L'Innocente

“Non condivido un uomo con un'altra donna anche se lei è la moglie”

La vida privada de un hombre, hay que desligarla de sus creaciones, porque estas tienen vida propia, y el verdadero artista, suele impregnarlas con su fuerza espiritual, y con los mejores deseos de trascender y apagar el lado oscuro de su alma.
Cuando se está en busca de inspiración, se acude, consciente o inconscientemente, al registro akásico del universo, y éste suele brindar al creador material prístino y sólido que sirva como aporte a la evolución de nuestra especie y de todo el infinito.
La infidelidad, es un asunto peliagudo, no una cuestión de vida o muerte, pero sí un tema muy doloroso para los que lo sufren.
Gabriele D’Annunzio, Príncipe de Montenevoso, fue un novelista, poeta, dramaturgo, militar y político italiano, símbolo del Decadentismo y héroe de guerra; apodado “Il Vate”, es decir, “El Poeta Profeta”; ocupó una posición prominente en la literatura italiana desde 1889 hasta 1910 y, en la vida política, entre 1914 y 1924, aproximadamente.
D’Annunzio fue un escritor prolífico, sus novelas, escritas en italiano, estuvieron muy influidas por la escuela simbólica francesa, y contienen episodios de gran violencia y descripciones de estados mentales anormales, junto con magníficas escenas imaginarias.
Entre sus novelas más famosas, se encuentra “L'Innocente” (1892); una obra cuya narración es en primera persona, y comienza con una confesión del protagonista a los lectores, no a los tribunales, un año después del crimen:
“Esto no es un arrepentimiento sincero debido a los remordimientos, es un estallido de tensión”
Y es la historia de un adulterio, Tullio Hermil, un joven aristócrata italiano, refinado y libertino, que abrumado por una carga sensual incontrolable, profesa continuas humillaciones y sufrimientos a su bella esposa Giuliana, traicionándola con hermosas mujeres, entre ellas, algunas de sus mejores amigas.
Tras un tardío intento de acercamiento a su esposa, Tullio comienza a sospechar,
que la sumisa Giuliana, tras soportar durante años, tan dolorosas y repetidas infidelidades, se ha visto tal vez empujada a los brazos de otro hombre.
Atormentado por los celos, Tullio enferma de un odio irrefrenable, que le lleva a enloquecer con terribles e irreparables consecuencias.
“L'Innocente” nos muestra la sociedad aristocrática italiana de finales del siglo XIX, honorable y virtuosa en apariencia, que oculta una realidad de hipocresía y engaño, celos y venganzas.
Pero por encima de todo, es la historia de una confesión:
“Preciso es que me acuse, que me confiese.
Debo revelar mi secreto a alguien.
¿A quién?”
Aquí, D’Annunzio hace una disección despiadada de la vida en pareja, salpicándola de torturas psicológicas, de un horrible crimen, y de adulterios que escandalizaron a la sociedad del momento.
Esa notoriedad, facilitó su rápida traducción a otras lenguas; y la obra se convirtió pronto, en un clásico de la literatura universal.
Los temas centrales de la novela son:
La culpa, el remordimiento y la expiación, la encumbran junto a la gran literatura rusa del siglo XIX, con Tolstoy y Dostoievsky en especial; entremezclándola con influencias de la escuela simbólica francesa; y el resultado es una prosa muy hermosa, y las páginas más trágicas, conmovedoras y apasionantes; tanto que entusiasmó a escritores de la talla de Marcel Proust y James Joyce.
Aclamado en su día, como un gran poeta, considerado por muchos, el más grande poeta italiano desde Dante, ensayista y narrador, D’Annunzio siempre será recordado por su bella prosa, su extraordinaria habilidad para traducir las emociones a palabras, su fuerza y el decadentismo que desprende y que refleja el romanticismo y la extravagancia que, durante toda su vida, caracterizaron su obra y su singular personalidad.
A él se le atribuyen cerca de 2 mil neologismos, entre ellos la palabra “aeronáutica”, y escribió más de 50 obras, entre las que figuran novelas, cuentos, obras de teatro, poemas y ensayos políticos.
Fue un esteta obsesionado por vivir su vida como una obra de arte, y permaneció siempre fiel a sus ideales y creencias.
Su trabajo, tuvo un inmenso impacto en toda Europa, e influyó en generaciones de escritores italianos.
Sin embargo, su reputación literaria ha estado siempre ligada a su asociación con el fascismo.
