Rich and Strange

“I don't want any pills.
I want some of the good things of life... money”

Uno de los ejercicios que menos llevan el sello de Alfred Hitchcock, y uno de los filmes menos “hitchcockianos” que se hayan visto, en el que prácticamente todos los nortes o aristas principales de su cine se encuentran ausentes, es en el género de la comedia.
Sin duda, era la época en que Hitchcock se encontraba todavía puliendo y depurando su particular estilo, en búsqueda de su gran tópico, el suspenso, más de una cinta inusual desarrollará por esos años, siendo por entonces aún los primeros filmes sonoros en los que Hitchcock va descubriendo y experimentando.
Y es que hay cosas que en el británico nunca cambian, sin embargo, como es la circunstancia de adaptar trabajos literarios a la pantalla grande, y reforzar la idea de mirarse al espejo, en su matrimonio, no fue un proyecto bien recibido por el público.
¿Por qué?
“Why should you be able to spend less on yourself than some women do on their rotten poodles?
Why shouldn't you have a hairdresser and a ladies maid?”
Rich and Strange es una comedia de aventuras, del año 1931, dirigida por Alfred Hitchcock.
Protagonizada por Henry Kendall, Joan Barry, Percy Marmont, Betty Amann, Elsie Randolph, Aubrey Dexter, entre otros.
El guión es de Alma Reville y Val Valentine; basados en la novela “East of Shanghai” de Cuthbert Quinlan Dale Collins; y según contara el mismo director, lo hicieron inspirándose en su Luna de Miel llevada a cabo en 1926:
“Tras un feliz matrimonio”
De aquí que los personajes se llamen, Fred por Alfred; y Emily, variación de Alma.
Hasta el apellido Hewitt, bien podría ser en alusión a “Hitch”
Pero el título “Rich and Strange”, más que un significado para cada uno de ellos, es una alusión a las palabras de la canción de Ariel, “Full fathom five” en la obra “The Tempest” de William Shakespeare que dice:
“Full fathom five thy father lies, / Of his bones are coral made, / Those are pearls that were his eyes:
Nothing of him that doth fade, / But doth suffer a sea-change / Into something rich and strange”
Por lo que Rich and Strange es una de las primeras películas de Hitchcock con sonido; y contiene muchas características de una película muda, como títulos de escena, estilos de actuación exagerados y maquillaje pesado; al tiempo que hay diálogo para solo alrededor de ¼ parte de la película.
Tal vez por ello el film no tuvo mucho éxito en su estreno, o porque la película puede que sea muy personal, que muestre mucho un estilo de humor muy personal, y por ello, el público no la recibió con el mismo entusiasmo como otras películas del director.
Aquí se relata la historia de un joven matrimonio formado por:
Un contable Fred (Henry Kendall) y Emily Hill (Joan Barry), un tímido e inocente matrimonio de clase media de Londres, que están pasando por un momento de aburrimiento y monotonía, pero de pronto, un tío rico les obsequia un viaje en crucero por Oriente, con todos los gastos pagos.
Durante la travesía, Fred y Emily se divierten muchísimo, pero pasan por una inesperada crisis matrimonial; esto traerá como consecuencia serios contratiempos en su viaje de regreso.
si bien viajan por las locaciones más exóticas y atractivas del mundo, muy pronto Emily conoce a un individuo:
El Comandante Gordon (Percy Marmont), con quien el adulterio pronto se concreta; mientras Fred se la pasa mareado en su camarote…
Pero el propio Fred, al sentirse ya mejor, conoce a su vez a una fémina, que al parecer es distinguida y de buen linaje, una Princesa extranjera (Betty Amann), con quien, si bien van más lento, finalmente también tienen un idilio.
Con el tiempo, Fred y Emily se dan la vida de ricos durante el viaje en el crucero, pero eran como extraños, por qué no se conocían como matrimonio.
