Henry: Portrait of a Serial Killer
“It's always the same and it's always different”
La historia de Henry Lee Lucas, es una de las más controvertidas del fenómeno del asesinato serial y del sistema legal de EEUU.
Al día de hoy todavía, es difícil creer como este sujeto escasamente educado, cuya propia imagen personal era muy pobre y de bajísima autoestima, tuvo en su momento, la dudosa gloria de ser considerado “el más prolífico asesino serial del mundo” y a final de cuentas, tal vez ni siquiera fue un asesino serial como tal… pues se le adjudicaron hasta 600 asesinatos cometidos en 22 o más estados de La Unión Americana, y en sus propias palabras, confesó que “únicamente había matado acaso a 3 personas”
Henry Lee Lucas fue un asesino en serie estadounidense, responsable de la muerte de más de 100 mujeres a lo largo de Florida, Louisiana, Oklahoma y Virginia Occidental, específicamente; él era el prototipo de psicópata sádico, con un historial realmente sangriento, ya que desde su niñez, creció en un entorno familiar totalmente desestructurado, lleno de abusos, crueldad y humillación; y por tal razón, él se convirtió en un sádico asesino en especial hacia las mujeres.
Siendo un niño no deseado, era golpeado frecuentemente por su madre, y sometido a maltrato psicológico, tanto que continuamente lo vestía como a una niña, forzándolo a ver cómo ejercía su trabajo de prostituta.
La madre también golpeaba al padre, alcohólico, a quien faltaban las piernas, que utilizaba un carrito para desplazarse.
Desnutrido, y sin educación, Henry nunca desarrolló una habilidad que pudiera dar algún significado o valor a su vida, y de ese modo, Henry llegó hasta el 5º de primaria.
El abuso de la madre fue tal, que cuando jugando él y un hermano con una navaja, salió mal herido del ojo, y la desalmada mujer no quiso llevarlo al médico, hasta que cuando recibió atención, no se pudo salvar el globo ocular, colocándosele uno de vidrio.
De aquel incidente, Lucas quedaría marcado con su inconfundible párpado caído.
En otro episodio, la señora Viola Lucas golpeó furibundamente al niño con un madero que tomó del suelo y lo dejó semiinconsciente por 3 días, hasta que uno de sus clientes, “El Tío Bernie”, lo llevó al doctor.
De este golpe, Lucas tuvo mareos, dolores de cabeza y episodios de confusión por muchos años.
Se afirma que uno de los clientes de Viola, introdujo el bestialismo en la vida del joven Henry; y sus primeras experiencias sexuales, aproximadamente a los 13 años, fueron con animales:
Violaba ovejas y perros, y desde el primer momento relacionó el sexo con la muerte.
En 1950, murió su padre en extrañas circunstancias, tras una discusión con Viola, abandonó la casa, y al día siguiente fue encontrado congelado en el bosque…
Tras su muerte, Henry abandonó definitivamente su casa, e inició una prolífica carrera delictiva con pequeños robos, ingresando pronto en reformatorios y finalmente en la cárcel; donde tuvo sus primeras experiencias sexuales con hombres.
Salió en libertad en 1959 , y volvió a su casa donde, y en el transcurso de una violenta disputa con ella, Henry, preso de un ataque de ira, le propinó diversas puñaladas que acabaron con su vida, y Henry viola el cadáver de su madre.
Le detuvieron y le sentenciaron a prisión, y 5 años de reclusión en un centro psiquiátrico.
Allí se le diagnosticó una psicopatía con desviaciones sexuales y sadismo.
Sin estar rehabilitado, fue puesto en libertad en 1970, y se fue a vivir con su hermana Opal, y con el marido de ésta, que ya le creían rehabilitado, hasta que poco tiempo después mató a su perro…
La siguiente reincorporación al mundo real fue diferente:
Henry tenía ganas de formar una familia, una esposa que cuidase de él, y unas preciosas hijas que “le mostrasen su afecto”; y como no podía esperar a crearla y engendrar las hijas, fue directamente por una familia ya formada, y en 1977 se casó con la amiga de una hermana, y madre de 2 hijas:
Cindy de 8 años, y Kathy de 9; y mientras su mujer salía a trabajar, Henry se quedaba en casa todo el día abusando de las niñas.
Su idea era fornicar con ellas todo el día, pero la menor tenía mal carácter, y se tuvo que conformar en abusar sólo de la mayor; aunque obligaba a Cindy a mirar cada vez que abusaba de su hermana.
Aprovechó al máximo esta situación, pero acabó aburriéndose de la rutina sexual, por lo que finalmente se fue sin dar ninguna explicación.
Empezó a vagar con su coche por Estados Unidos, y en Miami encontró al que iba a ser su inseparable amigo y amante, Ottis, quien no tenía nada que envidiar a Henry; pues Ottis era pirómano, caníbal, asesino, y ligeramente retrasado.
Ottis Elwood Toole, a veces mal escrito como “Otis”, fue un asesino en serie estadounidense; aunque admitió los cargos de asesinato, violación, y canibalismo, fue el principal sospechoso en varios asesinatos sin resolver, él se retractó, y reiteró en varias confesiones.
El estimado de sus víctimas varía entre 2 y 62 personas; Ottis era nativo de Jacksonville, Florida; su padre abandonó su familia cuando él era joven, y afirmaría años después, que su madre era una fanática religiosa, y que su hermana lo vestía con ropas femeninas y lo llamaba Susan.
Ottis afirmó, que cuando era un niño pequeño, fue víctima de abuso sexual e incesto a manos de muchos parientes cercanos y conocidos, entre ellos su hermana mayor y su vecino; también afirmó que su abuela practicaba el satanismo, y que lo expuso a varias prácticas y rituales en su juventud; y lo apodó “Niño del Diablo”
También afirmó que este abuso comenzó cuando él descubrió que era gay; por lo que escapó repetidamente de su casa, y también se le imputa haber iniciado incendios en casas abandonadas desde temprana edad.
Ottis afirmó que se vio obligado a tener relaciones sexuales con un amigo de su padre cuando tenía 5 años; sintió que sabía que era gay cuando tenía 10 años, y afirmó haber tenido una relación sexual con un chico del vecindario cuando tenía 12 años; pero pronto abandonó la escuela en el 9º grado, y comenzó a visitar bares gay.
También afirmó haber sido un hombre prostituido cuando era adolescente, y se obsesionó con la pornografía gay; confesó haber cometido su primer asesinato a la edad de 14 años, ocasión en que después de recibir una propuesta sexual por parte de un vendedor viajero, lo arrolló con su propio automóvil; siendo detenido como adulto por primera vez, en 1964, bajo el cargo de vagancia por sospecha.
Luego, mantuvo relaciones con un vecino homosexual, combinando sus aficiones sexuales con las de pirómano.
Incendiaba una casa, y cuando esta ardía, Ottis se masturbaba contemplando el espectáculo…
A los 13 ofrecía, confesó hacer felaciones a los borrachos de su barrio; y cometió varios robos y acabó en el reformatorio.
Entró y salió varias veces más de la cárcel por diversos motivos; y a pesar de ello, Ottis tenía responsabilidades:
Por el día cumplía rigurosamente con su jornada laboral, mientras que por la noche se dedicaba a sus aficiones pirómanas, o a sus deseos sexuales.
Mucha información sobre Ottis, entre 1966 y 1973, no es clara, pero se cree que comenzó a vagar por el sudoeste de los Estados Unidos, y que se mantenía a sí mismo mediante la prostitución y la mendicidad.
A principios de 1975, Ottis regresó a Jacksonville después de vagar y hacer autostop; y el 14 de enero de 1976, se casó con una mujer 25 años mayor que él; pero ella lo dejó después de 3 días, al descubrir su homosexualidad; por lo que él dijo durante una entrevista, que su matrimonio “era una táctica destinada a ocultar su verdadera sexualidad”
Aproximadamente en 1978, Toole conoció a Henry Lee Lucas en un comedor de Jacksonville, en Florida; y pronto desarrollaron una relación sexual.
Con posterioridad, ambos afirmarían haber cometido centenares de asesinatos, algunas veces bajo las órdenes de un culto secreto llamado “La Mano de La Muerte”
Lucas se retractaría en sus confesiones, afirmando que sólo las hizo con la finalidad de mejorar sus condiciones dentro de la cárcel…
Aunque algunas autoridades han afirmado que existen dudas significativas acerca de la culpabilidad de Lucas, Ottis todavía se ve generalmente como un asesino en serie.
Henry y Ottis, formaron pues una pareja perfecta:
Henry no era demasiado fuerte, pero sí inteligente; y Ottis era capaz de tumbar de un puñetazo a cualquiera, y al no ser demasiado inteligente, vio en Henry a una especie de “iluminado”
La autopista I-35, que cruzaba todo el país, se convirtió en su particular coto de caza privado:
Viajaban en destartalados coches, y para ahorrar gastos, solían vivir y dormir en ellos.
Como nunca se bañaban ni se cambiaban de ropa, el coche les permitía sobrevivir, y a pesar de su mal aspecto y el mal olor, eran simpáticos y sabían congeniar con las personas, y cuando se ganaban la confianza de alguien, le mostraban el otro lado de su oscura personalidad matándole, abusando sexualmente, y descuartizándolo.
Nunca mataban a 2 personas en el mismo sitio, y después de sus matanzas, solían descuartizar los cadáveres, y repartir los miembros por todo el país, lo que hizo muy difícil a la policía, la reconstrucción de los casos.
La especial habilidad de Henry para matar y no ser descubierto, les permitió cometer sus atrocidades por todos los Estados Unidos durante varios años.
A Henry le gustaba asesinar a mujeres de ojos grandes y grandes senos:
Primero fornicaba con ellas, si quedaba insatisfecho, las acuchillaba o estrangulaba, y luego las volvía a penetrar, pues disfrutaba mucho más fornicando con un cadáver que con un ser vivo.
Ottis, por su parte, prefería violar hombres, obtener placer sexual, y luego matarlos a tiros.
No le gustaban los cuchillos, y disfrutaba con la sensación de “cowboy” que recorría su cuerpo después de matar a alguien a bocajarro.
Otras veces, en señal de amistad, Henry ayudaba a Ottis en sus actividades pirómanas…
La ocasión en la que más disfrutaron, fue cuando quemaron una casa con un anciano dentro; y contemplaron desde la calle, cómo el anciano pedía ayuda por la ventana y moría abrasado; Ottis culminó la experiencia, masturbándose allí mismo.
Mientras sucedían las semanas en que Ottis regresaba a su casa a trabajar, Henry seguía en solitario, dedicándose exclusivamente a las mujeres.
En una ocasión, en 1978, conoció a una chica en el estacionamiento de un edificio, y le invitó a subir a su casa; con la única ayuda de su “encanto” personal, Henry la convenció de tener relaciones sexuales, y ella aceptó, pensando que Henry era un tipo normal, pero cuando Henry comprobó, como de costumbre, que no podía llegar a la eyaculación, la acuchilló, volvió a penetrarla, y tras el clímax, le clavó una navaja por el ano.
A principios de los años 1980, entró en escena la sobrina de Ottis:
Frieda “Becky” Powell de 15 años, pero se comportaba como si tuviese 10.
Ottis la invitó a acompañarles en sus viajes, y Becky aceptó encantada.
Con ella innovaron en sus técnicas:
El nuevo procedimiento consistía en enviar a Becky a llamar a las puertas de las casas, esperar a que abriesen, y entonces entrar todos en manada.
Becky se lo tomaba como un juego, y pronto les cogió mucho cariño, especialmente a Henry, quien la convirtió en su novia oficial.
Esa relación, trajo problemas en la amistad entre Henry y Ottis, ya que Henry decidió tomarse en serio su nueva relación.
En cuanto a Becky, fue la única mujer que en la vida de Henry que lo hizo sentir importante y amado.
A pesar de la enorme diferencia de edades que había entre ellos, la chica era asumida como su novia, y a veces presentada como su esposa.
Muchos años después, Lucas declaró que Becky lo hizo vivir con algo de estabilidad.
Cuando fueron pareja, incluso trabajó para comprar muebles y enseres domésticos.
Algo inaudito para él, siendo básicamente, un violento vagabundo.
Al poco tiempo, la pareja empezó a trabajar cuidando a una anciana, Kate Rich, con quien estuvieron varios meses, hasta que Henry decidió reemprender el camino de nuevo, acabando en una granja de predicadores denominada “House of Prayer”
Vivieron allí, hasta que Becky sintió nostalgia de su hogar, y pidió a Henry que la dejase ir a Florida a ver a su familia.
La idea no gustó a Henry, que sabía que si Becky iba con su familia, ésta le apartaría de él, pero finalmente acabó cediendo.
Iniciaron el viaje en autostop, hasta que tuvieron una discusión en medio de la autopista.
Henry zanjó el asunto clavándole un cuchillo en el corazón, y seguidamente fornicó con el cadáver en el que, según comentaría posteriormente, “fue el mejor polvo con Becky”
Acababa de cometer el mayor error de su vida; pues no contento con ello, fue a ver a Kate Rich, diciéndole que Becky quería verla, y en el camino hacia la granja, Henry acuchilló a la anciana sin ningún motivo.
A pesar de todo, no dejó de sentir remordimientos por haber terminado así con la vida de Becky, pero que se le podía hacer... cuidadosamente desmembró el cuerpo, y lo distribuyo en algunas almohadas que enterró en el campo que rodeaba el lugar.
Según razonó, si hallaban el cuerpo, no podrían rastrearlo, pues no eran conocidos en el lugar, ni él ni el cadáver.
Le tomó varios días disponer de los restos, y para cuando terminó, ahora le tocaba turno a la señora Kate Rich...
Según testimonio de Lucas, llegados a un paraje solitario junto al camino, tomó el cuchillo que traía debajo del asiento, y lo clavo en el costado izquierdo de la anciana.
Esta se recargo en la portezuela, él bajo del auto, abrió la puerta, y ella cayó al suelo.
La escena despertó sus insanas fantasías, y se excitó mucho ante la idea de copular con el cadáver.
Después de terminar el acto, dispuso de los restos, introduciéndolos en una cañería contigua al camino.
Los puso lo más dentro que pudo, con la finalidad de que nadie los encontrara.
Tomó el cadáver, y esta vez lo condujo al rancho “House of Prayer” donde incineró los restos en un horno que allí había.
Esto lo hizo porque sabía perfectamente que era sospechoso en el caso, y fue en estos días, que le fue practicada la prueba con detector de mentiras…
El arresto, sólo era cuestión de tiempo, ya que no era difícil relacionar lo acontecido.
La policía no tardó en dar con él, y tras un par de interrogatorios, descubrieron que tenían ante sí, probablemente al asesino en serie más sanguinario de la historia de Estados Unidos.
Henry estaba cansado, ya no tenía ganas de seguir asesinando; y confesó los asesinatos de Becky y Kate Rich, y docenas de asesinatos más, de los que ni siquiera era sospechoso.
Ottis, por su parte también fue arrestado por pirómano, y confesó haber acompañado a Henry en muchas de sus matanzas.
