Handia
“Inork ez du etengabe hazten”
(Nadie crece eternamente)
El tiempo se nos presta cuando nacemos, y se nos arrebata cuando morimos.
El cambio, es el encargado de ir construyendo un camino determinado.
La Primera Guerra Carlista, fue una guerra civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840; entre los carlistas, partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón y de un régimen absolutista; y los isabelinos o “cristinos”, defensores de Isabel II de España, llamada “la de los Tristes Destinos” o “la Reina Castiza”, y de la regente, María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue originalmente absolutista moderado, y acabó convirtiéndose en liberal, para obtener el apoyo popular; y antiguamente fue conocida por la historiografía española, como “La Guerra de los Siete Años” o “Primera Guerra Civil”
En ese entorno histórico se desarrolló Miguel Joaquín Eleizegui Arteaga, o mejor dicho, Mikel Jokin Eleizegi Arteaga; más conocido por el sobrenombre del “Gigante de Alzo” que fue una figura escénica que adquirió relevancia por exhibirse debido a su gran estatura; siendo descrito como un hombre bueno y modesto, de gran humanidad entre los que lo conocieron, no era un sinvergüenza, pero si era tímido, debido a su altura; y fue muy popular en su época, siendo exhibido por media Europa, y recibido entre otros, por:
La Reina Isabel II de España, La Reina María II de Portugal, El Rey Louis-Philippe I de Francia, o La Reina Victoria del Reino Unido.
Después de su muerte, su recuerdo ha perdurado en El País Vasco, donde su pueblo natal aparece siempre asociado a la figura del “Gigante”; siendo conocido también, como “El Gigante Español”
Pero padecía la enfermedad de gigantismo, lo que le hizo crecer indefinidamente hasta su muerte; llegando a medir 2,42m de altura y 2,42m de envergadura, pesando 212kilogramos; y sus zapatos median 42 centímetros.
Sus guantes medían 31cm del dedo pulgar al meñique, y los sombreros de copa 3/4 puntos o, lo que es igual, 62cm de circunferencia.
Eleizegi, nacido el 23 de diciembre de 1818 en el caserío Ipintza-zar de la localidad guipuzcoana de Alzo, en El País Vasco, España, fue el 4º de 9 hermanos; y perdió a su madre cuando tenía 10 años, por lo que mantuvo una infancia y adolescencia normal.
Siendo ya adulto, con 20 años de edad, desarrolló acromegalia, y comenzó a destacar por su elevado tamaño.
La acromegalia, es una enfermedad rara, crónica, causada por una secreción excesiva de la hormona del crecimiento o GH, la cual es producida en la glándula pituitaria.
Aproximadamente en el 95% de los casos, este exceso de la hormona del crecimiento, se relaciona con el desarrollo de un tumor benigno de la pituitaria.
Esta denominación, fue propuesta por Pierre Marie, famoso neurólogo francés, el cual publicó la primera descripción de la enfermedad en 1886.
El término “acromegalia”, se utiliza cuando la enfermedad se inicia en la edad adulta.
Si aparece durante la infancia, se denomina “gigantismo”
La acromegalia provoca desfiguración progresiva, especialmente de la cara y las extremidades, con tendencia al desarrollo excesivo de la mandíbula, frente ensanchada, abultada o con protuberancias, y crecimiento desproporcionado de manos o pies.
Es común la aparición de manifestaciones sistémicas, por el agrandamiento de las vísceras y otros tejidos blandos, como el tiroides, el hígado, el riñón y el corazón.
El paciente puede experimentar dolores de cabeza, musculares y articulares, entre otros síntomas.
Quienes la padecen, generalmente no se percatan a tiempo, ya que algunos signos se confunden con el proceso de envejecimiento natural del ser humano, lo que puede causar complicaciones que lleven a la muerte.
El retraso en el diagnóstico, puede superar los 10 años; y se calcula que en el mundo existen entre 40 y 70 pacientes con acromegalia por cada millón de habitantes.
Así pues, tras trasladarse a Tolosa, Mikel comenzó a tomar relevancia, y a ser conocido por esa característica, imitando al empresario estadounidense, Phil Taylor Barnum, que mantenía un espectáculo de exhibición de rarezas, José Antonio Arzadun, vecino de Lecumberri, de Navarra; propuso al padre de Mikel, el exhibirlo por diferentes lugares, llegando a un acuerdo, cuyo contrato que todavía se conserva, establece que la sociedad tenía que pagarle todo el tabaco a Mikel, además de dejarle ir a misa todos los días, en cualquier lugar que se hallara; en 1843.
Por lo que viajaba con su hermano Juan Martin, y comenzó una larga gira de exhibiciones, siendo Bilbao la primera localidad en la que lo hizo, y de ahí lo llevaron por numerosos países europeos, mostrándose al público en general, y a diferentes autoridades de la época.
Solía ir vestido de turco, o de general de la armada española.
Una vez intentaron que se casara con una mujer inglesa que le llegaba hasta la barbilla, con el objetivo de mejorar el espectáculo, pero Mikel rechazó la oferta, volviéndose a su pueblo natal; y permaneció soltero a lo largo de su vida; hasta que murió el 20 de noviembre de 1861, a los 43 años, por una tuberculosis pulmonar, dejando 500 centavos en su testamento; siendo enterrado en el cementerio de la localidad de Alzo; pero el esqueleto del Gigante fue robado, y se cree que acabó en manos de algún coleccionista, o se encuentra en algún museo de Inglaterra; sin embargo, no hay pruebas de ello.
Al tiempo que no hay documentación alguna sobre el tamaño de sus familiares cercanos, padres, hermanos y hermanas.
Solo se sabe que Mikel renegaba de la condición a que le había arrastrado su enfermedad, y se calificaba a sí mismo como “un aborto de la naturaleza”
En Altzo, el pueblo natal de Mikel, existe una estatua a tamaño natural que recuerda a su ilustre vecino “El Gigante”
Y es que nos pasamos la vida intentando llegar a algún lugar, siempre rodeados de elecciones, decisiones y consecuencias.
“Munduan gizonik garaiena!”
(¡El hombre más alto del mundo!)
Handia es un drama español del año 2017, dirigido por Jon Garaño & Aitor Arregi.
Protagonizado por Joseba Usabiaga, Eneko Sagardoy, Ramón Agirre, Iñigo Aranburu, Aia Kruse, Iñigo Azpitarte, entre otros.
El guión es de Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga y Andoni de Carlos; basados en la historia real de Mikel Jokin Eleizegi Arteaga, un hombre del siglo XIX que sufría de gigantismo, y que era conocido como “El Gigante de Altzo”, que creció hasta medir 2 metros y medio.
Durante la película, se usó el título de “Aundiya”, pero en julio de 2017, se decidió que el título final sería “Handia” es decir “Grande”
La producción de la película fue compleja, ya que requería recrear los elementos de la época, así como convertir al actor principal en un gigante de 2 metros.
Por eso contó con un amplio presupuesto, lo que ha convertido a la película, en la 2ª producción en euskera más cara de la historia, después de “Dragoi Ehiztaria” (2012)
Handia obtuvo 13 nominaciones al Premio Goya, de las que consiguió 10 estatuillas; siendo esta película la que debió ser la nominada al Premio Oscar por España; la decisión de que haya sido “Estiu 1993”, es un misterio.
Los directores, Garaño y Arregi, vuelven a apostar por un retrato de la realidad vasca, aunque esta vez se sitúan en pleno conflicto entre El Antiguo y El Nuevo Régimen, que tuvo lugar en España y en Europa, entre los siglos XVIII y XIX, con el punto de mira puesto en La Guerra Carlista, el periodo y los años posteriores a la misma, haciendo una extensión del punto de vista desde Guipúzcoa a Madrid y Europa.
Recordemos que la época a la que se refieren los directores, está situada en pleno Romanticismo, donde no es baladí las múltiples referencias al esperpento, a la desmesura de sentimientos y realidades, a sacar los bajos fondos del ser humano.
Y una pregunta en cierta medida enclava el film:
¿Son el progreso, el crecimiento, las nuevas formas monstruosas?
La tensión entre lo malo conocido y lo bueno por conocer, reina sobre la historia del ser humano.
Estructurada en capítulos, Handia relata la historia de 2 hermanos, los 2 marcados por la enfermedad:
Uno con una parálisis en el miembro superior derecho por una herida de guerra; y otro con un gigantismo hipofisario, que lo convierte el hombre más alto de su tiempo.
Son 2 personajes desubicados, que no pueden cumplir sus deseos personales, pero intentan sacar partido.
La acción inicia tras finalizar La Primera Guerra Carlista.
Martín (Joseba Usabiaga) retorna a la granja familiar, un caserío en Guipuzkoa, en El País Vasco en el año 1836, donde descubre con sorpresa, que su hermano pequeño, Joaquín (Eneko Sagardoy), es mucho más alto de lo debería de ser para su edad.
Martín se convence, de que la gente estará deseando conocer al “hombre más alto del mundo”
Es entonces cuando Martín decide explotar el gigantismo de su hermano, como un monstruo de feria, alcanzando gran popularidad, y llegando a viajar por media Europa, siendo exhibido delante de personajes ilustres como La Reina Isabel II de España, donde consiguen que la riqueza y la fama cambie su familia para siempre.
Pero pronto aprenderán que el mundo del espectáculo está repleto de desafíos, mentiras y traiciones.
Con estos mimbres, Garaño y Arregui confeccionan un relato que se mueve entre la realidad y la leyenda, sin que sepamos nunca cuál de las 2 prevalece sobre la otra.
