La Caduta degli Dei

“He was to become the second most powerful man in Nazi Germany”

La subida del Nacionalsocialismo en Alemania, un país de gran cultura y raciocinio, puede resultar una contradicción.
Karl Max creía que este país iba a protagonizarla gran revolución proletaria, precisamente por considerarlo el más capacitado, y el más avanzado intelectualmente, pero se equivocó.
La Gran Alemania albergó un monstruo de maldad inimaginable, cuya aparición no fue en ningún modo gratuito ni casual.
Veamos el ejemplo en el microcosmos de una familia:
En 1902, el Káiser obligó a casarse a Bertha Krupp, con Gustav von Bohlen und Halbach.
El motivo es que El Imperio Industrial, no podía ser dirigido por una mujer…
Gustav, cambió su apellido en 1909, se convirtió en el presidente de la compañía.
Después de La Primera Guerra Mundial, se prohibió a Krupp que fabricase armas, aunque desde 1920, y con el apoyo del gobierno de Weimar, no dejo de investigar en dicho campo, o de abrir sucursales en otros países.
Además, fue favorecida con contratos de ferrocarriles.
Curiosamente, la compañía tenía muy buena prensa entre los trabajadores, ya que fue una de las pioneras en establecer una seguridad social y un seguro dental para ellos.
Como buen noble, despreciaba a los nazis, porque no los consideraba de su misma clase.
Pero en 1932, cambió totalmente su punto de vista hacia ellos, ya que temía más a los comunistas.
Los nazis además, se encargaron de hacerle feliz de 2 formas:
Una fue, que gran parte de los contratos de armas pesadas, fueran a su compañía; y la otra, eliminando a los sindicatos.
En palabras del industrial, Fritz Thyssen, Gustav se convirtió en un súper nazi de la noche a la mañana.
En 1933, Hitler nombró a Gustav, Presidente de La Federación de La Industria Alemana.
La expansión de la compañía, era imparable, pasando de 35.000 a 112.000 empleados.
Pero en 1939, la salud de Gustav comenzó a deteriorarse, y en 1941 sufrió una embolia.
Así que fue sustituido por Alfried, su hijo mayor.
Éste era un nazi convencido, que se alistó en Las SS en 1931, por lo que las relaciones entre la compañía y los nazis, fueron como la seda…
La mayor recompensa de la lealtad de Alfried hacia Hitler, vino en 1943 con la promulgación de La Ley Krupp.
Todas las acciones de Bertha, pasaron a Alfried, y se desheredo a otros posibles herederos; es decir, Alfried se quedó con todo.
Sin embargo, por esas fechas, el listo de Alfried tenía en mente otros planes...
La derrota de Stalingrado, le mostró que Alemania iba a perder, así que comenzó a liquidar todos los bonos estatales, y a poner su fortuna a salvo en otros países.
Al final de la guerra, fue juzgado en Núremberg, y condenado a 12 años de prisión, y a la requisa de su fortuna por haber utilizado mano de obra esclava.
Sin embargo, a los 3 años se les amnistió, y se le restauró parte de su Imperio Industrial; hasta que murió en 1967.
En definitiva, la historia castiga duramente los errores de las fuerzas que ganaron La Primera Guerra Mundial, humillando y asfixiando a un país que rebotado se levantó sembrando odio y muerte por todo el mundo.
¿Se repetirá la historia?
“It's all over, Günther.
It was everyone's fault, even mine”
La Caduta degli Dei es un drama bélico italiano, del año 1969, dirigido por Luchino Visconti.
Protagonizado por Dirk Bogarde, Ingrid Thulin, Helmut Griem, Helmut Berger, Renaud Verley, Umberto Orsini, Reinhard Kolldehoff, Albrecht Schoenhals, Florinda Bolkan, Nora Ricci, Charlotte Rampling, Irina Vanka, Karin Mittendorf, Valentina Ricci, entre otros.
El guión es de Luchino Visconti, Nicola Badalucco y Enrico Medioli; siendo una personal versión de “Macbeth” de William Shakespeare, y libremente inspirada en la familia alemana Krupp, cuya fábrica de acero tiene su sede en Essen, Alemania, algo no común para la época.
Esa inspiración, se manifiesta en el ramo de la explotación, la industria siderúrgica, y en la elección del apellido:
La ciudad de Essen, era el asiento principal del negocio de Los Von Krupp; pero los paralelos no van mucho más allá.
Además es imposible que esta película deje a nadie indiferente, y hay que destacar como Visconti construye un fresco histórico contundente con ecos de Shakespeare, y de las mejores tragedias clásicas griegas.
No en vano, estamos ante la película favorita de R.W. Fassbinder, ahí es nada.