Es durante el trayecto en que tienen distintas historias amorosas con desconocidos, que por una u otra razones acabarán fracasando; sin embargo, la pareja vuelve a reconciliarse, y retorna a Londres, y a su anterior vida.
Rich and Strange aborda el tema de la infidelidad matrimonial, para principios de la década de los 30s, donde el divorcio era un asunto tabú que se trataba con mucha discreción y confidencialidad, pero los tiempos han cambiado; y Alfred Hitchcock se atrevió a tocar el tema en el cine, tomando claras referencias personales.
El final de la historia no deja de tener un tono moral ajustado a las convenciones de su tiempo, en este sentido, es destacable el tratamiento a los piratas chinos que los rescatan del naufragio que sufren, y las costumbres que de ellos se detallan.
Por lo que hay 2 maneras de contemplar una película de una fecha ya tan remota como 1931:
Como un clásico, o como una parte de la historia del cine.
En este caso nos encontramos con una película interesante para aquellos que tengan interés por las primeras películas de Hitchcock, o por el primer cine sonoro británico, pero no una película que haya resistido bien el paso del tiempo; pues dista mucho de los mayores ejercicios fílmicos que el descomunal inglés supo producir, pero para los ávidos de su cine, un visionado al menos exigirá.
“Hello Fred.
I think you'll like me in this dress when it's done.
Oh, have you broken your umbrella?”
El gran Alfred Hitchcock lleva a cabo su 6ª incursión en el cine sonoro, durante su etapa británica, con esta cinta de título shakesperiano, a modo de una comedia dramática y ligera, cómica y grave, acertadamente escrita por Alma Reville.
¿Acaso sirve para conocer, como en un antiguo negativo fotográfico rescatado de un naufragio, otra faceta de la actitud personal ante la dinámica entre los sexos del genio inglés?
No sería de extrañar.
Estrenado durante el período de Hitchcock entre “The Lodger” (1927) y sus éxitos revolucionarios:
“The Man Who Knew Too Much” (1934) y “The 39 Steps” (1935), Rich and Strange fue un fracaso tanto en la taquilla británica como en la estadounidense.
La falta de éxito comercial y crítico de la película, a menudo se atribuye al hecho de que solo existe un diálogo para ¼ parte de la película, y que aún quedan muchas características de las películas mudas, incluidos títulos de escena, estilos de actuación exagerados y maquillaje pesado.
Por ejemplo, en una de las primeras escenas, Fred sale de su trabajo a casa a través del metro de Londres, y recuerda mucho a Charles Chaplin; y es en la composición, muy diferente a la típica puesta en escena de Hitchcock; al tiempo que el experimento de Hitchcock en actuaciones emotivas pre-sonoras sobre el diálogo, fue otro factor que contribuyó al fracaso del filme; sin embargo tiene un interesante arranque, haciendo una suerte de homenaje a los hermanos Lumière, pero la situación vista desde adentro, y con el personaje protagónico, Fred Hewitt, enseñándonos la suerte de tonto-infortunado que tendremos de aquí en adelante.
La joven pareja que conforman los Hill, viven una vida mundana de clase media en Londres, hasta que reciben una carta informándoles que un tío les dará, como adelanto contra su herencia futura, tanto dinero como necesiten para divertirse en el presente.
Inmediatamente Fred renuncia a su trabajo como empleado, y se van en un crucero por Oriente, pasando por parajes muy emblemáticos:
Fred muestra rápidamente su susceptibilidad a las náuseas mientras cruza El Canal de La Mancha; y en París, ambos están escandalizados por el “Folies Bergère”
Mientras navegan por El Mediterráneo, la enfermedad del mar de Fred lo mantiene en la cama; y es durante ese tiempo que Emily comienza una relación con un Comandante apuesto y un soltero muy popular en el barco.