Como quería “limpiar” su conciencia, Lucas escribió una extensa carta a Ottis, quien ya estaba encarcelado en Jacksonville, donde le pedía ayuda para recordar los detalles y los crímenes que habían cometido juntos.
Lo dejaba a su criterio, querer o no involucrarse de lleno en los casos.
En prisión, Ottis se había enterado de las súbitas confesiones de Lucas, y comenzó a soltar detalles que esclarecían al menos 12 crímenes en 11 diferentes estados.
Además, aceptaba Ottis, haber participado en al menos una centena de asesinatos con Henry Lee Lucas.
Quedó arreglado que ambos se comunicaran por teléfono, en una histórica y grotesca llamada en que ambos no hicieron más que regodearse de sus crapulencias.
Uno a otro, se conminaban a “soltar la sopa” en todos y cada una de las fechorías en que tenían metida la mano.
Ottis insistió, que Lucas aceptara su canibalismo, y platicaron detalles escabrosos, pero que vistos en perspectiva, pudieron no ser más que juegos entre ambos.
Al cabo, se conocían muy bien, y con cualquier gesto, duda, pausa o silencio, bastaba para comunicarse sin necesidad de palabras.
Para mediados de 1983, se había creado la ya citada “Fuerza de Tarea” constituida por decenas de oficiales policíacos, cuya misión era esclarecer los crímenes de Henry Lee Lucas; y para ese momento, Lucas había confesado estar relacionado con al menos 120 asesinatos.
La policía creía haberlo relacionado claramente a 35.
Hubo una reunión de detectives y oficiales en Louisiana, donde se intercambió información, y se trató de establecer el patrón de movimientos y tiempos de Lucas alrededor de todos los estados donde se le sospechaba haber “golpeado”
A final de cuentas, se relacionó a Lucas con 72 crímenes, y se dejaron abiertos a futura investigación, otros 70 adicionales.
A Lucas le estaba permitido agendar reuniones con detectives, y recibir llamadas para discutir los casos que permanecían abiertos en diversas comisarías.
Aquel hombre, era ahora un sujeto sumamente ocupado en atender gente y llamadas telefónicas de mucha importancia; y frecuentemente era conducido a escenas del crimen para aclarar detalles específicos del crimen investigado en turno.
En esas salidas, Lucas daba entrevistas a los medios como si fuera político o artista de televisión.
Algunas veces, Lucas confesaba casos que ni siquiera habían sido ventilados en la prensa, dirigiendo a los investigadores justo a los escenarios del crimen.
En una ocasión, los detalles que aportó fueron tan certeros, y su sangre coincidió con la hallada en una toalla que explicó, tuvo que usar para limpiar su propia sangre después de haberse cortado el mismo con el arma homicida.
Fue celebre su siguiente discurso:
“No tuve ningún sentimiento especial por todas aquellas personas o los asesinatos... los abordaba cuando pedían aventón, hacían ejercicio por las carreteras o cualquier cosa, pasábamos un buen rato juntos y después tu sabes, las asesinaba, y tiraba sus cuerpos por cualquier lado...”
Pero el caso más serio contra Henry Lee Lucas, fue el denominado “Orange Socks”, o “Calcetines Naranjas”, también conocido como “Joanie Doe”, “Judy Doe” y “Georgetown Jane Doe”, que puso al criminal en la fila de ejecución en el estado de Texas.
Este caso aclararía mucho del mito sobre Lucas:
La víctima era conocida como “Orange Socks”, puesto que su cadáver había sido hallado totalmente desnudo, a excepción de los pies que calzaban unos calcetines anaranjados.
Al parecer, jamás se conoció la identidad de esta mujer, a pesar de que hay un retrato hecho por artistas forenses.
El juez encargado del proceso, fue John Carter; y el fiscal acusador, el abogado Ed Walsh.
En el juicio, se expuso una cinta editada donde aparecía Lucas confesando que había elegido a esa chica que pedía aventones en la autopista.
Narraba como había tenido sexo con ella, la había asesinado, había vuelto a tener sexo, y de cómo había dispuesto del cadáver.
Inclusive había una declaración escrita y firmada por Lucas en el mismo tono.
Sin embargo, los abogados defensores, probaron con la cinta sin edición, como Lucas se había contradicho en varias ocasiones, y de cómo había lapsos en los que no recordaba importantes detalles, y se veía claramente, cómo el sheriff encargado de tomar la declaración, por momentos “refrescaba” la memoria de Lucas, y por consiguiente, éste llenaba las lagunas faltantes, completando la declaración al gusto de las autoridades.
La defensa, también incluyó el testimonio de psicólogos certificados que establecieron que Lucas poseía un coeficiente intelectual de 86, muy por debajo del promedio, y que en diversas entrevistas clínicas, había demostrado que era incapaz de controlar sus actos.
Además, era esquizofrénico, y deseaba sentirse una persona importante, además de su consabido complejo de inferioridad.
Al escuchar estos diagnósticos, Lucas rompió en llanto a media audiencia, y se tuvo que interrumpir la diligencia.
En este juicio, la defensa tenía una clave muy importante, en el hecho de que al momento del asesinato de “Orange Socks”, Lucas estaba trabajando en Florida, y había cobrado un cheque en esa ciudad, que lo apartaba completamente del crimen.
Pero la parte acusadora, como pudo también, demostró que Lucas podía dejar encargado su trabajo a un compañero, y eso abría paso a que si pudiera estar físicamente en el área del crimen de “Orange Socks”
Finalmente, el jurado decidió que Lucas había sido culpable del asesinato, y a pesar del veredicto, Lucas pareció inclusive contento con el desenlace.
Todo esto sirvió para que reporteros e investigadores que conocían y seguían de cerca el caso, comenzaran a sospechar que algo no estaba nada bien en las diligencias del estado contra Henry Lee Lucas.
Entre ellos, Hugh Aynesworth, reportero del Dallas Times-Herald que comentó sobre el caso “Orange Socks”:
“Es la peor declaración que he visto...”
Aynesworth realizó un revelador reportaje respecto a Lucas y los rangers de Texas, incluyendo un sonado caso donde estos últimos habían incriminado dolosamente a un conserje negro en el asesinato de una muchacha.
Casi por ser ejecutado, las autoridades anularon el caso contra Clarence Brandley, al darse cuenta que se había ignorado evidencia que apuntaba a varios sujetos más, y que el testigo había sido forzado a declarar falsamente.
Esto revelaba una manera muy corrupta en los manejos de los rangers texanos, lo que desacreditaba en gran medida todo el caso, y a la misma “Fuerza de Tarea” que se había armado alrededor de Henry Lee Lucas.
Finalmente Ottis fue condenado a cadena perpetua, y Henry a pena de muerte.
La sentencia estaba fijada para 1988, pero fue aplazada a última hora.
Además de la crueldad de sus crímenes, los 2 personajes confesaron un hecho muy inquietante:
Ottis aseguró tener relación con una secta satánica, para la cual los 2 asesinos secuestrarían niños, con los cuales se llevarían a cabo sacrificios rituales, pornografía dura, e incluso “películas snuff”, en las cuales se tortura a la víctima y se la mata lentamente, mientras una cámara graba las escenas en un plano fijo.
Según unas declaraciones de Ottis:
“Hubo una época en que ganábamos dinero vendiendo niños a México, que empleaban para películas porno... otros los vendían directamente a gente rica... teníamos una especie de altar, y les rajábamos la garganta, bebíamos la sangre y a veces cocíamos los cadáveres... a veces los nuevos miembros cortaban los cuerpos antes de follárselos... y después follaban a los animales y los mataban... y después había una gran fiesta durante la cual comíamos a alguien, y a los animales...”
Este asunto presenta gran cantidad de dudas, pues la policía nunca pudo probar la existencia de este grupo de satanistas como estructura organizada.
El desprestigio del caso contra Lucas, por crímenes en los que Ottis había ofrecido declaraciones corroborativas, creó dudas sobre si era un asesino en serie genuino o, como sugirió Hugh Aynesworth, ambos eran simplemente entrevistados obedientes, a quienes la policía utilizó para borrar los asesinatos no resueltos de los libros.
Se cree que Henry Lee Lucas cometió 360 asesinatos, aunque en algunos interrogatorios confesó haber matado a unas 902 personas.
Hoy día, resulta hasta sospechosa la cantidad de crímenes que se le adjudican, pero es posible que todo haya sido cierto.
Tras su historia, ha habido varios libros sobre el caso; y 4 películas narrativas se han basado en las confesiones de Lucas en los años 1985, 1986, 1996, y 2009.
Al tiempo que se han hecho 2 películas documentales: “The Serial Killers” de 1995, y el documental de televisión de 1995, “Henry Lee Lucas: The Confession Killer”
Un episodio de la biografía de A&E sobre Lucas, se emitió en 2005, que presentaba al futuro director de cine de terror, Dylan Greenberg como el joven Lucas en recreaciones, a la edad de 8 años.
“Them or us”
Henry: Portrait of a Serial Killer es una película de terror, del año 1986, dirigida por John McNaughton.
Protagonizada por Michael Rooker, Tracy Arnold, Tom Towles, Anne Bartoletti, Mary Demas, Kurt Naebig, entre otros.
El guión es de Richard Fire y John McNaughton; basados en el verdadero asesino en serie, Henry Lee Lucas, que aparentemente operó con impunidad.
La película fue filmada en 16mm en sólo 28 días, con un presupuesto de $110.000; y aunque la película se produjo en 1986, no fue lanzada hasta 1990, debido a los múltiples desacuerdos con la MPAA sobre el contenido violento de la película, en parte que los productores ejecutivos no sabían cómo comercializarla, y porque no pensaban que fuera una muy buena película.
La película recibió una clasificación X por la MPAA, pero en última instancia, fue lanzada en los Estados Unidos sin clasificación.
Aunque la MPAA inicialmente otorgó a la película una clasificación X, esta película, junto con “The Cook, The Thief, His Wife & Her Lover” (1989), de Peter Greenaway; y ¡Átame! (1989) de Pedro Almodóvar, fueron las principales razones para la creación de la calificación NC-17, “película solo para adultos”, que no es pornográfica.
Inicialmente ganó $600 mil dólares en el cine, extremadamente en estrenos limitada; pero desde entonces ha ganado millones en VHS y DVD, así como en reediciones teatrales; y se convirtió en un filme de culto más tarde, debido a su realismo y autenticidad; tanto que Entertainment Weekly la clasificó como “la 16ª película más aterradora de todos los tiempos”
Como descargo, antes de que comience la película, se puede leer lo siguiente:
“Esta película es una dramatización ficticia de ciertos eventos.
Henry: Portrait of a Serial Killer, no pretende ser una descripción exacta de una historia real.
La película se basa en parte en confesiones de una persona llamada Henry, muchos de los cuales más tarde se retractó.
En cuanto a Otis y Betty, la película es ficticia”
Henry (Michael Rooker), es un hombre aparentemente normal que, no obstante, es el autor de una encarnizada espiral de asesinatos de mujeres.
Henry tuvo una infancia muy desgraciada, y acabó en la cárcel por acuchillar a su madre; y una vez en libertad, se convierte en un asesino que escoge a sus víctimas al azar, y cada vez utiliza un método distinto, con el fin de no ser descubierto.
Mientras Otis (Tom Towles) es un tipo que conoció en prisión, y por tanto, es su cómplice; viviendo juntos, un día reciben la visita de Becky (Tracy Arnold), la hermana de Otis, que se hospeda en la casa durante un tiempo para huir de su fallido matrimonio, y su oscuro pasado.
Pronto, la desesperada Becky se encariña de Henry, pero éste es incapaz de corresponder su amor.
Paralelamente, Otis se une a las masacres de Henry, llegando a filmar los asesinatos en vídeo para su propia excitación.
El destino del trío de personajes, como es natural, estará abocado a la fatalidad...
Las personas que matan son extrañas, y en un ataque particularmente espantoso, matan a los 3 miembros de una familia durante una invasión a su hogar.
A Henry le falta compasión en todo lo que hace, y no es de los que dejan testigos.
El final de esta “bola de nieve” es inesperado, teniendo en cuenta la “tan buena” relación que Henry tenía con la hermana de Otis...
Lo que consigue el director John McNaughton con su aproximación frontal, es hacernos conscientes de la existencia cotidiana del mal absoluto, mientras se anticipa unos cuantos años al auge del terror “found-footage”, y la simulación de películas “snuff”, gracias a una secuencia tan insoportable e inolvidable como el asesinato de la familia que graban Henry y Otis.
Eso hace que Henry: Portrait of a Serial Killer sea un filme formidable; ciertamente su grado de “shock” se ha diluido con el tiempo, ya que Hollywood se ha despachado con escenas más sangrientas en sus producciones comerciales de los últimos años; pero el impacto del filme pasa por otro lado.
Pasa por mostrar gente común y situaciones ordinarias, las cuales son invadidas por ráfagas de violencia descomunal e injustificada, que terminan por destrozar montones de vidas humanas en cuestión de segundos.
Luego, regresan a su aparente normalidad, y continúan con su rutina como si nada hubiera pasado.
Henry: Portrait of a Serial Killer es de esos casos, que el buen cine independiente traspasa todas las barreras de la industria, para convertirse en una obra mayor.
“Otis, plug it in”
En plena década de auge de las sagas de terror “slasher” como “Halloween”, “Friday The 13th” o “Nightmare On Elm Street”, proclives junto a sus numerosas imitadoras de forma lúdica al “body count”, con Henry: Portrait of a Serial Killer, John McNaughton logró una de las películas de terror puro, físico y palpable más desasosegantes desde “The Texas Chainsaw Massacre” (1974), pero quizás fue Henry: Portrait of a Serial Killer, la que encaró, de una vez por todas, el horror de lo cotidiano a través de los ojos de un psicópata tal cual, sin edulcorantes ni colorantes.
En 1984, los productores ejecutivos, Malik B. Ali y Waleed B. Ali, de Maljack Productions (MPI), contrataron a un ex repartidor para su negocio de alquiler de equipos de video, John McNaughton, para dirigir un documental sobre gánsteres en Chicago durante la década de 1930.
“Dealers in Death” fue un éxito moderado, y fue bien recibido de manera crítica, por lo que los hermanos Ali mantuvieron a McNaughton como director de un segundo documental sobre la escena de la lucha de Chicago en la década de 1950.
Se había descubierto una colección de cintas de lucha de época, y el propietario estaba dispuesto a vendérselas a los hermanos Ali, para utilizarlas en el documental.
Sin embargo, después de la financiación, el propietario duplicó su precio, y los hermanos se retiraron del trato.
Con el documental cancelado, Waleed y McNaughton, decidieron que el dinero para el documental, podría ser utilizado para hacer un largometraje.
Los hermanos Ali le dieron a McNaughton $110.000 para hacer una película de terror con mucha sangre.
McNaughton sabía que el presupuesto sería demasiado pequeño para hacer una película de terror sobre extraterrestres o monstruos, y no estaba seguro de qué hacer, hasta que vio un episodio de 20/20 sobre el asesino en serie, Henry Lee Lucas.
