Sleuth

“If it was murder, where's the body?
If it was for a woman, which woman?
If it's only a game, why the blood?”

En todo juego, el arte y el cine, también la literatura, son ante todo juegos; existen unas reglas públicas que garantizan la correcta realización del mismo, algo así como una vertebradora arquitectura que permita sostener el artificio, el tinglado, la fantasía, en marcha.
Junto al anverso manifiesto del juego, aunque dándole la espalda, está su reverso, el cual debe quedar necesariamente oculto, fuera de la vista, entre bambalinas, accionando los engranajes y resortes de la tramoya interna, los hilos que mueven a los personajes, y que no debe ser descubierto, como ocurre en el guiñol.
En esta segunda faceta, el reverso, reside la clave emocionante del juego, lo que evita que acabe siendo un mero ejercicio mecánico.
Estar dispuestos a participar en un juego, exige 2 condiciones más:
Primero, hay que estar dispuestos a engañar y ser engañados.
Y en segundo lugar, hay que saber perder.
En el maravilloso juego de ficciones, espejismos y fantasías en que se resume el cine, el espectador no necesita conocer cómo se mueven los hilos que tejen la red argumental, ni quién lo hace, ni el uso de las transparencias, de los trucos y los efectos especiales, tampoco el armazón del atrezo, y todo aquello que permite al Séptimo Arte escenificar la gran ilusión que pretender crear en el público.
Anthony Shaffer, fue un autor teatral y guionista cinematográfico inglés, hermano gemelo del también dramaturgo Peter Shaffer, que obtuvo cierta popularidad en los años 70, cuando publicó su obra:
“Sleuth”, que está ambientada en la casa solariega de Wiltshire de Andrew Wyke, un escritor de misterio de gran éxito.
El hogar de Wyke, refleja su obsesión por los inventos y engaños de la ficción, y su fascinación por los juegos y el juego.
Atrae al amante de su esposa, Milo Tindle, a la casa, y lo convence de organizar un robo de sus joyas, una propuesta que desencadena una cadena de eventos que deja a la audiencia tratando de descifrar, dónde termina la imaginación de Wyke, y dónde comienza la realidad.
Shaffer dijo, que la obra fue parcialmente inspirada por uno de sus amigos, el compositor Stephen Sondheim, cuyo intenso interés en el juego, es reflejado por el personaje de Wyke.
La primera producción de la obra, protagonizada por Anthony Quayle y Keith Baxter, tuvo lugar en el teatro St. Martin's de Londres.
Después de 4 proyecciones, la producción de Broadway, con Quayle y Baxter dirigida por Clifford Williams, se estrenó el 9 de noviembre de 1970 en el Music Box Theater, donde se presentaron 1.222 actuaciones.
Cuando Anthony Quayle dejó la producción en 1972, Patrick Macnee lo reemplazó en el papel de Wyke.
Con sólo 2 personajes, la pieza propone una reflexión sobre la representación en el teatro de la vida, la relatividad de la realidad, y por encima de ellas, la pugna de clases sociales.
En efecto, la dominación del espacio escénico en un momento dado por uno de los personajes, depara ciertos apuntes sobre las relaciones de sometimiento entre la burguesía y el proletariado, y sobre la posterior venganza del mismo.
Nada alejado de la realidad…
“You said everything was in plain view!”
Sleuth es un drama de suspense, del año 1972, dirigido por Joseph L. Mankiewicz.
Protagonizado por Laurence Olivier, Michael Caine, Alec Cawthorne, John Matthews, Eve Channing, y Teddy Martin.
El guión es de Anthony Shaffer, basado en su propia obra de teatro homónima.
Shaffer, inicialmente estaba reacio a vender los derechos de la obra, temeroso de que socavaría el éxito de la versión teatral.
Cuando finalmente cedió, esperaba que la película retuviera los servicios de Anthony Quayle, quien había ensayado el papel de Wyke en Londres, y en Broadway; mientras Alan Bates fue la selección de Shaffer para el papel de Milo Tindle.
Al final, el director Mankiewicz optó por Olivier y Caine.
