The Man Who Knew Too Much – 1956

“A single crash of Cymbals and how it rocked the lives of an American family”

Alfred Hitchcock, probablemente el director de cine más popular de la historia, aunque no estaría de más hacer una especie de encuesta y comprobar si Stanley Kubrick le ha robado ese título… creo que la cosa estaría muy reñida.
Cuando se habla de él se tiende, un poco injustamente, a separar su obra en 2 períodos:
El británico y el Hollywoodense, dándole mucha más importancia al segundo, en el cual realizó películas tan grandes como “Vertigo”, “Psycho”, o “The Birds”, por poner sólo 3 ejemplos; y sin ningún precedente en la época, Alfred Hitchcock versionó su propia obra con The Man Who Knew To Much en 1956.
Film que creó por primera vez en 1934, bajo suelo británico.
La versión del 34 era ya una excelente muestra del estilo del realizador londinense, y una más que decente del cine de intriga.
Con un mayor presupuesto y encabezándolo con 2 estrellas del celuloide, el proyecto creo un remake que no sólo mejora el film en el que se basaba, también crea una de las mejores cintas jamás creadas en el género del suspense.
“A little knowledge can be a deadly thing!”
The Man Who Knew Too Much es una película de suspense, del año 1956, dirigida por Alfred Hitchcock.
Protagonizada por James Stewart, Doris Day, Brenda de Banzie, Bernard Miles, Ralph Truman, Daniel Gélin, Mogens Wieth, Alan Mowbray, Hillary Brooke, Christopher Olsen, Reggie Nalder, Richard Wattis, Noel Willman, Alix Talton, Yves Brainville, Carolyn Jones, entre otros.
El guión es de John Michael Hayes; y es un remake de la versión británica homónima dirigida por el mismo Alfred Hitchcock en 1934, que protagonizaron Peter Lorre, Leslie Banks y Edna Best.
En su trama, recupera el recurrente tema de su autor, sobre el hombre corriente envuelto en ambientes peligrosos.
La película es la 2ª de Hitchcock que usa este mismo título después de su propia película de 1934, pero con una trama y guión significativamente diferentes.
Un mes antes de comenzar a rodar este “remake”, Hitchcock se había convertido, por fin, en ciudadano de EEUU; por consiguiente, no es disparatado ver a esta segunda versión como el tributo del director a su 2ª “madre patria”
El guionista, John Michael Hayes, fue contratado con la condición de que no viera la versión anterior, ni leyera su guión, y todos los detalles de la trama de esta versión provenían de una sesión informativa con Alfred Hitchcock.
Solo las escenas de apertura del guión estaban listas cuando la filmación comenzó, y Hayes tuvo que enviar por correo aéreo las siguientes páginas de guiones cuando las terminaba.
El título de trabajo de esta película fue “Into Thin Air”; y John Michael Hayes escribió el guión basado en un tratamiento escrito por Angus MacPhail.
Sin embargo, Hayes se enfureció cuando Alfred Hitchcock presentó los nombres de Hayes y MacPhail para recibir el crédito por el guión.
Hayes exigió que se enviara el crédito para su arbitraje al Writers Guild of America, que juzgaba a Hayes como el único autor.
Aunque tuvo éxito en su intento de obtener crédito, causó una brecha entre Hitchcock y Hayes, que nunca sano.
Además, una de las dificultades que enfrentó Alfred Hitchcock con esta película, fue que tuvo que comenzar a rodar antes de que el guión estuviera terminado.
Y es que Alfred Hitchcock consideró por primera vez una nueva versión estadounidense de la película de 1934, en 1941, pero solo trajo de vuelta la idea en 1956, para hacer una película que cumpliría una demanda contractual de Paramount Pictures.
El estudio estuvo de acuerdo, en que era una película que podría adaptarse bien a la nueva década; y originalmente iba a ser producida por Paramount Pictures y Patron, una compañía que será propiedad conjunta de James Stewart, Doris Day y Alfred Hitchcock.
Cuando la película finalmente se presentó ante las cámaras, la productora fue Filwite Productions, Inc., copropiedad de Hitchcock y Stewart.