Algo así como una atmósfera de cuento infantil que envuelve la totalidad de este testimonio, y una atmósfera de sagrada y misteriosa liturgia sobrevuela en el espíritu de cada secuencia; es sutil y admirable la fotografía que capta con precisión el rigor de aquellos parajes; el aullido de los lobos invisibles tras una bruma que lo difumina todo, confiere al paisaje, la desapacible impresión de un fantasmagórico y mágico escenario; sobrevivir sumergidos en la nieve, la lluvia, la humedad y el frío, requiere de una vitalidad sobrehumana, y mucho más si la miseria limita las posibilidades de resistencia de una familia confinada a la soledad de ese mundo hostil.
Handia es una película bellísima, emotiva, honesta, pero también desgarradora y triste, pues escarba dolorosamente en las raíces familiares y la vida rural de un pueblo aislado durante siglos.
La apremiante necesidad que conlleva la pobreza, despertará en los personajes principales, la ambición, la codicia del dinero, y el protagonismo que proporciona la fama casi siempre efímera, olvidando que cuanto más alto es el crecimiento, más dura es la caída.
Pero también es una deslumbrante miniatura de la época y el folclore de mediados del siglo XIX, con una breve alusión a La Primera Guerra Carlista, y algunas escenas bélicas, y con una enorme carga alegórica sobre las relaciones familiares, o sobre el respeto a la diferencia, o ese concepto tan lleno de peligros como el de ir siempre a más, crecer sin parar...
La conversión del gigante en espectáculo, la relación entre los hermanos, el viaje por una Europa incipiente y convulsa, la sutil pintura de la soledad del “monstruo”, las anécdotas y encuentros llenos de color y malicia, como el de La Reina niña Isabel II… todo ello, y su moraleja familiar final, hacen que el asombro aguante mientras dura; porque a través de un guión y una sucesión visual muy sutil y honesta, se transmiten sensaciones muy bonitas con un mensaje muy duro.
La apariencia física de Joaquín, se utiliza como medio para que la familia pueda comer al día siguiente.
Se asume la degradación y la humillación como moneda de cambio, en un relato que mezcla leyenda y tradición.
El gigantismo como espectáculo, va creciendo a medida que Joaquín gana en centímetros.
Se normaliza, se acepta, y lo que comienza como un trámite aislado, se convierte en una sucesión de situaciones grotescas sin fin.
Observar la belleza de lo feo, y escuchar la música de lo agridulce, son el mayor acierto de los realizadores.
Un lenguaje en el que hay cabida para las metáforas, a través de imágenes con una carga de belleza opuesta a lo trágico de la historia.
La magnitud de las alusiones aumenta, a medida que Joaquín también lo hace.
Además, todo ello acompañado de un viaje a través de diferentes ciudades del mundo.
Con el elemento “road movie”, crece la fraternidad entre hermanos y la acumulación de sentimientos que todos ellos están destinados a desembocar en un único final.
Una narración necesaria, donde la trama del nacionalismo, sin posición referida, no es evidente, pero sí bucea por sus rincones, y donde se nos propone una meditación profunda sobre el momento en el que vivimos:
¿Estamos en un momento obsoleto, en un colapso dónde la tensión entre las viejas y las nuevas formas, modos de vivir o políticas es evidente?
“Zer egiten gaituen miserableak erabaki behar du”
(Lo que nos hace miserables es tener que decidir)
Los directores, Aitor Arregi y Jon Garaño, junto a los guionistas, Andoni de Carlos y José Mari Goenaga, crean de lo mejor del cine vasco de esta década, y también, española e internacional; anclado en la memoria, al gigante de Altzo de mitad del siglo XIX, personaje histórico que en su época entra en la leyenda, y ha sido la inspiración de Handia.
Así vemos un caserío, 2 hermanos con diversos destinos:
Uno soldado en La Primera Guerra Carlista y el otro, futuro monstruo de feria por su enorme estatura; y 2 ambiciones, radicalmente diferentes:
Uno, marcharse de la casa familiar o quedarse en ella, como siempre, desde la primera generación.
La introducción de la película evoca las continuas transformaciones que vivía ese periodo histórico; de hecho, aunque tengamos esa impresión, puede que al fin y al cabo, todo no cambie tanto.
Siguiendo con el inicio del film, seguidamente se nos adentrará en un “flashback” contado en 4 capítulos que ya nos pone sobre la mesa la dinámica del largometraje:
Capítulos que proponen una sucesión de acontecimientos a medio camino entre la realidad, lo literario, y la ficción.
Este “flashback” comienza además con un plano que conviene recordar:
Un plano medio de Martín andando de espaldas a la cámara con el frondoso bosque guipuzcoano de fondo, que luego dejar ver como Joaquín, que estaba andando delante de él; sale de su cuerpo, desviándose del camino.
Breve simbología de lo que será la tensión fraternal que se vivirá dentro del film:
¿Hermanos unidos, enfrentados, o condensados?
Los inicios de la trama, ya nos dejan ver a un Martín más intrépido, y a un Joaquín más arraigado a la costumbre.
Aunque el “tour de forcé” de los protagonistas por el mundo exhibiendo a Joaquín es inabarcable, resulta más fácil comprender sus andanzas, gracias a la división del relato en capítulos, como si de un cuento popular se tratara, en el que se mezclan los títulos verosímiles:
“Joaquín se hace grande” y los fantasiosos:
“Martín y el gigante” o “El gigante de un solo brazo”
Esta fusión no se aleja de la historia de los 2 hermanos, ya que su relato se pasea entre el margen de una vida real y la leyenda del gigante de Altzo, hasta llegar a la cima de lo meramente humano.
Esta decisión divisoria, resume los hitos de una vida dejando unos retazos relativamente independientes, pero que uno tras otro, van formando a los 2 protagonistas.
El paso de un capítulo al siguiente, supone un cambio que lleva consigo una adaptación que puede ser acertada o fallida.
Desgraciadamente, el resultado solo se conoce con el tiempo…
El mismo que empuja a los protagonistas a actuar, y a buscarse la vida como buenamente pueden.
Las paradojas de la evolución, son constantes:
Cuando Martín regresa a casa manco tras la guerra, dispuesto a comerse el mundo con un brazo, Joaquín le reprocha su deseo de salir del pueblo, en el que ve una ruptura con la tradición familiar.
Le critica su transformación interior, y se escuda en que él no ha cambiado.
Pero lo cierto es que sí lo ha hecho:
Mide nada menos que un metro más de lo normal.
Sin embargo, y aunque resulte atrevido decirlo, este cambio no resulta tan difícil como la mutación interior.
Además, Joaquín tiene la fortuna de que, a medida que crece, sus raíces se hacen tan fuertes como las de un árbol.
El problema surge cuando la zona de confort y de estabilidad creada por el inmovilismo de esas raíces, se ve quebrada por un leñador que tiene la necesidad de discriminar su mapa personal interior, como le ocurre a Martín.
Una vez el árbol se corta, este va muriendo lentamente, al tiempo que lucha por adaptarse ante este mundo de presente fugaz.
Por lo que Handia adopta uno de los géneros más contemporáneos, el “road movie” de los años 60, aunque su verdadera inspiración se sitúe en “La Odisea” de Homero; y para una película de época, sigue la marca de la casa de estos creadores, la mezcla de sabores y las continuas sorpresas.
Género que le sienta a la perfección a la historia, como travesía física que transforma en el camino a los viajeros, que han osado aventurarse fuera del recinto materno, del universo personal al que pertenecen, y del que estaban llamados a perpetuar.
Por eso la película comienza brillantemente presentando el elemento central de sus protagonistas:
La tierra, y en concreto, el caserío.
Referencia espacial y existencial de los hermanos que, según su carácter, les atrae tanto como les repele.
Y ahí comienza el “road movie” fraternal que les llevará por media Europa, exhibiéndose en ferias, teatros y ante la mismísima Isabel II, escena con una carga política, que pese a su veracidad histórica, y a la conocida tendencia de la reina española, permite múltiples interpretaciones, quizás por la actualidad catalana; y acabará por modificar su visión personal y del mundo que les rodea.
La historia de los 2 hermanos, contada con un mimo excelente por parte de Garaño y Arregi, nos transporta a un lugar cercano, aunque se trate de un tiempo lejano.
Nos asoma a la esencia del ser humano, al mostrar el miedo y la necesidad de ser amados por nuestros seres queridos, y aceptados por la sociedad, al reflejar el anhelo de ambos hermanos en cumplir sus sueños, y la lucha contra sus defectos.
A diferencia de los pasos torpes de Joaquín, la película crea una danza constante.
Un baile entre planos perfectamente conectados, donde la composición es el paso estrella.
Pero sin lugar a dudas, la coreografía principal la interpretan las miradas, el lenguaje no verbal.
Desde una mirada adolescente y cómplice al amor, hasta un gesto de terror ante el abandono del hogar.
En cualquier caso, estas danzas están siempre regidas por el tiempo, y a la consecuente evolución.
Los sentimientos se representan en forma de gestos, detalles; como el abrazo entre los 2 hermanos que encierra toda una vida.
Es por lo que Handia es un perfecto manual de instrucciones de cómo vivir nuestras propias diferencias, y aceptar la diversidad de los otros.
Si todos ven al gigante de Altzo como un extraño, un ser diferente, es su propio hermano es que se siente distinto.
Él es el que se quiere ir del caserío, alejarse de la vida a la que se le había destinado desde su nacimiento, y volar de sus propias alas.
El camino, lo más importante del “road movie”, les permitirá, a uno y al otro, aceptarse tal como son.
Llegando incluso, al final de la historia, a ser confundidos por la sociedad.
He ahí la inteligencia y sutiliza de este sublime guión.
¿Quién es el ser “monstruoso”?
