Pixote - A Lei do Mais Fraco

“O Brasil tem 120 milhões de habitantes, destes quase 28 milhões vivem em condições abaixo dos padrões estabelecidos nos Direitos Internacionais da Criança prescritos pela ONU.
Há também cerca de 3 milhões de crianças desabrigadas que não têm ninguém e nenhuma família de origem definida”
(Brasil tiene 120 millones de habitantes, de los cuales casi 28 millones viven en condiciones inferiores a las establecidas en los Derechos Internacionales de Los Niños prescritos por la ONU.
También hay aproximadamente 3 millones de niños sin hogar que no tienen ni una familia de origen definida)

Existe en el ser humano, una fuerte motivación a formar parte de grupos.
Esta necesidad de pertenencia, ha sido seleccionada a lo largo de la evolución, dado que aumentaba la tasa de supervivencia de los individuos.
Por esa razón, la exclusión social produce fuertes sentimientos negativos en la persona que la padece.
En los últimos años, en la Psicología Social se ha comenzado a estudiar científicamente los efectos que produce la exclusión social.
Llamado “ostracismo” en la Antigua Grecia, es el destierro a que se condenaba a los ciudadanos que se consideraban sospechosos o peligrosos para la ciudad.
A nivel social e histórico, hace referencia al acto mediante el cual, una sociedad decide alejar de su seno a un individuo o elemento que considera peligroso.
Los hechos criminales que involucran a niños, son cada vez más comunes en las calles de Río de Janeiro.
La población está cansada, y exige medidas extremas, incluso, responder con más violencia organizada.
Muchos, llegan a pedir la muerte de los atacantes...
Sabemos sobre la diversidad cultural que en el territorio brasileño se extiende, la pobreza y la riqueza, la ciudad y las favelas...
En el cine, es una diversidad que infinidad de directores han buscado proyectar en sus trabajos, al igual que en muchos otros países, como Argentina, México o Chile, por mencionar algunos, y el cine se hace presente como una herramienta de análisis.
Sabemos los conflictos que se viven en América Latina, en el mundo; y la importancia que llega a tener el cine, como un medio para abordar temáticas con respecto a los contextos sociales que vive algún país.
En muchos casos, se encuentran películas con características documentales, sin tener quizá como primera intención, que el filme sea un documental.
“Este filme é representado por crianças que pertencem a esta classe social.
A sobrevivência do mais fraco”
(Esta película es actuada por niños que pertenecen a esta clase social.
La supervivencia de los más débiles)
Pixote - A Lei do Mais Fraco es un drama brasileño, del año 1981, dirigido por Héctor Babenco.
Protagonizado por Fernando Ramos da Silva, Jorge Julião, Gilberto Moura, Edilson Lino, Zenildo Oliveira Santos, Marília Pêra, Jardel Filho, Tony Tornado, Beatriz Segall, entre otros.
El guión es de Héctor Babenco y Jorge Durán, basados en la novela “A Infância dos Mortos” de José Louzeiro.
Pixote - A Lei do Mais Fraco, le permitió al director, Héctor Babenco, experimentar con los límites cada vez más borrosos entre realidad y ficción.
Planeada originalmente como un documental sobre los niños de la calle de São Paulo, la obra terminó convirtiéndose en una cinta de ficción, luego que las autoridades de los reformatorios juveniles de la ciudad, se negaran a colaborar con el rodaje.
El resultado, aunque fruto de la imaginación, posee un vibrante espíritu realista, que produce en el espectador, la sensación de estar observando un documental de la situación de desamparo en la que viven muchos menores de edad en los barrios más deprimidos de Brasil.
Rodada en los barrios de São Paulo y Río de Janeiro; desde sus primeros cuadros, el mismo Héctor Babenco deja en claro, quiénes y de dónde vienen sus personajes.
Pixote (Fernando Ramos da Silva), es un niño de las favelas, miembro de una familia numerosa de pocos ingresos; su porvenir es claro:
No hay tal.
Y, como lo veremos en las escenas siguientes, Pixote no es el único; hay una franja poblacional olvidada, puesta bajo el tapete, o en una choza a la falda de algún cerro, lejos de los modernos paisajes de las urbes.
La acción comienza desolada, y con fuertes escenas en las que la niñez y la juventud conviven en un ambiente delictivo y, más que un reformatorio para delincuentes juveniles (FEBEM), es un centro de formación delictiva que les va quitando la vida, sin saber que quizás fuera de él, la vida podría ser peor.