John McNaughton decidió filmar una versión ficticia de los crímenes de Lucas; mientras tanto, los hermanos Ali llevaron a Steven A. Jones al proyecto como productor, y Jones contrató a Richard Fire para trabajar como coguionista de McNaughton.
Con el productor, el escritor y el director en su lugar, y con el tema decidido, la película entró en producción.
Al productor y compositor, Steven A. Jones, se le pagaron $100 por sus 14 meses de trabajo en la película.
Originalmente, John McNaughton tenía la intención de filmar toda la película con una cámara de mano, para darle el aspecto y la sensación de un documental.
Había contratado a Jean de Segonzac para trabajar como Director de Fotografía, ya que De Segonzac era considerado, uno de los camarógrafos más importantes del mundo.
Sin embargo, una semana antes de que comenzara la filmación, De Segonzac tuvo que abandonar el proyecto, y McNaughton se quedó sin un Director de Fotografía.
Posteriormente, contrató a Charlie Lieberman, que había rodado varios programas de abuso de sustancias de media hora, y juntos, McNaughton y Lieberman, decidieron abandonar la idea de mano, e ir en la dirección opuesta; nunca usando una cámara de mano, y asegurando un encuadre muy exacto y muy rígido a lo largo de la película.
Durante el rodaje, los costos se redujeron al emplear a familiares y amigos, siempre que fue posible, y los participantes utilizaron sus propias pertenencias.
Por ejemplo, la pareja muerta en el bar al comienzo de la película, son los padres del mejor amigo del director John McNaughton; mientras que el bar en sí, es donde alguna vez trabajó McNaughton.
La actriz Mary Demas, una amiga cercana de McNaughton, interpreta a 3 víctimas diferentes de asesinato:
La mujer en la zanja en el primer plano, la mujer con la botella en la boca en el inodoro, y la primera de las 2 prostitutas asesinadas.
Las 4 mujeres que Henry encuentra afuera del centro comercial, fueron interpretadas por amigas íntimas de McNaughton; y la mujer que hacía autostop, era una mujer con quien McNaughton solía trabajar.
La ropa que usa Michael Rooker durante toda la película, es la suya, aparte de los zapatos y los calcetines.
El automóvil conducido por Henry, pertenecía a uno de los electricistas en la película.
El director de arte, Rick Paul, interpreta al hombre disparado en la parada; el artista del guión gráfico, Frank Coronado, interpreta al más pequeño de los atacantes; Brian Graham interpreta al marido en la escena de la masacre familiar; y el productor ejecutivo, Waleed B. Ali, interpreta al empleado que sirve a Henry hacia el final de la película.
Se cuenta que Michael Rooker permaneció en el personaje durante todo el rodaje, incluso fuera del escenario, sin socializar con ninguno de los actores o el equipo durante el rodaje de un mes.
De acuerdo con la diseñadora de vestuario, Patricia Hart, ella y Rooker viajaban juntos al set todos los días, y ella nunca sabía de un minuto a otro, si estaba hablando con Michael o con Henry, ya que a veces hablaba sobre su infancia y sus antecedentes no como Michael Rooker, sino como Henry.
De hecho, tanto estuvo en el personaje, que Rooker, durante el rodaje, su esposa descubrió que estaba embarazada, pero ella esperó hasta que el rodaje se detuviera, antes de que ella se lo contara.
Debido a que la producción tenía tan poco dinero, no podían pagar extras, por lo que todas las personas en las tomas exteriores de las calles de Chicago, son simplemente peatones que se ocupan de sus asuntos.
Por ejemplo, en la escena en la que Becky emerge del metro, se puede ver a 2 hombres de pie, en la parte superior de las escaleras teniendo una acalorada discusión.
Estos hombres, realmente tenían una discusión, y cuando el equipo de filmación llegó para rodar, se negaron a moverse, por lo que John McNaughton decidió incluirlos en la toma.
Una vez finalizada la filmación, quedaba tan poco dinero, que la película tuvo que ser editada en la sala de estar del editor, Elena Maganini.
Después de que se completó la edición inicial de la película, que duró 2 horas y 27 minutos; John McNaughton tuvo que presentarla a Waleed B. Ali y Malik B. Ali.
McNaughton no pudo traerles los negativos originales, por lo que utilizó una cámara de video VHS para tomar la edición, ya que se ejecutó en la pantalla en la plataforma de 16mm, que se utilizó para editar la película.
Según McNaughton, cuando vieron esta película parpadeante, en blanco y negro, de 2 horas y media, con un sonido apenas audible, los hermanos Ali no se impresionaron… pero Henry: Portrait of a Serial Killer es una película con escenas escalofriantes, y para ser de ese año, seguramente habrá tenido un gran impacto en el público; pero también es una muy buena película donde te ofrece un retrato inolvidable de la patología de un hombre, para quien matar no es un crimen, sino simplemente una forma de pasar el tiempo y aliviar el aburrimiento.
A diferencia de algunas películas controvertidas, Henry: Portrait of a Serial Killer es digno de un debate serio.
Donde al principio, la violencia se presenta como una serie de escena fijas de las victimas acompañados por los escalofriantes sonidos de la víctima.
Más tarde, la película toma intensidad, y se vuelve inquietantemente más gráfica.
Henry, es la personificación del mal en estado puro, siniestro en sí mismo por tratarse de un hombre común, moldeado por las peores taras del sistema familiar y social de los Estados Unidos, país que caprichosamente, pese a ser el (mal)ejemplo de la nación económicamente desarrollada, esconde bajo su careta democrática, los peores monstruos creados por ellos mismos.
Finalmente Henry Lee Lucas, y otros “serial killers” como Dahmer, Manson, Bundy o Ed Gein; pueden vivir en la puerta de al lado, saludar alegremente al vecino, que nunca sospechará cuál es su hobby…
La barbarie radica en el fondo mismo del ser humano, y no está exenta de salir a flote en el momento más inoportuno.
Para Henry, matar a otra persona es como mover un dedo.
No hay ningún plan, ni motivos claros, en una conversación, confiesa el asesinato de su propia madre con la excusa de que lo maltrataba, pero ni él mismo se aclara sobre cómo la mató...
Tampoco necesita ocultar su rostro tras máscaras, ni inventarse distintas personalidades.
Es alguien común, y eso es que lo realmente provoca el terror.
Esa naturalidad en el acto criminal por parte de un hombre, o 2, contando a Ottis, que se pasea impunemente por la calle, es la que tiene el poder de erizar los cabellos, y sumir al público en el más perturbador de los miedos:
El que convive entre nosotros.
Esa esencia del miedo, es la que un joven nacido en Chicago de nombre John McNaughton nos escupe violentamente a la cara, por medio de su ópera prima, Henry: Portrait of a Serial Killer
Finalmente, Henry no era un personaje inventado, sino un hombre común… “que no sentía ningún placer matando, era débil y no tenía otra forma de expresarse.
Tenía una rabia personal dentro, que solo podía sacar matando a la gente”, dijo el director.
Seguro de lo anterior, técnicamente se enfrasca en la realización de una película estremecedoramente naturalista, casi documental, donde las actuaciones están libres de cualquier aspaviento de sobreactuación, y que es certeramente presentada en la pantalla, evitando cualquier alarde técnico que pueda resultar falsamente preciosista.
Por el contrario, la granulosa fotografía, el uso del video y los encuadres sobrios, casi neutrales, sirven como marco para presentar a 3 seres:
Henry, Otis y Becky, fastidiados con una carga de ocio y aburrimiento que les lleva a desahogar sus frustraciones por medio del asesinato, convertido en un grito de venganza ante la vida.
Un odio que no tiene enfoque singular, sino alcances universales.
El odio como estilo de vida de un grupo de perdedores que se mueve entre escorias sociales:
Prostitutas, alcohólicos, perdedores...
Todo el lumpen social, producto de la voracidad capitalista de la nación más poderosa y corrompida del planeta.
En ningún momento del filme, se le confiere a Henry, o a los otros, alguna carga moral por sus actos.
El resultado de sus brutales asesinatos, es mostrado con lujo de detalle, dándole carta de naturalización a un acto de lesa humanidad, elevando el grado de terror implícito en dicho acto.
Henry observa, y Otis se regodea una y otra vez, por medio de las videograbaciones, con sus acciones, como si estudiara sus errores en vías de no volverlos a cometer...
Tampoco existe un castigo ejemplar a toda esa ola de violencia sin límites, de hecho, la acción de la policía brilla por su ausencia en la película; simplemente la vida, y la muerte continúan su curso, entre una humanidad despreocupada, de la misma forma en que Henry camina, indiferente a proseguir su tediosa rutina.
El pesimismo late hasta el último fotograma, y la siguiente víctima podría ser uno mismo…
La película de McNaughton, es un retrato de un estado mental que no conoce limitaciones sobre la brutalidad, que solo comprende cómo no ser atrapado.
Este es el único talento de Henry, su habilidad astuta para evitar ser notado.
El realismo tan marcado en el personaje de Henry, y la fría indiferencia con que se presenta, sin glorificar ni moralizar contra los crímenes, pero mostrar de una manera sin prejuicios, cómo un asesino en serie se considera tan natural como dar un paseo por el parque, hace que esta película sea aterradora.
Casi no deja lugar a la esperanza, de que la sociedad pueda rehabilitar a tales individuos, o que puedan evitar que todos los otros “Henrys” lleven a cabo las mismas acciones sucias.
Quizás, esta película no se le puede considerar arte, y no es una crítica, si no como algo de darte una perspectiva más amplia de los infames asesinos en serie.
Pero Henry, en cambio, horroriza.
Horroriza porque personajes como él, habitan la sociedad en que vivimos.
Personajes que no se ocultan tras una máscara, sino que pasan completamente desapercibidos.
Pero otro de los aspectos que causan horror, y cierta pena, es que el mundo también está lleno de “Beckys”, víctimas como la que encarna en el film Tracy Arnold, que han sufrido abusos y que, como ciervos deslumbrados por los faros del coche, parecen esperar que el inevitable destino las alcance.
De la relación entre Henry y Becky, destacaría un momento en el cual, ella empieza a besarle y quiere iniciar una relación sexual, mientras que Henry se queda helado, sin saber que hacer, ya que únicamente conoce una manera de expresar sus emociones, a través del asesinato.
Así como también destaca la escena de ambos en la cocina, en la cual, Henry cuenta como, supuestamente, mató a su madre.
Momento en que descubrimos que no podemos fiarnos de nada de lo que diga.
La única relación que parece funcionar, es la de Henry y Ottis.
Mientras que Henry es una amenaza silente y siempre a punto de explotar; Ottis festeja los desmanes como si fuera un niño, y pide aún más.
Y algunos de ellos suenan a demencia homicida y justiciera, recargada de humor negro, algo parecido a lo que lograría Oliver Stone años más tarde en “Natural Born Killers” (1994), incluso aquí hay una videocámara de por medio, con lo cual se transforman en voyeurs de su propia violencia.
Eso no quita de que McNaughton haga pausas, y muestre lo letal y siniestro de estos personajes:
Los “flashes” iniciales sobre las cuerpos de las víctimas de Henry; el “shockeante” ataque a la familia en su hogar, con Otis violando a la mujer, y Henry matando a golpes al muchacho; o el tremendo final del filme; como para hacernos acordar que ésta no es gente ordinaria.
Pero, salvo esos aspectos, el particular mundo en donde viven estos individuos, fluye con su propia normalidad, y siguiendo sus propias reglas.
La mente vacía de Henry, puede provocar cierta fascinación:
Mata por necesidad como un vampiro de cacería nocturna.
Los científicos sostienen, que los psicópatas no tienen capacidad empática, son conscientes de lo que hacen, pero no pueden meterse en la situación de su víctima.
En cambio, la violencia de Ottis es más enfermiza, llena de sexualidad y sadismo.
Si a todo esto le sumamos su desagradable aspecto, el resultado es un personaje vomitivo.
Tom Towles, inicialmente hizo una audición para el papel de Henry, antes de que John McNaughton le preguntara si estaría interesado en interpretar a Otis.
John McNaughton y Tom Towles, consideraron que el personaje de Otis era un bufón cómico, y presentaron conscientemente al personaje de una manera oscuramente divertida.
En su mayor parte, los toques de comedia, son proporcionados por Ottis, personaje perverso y perturbado, que contrasta con la frialdad y silenciosa furia asesina de Henry.
Towles, era un excelente actor de carácter, que consigue hacer que su personaje sea tan auténtico y real.
Curiosamente, Towles, un ex marine de los EEUU, y se formó en comedias de improvisación, no en actuación dramática.
Michael Rooker dijo, que estaba trabajando como conserje cuando audicionó para el papel de Henry, y fue a la audición con su uniforme de conserje.
Obtuvo el papel, y continuó usando su uniforme durante toda la filmación.
Sin embargo, solo tenía una chaqueta, así que se la quitó antes de que “matara” a alguien, “para que no la manchase sangre”
Ni un solo policía es visible en la pantalla durante la película.
Esto fue intencionalmente hecho por John McNaughton, para crear una sensación de mundo sin ley y orden, y para eliminar la zona de amortiguación reconfortante que, el ver a un policía le daría audiencia.
Hay una escena en la que un coche de policía juega un papel muy destacado…
Mientras los 2 ex convictos conducen por una carretera después de una de las escenas de asesinato más descaradas, son pasados por un patrullero que pasa velozmente sin pausa.
Esta ironía sirve como uno de los pocos momentos cómicos en la película.
El otro aspecto, es el desequilibrio de moral y justicia que hay en el filme.
No hay policías, ni investigación, ni nada similar a lo que sería un tradicional filme sobre asesinos seriales.
Al no haber autoridades, el filme muestra un mundo sin reglas, en donde la gente puede hacer lo que se le place, sin sufrir castigo alguno; la sociedad moderna se ha transformado en una jungla, y lo que hacen Henry y Otis, es simplemente salir de cacería.
Y al romper lo “standard”, aquí los culpables no reciben el castigo moralizante, y la platea no puede recuperar el sentido de justicia y equilibrio; dejando a la audiencia completamente descolocada.
A diferencia de Henry en la película, que fue retratado como volando en rabia cuando se exhibía una sexualidad flagrante, el verdadero Henry Lee Lucas era conocido por ser violador y abusador de niños, además de un asesino en serie.
La verdad es que es difícil saber, qué cosas son reales y qué cosas son verdad.
Ese detalle está muy bien retratado en la escena que habla con Becky, y le dice que lo de matar a su madre con un bate es mentira, que la mató a puñaladas, y en pocos segundos cambia la versión, diciendo que la mató de un disparo, para volver a “recordar” que fueron puñaladas.
Tenía un enredo mental que no se entendía ni él.
Con todo, el personaje de Henry, comparte muchas coincidencias biográficas con Lucas mismo.
Sin embargo, como la declaración de apertura deja en claro, la película se basa más en las fantasías y confesiones violentas de Lucas, que en los crímenes por los que fue condenado.