Finalmente sintiéndose lo suficientemente bien como para aparecer en la cubierta, Fred se enamora inmediatamente de una Princesa alemana, que lo golpea en el ojo con el anillo de cuerda utilizado para jugar al tenis de cubierta, una combinación de tenis y “quoits” que entonces se jugaba ampliamente en los barcos; y los Hill comienzan a pasar su tiempo a bordo con sus nuevos amantes, hasta la virtual exclusión mutua, donde cada uno muestra sus planes de disolver el matrimonio.
En Colombo, la pareja accidentalmente y torpemente terminan uno al lado del otro en un “rickshaw” o vehículo ligero jalado por una persona.
Cuando los pasajeros desembarcan en el destino final de Singapur, Emily se va con Gordon a su casa; y cuando él revela que La Princesa es una farsa con el objetivo de robarle a Fred su dinero, se da cuenta de que no puede continuar con Gordon, y regresa para advertir a su marido.
Fred, que no le cree al principio, pronto descubre que su amante se ha fugado con £ 1000 de su dinero a Rangún; y se entera de que ella no era más que la hija de un dueño de una lavandería en Berlín, y una callejera común.
Los Hill solo tienen dinero suficiente para pagar la factura de su hotel, y reservar el pasaje a Inglaterra en un barco de vapor, y juntos emprende el camino a Londres.
Sin embargo, los problemas de Fred y Emily no han terminado, ya que el barco fue abandonado después de una colisión en la niebla.
Están atrapados en el naufragio y en la cabina, y se preparan para un final acuoso.
Pero por la mañana, sin embargo, se despiertan para encontrar el barco todavía a flote, y escapan por un ojo de buey.
Al tiempo que llega un junco chino, y la tripulación procede a saquear el barco.
Cuando Fred y Emily abordan el barco, se quedan sin ser molestados, e incluso son alimentados.
Finalmente regresan a casa, con su amor mutuo fortalecido, y aparentemente más sabio por sus experiencias.
En la última escena, en la casa en Londres, se ve a la pareja discutiendo de una manera que recuerda sus disputas inmediatamente antes de la llegada de la fatídica carta.
Nada ha cambiado, nada han aprendido…
¿Pero se quieren?
El tiempo ha pasado por Rich and Strange, pero se deja ver:
Correctas interpretaciones y algunos momentos de sorprendente profundidad; incluso en una cinta dominada por la comedia, que se encuentra mezclada en sus películas de suspense siempre, pero en menor grado; Hitchcock demuestra su enorme intuición psicológica.
Como producción, la película exhibe técnicas desarrolladas por Hitchcock en sus películas posteriores; donde los más notables son los decorados del barco, incluida la recreación de un barco de tamaño completo en un tanque de agua para los chinos.
El director también experimentó con técnicas de cámara y composiciones de rodaje; y si algo de reconocible hay en la presente e irregular cinta, entre los pocos elementos “hitchcockianos” que encontramos, está el tradicional comienzo del filme, con imágenes rápidamente encadenadas, que expresan mucho y sin palabras, nos plasman en segundos el mundo en el que se desenvuelve el insatisfecho Fred, el asfixiante y esclavizante sistema.
Lo primero que vemos es un lápiz y un libro contable, característicos elementos empresariales, luego un alejamiento de la cámara nos mostrará la fotografía completa, con una gran masa humana trabajando, formados con gran precisión en hileras, ordenados en interminables filas de escritorios, todos a la distancia, pero el encuadre de la imagen nos muestra más cercano un reloj.
Luego salen los empleados, en también interminables hileras, abordan el tren a casa, todo mostrado en frenético ritmo, típico inicio de filme “hitchcockiano”, todo configura el asfixiante y esclavizante mundo capitalista, la rutina oficinista de la que no hay escape, un mundo donde la individualidad se reduce a la nada, donde todos conforman una sola masa.
Pero Hitchcock no se detiene, es un maestro:
En medio de ese frenesí de imágenes, que casi sofocan como lo mismo que representan, inserta la imagen de un texto en un periódico, en el que se lee la pregunta:
“¿Eres feliz con tus actuales circunstancias?”, con lo que Hitch refuerza inequívocamente la idea de cansancio, de hartazgo de esa rutina, de esas circunstancias, que se extienden más allá de su trabajo, a su vida misma, el descontento, y hastío del hombre se hacen pues evidentes; así como el matrimonio.