La razón por la cual Day no se incluyó en el acuerdo de producción final, no se ha divulgado públicamente...
Sin embargo, pudo haber tenido algo que ver con el esposo y gerente de Day en ese momento, Martin Melcher, un hombre absolutamente despreciado y considerado turbio por muchos en Hollywood.
La película terminó la producción con 37 días de retraso, incluidos 6 días de cierre.
Los memorandos internos de Paramount, muestran que la película superó con creces su presupuesto original, con un costo de $ 1,834.000, sin incluir los salarios de las estrellas y los directores.
No obstante obtuvo $11,3 millones en taquilla; y obtuvo una nominación a La Palme d’Or en El Festival Internacional de Cine de Cannes, y la película gano el premio Oscar por Mejor Canción Original con “Qué será, será” para Jay Livingston y Ray Evans.
Posteriormente, en 1965, Alfred Hitchcock y James Stewart presentaron una demanda de $ 4,000.000 contra Paramount Pictures, argumentando que su acuerdo de 8 años con el estudio había terminado, y que Paramount había violado su derecho de autor, televisando la película.
El director y el actor, también solicitaron que Paramount les devuelva el negativo original de la película.
La disposición final de este juicio no se ha hecho pública, pero la película no estuvo disponible para la exhibición comercial durante muchos años, porque sus derechos, junto con otras 4 películas del mismo período, fueron comprados nuevamente por Alfred Hitchcock, y abandonados como parte de su legado para su hija; y han sido conocidos por mucho tiempo como el infame “Five Lost” de Hitchcock, entre los cinéfilos, y fueron reestrenados en cines alrededor de 1984, después de una ausencia de 30 años; siendo los otros:
“Rope” (1948), “Rear Window” (1954), “The Trouble with Harry” (1955), y “Vertigo” (1958)
The Man Who Knew Too Much es la película N°48 del Maestro del Suspense.
Se rodó en exteriores de Londres y Marruecos, y en los platós de Paramount Studios en Hollywood.
El rodaje en Marrakech tuvo algunas complicaciones, al intentar rodar a toda prisa, tratando de terminar antes de que comenzara El Ramadán.
La acción tiene lugar en Marrakech, Marruecos; y Londres, en 1955, a lo largo de varios días.
Henry “Hank” McKenna (Christopher Olsen), su padre Dr. Benjamin “Ben” McKenna (James Stewart) y su madre, Josephine “Jo” Conway McKenna (Doris Day) se van de vacaciones a Marruecos.
En el autobús conocen a Louis Bernard (Daniel Gélin), un hombre un poco extraño…
Luego, en Marruecos, Bernard es apuñalado mientras corría en la ciudad disfrazado de marroquí; y antes de morir, le pide a Ben que entregue unos documentos a las autoridades.
En su agonía, Bernard le revela a Ben, que es un espía, y ha descubierto un complot para asesinar a un hombre de Estado (Alexis Bobrinskoy)
Bernard le encomienda a Ben, la misión de evitar el magnicidio.
Este secreto pone en peligro la vida de Hank, quien es secuestrado por Lucy (Brenda De Banzie) y Edward Drayton (Bernard Miles) los autores del complot, con el fin de que Ben y Jo no lo divulguen a las autoridades inglesas.
Ben y su esposa, van a Londres, y tratan por su cuenta de liberar a su hijo, pasando memorables equívocos.
Ben entra en la tienda de un taxidermista llamado Ambrose Chapell (George Howe), en inglés, “Capilla de Ambrosio”, siendo confundido con un demente…
Al llegar a la verdadera Capilla de Ambrosio, Ben descubre que el reverendo y las damas de honor, son los espías del complot.
Aunque lo atrapan, Ben logra escapar.
El magnicidio se ha de realizar durante un concierto en el Royal Albert Hall de Londres; y en una escena de mucho suspense, Jo ve al asesino, que se prepara para disparar desde un palco; pero Jo lanza un grito que distrae al asesino, y lo hace fallar en su intento de asesinar al Jefe de Estado.
En represalia, los villanos se llevan a Hank a una embajada, nunca se aclara exactamente de qué país son los villanos, y de qué país es el gobernante; mientras Jo y Ben asisten a una recepción en la embajada.