Las similitudes entre la vida real y la película incluyen:
Henry Lee Lucas, conoció a un vagabundo y prostituto llamado Ottis Toole, a quien había conocido en un comedor público en Jacksonville, Florida.
En la película, el nombre del personaje es “Otis”, y se encuentra con Henry en prisión.
Henry Lee Lucas, abusó sexualmente de la sobrina de 12 años de Ottis, Frieda Powell, que vivió con Lucas y su tío durante muchos años.
Como en la película, Frieda Powell prefirió ser tratada como “Becky” en lugar de su nombre de pila.
Sin embargo, en la película, Becky es la hermana menor de Otis, y es considerablemente mayor que Frieda Powell, de 12 años.
Como en la película, la madre de Lucas era una prostituta violenta, que a menudo lo obligaba a mirarla mientras tenía relaciones sexuales con clientes.
La madre, a veces lo hacía vestir ropa y vestidos de niña.
El padre de Lucas, perdió ambas piernas después de ser golpeado por un tren de carga; el personaje relata una historia similar.
Las 4 escenas de asesinato, vistas en los primeros minutos de la película, se basaron en asesinatos de la vida real, que Henry Lee Lucas afirmó haber cometido, especialmente el primer disparo, donde el cuerpo de la mujer desnuda se plantea exactamente igual posición como víctima en un caso que involucra a Lucas.
Otis, en la cinta, parece más humanizado, al menos al principio parece no sentirse bien matando por placer, parece que es Henry quien le corrompe, cuando ambos estaban a la par.
De hecho, tenían muchas similitudes, ya que Otis estaba tiranizado por su hermana que también le vestía de niña.
Durante la proyección de la película en El Festival Telluride de 1989, casi la mitad de la audiencia se retiró durante la escena de la masacre familiar.
Cuando terminó la película, se encontró con un completo silencio, ya que la audiencia estaba tan asombrada por lo que acababan de ver, y no sabían cómo reaccionar.
Cuando John McNaughton abandonaba el teatro, se le acercó un hombre angustiado que le informó:
“No se puede hacer eso”
McNaughton le preguntó, a qué se refería, y el hombre explicó que no se podía hacer una película sobre un asesino que escapa al final, sin castigo, o sin ningún tipo de resolución moral, reiterando:
“No se puede hacer eso”
McNaughton pensó en esto por un momento, y luego le dijo al hombre:
“Acabamos de hacerlo”
La controversia no quedó ahí, y Henry: Portrait of a Serial Killer fue censurada y recortada en El Reino Unido; y la película está clasificada R18 en Nueva Zelanda, dado que contiene violencia fuerte.
Pero el mayor acierto del director, fue no ser tan explícito en cuestión de los asesinatos, a modo de “una verdadera poesía”, las escenas donde se mostraba los cuerpos inertes de las víctimas, mientras sonaba una melodía perturbadora y los gritos que recordaban tan deplorable acto.
Por otro lado, los asesinatos explícitos, que fueron pocos pero necesarios, fueron muy bien llevados.
Incluso los propios miembros del equipo de realización cinematográfica, se sintieron perturbados; y el compositor Robert McNaughton, no pudo ver la película en el estreno, y Tom Towles, solo la ha visto una vez, en el Splatterfest Film Festival en 1990.
Y es que Henry: Portrait of a Serial Killer hace uso de muchas tomas ininterrumpidas:
La escena en la que Henry y Otis conducen toda la noche, y matan al hombre que se detiene para ayudar, continúa durante casi 2 minutos sin interrupción.
Por otro lado, la escena en la sala de estar, donde Otis filma a Henry y Becky con la videocámara, fue completamente improvisada por los 3 miembros del elenco.
La escena donde el vendedor interpretado por Ray Atherton, tiene la televisión aplastada sobre su cabeza, fue filmada en reversa, con Michael Rooker alejando la televisión de propulsión de la cabeza de Atherton.
Muchos de los insultos que grita el vendedor de televisión a Henry y Otis, por ejemplo, “Veo que has tenido un poco de universidad”, fueron improvisados por el propio Atherton.
A lo largo de la película, cualquier sonido de un cuello roto, es realmente una taza de espuma de poliestireno que se aplasta cerca del micrófono.
El sonido de Henry cortando la cabeza de Otis, es una bolsa de pomelo de malla plástica que se abre lentamente…
Cuando Otis intenta violar a Becky, comienza a estrangularla con una prenda de vestir; durante el rodaje de esta parte de la escena, Arnold se desmayó de verdad.
En el guión original, la escena de la masacre familiar era más larga.
Después de que los 3 miembros de la familia han sido asesinados, Otis abusa del cuerpo de la madre, interpretado por Lisa Temple; y realiza una necrofilia completa con él.
Sin embargo, antes del rodaje, John McNaughton tomó la decisión de abandonar esta parte de la escena.
Como dato, cuando los 2 psicópatas ven uno de sus asesinatos grabados en vídeo en la televisión de su casa, como si fuera un programa de cocina; primero, el espectador es obligado a ver el asesinato como si estuviera sucediendo en ese momento, pero aún resulta más escalofriante la estampa de ambos sentados en el sofá disfrutando de sus obras.
La escena culmina también de forma brillante e inquietante, con Ottis rebobinando y pasando a cámara lenta su momento favorito…
No sé si en aquel momento, McNaughton o Fire pensaban en el morbo televisivo que en aquel momento se empezaba a gestar, pero uno no puede más que reflexionar sobre el contenido alegórico de esta escena en lo que respecta a los tiempos que estamos viviendo.
Después de filmar la escena de la masacre familiar, Tom Towles insistió en que Lisa Temple fuera al departamento de urgencias, porque estaba convencido de que se había lastimado el cuello de verdad, cuando “lo rompió”
La propia Temple estaba segura de que no se había producido ningún daño, pero para tranquilidad de Towles, ella recibió un certificado de buena salud.
Con el tiempo, esta historia se ha convertido en un mito urbano, que Temple tuvo que ir al hospital, porque estaba traumatizada por la escena, en cuyo contenido, los cineastas le habían ocultado antes de disparar.
Como ella misma lo dice en “Portrait: The Making of Henry” (2005), no hay verdad en esta historia en absoluto.
Ella fue al hospital por pura precaución.
La cabeza falsa de Tom Towles, utilizada en la escena en la que es apuñalado a los ojos, costó $700.
Como errores de producción, en el primer plano de la película del cuerpo de una mujer muerta cuando Henry ingresa en la casa con un fumigador, interpretada por Mary Demas, se observa que respira un poco hacia el final del disparo, y se ve el movimiento del estómago.
Los realizadores lo señalan en el comentario de DVD, y muestran metraje adicional en las tomas descartadas.
Se le puede achacar, que Henry: Portrait of a Serial Killer se limita a ofrecer un retrato superficial del asesino Henry Lee Lucas, con una imagen casi documental que genera una atmósfera áspera, que conduce a los infiernos de la maldad, pero que resulta únicamente resulta morbosa, vacua e inconexa.
La música para la película, se mezcló en un estudio de grabación en Chicago dirigido por cristianos roqueros… y según John McNaughton, se sorprendieron bastante cuando vieron la película.
“My mama was a whore.
But I don't fault her for that.
It ain't what she done, but how she done it.
Long as I can remember, she'd bring men up to the house.
My daddy was there too, but it didn't matter none to her.
She'd make me watch”
Aunque ni John McNaughton, ni el escritor Richard Fire, estuvieron involucrados en la creación de la secuela, inicialmente tenían planes para hacer la propia, titulada “Henry: Superstar of Crime”
La idea se basó en la fama lograda por Henry Lee Lucas después de su captura.
La secuela continuaría donde quedó la primera película, con Henry llegando solo a una nueva ciudad, y matando a numerosas personas antes de ser arrestado y convertirse en una celebridad de los medios.
Sin embargo, la idea nunca se desarrolló más allá de la etapa de tratamiento.
Pero si tuvo una secuela llamada “Henry: Portrait of a Serial Killer, Part 2” (1995) dirigida por Chuck Parello, con Neil Giuntoli como Henry; donde este consigue un trabajo y conoce a Kai, quien lo invita a quedarse en su casa.
Mientras Kai le enseña a Henry todo lo que hay que saber para ser un pirómano, Henry hace lo mismo con Kai, poniéndolo al día de sus técnicas de asesinato a sangre fría.
En la vida real de Henry Lee Lucas, en prisión, confesó más de 600 asesinatos, alegando que cometió aproximadamente un asesinato a la semana entre su liberación de la prisión en 1975, y su arresto en 1983.
Mientras la película estaba inspirada por las confesiones de Lucas, la gran mayoría de sus reclamos se volvieron falsos.
La Procuraduría General de Texas produjo “El Informe Lucas”, que concluyó que la evidencia física confiable, relacionó a Lucas con 3 asesinatos.
Sin embargo, sus confesiones también aumentaron su fama con el público, y como dice el refrán:
“A río revuelto, ganancia de pescadores...”
Si Lucas mentía:
¿Qué tenía que perder, si él ya estaba perdido?
Nunca tuvo una familia que amar ni a quienes cuidar.
Carecía de hogar, y en la cárcel por lo menos tenía cobijo y alimento.
Al confesar como degenerado, le era dado un trato como hemos dicho preferencial, y que satisfacía sus peculiares necesidades emocionales de sentirse importante, y así subía su autoestima.
Y por supuesto, estaba la realidad de que el hombre era un desadaptado y asesino... no es poca cosa terminar con la propia madre de uno, ni tampoco de asesinar a su única novia de verdad, como tampoco segar la vida de una anciana.
En sus últimas entrevistas en la cárcel, Lucas afirmó que era mentira todo lo que se decía de él.
Que era imposible para un ser humano asesinar 600 personas.
Algunos oficiales en retiro, declararon que en efecto no creían en las palabras de Lucas, pero había veces que conocía demasiado de algunos crímenes.
Cosas que simplemente no podía saber de no haber estado involucrado.
Esos oficiales opinan que Lucas si fue un asesino serial.
Mientras tanto, aquellos que tuvieron el cuidado de analizar todas y cada una de sus confesiones, encontraron que confesó crímenes ya resueltos.
Y esas inconsistencias, fueron las que hicieron que el entonces gobernador de Texas, George W. Bush, le perdonara la vida a Lucas, conmutándole la pena a cadena perpetua.
El argumento de la defensa volvió sobre el hecho de que Lucas no pudo asesinar a “Orange Socks” estando trabajando en Florida cuando ella fue asesinada.
Lucas fue la única persona que recibió el indulto durante la administración de Bush en la entidad.
Muchos piensan que tal decisión fue más política que judicial.
Mientras tanto, Ottis Elwood Toole fue hallado culpable en 2 ocasiones de asesinato, y confesó 4 más mientras se encontraba en prisión.
El 21 de octubre de 1983, Ottis confesó el asesinato de Adam Walsh de 6 años.
Él dijo que le ofreció caramelos y juguetes, y que Walsh vino voluntariamente.
Walsh, pronto quería irse a casa, y comenzó a llorar; Ottis dijo que luego le dio un puñetazo en la cara.
Walsh comenzó a llorar más y, según Ottis comenzó a golpear a Walsh, noqueándolo; y finalmente se detuvo en una zona rural, violó a Adam durante 2 horas, luego lo decapitó con un machete, destrozó su cuerpo, y lo arrojó a los caimanes.
Condujo durante varios días con la cabeza de Walsh, se olvidó de eso, y una vez redescubierto, lo arrojó a un canal cercano.
La policía, de alguna manera perdió su automóvil confiscado y sus alfombras manchadas de sangre, obstaculizando su capacidad para proceder con la investigación.
Sin embargo, semanas después que Ottis hizo tal confesión, la policía que investigaba el caso, anunció que ya no lo consideraban como sospechoso.
John Walsh, el padre de Adam, ha afirmado reiteradamente que él cree que Ottis es el culpable.
El libro, “Frustrated Witness”, escrito por el ex escritor del Miami Herald, Willis Morgan, examina el caso de Walsh, y cita evidencia circunstancial que sugiere que Jeffrey Dahmer pudo haber matado a Adam Walsh.
En el momento del asesinato de Walsh, Dahmer vivía a poca distancia en Miami Beach, y trabajaba en una tienda secundaria donde tenía acceso a una camioneta azul, similar a la que se ve saliendo del centro comercial después de la desaparición de Walsh.
Varios testigos informaron haber visto a un hombre que se parecía a Dahmer en el centro comercial hablando con niños pequeños.
Cuando se le entrevistó sobre Adam, a principios de la década de 1990, Dahmer negó reiteradamente la participación en el delito, incluso afirmando:
“Te he contado todo, cómo los maté, cómo los cociné, a quién comí.
¿Por qué no te diría si lo hice a alguien más?”
Después de que surgió el rumor, John Walsh declaró que “no se ve evidencia” que vincule el secuestro y el asesinato de su hijo con Dahmer.
En abril de 1984, Ottis fue declarado culpable y sentenciado a muerte por el incendio intencional provocado en 1982, en el que murió George Sonnenberg, de 64 años de edad, en Jacksonville, Florida.
Posteriormente, a Ottis se le juzgó culpable del asesinato en 1983 de Ada Johnson, residente de Tallahassee, Florida, de 19 años de edad, para lo cual recibió una segunda pena de muerte; en la apelación, sin embargo, se conmutaron ambas penas a prisión perpetua.
Mientras cumplía su sentencia, Ottis se alojó brevemente al lado de Ted Bundy en la Prisión de Raiford de Florida.
Los psiquiatras, Dr. Urbina y Dr. Sanches, testificaron en la apelación de Ottis en el Tribunal Supremo de Florida de 1984, diciendo que era extremadamente impulsivo, y exhibía un comportamiento antisocial como resultado de un trastorno de personalidad, y que era un pirómano.
El tribunal encontró pruebas suficientes de que a Ottis le diagnosticaron un trastorno de personalidad antisocial; y fue hallado culpable de 4 asesinatos más en 1991, y recibió correlativamente, 4 prisiones perpetuas; muriendo en la prisión de cirrosis hepática, el 15 de septiembre de 1996, a los 49 años.
Como su cuerpo no fue reclamado, fue enterrado en el cementerio de la prisión estatal de Florida.
En el momento de su muerte, estaba escribiendo un libreto para la televisión, sobre un especial para niños que esperaba vender a alguna red televisiva.
Se titulaba “Navidad con Ottis Toole”
A Henry Lee Lucas, tampoco le faltó el amor durante su estancia en la cárcel:
Una mujer de nombre Phyllis Wilcox, estuvo tras sus huesos, y se aventó la puntada de hacerse pasar por Becky Powell, que a Lucas le encantaban esta clase de embustes.
No pasó a mayores el asunto; y Lucas vivió sus últimos años de vida como un prisionero modelo, fabricando uniformes; muriendo en prisión por insuficiencia cardíaca, tras pasar 2 días internado en la enfermería; el 13 de marzo de 2001.
Tenía 64 años.