Una crónica sobre las vicisitudes de una familia de la alta burguesía alemana, propietaria de una importante empresa siderúrgica; que se extiende desde El Incendio del Reichstag en 1933, hasta La Noche de Los Cuchillos Largos en 1934, durante la cual tuvo lugar la matanza de los miembros de las SturmAbteilung (SA)
A menudo, La Caduta degli Dei ha sido considerada como la primera de las películas de Visconti, descritas como “La Trilogía Alemana”, junto con “Morte a Venezia” (1971) y “Ludwig” (1972)
En estas 3 películas, Visconti analiza el ascenso del nazismo en la Alemania de Weimar, mediante sus desastrosos efectos en una familia aristocrática, como una forma de tener una visión más amplia de la política y la cultura europeas.
El autor, Henry Bacon, en su libro “Visconti: Explorations of Beauty and Decay” (1998), categoriza específicamente estas películas, bajo el capítulo “Visconti & Germany”; pues las películas anteriores de Visconti, habían analizado la sociedad italiana durante el “Risorgimento” y los períodos de la posguerra.
Estilísticamente, la trilogía enfatiza en los trajes lujosos, la iluminación sensual, los trabajos de cámara lenta, y una inclinación por imágenes que reflejan estados subjetivos o valores simbólicos.
Visconti tenía la idea clara que era preciso hacer ver que la gente había olvidado lo que había significado el nazismo a finales de los 60, en Europa, se sobreentiende, de modo que quiso presentar esos momentos preliminares, como algo terrorífico.
Y situarlo en esos momentos iniciales fue todo un acierto.
Aunque hoy en día, es más fácil encontrar películas sobre el nazismo, pero documentar ese momento que va desde El Incendio del Reichstag hasta La Noche de Los Cuchillos Largos como aquí, no se ha vuelto a repetir.
El título “La Caduta degli Dei” alude a la ópera de Wagner, “El Ocaso de Los Dioses” ya que el título original es el mismo “Götterdämmerung”
De la ópera homónima wagneriana, la película también toma varios de sus temas:
El incesto, la homosexualidad, la pedofilia, la ambición desmedida de poder, y la traición; además, la película trata los temas de la prostitución y el travestismo.
Temas muy escandalosos para 1969, en plena revolución sexual.
Además, tiene escenas de violencia, de desnudo tanto masculino como femenino, escenas de sexo incestuoso, y de abuso sexual infantil.
La Caduta degli Dei estuvo nominada al Oscar como mejor guion original; siendo un lúcido, barroco y grandilocuente fresco sobre la decadencia y la destrucción de una familia poderosa, con el telón de fondo de los históricos acontecimientos que estaban ocurriendo en Alemania, y que terminarían por incendiar a toda Europa; elogiada por su presentación de la conexión de la decadencia moral, la neurosis sexual, el deseo de muerte, el egocentrismo narcisista y el oportunismo político, con efectos de tortuosidad decorativa, y estilización artificial.
Filmada tanto en Italia como en Alemania, La Caduta degli Dei recibió una calificación “X” por la MPAA.
Warner Bros, presentó la película para la reclasificación para su lanzamiento de DVD en 2004, y la calificación fue cambiada de “X” a “R”
Esta fue la primera película “X-rated” que se mostró en la televisión de la red estadounidense, aunque muy editada, y en horario nocturno.
La acción transcurre en la región industrial del Ruhr, en Alemania, tras el alzamiento de Hitler; y se centra alrededor de Los Essenbeck, una familia adinerada, dedicada a la industria de acero, que comienza a hacer negocios con El Partido Nazi en El Tercer Reich.
En la noche del Incendio del Reichstag, el patriarca conservador de la familia, El Barón Joachim von Essenbeck (Albrecht Schoenhals), quien representa a la vieja Alemania aristocrática, y que detesta a Hitler, es asesinado…
Herbert Thallmann (Umberto Orsini), el vice presidente de la compañía familiar, quien se opone abiertamente a los nazis, es culpado del crimen.
Escapa de las garras de La Gestapo, pero su esposa, Elizabeth (Charlotte Rampling), pariente del viejo Barón, y sus hijas, no corren su misma suerte:
Elizabeth morirá en El Campo de Concentración de Dachau, mientras sus hijas se salvarán, a cambio de la entrega de su padre a La Gestapo.
El Imperio pasa bajo control de Konstantin von Essenbeck (Reinhard Kolldehoff), hijo del Barón Joachim von Essenbeck, un grosero oficial de Las SA sin escrúpulos, que resultará muerto durante La Noche de Los Cuchillos Largos.