La historia de Pixote, un niño de 10 años de São Paulo, es como la de cualquiera de los miles de niños de la calle que vagan por las favelas en las ciudades de Brasil, rodeados de miseria, violencia, abusos y pobreza.
Él es capturado en una redada desencadenada por un asesinato en el que no tuvo participación; y es recluido en una prisión de menores, donde es testigo de la brutalidad y la explotación que los ciudadanos comunes tratan de creer que no existe.
Las condiciones en el centro de menores, son infrahumanas:
Pixote se hace adicto a la inhalación de pegamento, para evadirse de un entorno en el que los abusos y las violaciones a los niños, por parte de los guardias, son frecuentes.
El maltrato es tan excesivo, que en ocasiones conlleva la muerte.
Pero Pixote consigue escapar junto a Chico (Zenildo Santos), un transexual llamado Lilica (Jorge Julião), y el novio de éste, Dito (Gilberto Moura)
Los 4, han de sobrevivir por el único medio que conocen, que es la delincuencia.
Tras una primera parada en el apartamento de un amante anterior de Lilica, llamado Cristal (Tony Tornado), se marchan a Río de Janeiro, donde tienen una oportunidad de negocio con un alijo de cocaína.
Allí, sin embargo, son engañados por una cabaretera, Debora (Elke Maravilha)
Y cuando Pixote la encuentra, la apuñala como represalia.
Después, los niños se convierten en proxenetas de una prostituta llamada Sueli (Marília Pêra), una mujer que recién ha abortado, por lo que Pixote la adopta como madre, siendo rechazado por ésta.
Solo al final, Pixote se marcha sin rumbo fijo.
Pixote - A Lei do Mais Fraco es una transgresión a la infancia, la búsqueda de llevar la realidad a la pantalla:
Vivir en el Brasil marginado de hace ya unas décadas pasadas, buscando lo que cualquiera de nosotros quisiera encontrar.
De principio a fin, el filme es un vaivén de episodios en que cualquier persona podría cuestionarse:
¿Qué es lo que la película pretende, al poner en aprietos a Pixote y sus compañeros, a sus amigos?
¿Qué es lo que Pixote debiera o no debiera hacer para sobrevivir?
¿Qué es lo que Héctor Babenco pretende, y qué es lo que nosotros como espectadores y participes de la película misma, queremos y podemos encontrar, ya no en la película quizás, sino en nosotros mismos?
Claro, todo esto desde un punto de vista que en la película no se puede dejar de tener presente:
La infancia, esa infancia que cualquiera puede perder.
Más barrios pobres, delincuencia, prostitución… es lo que Pixote ve y se hace cómplice, porque no tiene un lugar más a donde ir, a donde acudir, porque al parecer, no hay nada que perder.
Esta es una increíble realización de Babenco, tocando temáticas delicadas, no solo para Brasil, sino para toda Latinoamérica:
Desde la pobreza, violaciones, drogas y personas transexuales, todo un tabú para la época, e inclusive para la actualidad; etc.
Lo que hace esta película desgarradora, es que tanto Pixote y el actor que lo interpreta, claramente no quieren ser los personajes a los que las circunstancias de la vida los han llevado.
Pixote trata de confianza, de amor y de unión, pero simplemente no hay espacio en su mundo para el lado amable de la naturaleza humana.
Uno al final, se queda con la sensación de querer desesperadamente hacer algo por los Pixotes del mundo.
¿Qué hacer?
No lo sé, pero la construcción de más cárceles de niños, sin duda no es la respuesta.
Babenco nos muestra por los suelos, y desde el suelo una tremenda historia real y premonitoria; y porque él es un artista, nos hace creer que así, todas las posibilidades se han perdido.
“Meu filho está desaparecido há mais de um mês”
(Mi hijo ha estado desaparecido por más de un mes)
Retratar la pobreza, es difícil.
Hay una línea muy delgada que separa al dibujo certero de la manipulación o la glorificación.
En cierta época, el cine se inclinó por hacer de la pobreza, una característica inseparable de la bondad…
Para 1981, Héctor Babenco, argentino que vivió en Brasil por más de 2 décadas, filmó Pixote - A Lei do Mais Fraco cuyo tema era la vida de esos niños y adolescentes provenientes de las favelas, que tenían casi por seguro destino la criminalidad, y cómo el sistema, a su vez, convertía el circuito en una espiral de violencia ascendente; y logra caminar sobre esa sutil franja con destreza, mezclando cierta mirada inocente, con lo inhóspito del mundo.