“Sei uno di quegli uomini che soffrono, egoista, orgoglioso, dispotico, il modello amante”
L'Innocente es un drama italiano, del año 1976, dirigido por Luchino Visconti.
Protagonizado por Giancarlo Giannini, Jennifer O'Neill, Laura Antonelli, Marc Porel, Rina Morelli, Massimo Girotti, Didier Haudepin, Marie Dubois, Claude Mann, entre otros.
El guión es de Suso Cecchi D'Amico, Enrico Medioli, y Luchino Visconti; basados en la novela homónima de Gabriele D’Annunzio.
Todo inició cuando el realizador, con Cecchi D'Amico y Medioli, crearon una historia dentro del estilo del realizador, en lo que a fondo y forma se refiere, subrayando e inventando, cuando no existen, una serie de notas donde realismo y sociedad amplían el tema central, hasta transformarlo en el ya habitual y favorito del Visconti de los últimos años:
La decadencia de las altas clases sociales.
Por lo que Visconti plasma todas sus obsesiones, y ahonda en la decadencia de la clase aristocrática, a la cual él perteneció, y cuyo fin está cercano.
Pero L'Innocente originó un nuevo escándalo, debido a las simpatías por el fascismo del escritor en la última etapa de su vida.
Visconti saldría al paso de las protestas, afirmando que admiraba a D’Annunzio como escritor, aunque lo detestara como ser humano.
“Mis filmes relatan frecuentemente la historia de una familia, y la autodestrucción y la descomposición de dicha familia.
Cuento estas historias, como entonaría un Réquiem, porque me parece más justo y oportuno contar tragedias.
En mis filmes, las relaciones alcanzan un punto máximo de exasperación.
Los personajes de mis filmes, son por voluntad propia, sea empujados por las circunstancias, terminan por encontrarse cara a cara consigo mismos.
La protección que puede llegarles del amor o de la familia, les falta, y los privilegios del poder y del dinero, si los tienen, no les basta para protegerles.
Están solos.
Sin esperanzas de poder cambiar nada en lo que a su situación se refiere, y con frecuencia, sin siquiera tener el deseo o la voluntad de hacerlo”, dijo Visconti de la que fue su última película.
Al morir pocos meses más tarde, no vería el estreno, siendo un testamento fílmico impresionante.
Cuando la película se estrenó en El Festival Internacional de Cine de Cannes, la crítica habló del peso excesivo de los decorados y la ambientación, pero precisamente este lujo desempeña un papel esencial en el argumento, retrata a una clase social; y trata, básicamente, de los aspectos más oscuros de las relaciones de pareja; del engaño, de la traición, del desconocimiento del otro, de la sumisión, del poder subyugador…
En suma, es una película que cierra con broche de oro, la trayectoria de uno de los más grandes creadores que haya dado el cine europeo, y que nadie diría, al verla, que es la obra de un moribundo.
Rodada en escenarios naturales y en las villas Bellosguardo, “Villa Lilla”; y Arnolfini “La Badiola” de Lucca, en Toscana, Italia.
La acción tiene lugar a lo largo de 1 año de finales del XIX, en Lucca y otras localidades toscanas.
Tullio Hermil (Giancarlo Giannini), es un hombre culto y acomodado, entregado a los placeres de la vida.
Entre la honorable práctica de la esgrima, la lectura y el placer carnal con su amante, Teresa Raffo (Jennifer O'Neill), mantiene a su esposa, Giuliana (Laura Antonelli) al margen de su vida.
Mientras Giuliana se debate entre el murmullo social y el reconocimiento de su marido.
Totalmente rechazada, encuentra en un joven escritor, Filippo d'Arborio (Marc Porel) el consuelo, y queda embarazada.
Esto despierta en Tullio, cuyo compromiso con Giuliana es inexistente, los celos y la pasión carnal correspondida entonces por su mujer, que aún cree en su matrimonio.
La esperanza de Julia, en esta nueva pasión, le crea sentimientos contradictorios.
Tullio pretende eliminar todo rastro de la relación de su mujer, pero finalmente, el nacimiento del niño, desencadena una tormenta de pasiones y sentimientos.
El egocentrismo de Tullio, desemboca en locura, y despierta al monstruo que lleva dentro, capaz de ver morir impasible a una criatura, aunque se presenta digno hasta su final.
L'Innocente relata la hipocresía, los celos, las venganzas y los odios que se ocultan tras palabras corteses, y ademanes refinados.