La obra constituye una fuerte crítica hacia la aristocracia británica, verbalizada varias veces por el personaje Milo Tindle, dado que el principal conflicto de intereses por una mujer, se apoya en las diferencias de clase social.
Todos los temas y obsesiones de los autores, vuelven a darse cita:
La mentira, la trampa, el orgullo, el éxito, el dinero, el ocaso de la cultura.
Emociones que trascienden el marco del plano, para ofrecer al espectador un mosaico de propósitos que, inevitablemente, surgen del lado oculto de cada personaje.
El joven peluquero conquistador y mujeriego; y el conservador escritor, excéntrico y adinerado que, en su conjunto y dentro de la historia, representan a la sociedad que les acoge en el relato pero, también y con más fuerza, a la sociedad y el tiempo en el que Mankiewicz creó la historia.
Como dato, la película sólo tiene 2 actores, el resto del reparto, son nombres confeccionados por el propio Mankiewicz, que afirmó que los nombres de los personajes extra, inexistentes en los créditos, eran miembros de la familia de su esposa Rosemary Matthews.
Sleuth obtuvo 4 nominaciones al Oscar:
Mejor director, actores (Laurence Olivier y Michael Caine), y banda sonora.
Esta es una de sólo 7 películas que obtuvieron más de una nominación al Oscar por Mejor Actor; en este caso, Laurence Olivier y Michael Caine.
Las otras 6 películas fueron:
“Mutiny on the Bounty” (1935), de las cuales Clark Gable, Charles Laughton y Franchot Tone, fueron nominados; “From Here to Eternity” (1953), para los cuales Montgomery Clift y Burt Lancaster fueron nominados; “Judgment at Nuremberg” (1961) por la que fueron nominados Maximilian Schell y Spencer Tracy; “Becket” (1964) para la que fueron nominados Peter O'Toole y Richard Burton.
“The Dresser” (1983), para Tom Courtenay y Albert Finney; y “Amadeus” (1984) para F. Murray Abraham y Tom Hulce.
De los actores en cuestión, sólo Schell y Abraham, ganaron El Premio de La Academia como Mejor Actor por las actuaciones pertinentes.
Sobre Sleuth, Mankiewicz dijo:
“Así es como vivimos, intentamos ajustar la vida a nuestros fantasmas.
Lo que me fascina es la idea del juego, el juego en el interior del juego, y el hecho de que jugamos tanto tiempo que, al final, es el juego el que juega con nosotros”
En 2007, se realizó un remake homónimo de la película, en el que Michael Caine asume el papel que Laurence Olivier tenía aquí; mientras que el papel original de Caine, fue asignado a Jude Law.
La dirección de este proyecto, recayó en manos del cineasta Kenneth Branagh, en lo que se considera su vuelta al cine convencional, lejos de las adaptaciones de obras de Shakespeare que tanta fama le han proporcionado.
Tal y como se observa aquí, en los créditos en pantalla, los interiores para Sleuth, fueron rodados en los Pinewood Studios, en Iver Heath.
El propietario de la mansión antedicha, y miembro del Parlamento, Mr. Robert Cook, M.P., autorizó que se rodase allí, y permitiendo, además, que el jardín-laberinto fuese construido especialmente para la película.
La acción sigue a Andrew Wyke (Laurence Olivier), un escritor de novelas de misterio, al que le gustan apasionadamente las adivinanzas y los juegos de enredo.
Además, su pasión por los juegos de ingenio y las adivinanzas, lo ha llevado a convertir su gran mansión, en una especie de museo, donde se exponen los juguetes y mecanismos más extravagantes.
Un día recibe en su mansión en el campo, a Milo Tindle (Michael Caine), que regenta varias peluquerías, y que tiene una relación sentimental con la esposa de Wyke, con la que piensa casarse...
El propósito del encuentro, es solucionar los aspectos necesarios, y le propone un ingenioso plan, del que ambos podrían salir beneficiados; ya que Wyke no quiere pagar la pensión a su esposa; propone a Tindle, que simule el robo de unas joyas en la casa, para que el seguro pague la indemnización, y con ello, Wyke obtenga el dinero para su esposa.