Resulta muy llamativo, cómo el pulso entre lo tradicional y lo moderno tiñe todo el filme.
La cultura vasca está representada por un gigante que crece y busca continuamente adaptarse a las situaciones, por ejemplo, luchando para no perder los fueros, o aprendiendo otro idioma para poder comunicarse en el extranjero.
Todo ello provoca una pérdida de la identidad, hasta que los huesos del gigante acaban desapareciendo.
En Handia, los desplazamientos no solo corresponde a un viaje físico, sino también interior.
A su vez, las travesías no implican necesariamente una metamorfosis en la esencia de uno mismo.
Por lo que cuando exhiben a Joaquín ante unos médicos, queda patente que por mucho que uno se engalane, es muy difícil ocultar las raíces que nos sostienen, revelando así cierto carácter determinista de la vida humana.
Este rasgo de la existencia, supone un constante muro para las ambiciones de Martín, que en contadas ocasiones se ven saciadas.
Quizás porque sus aspiraciones no están bien focalizadas, y deja de lado algo tan importante como el amor, recubriéndolo de una falsa compatibilidad, generando unos encuentros amorosos de lo más violentos.
Las miserias humanas se presentan con los momentos incómodos que acompañan a la existencia de los 2 hermanos a cada paso que dan.
El sentimiento de angustia traspasa la pantalla, cada vez que llegan a una ciudad.
La tela con la que Joaquín se tapa, o la necesidad de aprobación que tiene Martín por parte de la alta sociedad, que se traduce en el simple y común deseo de enorgullecer a su padre, nos dirige a lugares que todos conocemos.
Del mismo modo, el problema de Joaquín no es su condición de gigante.
El conflicto que plantea Handia, es el de encontrarse en un lugar donde uno está encorsetado por las normas sociales establecidas.
El filme introduce también otro dilema en torno a la libertad, cuando el espectador se da cuenta de que ninguno de los 2 protagonistas puede realmente vivir sin el otro, pese a las actitudes opuestas que personifican; y que sus propios miedos son sus mayores limitaciones.
Este, junto a su falta de dignidad, es un reconocimiento doloroso para ellos.
Joaquín es un negocio que Martín explota, pero que ambos creen necesitar.
A su vez, este dolor se asemeja al de la desconfianza que invade a Joaquín.
La confianza es el pilar de las relaciones humanas, y en el momento en el que esta brilla por su ausencia, los edificios se derrumban, y los árboles se secan.
La vida muestra los límites de tiempo que le impone la muerte.
Sin embargo, mientras sigamos vivos, el paso del tiempo nos acecha.
Y aunque Martín piense que la capacidad de adaptación es de lo peor que le ha sucedido al ser humano, es lo que nos permite sobrevivir.
La visión de Martín es cómoda, ya que resulta más sencillo quedarse estancado, o incluso empezar de cero sin sumar.
Pero cuando uno se adapta, aprende y se hace más y más grande, como es el caso de Joaquín.
Hasta oír el crujido del paso del tiempo en nuestro propio interior.
En cualquier caso, no necesitamos un gigante para darnos cuenta de la existencia de la evolución.
Hay cambios que son inapreciables, pero que suceden y nos marcan, como el imperceptible movimiento de una mano inmóvil.
Los logros de este filme, se sustentan en la identificación de los espectadores con la historia y ambos personajes.
Ya que por muy diferentes que estos sean, sus inquietudes y anhelos son compartidos.
Lo raro y diferente entonces es el motor de la cultura del espectáculo de la época.
En este punto, cabe también recordar que el siglo XIX, es el siglo de la gran industrialización y del inicio de la cultura del espectáculo, las primeras cámaras tanto fotográficas como cinematográficas, surgirán en esos tiempos, de hecho, hay una escena en Handia que hace un homenaje a aquellas primeras cámaras de fotos, y donde se nos hace una meta reflexión sobre el mundo del espectáculo y el voyerismo, en la secuencia, propone a Martín, Joaquín y otra mujer con gigantismo, que se están tomando una foto donde tienen que estar quietos durante unos minutos para ser retratados, y entonces se realiza en un plano contra plano, el zoom in, al objetivo de la cámara fotográfica.
Pero aún hay mucho más en esa reflexionada escritura.
Entre otros, también se aborda el papel del artista en esta sociedad del espectáculo, que iba a comenzar sólo unos años después, los límites a no sobrepasar para no perder la dignidad, y hasta qué punto se debe dar al espectador lo que espera.
La película aborda el trastorno del gigantismo, esa enfermedad hormonal que produce el crecimiento desmesurado del cuerpo humano.
Pero ello es una pura anécdota a los efectos conseguidos, pues se podría haber utilizado cualquier característica que diferenciara a alguien de la generalidad de humanos, provocando con ello el asombro y la extrañeza, hasta llegar al espectáculo sombrío.
Si nuestro protagonista en Handia, Joaquín, padece ese trastorno, en “The Elephant Man” (1980), del director David Lynch, su desgraciado protagonista, John Merrick, lo que posee es la cabeza terriblemente deformada.
En ambos casos, estamos en el siglo XIX, parece que se tratan de hechos sucedidos realmente, y provocan la misma reacción en los afectados y en el resto de humanos.
Estamos hablando de humillación para los primeros, para los que sufren el defecto, y de algarabía y jolgorio para los segundos, para los que se creen superiores, y no son más que vulgares.
Mera cuestión numérica.
Hay un momento importante en el filme, que nos ha llevado directamente a la magnífica película de Alan J. Pakula, “Sophie’s Choice” (1982); y nos referimos al diabólico instante en que debemos elegir la suerte, o más bien la desdicha, de uno de nuestros hijos, decidiendo cuál de ellos deberá seguir el camino de la adversidad.
Y no se pierdan los recovecos en donde puede refugiarse la memoria para poder seguir adelante...
Por otra parte, nos encontramos frente a una puesta en escena seca, directa y austera.
Con breves detalles y desnudez de elementos, nos percatamos plenamente de rencillas arrastradas, sueños imposibles, y amores dados por perdidos.
La conexión con las raíces, la memoria y la naturaleza, están fantásticamente retratadas con la fotografía de Javier Aguirre, y mágicamente envueltas con la música de Pascal Gaigne.
La película es técnicamente asombrosa, con una captación fotográfica y paisajística espectacular, y una iluminación muy adecuada, haciendo uso de las sombras y las velas en momentos puntuales, muy bien requeridos, como los efectos visuales muy a la altura de la propuesta, consigue con poco presupuesto, crear el gigante y que no se note el empleo del CGI, que nos hace reflexionar sobre quiénes son “los monstruos”, las oportunidades, el abuso de las personas diferentes, la dignidad, la soledad, el sentirse desplazado y no encajar en el mundo, etc.
El filme tiene un diseño de producción cuidado, recrea las tradiciones de la época, el siglo XIX con mimo, tiene un “look” visual sólido, e utiliza las localizaciones naturales como si fueran un personaje más del relato, en especial, la recreación de la España y la Europa del siglo XIX.
El trabajo de fotografía de Javier Agirre Erauso, que parece habitado por la inspiración de los maestros flamencos holandeses, en composiciones iluminadas de tal manera que parecen salidas directamente de sus obras de arte, expuestas en los mejores museos; nos da una luz de intimidad, de recogimiento, y hasta del encierro que pesa sobre sus protagonistas.
Un inmenso trabajo de ambientación, que da una impresionante y sobrecogedora textura a la película.
Y desfila por guerras carlistas o la España Isabelina, sin ahorrar viajes por el continente europeo decimonónico.
Estamos en una época en donde la fotografía, por su novedad, todavía sorprende, y esa Europa en ebullición, contrasta abruptamente con el mundo rural vasco, cerrado, y con una economía de pura subsistencia.
Se afrontan universos tan dispersos y diferentes, que la ambición podría haber llevado al ridículo.
Pero no es el caso, y Jon Garaño y Aitor Arregi, consiguen conformar con acierto, una obra que, cuanto menos, enternece.
Del reparto, todos están soberbios, en especial la pareja de hermanos:
Joseba Usabiaga como Martín, con una mirada que denota su tristeza y su infelicidad; y Eneko Sagardoy como Joaquín, el gigante desde todos los puntos de vista posibles, un actor entregado a un papel que en otro pudo caer en el ridículo.
Su rostro y expresiones son sublimes, se nota que ha estudiado a la perfección los rasgos de las personas acromegálicas, lo que hace que el espectador empatice desde el primer momento en él.
Son distintos modos de ver y enfrentarse a un mundo, que no ha tenido en cuenta sus particulares intereses a la hora de otorgar cualidades.
Pero es Martín, sobre quien recae el punto de vista de la narración.
Más conocido es el padre de ambos, Ramón Agirre, el único intérprete español que puede decir que ha trabajado a las órdenes de Michael Haneke; sin olvidar al gigante real figurante, un argelino exjugador de baloncesto de 2,32 metros y nombre Saad Kaiche, cuya vida es de película, pues tras fracasar en el baloncesto, acabó mendigando en las calles de Barcelona.
Fue cuando los directores de Handia se propusieron rodar la película sobre el gigante de Altzo, que se toparon con un problema:
El actor que le daría vida, Eneko Sagardoy, medía 1,84
¿Cómo hacerlo pasar por un gigante de más de 2,40?
Los productores encontraron a Kaiche en Barcelona; y recurrieron a David Heras, un especialista que, por su brillante trabajo dando solución a este problema.
La mayor parte de las escenas, se solventaron con alzas y zancos; pero también con tecnología.
Primero, Saad Kaiche rodó las escenas; después cambiaban digitalmente su cabeza por la de Eneko Sagardoy; pero en producción, a Kaiche lo tuvieron medio oculto durante el rodaje, para que no se descubriese el secreto para hacer creíble al gigante en la gran pantalla; y dejó mucho cariño en las localidades donde se grabó la película, pues evidentemente, no pasaba desapercibido.