Mientras tanto, quedan a su cargo su hijo:
Günther (Renaud Verley), un estudiante sensible y preocupado; y su sobrino, Martin (Helmut Berger), quien siente atracción sexual por una de las pequeñas hijas de Herbert y Elizabeth, y por una niña judía pobre.
Martin, es dominado por su madre posesiva, Sophie (Ingrid Thulin), la viuda del hijo mayor del Barón Joachim von Essenbeck, un héroe fallecido en La Primera Guerra Mundial.
Sophie, ayudada por su primo, y hauptsturmführer de las SS Aschenbach (Helmut Griem), pretende que su amante, Frederick Bruckmann (Dirk Bogarde), tome las riendas de la industria familiar.
Aschenbach, logra manipular a varios miembros de la familia von Essenbeck, con el fin de asegurar la financiación de los planes militares del Tercer Reich por los magnates de la industria del acero.
Así pues, no sólo estamos ante un filme histórico y político, que relata un año decisivo, desde el citado Incendio del Reichstag en 1933, hasta La Noche de Los Cuchillos Largos, en 1934, dentro de la historia de Alemania y Europa, y que explica el triste papel que jugó la burguesía en todos estos sucesos, sino que también asistimos a un excelente drama familiar, de carácter trágico, que enriquece y eleva el filme de manera más que notable.
Una ópera dramática de pasiones desatadas, de vicios ocultos que afloran sin que se pueda hacer nada por remediarlo, en la que se hace buena la frase aquella de que “el hombre es un lobo para el hombre”, con los personajes destrozándose unos a otros, con una ferocidad muy alejada del ambiente refinado en el que se mueve la historia.
Una familia en la que se reúnen todos los vicios, y donde la virtud que representan Herbert, su esposa y sus hijas, tendrá necesariamente que sucumbir ante las enormes fuerzas que el mal pusiera en juego para conseguir sus objetivos.
La Caduta degli Dei es una de las mejores películas sobre la corrupción y degradación humana en tiempos de la ascensión de Hitler, donde cada una de las piezas:
Guión, dirección, actuaciones, vestuario, dirección artística, maquillaje, fotografía… encaja perfectamente, conformando un puzle que completa magistralmente.
De hecho, seguramente se trate de la mejor película jamás realizada para entender la realidad del nazismo, y no estoy hablando de las causas, sino de la verdadera cara.
Inclusive el papel de las llamadas “Corporaciones” en tiempos de guerra, y las industrias familiares con mucho poder.
“You must realize that today in Germany anything can happen, even the improbable, and it's just the beginning”
Luchino Visconti, el más grande entre los directores italianos, dirige esta película cuyo título hace referencia a la ópera homónima de Richard Wagner, y el argumento de la cual posee connotaciones Shakesperianas, que recuerdan irremediablemente a “Macbeth”
Como no podía ser de otra forma, Visconti sitúa la acción en un momento histórico muy concreto, y de gran relevancia, y los sucesos de la misma, explican y reflejan un pedazo tan importante de la historia Europea, como es el ascenso del Nazismo al poder en Alemania.
Tomando como base la descomposición de una rica e influyente familia, propietaria de una importante fábrica de acero, que abastece de armas al ejército, Visconti, desde una perspectiva marxista ortodoxa, nos muestra la connivencia entre el gran capital alemán y el movimiento Nacionalsocialista, al que su dinero ayuda a conseguir el poder, pues los grandes industriales piensan que Adolf Hitler y los suyos, serán un eficaz dique contra la amenaza de una revolución comunista, la reciente experiencia de La Unión Soviética, y los sucesos ocurridos en la propia Alemania, una vez finalizada La Primera Guerra Mundial, están muy presentes en su ánimo; y también consideran que la política expansionista y agresiva del Tercer Reich, les beneficiará objetivamente, mediante sustanciosos contratos para abastecer a unas fuerzas armadas, que muy pronto se saltarán a la torera las restrictivas cláusulas del Tratado de Versalles.
Esto explica que las clases privilegiadas y los medios conservadores, tradicionalmente partidarios de la depuesta monarquía de los Hohenzollern, El Káiser Guillermo II, para entendernos, y ya durante La República de Weimar, cercanos al Partido Nacional Alemán de Alfred Hugenberg, y al Presidente Hindenburg, acaben prestando su apoyo financiero a un movimiento plebeyo y callejero como fue El Nazismo en sus primeros tiempos, un movimiento que, teóricamente, pretendía superar la dicotomía Capitalismo-Comunismo, y aunar al pueblo alemán, el de raza aria, por supuesto, en una empresa común, la de recuperar su pasada grandeza, presuntamente perdida a causa de los leoninos términos del mencionado Tratado de Versalles, y por los traumáticos efectos de la gran crisis económica iniciada en 1929, con millones de parados, y el colapso de la producción.