La imagen de una sociedad aristocrática, honorable y virtuosa, esconde una realidad saturada de deslealtades, bajezas y miseria espiritual, en la que el inocente, resulta un intruso.
Aquí se refleja claramente la doble moral que creo que tenemos todos, es decir, “si lo hago yo está bien, si lo hace otro está mal”
Luchino Visconti mezcla la elegancia, el reflejo de una clase social decadente, el espíritu de una época, su pasión por la música clásica, y la literatura; y crea una obra bella, una triste despedida.
“Perché gli uomini ci aiutano e poi si ci spingono a cadere?
Perché non possiamo andare al vostro fianco, semplicemente da pari a pari?”
Como una ópera trágica, o un melodrama de época de barroquismo elegante, el realizador italiano, Luchino Visconti, se despide de todos, con elevadas dosis de belleza, y con un retrato extremo de una clase social en decadencia.
Un mundo de apariencias y elegancias que se hunde en sentimientos, acciones y pensamientos oscuros.
Y es que los comienzos de Luchino Visconti, estuvieron marcados por su origen aristocrático, su militancia comunista, y por haber sido ayudante de dirección de Jean Renoir en 4 películas.
A lo largo de toda su producción, Visconti ejerció de voraz analista de la condición humana, tratando aquellos temas que más le preocupaban, como la soledad, la incomunicación y la decadencia del hombre y de la sociedad.
Para 1976, Visconti ya hemipléjico desde hacía unos años, mantiene un gran vigor narrativo e intelectual, y construye una historia sólida, que traspira lucidez, escepticismo y desolación.
Los escenarios, de un lujo deslumbrante, y una belleza abrumadora y fascinante, acogen el pálpito de una vieja sociedad abocada a la extinción por méritos propios.
La sala de armas, por ejemplo, es el espacio en el que tienen lugar los simulacros de luchas a espada.
Los palacios que acogen fiestas, banquetes y conciertos, son los espacios en los que se desarrolla el simulacro de vida honorable de unos seres miserables.
La fotografía resalta la brillantez de los decorados y del vestuario.
En las escenas de Lucca, por ejemplo, usa colores saturados, rojos, negros intensos y dorados; en las escenas de la reconciliación y del embarazo, predominan los blancos, con azules y verdes claros; y en las escenas finales, la paleta se reduce a negros opacos, blancos de nieve, y neutros brumosos; así como la elegancia en los figurantes, cortinas, muebles, flores, recrean una época tan fielmente como los cuadros que cubren las paredes una cuidadísima estética de jardinería, arquitectura, interiorismo, vestidos, peinados, o música, que parecen sacados directamente de cuadros de Manet, Degas, Renoir, o Singer Sargent, con el lujo y la elegancia de los grandes salones, y retratando la vida ociosa de aquellas personas, adineradas pero decadentes.
El guión, construye unos diálogos que dicen lo que se niega, o modifica con el gesto o la mirada.
La dirección crea un drama de gran profundidad, pero además tiene un tinte ascético y existencialista, porque están presentes también, algunas reflexiones acerca de la religión contrapuesta con el escepticismo.
El director, aprovecha para pasar toda esa opulencia por un velado filtro de crítica, pero su objetivo principal es reflejar la insatisfacción personal, y los tremendos problemas que ha de padecer el protagonista, como consecuencia lógica del tipo de vida que lleva, sin que su talante abiertamente liberal, librepensador, o agnóstico, le sirvan de mucho en algunas de esas circunstancias.
L'Innocente es un buen ejemplo de cine europeo; y con ello quiero decir, que los elementos que la hacen atractiva, no son los habituales Hollywood, sino los de esas figuras propias de la cinematografía europea, como es Visconti.
Una de las características de este tipo de cine, es que antepone el sosiego y la contemplación, al frenesí y la acción propios de Hollywood.
Consecuencia de lo anterior, es que es un cine idóneo para servir como plataforma de interpretación de temas literarios, o para el análisis de algunas de esas situaciones dramáticas, que nos encontramos a veces en la vida, y que nos obligan a elegir.
Y ese es el caso de la historia, en la que el protagonista se tiene que debatir continuamente entre su mujer, su amante, su ambiente familiar, y algunas otras cuestiones que le mantienen atribulado todo el tiempo que dura este episodio de su vida, que tampoco es muy largo, apenas unos meses, o un año.
