Goodbye, Mr. Chips

“You will love them in september as you did in may”

Publius Vergilius Maro fue un poeta romano, autor de “La Eneida”, “Las Bucólicas” y “Las Geórgicas”; y en la obra de Dante Alighieri, “La Divina Comedia”, aparece como su guía a través del Infierno y del Purgatorio.
Virgilio fue el creador de una grandiosa obra, en la que se muestra como un fiel reflejo del hombre de su época, con sus ilusiones y sus sufrimientos, a través de una forma de gran perfección estilística.
“La Eneida”, en latín “Aeneis” es una epopeya latina, escrita por Virgilio en el siglo I a.C., por encargo del Emperador Augusto, con el fin de glorificar El Imperio, atribuyéndole un origen mítico.
Virgilio elaboró una reescritura, más que una continuación, de los poemas homéricos tomando como punto de partida La Guerra de Troya, y la destrucción de esa ciudad, y presentando la fundación de Roma a la manera de los mitos griegos; en su verso 203 del libro I, dice:
“Forsan et haec olim meminisse juvabit”, es decir, “Tal vez, algún día, aún a esto lo avivará el recuerdo”
La frase sirvió de guía a la novela “Good-bye, Mr. Chips” del escritor inglés James Hilton, publicada por primera vez en forma de libro en 1934; sobre la vida de un maestro de escuela.
La historia había aparecido originalmente como un suplemento del British Weekly, un periódico evangélico, en 1933, pero alcanzó notoriedad cuando fue reimpreso para su edición en abril de 1934, en otra publicación, The Atlantic.
Con el gran éxito de este libro, James Hilton se convirtió en autor de “best sellers”, tanto que vivió y trabajó en Hollywood desde mediados de la década de 1930, ganó un Premio Oscar de La Academia en 1942 por su trabajo en el guión de “Mrs. Miniver”, basado en la novela de Jan Struther, y dirigido por William Wyler; pero además escribió sus 2 libros más recordados:
“Lost Horizon” (1933) y “Good-bye, Mr. Chips” mientras vivía en una casa en Oak Hill Gardens, en Woodford Green, en el norte de Londres, Inglaterra.
Los libros de Hilton, en general, a veces se caracterizan como celebraciones sentimentales e idealistas de virtudes inglesas; esto es cierto para Mr. Chips, pero algunas de sus novelas tienen un lado oscuro.
Los defectos en la sociedad inglesa de su tiempo, particularmente la estrechez de miras, y la conciencia de clase, eran con frecuencia sus objetivos.
El padre de Hilton, el director de Chapel End School en Walthamstow, fue una de las inspiraciones para el personaje de Mr. Chipping, en “Good-bye, Mr. Chips”, que fue un éxito de ventas.
La novela narra la vida de un profesor a lo largo de su estancia en Brookfield, la ficticia escuela pública en la que enseña griego y latín.
El Sr. Chipping, supera su incapacidad para conectar con los niños en la escuela, así como su timidez inicial, cuando se casa con Katherine, una joven a la que conoce en las vacaciones, y que rápidamente comienza a llamarlo por su apodo, “Chips”
Si bien el libro es desvergonzadamente sentimental, también describe los profundos cambios sociales que Chips experimenta durante toda su vida:
Comienza su permanencia en Brookfield en 1870, cuando La Guerra Franco-Prusiana acaba de estallar, y finaliza en su lecho de muerte, poco después del ascenso de Adolf Hitler al poder.
En varias ocasiones, Chips refunfuña sobre su fe en “la sangre inglesa”, y en un momento determinado de la novela, llega a meterse en problemas por hacer un chiste sobre el nombre y la ascendencia de un chico llamado Isaacstein, ediciones posteriores del libro, eliminaron la referencia judía, y simplemente apuntan que “Chips se burló del nombre de un niño”
La novela es claramente perceptible como una nostalgia del orden social Victoriano, que desapareció rápidamente tras la muerte de La Reina Victoria en 1901, y cuyos restos fueron destruidos por La Primera Guerra Mundial.