Es en ese contexto histórico en el que arranca La Caduta degli Dei, la misma noche en que arde El Reichstag o Parlamento en Berlín, en un acto a todas luces organizado por los propios Nazis, para culpar a los comunistas y demás opositores, y tener así una excusa para aprobar decretos de excepción, que les den el poder absoluto.
Con ese marco referencial e histórico, durante los últimos años de la década de 1960, el director italiano estaba impresionado por el crecimiento en Italia de atentados y episodios violentos que involucraban a grupos de jóvenes de izquierda y de derecha, partidarios de métodos brutales como expresión de protesta y rebeldía.
Precisamente en 1969, cuando él preparaba su film, se fundaron las temibles Brigadas Rojas; y se le ocurrió entonces, ilustrar ese presente con los horrores del pasado, es decir, del Nazismo.
El guión expone entonces, las etapas del proceso de instauración de una dictadura, de acuerdo con una estructura casi atemporal.
En un comienzo, reconocida la primacía de un movimiento político, los empresarios industriales y terratenientes, se acercan a la cúpula del partido triunfante o del gobierno, y se someten con fervor a sus exigencias.
Eso crea en los mandatarios, la impresión de que nada los detendrá, y de que ese poder puede durar “mil años”; por tanto, aumentan sus exigencias sobre las fuerzas vivas de un modo extorsivo, devienen potentados, adquieren las costumbres y los ritos de una nueva aristocracia, en general más prepotente y grosera, hasta que, en plazos de corta o muy larga duración, terminan por estrellarse contra una realidad que no pueden controlar.
En ese tramo final, el dictador ya no cuenta con el beneplácito de las fuerzas vivas que, de colaboradoras, pasan a ser víctimas y, olvidadas de la complicidad y el apoyo brindados, se convierten en oposición.
Redimidas por ese arrepentimiento tardío, que no tiene que ver con la moral, sino con la economía, conspiran y apuestan a algún otro poder naciente, fuente de futuros beneficios.
Al principio, Visconti pensó contar la saga de su dinastía, y de su círculo en la década de 1930, durante el auge del fascismo.
Su madre, Carla Erba, pertenecía a una importante familia de industriales farmacológicos, y su padre era el rico y aristocrático Conde de Modrone, Duque de Grazzano.
Pero después prefirió narrar la evolución de un aristocrático e imaginario clan alemán, Los von Essenbeck.
Para eso, se inspiró en 2 estirpes históricas:
Los von Krupp y los von Thyssen Bornemisza.
A comienzos de la década de 1920, El Nazismo era un partido menor, pero algunos poderosos industriales lo sostenían con aportes regulares.
Fritz von Thyssen lo hizo desde 1923, y después lo lamentó amargamente en su libro “Yo pagué a Hitler”, como señala el historiador, William L. Shirer.
A partir de 1930, a medida que el nazismo iba cobrando importancia, se fueron sumando otros aportes:
Provenían de la I. GB. Farben, el cartel químico, de la industria del potasio y de los principales bancos.
Casi hasta 1933, el rey de los fabricantes de armamentos, El Barón Krupp von Bohlen und Halbach, detestaba y despreciaba a Hitler, peor aún, no le daba un centavo.
Por fin “lo descubrió”; y como tantos quedó hechizado por la retórica del líder, sus ideas luminosas sobre el destino de Alemania y la paz social que sabía imponer a bastonazos con las SA; es cierto que, a esas alturas, Hitler ya era el aspirante natural al cargo de Canciller del Reich, y oponérsele a alguien como él, que predicaba la necesidad del espacio vital, es decir, la ampliación de las fronteras germanas, era una insensatez para un fabricante de cañones.
Por lo que von Krupp también comenzó a alimentar las arcas del partido.
Fue una conversión de último momento.
Como todo converso, El Barón se transformó en un fanático del Führer.
En realidad, apoyaba casi a un socio, ya que hasta 1945, lo proveyó de las municiones y cañones que éste le encargaba... hasta que llegaron las derrotas.
Con esos datos, La Caduta degli Dei es la película más oscura de Visconti, en la que aborda sórdidos temas con los que representa la decadencia de una familia acomodada alemana, en los días del ascenso nazi, una familia que termina por desmoronarse por la ambición de sus propios miembros:
Intrigas, conspiraciones, mentiras dentro de la propia familia, todo en pos del poder, en pos de la codicia por adquirir el cetro dentro de la poderosa siderúrgica.
Y en el fondo de todo, los nazis, que empiezan ya su ascendente camino al poder, al dominio de una Alemania que terminaría siendo controlada y dirigida por Adolf Hitler.