En los títulos de crédito, vemos la mano derecha del mismo Luchino Visconti, pasando las páginas de la novela original de Gabriele D’Annunzio, un ejemplar bastante ajado por cierto, que parece una pieza de bibliófilo; una forma de decirnos que lo que veremos, es ni más ni menos que lo que contiene el libro.
En Toscana, viven Tullio y Giuliana, 2 jóvenes con ideas de libertad en su convivencia como pareja.
Sin embargo, la relación parece que se complica, cuando Giuliana se da cuenta de que espera un hijo de otro hombre, y cuando Tullio se entera, toma una terrible decisión…
Tullio, seductor y amoral, y finalmente hombre atormentado, y nunca satisfecho, va por una vida de ociosidad, riqueza, comodidades, placeres y conocimientos, pero con un vacío existencial, que ante el aburrimiento, le hace convertirse en hombre cruel, y dominado por el lado oscuro.
Junto a Tullio Hermil, nos encontramos con su ocioso, pero quizá de mirada más limpia, o con un sentido más real de su propia inutilidad, hermano Federico (Didier Haudepin); el escritor romántico, Filippo D’Arborio (Marc Porel), la madre de los Hermil (Rina Morelli), una mujer que vive retirada, y que representa las antiguas maneras de una clase; la atormentada esposa de Tullio, Giuliana, arrastrada a la desgracia, por un marido absorbente, y atrapada en un mundo de apariencias, y una amante libre, que sabe observar, escuchar y jugar las reglas de la apariencia, pero con un espíritu observador e inteligente:
La Condesa Teresa Raffo.
En el centro de todo el relato, de toda esta cadena de decadencias, apariencias y desaparición de una clase, el inocente, un bebé.
Visconti nos lleva de la mano a los salones de música, también lugares de encuentros y chismes.
A los salones donde los hombres practican el deporte elegante de esgrima.
A los dormitorios y habitaciones de esta clase ociosa, en pleno siglo XIX.
A sus hermosas villas y jardines.
A sus celebraciones, cenas o misas.
Nos deleitamos con la decoración cuidada de las habitaciones, a las hermosas casas, al vestuario exquisito, y los peinados femeninos elaborados, a la cuidadosa elección de los colores y tonos en cada tramo de la historia… para imbuirnos en el espíritu enfermo de Tullio, y cómo arrastra, sobre todo, a su esposa Giuliana, donde ambos más que darse otra oportunidad de empezar de nuevo, se unen en una relación más oscura y enfermiza si es posible.
Tan enfermiza y oscura, que duele; porque la reconciliación de Tullio y Giuliana, durante la gestación, no se basa en un intento mutuo de reconciliación, sino en 2 proyectos diferentes de traición personal.
El inocente pues, se interpone entre él y su mujer, en su nuevo amor recuperado.
Por tanto, es preciso sacrificarlo.
Visconti cuenta a través de las imágenes y las miradas, una historia de elipsis, donde el espectador va desnudando sentimientos e historias ocultas que el mundo de las apariencias sólo deja intuir.
Así, la historia de amor entre la esposa siempre abandonada y humillada, pero nunca libre por Tullio, con el escritor romántico, sólo es intuida.
Sólo les vemos juntos el día en el que se conocen.
Y sólo sabemos las consecuencias de su amor, cuando descubrimos que Giuliana está embarazada.
Tullio, que no tiene reparo en decir a la esposa que desea a Teresa, que no tiene reparo en dejarla una y otra vez, pero le exige que le comprenda y ayude, cuando intuye que su esposa es infiel, es decir, que también es amante, quiere volver a poseerla, pero de una manera enfermiza.
Entonces Tullio rechaza y siente celos enfermos hacia el escritor romántico, y hacia el hijo futuro.
Piensa que su esposa sólo será de nuevo su posesión, si se enfrenta con el padre, y si el hijo, que se intuye es fruto del amor verdadero, desaparece del mapa.
Así nace una nueva relación entre la pareja absolutamente enfermiza:
Él desarrolla unos celos extremos y sibilinos; y ella entra en el juego de cabeza, por miedo a perder lo que ama.
L'Innocente envuelve por su belleza, su espíritu elegíaco, y por el reflejo triste de la decadencia, en una historia sobre gran parte de las pasiones humanas, sobre el amor y el deseo, el egoísmo, los celos y el odio que pueden llevar incluso al crimen, al mayor de todos; pero Visconti nunca destapa la caja de los truenos, no agota visualmente las posibilidades de lo que muestra.
