luis García Pérez, Mónica López, María Ballesteros, Rocío Muñoz-Cobo, Ciro Miró, Andrés Gertrúdix, Raquel Pérez, Silvia Casanova, Josean Bengoetxea, entre otros.
El guión es de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen.
Cuando Gerardo Herrero, uno de los productores vio “Stockholm” (2013), el debut de Rodrigo Sorogoyen, enseguida llamó al director para preguntarle si tenía algún guión en el cajón.
Por suerte, hacía tiempo que Sorogoyen había escrito la historia de Que Dios Nos Perdone, junto con su coguionista, Isabel Peña.
Ellos, de hecho contaron con el asesoramiento de policías para escribir el guión, y también durante el rodaje del filme; el cual constituye el tercer largometraje de su director, el cual fue nominado a 6 Premios GOYA, incluyendo:
Mejor película, director, actor de reparto (Javier Pereira), guión original, y montaje; resultando ganador en la categoría de Mejor Actor (Roberto Álamo), es una historia de suspenso policial, y la investigación de una serie de asesinatos.
Rodada en 8 semanas en diversas localizaciones de Madrid, Tenerife y Cantabria; plantea tanto hechos ficticios, como los crímenes de un asesino en serie, en un marco de hechos reales, como El Movimiento 15-M en La Puerta del Sol, y la llegada de Las Juventudes Cristianas para ver al Papa Benedicto XVI.
Así estamos en Madrid, en pleno verano del 2011.
La ciudad y sus habitantes, se derriten de calor mientras esperan la visita del Papa Benedicto XVI.
En las calles se mezclan los peregrinos de todo el mundo, y la gente que se manifiesta en contra de la visita papal.
Entre todos ellos, destacan 3 personas:
Un asesino en serie de ancianas, y los 2 inspectores de policía, encargados de su captura:
Luis Velarde (Antonio de la Torre) y Javier Alfaro (Roberto Álamo), son 2 policías algo disfuncionales:
El primero tartamudo, y el segundo con ciertos problemas de control de la ira.
Los 2 policías, deberán atrapar a este asesino en serie, y hacerlo de manera discreta, es decir, es una olla presión que como bien se presume, acaba por estallar en todos sus frentes, que son múltiples.
Esta caza contra reloj, les hará darse cuenta de algo que nunca habían pensado:
Ninguno de los 2 policías, es tan diferente del asesino.
Esta historia, mezcla realidad y ficción, mostrándose de una forma oscura y descarada; cuyo significado del título se encuentra perdido, ya que en ninguno de los 3 protagonistas principales, se ve la figura de Dios; pero aun así, Dios es quien todo lo mira, todo lo contempla.
Hablamos de 3 personajes atormentados, cada uno con un pasado bien distinto, pero que la vida les ha puesto al borde del precipicio, para decidir si impartir el bien, o por el contrario, como la figura del asesino, repartir muerte y destrucción.
Las situaciones, los diálogos, los pequeños detalles que nos dejan ver el mundo en que vivimos, todo hace que toda la propuesta sea un retrato veraz y despiadado de una sociedad y unos habitantes igualmente preñados de taras y defectos que no pueden controlar; y se nos muestra la hipocresía, las desigualdades, la soledad y la crueldad de un mundo fagocitado por los poderes dominantes, los cuales hacen todo lo posible por hacernos ver que todo está bien, que la vida es así, y no se puede cambiar, y que tenemos que callar la boca y seguir con nuestra vida como ni no pasara nada.
Así mismo, el hecho de que en toda la historia haga muchísimo calor, y se nos describa un mundo tan cruel, plagado de pecadores, parece un juego irónico de Sorogoyen, en el que nos describe como El Papa realiza una visita al Infierno en La Tierra.
La historia no es original, se empapa del cine de David Fincher, como puede ser “Se7en” (1995) y “Zodiac” (2007) especialmente; pero es ante todo una “Buddy Movie” convencional, posee giros buenos, otros inesperados, algunas relaciones extrañas o inconclusas; y alguno que otro fallo/error.
Entonces:
¿Qué es lo que provoca fascinación?
Además de lo bien dirigida, narrada y actuada, aquí hay un tema de pedofilia poco conocido, que merece ser ventilado.