No deja de ser interesante la versión “desde adentro” de ese ascenso; en la que Visconti, conocido por plasmar sus filiaciones políticas, conocido por su inclinación comunista, y lo patente que esto queda en otras obras suyas, ahora nos muestra su particular visión del nazismo, y como buen comunista, lo hace con ojo crítico, pero no cualquier ojo crítico, es la lupa de un italiano, anti fascista, de un cineasta enormemente dotado, por lo que la versión, su versión de esa podredumbre nazi, es deliciosa.
Y el grado de esa decadencia, es mostrada de una forma tan directa, tan desnuda, que denota en Visconti mismo una modificación, una variación en algunas de sus directrices, algo había cambiado, primero en la mentalidad del director, y luego, por consiguiente, en su arte, sin embargo, alguna sensibilidad se advierte aún en el genio italiano, como Günther, tocando hermosamente el celo en la fiesta del Barón.
Y nos mostrará sus ya conocidas atrocidades, las quemas de libros, sus arbitrariedades, incursiones a empresas e industrias, destrucciones sin sentido, pero nada de eso se compara con la mayor de sus barbaridades, las aberraciones propias de una decadencia que lo posee y lo contamina todo en la familia von Essenbeck, poderosa estirpe de distinguido abolengo, pero que cederá ante las más perversas y desviadas atrocidades, los más sórdidos capítulos, una demencia total, cuyo único final será un desenlace fatal para sus bizarros integrantes.
La misma noche en que se Incendió El Reichstag, la familia Essenbeck está reunida para celebrar el aniversario del patrón y propietario de la fábrica:
Joachim.
Ante las circunstancias políticas que vive su país, y muy a su pesar, tal y como él mismo afirma, Joachim ha decidido colaborar con el nuevo régimen, y por ello nombra como vicepresidente a Konstantin, miembro activo de las SA.
La decisión produce un gran revuelo, y no deja indiferente a ningún miembro de la familia.
Herbert, es el único entre ellos, que se muestra contrario a la decisión, hecho que le obligará a exiliarse poco después.
Pero no solo a él le produce indignación; a las espaldas de Joachim y Konstantin, se está urdiendo un plan, que es precisamente el que recuerda a la trama de “Macbeth”, entre Frederick Bruckmann, un técnico especializado que se ha hecho un hueco en la familia, y que además es el amante de Sophie, la esposa de Konstantin; y ésta última, una suerte de Lady Macbeth.
Estos 2 individuos, cuya desmesurada ambición les llevará a cometer terribles crímenes a cambio de poder, cuentan con la colaboración de Aschenbach, miembro de las SS, que los utilizará para llevar el poder de la fábrica a manos del régimen.
La complejidad de la trama es evidente, y las constantes luchas de poder entre los distintos personajes, lo complican todo aún más.
Pero todavía no hemos hablado del personaje que acaba deviniendo el eje central del filme:
Martin von Essenbeck, hijo de Konstantin y Sophie, un joven perturbado, con tendencias pedófilas, y que protagonizará los momentos más perturbadores de esta historia, como la escena del incesto junto a su madre, será el factor determinante que todos los demás deberán tener en cuenta si quieren hacerse con el control de la industria familiar.
La Caduta degli Dei, ancla en un par de hechos puntuales de la historia alemana:
Por un lado, El Incendio del Reichstag, ocurrido a pocos días de que Adolf Hitler fuera ungido Canciller, que a la postre dio lugar al decreto que suspendió varias garantías constitucionales, y sirvió de instrumento legal para reprimir todo intento de manifestación opositora.
Por otro, La Noche de Los Cuchillos Largos, la purga a las SturmAbteilung (SA), un grupo paramilitar, que venía ganando posiciones dentro del Partido Nazi, y aspiraba a convertirse en el ejército regular del Estado.
Durante la fiesta, al inicio, ocurre la escena emblemática:
Martin, travestido para la ocasión, imita un número musical de Marlene Dietrich en “Der Blaue Engel” (1930), ante el gesto severo de su abuelo.
Precisamente, en mitad de la actuación, llega la noticia del Incendio del Reichstag.
Durante la cena, el patriarca anuncia una decisión pragmática:
Para congraciarse con el régimen, nombra vicepresidente de la compañía a Konstantin, en perjuicio de Herbert, lo que pone en acción a Sophie y su amante.
A la mañana siguiente, El Barón aparece asesinado, y se incrimina a Herbert.
De allí en más, en el seno de la familia se libra una guerra sin cuartel por el poder.
Sophie y Bruckmann, guiados por Aschenbach, tienen su oportunidad cuando las SA caen en desgracia.
En La Noche de Los Cuchillos Largos, matan a Konstantin, y el ascendente, Bruckmann, se encamina al sillón principal de la empresa.