“Yeah, I killed my Mama...”
La historia de Henry Lee Lucas, es una de las más controvertidas del fenómeno del asesinato serial y del sistema legal de EEUU.
Al día de hoy todavía, es difícil creer como este sujeto escasamente educado, cuya propia imagen personal era muy pobre y de bajísima autoestima, tuvo en su momento, la dudosa gloria de ser considerado “el más prolífico asesino serial del mundo” y a final de cuentas, tal vez ni siquiera fue un asesino serial como tal… pues se le adjudicaron hasta 600 asesinatos cometidos en 22 o más estados de La Unión Americana, y en sus propias palabras, confesó que “únicamente había matado acaso a 3 personas”
Henry Lee Lucas fue un asesino en serie estadounidense, responsable de la muerte de más de 100 mujeres a lo largo de Florida, Louisiana, Oklahoma y Virginia Occidental, específicamente; él era el prototipo de psicópata sádico, con un historial realmente sangriento, ya que desde su niñez, creció en un entorno familiar totalmente desestructurado, lleno de abusos, crueldad y humillación; y por tal razón, él se convirtió en un sádico asesino en especial hacia las mujeres.
Siendo un niño no deseado, era golpeado frecuentemente por su madre, y sometido a maltrato psicológico, tanto que continuamente lo vestía como a una niña, forzándolo a ver cómo ejercía su trabajo de prostituta.
La madre también golpeaba al padre, alcohólico, a quien faltaban las piernas, que utilizaba un carrito para desplazarse.
Desnutrido, y sin educación, Henry nunca desarrolló una habilidad que pudiera dar algún significado o valor a su vida, y de ese modo, Henry llegó hasta el 5º de primaria.
El abuso de la madre fue tal, que cuando jugando él y un hermano con una navaja, salió mal herido del ojo, y la desalmada mujer no quiso llevarlo al médico, hasta que cuando recibió atención, no se pudo salvar el globo ocular, colocándosele uno de vidrio.
De aquel incidente, Lucas quedaría marcado con su inconfundible párpado caído.
En otro episodio, la señora Viola Lucas golpeó furibundamente al niño con un madero que tomó del suelo y lo dejó semiinconsciente por 3 días, hasta que uno de sus clientes, “El Tío Bernie”, lo llevó al doctor.
De este golpe, Lucas tuvo mareos, dolores de cabeza y episodios de confusión por muchos años.
Se afirma que uno de los clientes de Viola, introdujo el bestialismo en la vida del joven Henry; y sus primeras experiencias sexuales, aproximadamente a los 13 años, fueron con animales:
Violaba ovejas y perros, y desde el primer momento relacionó el sexo con la muerte.
En 1950, murió su padre en extrañas circunstancias, tras una discusión con Viola, abandonó la casa, y al día siguiente fue encontrado congelado en el bosque…
Tras su muerte, Henry abandonó definitivamente su casa, e inició una prolífica carrera delictiva con pequeños robos, ingresando pronto en reformatorios y finalmente en la cárcel; donde tuvo sus primeras experiencias sexuales con hombres.
Salió en libertad en 1959 , y volvió a su casa donde, y en el transcurso de una violenta disputa con ella, Henry, preso de un ataque de ira, le propinó diversas puñaladas que acabaron con su vida, y Henry viola el cadáver de su madre.
Le detuvieron y le sentenciaron a prisión, y 5 años de reclusión en un centro psiquiátrico.
Allí se le diagnosticó una psicopatía con desviaciones sexuales y sadismo.
Sin estar rehabilitado, fue puesto en libertad en 1970, y se fue a vivir con su hermana Opal, y con el marido de ésta, que ya le creían rehabilitado, hasta que poco tiempo después mató a su perro…
La siguiente reincorporación al mundo real fue diferente:
Henry tenía ganas de formar una familia, una esposa que cuidase de él, y unas preciosas hijas que “le mostrasen su afecto”; y como no podía esperar a crearla y engendrar las hijas, fue directamente por una familia ya formada, y en 1977 se casó con la amiga de una hermana, y madre de 2 hijas:
Cindy de 8 años, y Kathy de 9; y mientras su mujer salía a trabajar, Henry se quedaba en casa todo el día abusando de las niñas.
Su idea era fornicar con ellas todo el día, pero la menor tenía mal carácter, y se tuvo que conformar en abusar sólo de la mayor; aunque obligaba a Cindy a mirar cada vez que abusaba de su hermana.
Aprovechó al máximo esta situación, pero acabó aburriéndose de la rutina sexual, por lo que finalmente se fue sin dar ninguna explicación.
Empezó a vagar con su coche por Estados Unidos, y en Miami encontró al que iba a ser su inseparable amigo y amante, Ottis, quien no tenía nada que envidiar a Henry; pues Ottis era pirómano, caníbal, asesino, y ligeramente retrasado.
Ottis Elwood Toole, a veces mal escrito como “Otis”, fue un asesino en serie estadounidense; aunque admitió los cargos de asesinato, violación, y canibalismo, fue el principal sospechoso en varios asesinatos sin resolver, él se retractó, y reiteró en varias confesiones.
El estimado de sus víctimas varía entre 2 y 62 personas; Ottis era nativo de Jacksonville, Florida; su padre abandonó su familia cuando él era joven, y afirmaría años después, que su madre era una fanática religiosa, y que su hermana lo vestía con ropas femeninas y lo llamaba Susan.
Ottis afirmó, que cuando era un niño pequeño, fue víctima de abuso sexual e incesto a manos de muchos parientes cercanos y conocidos, entre ellos su hermana mayor y su vecino; también afirmó que su abuela practicaba el satanismo, y que lo expuso a varias prácticas y rituales en su juventud; y lo apodó “Niño del Diablo”
También afirmó que este abuso comenzó cuando él descubrió que era gay; por lo que escapó repetidamente de su casa, y también se le imputa haber iniciado incendios en casas abandonadas desde temprana edad.
Ottis afirmó que se vio obligado a tener relaciones sexuales con un amigo de su padre cuando tenía 5 años; sintió que sabía que era gay cuando tenía 10 años, y afirmó haber tenido una relación sexual con un chico del vecindario cuando tenía 12 años; pero pronto abandonó la escuela en el 9º grado, y comenzó a visitar bares gay.
También afirmó haber sido un hombre prostituido cuando era adolescente, y se obsesionó con la pornografía gay; confesó haber cometido su primer asesinato a la edad de 14 años, ocasión en que después de recibir una propuesta sexual por parte de un vendedor viajero, lo arrolló con su propio automóvil; siendo detenido como adulto por primera vez, en 1964, bajo el cargo de vagancia por sospecha.
Luego, mantuvo relaciones con un vecino homosexual, combinando sus aficiones sexuales con las de pirómano.
Incendiaba una casa, y cuando esta ardía, Ottis se masturbaba contemplando el espectáculo…
A los 13 ofrecía, confesó hacer felaciones a los borrachos de su barrio; y cometió varios robos y acabó en el reformatorio.
Entró y salió varias veces más de la cárcel por diversos motivos; y a pesar de ello, Ottis tenía responsabilidades:
Por el día cumplía rigurosamente con su jornada laboral, mientras que por la noche se dedicaba a sus aficiones pirómanas, o a sus deseos sexuales.
Mucha información sobre Ottis, entre 1966 y 1973, no es clara, pero se cree que comenzó a vagar por el sudoeste de los Estados Unidos, y que se mantenía a sí mismo mediante la prostitución y la mendicidad.
A principios de 1975, Ottis regresó a Jacksonville después de vagar y hacer autostop; y el 14 de enero de 1976, se casó con una mujer 25 años mayor que él; pero ella lo dejó después de 3 días, al descubrir su homosexualidad; por lo que él dijo durante una entrevista, que su matrimonio “era una táctica destinada a ocultar su verdadera sexualidad”
Aproximadamente en 1978, Toole conoció a Henry Lee Lucas en un comedor de Jacksonville, en Florida; y pronto desarrollaron una relación sexual.
Con posterioridad, ambos afirmarían haber cometido centenares de asesinatos, algunas veces bajo las órdenes de un culto secreto llamado “La Mano de La Muerte”
Lucas se retractaría en sus confesiones, afirmando que sólo las hizo con la finalidad de mejorar sus condiciones dentro de la cárcel…
Aunque algunas autoridades han afirmado que existen dudas significativas acerca de la culpabilidad de Lucas, Ottis todavía se ve generalmente como un asesino en serie.
Henry y Ottis, formaron pues una pareja perfecta:
Henry no era demasiado fuerte, pero sí inteligente; y Ottis era capaz de tumbar de un puñetazo a cualquiera, y al no ser demasiado inteligente, vio en Henry a una especie de “iluminado”
La autopista I-35, que cruzaba todo el país, se convirtió en su particular coto de caza privado:
Viajaban en destartalados coches, y para ahorrar gastos, solían vivir y dormir en ellos.
Como nunca se bañaban ni se cambiaban de ropa, el coche les permitía sobrevivir, y a pesar de su mal aspecto y el mal olor, eran simpáticos y sabían congeniar con las personas, y cuando se ganaban la confianza de alguien, le mostraban el otro lado de su oscura personalidad matándole, abusando sexualmente, y descuartizándolo.
Nunca mataban a 2 personas en el mismo sitio, y después de sus matanzas, solían descuartizar los cadáveres, y repartir los miembros por todo el país, lo que hizo muy difícil a la policía, la reconstrucción de los casos.
La especial habilidad de Henry para matar y no ser descubierto, les permitió cometer sus atrocidades por todos los Estados Unidos durante varios años.
A Henry le gustaba asesinar a mujeres de ojos grandes y grandes senos:
Primero fornicaba con ellas, si quedaba insatisfecho, las acuchillaba o estrangulaba, y luego las volvía a penetrar, pues disfrutaba mucho más fornicando con un cadáver que con un ser vivo.
Ottis, por su parte, prefería violar hombres, obtener placer sexual, y luego matarlos a tiros.
No le gustaban los cuchillos, y disfrutaba con la sensación de “cowboy” que recorría su cuerpo después de matar a alguien a bocajarro.
Otras veces, en señal de amistad, Henry ayudaba a Ottis en sus actividades pirómanas…
La ocasión en la que más disfrutaron, fue cuando quemaron una casa con un anciano dentro; y contemplaron desde la calle, cómo el anciano pedía ayuda por la ventana y moría abrasado; Ottis culminó la experiencia, masturbándose allí mismo.
Mientras sucedían las semanas en que Ottis regresaba a su casa a trabajar, Henry seguía en solitario, dedicándose exclusivamente a las mujeres.
En una ocasión, en 1978, conoció a una chica en el estacionamiento de un edificio, y le invitó a subir a su casa; con la única ayuda de su “encanto” personal, Henry la convenció de tener relaciones sexuales, y ella aceptó, pensando que Henry era un tipo normal, pero cuando Henry comprobó, como de costumbre, que no podía llegar a la eyaculación, la acuchilló, volvió a penetrarla, y tras el clímax, le clavó una navaja por el ano.
A principios de los años 1980, entró en escena la sobrina de Ottis:
Frieda “Becky” Powell de 15 años, pero se comportaba como si tuviese 10.
Ottis la invitó a acompañarles en sus viajes, y Becky aceptó encantada.
Con ella innovaron en sus técnicas:
El nuevo procedimiento consistía en enviar a Becky a llamar a las puertas de las casas, esperar a que abriesen, y entonces entrar todos en manada.
Becky se lo tomaba como un juego, y pronto les cogió mucho cariño, especialmente a Henry, quien la convirtió en su novia oficial.
Esa relación, trajo problemas en la amistad entre Henry y Ottis, ya que Henry decidió tomarse en serio su nueva relación.
En cuanto a Becky, fue la única mujer que en la vida de Henry que lo hizo sentir importante y amado.
A pesar de la enorme diferencia de edades que había entre ellos, la chica era asumida como su novia, y a veces presentada como su esposa.
Muchos años después, Lucas declaró que Becky lo hizo vivir con algo de estabilidad.
Cuando fueron pareja, incluso trabajó para comprar muebles y enseres domésticos.
Algo inaudito para él, siendo básicamente, un violento vagabundo.
Al poco tiempo, la pareja empezó a trabajar cuidando a una anciana, Kate Rich, con quien estuvieron varios meses, hasta que Henry decidió reemprender el camino de nuevo, acabando en una granja de predicadores denominada “House of Prayer”
Vivieron allí, hasta que Becky sintió nostalgia de su hogar, y pidió a Henry que la dejase ir a Florida a ver a su familia.
La idea no gustó a Henry, que sabía que si Becky iba con su familia, ésta le apartaría de él, pero finalmente acabó cediendo.
Iniciaron el viaje en autostop, hasta que tuvieron una discusión en medio de la autopista.
Henry zanjó el asunto clavándole un cuchillo en el corazón, y seguidamente fornicó con el cadáver en el que, según comentaría posteriormente, “fue el mejor polvo con Becky”
Acababa de cometer el mayor error de su vida; pues no contento con ello, fue a ver a Kate Rich, diciéndole que Becky quería verla, y en el camino hacia la granja, Henry acuchilló a la anciana sin ningún motivo.
A pesar de todo, no dejó de sentir remordimientos por haber terminado así con la vida de Becky, pero que se le podía hacer... cuidadosamente desmembró el cuerpo, y lo distribuyo en algunas almohadas que enterró en el campo que rodeaba el lugar.
Según razonó, si hallaban el cuerpo, no podrían rastrearlo, pues no eran conocidos en el lugar, ni él ni el cadáver.
Le tomó varios días disponer de los restos, y para cuando terminó, ahora le tocaba turno a la señora Kate Rich...
Según testimonio de Lucas, llegados a un paraje solitario junto al camino, tomó el cuchillo que traía debajo del asiento, y lo clavo en el costado izquierdo de la anciana.
Esta se recargo en la portezuela, él bajo del auto, abrió la puerta, y ella cayó al suelo.
La escena despertó sus insanas fantasías, y se excitó mucho ante la idea de copular con el cadáver.
Después de terminar el acto, dispuso de los restos, introduciéndolos en una cañería contigua al camino.
Los puso lo más dentro que pudo, con la finalidad de que nadie los encontrara.
Tomó el cadáver, y esta vez lo condujo al rancho “House of Prayer” donde incineró los restos en un horno que allí había.
Esto lo hizo porque sabía perfectamente que era sospechoso en el caso, y fue en estos días, que le fue practicada la prueba con detector de mentiras…
El arresto, sólo era cuestión de tiempo, ya que no era difícil relacionar lo acontecido.
La policía no tardó en dar con él, y tras un par de interrogatorios, descubrieron que tenían ante sí, probablemente al asesino en serie más sanguinario de la historia de Estados Unidos.
Henry estaba cansado, ya no tenía ganas de seguir asesinando; y confesó los asesinatos de Becky y Kate Rich, y docenas de asesinatos más, de los que ni siquiera era sospechoso.
Ottis, por su parte también fue arrestado por pirómano, y confesó haber acompañado a Henry en muchas de sus matanzas.