Tindle no quiere hacer tal cosa pero, finalmente, se deja convencer.
Entonces van surgiendo las complicaciones y las sorpresas…
Wyke, es un caballero, con un rígido código del honor y del poder.
También un individuo culto, ilustrado, educado, refinado.
Y Tindle es un siervo, un trabajador, entre rizos de oro y champús selectos, pero trabajador a la postre, que se sirve de las manos, de su cuerpo, para sobrevivir, portador de valores plebeyos, y con maneras de galán de opereta.
Pero Milo es un tipo listo, el muy canalla…
Sabe utilizar los instrumentos y medios de trabajo, para vivir y, sobre todo, para sobrevivir.
Tindle se rige por un código de orgullo, no de honor; de conquista, no de poder.
Después de todo, siguen habiendo clases...
El duelo que va a tener lugar sobre las tablas del escenario/pantalla, es un duelo a muerte, porque ambos tipos no pueden compartir el mismo mundo, ni la misma mujer.
Ambos, astutos personajes, presentan un conflicto que gira en torno a la tensa relación que se produce entre ellos, por una mujer.
Pero esta es sólo una mera excusa, un artificio tramposo, donde lo que cobra sólido protagonismo en este vaivén que se convierte en una alegoría del clásico juego del gato y el ratón, son las clases sociales, y la batalla dialéctica.
Y es que, en esta atmósfera grotesca, el más cínico divertimento, está asegurado hasta el final:
Un duelo refinado, donde los epigramas sociológicos decoran el despecho amoroso, una visión bruñida en pura lucidez, en torno al juego con todas sus vertientes.
Es un impresionante película, una gran sorpresa haberme topado con esta joya, un “tour de forcé” entre 2 mentes brillantes, 2 modos de pensar y resolver un crimen, un homenaje al cine de misterio, con pocos escenarios, 2 enormes actores, y un espectador sumergido, hace de la propuesta, una de las mejores obras teatrales adaptadas al cine.
No salí de mi asombro, al ver la infinita cantidad de referencias al género, en una dirección muy acertada, tanto en el manejo de la cámara en espacios reducidos, estando tan cerca de los personajes, como en la dirección de actores.
Una batalla campal, a modo de juego macabro, y una historia que mantiene en vilo al espectador hasta el final.
Sleuth es un extenso ejercicio de agudeza mental y meditaciones detectivescas, ampliamente desplegadas.
Una historia que se desarrolla en un restringido, y al mismo tiempo vasto escenario, en el cual ocurre un duelo cara a cara, entre 2 arduos rivales que lo dan todo, y se dan con todo.
Un duelo donde la perspicacia que usan sus personajes, es irrefutable protagonista de este sorprendente enfrentamiento.
El director, estruja todas sus habilidades narrativas, y nos cuenta una historia cautivadora, desafiante y repleta de sagaces acertijos, pero quizás lo más sorprendente de todo sea que, a pesar de contar con tan pocos recursos cinematográficos, Mankiewicz nos haya regalado hace más de 40 años ya, un manojo de emociones y alteraciones, como muy pocos filmes saben hacer.
“The only game we played was to survive, or go to the wall.
If you didn't win, you just didn't finish”
Sleuth fue la última película de Joseph L. Mankiewicz; y con ella añadió un escalón más, a esa particular disección de las dobles apariencias y espejos, las inteligencias que se suicidan desde su propio ego, y las vanidades que corrompen almas y corazones.
Todo ello desde un sentido del humor negro y satírico, que hace comprensible su mensaje al público adulto.
Sin duda, un rasgo que heredó de su maestro Lubitsch, quien le supo inculcar que no hacían falta inaprensibles discursos textuales y/o visuales para explicar el funcionamiento de la psicología humana.