La historia arranca con una breve secuencia en tono documental, en la que el director, Héctor Babenco, ofrece una breve introducción a las puertas de la favela de Diadema, en São Paulo.
En ella expone el tema que abordará, y presenta a Fernando Ramos da Silva, un niño que vive con su familia en este empobrecido barrio, y que protagonizará a continuación el filme.
Este atípico prólogo, nos avisa de la dimensión de realidad que se nos va a mostrar.
Siguiendo la tradición del cine neorrealista, los personajes son actores no profesionales, niños de la calle, en situaciones similares a las del protagonista.
En São Paulo, Brasil, los niños se ven obligados a buscar cualquier medio que les permita sobrevivir.
Pero la ley prohíbe que los menores de 18 años puedan ser encarcelados, situación que es aprovechada por traficantes, ladrones, y otros criminales para su beneficio.
De esta manera, los niños son utilizados para cometer crímenes, sin que nadie pueda evitarlo.
Pixote es uno de estos niños, sin nombre, sin apellidos.
Sólo Pixote, que se traduce como “pibe”, “chavo”, “chaval”, “niño”
Ha vivido en las calles toda su vida, y las conoce como la palma de su mano.
Como otros niños, Pixote vagabundea en medio de prostitutas y tahúres, ganándose la vida como puede.
El instinto de supervivencia lo anima, a pesar de que el destino no le ofrezca ninguna esperanza, como a ninguno de los otros niños.
Lo que sigue pasado este prólogo, es una historia dividida en 2 partes, claramente diferenciadas:
En la primera de ellas, Pixote es encerrado con otros niños en un reformatorio por el supuesto asesinato de un juez, donde será testigo de los excesos de unas autoridades que les utilizan constantemente como cabezas de turco.
Con un tono profundamente ácido y desencantado, Babenco se centra durante esta mitad de la narración, en exponer la impunidad de las instituciones y sus abusos, sin escatimar tampoco en las críticas a los discursos pedagógicos vacíos y adornados, que se manejan desde otras esferas, y mostrando, en definitiva, la indefensión de los internos del reformatorio ante su entorno, que va alimentando su necesidad de huir.
El discurso es el de normalización:
Están ahí para poder “corregirse” y reinsertarse en la sociedad como individuos productivos.
La realidad es que están ahí, bien para violentarse entre ellos, o para ser finiquitados por la represión de los celadores, supuestos vigilantes y supervisores de su recuperación como individuos.
De la vida previa, aquella fuera del reformatorio, no hay demasiadas pistas, salvo las que aparecen desde los silencios.
Los padres de muchos de los detenidos, son desconocidos, o han muerto ya, y varios tienen ya más de una entrada.
Desde la mirada de la los ejecutores de la ley, ya son culpables, y ellos asumen ese rol.
Nadie se pregunta, si realmente hay otra salida...
Pixote, no está exento de todo esto.
Así como si fuera un rito iniciático en una escuela pupila, Babenco filma y monta la experiencia del reformatorio, como la de alguien que va aprendiendo.
La sexualidad desbordada, en la cual la mujer aparece como algo distante, una fantasía o un objeto.
La violación como catarsis, la violencia como norma, la muerte como compañera permanente.
Para los personajes, la seguidilla de shocks, se asimila casi de inmediato; la indignación dura poco, y es casi de manera automática, reemplazada por un deseo de revancha, que aparece refractado en la palabra “respeto”
En ese ambiente opresivo, relatado de manera lineal, a veces incluso con cierta cruel inocencia, van apareciendo los protagonistas.
Luz y oscuridad, son intercambiables, porque la violencia no discrimina ni se preocupa por ocultarse demasiado.
Un periodista, bien intencionado, denuncia, pero la cosa llega hasta ahí.
El mundo que los detenidos conocen, está siempre presente, tanto cronológica como geográficamente.
En algún momento aparecen las drogas, que se plantean como un escape u otro corruptor, una anestesia, pero ni siquiera eso.
El efecto de la marihuana o del pegamento, no hacen que la pesadilla se termine, y la imagen permanece sobre los rostros de los personajes; el placer que sienten, dura poco, es una ilusión, a veces un descanso de la realidad, pero no más que eso.
Todo es, en definitiva, una gran carrera hacia la muerte, de los demás, de ellos mismos.
La segunda parte, sin embargo, descubre una realidad aún más cruda, y con una exposición bastante más radical de los niños protagonistas.