Con su famosa canción “Qué será, será”, Jo consigue localizar a Hank:
Ella canta, y el niño responde silbando.
Ben forcejea con el asesino, quien cae por una larga escalinata y se desnuca, se dispara con su propia pistola y muere.
El film explica una historia dramática de misterio e intriga que deviene un “thriller” de espionaje; retoma el tema de la persona normal que, sin buscarlo, se ve envuelta en asuntos peligrosos, y enfrentada a un misterio que le supera.
Reitera sus manifestaciones de simpatía por la mujer rubia, desenvuelta y guapa, como había puesto de relieve con anterioridad su director.
Los problemas familiares de Ben y Jo, reflejan los de Hitchcock y su mujer, y el viaje intercontinental que realizaron huyendo de La Segunda Guerra Mundial.
Si en los films del realizador, siempre es importante la música, éste es uno de los más relevantes, pues incluye 13 minutos del “Storm Clouds Cantata” de Arthur Benjamin, y 10 minutos de recital en la embajada, que sirven bien para disparar las intenciones dramáticas y de suspense.
El núcleo de la intriga, está construido con la ayuda de pistas falsas, malentendidos, simulaciones, conspiraciones, traiciones e imprevistos, que elevan el film al nivel de atractiva pieza de misterio y suspense, con momentos culminantes como la llegada de Ben al local de los taxidermistas, y los incidentes que se producen en el interior del mismo, y como de costumbre, no exenta de grandes virtudes narrativas que impregnan la trama de un elevado sentido de intriga y notables pinceladas de humor, que sólo el director inglés sabía producir.
“A man... a statesman... is to be killed... assassinated in London.
Soon... very soon.
Tell them in London... tell them to try Ambrose Chappell...”
Durante años, Hitchcock había querido volver a hacer el film The Man Who Knew Too Much.
En 1941, bajo contrato con David O. Selznick, había considerado seriamente retrabajar la historia para darle un escenario estadounidense, pero no pudo resolver el ángulo político.
Cuando volvió a revivir el proyecto a mediados de los 50, decidió retener la línea general de la historia, pero apartarse del aspecto decidido de “thriller” y localizarse en el drama de la familia.
En mayo de 1955, comenzó la producción; por fin, Hitchcock tenía la oportunidad de hacer algo que siempre había querido:
¡Mejorar su propio trabajo!
Lo primero que hay que destacar de esta película, que bien podría ser calificada de “superproducción”, es su gran despliegue técnico y artístico.
Si bien es sabido que el realizador inglés no escatimaba recursos de ninguna índole a la hora de rodar sus películas, lo cierto es que en este caso el esfuerzo de producción es brutal.
Para prueba, basta esas numerosas escenas en exteriores, siendo necesarios cientos de extras, y un gran nivel de ambientación; y es la primera de una serie de obras que el director realizó con un equipo consolidado de colaboradores que incluían a:
Robert Burks, en dirección de fotografía; George Tomasini en edición; Henry Bumstead en diseño de producción; Edith Head en vestuario; Bernard Herrmann en música; y Herbert Coleman en producción.
Hitchcock prefería trabajar con personas a las que ya conocía, en cuyas habilidades podía confiar, y que ya sabían lo que él deseaba y esperaba de ellas, y si prestamos atención a los nombres que anteceden al director en los títulos, veremos que no es casual que se repitan en las películas más logradas, desde lo técnico, y más reconocidas y queridas por el público general.
El mismo principio se aplica para el protagonista masculino de esta película:
Hitchcock nuevamente trajo a James Stewart para ser su protagonista, ya que consideraba al actor como un socio creativo, y Paramount quería una sensación de continuidad entre sus obras.
Y es que The Man Who Knew Too Much de 1934, con producción de Gaumont–British, fue un gran éxito de crítica y de público, que ayudó a establecer la reputación de Hitchcock como un Maestro del Suspense cinematográfico.
El compacto y ágil guión, estaba basado en una historia de Bulldog Drummond que había adaptado Charles Bennett, con un redactor de periódicos, D.B. Wyndham–Lewis, haciéndose cargo de los diálogos.