Pero Aschenbach, a esta altura, un titiritero impiadoso, se inclina por Martin, el jovencito descarriado.
Martin, no es sólo un muchacho que gusta de travestirse en las fiestas, es drogadicto y pedófilo, y tiene para con su madre, una relación edípica difícil de explicar en pocas palabras.
Pero encuentra en El Nacionalsocialismo, más precisamente en un uniforme de las SS, el salvoconducto para librarse de todas sus culpas...
Sin saber que El Régimen pronto perseguirá a los homosexuales y desviados, a menos que tengan poder… que por cierto, a las alturas finales, todos eran unos depravados.
Con estos materiales, Visconti expone de manera descarnada, un proceso de autodestrucción, el de la familia von Essenbeck, como símbolo del proceso que destruyó a Alemania.
Con una estética que acusa el paso de los años, y un devenir que alcanza cotas pesadillescas, dignas de una película de terror, exhibe el nazismo en toda su morbidez; tanto que le valió no pocos reproches a Visconti:
Los de tipo formal, atacan la estética recargada, que abreva de un barroquismo que el gran director milanés ya había mostrado antes.
Se trata claramente de una búsqueda intencionada, la de aplicar un “zoom” sobre lo deforme, mostrar el horror en toda su crudeza.
Lo que se denuncia como una vocación de escándalo, las fiestas negras, las depravaciones sexuales, tiene más de metáfora que de pretensión documental.
Sin embargo, los denuestos más enfáticos, recayeron sobre el personaje de Martin, cuyo perfil depravado surge, según el guión, de la carencia afectiva.
Así, tomado como ícono de la barbarie nazi, denota una visión indulgente, casi justificativa del régimen.
Pero esa es una lectura equivocada…
Martin no representa el estereotipo del nazi; en realidad es otra víctima, un sujeto que en su vulnerabilidad psicológica, se convierte en presa fácil de la manipulación.
La caracterización del auténtico espíritu del nazismo, recae en otro personaje, Aschenbach, un tipo maquiavélico, que sabe ser cruel sin perder la flema, y se maneja con fría comodidad en ese entorno caótico, con el orgullo de servir a un nuevo orden que no sabe de reglas.
Algo que bien podría resumirse en un parlamento que Visconti pone en boca de la desalmada Sophie:
“Hay una Alemania que terminó, y de la que nada queda; y hay otra que está llegando, y va a llegar a todas partes”
Para el director italiano, sondear en la intimidad de sus personajes, fue siempre más importante que los mismos hechos que ejecutaban, porque era allí donde se les conocía mejor, y donde podían ser sacadas a la luz las causas primigenias de sus inclinaciones.
Esto es psicología pura, y en tal sentido, la labor de Visconti resulta valiosa y encomiable.
Visconti, un hombre culto que supo anteponer al ser en el corazón de sus historias, se propuso desnudar, sin aspavientos y sin reservas, los vacíos afectivos y los necios paradigmas sobre los que estaba asentada la típica familia nacionalsocialista.
Los personajes son puntuales:
El empresario dispuesto a cualquier falsedad y adulación para llevarse cómodamente con quienes detenten el poder; el relegado “brillante” con afán de poseerlo todo; la mujer sin escrúpulos, que se olvidó de ejercer su papel de madre; el hijo con nobles aspiraciones, al que se quiere retener, a toda costa, en la maquinaria familiar… y el joven desadaptado, pedófilo e incestuoso, para quien el nazismo es una feliz oportunidad de desahogo de todo el odio que ha cargado dentro.
Encontramos así, a un grupo de actores excelentemente dirigidos y perfilados, donde atisbamos el germen de la podredumbre, un conjunto de almas ennegrecidas que se expanden y contraen a lo largo de 2 horas y media, corrompiendo todo el metraje, minuto a minuto, con una excelente puesta en escena, como la dantesca y genial escena de la fiesta de las SA, antológica, donde acaban haciendo acto de presencia las SS con el amanecer del día, o el clímax final, donde Visconti pone toda la carne en el asador, de nuevo con garra y visceralidad, provocándote angustia y una sensación de mal cuerpo y malestar.
Los personajes son memorables, por su perversión, por su desviación, y también, por la excelente interpretación de los actores.
Primeramente Sophie, encarnada impecablemente por la sueca Ingrid Thulin, fría, retorcida, maquiavélica, tenebrosa, excelente actriz, que no en vano fue recurrentemente utilizada por su paisano, el inmortal Ingmar Bergman.
Una madre atroz, abyecta, que traiciona a su propia carne para satisfacer la ambición de su amante, y que termina cediendo a la putrefacción que ella misma creó, siendo poseída por su propio hijo.