Mankiewicz, vuelve a plantear en su filmografía, un tema que ya sacó a la superficie, haciendo suya la convicción de Oscar Wilde, de que “la vida imita al arte”; y Sleuth tiene la apariencia formal, de ser solamente una inteligente y bien urdida intriga policíaca, pero lejos de funcionar en torno a un solo eje temático, su estructura va desarrollando, de forma dialéctica, numerosos motivos, reflexiones y sugerencias, que se van implicando los unos en los otros, en un vertiginoso torbellino creativo.
Cada elemento, se integra en un sistema, cada componente remite a otro, toda relación es la metáfora de otra relación.
El espectador, no puede interrumpir el encadenamiento de significaciones, como ni Wyke ni Tindle pueden interrumpir el juego.
El movimiento íntimo del film, repercute en el espectador; y la ilusión deviene realidad.
El juego dialéctico de Mankiewicz, que alcanza aquí un sorprendente virtuosismo, implica tanto a los personajes como al espectador, retomando los temas de la ficción, y de las relaciones de poder, en un reducido microcosmos de simbología universal.
Verdadera antología del juego como perversión y como instrumento de dominación, Sleuth no recurre al infantilismo de forzar exteriores innecesarios, y las escasas salidas fuera del único decorado no hacen más que redoblar el espacio cerrado, como el caso del laberinto, como metáfora de la mente de los personajes.
La dificultad del empeño, obligó a Mankiewicz a multiplicar su capacidad de invención en todos los terrenos.
Así, Sleuth es un “thriller” psicológico, un enredo formado por encrucijadas con la clara intención de confundir a quien se acerque a ella, y dificultarle la salida, un laberinto como con el que Mankiewicz abre la película; que empieza realmente con unos títulos de crédito sobre maquetas de teatros con diferentes escenografías, hasta que una de ellas, es una mansión.
La imagen cobra vida, y vemos un coche deportivo llegando a la casa.
La intención de Mankiewicz, era decirnos de este modo, que estamos ante una comedia, ante un gran teatro del que todos nosotros formaremos parte.
La imagen del teatro, donde está reproducido el escenario exterior de la trama a punto de ser representarse; es una aventura detectivesca más de las urdidas por el dueño de la casa.
La reproducción de cartón piedra cobra vida, y la cámara nos acerca a los hechos.
Comienza la función:
En ese punto, el teatro da paso al cine.
El espectador penetra en un túnel de tiempo mágico, mientras una música de feria, de tono bufonesco, andante, crea la adecuada atmósfera de farsa.
Los personajes son, qué duda cabe, unos farsantes:
Se creen lo que no son, y acaban siendo lo que no creían ser, y en lo que tampoco pensaban acabar.
El personaje encarnado por Laurence Olivier, gigantesco ejercicio de cimbreantes movimientos, sutiles palabras, y oblicuas miradas del actor británico, está convencido, desde un principio, de su superioridad intelectual frente al contrincante, a quien cita a un encuentro personal, sin saber éste que, en realidad, se trata de un duelo.
Andrew Wyke, juega en campo propio, su mansión, domina el espacio, conoce bien las entradas y las salidas del lugar, la escena/laberinto/casa.
Célebre escritor de novelas policiacas, y de intriga, no ignora la técnica de construir personajes de ficción, y de recrear situaciones que manipula con suma pericia.
En el laberíntico jardín de la casa/fortaleza de Wyke, tiene lugar el primer encuentro.
Allí se hacen las presentaciones, allí se representan ya los primeros ocultamientos.
Lo que empieza como una especie de juego al escondite, acaba siendo una caza del hombre por el hombre.
Por su parte, el personaje que interpreta Michael Caine, magnífica la capacidad de transformación, de dominado a dominador, que consuma en su interpretación, necesitada de tantos disfraces, lograda con tanto poder de convicción, está, desde el mismo instante en que arriba a las puertas del castillo, literalmente perdido.
Desconoce el terreno que pisa/laberinto/casa, también la puerta por donde entrar, la salida por donde escapar.
No sabe, en realidad, qué está haciendo allí, con qué fin ha sido convocado en una villa tan retirada, en un término tan apartado.