Por otra parte, Handia tiene algunas referencias en el arte, y hablamos del cuadro de Goya, “El Coloso” (1808-1812), donde se nos presenta al pueblo español como un gigante surgido de Los Pirineos, para oponerse a la invasión napoleónica.
Aquel gigante pasó de la lucha/defensa, orgulloso y erguido, a la melancolía, sentado, reflejando el ánimo de muchos españoles, un sentimiento colectivo del que su creador participaba.
Es el desasosiego, y la melancolía el ánimo de toda la película y lo que acaba por ser quizá el espíritu de los 2 hermanos, y de la misma época.
Por otra parte, cabe hablar de La Guerra Carlista, a la cual se hace referencia en el film, y al sentimiento nacionalista propio de esa época.
No voy a entrar en los detalles del conflicto, pero sí en lo que refleja Handia, y es que el campo y las pequeñas ciudades del País Vasco y Navarra, apoyaron mayoritariamente al pretendiente Carlos, debido a su tradicionalismo foral, gracias al apoyo que le dio el bajo clero local.
En Handia, la presencia del clero en la unidad familiar, es clara; además Handia propone ese sentimiento de que la familia, la cultura y la identidad, se vean amenazadas frente al progreso, lo cual es una de las bases del sentimiento nacionalista.
Ya dije que aunque no hay posición referida, los autores nos ponen sobre la mesa las circunstancias o el reflejo de la realidad de la época, para que cada uno desde la posición que tenga, dialogue con el film.
En segundo lugar, y aquí viene lo polémico, creo que subyace tras el film, un relato angustioso…
Ciertamente, además de la fábula sobre el crecimiento personal y afectivo, me temo que esconde una alegoría sobre el pueblo vasco, de esas que ya están muy manidas.
De este modo, el gigante es presentado como un hombre rural, con tradiciones y culturas propias, muy ajenas a las del mundo en general.
¿El hecho de que sea precisamente un coloso, no es una metáfora sobre la grandeza del pueblo vasco?
Pero de repente, es paseado por el resto de España, donde sufre la burla de los que van a visitarlo, incluso por el modo en que habla.
¡Hasta La Reina Isabel II se mofa de él, y lo humilla!
De hecho, solo encuentra consuelo en brazos de una mujer inglesa…
¿Es casual, después de la vinculación que siempre ha existido entre El Reino Unido y el nacionalismo vasco?
Sin desvelar nada, el final parece indicar, según esta tesis expuesta con premura, que los vascos son diferentes, incomprendidos por el resto del mundo, especialmente por los españoles, que incluso los humillan, y que por ello, deben fortalecerse en sus costumbres y en su cultura, por lo menos salen celebrando misa, que eso siempre ha sido muy vasco, aunque hoy el discurso político vaya por otro lado.
Y parece que estemos frente a una historia del pasado, de leyendas o mitos que a lo mejor sí sucedieron de verdad…
Pero no hay que olvidarse de lo más importante y de lo que en realidad adquiere mayor peso; y esa circunstancia no es otra que la alegoría que tiene que establecerse entre el drama de ese gigante de Altzo que debe recorrer media Europa exhibiéndose como un monstruo y el espanto que soportan en la actualidad, aquellos que no pueden circular por dicho continente con libertad; sí, todos aquellos que se quedan al otro lado de la frontera, al ser considerados también diferentes.
Y ya puestos a hablar de “diferencia”, encontramos muy atinada la reflexión sobre el poder del dominante, que llega a considerar anormal o retrasado a quien no sigue sus propias normas, léase costumbres, tradición, religión, orientación sexual, raza o idioma.
Y también muchas veces nos hemos preguntado las razones por la que los hombres o mujeres acuden a las guerras.
No encontramos motivo alguno que pueda llevar a utilizar la violencia para la defensa de cualquier principio o interés, sea el que fuere.
Muy lejos se quedan las formas de reclutamiento carlistas de los entusiastas alistamientos en el ejército que nos tiene acostumbrados el cine de Hollywood.
¿Por qué estamos luchando?
Es una pregunta universal que debe dejar honda huella si se la cuestiona cualquier soldado en el campo de batalla.
Por último, la banda sonora compuesta por Pascal Gaigne, es uno de los aspectos más destacados de la película, y reafirma el talento del músico francés, que lleva varias décadas trabajando en España.
“Mundua aldatzen ari da”
(El mundo está cambiando)
El gigantismo, es una enfermedad hormonal causada por la excesiva secreción de la hormona del crecimiento, “somatotropina”, durante la edad del crecimiento, antes de que se cierre la epífisis del hueso.
Si ocurre después, recibe el nombre de “acromegalia”
Como se citó, el gigantismo es el crecimiento desmesurado, en especial de brazos y piernas, causado por un mal funcionamiento de la glándula hipófisis, acompañado del correspondiente crecimiento en estatura de todo el cuerpo.
Cuando aparece en la infancia antes de que la osificación normal haya finalizado, su origen suele estar en una sobreproducción de la hormona del crecimiento por parte de la hipófisis anterior.
Los defectos hereditarios que impiden la osificación normal durante la pubertad, permiten que el crecimiento continúe, lo que produce gigantismo.
Debido a que la hormona del crecimiento disminuye la capacidad de secreción de las gónadas, el gigantismo suele estar acompañado del debilitamiento de las funciones sexuales, y recibe entonces el nombre de “gigantismo eunucoideo”, que se caracteriza por una figura desproporcionada, con brazos y piernas demasiado largos.
Sin embargo, el gigantismo proporcionado no suele incluir estas alteraciones sexuales.
La mayoría de individuos afectados por cualquier tipo de gigantismo, presentan debilidad muscular y problemas vasculares en las piernas los más altos.
El estadounidense, Robert Pershing Wadlow, tuvo una altura de 2,72m, con un peso de 220kg antes de fallecer; siendo considerado “el hombre más alto del mundo en toda la historia”, del cual existen pruebas irrefutables, según El Libro Guinness de Los Récords; siendo conocido también como “Alton Giant” o “El Gigante de Alton”
Su gran tamaño y su continuo crecimiento durante la edad adulta, estaba provocado por una hipertrofia de la glándula pituitaria; pues no dejó de crecer hasta su muerte, al igual que le ocurrió a John William Rogan, la persona que ostentaba el récord de persona más alta de la historia hasta ese momento, con una altura de 2,69m
Como celebridad en Estados Unidos durante 1936, estuvo en la gira con el circo de los hermanos Ringling, y su gira promocional en 1938, con la INTERCO.
El 4 de julio de 1940, mientras participaba en el festival Manistee National Forest, una mala pisada le lastimó el tobillo, provocándole una ampolla que causó una infección.
Fue hospitalizado, y los médicos lo trataron con una transfusión de sangre y con cirugía de emergencia, pero su situación empeoró, y el 15 de julio de 1940, murió mientras dormía, a la edad de 22 años.
Más de 30.000 personas acudieron a su funeral el 19 de julio.
El ataúd medía 3 metros de largo, pesaba media tonelada, y requirió de 12 hombres para ser llevado a hombros.
Fue enterrado en una cripta de cemento sólido; porque se cree que la familia de Wadlow quería asegurarse de que su cuerpo no fuese profanado o robado tras su muerte.
Hoy, con 35 años, el turco Sultan Kösen, es oficialmente “el hombre más alto del mundo” tras haber sido coronado como tal, durante la presentación en Londres del Libro Guinness de Los Récords 2010.
Sultan mide 2,51m, aunque actualmente tiene un problema en la espalda que le impide erguirse totalmente.
Su antecesor, fue el chino Bao Xi Shun, de 2,3m
Kösen, creció como cualquier otro niño hasta los 10 años, cuando un tumor en la glándula pituitaria le provocó una enfermedad conocida como “gigantismo pituitario” que descontroló su ritmo de crecimiento.
Un técnico del Galatasaray SK de baloncesto, lo encontró en 2003 en un pequeño pueblo en la frontera de Turquía con Irak, medía por aquel entonces, 2,42m; y quería hacer de Kösen, un jugador de baloncesto profesional, pero pronto resultó evidente que le era físicamente imposible jugar.
En 2010, fue intervenido quirúrgicamente para extirparle el tumor, tras lo cual su cuerpo detuvo su crecimiento incesante; y hoy sufre de acromegalia.
También posee las manos y los pies más grandes del mundo, de 27,5 y 36,5 centímetros respectivamente.
Por último, y haciendo conexión con Handia, en octubre de 2017, El Diario Vasco recogía en un reportaje que Saad Kaiche, “el gigante de Handia”, se había asentado en Urretxu, una villa guipuzcoana de poco más de 6.000 habitantes.
Allí buscaba trabajo, y entrenaba a jóvenes de un equipo de baloncesto, esa gran pasión que lo llevó a Lugo hace algo más de 10 años en busca de un sueño que nunca llegó a alcanzar.
Y respondió al teléfono días después del éxito de Handia en la gala de los Goya, a la que no acudió:
“No estoy bien.
Tengo muchos problemas.
Mi madre está en un hospital.
No quiero entrevistas.
Me ponen nervioso las llamadas de la televisión”, comenta agobiado el gigante argelino, que tiene 7 hermanos en Ouled Mansour.
Su español ha mejorado, pero no lo suficiente para decir lo que parece sentir:
Los medios de comunicación y los anunciantes, lo han utilizado.
Puede que no le falte razón.