La historia era simple, pero llena de suspense:
Una pareja inglesa de vacaciones en Suiza, se entera del plan para matar a un dignatario extranjero.
Y aquí suceden algunos cambios:
Mientras se encontraba de vacaciones en Europa después de una conferencia médica en París, el médico estadounidense Ben McKenna y su familia, quienes conforman:
Su esposa Jo y su hijo Hank de 11 años, viajando en un autobús en el Marruecos francés, cuando Hank accidentalmente saca el velo de una mujer musulmana.
Se evita un incidente internacional, cuando Louis Bernard, un francés, intercede en nombre de los McKenna.
Mientras Ben está feliz de contarle a Louis todo sobre su familia y sus excursiones planificadas en Marrakech, su esposa Jo sospecha del interrogatorio constante del francés.
Esa noche, Louis se encuentra con los McKenna en su habitación de hotel para cenar, pero repentinamente cancela sus planes para la cena, cuando Rien (Reggie Nalder), un asesino a sueldo, aparece en la puerta de McKenna.
Más tarde, en un restaurante árabe, Ben y Jo conocen a una pareja británica, los Drayton, que dicen ser fanáticos de Jo, que era una conocida cantante antes de casarse con Ben.
A la mañana siguiente, McKenna y Drayton se reúnen en el mercado local.
La frivolidad habitual de la multitud del mercado, se rompe cuando un hombre perseguido por la policía, se derrumba en los brazos de Ben, después de haber sido apuñalado fatalmente en la espalda.
Es Louis, disfrazado de árabe, quien, con su último aliento, le dice al médico que hay un plan para asesinar a un estadista anónimo en Londres.
Con su último aliento, Louis le dice a Ben, que vaya a Londres para contactar a las autoridades, y decirles que “vayan a Ambrose Chapel”
Mientras los McKenna son llevados a la estación de policía para ser interrogados, Mrs. Drayton acepta cuidar a Hank en su ausencia.
Un detective de la policía, revela que Louis Bernard era un espía que trabajaba para el gobierno francés.
En ese momento, Ben recibe una llamada telefónica de un hombre misterioso, que le informa que Hank ha sido secuestrado, y amenaza con dañarlo a menos que los McKenna no le digan nada a la policía sobre las últimas palabras de Bernard.
Después de llegar al hotel, Ben descubre que Mrs. Drayton nunca regresó con Hank, y que su esposo, Mr. Drayton, salió hace media hora.
Después de darle un sedante a la nerviosísima Jo, Ben le informa a su esposa que su único hijo ha sido secuestrado.
Conscientes de que los Drayton salieron de Marrakech en un avión privado, Ben y Jo deciden ir a Londres, y buscar a Hank allí.
Recibidos en el aeropuerto por los fanáticos de Jo y la policía, los McKenna son entrevistados por el Inspector Buchanan (Ralph Truman) de Scotland Yard, quien les dice que él es muy consciente de la razón por la cual secuestraron a su hijo.
A pesar de las súplicas de su esposa, Ben se niega a decirle al inspector lo que Louis le dijo, alegando que el agente secreto británico le había hablado en francés.
Jo recibe una llamada telefónica de Mrs. Drayton, quien le permite a los McKenna, hablar brevemente con Hank.
Entrando en un hotel de Londres, los McKenna intentan llamar a Ambrose Chappell, el nombre que Louis le dijo a Ben, pero son interrumpidos por la llegada de los viejos conocidos de Jo:
Val (Alan Mowbray) y Helen Parnell (Alix Talton), Jan Peterson (Hillary Brooke), y Cindy Fontaine (Carolyn Jones)
Mientras Jo se queda atrás con sus amigos, Ben se escabulle por la entrada de servicio del hotel para encontrarse con Chappell.
En la tienda de taxidermia de Ambrose, Ben tarda en darse cuenta de que ni Ambrose Sr., ni Ambrose Jr., están involucrados en el secuestro de su hijo, y se ve obligado a escapar rápidamente, antes de que llegue la policía.