Hitchcock continúa con su conocida economía narrativa, y prontamente nos muestra el detalle de la notificación.
Pronto y sin perder tiempo, y sin mayores explicaciones, sabemos ya que la herencia ha llegado, que el mundo del personaje principal ha cambiado.
Y así es toda la cinta, breve y sucinta, muestra lo justo, pocos personajes, pocos escenarios, espacios mínimos, el crucero, economía de recursos.
Es indudablemente una de las cintas de este período de Hitchcock, el periodo británico, y se nota, cintas en las que su estilo definitivo, el suspenso, aún no se definía del todo, cintas que se alejan un poco o mucho en este caso, de las vertientes por donde discurre el cine del mejor Hitchcock.
El que únicamente conoce las obras maestras del británico, encontrará las obras de este estadio como irreconocibles, y ciertamente son atípicas, la tonalidad del filme que se advierte desde el inicio:
Hay una ausencia casi total de sus nortes artísticos, se siente inocua la historia, sabiendo lo que después Hitchcock produciría.
Empero, vaya que la cinta es identificable en este periodo de Hitchcock, en el que pareciesen haber casi otros tópicos en el inglés, se siente particularmente cercana, en muchos aspectos, a “Champagne” (1928), con el obvio detalle del fastuoso crucero, mostrando los lujos y frivolidades de la clase acomodada, sus caprichos, liviandades, situaciones que bordan lo absurdo; pero con el interior lleno de hastío, temas que ya había abordado también en “The Skin Game” (1931), donde se retrata a la aristocracia, pero desde una perspectiva más fatalista, siempre plasmando sin embargo, sus relaciones humanas, sus defectos, sus complejos.
Al parecer es un tema que atrajo a Hitchcock por aquellos años, siempre dejando a su vez un detalle o enseñanza moral, como después advertiría y reivindicaría el gran Truffaut.
Es pues moralizante el filme, los Hill buscaban afuera una satisfacción que terminan por descubrir siempre estuvo ahí, entre ellos mismos.
A su vez, pareciese como si Hitchcock casi extrañara algunos elementos del cine mudo, como se puede apreciar en los numerosos cuadros de texto que aparecerán durante la cinta, documentando la travesía, sus destinos, las escalas que hacen en su dilatado viaje internacional.
Así se siente una cinta plana, sin que se rompa la linealidad del filme, aunque ciertamente la historia no invitaba mucho a ello, pero Hitchcock en filmes afines, ya había sabido encontrar, en donde parecía que no había oportunidades para insertar experimentos audiovisuales, algo a lo que en el presente trabajo no se animó.
Entre las escasas aventuras visuales en la realización de la cinta, algunas superposiciones de planos que hace el cineasta para retratar los mareos de Fred, pero lo dicho, son escasas algo lamentables.
Al tiempo que cuenta con una edición con muchos cortes rápidos, demasiado rápidos que dificultan saber qué está pasando.
Apreciables, eso sí, son algunas metáforas:
La esposa pronto conoce a un caballero, le va confesando algunas de sus dificultades matrimoniales; mientras Fred descansa en su camarote, mareado, como si las penurias de su vida se extendiese aún en altamar, como si siguiese mareado, con estupor de su vida…
Asimismo, mientras ella va cayendo a los encantos del Comandante Gordon, ella va deseando también liberarse de su rutina, en la que se siente atrapada, desea liberarse de esas cadenas que la tienen atada, como esas cadenas que se enfocan a los pies, mientras ellos buscan una locación más adecuada para su amorío clandestino y adultero.