Tras escapar del reformatorio, Pixote se asocia con 3 compañeros:
Chico, Dito y Lilica, para sobrevivir en la calle, entrando en una espiral de violencia y marginalidad, y metiéndose en una multitud de asuntos turbios, en los que les veremos robar, traficar con drogas, e incluso cometer asesinatos.
Afuera, en la ciudad, cuando los protagonistas escapan del reformatorio, y buscan hacerse de un lugar propio en el nivel del mundo que “les corresponde”; pero en este “afuera”, no se sabe si la situación es incluso peor.
Las reglas se cambian diariamente, resaltando la necesidad de sobrevivir.
La soledad se hace más patente.
Este es el mundo donde no hay espacio para los niños.
Río de Janeiro, es el escenario de esta segunda parte, y ofrece a los protagonistas diversión, la ilusión temporal de jugar a ser niños, púberes, adolescentes.
Pero inmediatamente, el relato los devuelve a la jungla, donde todo es mucho más difícil y confuso.
En esta segunda mitad, los protagonistas se relacionan con una prostituta, Sueli, con quien conforman una suerte de familia disfuncional.
El líder, es una figura paternal corrida; la puta, una madre que no puede ser; un niño que quisiera poder serlo; y otro personaje, Lilica, al borde de la mayoría de edad, travesti.
Todos son esperpentos, por los cuales el espectador puede sentir simpatía, sublimarlos al convertirlos en una trágica y patética ficción.
Pero el relato es cruel con ellos, no tienen redención, como en lo grotesco.
Continuando el discurso “foucaltiano”, de la escritura de cuerpos, de la normalización, de la vigilancia, de la discriminación estructural, ellos están destinados al margen, al ostracismo.
Ambas opciones, el confinamiento o la “independencia”, muestran la inexcusable fatalidad que se cierne sobre su vida, en el corto y largo plazo de Pixote.
Como aspectos controvertidos de la producción, incluyen la representación de la brutalidad sexual que afecta a niños, violaciones entre ellos, o por otros adultos; escenas de niños que cometen actos de asesinato, o que son asesinados por quienes vigilan la ley y el orden; y el tráfico de drogas.
También vemos la prostitución  y el travestismo en Lilica, un joven de 17 años de edad, que vende su cuerpo a hombres mayores.
De ahí que resulte admirable la inocente mirada por la que Babenco filtra todos los hechos.
Los infantes podrán ser criminales, asaltantes y asesinos de la más baja ralea y, sin embargo, no dejan de ser niños.
Sus actos no son ejecutados por un impulso maligno, más bien es circunstancial.
Además, los adultos son vistos como un peligro permanente, ya sea por su maldad implícita, como los traficantes de droga, los chulos y los encargados del reformatorio; o su torpe ingenuidad:
Un reportero, sus madres…
Por eso, no resulta extraño que Pixote busque el cálido seno de una prostituta, con la esperanza de recibir un poco de amor.
El tono más dramático de la primera mitad, deja paso a una sensación de incomodidad constante, al ver la falta de escrúpulos de Babenco para exponerles en circunstancias morales durísimas, e inquietantes.
Es destacable en ese sentido, el esfuerzo por evitar maniqueísmos, para no edulcorar una historia que tiene tanto de carácter puramente reivindicativo, como de intento de trasladar de manera fiel, la vida de sus personajes, con todos sus claroscuros.
En ese sentido, es donde el guión muestra un cierto distanciamiento emocional, cuando es preciso, abandonando paternalismos innecesarios, pero sin dejar por ello de cargar las tintas contra el entorno que les ha llevado a esta situación.
En ambas partes, la narración ocurre en gran parte a saltos, sin continuidad inmediata entre las escenas, dando la impresión de ser una historia episódica, y sin rumbo claro, con la intención tal vez de captar la incertidumbre de la situación del protagonista, sujeta al devenir de los acontecimientos, y conformando una narración tremendamente cruda y sin concesiones, a un público que se verá expuesto constantemente a secuencias perturbadoras.
En todo momento, hay una sensación pesimista de fondo, de personajes que están condenados a vagar por una vida marginal de la que no pueden salir.
Pero eso no debería llevar a engaño, porque de la misma forma en que centra su atención en mostrar toda la carga dramática de sus situaciones, con un aplomo y una sobriedad que se echan mucho en falta en otras obras del género, Pixote - A Lei do Mais Fraco también es a su manera, una película que atesora sus escasos momentos de calma, centrando en varias ocasiones, el punto de vista en la amistad de los personajes, como vía de escape a su realidad.