El Éxodo 20:12, merece una revisión, en una propuesta que circula alrededor de la ambivalencia de la perversión y la perturbación, que rasca bajo la superficie tanto de los personajes como del espectador.
“….contaría hasta diez antes de actuar”
Si algo sabe hacer el cine español, son “thrillers” y películas de género negro, que suelen salir con una calidad media aceptable y, de tanto en tanto, casi con una frecuencia bienal, aparece alguna que logra capturar nuestra atención.
Dicho lo cual, vamos a limitar nuestra valoración a 3 factores en Que Dios Nos Perdone:
Tema, director y actores.
El director madrileño, ha sabido extraer las grandes virtudes del cine de Hollywood sobre asesinos en serie, y las ha revestido de la esencia de la crónica negra española, pues guarda biografías tan infames y sórdidas, carnaza para la presa de sucesos de la época, y para la iconografía popular, y que han servido de inspiración a Sorogoyen, para entretejer esta personal y polémica reflexión sobre los orígenes y las formas de la violencia.
En pleno y bochornoso verano de 2011, las calles de Madrid están colapsadas por los católicos de todo el mundo, que se han acercado para ver al Papa, y formar parte de La Jornada Mundial de La Juventud.
Pero una nueva chispa incendiaria, reaviva la llama de un ambiente muy caldeado por la crispación generalizada por la crisis económica, y por la aparición unos meses antes del Movimiento 15-M.
Un choque de opuestos, que acaba desembocando en una guerra urbana de manifestantes contra antidisturbios, el estallido material de ideologías enfrentadas.
En esta atmósfera asfixiante, los inspectores Velarde y Alfaro, acuden al levantamiento del cadáver de una mujer en un piso del centro de la capital.
Lo que al principio parece un intento de robo, infelizmente concluido en accidente doméstico, poco a poco va revelándose como un homicidio, y bastante sórdido…
Será tras aparecer un segundo cuerpo, cuando los policías se den cuenta de que por primera vez en sus carreras, se tendrán que enfrentar a un asesino en serie, meticuloso y obsesivo, y que para dar con él, tendrán que llegar a comprender el funcionamiento de su mente retorcida.
Rodrigo Sorogoyen, dirige y escribe un brutal y trepidante “thriller” policíaco, que nos muestra lo más oscuro y profundo de la condición humana.
Además, cuenta con un invitado de peso, como es la ciudad de Madrid.
Pero no la ciudad espectacular de la que todo el mundo habla y se ha enamorado alguna vez en su vida, sino la que muestra lo peor y rancio de La España Profunda, la pobreza, la condiciones infrahumanas, el sudor, el olor a putrefacto, la tapa caducada de la tasca de la esquina, la falta de higiene, la soledad no pretendida…
Con gran pulso narrativo, nos sumergimos en la investigación, al propio tiempo en que vamos conociendo a los personajes, y descubriendo los macabros sucesos.
El director monta los hechos, tomando como referencias la crisis económica, El Movimiento 15-M, y la llegada del Papa; así como el ambiente mismo del calor de la época, la violencia y el caos; y utiliza especialmente la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid, para servir de contexto a la crisis de fe y de valores que parece acuciar a sus personajes.
A partir de esta premisa, nos ofrece un itinerario hiperrealista por las calles de una ciudad a modo de Pandemonio, en la que late la violencia subrepticia y la decadencia moral, y que se traslada a estancias viciadas por la decrepitud y la asfixia malsana.
El resultado, es un policíaco bronco y sudoroso, incómodo y avieso, que se adentra en las miserias de una serie de individuos que cargan con la culpa a cuestas de sus propios pecados; por ello, naturalmente lo más interesante es la trama:
La persecución de un asesino en serie carpetovetónico, cuyos crímenes intentan mantenerse, inicialmente en secreto para evitar causar alarma social, en un momento, pues la película está ambientada en el sofocante verano de 2011, en el que España acumulaba problemas; con los “indignados” acampando en las grandes ciudades, el paro encallado en torno a los 6 millones, la crisis de la deuda y con un rating disparado, tormentas político-sociales en primera página de la actualidad del momento, incertidumbres ante el futuro y, para colmo, con una visita del Papa Benedicto XVI, a punto de llegar, y con millón y medio de peregrinos católicos desparramados por la capital, y posibilidades de que aparecieran fricciones con los “indignados”
Situación endiablada en la que, para colmo, el asesino en serie es la guinda del pastel.