Milo Tindle, es un advenedizo, un gigoló, un peluquero, un ladrón de esposas…
La propia señora Wyke, ha sido víctima de la atracción del joven, artista del maquillaje, de los rizos y los tintes; he aquí, el desencadenante de la acción.
Es, por lo demás, un usurpador de corazones, de honores, y apellidos.
Su verdadero nombre, es de origen italiano, Tindolini, que modifica por el más británico de Tindle, aunque mantiene el original como firma del salón de belleza, para darle al selecto local, una nota más elegante, más chic, más esnob.
La destreza de Milo, no reside en el intelecto, sino en la inteligencia:
La vía que le salva la vida.
La inteligencia y la sagacidad de Tindle, deben hacer frente a la racionalidad y la lógica, personificadas por Wyke.
Descendiente de emigrantes, y marcado por el acento “cockney”, el ser y el estar de Milo delatan la procedencia y el rango en la escala social de donde proviene, de la posición en que está instalado.
Con sus manos y sus genitales, ha logrado prosperar, entrar en contacto con la alta sociedad, subir de nivel, ganar dinero, pretender compartir el estatus con sus distinguidos clientes.
A los ojos de Andrew Wyke, Tindle no es más que un usurpador, un patético maniquí, un payaso… un ser despreciable, al que trata como corresponde, según su condición, y a quien hay que poner en su lugar.
Estamos pues, ante una auténtica recreación cinematográfica de la dialéctica del amo y del esclavo de sabor hegeliano.
Cada uno emplea las facultades propias:
Wyke, el conocimiento, la lógica y la ironía; Tindle, el instinto, la energía y la fuerza que proporcionan el resentimiento y el espíritu de venganza que tanto estimula la inteligencia de los humillados.
Más, en esta historia:
¿Quién es, en rigor, el humillado, y quién el ofendido?
Ambos atacan con sus propias armas en dirección a los puntos más vulnerables del contrario.
La prepotencia, la autoestima y el honor, conforman el talón de Aquiles de Wyke, a quien le confunde, le descoloca la rebelión imprevista del inferior.
La ira, la crueldad y la desmesura, caracterizan el orgullo del pobre, marcan las artes grotescas de Tindle.
Ambos se dejan la piel en la partida cruel, en el juego del cazador cazado.
Todo ello hace de Sleuth, un film de transformaciones, recambios, disfraces y mascaradas, que acaba trágicamente, porque los 2 jugadores han elevado demasiado las apuestas.
Lo que más me impresiona, es la formidable capacidad que demuestra Mankiewicz, a la hora de conjugar inteligencia y arte.
Contando en imágenes la intrincada historia, urde el director, una endiablada trama de enredos y trampas, bromas y veracidades, amor y odio, juegos y mentiras, todo ello a lo largo de más de 2 horas de proyección, que sin duda, dejan una impronta, una profunda huella en el espectador.
El espectador, contempla la representación con un punto de divertimento que va mudándose poco a poco en desasosiego y sorpresa.
Bien la del lenguaje, en sus juegos de palabras, adivinanzas, alusiones, registros diversos según la extracción social, los interrogantes, los ingeniosos diálogos; los trucos, encarnados en los muñecos burlones mecánicos, la ruleta que marca el destino, la diana que esconde una caja fuerte, el disfraz, el arma trucada, y el arma de fuego real; y el divertimento en general, juegos de mesa, billares, juguetes musicales, instrumentos, etc.
Más allá de las actuaciones de Olivier y Caine, podría decirse que la mansión del escritor, por otra parte, es el tercer personaje real de esta charada existencialista.
Los exteriores y fachada, rodados en una de las mejores casas de la Inglaterra medieval, Athelhampton House, fue construida en 1485, en el lugar que ocupaba El Palacio del Rey Athelstan, y que rodea el río Piddle.
La casa puede visitarse libremente, y a ella se accede, desde el este de Puddletown, por la carretera A35 Dorchester-Bournemouth, condado de Dorset.
Mankiewicz, aporta con ella su maestría, como telón, y sabe aprovechar muy bien los elementos que a simple vista parecen irrelevantes, genial la manera como convierte a los autómatas que pueblan la mansión, en narradores externos de la acción, que los convierte en otro público presente en la función, más próximo a los personajes, un coro de figurantes que forman parte de ella, asumiendo el papel de dobles, de parodias, de los protagonistas en liza.