De hecho, un recurrente “leitmotiv” a lo largo de toda la obra, es el efecto devastador de la guerra en la sociedad Británica.
Cuando la guerra estalla, Chips, quien se había retirado el año anterior al cumplir 65 años, se compromete a volver a trabajar para cubrir a varios maestros que han entrado en el servicio militar.
Innumerables antiguos alumnos y maestros mueren en el campo de batalla, y gran parte de la historia muestra la respuesta de Chips a los horrores desatados por la guerra.
En un momento de la trama, lee en voz alta una larga lista de alumnos de la escuela caídos en combate, y, desafiando al mundo moderno que ve como despiadado y falto de valores de honor y amistad, se atreve a incluir el nombre de un ex maestro austríaco, muerto luchando en el lado opuesto.
Se cree que la obra se basó en la The Leys School de Cambridge, de donde James Hilton fue alumno entre 1915 y 1918.
Hilton afirmó, que la inspiración para el protagonista, Chips, procedía de muchas fuentes, incluyendo a su padre, que fue director de la Chapel End School.
Sin embargo, Chips también pudo haberse basado en W.H. Balgarnie, uno de los profesores de Leys, quien estuvo a cargo de la Quincenas Leys, lugar donde fueron publicados los primeros cuentos y ensayos de Hilton.
Con el transcurso de los años, antiguos alumnos han escrito a Geoffery Houghton, profesor de Leys e historiador de la escuela, confirmando los vínculos entre Chipping y Balgarnie.
Como Mr. Chips, Balgarnie murió en la escuela, a la edad de 82, habiendo estado vinculado con la escuela durante 51 años, y viviendo sus últimos años en modestas viviendas frente a la escuela.
También, como Mr. Chips, Balgarnie fue muy estricto con la disciplina, aunque también invitaba a los muchachos a visitarlo para tomar el té y galletas.
Pero “Good-bye, Mr. Chips” no es una novela sobre enseñanza o métodos didácticos, ni mucho menos, ni tampoco una oda al trabajo del profesorado inglés a principios del siglo XX, tampoco.
Es la historia de un profesor que, pese a no ser el mejor de los profesionales, supo tender una mano a sus alumnos, y hacerles sonreír pese a la dureza de los tiempos que corrían en la Inglaterra de La Gran Guerra.
Con una prosa sencilla, muy inglesa y elegante, Hilton crea a través de su propia memoria, un personaje entrañable, que conmueve al lector con su actitud ante la vida pero, sobre todo, con su capacidad de escuchar a los demás, ser capaz de cambiar con el siglo, y amar con generosidad.
Divertidísimo el humor inglés del personaje, presente en cada anécdota recordada, y en los diálogos de la novela; que más que una novela, es una visión directa.
Nos sentimos atraídos hasta el punto de imaginar que participamos, que intervenimos en el relato.
La melancolía sonriente de ciertas páginas, se coordina de manera admirable con el cuadro escueto en el que el protagonista vegeta, y el libro se ensancha.
Refiriéndose a la muerte de Balgarnie, Hilton escribió que “Balgarnie fue, supongo, el principal modelo para mi historia.
Cuando leo tantas historias sobre la vida pública de la escuela, me sorprendo por el hecho de que no he sufrido nada de lo que los autores aparentemente han sufrido, y mucho de este milagro se debió a Balgarnie”
Y se suele decir que Virgilio, en su lecho de muerte, encargó quemar “La Eneida”, porque deseó desvincularse de la propaganda política de Augusto, o porque no consideraba que la obra hubiera alcanzado la perfección buscada por él como poeta; y como Virgilio, Sigmund Freud, un antiguo admirador de James Hilton, llegó a la conclusión de que Hilton había desperdiciado su talento al ser demasiado prolífico.