Mientras tanto, en el hotel, Jo se da cuenta de que “Ambrose Chappell” es un lugar, no una persona, y ella es pronto encontrada allí por Ben.
Dentro de la iglesia, Hank está cautivo por los Drayton, que son los líderes de un grupo anarquista internacional.
Una asistente está asignada a vigilar a Hank.
También está Rien, que recibe instrucciones de los Drayton sobre el momento exacto durante el concierto de Albert Hall en el que debe cometer el asesinato:
En un clímax de la ejecución de una cantata.
Los McKenna entran a la capilla, justo cuando el servicio, administrado por Mr. Drayton, está a punto de comenzar.
Mientras Ben se queda adentro, Jo se va para llamar a la policía, por lo que los Drayton cortan el servicio.
Al escuchar la voz de su hijo, Ben se apresura a ayudar a Hank, solo para ser golpeado por uno de los secuaces de Drayton.
Para cuando la policía llega a la capilla, los Drayton han escapado con Hank.
Al negarse a ingresar a la iglesia cerrada sin una orden de allanamiento, la policía se va, por lo que Jo llama a la estación de policía para pedir ayuda.
Ella le pide hablar con Buchanan, pero le dicen que se encuentra en una importante función diplomática en un concierto en Albert Hall.
Cuando el policía se niega a contactar a Buchanan, ella se dirige sola a Albert Hall para encontrarlo.
Cuando Rien la ve allí, el asesino le recuerda a Jo, que la seguridad de Hank depende de su silencio.
Mientras tanto, Ben escapa de la capilla cerrada subiendo la cuerda de la campana de la iglesia, y también se dirige al concierto…
Al darse cuenta de que Rien está a punto de dispararle al Primer Ministro extranjero visitante, Jo grita, causando que el sorprendido asesino simplemente hiera al dignatario en el brazo.
Ben, luego salta a Rien, y en su intento de escapar, el asesino cae desde el balcón hasta su muerte.
En la embajada, los Drayton se esconden allí donde son informados por el embajador (Mogens Wieth), quien los contrató para el trabajo de asesinato, que su intento de asesinato ha fracasado.
A pesar de la objeción de Mrs. Drayton, el embajador le ordena a su marido, que mate a Hank.
Con la policía incapaz de ingresar a la embajada debido a la inmunidad diplomática, los McKenna entran solos, como invitados del agradecido Primer Ministro; y a Jo se le pide que actúe para los invitados, y Hank reconoce pronto su voz para cantar.
Bajo las instrucciones de Mrs. Drayton, el joven silba junto con su canto, guiando a Ben a la habitación en la que su hijo está detenido.
Mr. Drayton aparece, pero en lugar de matarlos, decide utilizar a Ben y Hank como escudos humanos durante su escape de la embajada.
Mientras descienden por la gran escalera, Ben empuja a Drayton, y el espía es asesinado cuando cae en su propia pistola, disparándose.
En la escena final, los McKenna reunidos, regresan a su habitación del hotel, donde los amigos de Jo han estado esperando todo el tiempo.
En cuanto a la estructura de la película, la versión de 1934 sufre mucho por la larga escena del tiroteo que culmina con el rescate de la hija de los Lawrence (Nova Pilbeam); por lo que esta versión tiene una estructura mucho más equilibrada, y desde las primeras escenas, el director construye el suspenso para lo que vendrá en la sección media.
La sucesión de encuentros pretendidamente casuales entre los personajes que se da durante la primera parte, nos pone en alerta.
Sabemos que algo está por pasar, y durante ese tiempo, el director juega con nosotros, aliviando y aumentando la tensión.
Luego, cuando Louis Bernard muere en el mercado, pensamos “ya sucedió lo que esperábamos”, pero no… esa muerte es solo un “mcguffin”, y lo peor para los McKenna, todavía está por venir; además de confesarle Bernard que es un espía, y que tenía como misión evitar el asesinato de un Primer Ministro; una confesión por la que Hank será secuestrado para desesperación de sus padres que, envueltos en una trama de pistas falsas, conspiraciones, interrogatorios policiales, amenazas telefónicas y malentendidos, vivirán para recuperar a su hijo.