Como quería “limpiar” su conciencia, Lucas escribió una extensa carta a Ottis, quien ya estaba encarcelado en Jacksonville, donde le pedía ayuda para recordar los detalles y los crímenes que habían cometido juntos.
Lo dejaba a su criterio, querer o no involucrarse de lleno en los casos.
En prisión, Ottis se había enterado de las súbitas confesiones de Lucas, y comenzó a soltar detalles que esclarecían al menos 12 crímenes en 11 diferentes estados.
Además, aceptaba Ottis, haber participado en al menos una centena de asesinatos con Henry Lee Lucas.
Quedó arreglado que ambos se comunicaran por teléfono, en una histórica y grotesca llamada en que ambos no hicieron más que regodearse de sus crapulencias.
Uno a otro, se conminaban a “soltar la sopa” en todos y cada una de las fechorías en que tenían metida la mano.
Ottis insistió, que Lucas aceptara su canibalismo, y platicaron detalles escabrosos, pero que vistos en perspectiva, pudieron no ser más que juegos entre ambos.
Al cabo, se conocían muy bien, y con cualquier gesto, duda, pausa o silencio, bastaba para comunicarse sin necesidad de palabras.
Para mediados de 1983, se había creado la ya citada “Fuerza de Tarea” constituida por decenas de oficiales policíacos, cuya misión era esclarecer los crímenes de Henry Lee Lucas; y para ese momento, Lucas había confesado estar relacionado con al menos 120 asesinatos.
La policía creía haberlo relacionado claramente a 35.
Hubo una reunión de detectives y oficiales en Louisiana, donde se intercambió información, y se trató de establecer el patrón de movimientos y tiempos de Lucas alrededor de todos los estados donde se le sospechaba haber “golpeado”
A final de cuentas, se relacionó a Lucas con 72 crímenes, y se dejaron abiertos a futura investigación, otros 70 adicionales.
A Lucas le estaba permitido agendar reuniones con detectives, y recibir llamadas para discutir los casos que permanecían abiertos en diversas comisarías.
Aquel hombre, era ahora un sujeto sumamente ocupado en atender gente y llamadas telefónicas de mucha importancia; y frecuentemente era conducido a escenas del crimen para aclarar detalles específicos del crimen investigado en turno.
En esas salidas, Lucas daba entrevistas a los medios como si fuera político o artista de televisión.
Algunas veces, Lucas confesaba casos que ni siquiera habían sido ventilados en la prensa, dirigiendo a los investigadores justo a los escenarios del crimen.
En una ocasión, los detalles que aportó fueron tan certeros, y su sangre coincidió con la hallada en una toalla que explicó, tuvo que usar para limpiar su propia sangre después de haberse cortado el mismo con el arma homicida.
Fue celebre su siguiente discurso:
“No tuve ningún sentimiento especial por todas aquellas personas o los asesinatos... los abordaba cuando pedían aventón, hacían ejercicio por las carreteras o cualquier cosa, pasábamos un buen rato juntos y después tu sabes, las asesinaba, y tiraba sus cuerpos por cualquier lado...”
Pero el caso más serio contra Henry Lee Lucas, fue el denominado “Orange Socks”, o “Calcetines Naranjas”, también conocido como “Joanie Doe”, “Judy Doe” y “Georgetown Jane Doe”, que puso al criminal en la fila de ejecución en el estado de Texas.
Este caso aclararía mucho del mito sobre Lucas:
La víctima era conocida como “Orange Socks”, puesto que su cadáver había sido hallado totalmente desnudo, a excepción de los pies que calzaban unos calcetines anaranjados.
Al parecer, jamás se conoció la identidad de esta mujer, a pesar de que hay un retrato hecho por artistas forenses.
El juez encargado del proceso, fue John Carter; y el fiscal acusador, el abogado Ed Walsh.
En el juicio, se expuso una cinta editada donde aparecía Lucas confesando que había elegido a esa chica que pedía aventones en la autopista.
Narraba como había tenido sexo con ella, la había asesinado, había vuelto a tener sexo, y de cómo había dispuesto del cadáver.
Inclusive había una declaración escrita y firmada por Lucas en el mismo tono.
Sin embargo, los abogados defensores, probaron con la cinta sin edición, como Lucas se había contradicho en varias ocasiones, y de cómo había lapsos en los que no recordaba importantes detalles, y se veía claramente, cómo el sheriff encargado de tomar la declaración, por momentos “refrescaba” la memoria de Lucas, y por consiguiente, éste llenaba las lagunas faltantes, completando la declaración al gusto de las autoridades.
La defensa, también incluyó el testimonio de psicólogos certificados que establecieron que Lucas poseía un coeficiente intelectual de 86, muy por debajo del promedio, y que en diversas entrevistas clínicas, había demostrado que era incapaz de controlar sus actos.
Además, era esquizofrénico, y deseaba sentirse una persona importante, además de su consabido complejo de inferioridad.
Al escuchar estos diagnósticos, Lucas rompió en llanto a media audiencia, y se tuvo que interrumpir la diligencia.
En este juicio, la defensa tenía una clave muy importante, en el hecho de que al momento del asesinato de “Orange Socks”, Lucas estaba trabajando en Florida, y había cobrado un cheque en esa ciudad, que lo apartaba completamente del crimen.
Pero la parte acusadora, como pudo también, demostró que Lucas podía dejar encargado su trabajo a un compañero, y eso abría paso a que si pudiera estar físicamente en el área del crimen de “Orange Socks”
Finalmente, el jurado decidió que Lucas había sido culpable del asesinato, y a pesar del veredicto, Lucas pareció inclusive contento con el desenlace.
Todo esto sirvió para que reporteros e investigadores que conocían y seguían de cerca el caso, comenzaran a sospechar que algo no estaba nada bien en las diligencias del estado contra Henry Lee Lucas.
Entre ellos, Hugh Aynesworth, reportero del Dallas Times-Herald que comentó sobre el caso “Orange Socks”:
“Es la peor declaración que he visto...”
Aynesworth realizó un revelador reportaje respecto a Lucas y los rangers de Texas, incluyendo un sonado caso donde estos últimos habían incriminado dolosamente a un conserje negro en el asesinato de una muchacha.
Casi por ser ejecutado, las autoridades anularon el caso contra Clarence Brandley, al darse cuenta que se había ignorado evidencia que apuntaba a varios sujetos más, y que el testigo había sido forzado a declarar falsamente.
Esto revelaba una manera muy corrupta en los manejos de los rangers texanos, lo que desacreditaba en gran medida todo el caso, y a la misma “Fuerza de Tarea” que se había armado alrededor de Henry Lee Lucas.
Finalmente Ottis fue condenado a cadena perpetua, y Henry a pena de muerte.
La sentencia estaba fijada para 1988, pero fue aplazada a última hora.
Además de la crueldad de sus crímenes, los 2 personajes confesaron un hecho muy inquietante:
Ottis aseguró tener relación con una secta satánica, para la cual los 2 asesinos secuestrarían niños, con los cuales se llevarían a cabo sacrificios rituales, pornografía dura, e incluso “películas snuff”, en las cuales se tortura a la víctima y se la mata lentamente, mientras una cámara graba las escenas en un plano fijo.
Según unas declaraciones de Ottis:
“Hubo una época en que ganábamos dinero vendiendo niños a México, que empleaban para películas porno... otros los vendían directamente a gente rica... teníamos una especie de altar, y les rajábamos la garganta, bebíamos la sangre y a veces cocíamos los cadáveres... a veces los nuevos miembros cortaban los cuerpos antes de follárselos... y después follaban a los animales y los mataban... y después había una gran fiesta durante la cual comíamos a alguien, y a los animales...”
Este asunto presenta gran cantidad de dudas, pues la policía nunca pudo probar la existencia de este grupo de satanistas como estructura organizada.
El desprestigio del caso contra Lucas, por crímenes en los que Ottis había ofrecido declaraciones corroborativas, creó dudas sobre si era un asesino en serie genuino o, como sugirió Hugh Aynesworth, ambos eran simplemente entrevistados obedientes, a quienes la policía utilizó para borrar los asesinatos no resueltos de los libros.
Se cree que Henry Lee Lucas cometió 360 asesinatos, aunque en algunos interrogatorios confesó haber matado a unas 902 personas.
Hoy día, resulta hasta sospechosa la cantidad de crímenes que se le adjudican, pero es posible que todo haya sido cierto.
Tras su historia, ha habido varios libros sobre el caso; y 4 películas narrativas se han basado en las confesiones de Lucas en los años 1985, 1986, 1996, y 2009.
Al tiempo que se han hecho 2 películas documentales: “The Serial Killers” de 1995, y el documental de televisión de 1995, “Henry Lee Lucas: The Confession Killer”
Un episodio de la biografía de A&E sobre Lucas, se emitió en 2005, que presentaba al futuro director de cine de terror, Dylan Greenberg como el joven Lucas en recreaciones, a la edad de 8 años.
“Them or us”
Henry: Portrait of a Serial Killer es una película de terror, del año 1986, dirigida por John McNaughton.
Protagonizada por Michael Rooker, Tracy Arnold, Tom Towles, Anne Bartoletti, Mary Demas, Kurt Naebig, entre otros.
El guión es de Richard Fire y John McNaughton; basados en el verdadero asesino en serie, Henry Lee Lucas, que aparentemente operó con impunidad.
La película fue filmada en 16mm en sólo 28 días, con un presupuesto de $110.000; y aunque la película se produjo en 1986, no fue lanzada hasta 1990, debido a los múltiples desacuerdos con la MPAA sobre el contenido violento de la película, en parte que los productores ejecutivos no sabían cómo comercializarla, y porque no pensaban que fuera una muy buena película.
La película recibió una clasificación X por la MPAA, pero en última instancia, fue lanzada en los Estados Unidos sin clasificación.
Aunque la MPAA inicialmente otorgó a la película una clasificación X, esta película, junto con “The Cook, The Thief, His Wife & Her Lover” (1989), de Peter Greenaway; y ¡Átame! (1989) de Pedro Almodóvar, fueron las principales razones para la creación de la calificación NC-17, “película solo para adultos”, que no es pornográfica.
Inicialmente ganó $600 mil dólares en el cine, extremadamente en estrenos limitada; pero desde entonces ha ganado millones en VHS y DVD, así como en reediciones teatrales; y se convirtió en un filme de culto más tarde, debido a su realismo y autenticidad; tanto que Entertainment Weekly la clasificó como “la 16ª película más aterradora de todos los tiempos”
Como descargo, antes de que comience la película, se puede leer lo siguiente:
“Esta película es una dramatización ficticia de ciertos eventos.
Henry: Portrait of a Serial Killer, no pretende ser una descripción exacta de una historia real.
La película se basa en parte en confesiones de una persona llamada Henry, muchos de los cuales más tarde se retractó.
En cuanto a Otis y Betty, la película es ficticia”
Henry (Michael Rooker), es un hombre aparentemente normal que, no obstante, es el autor de una encarnizada espiral de asesinatos de mujeres.
Henry tuvo una infancia muy desgraciada, y acabó en la cárcel por acuchillar a su madre; y una vez en libertad, se convierte en un asesino que escoge a sus víctimas al azar, y cada vez utiliza un método distinto, con el fin de no ser descubierto.
Mientras Otis (Tom Towles) es un tipo que conoció en prisión, y por tanto, es su cómplice; viviendo juntos, un día reciben la visita de Becky (Tracy Arnold), la hermana de Otis, que se hospeda en la casa durante un tiempo para huir de su fallido matrimonio, y su oscuro pasado.
Pronto, la desesperada Becky se encariña de Henry, pero éste es incapaz de corresponder su amor.
Paralelamente, Otis se une a las masacres de Henry, llegando a filmar los asesinatos en vídeo para su propia excitación.
El destino del trío de personajes, como es natural, estará abocado a la fatalidad...
Las personas que matan son extrañas, y en un ataque particularmente espantoso, matan a los 3 miembros de una familia durante una invasión a su hogar.
A Henry le falta compasión en todo lo que hace, y no es de los que dejan testigos.
El final de esta “bola de nieve” es inesperado, teniendo en cuenta la “tan buena” relación que Henry tenía con la hermana de Otis...
Lo que consigue el director John McNaughton con su aproximación frontal, es hacernos conscientes de la existencia cotidiana del mal absoluto, mientras se anticipa unos cuantos años al auge del terror “found-footage”, y la simulación de películas “snuff”, gracias a una secuencia tan insoportable e inolvidable como el asesinato de la familia que graban Henry y Otis.
Eso hace que Henry: Portrait of a Serial Killer sea un filme formidable; ciertamente su grado de “shock” se ha diluido con el tiempo, ya que Hollywood se ha despachado con escenas más sangrientas en sus producciones comerciales de los últimos años; pero el impacto del filme pasa por otro lado.
Pasa por mostrar gente común y situaciones ordinarias, las cuales son invadidas por ráfagas de violencia descomunal e injustificada, que terminan por destrozar montones de vidas humanas en cuestión de segundos.
Luego, regresan a su aparente normalidad, y continúan con su rutina como si nada hubiera pasado.
Henry: Portrait of a Serial Killer es de esos casos, que el buen cine independiente traspasa todas las barreras de la industria, para convertirse en una obra mayor.
“Otis, plug it in”
En plena década de auge de las sagas de terror “slasher” como “Halloween”, “Friday The 13th” o “Nightmare On Elm Street”, proclives junto a sus numerosas imitadoras de forma lúdica al “body count”, con Henry: Portrait of a Serial Killer, John McNaughton logró una de las películas de terror puro, físico y palpable más desasosegantes desde “The Texas Chainsaw Massacre” (1974), pero quizás fue Henry: Portrait of a Serial Killer, la que encaró, de una vez por todas, el horror de lo cotidiano a través de los ojos de un psicópata tal cual, sin edulcorantes ni colorantes.
En 1984, los productores ejecutivos, Malik B. Ali y Waleed B. Ali, de Maljack Productions (MPI), contrataron a un ex repartidor para su negocio de alquiler de equipos de video, John McNaughton, para dirigir un documental sobre gánsteres en Chicago durante la década de 1930.
“Dealers in Death” fue un éxito moderado, y fue bien recibido de manera crítica, por lo que los hermanos Ali mantuvieron a McNaughton como director de un segundo documental sobre la escena de la lucha de Chicago en la década de 1950.
Se había descubierto una colección de cintas de lucha de época, y el propietario estaba dispuesto a vendérselas a los hermanos Ali, para utilizarlas en el documental.
Sin embargo, después de la financiación, el propietario duplicó su precio, y los hermanos se retiraron del trato.
Con el documental cancelado, Waleed y McNaughton, decidieron que el dinero para el documental, podría ser utilizado para hacer un largometraje.
Los hermanos Ali le dieron a McNaughton $110.000 para hacer una película de terror con mucha sangre.
McNaughton sabía que el presupuesto sería demasiado pequeño para hacer una película de terror sobre extraterrestres o monstruos, y no estaba seguro de qué hacer, hasta que vio un episodio de 20/20 sobre el asesino en serie, Henry Lee Lucas.