Esta novela ha sido llevada al cine en varias ocasiones, incluidas 2 películas ganadoras del Premio Oscar, y varias adaptaciones teatrales.
“Let the years pass but our hearts will remember, Schooldays at Brookfield ended too soon”
Goodbye, Mr. Chips es un drama del año 1939, dirigido por Sam Wood.
Protagonizado por Robert Donat, Greer Garson, John Mills, Terry Kilburn, Paul Henreid, Judith Furse, Lyn Harding, Frederick Leister, Milton Rosmer, entre otros.
El guión es de Claudine West, Sidney Franklin, R.C. Sheriff, y Eric Marschwitz;  basados en la novela homónima de James Hilton.
Originalmente, la película fue distribuida y producida por Metro Goldwyn Mayer; siendo la primera y la más conocida versión de la novela, aunque algunas de las escenas que aparecen en las adaptaciones cinematográficas no aparecen en el libro, esta película intenta ser lo más fiel posible a las historia original; y la película estaba dedicada a la memoria de Irving Thalberg.
Goodbye, Mr. Chips estuvo nominada a 7 Premios de La Academia:
Mejor producción, director, actor, actriz, escritura, edición y sonido.
Fue en contra de “Gone With The Wind” que se llevó en 6 de las categorías mencionadas; pues Robert Donat ganó Mejor Actor, superando a Laurence Olivier, Clark Gable y James Stewart.
Y aunque Goodbye, Mr. Chips perdió contra “Gone With The Wind”; “Mr. Smith Goes to Washington” ganó Mejor Escritura Original; y el Mejor Sonido fue para “When Tomorrow Comes”
Los exteriores de los edificios de la Escuela Brookfield ficticia, se filmaron en la Escuela Repton, una escuela independiente en el momento de la filmación, solo para niños; ubicada en el pueblo de Repton, en Derbyshire, en las Midlands, en Inglaterra; mientras que los interiores, patios y anexos escolares, incluidos los planos supuestamente exteriores de las montañas austríacas del Tirol, se filmaron en Denham Film Studios, cerca del pueblo de Denham, en Buckinghamshire.
Alrededor de 200 niños de La Escuela Repton, permanecieron durante las vacaciones escolares para que pudieran aparecer en la película.
La acción tiene lugar desde 1870 hasta 1933; y se desarrolla entre mediados del siglo XIX, y La Primera Guerra Mundial.
A la escuela de Brookfield llega un joven y tímido profesor que dedica toda su vida a enseñar a varias generaciones de alumnos:
Charles Edward Chipping (Robert Donat)
Al principio, Mr. Chipping tenía problemas para conectarse con sus alumnos, pero supera su incapacidad, así como su timidez inicial, cuando se casa con Katherine (Greer Garson), una joven a la que conoce en las vacaciones, y que rápidamente comienza a llamarlo por su apodo, “Chips”
Cuando La Primera Guerra Mundial estalla, Chips, quien se había retirado el año anterior al cumplir 65 años, se compromete a volver a trabajar para cubrir a varios maestros que han entrado en el servicio militar.
Innumerables antiguos alumnos y maestros mueren en el campo de batalla…
Gran parte de la historia, muestra la respuesta de Chips a los horrores desatados por la guerra; y la historia termina en el periodo del ascenso al poder de Hitler.
Goodbye, Mr. Chips habla del rigor, lealtad, educación, ternura, vocación, seriedad, compañerismo, tesón…
Virtudes que, como esta película parecen haber quedado antiguas y olvidadas, pero cuando les echamos la vista encima, nos damos cuenta de lo importantes que son, y te llevan a lamentar que ningún Mr. Chips nos hubiera ayudado a descubrirlas y a llevarlas orgullosos presentes en la vida; valga mencionar como otro aspecto positivo del filme, su procedente alegato antibelicista, pues a Chips le duele de que los chicos que con tanto empeño se forman en la institución, terminen luego asesinados en una guerra que sirve a algunos, pero no a los intereses del pueblo.