“Gizon handi bat, baina zerbait alferrikakoa eta beso bakarra duena”
(Un hombre grande, pero algo inútil y con un solo brazo)
(Nadie crece eternamente)
El tiempo se nos presta cuando nacemos, y se nos arrebata cuando morimos.
El cambio, es el encargado de ir construyendo un camino determinado.
La Primera Guerra Carlista, fue una guerra civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840; entre los carlistas, partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón y de un régimen absolutista; y los isabelinos o “cristinos”, defensores de Isabel II de España, llamada “la de los Tristes Destinos” o “la Reina Castiza”, y de la regente, María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue originalmente absolutista moderado, y acabó convirtiéndose en liberal, para obtener el apoyo popular; y antiguamente fue conocida por la historiografía española, como “La Guerra de los Siete Años” o “Primera Guerra Civil”
En ese entorno histórico se desarrolló Miguel Joaquín Eleizegui Arteaga, o mejor dicho, Mikel Jokin Eleizegi Arteaga; más conocido por el sobrenombre del “Gigante de Alzo” que fue una figura escénica que adquirió relevancia por exhibirse debido a su gran estatura; siendo descrito como un hombre bueno y modesto, de gran humanidad entre los que lo conocieron, no era un sinvergüenza, pero si era tímido, debido a su altura; y fue muy popular en su época, siendo exhibido por media Europa, y recibido entre otros, por:
La Reina Isabel II de España, La Reina María II de Portugal, El Rey Louis-Philippe I de Francia, o La Reina Victoria del Reino Unido.
Después de su muerte, su recuerdo ha perdurado en El País Vasco, donde su pueblo natal aparece siempre asociado a la figura del “Gigante”; siendo conocido también, como “El Gigante Español”
Pero padecía la enfermedad de gigantismo, lo que le hizo crecer indefinidamente hasta su muerte; llegando a medir 2,42m de altura y 2,42m de envergadura, pesando 212kilogramos; y sus zapatos median 42 centímetros.
Sus guantes medían 31cm del dedo pulgar al meñique, y los sombreros de copa 3/4 puntos o, lo que es igual, 62cm de circunferencia.
Eleizegi, nacido el 23 de diciembre de 1818 en el caserío Ipintza-zar de la localidad guipuzcoana de Alzo, en El País Vasco, España, fue el 4º de 9 hermanos; y perdió a su madre cuando tenía 10 años, por lo que mantuvo una infancia y adolescencia normal.
Siendo ya adulto, con 20 años de edad, desarrolló acromegalia, y comenzó a destacar por su elevado tamaño.
La acromegalia, es una enfermedad rara, crónica, causada por una secreción excesiva de la hormona del crecimiento o GH, la cual es producida en la glándula pituitaria.
Aproximadamente en el 95% de los casos, este exceso de la hormona del crecimiento, se relaciona con el desarrollo de un tumor benigno de la pituitaria.
Esta denominación, fue propuesta por Pierre Marie, famoso neurólogo francés, el cual publicó la primera descripción de la enfermedad en 1886.
El término “acromegalia”, se utiliza cuando la enfermedad se inicia en la edad adulta.
Si aparece durante la infancia, se denomina “gigantismo”
La acromegalia provoca desfiguración progresiva, especialmente de la cara y las extremidades, con tendencia al desarrollo excesivo de la mandíbula, frente ensanchada, abultada o con protuberancias, y crecimiento desproporcionado de manos o pies.
Es común la aparición de manifestaciones sistémicas, por el agrandamiento de las vísceras y otros tejidos blandos, como el tiroides, el hígado, el riñón y el corazón.
El paciente puede experimentar dolores de cabeza, musculares y articulares, entre otros síntomas.
Quienes la padecen, generalmente no se percatan a tiempo, ya que algunos signos se confunden con el proceso de envejecimiento natural del ser humano, lo que puede causar complicaciones que lleven a la muerte.
El retraso en el diagnóstico, puede superar los 10 años; y se calcula que en el mundo existen entre 40 y 70 pacientes con acromegalia por cada millón de habitantes.
Así pues, tras trasladarse a Tolosa, Mikel comenzó a tomar relevancia, y a ser conocido por esa característica, imitando al empresario estadounidense, Phil Taylor Barnum, que mantenía un espectáculo de exhibición de rarezas, José Antonio Arzadun, vecino de Lecumberri, de Navarra; propuso al padre de Mikel, el exhibirlo por diferentes lugares, llegando a un acuerdo, cuyo contrato que todavía se conserva, establece que la sociedad tenía que pagarle todo el tabaco a Mikel, además de dejarle ir a misa todos los días, en cualquier lugar que se hallara; en 1843.
Por lo que viajaba con su hermano Juan Martin, y comenzó una larga gira de exhibiciones, siendo Bilbao la primera localidad en la que lo hizo, y de ahí lo llevaron por numerosos países europeos, mostrándose al público en general, y a diferentes autoridades de la época.
Solía ir vestido de turco, o de general de la armada española.
Una vez intentaron que se casara con una mujer inglesa que le llegaba hasta la barbilla, con el objetivo de mejorar el espectáculo, pero Mikel rechazó la oferta, volviéndose a su pueblo natal; y permaneció soltero a lo largo de su vida; hasta que murió el 20 de noviembre de 1861, a los 43 años, por una tuberculosis pulmonar, dejando 500 centavos en su testamento; siendo enterrado en el cementerio de la localidad de Alzo; pero el esqueleto del Gigante fue robado, y se cree que acabó en manos de algún coleccionista, o se encuentra en algún museo de Inglaterra; sin embargo, no hay pruebas de ello.
Al tiempo que no hay documentación alguna sobre el tamaño de sus familiares cercanos, padres, hermanos y hermanas.
Solo se sabe que Mikel renegaba de la condición a que le había arrastrado su enfermedad, y se calificaba a sí mismo como “un aborto de la naturaleza”
En Altzo, el pueblo natal de Mikel, existe una estatua a tamaño natural que recuerda a su ilustre vecino “El Gigante”
Y es que nos pasamos la vida intentando llegar a algún lugar, siempre rodeados de elecciones, decisiones y consecuencias.
“Munduan gizonik garaiena!”
(¡El hombre más alto del mundo!)
Handia es un drama español del año 2017, dirigido por Jon Garaño & Aitor Arregi.
Protagonizado por Joseba Usabiaga, Eneko Sagardoy, Ramón Agirre, Iñigo Aranburu, Aia Kruse, Iñigo Azpitarte, entre otros.
El guión es de Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga y Andoni de Carlos; basados en la historia real de Mikel Jokin Eleizegi Arteaga, un hombre del siglo XIX que sufría de gigantismo, y que era conocido como “El Gigante de Altzo”, que creció hasta medir 2 metros y medio.
Durante la película, se usó el título de “Aundiya”, pero en julio de 2017, se decidió que el título final sería “Handia” es decir “Grande”
La producción de la película fue compleja, ya que requería recrear los elementos de la época, así como convertir al actor principal en un gigante de 2 metros.
Por eso contó con un amplio presupuesto, lo que ha convertido a la película, en la 2ª producción en euskera más cara de la historia, después de “Dragoi Ehiztaria” (2012)
Handia obtuvo 13 nominaciones al Premio Goya, de las que consiguió 10 estatuillas; siendo esta película la que debió ser la nominada al Premio Oscar por España; la decisión de que haya sido “Estiu 1993”, es un misterio.
Los directores, Garaño y Arregi, vuelven a apostar por un retrato de la realidad vasca, aunque esta vez se sitúan en pleno conflicto entre El Antiguo y El Nuevo Régimen, que tuvo lugar en España y en Europa, entre los siglos XVIII y XIX, con el punto de mira puesto en La Guerra Carlista, el periodo y los años posteriores a la misma, haciendo una extensión del punto de vista desde Guipúzcoa a Madrid y Europa.
Recordemos que la época a la que se refieren los directores, está situada en pleno Romanticismo, donde no es baladí las múltiples referencias al esperpento, a la desmesura de sentimientos y realidades, a sacar los bajos fondos del ser humano.
Y una pregunta en cierta medida enclava el film:
¿Son el progreso, el crecimiento, las nuevas formas monstruosas?
La tensión entre lo malo conocido y lo bueno por conocer, reina sobre la historia del ser humano.
Estructurada en capítulos, Handia relata la historia de 2 hermanos, los 2 marcados por la enfermedad:
Uno con una parálisis en el miembro superior derecho por una herida de guerra; y otro con un gigantismo hipofisario, que lo convierte el hombre más alto de su tiempo.
Son 2 personajes desubicados, que no pueden cumplir sus deseos personales, pero intentan sacar partido.
La acción inicia tras finalizar La Primera Guerra Carlista.
Martín (Joseba Usabiaga) retorna a la granja familiar, un caserío en Guipuzkoa, en El País Vasco en el año 1836, donde descubre con sorpresa, que su hermano pequeño, Joaquín (Eneko Sagardoy), es mucho más alto de lo debería de ser para su edad.
Martín se convence, de que la gente estará deseando conocer al “hombre más alto del mundo”
Es entonces cuando Martín decide explotar el gigantismo de su hermano, como un monstruo de feria, alcanzando gran popularidad, y llegando a viajar por media Europa, siendo exhibido delante de personajes ilustres como La Reina Isabel II de España, donde consiguen que la riqueza y la fama cambie su familia para siempre.
Pero pronto aprenderán que el mundo del espectáculo está repleto de desafíos, mentiras y traiciones.
Con estos mimbres, Garaño y Arregui confeccionan un relato que se mueve entre la realidad y la leyenda, sin que sepamos nunca cuál de las 2 prevalece sobre la otra.