John McNaughton decidió filmar una versión ficticia de los crímenes de Lucas; mientras tanto, los hermanos Ali llevaron a Steven A. Jones al proyecto como productor, y Jones contrató a Richard Fire para trabajar como coguionista de McNaughton.
Con el productor, el escritor y el director en su lugar, y con el tema decidido, la película entró en producción.
Al productor y compositor, Steven A. Jones, se le pagaron $100 por sus 14 meses de trabajo en la película.
Originalmente, John McNaughton tenía la intención de filmar toda la película con una cámara de mano, para darle el aspecto y la sensación de un documental.
Había contratado a Jean de Segonzac para trabajar como Director de Fotografía, ya que De Segonzac era considerado, uno de los camarógrafos más importantes del mundo.
Sin embargo, una semana antes de que comenzara la filmación, De Segonzac tuvo que abandonar el proyecto, y McNaughton se quedó sin un Director de Fotografía.
Posteriormente, contrató a Charlie Lieberman, que había rodado varios programas de abuso de sustancias de media hora, y juntos, McNaughton y Lieberman, decidieron abandonar la idea de mano, e ir en la dirección opuesta; nunca usando una cámara de mano, y asegurando un encuadre muy exacto y muy rígido a lo largo de la película.
Durante el rodaje, los costos se redujeron al emplear a familiares y amigos, siempre que fue posible, y los participantes utilizaron sus propias pertenencias.
Por ejemplo, la pareja muerta en el bar al comienzo de la película, son los padres del mejor amigo del director John McNaughton; mientras que el bar en sí, es donde alguna vez trabajó McNaughton.
La actriz Mary Demas, una amiga cercana de McNaughton, interpreta a 3 víctimas diferentes de asesinato:
La mujer en la zanja en el primer plano, la mujer con la botella en la boca en el inodoro, y la primera de las 2 prostitutas asesinadas.
Las 4 mujeres que Henry encuentra afuera del centro comercial, fueron interpretadas por amigas íntimas de McNaughton; y la mujer que hacía autostop, era una mujer con quien McNaughton solía trabajar.
La ropa que usa Michael Rooker durante toda la película, es la suya, aparte de los zapatos y los calcetines.
El automóvil conducido por Henry, pertenecía a uno de los electricistas en la película.
El director de arte, Rick Paul, interpreta al hombre disparado en la parada; el artista del guión gráfico, Frank Coronado, interpreta al más pequeño de los atacantes; Brian Graham interpreta al marido en la escena de la masacre familiar; y el productor ejecutivo, Waleed B. Ali, interpreta al empleado que sirve a Henry hacia el final de la película.
Se cuenta que Michael Rooker permaneció en el personaje durante todo el rodaje, incluso fuera del escenario, sin socializar con ninguno de los actores o el equipo durante el rodaje de un mes.
De acuerdo con la diseñadora de vestuario, Patricia Hart, ella y Rooker viajaban juntos al set todos los días, y ella nunca sabía de un minuto a otro, si estaba hablando con Michael o con Henry, ya que a veces hablaba sobre su infancia y sus antecedentes no como Michael Rooker, sino como Henry.
De hecho, tanto estuvo en el personaje, que Rooker, durante el rodaje, su esposa descubrió que estaba embarazada, pero ella esperó hasta que el rodaje se detuviera, antes de que ella se lo contara.
Debido a que la producción tenía tan poco dinero, no podían pagar extras, por lo que todas las personas en las tomas exteriores de las calles de Chicago, son simplemente peatones que se ocupan de sus asuntos.
Por ejemplo, en la escena en la que Becky emerge del metro, se puede ver a 2 hombres de pie, en la parte superior de las escaleras teniendo una acalorada discusión.
Estos hombres, realmente tenían una discusión, y cuando el equipo de filmación llegó para rodar, se negaron a moverse, por lo que John McNaughton decidió incluirlos en la toma.
Una vez finalizada la filmación, quedaba tan poco dinero, que la película tuvo que ser editada en la sala de estar del editor, Elena Maganini.
Después de que se completó la edición inicial de la película, que duró 2 horas y 27 minutos; John McNaughton tuvo que presentarla a Waleed B. Ali y Malik B. Ali.
McNaughton no pudo traerles los negativos originales, por lo que utilizó una cámara de video VHS para tomar la edición, ya que se ejecutó en la pantalla en la plataforma de 16mm, que se utilizó para editar la película.
Según McNaughton, cuando vieron esta película parpadeante, en blanco y negro, de 2 horas y media, con un sonido apenas audible, los hermanos Ali no se impresionaron… pero Henry: Portrait of a Serial Killer es una película con escenas escalofriantes, y para ser de ese año, seguramente habrá tenido un gran impacto en el público; pero también es una muy buena película donde te ofrece un retrato inolvidable de la patología de un hombre, para quien matar no es un crimen, sino simplemente una forma de pasar el tiempo y aliviar el aburrimiento.
A diferencia de algunas películas controvertidas, Henry: Portrait of a Serial Killer es digno de un debate serio.
Donde al principio, la violencia se presenta como una serie de escena fijas de las victimas acompañados por los escalofriantes sonidos de la víctima.
Más tarde, la película toma intensidad, y se vuelve inquietantemente más gráfica.
Henry, es la personificación del mal en estado puro, siniestro en sí mismo por tratarse de un hombre común, moldeado por las peores taras del sistema familiar y social de los Estados Unidos, país que caprichosamente, pese a ser el (mal)ejemplo de la nación económicamente desarrollada, esconde bajo su careta democrática, los peores monstruos creados por ellos mismos.
Finalmente Henry Lee Lucas, y otros “serial killers” como Dahmer, Manson, Bundy o Ed Gein; pueden vivir en la puerta de al lado, saludar alegremente al vecino, que nunca sospechará cuál es su hobby…
La barbarie radica en el fondo mismo del ser humano, y no está exenta de salir a flote en el momento más inoportuno.
Para Henry, matar a otra persona es como mover un dedo.
No hay ningún plan, ni motivos claros, en una conversación, confiesa el asesinato de su propia madre con la excusa de que lo maltrataba, pero ni él mismo se aclara sobre cómo la mató...
Tampoco necesita ocultar su rostro tras máscaras, ni inventarse distintas personalidades.
Es alguien común, y eso es que lo realmente provoca el terror.
Esa naturalidad en el acto criminal por parte de un hombre, o 2, contando a Ottis, que se pasea impunemente por la calle, es la que tiene el poder de erizar los cabellos, y sumir al público en el más perturbador de los miedos:
El que convive entre nosotros.
Esa esencia del miedo, es la que un joven nacido en Chicago de nombre John McNaughton nos escupe violentamente a la cara, por medio de su ópera prima, Henry: Portrait of a Serial Killer
Finalmente, Henry no era un personaje inventado, sino un hombre común… “que no sentía ningún placer matando, era débil y no tenía otra forma de expresarse.
Tenía una rabia personal dentro, que solo podía sacar matando a la gente”, dijo el director.
Seguro de lo anterior, técnicamente se enfrasca en la realización de una película estremecedoramente naturalista, casi documental, donde las actuaciones están libres de cualquier aspaviento de sobreactuación, y que es certeramente presentada en la pantalla, evitando cualquier alarde técnico que pueda resultar falsamente preciosista.
Por el contrario, la granulosa fotografía, el uso del video y los encuadres sobrios, casi neutrales, sirven como marco para presentar a 3 seres:
Henry, Otis y Becky, fastidiados con una carga de ocio y aburrimiento que les lleva a desahogar sus frustraciones por medio del asesinato, convertido en un grito de venganza ante la vida.
Un odio que no tiene enfoque singular, sino alcances universales.
El odio como estilo de vida de un grupo de perdedores que se mueve entre escorias sociales:
Prostitutas, alcohólicos, perdedores...
Todo el lumpen social, producto de la voracidad capitalista de la nación más poderosa y corrompida del planeta.
En ningún momento del filme, se le confiere a Henry, o a los otros, alguna carga moral por sus actos.
El resultado de sus brutales asesinatos, es mostrado con lujo de detalle, dándole carta de naturalización a un acto de lesa humanidad, elevando el grado de terror implícito en dicho acto.
Henry observa, y Otis se regodea una y otra vez, por medio de las videograbaciones, con sus acciones, como si estudiara sus errores en vías de no volverlos a cometer...
Tampoco existe un castigo ejemplar a toda esa ola de violencia sin límites, de hecho, la acción de la policía brilla por su ausencia en la película; simplemente la vida, y la muerte continúan su curso, entre una humanidad despreocupada, de la misma forma en que Henry camina, indiferente a proseguir su tediosa rutina.
El pesimismo late hasta el último fotograma, y la siguiente víctima podría ser uno mismo…
La película de McNaughton, es un retrato de un estado mental que no conoce limitaciones sobre la brutalidad, que solo comprende cómo no ser atrapado.
Este es el único talento de Henry, su habilidad astuta para evitar ser notado.
El realismo tan marcado en el personaje de Henry, y la fría indiferencia con que se presenta, sin glorificar ni moralizar contra los crímenes, pero mostrar de una manera sin prejuicios, cómo un asesino en serie se considera tan natural como dar un paseo por el parque, hace que esta película sea aterradora.
Casi no deja lugar a la esperanza, de que la sociedad pueda rehabilitar a tales individuos, o que puedan evitar que todos los otros “Henrys” lleven a cabo las mismas acciones sucias.
Quizás, esta película no se le puede considerar arte, y no es una crítica, si no como algo de darte una perspectiva más amplia de los infames asesinos en serie.
Pero Henry, en cambio, horroriza.
Horroriza porque personajes como él, habitan la sociedad en que vivimos.
Personajes que no se ocultan tras una máscara, sino que pasan completamente desapercibidos.
Pero otro de los aspectos que causan horror, y cierta pena, es que el mundo también está lleno de “Beckys”, víctimas como la que encarna en el film Tracy Arnold, que han sufrido abusos y que, como ciervos deslumbrados por los faros del coche, parecen esperar que el inevitable destino las alcance.
De la relación entre Henry y Becky, destacaría un momento en el cual, ella empieza a besarle y quiere iniciar una relación sexual, mientras que Henry se queda helado, sin saber que hacer, ya que únicamente conoce una manera de expresar sus emociones, a través del asesinato.
Así como también destaca la escena de ambos en la cocina, en la cual, Henry cuenta como, supuestamente, mató a su madre.
Momento en que descubrimos que no podemos fiarnos de nada de lo que diga.
La única relación que parece funcionar, es la de Henry y Ottis.
Mientras que Henry es una amenaza silente y siempre a punto de explotar; Ottis festeja los desmanes como si fuera un niño, y pide aún más.
Y algunos de ellos suenan a demencia homicida y justiciera, recargada de humor negro, algo parecido a lo que lograría Oliver Stone años más tarde en “Natural Born Killers” (1994), incluso aquí hay una videocámara de por medio, con lo cual se transforman en voyeurs de su propia violencia.
Eso no quita de que McNaughton haga pausas, y muestre lo letal y siniestro de estos personajes:
Los “flashes” iniciales sobre las cuerpos de las víctimas de Henry; el “shockeante” ataque a la familia en su hogar, con Otis violando a la mujer, y Henry matando a golpes al muchacho; o el tremendo final del filme; como para hacernos acordar que ésta no es gente ordinaria.
Pero, salvo esos aspectos, el particular mundo en donde viven estos individuos, fluye con su propia normalidad, y siguiendo sus propias reglas.
La mente vacía de Henry, puede provocar cierta fascinación:
Mata por necesidad como un vampiro de cacería nocturna.
Los científicos sostienen, que los psicópatas no tienen capacidad empática, son conscientes de lo que hacen, pero no pueden meterse en la situación de su víctima.
En cambio, la violencia de Ottis es más enfermiza, llena de sexualidad y sadismo.
Si a todo esto le sumamos su desagradable aspecto, el resultado es un personaje vomitivo.
Tom Towles, inicialmente hizo una audición para el papel de Henry, antes de que John McNaughton le preguntara si estaría interesado en interpretar a Otis.
John McNaughton y Tom Towles, consideraron que el personaje de Otis era un bufón cómico, y presentaron conscientemente al personaje de una manera oscuramente divertida.
En su mayor parte, los toques de comedia, son proporcionados por Ottis, personaje perverso y perturbado, que contrasta con la frialdad y silenciosa furia asesina de Henry.
Towles, era un excelente actor de carácter, que consigue hacer que su personaje sea tan auténtico y real.
Curiosamente, Towles, un ex marine de los EEUU, y se formó en comedias de improvisación, no en actuación dramática.
Michael Rooker dijo, que estaba trabajando como conserje cuando audicionó para el papel de Henry, y fue a la audición con su uniforme de conserje.
Obtuvo el papel, y continuó usando su uniforme durante toda la filmación.
Sin embargo, solo tenía una chaqueta, así que se la quitó antes de que “matara” a alguien, “para que no la manchase sangre”
Ni un solo policía es visible en la pantalla durante la película.
Esto fue intencionalmente hecho por John McNaughton, para crear una sensación de mundo sin ley y orden, y para eliminar la zona de amortiguación reconfortante que, el ver a un policía le daría audiencia.
Hay una escena en la que un coche de policía juega un papel muy destacado…
Mientras los 2 ex convictos conducen por una carretera después de una de las escenas de asesinato más descaradas, son pasados por un patrullero que pasa velozmente sin pausa.
Esta ironía sirve como uno de los pocos momentos cómicos en la película.
El otro aspecto, es el desequilibrio de moral y justicia que hay en el filme.
No hay policías, ni investigación, ni nada similar a lo que sería un tradicional filme sobre asesinos seriales.
Al no haber autoridades, el filme muestra un mundo sin reglas, en donde la gente puede hacer lo que se le place, sin sufrir castigo alguno; la sociedad moderna se ha transformado en una jungla, y lo que hacen Henry y Otis, es simplemente salir de cacería.
Y al romper lo “standard”, aquí los culpables no reciben el castigo moralizante, y la platea no puede recuperar el sentido de justicia y equilibrio; dejando a la audiencia completamente descolocada.
A diferencia de Henry en la película, que fue retratado como volando en rabia cuando se exhibía una sexualidad flagrante, el verdadero Henry Lee Lucas era conocido por ser violador y abusador de niños, además de un asesino en serie.
La verdad es que es difícil saber, qué cosas son reales y qué cosas son verdad.
Ese detalle está muy bien retratado en la escena que habla con Becky, y le dice que lo de matar a su madre con un bate es mentira, que la mató a puñaladas, y en pocos segundos cambia la versión, diciendo que la mató de un disparo, para volver a “recordar” que fueron puñaladas.
Tenía un enredo mental que no se entendía ni él.
Con todo, el personaje de Henry, comparte muchas coincidencias biográficas con Lucas mismo.
Sin embargo, como la declaración de apertura deja en claro, la película se basa más en las fantasías y confesiones violentas de Lucas, que en los crímenes por los que fue condenado.