En cambio, su mirada es siempre distante, escéptica y elegante, y no entra nunca a juzgar los actos de sus personajes, sino que, sencillamente, los expone sin regodearse en su monstruosidad.
Ni siquiera un mal bicho como Tullio, pierde del todo su humanidad, y acaba aceptando la última posibilidad de redención que le queda, en una escena que consolida la serenidad de que hace gala toda la película, y que pone un bellísimo final, a la filmografía de Visconti.
Una obra donde destaca un impecable trabajo de puesta en escena, y una excelente interpretación del actor Giancarlo Giannini.
Como controversia, encontramos el tema del infanticidio, materializado en el recién nacido que da título a la obra, sacrificado como Los Inocentes de Herodes, además, en el día de Navidad; un tema que debía atraer a Visconti, quizás porque al final de una larga vida, es atrayente reflexionar sobre otra vida que se truncó nada más iniciarse.
Pero además en las escenas finales, se muestra una influencia de los muertos sobre el mundo de los vivos que nos parecería insólita:
Giuliana rechaza vivir con su marido una existencia confortable y lujosa de la alta sociedad, y tampoco intenta rehacer su vida con otro hombre, que oportunidades no le faltarían; sólo quiere vivir de los recuerdos, como enterrada en vida.
Y Tullio no comprende, cómo alguien puede preferir la compañía de los muertos a la de los vivos, cómo un muerto puede derrotar a un vivo como él.
Se lo explicará Teresa:
Sus 2 rivales, Filippo y el bebé, son invencibles porque están muertos, al estar muertos, ya no pueden defraudar nunca a Giuliana.
Con esta escalofriante reflexión, se cierra la obra, con un disparo y una huida, donde Visconti tocó techo en cuanto a reflejar la alta sociedad, y estoy convencido que una exhibición de aristocracia pura como esta, nunca la veremos en el cine de Hollywood, tal vez porque no existe; una sociedad desocupada, a la que pertenece Tullio Hermil, de quien en ningún momento se sugiere que realice algún trabajo; en ese sentido, es representativo que su hermano Federico le diga que Filippo es la única persona a la que envidia:
“Nosotros hemos estudiado, viajado, leído, somos ricos, inteligentes, hábiles, educados...
¿Para qué?”
Mientras L'Innocente finalizaba, también crecen los presagios de Visconti sobre su propia muerte, haciendo bromas macabras con sus colaboradores, sobre qué pondrán sobre él las notas necrológicas.
En la ficha técnica, se llega a tachar las palabras:
“Es una película de Luchino Visconti”, para dejarlo en “Fue una película...”
Lo que L'Innocente plasma en definitiva, es el sueño frustrado de tantísimos hombres, de tener a una mujer que sea fiel de manera irrestricta, mientras soporta con resignación que ellos sean infieles por el resto de sus vidas.
Una vez más, Visconti no juzga los actos de sus personajes; en su afán de ofrecer un retrato de familia, y al tiempo, la aventura social y a la vez costumbrista de una época.
Ha realzado la importancia de algunos personajes como la amante del marido, y arrastrado a éste, hasta el suicidio, pues según Visconti, el público actual, no habría tolerado que un infanticidio quedara impune.
Hay también alusiones a la igualdad de la mujer, no sólo en el amor, en esta tragedia convertida en cuento moral de ambición popular, con hermosas escenas y desmesurados diálogos, donde se roza el melodrama, y los personajes se presentan más como caracteres:
El marido, la esposa, la amante, la madre, que como seres humanos que de serlo, seguramente hablarían, amarían, y morirían de otro modo.
La psicología de los protagonistas, está trazada con la sensualidad fruto del decadentismo propio de la primera época de Gabriele D’Annunzio:
Tanto Tullio como Giuliana, son personajes pasionales, cada uno a su modo, impulsivos, que arrostran los hechos con una intensidad que embriaga por su calor y por su emoción.
El autor, moldea a ambos de una forma quizás un tanto arquetípica, pero como señalaba al comienzo, dotándoles de sentimientos y deseos que los hacen muy humanos en su debilidad.
Si bien, Tullio es un protagonista que suscita reacciones diversas, incluso contradictorias, no es menos cierto que Giuliana tampoco es ajena a los vicios, a las debilidades y a las pasiones.