Si no se puede ocultar sus crímenes, se tratará, al menos, de dar con él lo antes posible; pues tal es la orden que reciben los policías encargados de la investigación.
No es habitual situar la trama en un contacto político-social tan concreto y reciente, era arriesgado, pero el resultado final es convincente.
Después de un comienzo en el que Sorogoyen da espacio incluso al humor más castizo, Que Dios Nos Perdone comienza una exploración alrededor de los distintos tipos de violencia que representan sus personajes.
De la violencia explosiva y testosterónica de Alfaro, a la ira reprimida y victimista de Velarde, personalidades al final tan de manual de psiquiatría, como la del escurridizo asesino en serie.
A medida que avanza la investigación, el director carga más un ambiente que se va tornando viscoso e incómodo, también en el mejor sentido, donde la turbiedad comienza a rezumar por las grietas de los personajes, de las personas, de los monstruos.
¿Y qué hace de una persona un monstruo?
Para Sorogoyen, da una respuesta controvertida y freudiana, pero efectiva dentro del siniestro, y desde luego entretenido artefacto, que, salvando algún agujero de guión, fluye perfectamente hacia un final seco, a pesar de la lluvia, inquietante y desolador.
Uno de los elementos que llaman la atención, es que, a poco que uno esté atento, repara en que durante la primera parte, las escenas están filmadas con cámara en mano…
A medida que la trama va avanzando, y gana en tensión, el director opta por el plano fijo.
Este cambio de técnica, contribuye a aumentar la sordidez de algunas escenas, e intensifica la sensación de ahogo y calor asfixiante que destila toda la historia.
Una de sus mayores virtudes, es el cambio que se produce casi al final, en el que, tras hora y media viendo el mundo a través de los ojos de la pareja de policías, cada uno con sus miserias particulares, de repente, el punto de vista pasa a ser el del asesino en serie, y vemos su día a día, al igual que antes pudimos ver el de sus perseguidores.
Si la puesta en escena es lo más reseñable, no es menos elogiable el recurso que emplea Sorogoyen, para marcar el cambio en el punto de vista.
En un plano secuencia, el espectador altera 2 veces su perspectiva del asesino, y el relato se bifurca en los 2 lados de la ley.
Así en muchas escenas, y encuadres.
La pareja protagonista, permanece firme en la fe de encontrar a un asesino en serie, también traumatizado.
Del reparto, impagables Antonio de la Torre, que lo convierte en el mejor actor de carácter de España actualmente.
Todo lo que se nos muestra de él, tiene un por qué, todo lo que tiene, y no tiene en su casa, todas sus reacciones, son fruto de algo que no se nos muestra, pero que es clave para entender el film.
Él es un policía metódico, cerebral, algo inexperto en su relación con las mujeres y, para redondear, ligeramente tartamudo.
Su tartamudez, fue producto de una paliza de su madre, ese dato es importante para relacionar al trío protagonista.
Todos estos rasgos, perfectamente incorporados a su papel, hacen que imprima carácter al personaje.
Enorme Roberto Álamo, con una bestialidad sin freno; volcánico, dado a los excesos de testosterona, y los métodos drásticos.
Poseedor de una verborrea inacabable, con la respuesta ingeniosa siempre en la punta de la lengua, se convierte en lo contrario de su compañero de fatigas, el inspector Velarde.
Cada uno, aporta su lado oscuro a la historia:
Uno tiene un temperamento exageradamente exacerbado, una ira exterior tan violenta que arrastra a todo lo que está a su alrededor, y a él mismo a la más absoluta autodestrucción.
Un tipo con el que no te irías ni a echar la basura.
De la Torre, es la otra cara de la moneda, el observador, el meticuloso, el perseverante y teórico.
Él, que por su forma de hablar tan característica, está ahí por méritos propios y nadie, nunca jamás, le ha regalado nada, es un hombre hecho a sí mismo, y no parará hasta conseguir lo que se propone, caiga quien caiga.