En ese sentido, hay que destacar una escena de Pixote hablando con Lilica y Chico en la playa, o el inocente juego en el que simulan un atraco en el reformatorio...
Todo un ensayo de lo que vendría a realizarse en la segunda parte…
Una de las grandes cualidades, es que nunca, ni en los buenos ni en los malos momentos, deja de transmitir una terrible sensación de naturalidad; y logra sin ir más lejos, sacar un registro impecable del protagonista, Fernando Ramos, quien interpreta a su personaje con una sinceridad apabullante, reflejando en su expresión, la desolación y perturbación de un niño que ha perdido su inocencia.
Lo mismo se podría decir del resto del reparto, que sorprende por su solidez y dedicación, de entre los que hay que destacar a:
Jorge Julião en el papel de Lilica, el adolescente “crossdresser” y sus crisis existenciales, al ver su futuro incierto como tantas personas transexuales en el mundo; y Marília Pêra, como la prostituta Sueli.
De hecho, Héctor Babenco reclutó a varios niños vagabundos, entre ellos, el extraordinario Fernando Ramos da Silva, el inolvidable Pixote del título, para dar vida a los personajes de este crudo drama; siendo Fernando elegido de 1.300 solicitantes; y su drama como Pixote, trascendió las pantallas de una forma cruel e irónica.
El joven Ramos da Silva, se convirtió en una celebridad instantánea, pero la fama y la fortuna, duraron muy poco...
El nuevo éxito le consiguió un contrato de 1 año en TV Globo, en una telenovela en horario estelar.
Sin embargo, pronto fue despedido, por ser percibido como un perezoso, aunque su incapacidad para leer líneas, debido a su analfabetismo, puede haber contribuido a esa percepción.
Después de ser despedido de la telenovela, da Silva apareció en un pequeño papel en “Gabriela”, una película de Bruno Barreto; y posteriormente fue a la escuela de actuación, en el que se retiró después de sólo 2 días.
Fernando Ramos da Silva, luchó para recuperar su fama, y finalmente regresó a la vida en la calle que había tenido.
En 1984, fue arrestado por cargos de robo en Diadema, uno de los varios cargos que se convertiría en un fenómeno frecuente para la ex estrella infantil.
Para 1985, estaba casado con Maria Aparecida da Silva Venancia, con la que tuvo una hija, Jacqueline.
Y 2 años después, olvidado y empobrecido, Ramos da Silva, de 19 años, fue muerto de 7 disparos por 3 policías que lo perseguían tras haber cometido un robo, repitiendo el fatal destino de Pixote - A Lei do Mais Fraco.
Se cuenta que el 25 de agosto de 1987, da Silva fue herido fatalmente en un presunto tiroteo con la policía.
Los informes policiales, afirman que era da Silva, quien se resistía a ser detenido, pero hay informes contradictorios de los testigos que afirman da Silva estaba desarmado; y un examen forense, demostró que le habían disparado mientras estuvo acostado en el suelo.
Tanto su esposa y su madre, llamaron a los hechos:
“Una ejecución policial”
Teniendo en cuenta que la propia vida de da Silva, fue ser un niño de la calle, llevándolo a una muerte temprana, cuando fue asesinado por policías corruptos en una redada antidroga, Pixote - A Lei do Mais Fraco se vuelve aún más preocupante, ya que nos damos cuenta de que da Silva es realmente Pixote, en un círculo de la vida imitándose en el arte, imitando la vida.
Sin fuente confiable de ayuda, estos niños de la calle, se ven obligados a existir en una situación de desventaja extrema.
La brutal verdad en Pixote - A Lei do Mais Fraco, puede ser difícil de digerir, pero no podemos hacer la vista gorda.
En última instancia, las palabras no son lo suficientemente fuertes para hacerle justicia, uno tiene que experimentarlo por sí mismo.
La inolvidable secuencia final, ofrece un broche perfecto a una trama que tristemente tiene más de realidad, que de ficción, como demostraría tan solo 6 años más tarde, el final trágico, abatido a tiros por la policía, de Fernando Ramos, el Pixote de Babenco.
Roger Ebert, describió la película en el Chicago Sun-Times como “un aspecto rugoso, sin parpadear, en la vida de ningún ser humano debería estar obligado a llevar.
Y los ojos de Fernando Ramos da Silva, nos considera desde la pantalla, no en el dolor, no en la acusación, no en arrepentimiento, sino simplemente en la aceptación de una realidad cotidianamente desierta”
“¡Vá viver a sua própria vida!
¡Nós vamos cada um por conta própria!”