Finalmente triunfará su amor, aunque quizás ese desenlace feliz haya obedecido más a los cánones de la época, que al gusto del propio Hitchcock, esto pues era impensable e inaceptable para entonces, que la pareja hubiese terminado rota, cada uno con sus respectivos amantes de turno, con la falsa Princesa que se pasea con frescura por el barco, y que en realidad es una prostituta, hablando incluso con Emily, con un cinismo notable.
Vemos que es el filme, un breve estudio de las relaciones humanas, del tedio, del hastío, aburrimiento ante una existencia que absorbe, subyuga, que elimina con su rutina el gusto por vivir, donde se aprecian frustraciones, pasiones, libídine, pero finalmente, el amor verdadero y original es el que triunfa.
Apreciamos también la metáfora del hundimiento, pues el suntuoso transatlántico, pese a su lujo y seguridad, se hunde, como su aventura misma; falla, como los efímeros idilios que tuvieron; es falso, como el artificial linaje de La Princesa; se extingue, como la vida del chino ahogado; pero su unión resurge, renace, como el hijo recién nacido, reverdece su amorío, es increíble que esos últimos 10 minutos encierren tanto, más que el resto del filme.
Y es que el elemento de los piratas chinos es crucial, simbólicamente ellos salvan al matrimonio de la falsedad de su inicial y aparente felicidad en el crucero, ellos, pese a su pasmosa frialdad, dejando ahogarse impasiblemente a uno de sus camaradas, con ellos, los Hill comen con las manos alimentos extravagantes; o asistiendo de modo ecuánime al alumbramiento de un bebé, donde nace una nueva vida, como nace una nueva existencia para los Hill.
Rich and Strange se salva por sus toques de comedia, y por las entre líneas sobre el matrimonio, y hay 1 o 2 momentos románticos entre Emily y Gordon, y por un par de truquitos que consiguen resultar simpáticos, como el reloj de pared que gira cuando Fred mueve su reloj de pulso, y las palabras que saltan del menú dando cuenta de la fiebre del cornudo.
No obstante, que la historia hace agua por donde se la mire, por su falta de línea coherente, a Hitchcock se le abona que ésta es una de las más sinceras comedias autobiográficas que hayamos podido ver, pues él se recrea a sí mismo y a su mujer, como una pareja del montón, con algunos pelos de tontos, y sin nada que nos haga sentir inferiores en manera alguna, pues, hasta el dinero con el que aquí hacen el crucero, les cayó literalmente del cielo, sin exagerar ni un ápice.
Como errores de producción, cuando La Princesa hizo su salida final, Fred y Emily sienten la presencia del hombre que viene a limpiar la habitación; pero al final de la escena, el hombre estaba parado en la entrada diciendo algo, pero no se puede escuchar porque se eliminó el audio; o que 2 personas a punto de morir mientras se hunde el barco, se duerman, es mucho pedir…
El título estadounidense “East of Shanghai” revela una ligera ignorancia de la geografía asiática:
El más lejano al este, es Singapur, que se encuentra a unos 2000 kilómetros, unas 1250 millas al oeste del meridiano de Shanghai.
Como dato, recordar que era 1931, un tiempo donde una película no puede hacer triunfar el adulterio.
En la escena del hotel de Singapur, donde se confiesan sus intentos de mutuo adulterio, se deja claro la situación de la época:
Él “casi” la engaña, ella pudo abandonarlo, pero al final no quiso.
Alfred Hitchcock dijo una vez, que aunque la película no tuvo éxito, tuvo una de las escenas más divertidas en las que un marinero chino sirve comida a Fred y Emily, y les gusta lo que comen hasta que descubrieron que la carne que les servían era un gato…
Como intérpretes, Hitchcock eligió a Henry Kendall, actor que parece que tuvo mejor suerte en el teatro que en el cine, y que aquí no conmueve en absoluto.
Y para el rol de Emily, se decidió por Joan Barry, una linda rubia que había prestado su voz para doblar a Anny Ondra en la película “Blackmail” (1929) y que, en pocos años, dejaría la carrera porque su marido, un machista banquero, la reclamó para que se dedicara “como toda buena mujer” a cuidar a los niños de ambos, elegante manera entre los actores, y otros pobres diablos, de camuflar la verdadera razón que son los celos.