La peripecia estrictamente policial, va sucediéndose a la par que conocemos más cosas de los 2 inspectores, y aquello que empieza a unirles:
La nada, la confusión, ser en el fondo quien no se quiere ser, la escasa capacidad que tienen ambos para relacionarse con los demás, bien con una familia tradicional, bien con los lances esquivos de una sexualidad abrupta y timorata.
Un relato sórdido, antes que escabroso.
Y es que Alfaro no es violento porque es policía, sino porque vive en un mundo violento.
Pero ahí hay una reflexión ineludible:
Por mucho que Alfaro fuera violento en cualquier ámbito, el hecho de ser policía, lo coloca en una posición de poder y autoridad, con una pistola en el bolsillo.
Ellos no son héroes, pero tampoco los románticos perdedores del “thriller” clásico; son personajes autodestructivos, reales, simplemente personas humanas llevadas muy al límite.
Cuando beben, no lo hacen de forma glamurosa, no se sientan en una barra y beben whiskey, solo con aire misterioso...
Cuando beben, se tambalean, se caen al suelo, hacen el ridículo, y tocan un fondo que está muy, muy profundo, tan cruel como lleno de humor patético.
La eficaz comedia y la química que se crea entre estos 2 personajes, y entre Alfaro y su entorno familiar, contrastan de manera orgánica con una narración escabrosa y desasosegante de las escenas del crimen, al más puro estilo Fincher, conjugándose con la música y una cámara competente para ofrecer escenas de infarto y, en general, un superlativo manejo del ritmo.
A destacar el carácter casi voyerista, sutilmente sexual de Alfaro hacia su hija, pues la ve y se comporta como enfrentándola no como hija, sino como mujer, dato que lo liga al asesino.
Y el mismo psicópata, Andrés Bosque en Javier Pereira, que poco vemos en pantalla, pero que es a través de sus asesinatos, que lo vamos perfilando a cuenta gotas.
Es un chico aparentemente normal, del que sí te fiarías para que cuidase a tus padres enfermos, pero con un pasado tan traumático, que tras esa infancia solo podía salir un juguete roto.
Escondido, él espera para desplegar toda su rabia por años de abuso materno, su incapacidad para amar, acercándonos y encuadrando los entramados de la violencia más extrema.
En líneas generales, Que Dios Nos Perdone es compleja en lo sociológico, y elemental en lo psicológico.
Todos los personajes masculinos, encierran un trauma infantil con las figuras maternas que arrastran desde hace décadas.
Los 3 protagonistas, son 3 caras de una misma moneda, muy a su pesar, y aunque no lo sepan, ni lo quieran asumir.
Y por todo ello, muestra de forma eficaz, las miserias que todos tenemos escondidas en un rincón de nuestra alma, bajo llave, y con candado de acero.
Y acogiendo tal plantel, una gran urbe:
Madrid, calurosa, asfixiante por momentos y que, por mostrar, exhibe sus entrañas y sus agujeros más húmedos y desconchados; pero también toca temas políticos y religiosos; contrastando el 15-M, cuando la policía se llevaba a porrazos a los manifestantes, con La Jornada de La Juventud, cuando peregrinos de todo el mundo llenaban sin problemas las plazas madrileñas para ver al Papa.
Y del título, Dios tiene que ver poco con lo que hacen, deciden y sufren los personajes; tanto el violador y asesino de ancianas, como los 2 agentes de policía que deben darle caza; así que ni Dios ni nadie va a perdonarles sus actos y las consecuencias que estos tienen.
Pero Dios está presente, “en off”, con la visita papal a Madrid, un apunte de situación, antes que un escenario concreto.
Dios y su ausencia, porque nadie cree en él, al menos los que desfilan por la pantalla, y es difícil que crean una vez se baja el telón del drama.
Nuevamente, Madrid, muchísimo calor, la ciudad en alerta por la visita del Papa, el violador que campa a sus anchas...
Nada como 2 seres asociales y obsesivos, a su manera, para perseguir a un homicida obsesivo, sanguinario y ritual.