Se cumple así, de nuevo, una de las máximas del Hitchcock, que será el envolver a una persona normal, cotidiana, en ambientes turbios y peligrosos.
Durante el segundo acto, Hitchcock vuelve a utilizar la estructura basada en episodios para contar las peripecias de Ben y Jo a través de pequeñas historias con comienzo, desarrollo y desenlace:
Una secuencia en la que Ben llega a un taller de taxidermia en busca del misterioso Ambrose Chappell; otra, en la cual el matrimonio descubre a los Drayton en su rol de líderes de una comunidad religiosa; y la tercera, magistral y sin diálogos, en la cual Jo se debate entre salvar al diplomático arriesgando la vida de su hijo; o bien, dejar que lo maten, aunque eso no le da certezas de que su hijo le será restituido.
Durante esta última secuencia, de casi 10 minutos, Hitchcock utiliza la misma cantata que en la versión anterior, esta vez arreglada y dirigida, delante y detrás de la pantalla por Bernard Herrmann, y el montaje realizado, hace pensar en la escena del tranvía en “Sabotage” donde la sucesión de planos breves que muestran la bomba que el niño lleva escondida en latas de película, imitaba el tic-tac del reloj.
Aquí, los planos muestran alternadamente a la orquesta, al asesino, a la víctima y a Jo, en un montaje cada vez más acelerado, hasta llegar al choque final de los platillos que disimularán el sonido del disparo fatal.
Todo ello opera como un estallido de bomba metafórico, y aumenta la tensión y la angustia del espectador, que sufre en la misma medida que Ben y Jo.
Otro elemento que vuelve de películas anteriores, es aquella vieja premisa según la cual, Hitchcock utiliza todo lo que el entorno o las profesiones de sus personajes pueden ofrecerle.
En cuanto al entorno, el director aprovecha al máximo las posibilidades que brinda Marrakech como locación:
Las diferencias culturales, los mercados, la emoción y las aventuras que esta familia de EEUU parece buscar, y también el peligro que asimilamos a lo desconocido.
Y sus profesiones, también son utilizadas dramáticamente:
Ben, como médico, no solamente está perfectamente capacitado para anticipar y evitar la crisis nerviosa que su esposa sufrirá cuando sepa del secuestro de su hijo, sino que también, y más importante aún, se comporta como un hombre acostumbrado a encontrar una causa para cada efecto, y a combatir cada signo de caos, restableciendo el orden.
En este sentido, las peripecias que vive a lo largo de la película, ponen a prueba esta cualidad, representando factores que no puede prever ni remediar.
Mientras Jo, relegada como “esposa de doctor”, solía ser una cantante profesional, y es precisamente su voz lo que permite la salvación de las 2 víctimas de la película, el diplomático y su hijo; siendo la heroína del relato.
La condición de cantante de la propia Doris Day es, además, muy bien utilizada por el director con fines dramáticos:
Cuando Jo prepara a su hijo para dormir, mientras cantan juntos “Que Será, Será”, Hitchcock no sólo nos está complaciendo como espectadores sino que, fundamentalmente, está sentando las bases para la resolución del conflicto.
Cuando más tarde la misma canción sirva para encontrar a Hank, el director logra cerrar el círculo, y demostrarnos su respeto:
Atar todos los cabos, es su manera de honrar la relación que establece con su público; y lo hace a través de una canción que habla sobre el destino y la inevitabilidad de aquello que debe ser...
Sin olvidar las marcas de director, como el falso culpable, las rubias, las escaleras, etc.; por otra parte, la dirección de actores proporciona una sensacional interpretación de James Stewart, quien aporta diferentes matices psicológicos a su personaje en una obra global, la de Hitchcock, en la que siempre fueron más importantes las situaciones y sus conexiones individuo-sociedad-poder de reminiscencias kafkianas, que los mismos caracteres que las componen.
James Stewart aparece aquí en su 3ª colaboración con Hitchcock, aportando, como el director bien sabía, mucha emoción al personaje de Ben; y demuestra qué bien puede manejar toda esa emoción, ya sea conteniéndola, como en la escena en la que habla por teléfono con el secuestrador de su hijo es genial; y Stewart la compone con todo el cuerpo, desde sus ojos increíblemente celestes hasta sus manos nerviosas; o bien, liberándola durante varias escenas del segundo acto.