Los muñecos mecánicos, acompañan a los duelistas en la gran mascarada, cumpliendo la función dramática que ejercía el coro ditirámbico en la tragedia clásica; y participan en la acción, se activan de pronto, ríen, observan con atención, tienen incluso sus preferencias respecto a los duelistas:
La bailarina está enamorada de Tindle, mientras “Jolly Jack Tar”, el marinero burlón, actúa desde el primer momento como alter ego y compinche de su “master & commander”, Wyke.
En los últimos compases, las máquinas parecen hacerse los dueños de la situación.
Emiten cacofónicas y casi histéricas carcajadas, se agitan convulsivamente, dando así un tono tragicómico al desenlace final.
¿No era esto un juego?
¿No se trataba de una broma?
Todo ha sido un juego, en efecto.
Y Sleuth se cierra al tiempo que las cortinas del teatro que la habían inaugurado, vuelven a la posición inicial.
Si todo fue una representación, acabó la representación.
Todo fue una broma, pesada, una especie de pantomima ligera, aunque con la potencia de una ópera mayor.
En el aspecto técnico, fue necesario utilizar un procedimiento especial, consistente en una gran bola redonda y transparente, con la cámara dentro, y que se podía dirigir a distancia.
Así se pudo seguir a Michael Caine en el interior del laberinto, y sacar incluso un primer plano en lo más intrincado del mismo, lo que no hubiera sido posible con una grúa o con un zoom.
Pero la película suponía ante todo, un desafío para forzar al público a escuchar nuevamente en el cine, lo que condicionaba sobremanera la estilística de la puesta en escena, y el carácter de la planificación, dictada por el contenido dramático de cada secuencia, y por la buscada repercusión en los espectadores.
Sobre un torbellino de palabras, con sólo 2 actores para toda la historia, constreñido a un único decorado, todavía consiguió Mankiewicz, evitar toda tentación por buscar ángulos extraños, golpes efectistas o rebuscados, ópticas distorsionantes o florilegios decorativos.
La nitidez y la transparencia de su estilo, la armonía de todos los registros, y el firme pulso narrativo que mantiene todo el relato, terminan por hacer de Sleuth, una limpia, lúcida y compleja obra maestra.
Sorprendente comprobar de nuevo, cómo este cineasta de mujeres, vuelve a dejar fuera de juego la presencia femenina.
Circunstancia que el propio Mankiewicz no dejó de lamentar:
“En Sleuth, la mujer ausente está mucho más presente que en la obra.
Y hubiese preferido tener sobre la pantalla a 2 mujeres mejor que a 2 hombres.
Una de las razones por las que he utilizado tanto las muñecas, es debido sin duda, a que mis 2 personajes eran hombres.
Con 2 mujeres, no hubiese podido sentir esta necesidad de las muñecas, ya que hubiera encontrado un número suficiente de complicaciones y contradicciones”
Las brillantes interpretaciones de Laurence Olivier y Michael Caine, acertaron a crear la alquimia buscada por el director.
Recelosos al principio, el uno del otro, y mutuamente acomplejados por la respectiva categoría de su compañero, cada uno en su campo, teatro y cine respectivamente, lograron finalmente conjuntarse con acierto.
Mankiewicz ha relatado, que a Olivier le fallaba un poco la memoria para recordar las largas y complicadas parrafadas de Anthony Shaffer, lo que llegaba a mortificarle, y a ponerle nervioso, pero lo cierto es que su interpretación nunca se resiente, y que la altura de ambos, es verdaderamente excepcional.
Olivier, cambia abruptamente a diversos acentos, alemán, oriental, americano, y aparece, incluso, un tercer personaje en la película, El Inspector Doppler...
Lo que, en otra circunstancia, hubiera sido sobreactuación, aquí es magisterio actoral en estado puro.