Thulin es pues, la progenitora del más ruin y desviado de todos, del personaje central del filme, del representante máximo de toda la descomposición.
Martin es la figura patética por excelencia, encarnador edípico, el más retorcido y desviado, pedófilo e incestuoso, su listado de aberraciones es singular y nutrido.
Es el más patético pelele, un mequetrefe dejado de lado por su propia madre, trastornado esperpento que es el más bizarro epitome de toda la decadencia y descomposición de su clase, toda la podredumbre es potenciada y encarnada en él.
La secuencia edípica, es una de las más atractivas, y dejémonos de santurronerías o actitudes beatas, pues lo es, oscura, tenebrosa y sórdida, tensa secuencia en la que un descompuesto Martin, derrotado e impotente ante la indiferencia y abandono de su madre, da paso al último estado de su descomposición, se vuelve el personaje más aberrante de todos, y el que termina por “limpiar” el escenario, finalizando con el solemne saludo nazi.
Esa podrida sofisticación, esa descomposición, es remitida no pocas veces con los constantes travestismos, las orgiásticas escenificaciones, la faceta más oscura de Visconti, representando una de sus obsesiones, la decadencia del hombre, de su ser.
Así es que veremos a un italiano dándonos su versión del Nazismo.
Y así es como nos muestra el ascenso nazi el realizador, El Nacionalsocialismo que también está presente, todo forma el contexto para configurar “la caída de los dioses”, singular título para nombrar una de las películas más bizarras y atractivas de Visconti.
También vemos a un notable Dirk Bogarde, pero tenemos personaje que me parece más inquietante:
Aschenbach, el oficial de las SS, interpretado por Helmut Griem, que durante toda la obra se muestra educado y refinado, pero deja adivinar toda la maldad que puede desarrollar un poder totalitario.
De toda la película, salvaría la secuencia en que Helmut Griem e Ingrid Thulin pasean por el archivo de las SS, donde tienen fichados a todos los ciudadanos.
Allí, Aschenbach le explica que el milagro del Tercer Reich, es que “cada ciudadano alemán es nuestro informador en potencia”
Una descripción totalmente exacta de lo que sería la extinta RDA, unas décadas después.
Inquietante, ¿no?
En lo técnicamente visual, La Caduta degli Dei posee ese aura tan particular del arte viscontiano, que conforman una puesta en escena operística, y de carácter barroco, un ritmo pausado y contemplativo en la narración, y una especial atención a aquellos hechos contextuales que explican siempre una parte determinante de la historia.
El punto de conexión entre todas estas películas, es el sentimiento de libertad conseguida, gracias a arrebatarla mediante la rebeldía, y al precio de la marginación social; seres fronterizos que solo pueden refugiarse en un espacio clave para la excentricidad de la Europa de la primera mitad del siglo XX:
El cabaret, y todo lo que conlleva en su puesta en escena, luces, atrezo, etc.
Como dato, la película se fija entre 1933 y 1934, sin embargo, la mayor parte de las insignias y las divisas demostradas llevadas en los uniformes militares alemanes y del Partido Nazi, no fueron inventadas hasta después de 1938.
La película inicia en la noche del Incendio del Reichstag, el 27 de febrero de 1933; sin embargo, más tarde esa noche, o temprano a la mañana siguiente; el inspector de policía que investiga el asesinato del Barón, al dictar un informe a una secretaria, da la fecha como el 18 de febrero de 1933.
A lo largo de la película, el capitán de La SS, Aschenbach, se conoce como un “Hauptsturmfuhrer”; sin embargo, antes de 1934, cuando la película se fija, La SS se refirió al rango de Capitán, como “Sturmhauptfuhrer”
En la escena de la masacre de los hombres de la SA, las SS se muestran usando sub-ametralladoras MP-38; sin embargo, la película se fija en 1934, 4 años antes de que las MP-38 estuvieran en la producción para las fuerzas armadas alemanas.
Las imágenes tomadas durante la secuencia de La Noche de Los Cuchillos Largos, nunca mostrada anteriormente en los Estados Unidos, fue restaurada en la versión de 2004, en DVD.
Lo mejor de La Caduta degli Dei, son las escenas tan plásticas, operísticas y verosímiles, como la celebración-orgía homosexual, otra vez como un silenciado sello diferencial del nazismo de las SA, y la posterior masacre; la quema de libros en la universidad; la boda final de Sophie/fantasmal con Berger, así como su posterior suicidio, epítome del final nazi real, bajo la perturbada mirada de Martin.
Y es que resulta difícil que al final, no nos evoque el matrimonio de última hora de Hitler y Eva Braun en el Bunker, y su posterior suicidio, con El Tercer Reich, ya a punto de hundirse.