(¡Vete y vive tu propia vida!
¡Cada uno seguirá por su cuenta!)
Ver a Pixote es, de alguna manera, vernos a nosotros mismos, viviendo una infancia que nadie quisiera vivir.
Un nudo en la garganta, proyectándose literalmente en la pantalla.
Pixote - A Lei do Mais Fraco obliga a cuestionarnos como individuos incluidos dentro de una sociedad:
¿Qué es lo que hacemos para mejorarla?
¿Qué hacemos para ser mejores?
Y cuestionar el panorama en que vivimos.
Pixote, el niño que busca la diversión, el amor y la fraternidad de una familia que encuentra en las calles, pareciera ser de alguna forma, una alegoría al hecho de que la humanidad es una familia entera, que se puede encontrar en cualquier parte.
Pero cuestionemos el panorama, si tenemos en cuenta como un hecho, la marginación que se vivió, por ejemplo, en torno a Los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, cuando gran parte de la población brasileña tiene problemas de pobreza y desigualdad.
¿Qué hay de todo eso?
Políticas públicas que buscan tapar con un dedo al sol, o en este caso, tapar y pasar desapercibidos los barrios pobres que el brasileño camina poniendo carteles enormes de Los Juegos Olímpicos alrededor de las favelas.
Pero la realidad es otra que no se muestra:
Mikkel Jensen, periodista danés, denunció que a menudo, la policía mataba a los niños por la noche, cuando estaban durmiendo en una zona donde hay muchos turistas.
¿Por qué?
¿Para dejar limpia la ciudad para los extranjeros y la prensa internacional?
O sea,
¿Por mi culpa?
La violencia se generalizó, y se formaron grupos que buscan justicia por mano propia.
Son los denominados los “justicieros”, “los amantes del gimnasio” que salen a las calles y a las playas con sus bates de béisbol y sus pitbulls para atacar a quienes les resultan sospechosos.
No les importa si son delincuentes o no, si son niños o no, si son mujeres o no.
No obstante, la realidad siempre va unos pasos adelante, como lo muestra el documental:
“Quem Matou Pixote?” (1996), de Jose Joffily, así como en el libro “Pixote No Mais” de Cida Venancio, su joven viuda de Pixote; donde Fernando Ramos da Silva, intentó usar su bien ganada fama como niño actor, para salir de las favelas, sólo para ser rechazado, regresar a su lugar de origen, y morir unos años después a plomo de pistola.
A veces, el destino es en verdad inexorable.
Para el director, Jose Joffily, su filme no es un ataque a la industria que sacó a Fernando de la nada, para devolverlo a la nada, sino una exposición de las trampas malditas que imposibilitan la ascendencia social en Latinoamérica.
De Fernando, haber nacido de clase media, el triunfo de Pixote - A Lei do Mais Fraco le hubiese dado otra vida…
Una trampa a la que Fernando estaba condenado, por lo que su destino fue más cruel.
Como en Pixote - A Lei do Mais Fraco, “Quem Matou Pixote?” (1996), reafirma que para esta juventud sin futuro, la tentación del crimen es la única alternativa, y a la vez, denuncia la violencia policíaca hacia estos niños criminales, que son ejecutados diariamente, mientras el orden establecido prefiere mirar para otro lado.
Se puede responder, que a Fernando Ramos, lo asesinó impunemente la policía de São Paulo, pero esto significa cubrirse los ojos para no ver la gigantesca maquinaria que lo extrajo de un mundo cruel y salvaje, le despojó de sus armas, y lo volvió a dejar, indefenso.
En este sentido, se puede afirmar que a Fernando Ramos da Silva, lo mató Pixote.
Y Pixote, somos todos nosotros.

“A situação destas crianças é mais caótica, quando se tem consciência de que não podem ser processadas, o que permite a exploração destes menores por alguns adultos.
Forçando-os a cometer crimes ou atos de delinqüência, sabendo que eles não serão processados.
No máximo, eles serão enviados para reformatórios onde passarão vários meses; onde a pressão ea falta de espaço, irá causar a sua libertação imediata”
(La situación de estos niños es más caótica, cuando se sabe que no pueden ser procesados, lo que permite la explotación de estos menores por parte de algunos adultos.
Forzándolos a cometer crímenes o actos de delincuencia, sabiendo que no serán procesados.
A lo sumo, serán enviados a reformatorios donde pasarán varios meses; donde la presión y la falta de espacio, causará su liberación inmediata)



Comentarios

Entradas populares