Pero Rich and Strange fue el papel más notable de Henry Kendall; y creo que, entre los personajes de comedia “a lo Hollywood” o “a la inglesa”, Fred Hewitt y la doncella de gafas que también viaja en el barco, podrían estar en la lista de los tontos menos graciosos de la historia del cine.
Con todo, se advierte que en este tipo de avatares, dramas humanos enmarcados en historias más bien inocuas, que se sienten inofensivas, pierde el cineasta toda la efectividad y contundencia de la que sabemos es poseedor cuando realiza lo suyo, el suspenso; pero se debe tener paciencia y comprensión, el genio estaba en los momentos finales de su formación.
Lo mejor estaba ya por venir.
Este no es un filme extraordinario, pero que sirve para seguir estudiando y configurando una comprensión global de la filmografía de tan referencial cineasta.
“The good little women like you don't want enough”
Se puede decir, que aún las obras menores de Alfred Hitchcock son consideradas un clásico del cine; pues su obra le ha valido el calificativo de “El Maestro del Suspense”; pero hubo alguien que vivió “a la sombra” del director, ayudándole a impulsar sus películas, y a convertirse en el peso pesado que es hoy en Séptimo Arte, y es Alma Reville.
Si bien su nombre es recordado por ser ella “la esposa de Hitchcock”, su paso por el cine fue más que eso.
Reville, nacida en 1899, se conoció con su futuro marido a inicios de la década del 20, cuando ambos trabajaban en el Famous Players-Lasky, estudio de Paramount en Londres.
Él como director, y ella en el equipo de montaje.
Conocida como Lady Hitchcock, Reville se casó con el afamado director inglés en 1926.
Ella se volvería su mano derecha, y seguirían juntos hasta la muerte de él, en 1980.
Desde entonces, se convirtió también en una guionista reconocida por su talento como editora, y su capacidad para detectar inconsistencias en los guiones, aunque era opacada por la existencia de su esposo, quien dirigió en 1927, “The Ring”, el primer guión de Reville que se hizo película.
Y en 12 años, de 1927 a 1939, 23 de sus guiones, fueron llevados a la gran pantalla.
Pero Alfred Hitchcock fue un buen marido que siempre fue infiel, más de pensamiento que de hecho, a su esposa de toda la vida.
Amaba profundamente y respetaba a su mujer, Alma Reville, pero deseaba a todas las demás mujeres, con preferencia a las rubias protagonistas de sus películas.
Era un caballero católico y considerado, tan reconocible como el 90% de sus congéneres masculinos contemporáneos.
Aun así, la revelación de la hija de la pareja, Patricia Hitchcock en su libro, “Alma Hitchcock: The Woman Behind The Man”, no se opone a los rumores sobre su padre, acostumbrado a rodearse de rubias imponentes para sus filmes, diciendo:
“Hitchcock no estuvo exento de acusaciones sobre acoso sexual”
Tippi Hedren, protagonista de “The Birds” (1963) y “Marnie” (1964), ha sostenido en varias ocasiones, que su carrera no prosperó, porque ella no sucumbió a las insinuaciones de Hitchcock:
“Alma era un enigma para todo el mundo”, dijo Hedren.
Para ilustrarlo, aseguró que una vez, Alma se le acercó y le dijo:
“Tippi, siento que tengas que pasar por esto”, y cuando Hedren le respondió que “podrías pararlo”, Reville solo “miró para otro lado y se fue”
Más adelante se generó otro rumor:
Una supuesta infidelidad de Reville con Withfield Cook, otro escritor con quien había colaborado en el desarrollo de un guión.
Así pues, como en Rich and Strange, la genialidad no se salvó de la vulgaridad.

“I couldn't wear this!
People will think we're not married”



Comentarios

Entradas populares