Por último, Maurice Jarre compuso una excelente y ajustada partitura, dominada por 2 estilos; el suyo propio, identificable especialmente en el waltz que le dedica a Martin Von Essenbeck, realmente enfermizo; y un patrón más común de la música de cine italiana, con música dominada por las cuerdas, creando temas obsesivos y angustiosos; y dada su cercanía en el tiempo, podamos rastrear en ella, no pocas concomitancias con uno de sus más geniales “scores”, el de “Doctor Zhivago” (1965)
“I accepted a ruthless logic, and I can never get away from it!”
No existen explicaciones ni soluciones de los estados del alma, de los conflictos psicológicos, fuera del contexto social.
A juicio racional, las pasiones humanas y los conflictos sociales, son los que animan y conmocionan La Historia.
El director italiano, Luchino Visconti, buscó con La Caduta degli Dei, mostrar cómo quienes habían tratado de utilizar al Nazismo para satisfacer sus intereses, habían sido destruidos por su propio engendro.
El final, tenía un sentido aleccionador.
Los von Essenbeck, los dioses a los que todo les estaba permitido, terminaban devorados por El Nacionalsocialismo; y Visconti mismo alcanzó a verla.
En El Proceso de Núremberg, El Barón Gustav Krupp von Bohlen und Halbach, inculpado como uno de los grandes criminales de guerra, no fue juzgado por su estado de deterioro mental y físico.
En su lugar, un tribunal militar estadounidense, juzgó al hijo, Alfried, miembro de las SS, y encargado de dirigir la economía de guerra.
Este fue condenado en 1948, a 12 años de prisión, y se le confiscaron todos sus bienes.
En 1951, menos de 3 años después, una amnistía lo puso en libertad; además, se le devolvió su fortuna personal y, apenas salió de la cárcel, volvió a dirigir su empresa.
El hijo de Alfried, el verdadero modelo de Martin von Essenbeck, infinitamente más inocuo y superficial; era Arndt von Bohlen und Halbach.
El muchacho que, como Martin, no estaba interesado en las finanzas ni en la industria, prefería viajar por el mundo junto a su amigo de turno.
Según la biógrafa de Visconti, Laurence Schiffano, cuando se conmemoraron los 150 años de la empresa familiar, se presentó a la ceremonia principal con los ojos sombreados de rímel, las cejas depiladas, y vestido a la última moda.
A la muerte de Alfried, Arndt cedió sus acciones por una renta vitalicia fabulosamente alta, y se dedicó a dar fiestas fastuosas, rodeado por un séquito de jóvenes apuestos.
Hasta que murió en 1986, a los 48 años, de una enfermedad, en “un torbellino de strass y lentejuelas”, como dice Schiffano.
Y en el fondo, lo mostrado en La Caduta degli Dei es cierto, y cíclico.
Esa actualidad, no sólo tiene que ver con las cuestiones familiares o existenciales, sino sobre todo con las políticas.
El tema del poder y las alianzas que se tejen entre partidos, ideólogos de grandes causas, altos empresarios y quienes ejercen la conducción de un país sostenidos por seguidores encandilados por la superación de una crisis, es lo que Visconti buscó denunciar con su obra; más aún, mostró cómo los triunfos parlamentarios obtenidos en forma democrática, ése fue el caso del Nacionalsocialismo en la Alemania de 1930 y de 1932, permiten alcanzar en pocas jugadas, como en una partida de ajedrez, la suma del poder público.
Entre las variantes más cercanas de manipulación ideológica, pueden mencionarse las sucesivas intervenciones militares en Medio Oriente de los presidentes Bush, padre e hijo, familia de petroleros, realizadas con una cobertura democrática que les permitió comprometer a varias naciones en guerras tan “justas” como sangrientas.
Pero situaciones similares, naturalmente mucho menos cruentas, prosperan en todo el mundo, y son a veces casi ignoradas, porque no tienen trascendencia internacional; se limitan, en ocasiones, a anécdotas de corrupción y asuntos provincianos.
¡A esperar por Los Trump!
La moraleja de la vida real, fue muy distinta de la imaginada por el marxista Visconti.
Los verdaderos dioses, guiados por el olfato de los intereses, no por las ideologías ni por las palabras, siempre terminan por triunfar.
A veces, pueden perder el rumbo, resultar perjudicados durante un lapso, pero pronto retoman la dirección conveniente.
Sólo deben tener la paciencia necesaria para esperar el derrumbe de quienes, en el fondo, sin saberlo, envueltos en un espejismo de poder, nunca dejaron de servirlos.

“It's all over, Günther.
It was everyone's fault, even mine”



Comentarios

Entradas populares