Algo así como una atmósfera de cuento infantil que envuelve la totalidad de este testimonio, y una atmósfera de sagrada y misteriosa liturgia sobrevuela en el espíritu de cada secuencia; es sutil y admirable la fotografía que capta con precisión el rigor de aquellos parajes; el aullido de los lobos invisibles tras una bruma que lo difumina todo, confiere al paisaje, la desapacible impresión de un fantasmagórico y mágico escenario; sobrevivir sumergidos en la nieve, la lluvia, la humedad y el frío, requiere de una vitalidad sobrehumana, y mucho más si la miseria limita las posibilidades de resistencia de una familia confinada a la soledad de ese mundo hostil.
Handia es una película bellísima, emotiva, honesta, pero también desgarradora y triste, pues escarba dolorosamente en las raíces familiares y la vida rural de un pueblo aislado durante siglos.
La apremiante necesidad que conlleva la pobreza, despertará en los personajes principales, la ambición, la codicia del dinero, y el protagonismo que proporciona la fama casi siempre efímera, olvidando que cuanto más alto es el crecimiento, más dura es la caída.
Pero también es una deslumbrante miniatura de la época y el folclore de mediados del siglo XIX, con una breve alusión a La Primera Guerra Carlista, y algunas escenas bélicas, y con una enorme carga alegórica sobre las relaciones familiares, o sobre el respeto a la diferencia, o ese concepto tan lleno de peligros como el de ir siempre a más, crecer sin parar...
La conversión del gigante en espectáculo, la relación entre los hermanos, el viaje por una Europa incipiente y convulsa, la sutil pintura de la soledad del “monstruo”, las anécdotas y encuentros llenos de color y malicia, como el de La Reina niña Isabel II… todo ello, y su moraleja familiar final, hacen que el asombro aguante mientras dura; porque a través de un guión y una sucesión visual muy sutil y honesta, se transmiten sensaciones muy bonitas con un mensaje muy duro.
La apariencia física de Joaquín, se utiliza como medio para que la familia pueda comer al día siguiente.
Se asume la degradación y la humillación como moneda de cambio, en un relato que mezcla leyenda y tradición.
El gigantismo como espectáculo, va creciendo a medida que Joaquín gana en centímetros.
Se normaliza, se acepta, y lo que comienza como un trámite aislado, se convierte en una sucesión de situaciones grotescas sin fin.
Observar la belleza de lo feo, y escuchar la música de lo agridulce, son el mayor acierto de los realizadores.
Un lenguaje en el que hay cabida para las metáforas, a través de imágenes con una carga de belleza opuesta a lo trágico de la historia.
La magnitud de las alusiones aumenta, a medida que Joaquín también lo hace.
Además, todo ello acompañado de un viaje a través de diferentes ciudades del mundo.
Con el elemento “road movie”, crece la fraternidad entre hermanos y la acumulación de sentimientos que todos ellos están destinados a desembocar en un único final.
Una narración necesaria, donde la trama del nacionalismo, sin posición referida, no es evidente, pero sí bucea por sus rincones, y donde se nos propone una meditación profunda sobre el momento en el que vivimos:
¿Estamos en un momento obsoleto, en un colapso dónde la tensión entre las viejas y las nuevas formas, modos de vivir o políticas es evidente?
“Zer egiten gaituen miserableak erabaki behar du”
(Lo que nos hace miserables es tener que decidir)
Los directores, Aitor Arregi y Jon Garaño, junto a los guionistas, Andoni de Carlos y José Mari Goenaga, crean de lo mejor del cine vasco de esta década, y también, española e internacional; anclado en la memoria, al gigante de Altzo de mitad del siglo XIX, personaje histórico que en su época entra en la leyenda, y ha sido la inspiración de Handia.
Así vemos un caserío, 2 hermanos con diversos destinos:
Uno soldado en La Primera Guerra Carlista y el otro, futuro monstruo de feria por su enorme estatura; y 2 ambiciones, radicalmente diferentes:
Uno, marcharse de la casa familiar o quedarse en ella, como siempre, desde la primera generación.
La introducción de la película evoca las continuas transformaciones que vivía ese periodo histórico; de hecho, aunque tengamos esa impresión, puede que al fin y al cabo, todo no cambie tanto.
Siguiendo con el inicio del film, seguidamente se nos adentrará en un “flashback” contado en 4 capítulos que ya nos pone sobre la mesa la dinámica del largometraje:
Capítulos que proponen una sucesión de acontecimientos a medio camino entre la realidad, lo literario, y la ficción.
Este “flashback” comienza además con un plano que conviene recordar:
Un plano medio de Martín andando de espaldas a la cámara con el frondoso bosque guipuzcoano de fondo, que luego dejar ver como Joaquín, que estaba andando delante de él; sale de su cuerpo, desviándose del camino.
Breve simbología de lo que será la tensión fraternal que se vivirá dentro del film:
¿Hermanos unidos, enfrentados, o condensados?
Los inicios de la trama, ya nos dejan ver a un Martín más intrépido, y a un Joaquín más arraigado a la costumbre.
Aunque el “tour de forcé” de los protagonistas por el mundo exhibiendo a Joaquín es inabarcable, resulta más fácil comprender sus andanzas, gracias a la división del relato en capítulos, como si de un cuento popular se tratara, en el que se mezclan los títulos verosímiles:
“Joaquín se hace grande” y los fantasiosos:
“Martín y el gigante” o “El gigante de un solo brazo”
Esta fusión no se aleja de la historia de los 2 hermanos, ya que su relato se pasea entre el margen de una vida real y la leyenda del gigante de Altzo, hasta llegar a la cima de lo meramente humano.
Esta decisión divisoria, resume los hitos de una vida dejando unos retazos relativamente independientes, pero que uno tras otro, van formando a los 2 protagonistas.
El paso de un capítulo al siguiente, supone un cambio que lleva consigo una adaptación que puede ser acertada o fallida.
Desgraciadamente, el resultado solo se conoce con el tiempo…
El mismo que empuja a los protagonistas a actuar, y a buscarse la vida como buenamente pueden.
Las paradojas de la evolución, son constantes:
Cuando Martín regresa a casa manco tras la guerra, dispuesto a comerse el mundo con un brazo, Joaquín le reprocha su deseo de salir del pueblo, en el que ve una ruptura con la tradición familiar.
Le critica su transformación interior, y se escuda en que él no ha cambiado.
Pero lo cierto es que sí lo ha hecho:
Mide nada menos que un metro más de lo normal.
Sin embargo, y aunque resulte atrevido decirlo, este cambio no resulta tan difícil como la mutación interior.
Además, Joaquín tiene la fortuna de que, a medida que crece, sus raíces se hacen tan fuertes como las de un árbol.
El problema surge cuando la zona de confort y de estabilidad creada por el inmovilismo de esas raíces, se ve quebrada por un leñador que tiene la necesidad de discriminar su mapa personal interior, como le ocurre a Martín.
Una vez el árbol se corta, este va muriendo lentamente, al tiempo que lucha por adaptarse ante este mundo de presente fugaz.
Por lo que Handia adopta uno de los géneros más contemporáneos, el “road movie” de los años 60, aunque su verdadera inspiración se sitúe en “La Odisea” de Homero; y para una película de época, sigue la marca de la casa de estos creadores, la mezcla de sabores y las continuas sorpresas.
Género que le sienta a la perfección a la historia, como travesía física que transforma en el camino a los viajeros, que han osado aventurarse fuera del recinto materno, del universo personal al que pertenecen, y del que estaban llamados a perpetuar.
Por eso la película comienza brillantemente presentando el elemento central de sus protagonistas:
La tierra, y en concreto, el caserío.
Referencia espacial y existencial de los hermanos que, según su carácter, les atrae tanto como les repele.
Y ahí comienza el “road movie” fraternal que les llevará por media Europa, exhibiéndose en ferias, teatros y ante la mismísima Isabel II, escena con una carga política, que pese a su veracidad histórica, y a la conocida tendencia de la reina española, permite múltiples interpretaciones, quizás por la actualidad catalana; y acabará por modificar su visión personal y del mundo que les rodea.
La historia de los 2 hermanos, contada con un mimo excelente por parte de Garaño y Arregi, nos transporta a un lugar cercano, aunque se trate de un tiempo lejano.
Nos asoma a la esencia del ser humano, al mostrar el miedo y la necesidad de ser amados por nuestros seres queridos, y aceptados por la sociedad, al reflejar el anhelo de ambos hermanos en cumplir sus sueños, y la lucha contra sus defectos.
A diferencia de los pasos torpes de Joaquín, la película crea una danza constante.
Un baile entre planos perfectamente conectados, donde la composición es el paso estrella.
Pero sin lugar a dudas, la coreografía principal la interpretan las miradas, el lenguaje no verbal.
Desde una mirada adolescente y cómplice al amor, hasta un gesto de terror ante el abandono del hogar.
En cualquier caso, estas danzas están siempre regidas por el tiempo, y a la consecuente evolución.
Los sentimientos se representan en forma de gestos, detalles; como el abrazo entre los 2 hermanos que encierra toda una vida.
Es por lo que Handia es un perfecto manual de instrucciones de cómo vivir nuestras propias diferencias, y aceptar la diversidad de los otros.
Si todos ven al gigante de Altzo como un extraño, un ser diferente, es su propio hermano es que se siente distinto.
Él es el que se quiere ir del caserío, alejarse de la vida a la que se le había destinado desde su nacimiento, y volar de sus propias alas.
El camino, lo más importante del “road movie”, les permitirá, a uno y al otro, aceptarse tal como son.
Llegando incluso, al final de la historia, a ser confundidos por la sociedad.
He ahí la inteligencia y sutiliza de este sublime guión.
¿Quién es el ser “monstruoso”?
Resulta muy llamativo, cómo el pulso entre lo tradicional y lo moderno tiñe todo el filme.