Las similitudes entre la vida real y la película incluyen:
Henry Lee Lucas, conoció a un vagabundo y prostituto llamado Ottis Toole, a quien había conocido en un comedor público en Jacksonville, Florida.
En la película, el nombre del personaje es “Otis”, y se encuentra con Henry en prisión.
Henry Lee Lucas, abusó sexualmente de la sobrina de 12 años de Ottis, Frieda Powell, que vivió con Lucas y su tío durante muchos años.
Como en la película, Frieda Powell prefirió ser tratada como “Becky” en lugar de su nombre de pila.
Sin embargo, en la película, Becky es la hermana menor de Otis, y es considerablemente mayor que Frieda Powell, de 12 años.
Como en la película, la madre de Lucas era una prostituta violenta, que a menudo lo obligaba a mirarla mientras tenía relaciones sexuales con clientes.
La madre, a veces lo hacía vestir ropa y vestidos de niña.
El padre de Lucas, perdió ambas piernas después de ser golpeado por un tren de carga; el personaje relata una historia similar.
Las 4 escenas de asesinato, vistas en los primeros minutos de la película, se basaron en asesinatos de la vida real, que Henry Lee Lucas afirmó haber cometido, especialmente el primer disparo, donde el cuerpo de la mujer desnuda se plantea exactamente igual posición como víctima en un caso que involucra a Lucas.
Otis, en la cinta, parece más humanizado, al menos al principio parece no sentirse bien matando por placer, parece que es Henry quien le corrompe, cuando ambos estaban a la par.
De hecho, tenían muchas similitudes, ya que Otis estaba tiranizado por su hermana que también le vestía de niña.
Durante la proyección de la película en El Festival Telluride de 1989, casi la mitad de la audiencia se retiró durante la escena de la masacre familiar.
Cuando terminó la película, se encontró con un completo silencio, ya que la audiencia estaba tan asombrada por lo que acababan de ver, y no sabían cómo reaccionar.
Cuando John McNaughton abandonaba el teatro, se le acercó un hombre angustiado que le informó:
“No se puede hacer eso”
McNaughton le preguntó, a qué se refería, y el hombre explicó que no se podía hacer una película sobre un asesino que escapa al final, sin castigo, o sin ningún tipo de resolución moral, reiterando:
“No se puede hacer eso”
McNaughton pensó en esto por un momento, y luego le dijo al hombre:
“Acabamos de hacerlo”
La controversia no quedó ahí, y Henry: Portrait of a Serial Killer fue censurada y recortada en El Reino Unido; y la película está clasificada R18 en Nueva Zelanda, dado que contiene violencia fuerte.
Pero el mayor acierto del director, fue no ser tan explícito en cuestión de los asesinatos, a modo de “una verdadera poesía”, las escenas donde se mostraba los cuerpos inertes de las víctimas, mientras sonaba una melodía perturbadora y los gritos que recordaban tan deplorable acto.
Por otro lado, los asesinatos explícitos, que fueron pocos pero necesarios, fueron muy bien llevados.
Incluso los propios miembros del equipo de realización cinematográfica, se sintieron perturbados; y el compositor Robert McNaughton, no pudo ver la película en el estreno, y Tom Towles, solo la ha visto una vez, en el Splatterfest Film Festival en 1990.
Y es que Henry: Portrait of a Serial Killer hace uso de muchas tomas ininterrumpidas:
La escena en la que Henry y Otis conducen toda la noche, y matan al hombre que se detiene para ayudar, continúa durante casi 2 minutos sin interrupción.
Por otro lado, la escena en la sala de estar, donde Otis filma a Henry y Becky con la videocámara, fue completamente improvisada por los 3 miembros del elenco.
La escena donde el vendedor interpretado por Ray Atherton, tiene la televisión aplastada sobre su cabeza, fue filmada en reversa, con Michael Rooker alejando la televisión de propulsión de la cabeza de Atherton.
Muchos de los insultos que grita el vendedor de televisión a Henry y Otis, por ejemplo, “Veo que has tenido un poco de universidad”, fueron improvisados por el propio Atherton.
A lo largo de la película, cualquier sonido de un cuello roto, es realmente una taza de espuma de poliestireno que se aplasta cerca del micrófono.
El sonido de Henry cortando la cabeza de Otis, es una bolsa de pomelo de malla plástica que se abre lentamente…
Cuando Otis intenta violar a Becky, comienza a estrangularla con una prenda de vestir; durante el rodaje de esta parte de la escena, Arnold se desmayó de verdad.
En el guión original, la escena de la masacre familiar era más larga.
Después de que los 3 miembros de la familia han sido asesinados, Otis abusa del cuerpo de la madre, interpretado por Lisa Temple; y realiza una necrofilia completa con él.
Sin embargo, antes del rodaje, John McNaughton tomó la decisión de abandonar esta parte de la escena.
Como dato, cuando los 2 psicópatas ven uno de sus asesinatos grabados en vídeo en la televisión de su casa, como si fuera un programa de cocina; primero, el espectador es obligado a ver el asesinato como si estuviera sucediendo en ese momento, pero aún resulta más escalofriante la estampa de ambos sentados en el sofá disfrutando de sus obras.
La escena culmina también de forma brillante e inquietante, con Ottis rebobinando y pasando a cámara lenta su momento favorito…
No sé si en aquel momento, McNaughton o Fire pensaban en el morbo televisivo que en aquel momento se empezaba a gestar, pero uno no puede más que reflexionar sobre el contenido alegórico de esta escena en lo que respecta a los tiempos que estamos viviendo.
Después de filmar la escena de la masacre familiar, Tom Towles insistió en que Lisa Temple fuera al departamento de urgencias, porque estaba convencido de que se había lastimado el cuello de verdad, cuando “lo rompió”
La propia Temple estaba segura de que no se había producido ningún daño, pero para tranquilidad de Towles, ella recibió un certificado de buena salud.
Con el tiempo, esta historia se ha convertido en un mito urbano, que Temple tuvo que ir al hospital, porque estaba traumatizada por la escena, en cuyo contenido, los cineastas le habían ocultado antes de disparar.
Como ella misma lo dice en “Portrait: The Making of Henry” (2005), no hay verdad en esta historia en absoluto.
Ella fue al hospital por pura precaución.
La cabeza falsa de Tom Towles, utilizada en la escena en la que es apuñalado a los ojos, costó $700.
Como errores de producción, en el primer plano de la película del cuerpo de una mujer muerta cuando Henry ingresa en la casa con un fumigador, interpretada por Mary Demas, se observa que respira un poco hacia el final del disparo, y se ve el movimiento del estómago.
Los realizadores lo señalan en el comentario de DVD, y muestran metraje adicional en las tomas descartadas.
Se le puede achacar, que Henry: Portrait of a Serial Killer se limita a ofrecer un retrato superficial del asesino Henry Lee Lucas, con una imagen casi documental que genera una atmósfera áspera, que conduce a los infiernos de la maldad, pero que resulta únicamente resulta morbosa, vacua e inconexa.
La música para la película, se mezcló en un estudio de grabación en Chicago dirigido por cristianos roqueros… y según John McNaughton, se sorprendieron bastante cuando vieron la película.
“My mama was a whore.
But I don't fault her for that.
It ain't what she done, but how she done it.
Long as I can remember, she'd bring men up to the house.
My daddy was there too, but it didn't matter none to her.
She'd make me watch”
Aunque ni John McNaughton, ni el escritor Richard Fire, estuvieron involucrados en la creación de la secuela, inicialmente tenían planes para hacer la propia, titulada “Henry: Superstar of Crime”
La idea se basó en la fama lograda por Henry Lee Lucas después de su captura.
La secuela continuaría donde quedó la primera película, con Henry llegando solo a una nueva ciudad, y matando a numerosas personas antes de ser arrestado y convertirse en una celebridad de los medios.
Sin embargo, la idea nunca se desarrolló más allá de la etapa de tratamiento.
Pero si tuvo una secuela llamada “Henry: Portrait of a Serial Killer, Part 2” (1995) dirigida por Chuck Parello, con Neil Giuntoli como Henry; donde este consigue un trabajo y conoce a Kai, quien lo invita a quedarse en su casa.
Mientras Kai le enseña a Henry todo lo que hay que saber para ser un pirómano, Henry hace lo mismo con Kai, poniéndolo al día de sus técnicas de asesinato a sangre fría.
En la vida real de Henry Lee Lucas, en prisión, confesó más de 600 asesinatos, alegando que cometió aproximadamente un asesinato a la semana entre su liberación de la prisión en 1975, y su arresto en 1983.
Mientras la película estaba inspirada por las confesiones de Lucas, la gran mayoría de sus reclamos se volvieron falsos.
La Procuraduría General de Texas produjo “El Informe Lucas”, que concluyó que la evidencia física confiable, relacionó a Lucas con 3 asesinatos.
Sin embargo, sus confesiones también aumentaron su fama con el público, y como dice el refrán:
“A río revuelto, ganancia de pescadores...”
Si Lucas mentía:
¿Qué tenía que perder, si él ya estaba perdido?
Nunca tuvo una familia que amar ni a quienes cuidar.
Carecía de hogar, y en la cárcel por lo menos tenía cobijo y alimento.
Al confesar como degenerado, le era dado un trato como hemos dicho preferencial, y que satisfacía sus peculiares necesidades emocionales de sentirse importante, y así subía su autoestima.
Y por supuesto, estaba la realidad de que el hombre era un desadaptado y asesino... no es poca cosa terminar con la propia madre de uno, ni tampoco de asesinar a su única novia de verdad, como tampoco segar la vida de una anciana.
En sus últimas entrevistas en la cárcel, Lucas afirmó que era mentira todo lo que se decía de él.
Que era imposible para un ser humano asesinar 600 personas.
Algunos oficiales en retiro, declararon que en efecto no creían en las palabras de Lucas, pero había veces que conocía demasiado de algunos crímenes.
Cosas que simplemente no podía saber de no haber estado involucrado.
Esos oficiales opinan que Lucas si fue un asesino serial.
Mientras tanto, aquellos que tuvieron el cuidado de analizar todas y cada una de sus confesiones, encontraron que confesó crímenes ya resueltos.
Y esas inconsistencias, fueron las que hicieron que el entonces gobernador de Texas, George W. Bush, le perdonara la vida a Lucas, conmutándole la pena a cadena perpetua.
El argumento de la defensa volvió sobre el hecho de que Lucas no pudo asesinar a “Orange Socks” estando trabajando en Florida cuando ella fue asesinada.
Lucas fue la única persona que recibió el indulto durante la administración de Bush en la entidad.
Muchos piensan que tal decisión fue más política que judicial.
Mientras tanto, Ottis Elwood Toole fue hallado culpable en 2 ocasiones de asesinato, y confesó 4 más mientras se encontraba en prisión.
El 21 de octubre de 1983, Ottis confesó el asesinato de Adam Walsh de 6 años.
Él dijo que le ofreció caramelos y juguetes, y que Walsh vino voluntariamente.
Walsh, pronto quería irse a casa, y comenzó a llorar; Ottis dijo que luego le dio un puñetazo en la cara.
Walsh comenzó a llorar más y, según Ottis comenzó a golpear a Walsh, noqueándolo; y finalmente se detuvo en una zona rural, violó a Adam durante 2 horas, luego lo decapitó con un machete, destrozó su cuerpo, y lo arrojó a los caimanes.
Condujo durante varios días con la cabeza de Walsh, se olvidó de eso, y una vez redescubierto, lo arrojó a un canal cercano.
La policía, de alguna manera perdió su automóvil confiscado y sus alfombras manchadas de sangre, obstaculizando su capacidad para proceder con la investigación.
Sin embargo, semanas después que Ottis hizo tal confesión, la policía que investigaba el caso, anunció que ya no lo consideraban como sospechoso.
John Walsh, el padre de Adam, ha afirmado reiteradamente que él cree que Ottis es el culpable.
El libro, “Frustrated Witness”, escrito por el ex escritor del Miami Herald, Willis Morgan, examina el caso de Walsh, y cita evidencia circunstancial que sugiere que Jeffrey Dahmer pudo haber matado a Adam Walsh.
En el momento del asesinato de Walsh, Dahmer vivía a poca distancia en Miami Beach, y trabajaba en una tienda secundaria donde tenía acceso a una camioneta azul, similar a la que se ve saliendo del centro comercial después de la desaparición de Walsh.
Varios testigos informaron haber visto a un hombre que se parecía a Dahmer en el centro comercial hablando con niños pequeños.
Cuando se le entrevistó sobre Adam, a principios de la década de 1990, Dahmer negó reiteradamente la participación en el delito, incluso afirmando:
“Te he contado todo, cómo los maté, cómo los cociné, a quién comí.
¿Por qué no te diría si lo hice a alguien más?”
Después de que surgió el rumor, John Walsh declaró que “no se ve evidencia” que vincule el secuestro y el asesinato de su hijo con Dahmer.
En abril de 1984, Ottis fue declarado culpable y sentenciado a muerte por el incendio intencional provocado en 1982, en el que murió George Sonnenberg, de 64 años de edad, en Jacksonville, Florida.
Posteriormente, a Ottis se le juzgó culpable del asesinato en 1983 de Ada Johnson, residente de Tallahassee, Florida, de 19 años de edad, para lo cual recibió una segunda pena de muerte; en la apelación, sin embargo, se conmutaron ambas penas a prisión perpetua.
Mientras cumplía su sentencia, Ottis se alojó brevemente al lado de Ted Bundy en la Prisión de Raiford de Florida.
Los psiquiatras, Dr. Urbina y Dr. Sanches, testificaron en la apelación de Ottis en el Tribunal Supremo de Florida de 1984, diciendo que era extremadamente impulsivo, y exhibía un comportamiento antisocial como resultado de un trastorno de personalidad, y que era un pirómano.
El tribunal encontró pruebas suficientes de que a Ottis le diagnosticaron un trastorno de personalidad antisocial; y fue hallado culpable de 4 asesinatos más en 1991, y recibió correlativamente, 4 prisiones perpetuas; muriendo en la prisión de cirrosis hepática, el 15 de septiembre de 1996, a los 49 años.
Como su cuerpo no fue reclamado, fue enterrado en el cementerio de la prisión estatal de Florida.
En el momento de su muerte, estaba escribiendo un libreto para la televisión, sobre un especial para niños que esperaba vender a alguna red televisiva.
Se titulaba “Navidad con Ottis Toole”
A Henry Lee Lucas, tampoco le faltó el amor durante su estancia en la cárcel:
Una mujer de nombre Phyllis Wilcox, estuvo tras sus huesos, y se aventó la puntada de hacerse pasar por Becky Powell, que a Lucas le encantaban esta clase de embustes.
No pasó a mayores el asunto; y Lucas vivió sus últimos años de vida como un prisionero modelo, fabricando uniformes; muriendo en prisión por insuficiencia cardíaca, tras pasar 2 días internado en la enfermería; el 13 de marzo de 2001.
Tenía 64 años.
“Yeah, I killed my Mama...”
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