Todo un Manifiesto.
“As soon as I put the moustache on, I felt the part, even if I did look like a great airedale come out of a puddle”
Goodbye, Mr. Chips,  puede considerarse el testamento moral y existencial de la figura del maestro en el cine.
Es una historia británica, clásica y sentimental, sobre un querido maestro inglés que guio a varias generaciones de escolares por casi 60 años en una ficticia escuela de Brookfield, desde sus primeros días de carrera como docente, hasta su solitaria vejez.
Lejos de tratarse únicamente de un tópico sobre el docente, la historia que nos narra, intenta transmitir un mensaje que trasciende el mero argumento de la película:
Una reflexión personal e íntima, en la que su director, Sam Wood, rindió un sentido homenaje a la vida de los maestros, aquellos cuya vocación y pasión se ve reflejada en la enseñanza a sus alumnos, a aquellos profesores que de algún modo han tocado nuestras vidas; y también habla de la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, la juventud y la vejez, el horror o el placer del vivir día a día.
Filmada con el academicismo solvente de la época, a cargo de un buen artesano como Sam Wood, con una magnífica ambientación en sus decorados y fotografía que envuelven las peripecias docentes del protagonista a un ritmo constante, sin altibajos; el protagonista es un tímido e introvertido profesor, que recuerda sus vivencias en un colegio elitista británico desde la segunda mitad del siglo XIX, hasta el final de La Primera Guerra Mundial.
Aderezada de los tópicos del subgénero, se narran las fases de adaptación con el alumnado, el romance y posterior enlace con una guapa Greer Garson, y demás avatares que influyeron en otras películas venideras.
Todo ello con un halo de bondad, dosis de comedia ligera, y una esforzada interpretación de Robert Donat, que da vida al profesor Chips desde su juventud hasta su octogenario final, logrando una caracterización encomiable de un hombre fiel a la tradición, que consigue convertirse en un símbolo para el colegio, y un ejemplo de perseverancia ética durante varias generaciones.
Mr. Chips vive tranquilo en la casa de huéspedes de Mrs. Wickett (Louise Hampton), justo al lado del colegio Brookfield, en el que enseñó durante toda su vida.
Mr. Chips recuerda perfectamente el rostro de cada uno de sus alumnos, y siempre tiene preparadas un montón de anécdotas divertidas para los numerosos ex-alumnos que le visitan casi a diario, para tomarse un té con su viejo profesor.
Pocos saben que, una vez estuvo casado con la extraordinaria e inteligente Katherine, aquella jovencita sufragista que plantó cara a su recalcitrante conservadurismo, y llenó su vida de luz.
Así era Katherine, capaz de darle el toque de atención que necesitaba, justo cuando sus políticas didácticas en Brookfield se estaban volviendo grises y aburridas, capaz de llenar de ternura su mirada de profesor, y convertirlo en uno de los maestros más queridos por sus alumnos, en toda una leyenda imperecedera después de casi 40 años de enseñanza.
Otro dato muy interesante de la cinta, es que al transcurrir a lo largo de toda la vida del protagonista, tenemos la oportunidad de contemplar la historia de finales del siglo XIX, y del primer cuarto del siglo XX, a través de sus ojos, algo realmente muy interesante y de lo más encomiable.
Al tiempo que es esa acertada ambientación, que aquí se inicia en 1870, y en un largo “flashback” nos traerá los recuerdos del viejo profesor ya pensionado.
Sin duda, algo de este ambiente se parece al que, en recientes años, veríamos en la exitosa serie de “Harry Potter”, aunque aquí en su particular tono clásico, y en un exquisito blanco y negro.
También resulta muy grato el encuentro entre Katherine, una carismática Greer Garson en auspicioso debut, y Mr. Chips, llamado así por ella, en contracción de su apellido Chipping, y en alusión a su tímida jovialidad y espíritu servicial.