Caine, por su parte, que jamás en la vida real intenta ocultar sus orígenes “cockney”, encaja perfectamente en el papel de hombre común, que libremente usa su jerga nativa, “nick”, “git”, “nob” y “bird” para las señoras.
Es lo contrario de la supuesta riqueza y sofisticación del personaje de Olivier.
Pese a que ambos personajes parten de estereotipos, el aristócrata de clase alta, y el arribista de clase baja; el director les supo dotar de personalidad propia, y sobretodo supo elegir a los actores que tenían que darles vida.
Olivier encarna como nadie, el porte aristocrático que necesitaba su personaje, de hecho, ya había demostrado su buen hacer en papeles parecidos; un tipo que parece vivir en un mundo en vías de extinción, en el que se deben guardar las apariencias en todo momento.
Por ello, desprecia doblemente a Tindle, un plebeyo, que trabaja como peluquero, y que es visto como un avaricioso arribista.
Es muy interesante el juego que realiza Mankiewicz con el espectador de dobles sentidos, de apariencias engañosas, y sobre todo de ambigüedad de ambos personajes.
Durante su enfrentamiento dialéctico, nuestra visión de ambos personajes va cambiando, a medida que también va cambiando su relación entre ellos, que pasa de la aparente cordialidad, al enfrentamiento directo; quedando ambos situados en un amplio espectro de sentimientos que pueden ir de la compresión a la repulsión.
De esta forma, quizás el director nos quiere hablar de un mundo sumamente hipócrita, lleno de falsas apariencias y dobles sentidos, en el que nunca podemos estar seguros ya, que nada es lo que parece.
Desde el inicio al final, los quiebros argumentales conducen al espectador como si éste se tratara de una marioneta y, hasta podría decirse, que Shaffer y Mankiewicz se ríen de nosotros, del mismo modo que lo hace el viejo marinero de madera que Wyke tiene emplazado en su salón.
Los juegos sobrepasan los límites del texto original, ya que el director y los protagonistas, incluyeron muchas referencias y guiños a sí mismos.
Por su parte, el equipo de producción tuvo la intención de revelar tan poco sobre la película como sea posible, para hacer de la conclusión, una sorpresa completa.
Por esta razón, hay una lista falsa al principio de la película, que enumera a personas ficticias que juegan papeles que no existen.
Ellos son:
Alec Cawthorne como el Inspector Doppler, que es también el nombre de un escritor de cine para la BBC.
El nombre de Alec Cawthorne, es virtualmente un anagrama para Michael Caine
Para lograr la ortografía el “W” en Cawthorne, al revés, para obtener la “M” de Michael, y separar las líneas horizontales y verticales en la letra “T”, para obtener los 2 “I”, uno en Michael, y otro para Caine; el resto de las letras caen naturalmente en su lugar.
John Matthews como El Detective Sargento Tarrant; Eve Channing, nombre de los personajes Eve Harrington y Margo Channing de la anterior película de Mankiewicz, “All About Eve” (1950), como Marguerite Wyke; y Teddy Martin como el policía Higgs.
Higgs, es el nombre del cuerpo muerto en la obra de Tom Stoppard, “The Real”
Gran parte de la historia, gira en torno al tema de la ficción criminal, escrito por Dorothy L. Sayers, es decir Lord Merridew = Lord Peter Wimsey; o Agatha Christie, cuya foto está incluida en el muro de la casa, y cómo se relaciona con investigaciones criminales en la vida real.
El conflicto de clases, también se plantea entre Wyke, el caballero inglés de larga data; en comparación con Tindle, hijo de un inmigrante de las calles obreras de Londres.
Así también vemos placas de concesión personal a Olivier, fotos de Agatha Christie, Vivien Leigh, y Leslie Howard; la supuesta pintura de Marguerite, esposa de Wyke, y amante de Milo, donde la cámara se recrea, es en realidad de Joanne Woodward.
La risa que proviene del “Jolly Jack Tar”, es la de Laurence Olivier; y en una escena, Olivier imita al ama de llaves de “Rebecca” (1940), cuya adaptación, dirigida por Alfred Hitchcock, protagonizó el mismo Olivier.