La cultura vasca está representada por un gigante que crece y busca continuamente adaptarse a las situaciones, por ejemplo, luchando para no perder los fueros, o aprendiendo otro idioma para poder comunicarse en el extranjero.
Todo ello provoca una pérdida de la identidad, hasta que los huesos del gigante acaban desapareciendo.
En Handia, los desplazamientos no solo corresponde a un viaje físico, sino también interior.
A su vez, las travesías no implican necesariamente una metamorfosis en la esencia de uno mismo.
Por lo que cuando exhiben a Joaquín ante unos médicos, queda patente que por mucho que uno se engalane, es muy difícil ocultar las raíces que nos sostienen, revelando así cierto carácter determinista de la vida humana.
Este rasgo de la existencia, supone un constante muro para las ambiciones de Martín, que en contadas ocasiones se ven saciadas.
Quizás porque sus aspiraciones no están bien focalizadas, y deja de lado algo tan importante como el amor, recubriéndolo de una falsa compatibilidad, generando unos encuentros amorosos de lo más violentos.
Las miserias humanas se presentan con los momentos incómodos que acompañan a la existencia de los 2 hermanos a cada paso que dan.
El sentimiento de angustia traspasa la pantalla, cada vez que llegan a una ciudad.
La tela con la que Joaquín se tapa, o la necesidad de aprobación que tiene Martín por parte de la alta sociedad, que se traduce en el simple y común deseo de enorgullecer a su padre, nos dirige a lugares que todos conocemos.
Del mismo modo, el problema de Joaquín no es su condición de gigante.
El conflicto que plantea Handia, es el de encontrarse en un lugar donde uno está encorsetado por las normas sociales establecidas.
El filme introduce también otro dilema en torno a la libertad, cuando el espectador se da cuenta de que ninguno de los 2 protagonistas puede realmente vivir sin el otro, pese a las actitudes opuestas que personifican; y que sus propios miedos son sus mayores limitaciones.
Este, junto a su falta de dignidad, es un reconocimiento doloroso para ellos.
Joaquín es un negocio que Martín explota, pero que ambos creen necesitar.
A su vez, este dolor se asemeja al de la desconfianza que invade a Joaquín.
La confianza es el pilar de las relaciones humanas, y en el momento en el que esta brilla por su ausencia, los edificios se derrumban, y los árboles se secan.
La vida muestra los límites de tiempo que le impone la muerte.
Sin embargo, mientras sigamos vivos, el paso del tiempo nos acecha.
Y aunque Martín piense que la capacidad de adaptación es de lo peor que le ha sucedido al ser humano, es lo que nos permite sobrevivir.
La visión de Martín es cómoda, ya que resulta más sencillo quedarse estancado, o incluso empezar de cero sin sumar.
Pero cuando uno se adapta, aprende y se hace más y más grande, como es el caso de Joaquín.
Hasta oír el crujido del paso del tiempo en nuestro propio interior.
En cualquier caso, no necesitamos un gigante para darnos cuenta de la existencia de la evolución.
Hay cambios que son inapreciables, pero que suceden y nos marcan, como el imperceptible movimiento de una mano inmóvil.
Los logros de este filme, se sustentan en la identificación de los espectadores con la historia y ambos personajes.
Ya que por muy diferentes que estos sean, sus inquietudes y anhelos son compartidos.
Lo raro y diferente entonces es el motor de la cultura del espectáculo de la época.
En este punto, cabe también recordar que el siglo XIX, es el siglo de la gran industrialización y del inicio de la cultura del espectáculo, las primeras cámaras tanto fotográficas como cinematográficas, surgirán en esos tiempos, de hecho, hay una escena en Handia que hace un homenaje a aquellas primeras cámaras de fotos, y donde se nos hace una meta reflexión sobre el mundo del espectáculo y el voyerismo, en la secuencia, propone a Martín, Joaquín y otra mujer con gigantismo, que se están tomando una foto donde tienen que estar quietos durante unos minutos para ser retratados, y entonces se realiza en un plano contra plano, el zoom in, al objetivo de la cámara fotográfica.
Pero aún hay mucho más en esa reflexionada escritura.
Entre otros, también se aborda el papel del artista en esta sociedad del espectáculo, que iba a comenzar sólo unos años después, los límites a no sobrepasar para no perder la dignidad, y hasta qué punto se debe dar al espectador lo que espera.
La película aborda el trastorno del gigantismo, esa enfermedad hormonal que produce el crecimiento desmesurado del cuerpo humano.
Pero ello es una pura anécdota a los efectos conseguidos, pues se podría haber utilizado cualquier característica que diferenciara a alguien de la generalidad de humanos, provocando con ello el asombro y la extrañeza, hasta llegar al espectáculo sombrío.
Si nuestro protagonista en Handia, Joaquín, padece ese trastorno, en “The Elephant Man” (1980), del director David Lynch, su desgraciado protagonista, John Merrick, lo que posee es la cabeza terriblemente deformada.
En ambos casos, estamos en el siglo XIX, parece que se tratan de hechos sucedidos realmente, y provocan la misma reacción en los afectados y en el resto de humanos.
Estamos hablando de humillación para los primeros, para los que sufren el defecto, y de algarabía y jolgorio para los segundos, para los que se creen superiores, y no son más que vulgares.
Mera cuestión numérica.
Hay un momento importante en el filme, que nos ha llevado directamente a la magnífica película de Alan J. Pakula, “Sophie’s Choice” (1982); y nos referimos al diabólico instante en que debemos elegir la suerte, o más bien la desdicha, de uno de nuestros hijos, decidiendo cuál de ellos deberá seguir el camino de la adversidad.
Y no se pierdan los recovecos en donde puede refugiarse la memoria para poder seguir adelante...
Por otra parte, nos encontramos frente a una puesta en escena seca, directa y austera.
Con breves detalles y desnudez de elementos, nos percatamos plenamente de rencillas arrastradas, sueños imposibles, y amores dados por perdidos.
La conexión con las raíces, la memoria y la naturaleza, están fantásticamente retratadas con la fotografía de Javier Aguirre, y mágicamente envueltas con la música de Pascal Gaigne.
La película es técnicamente asombrosa, con una captación fotográfica y paisajística espectacular, y una iluminación muy adecuada, haciendo uso de las sombras y las velas en momentos puntuales, muy bien requeridos, como los efectos visuales muy a la altura de la propuesta, consigue con poco presupuesto, crear el gigante y que no se note el empleo del CGI, que nos hace reflexionar sobre quiénes son “los monstruos”, las oportunidades, el abuso de las personas diferentes, la dignidad, la soledad, el sentirse desplazado y no encajar en el mundo, etc.
El filme tiene un diseño de producción cuidado, recrea las tradiciones de la época, el siglo XIX con mimo, tiene un “look” visual sólido, e utiliza las localizaciones naturales como si fueran un personaje más del relato, en especial, la recreación de la España y la Europa del siglo XIX.
El trabajo de fotografía de Javier Agirre Erauso, que parece habitado por la inspiración de los maestros flamencos holandeses, en composiciones iluminadas de tal manera que parecen salidas directamente de sus obras de arte, expuestas en los mejores museos; nos da una luz de intimidad, de recogimiento, y hasta del encierro que pesa sobre sus protagonistas.
Un inmenso trabajo de ambientación, que da una impresionante y sobrecogedora textura a la película.
Y desfila por guerras carlistas o la España Isabelina, sin ahorrar viajes por el continente europeo decimonónico.
Estamos en una época en donde la fotografía, por su novedad, todavía sorprende, y esa Europa en ebullición, contrasta abruptamente con el mundo rural vasco, cerrado, y con una economía de pura subsistencia.
Se afrontan universos tan dispersos y diferentes, que la ambición podría haber llevado al ridículo.
Pero no es el caso, y Jon Garaño y Aitor Arregi, consiguen conformar con acierto, una obra que, cuanto menos, enternece.
Del reparto, todos están soberbios, en especial la pareja de hermanos:
Joseba Usabiaga como Martín, con una mirada que denota su tristeza y su infelicidad; y Eneko Sagardoy como Joaquín, el gigante desde todos los puntos de vista posibles, un actor entregado a un papel que en otro pudo caer en el ridículo.
Su rostro y expresiones son sublimes, se nota que ha estudiado a la perfección los rasgos de las personas acromegálicas, lo que hace que el espectador empatice desde el primer momento en él.
Son distintos modos de ver y enfrentarse a un mundo, que no ha tenido en cuenta sus particulares intereses a la hora de otorgar cualidades.
Pero es Martín, sobre quien recae el punto de vista de la narración.
Más conocido es el padre de ambos, Ramón Agirre, el único intérprete español que puede decir que ha trabajado a las órdenes de Michael Haneke; sin olvidar al gigante real figurante, un argelino exjugador de baloncesto de 2,32 metros y nombre Saad Kaiche, cuya vida es de película, pues tras fracasar en el baloncesto, acabó mendigando en las calles de Barcelona.
Fue cuando los directores de Handia se propusieron rodar la película sobre el gigante de Altzo, que se toparon con un problema:
El actor que le daría vida, Eneko Sagardoy, medía 1,84
¿Cómo hacerlo pasar por un gigante de más de 2,40?
Los productores encontraron a Kaiche en Barcelona; y recurrieron a David Heras, un especialista que, por su brillante trabajo dando solución a este problema.
La mayor parte de las escenas, se solventaron con alzas y zancos; pero también con tecnología.
Primero, Saad Kaiche rodó las escenas; después cambiaban digitalmente su cabeza por la de Eneko Sagardoy; pero en producción, a Kaiche lo tuvieron medio oculto durante el rodaje, para que no se descubriese el secreto para hacer creíble al gigante en la gran pantalla; y dejó mucho cariño en las localidades donde se grabó la película, pues evidentemente, no pasaba desapercibido.