En aquel espacio austriaco, donde se encuentran de paseo, gratamente sonorizado con los clásicos de Johan Strauss, conseguimos deducir la actitud sobria de la mujer madura, dispuesta a elegir al hombre con grandes valores y con criterios claros, por encima de otras cualidades que, quizás ofrezcan placer, pero que no ofrecerán estabilidad en aquello que reclama compromiso y solvencia moral.
Empero hay cierto abuso de la elipsis en toda la narración, pues se nos quiere contar diversos aspectos de lo que ocurre en varias generaciones de estudiantes que pasan por la vida de Mr. Chips, y todo esto resulta tan resumido y austero, que no se logra el clima emocional que merecían varios hechos, pues todo sucede muy rápido, difícil para quien desconozca datos históricos.
Y en este sentido, siento que el filme se viene a menos, no obstante que cuenta con unos caracteres humanos de enorme valía.
Pero lo impresionante es la línea temporal que pasa en ella:
Vemos absolutamente toda la vida de Mr. Chips, quien pasa de ser un profesor con dificultades, a ser un profesor con carisma y respetado, todo ello plasmado con una fotografía perfecta para le época, van pasando los años, y no ves al actor bajo kilos de maquillaje y un pelucón blanco, parece realmente una persona anciana, ves como da clase a 4 generaciones, y ya jubilado durante La Primera Guerra Mundial, es llamado para volver a dar clase ante las bajas de profesores que ha habido.
Verá como muchos de los alumnos que dio clase, no regresarán…
Goodbye, Mr. Chips es una de aquellas películas en las que ves toda la vida del personaje, siendo al final, un profesor consagrado, querido, como de cuento, que los alumnos van a ver a su casa y todo.
Del reparto, Robert Donat, de 34 años, envejece 63 años, de 1870 a 1933, años del transcurso de la película.
Él comentó:
“Tan pronto como me puse el bigote, sentí el papel, incluso si parecía un gran Airedale salir de un charco”
Con las precarias técnicas de maquillaje de esos años, logra pasar por diferentes etapas de la vida de manera más que convincente, estéticamente algunos años están más logrados que otros, en que se va haciendo difícil reconocer a un hombre de 34 años, tras un rostro que envejece con el tiempo; además nos regala un personaje absolutamente adorable, encantador y maravilloso.
No exagero, su Mr. Chips es de los personajes más bellos que he visto alguna vez en una película; y aunque Mr. Chips es aproximadamente 25 años mayor que su esposa Katherine, Robert Donat era casi 5 meses menor que Greer Garson en la vida real; y su nombre completo era Charles Edward Chipping, basado en el anuncio de la boda que se leyó al grupo de maestros que anunciaban el matrimonio.
Como errores de producción, podemos ver:
El póster muestra a un joven Robert Donat, como aparece en las primeras escenas de la película, con la joven Greer Garson.
Sin embargo, los 2 nunca aparecen juntos así en la película.
Chips tiene unos 50 años cuando conoce por primera vez a Katherine, que tiene aproximadamente la mitad de su edad.
Por otro lado, Miss Kathy le dice a Chips, que el salón de baile en Viena, es donde Metternich elaboró “El Tratado de Los 5 Reyes”, refiriéndose al Congreso de Viena en 1814, poniendo fin a Las Guerras Napoleónicas, “hace casi 100 años”
Pero el montaje después de la muerte de Kathy, deja en claro que murió antes de La Guerra Boer, en 1899; y el funeral de La Reina Victoria en 1901.
100 años después del Congreso de Viena, fue en 1914, el comienzo de La Primera Guerra Mundial, cuando Chips se convierte en director interino, y se habla de Kathy que murió hace mucho tiempo…
Después de su cena de jubilación, se le dice a Chips sobre el asesinato de “un Archiduque austríaco”, lo que llevó al estallido de La Gran Guerra.