También, me ha fascinado como describe aquel verano, como un auténtico infierno ante la inminente llegada del embajador de Dios en La Tierra...
Aquí solo se habla de La Jornada Mundial de La Juventud del 2011, y de celebrar los triunfos del amor y la convivencia… todo está bien, la vida es así, y no se puede cambiar, tenemos que callar la boca, y seguir con nuestra vida, perfecta descripción del andamiaje social.
Pero una de las cosas que no me termina de convencer, es que aunque la película está ambientada en la visita de Benedicto XVI a Madrid, en el año 2011, y pese a que la iglesia tiene cierto protagonismo, no queda del todo claro, si la intención del director era hacer una crítica del estamento eclesiástico, o simplemente utilizarlo como un elemento accesorio dentro de la historia.
Además, está el contexto del 15-M, donde la policía suscita algo más que recelos…
Vemos imágenes de las cargas policiales contra manifestantes, y hay sangre y golpes.
En cierto momento, Alfaro les cuenta una anécdota a unos colegas policías:
Otro compañero, estaba dándole una paliza a un manifestante del 15-M hasta que se dio cuenta de que era su hijo.
Esa anécdota, en apariencia sin demasiada trascendencia, ilustra muy bien, parte de lo que supuso el 15-M.
Lo mejor, sin lugar a dudas es el impecable trabajo de los actores, y su descenso a los infiernos.
La atmósfera turbia de cloaca, la inquietante y lasciva sensación de que en cada escena va a pasar algo, que te provoca desasosiego, y te encanta esa sensación.
Lo peor reside en los personajes femeninos, que sean meras comparsas.
Que la limpiadora vuelva a llamar a la puerta, después de lo que pasó… son personajes femeninos que se acercan peligrosamente a una actitud misógina, no porque no sea verídico, sino por su reiteración innecesaria para una trama que ya tiene sus fundamentos bien armados.
Debo suponer que Alfaro se mandó de golpes con el amante de su mujer, o sufrió un accidente hasta que logró llegar a su casa 2 días después…
Un dato, Sorogoyen argumentó que ésta no es una película sobre violencia masculina, y que es casualidad que los protagonistas sean hombres.
Sin embargo, también es inevitable darse cuenta, de que la policía, donde solo se ven hombres en la comisaría, es un club de chicos.
Todos los ambientes violentos, se dan entre hombres.
Las mujeres, a excepción de un par, como la forense, que trabajan con la policía, son víctimas, o meros desencadenantes de más violencia, como la mujer de Alfaro, la madre del asesino, la limpiadora de casa de Velarde…
Nunca son ellas las que ejercen la violencia.
“La policía acaba de darle una paliza a mi pareja por manifestarse, y veros la cara no es lo que más me apetece”
Los chicos que han sufrido agresiones sexuales por parte de mujeres, son más reacios a hacerlo público.
Una de las razones, es el tabú que envuelve aún a la maternidad, y el papel de la mujer.
El abuso que sufren los hijos varones, por parte de sus madres, sigue siendo muy oculto, y los mismos perjudicados muestran muchas reservas a la hora de denunciarlo ante los juzgados, o hacerlo público.
En España, durante muchos años, la edad legal de consentimiento para tener relaciones sexuales, era los 12 años, ahora se ha elevado hasta los 16 años.
A nivel europeo, se produce una disparidad de edades legales que dificulta la lucha contra el fenómeno.
Habría que tener una edad de consentimiento común, porque en España venían muchos turistas a tener relaciones con chicas de 14 o 13 años, por ejemplo.
Otro de los problemas, es legal.
En España, las agresiones sexuales prescriben entre los 10 y 15 años, a partir de que la víctima cumple 18 años.
En otros países, como El Reino Unido, es un delito que ni siquiera prescribe.
Por su parte, Australia es uno de los países más avanzados en cuanto a estudio de este fenómeno.
La Encuesta de Seguridad Personal de La Oficina Australiana de Estadística de 2005, estimó que unos 4.800 varones australianos, habían sido abusados sexualmente por su madre, o madrastra, antes de los 15 años.
El silencio condena, y eso no se perdona.

“Con la visita del Santo Papa no podemos permitirnos una cosa como esta; discreción absoluta”



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