Por otra parte, Handia tiene algunas referencias en el arte, y hablamos del cuadro de Goya, “El Coloso” (1808-1812), donde se nos presenta al pueblo español como un gigante surgido de Los Pirineos, para oponerse a la invasión napoleónica.
Aquel gigante pasó de la lucha/defensa, orgulloso y erguido, a la melancolía, sentado, reflejando el ánimo de muchos españoles, un sentimiento colectivo del que su creador participaba.
Es el desasosiego, y la melancolía el ánimo de toda la película y lo que acaba por ser quizá el espíritu de los 2 hermanos, y de la misma época.
Por otra parte, cabe hablar de La Guerra Carlista, a la cual se hace referencia en el film, y al sentimiento nacionalista propio de esa época.
No voy a entrar en los detalles del conflicto, pero sí en lo que refleja Handia, y es que el campo y las pequeñas ciudades del País Vasco y Navarra, apoyaron mayoritariamente al pretendiente Carlos, debido a su tradicionalismo foral, gracias al apoyo que le dio el bajo clero local.
En Handia, la presencia del clero en la unidad familiar, es clara; además Handia propone ese sentimiento de que la familia, la cultura y la identidad, se vean amenazadas frente al progreso, lo cual es una de las bases del sentimiento nacionalista.
Ya dije que aunque no hay posición referida, los autores nos ponen sobre la mesa las circunstancias o el reflejo de la realidad de la época, para que cada uno desde la posición que tenga, dialogue con el film.
En segundo lugar, y aquí viene lo polémico, creo que subyace tras el film, un relato angustioso…
Ciertamente, además de la fábula sobre el crecimiento personal y afectivo, me temo que esconde una alegoría sobre el pueblo vasco, de esas que ya están muy manidas.
De este modo, el gigante es presentado como un hombre rural, con tradiciones y culturas propias, muy ajenas a las del mundo en general.
¿El hecho de que sea precisamente un coloso, no es una metáfora sobre la grandeza del pueblo vasco?
Pero de repente, es paseado por el resto de España, donde sufre la burla de los que van a visitarlo, incluso por el modo en que habla.
¡Hasta La Reina Isabel II se mofa de él, y lo humilla!
De hecho, solo encuentra consuelo en brazos de una mujer inglesa…
¿Es casual, después de la vinculación que siempre ha existido entre El Reino Unido y el nacionalismo vasco?
Sin desvelar nada, el final parece indicar, según esta tesis expuesta con premura, que los vascos son diferentes, incomprendidos por el resto del mundo, especialmente por los españoles, que incluso los humillan, y que por ello, deben fortalecerse en sus costumbres y en su cultura, por lo menos salen celebrando misa, que eso siempre ha sido muy vasco, aunque hoy el discurso político vaya por otro lado.
Y parece que estemos frente a una historia del pasado, de leyendas o mitos que a lo mejor sí sucedieron de verdad…
Pero no hay que olvidarse de lo más importante y de lo que en realidad adquiere mayor peso; y esa circunstancia no es otra que la alegoría que tiene que establecerse entre el drama de ese gigante de Altzo que debe recorrer media Europa exhibiéndose como un monstruo y el espanto que soportan en la actualidad, aquellos que no pueden circular por dicho continente con libertad; sí, todos aquellos que se quedan al otro lado de la frontera, al ser considerados también diferentes.
Y ya puestos a hablar de “diferencia”, encontramos muy atinada la reflexión sobre el poder del dominante, que llega a considerar anormal o retrasado a quien no sigue sus propias normas, léase costumbres, tradición, religión, orientación sexual, raza o idioma.
Y también muchas veces nos hemos preguntado las razones por la que los hombres o mujeres acuden a las guerras.
No encontramos motivo alguno que pueda llevar a utilizar la violencia para la defensa de cualquier principio o interés, sea el que fuere.
Muy lejos se quedan las formas de reclutamiento carlistas de los entusiastas alistamientos en el ejército que nos tiene acostumbrados el cine de Hollywood.
¿Por qué estamos luchando?
Es una pregunta universal que debe dejar honda huella si se la cuestiona cualquier soldado en el campo de batalla.
Por último, la banda sonora compuesta por Pascal Gaigne, es uno de los aspectos más destacados de la película, y reafirma el talento del músico francés, que lleva varias décadas trabajando en España.
“Mundua aldatzen ari da”
(El mundo está cambiando)
El gigantismo, es una enfermedad hormonal causada por la excesiva secreción de la hormona del crecimiento, “somatotropina”, durante la edad del crecimiento, antes de que se cierre la epífisis del hueso.
Si ocurre después, recibe el nombre de “acromegalia”
Como se citó, el gigantismo es el crecimiento desmesurado, en especial de brazos y piernas, causado por un mal funcionamiento de la glándula hipófisis, acompañado del correspondiente crecimiento en estatura de todo el cuerpo.
Cuando aparece en la infancia antes de que la osificación normal haya finalizado, su origen suele estar en una sobreproducción de la hormona del crecimiento por parte de la hipófisis anterior.
Los defectos hereditarios que impiden la osificación normal durante la pubertad, permiten que el crecimiento continúe, lo que produce gigantismo.
Debido a que la hormona del crecimiento disminuye la capacidad de secreción de las gónadas, el gigantismo suele estar acompañado del debilitamiento de las funciones sexuales, y recibe entonces el nombre de “gigantismo eunucoideo”, que se caracteriza por una figura desproporcionada, con brazos y piernas demasiado largos.
Sin embargo, el gigantismo proporcionado no suele incluir estas alteraciones sexuales.
La mayoría de individuos afectados por cualquier tipo de gigantismo, presentan debilidad muscular y problemas vasculares en las piernas los más altos.
El estadounidense, Robert Pershing Wadlow, tuvo una altura de 2,72m, con un peso de 220kg antes de fallecer; siendo considerado “el hombre más alto del mundo en toda la historia”, del cual existen pruebas irrefutables, según El Libro Guinness de Los Récords; siendo conocido también como “Alton Giant” o “El Gigante de Alton”
Su gran tamaño y su continuo crecimiento durante la edad adulta, estaba provocado por una hipertrofia de la glándula pituitaria; pues no dejó de crecer hasta su muerte, al igual que le ocurrió a John William Rogan, la persona que ostentaba el récord de persona más alta de la historia hasta ese momento, con una altura de 2,69m
Como celebridad en Estados Unidos durante 1936, estuvo en la gira con el circo de los hermanos Ringling, y su gira promocional en 1938, con la INTERCO.
El 4 de julio de 1940, mientras participaba en el festival Manistee National Forest, una mala pisada le lastimó el tobillo, provocándole una ampolla que causó una infección.
Fue hospitalizado, y los médicos lo trataron con una transfusión de sangre y con cirugía de emergencia, pero su situación empeoró, y el 15 de julio de 1940, murió mientras dormía, a la edad de 22 años.
Más de 30.000 personas acudieron a su funeral el 19 de julio.
El ataúd medía 3 metros de largo, pesaba media tonelada, y requirió de 12 hombres para ser llevado a hombros.
Fue enterrado en una cripta de cemento sólido; porque se cree que la familia de Wadlow quería asegurarse de que su cuerpo no fuese profanado o robado tras su muerte.
Hoy, con 35 años, el turco Sultan Kösen, es oficialmente “el hombre más alto del mundo” tras haber sido coronado como tal, durante la presentación en Londres del Libro Guinness de Los Récords 2010.
Sultan mide 2,51m, aunque actualmente tiene un problema en la espalda que le impide erguirse totalmente.
Su antecesor, fue el chino Bao Xi Shun, de 2,3m
Kösen, creció como cualquier otro niño hasta los 10 años, cuando un tumor en la glándula pituitaria le provocó una enfermedad conocida como “gigantismo pituitario” que descontroló su ritmo de crecimiento.
Un técnico del Galatasaray SK de baloncesto, lo encontró en 2003 en un pequeño pueblo en la frontera de Turquía con Irak, medía por aquel entonces, 2,42m; y quería hacer de Kösen, un jugador de baloncesto profesional, pero pronto resultó evidente que le era físicamente imposible jugar.
En 2010, fue intervenido quirúrgicamente para extirparle el tumor, tras lo cual su cuerpo detuvo su crecimiento incesante; y hoy sufre de acromegalia.
También posee las manos y los pies más grandes del mundo, de 27,5 y 36,5 centímetros respectivamente.
Por último, y haciendo conexión con Handia, en octubre de 2017, El Diario Vasco recogía en un reportaje que Saad Kaiche, “el gigante de Handia”, se había asentado en Urretxu, una villa guipuzcoana de poco más de 6.000 habitantes.
Allí buscaba trabajo, y entrenaba a jóvenes de un equipo de baloncesto, esa gran pasión que lo llevó a Lugo hace algo más de 10 años en busca de un sueño que nunca llegó a alcanzar.
Y respondió al teléfono días después del éxito de Handia en la gala de los Goya, a la que no acudió:
“No estoy bien.
Tengo muchos problemas.
Mi madre está en un hospital.
No quiero entrevistas.
Me ponen nervioso las llamadas de la televisión”, comenta agobiado el gigante argelino, que tiene 7 hermanos en Ouled Mansour.
Su español ha mejorado, pero no lo suficiente para decir lo que parece sentir:
Los medios de comunicación y los anunciantes, lo han utilizado.
Puede que no le falte razón.
“Gizon handi bat, baina zerbait alferrikakoa eta beso bakarra duena”
(Un hombre grande, pero algo inútil y con un solo brazo)
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