El Archiduque Franz Ferdinand fue asesinado el 28 de junio de 1914, cuando las escuelas públicas como Brookfield no habrían estado en sesión, y los estudiantes y la facultad no estarían en el campus.
Por último, quizás se pensó que, por ir dirigido a todos los públicos, no debía el filme ser demasiado extenso, pero al paso se ignoró que, contar anécdotas bien hiladas sobre 58 años de vida, en menos de 2 horas, implica una gran capacidad de condensación que, o no se logró al estructurar el guión definitivo, o el editor echó tijera cortando de aquí y de allá, debiendo preferir unos cuantos hechos debidamente contados a demasiadas situaciones abreviadas como en un noticiero televisivo; sin embargo, se logra ver de manera fluida y entretenida, además de informativa.
“Well, remember me sometimes.
I shall always remember you.
“Haec olim meminisse iuvabit”
I need not translate it for you”
Al maestro se le presenta con frecuencia en el cine, como el paradigma de los valores, para quién los únicos problemas son sus alumnos.
Hay magistrales películas que abordan así la cuestión, y es conveniente darles un repaso de vez en cuando; porque el maestro suele ser paciente y caritativo; supera el escarnio, incluso el racista, utiliza los métodos más protectores y maternales.
Y en la historia del cine se han construido grandes películas, y en ellas han aparecido personajes cuya construcción era tan bella y exquisita, que han hecho que les hayamos recordado.
Uno de esos personajes inolvidables en la historia del cine, se puede encontrar en esta, por desgracia, desconocida cinta.
No cabe la menor duda, de que Robert Donat creó con su Mr. Chips, un personaje de lo más entrañable, querido e inolvidable; y podríamos hablar de un tipo de género de películas, y es el género de películas de profesores.
Y en todas funciona el mismo esquema:
Un profesor entra inicialmente en un centro donde los alumnos en un principio le ven como un cualquiera, o sus reacciones son rebeldes.
Pero el profesor, con sus ingeniosos métodos de educar a sus alumnos, consiguen no solo ganarse el carisma perpetuo de estos, sino hacer de ellos, unos interesados en su materia, sea cual sea el nivel.
Muy bonito, quizás porque todos desearíamos que nos hubiera pasado algo así en la infancia; y puede que algunos consideren a Goodbye, Mr. Chips idealista, pero el personaje de Donat, lo elogiable de su papel, es el amor y la pasión que se encuentran en ese profesor, cuyo objetivo reside en el aprendizaje de sus alumnos que los toma por algo más que eso.
En ocasiones, este argumento ralla lo tópico en películas comerciales de Hollywood, o ronda la emoción en otras; pero como el esquema es siempre igual, pues muy pocas de estas películas funcionan, siempre es lo mismo.
No obstante, esta es una de las que funcionan, y la que inauguró el género.
El personaje de Chips, es el de un hombre humilde y de lo más sencillo que disfruta con enorme devoción y pasión con su trabajo, algo que muchos académicos deberían tomar ejemplo:
“Pero lo que más recuerdo son sus caras.
Nunca las olvido.
Tengo millares de rostros en la memoria, las caras de todos los chicos del colegio.
Si ustedes vienen a visitarme en los años venideros, como espero que harán, trataré también de recordar sus caras de adulto, aunque no les prometo nada...
Les recordaré siempre como les conocí en Brookfield.
¿Qué culpa tengo yo de que ustedes se empeñen en cambiar?
Tomé las instantáneas para mi memoria en clase, en el patio, en el campo de juegos, y allí siguen siendo siempre niños, con las miradas brillantes, la risa y los cabellos al viento, ingenuos y alegres.
¿Les parece mal que les conserve frescos en la memoria, y me resista a dejarlos envejecer, a volverse obesos y calvos?”
Todos tuvimos a un Mr. Chips, y es difícil decirle adiós.

“I thought you said it was a pity, a pity I never had any children.
But you're wrong.
I have!
Thousands of 'em, thousands of 'em... and all... boys”



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