Como dato, cuando Andrew Wyke va a contesta el timbre de la puerta, lo ves pasar por 2 fotos del antiguo Rey Edward VIII, más tarde Duque de Windsor, en una pared.
El Duque de Windsor, murió durante la producción de la película, y el equipo agregó su foto como un tacto histórico para marcar este acontecimiento, incluyendo cuadros del difunto Duque.
Las 2 señales de nombre de la calle de Londres en la bodega de Andrew, son referencias a los misterios del crimen:
“Baker Street” era la residencia ficticia de Sherlock Holmes; y “Berner Street”, era la escena real de un asesinato de Jack “The Ripper”
El premio Edgar Allan Poe en el mantel de Andrew Wyke, es en realidad el que se le dio a Anthony Shaffer por su obra Sleuth.
Joseph L. Mankiewicz, también ganó un Edgar para la película “5 Fingers” (1952)
La frase “eres un chico de la despensa que no conoce su lugar”, se repite casi literalmente en la canción “This Charming Man” de The Smiths.
Lo del final, en el fondo creo que Caine sabía que le iban a matar, pero parece que no le importa, si eso conlleva la destrucción de Olivier.
¿Quién gana?
El espectador, sin lugar a dudas.
Pero qué pasaría si… la policía llama a la puerta, Olivier por el miedo de pasar los últimos días de su vida en prisión, sin el nivel de vida al que está acostumbrado, decide suicidarse.
En ese momento, “el fallecido” Caine se levanta del suelo, se quita el chaleco antibalas, o cualquier otro objeto que dé una explicación razonable a que aún siga con vida, y se dirige a abrir la puerta.
En lugar de la policía, se encuentra la mujer de Olivier, la cual es sabido que tiene por amante a Caine, y juntos se alejan de la casa, dando por terminada la charada.
Con este final, se da a entender que Caine lo tenía todo previsto desde un principio, y que junto a su novia, que sabe de la afición de su marido por los juegos, lo han planeado todo desde el principio.
Por último decir, que de las 4 nominaciones al Oscar obtenidas, sorprendió la de John Addison, por la música original.
La Academia añadió el trabajo de Addison, como 6º compositor candidato ese año, cuando se rechazó la partitura de Nino Rota por “The Godfather”, al descubrir que su tema principal, había sido utilizado en una película anterior, “Fortunella”
La música, hace un giro siniestro, o al menos más moderno en al menos 2 ocasiones, cuando Caine, cerca del final de la película, revela la verdad detrás de su turno en la función.
“Over the years my eyes have been adequately trained to see things for themselves, sir”
Después del estreno de Sleuth, Shaffer continuó trabajando como guionista en películas, y adaptó una serie de novelas de Agatha Christie:
“Murder on the Orient Express” (1974); “Death on the Nile” (1978) y “Evil Under The Sun” (1982)
Los resultados en taquilla, no fueron los esperados; por lo que Shaffer se retiró.
En 2001 llegaba la noticia de su muerte a los 75 años; a unos cinéfilos que le recordaban por su guión de “Frensy” (1972) de Alfred Hitchcock, donde se adaptó a los intereses temáticos del realizador:
Los falsos culpables, el mundo de las apariencias, la muerte entendida como acto expiatorio de los pecados carnales, la mirada corrosiva hacia unos personajes que observan vidas ajenas, haciéndoles reflexionar sobre la mediocridad de las suyas, obligándoles a explotar y liberarse, etc.
Pero con Sleuth nos queda un “tour de forcé” para la posteridad, a modo de vuelta de fuerza, y que por analogía se puede asimilar a la expresión española vuelta de tuerca, en el sentido de describir una situación en la que fuerzan los límites hasta ese momento establecidos.
Aquí se escenifica un juego:
El juego de la vida, que acaba siendo la vida en juego.
Vivir, o mejor, sobrevivir, no consiste en vivir la vida como un juego, sino en vivir el juego de la vida, sabiendo dominarlo.

“Andrew... remember... be sure and tell them... it was only a bloody game”



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