Solo la familia Hermil, especialmente el hermano de Tullio, Federico, parecen presentar un contrapunto sereno a la locura que se apodera de los esposos; frente a la lujuriosa impetuosidad del “civilizado” matrimonio; la inocencia y honradez de la naturaleza que representa Federico, sirven para ofrecer la imagen opuesta.
Al final, esa oposición será casi un enfrentamiento físico, muy apropiado para el desenlace de la obra.
Un precioso y elocuente alegato contra la arrogancia machista, que ninguna mujer debería perderse, y que los hombres deberían apreciar a ver si se bajan de esa nube en la que muchos se encuentran subidos; pues se trata de una película de reflexión sobre el sentido de la vida en personas cuyos años, por más que estén rodeados de lujo, educación, comodidades y seguridades económicas, transcurre y se consume vacía, sin existir, sin elixir, sin trascendencia, desaprovechando los talentos ontológicos, que como seres humanos conllevan, y que les hacen seres extraordinarios a lo largo y ancho del cosmos.
Del reparto, Tullio fue interpretado Giancarlo Giannini, un actor habitual por entonces en comedias, que aún sigue en activo, supo expresar bien la evolución del carácter de su personaje:
Primero hedonista, luego poseído por celos, y por último asesino.
Mayor sorpresa fue la elección de la musa del cine erótico italiano, Laura Antonelli, para interpretar a Giuliana; aparte de la posibilidad de explotar sus talentos naturales en las escenas de desnudos y sexo explícito más audaces que haya rodado Visconti, no en vano, estamos ya en 1976, la censura ha remitido, y es La Era del Destape; y debe reconocerse que la Antonelli hace una excelente composición de Giuliana, expresando en qué momentos es realmente feliz, y en cuáles debe resignarse, destino de tantas mujeres, a fingir.
Teresa Raffo, estuvo interpretada por Jennifer O'Neill, actriz que había saltado a la fama unos años antes; y en los papeles secundarios, encontramos a viejos conocidos en los filmes de Visconti, como Massimo Girotti como El Conde Stefano Egano, que así cuenta con el honor de haber trabajado en la primera y la última película del realizador.
Como dato, la voz de Jennifer O'Neill, fue doblada en italiano por otra actriz; mientras los desnudos de Porel y Antonelli, tratados con buen gusto, intensifican y amplían la dimensión sensual y lujuriosa de la obra.
La banda sonora, a cargo de Franco Mannino, incluye “Rondo Alla Turca” de Wolfgang Amadeus Mozart; y el aria “Che farò senza” de Euridice, del “Orfeo y Eurídice” de Christoph Willibald Gluck.
“Una persona malata che gioisce nella sua malattia”
L'Innocente es la excelente obra póstuma, canto de cisne de un autor innovador, que aportó al cine belleza, suntuosidad, crítica, denuncia, y valiosos elementos de reflexión y emoción.
Terminado el rodaje y el montaje, cuando se estaba procediendo al doblaje, y sonorización de L'Innocente, el 17 de marzo de 1976, muere Luchino Visconti en su apartamento romano, cuando contaba con 69 años de edad.
Supo morir con la misma elegancia de los personajes aristocráticos de sus películas:
Escuchaba La Segunda Sinfonía de Brahms, en compañía de su hermana Uberta, hasta que en un momento dado dijo:
“Ya basta.
Estoy cansado”
Y 2 días después, se celebra el funeral religioso en La Iglesia de San Ignacio de Roma, con la asistencia del Presidente de la República, Giovanni Leone, y del Secretario General del PCI, Enrico Berlinguer, precedido por una ceremonia laica en la plaza frente a la iglesia, llena de banderas rojas.
Posteriormente, 2 meses después, L'Innocente se presentaría en El Festival Internacional de Cine de Cannes, con las críticas desfavorables antes citadas.
El día de su entierro, Roma había amanecido llena de carteles que decían:
“Luchino Visconti.
Hombre de gran cultura, cuya obra ha enriquecido durante más de 30 años la historia del arte, del cine y del teatro de nuestro país, de Europa, y del mundo.
No olvidaremos a Luchino Visconti, militante antifascista de La Resistencia, que demostró siempre una profunda y leal solidaridad con aquellos que trabajan y luchan”
Pero posiblemente, su mejor epitafio fue el que pronunció unos años después su director de fotografía, Pasqualino de Santis:
“Con Visconti muere también un cine que sólo él sabía hacer”
¡Muy cierto!

“Non ho l'inferno di cui aver paura... o di un cielo, spero”



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