Como curiosidad, en una de sus entrevistas al maestro británico, Truffaut le preguntaba, si Cary Grant y James Stewart eran intercambiables, según el tipo de film:
Grant para papeles con más sarcasmo y humor elegante; y Stewart para papeles más reales y emocionantes.
Hitchcock respondió a esta cuestión, argumentando que para The Man Who Knew Too Much necesitaba la “sinceridad tranquila” que emanaba Stewart al espectador.
No existe mejor definición del genio del suspense para la caracterización de un James Stewart muy acertado en todos los momentos del metraje.
Mientras Doris Day interpreta un raro papel dramático, muy diferente de aquello que recordamos cuando pensamos en ella, que eran las comedias musicales, y se pone tan a la altura de las circunstancias, que resulta una pena que no haya hecho muchos más intentos en este sentido.
Su interpretación de Jo McKenna logra una de las madres más queribles de la obra de Hitchcock, y es de hecho, una de las pocas madres “buenas” de su filmografía.
Se dice que Alfred Hitchcock solicitó a la rubia Doris Day para el papel principal de la mujer, ya que le gustó su actuación en “Storm Warning” (1951), aunque el productor asociado, Herbert Coleman se mostró reacio a Day, a quien solo conocía como cantante; y sugirió fuertemente que las actrices rubias más serias como Lana Turner, Grace Kelly o Kim Novak sean elegidas para el papel, o una morena adecuada, como Jane Russell, Gene Tierney o Ava Gardner.
Sin embargo, Day eventualmente fue elegida como protagonista; peor ella tenía miedo a volar debido a las giras con Bob Hope en la década de 1940 que resultaron en algunas visitas cercanas en un clima invernal impenetrable; y ella casi rechazó su papel en esta película, porque requería viajar a Londres y Marrakech.
Su esposo y gerente, Martin Melcher, la convenció de que lo aceptara.
Cuando Doris Day viajó a Londres para filmar algunas de las escenas; era tan popular entre los británicos que, cuando llegó a su hotel, se habían reunido multitudes de admiradores que se habían enterado de que se quedaría allí.
El pandemónium estalló, cuando la vieron y necesitaba una escolta policial para entrar.
Los fanáticos siguieron rodeando el hotel, acampando afuera, gritando su nombre, pidiendo autógrafos, y esperando la oportunidad de verla.
La administración del hotel, finalmente tuvo que pedirle que se fuera…
A lo largo de la filmación, a Doris Day le preocupaba cada vez más que Alfred Hitchcock prestara más atención a las configuraciones de la cámara, la iluminación y los asuntos técnicos que a su actuación.
Convencida de que él estaba disgustado con su trabajo, finalmente lo confrontó; y su respuesta fue:
“Mi querida señorita Day, si no me estuviera dando lo que quería, entonces tendría que dirigirla”
Como curiosidad, el traje gris y la blusa blanca que usa Josephine en la última parte de la película, son casi idénticos al traje gris que usa Madeleine en “Vertigo” (1958)
El traje de Josephine es de seda dupioni, y tiene 6 botones; mientras que el traje de Madeleine es de lana, y tiene 5 botones.
La confección es ligeramente diferente, y los bolsillos no son idénticos.
Fue durante la realización de esta película, cuando Doris Day vio cómo se trataban los camellos, las cabras y otros animales como “extras” en una escena del mercado, que ella comenzó su compromiso de por vida, para prevenir el abuso de animales.
Day estaba tan horrorizada por las condiciones en que se encontraban los animales, que se negó a trabajar a menos que recibieran la alimentación y el cuidado adecuados.
La compañía de producción, en realidad tuvo que establecer “estaciones de alimentación” para las diversas cabras, ovejas, camellos, etc., y alimentarlos todos los días, antes de que Day aceptara volver a trabajar.
Como dato, cuando Josephine sale de la cabina telefónica, se ve una valla anunciando caramelos “Life Saver” que pueden o no haber sido simbolismo intencional en la parte de Alfred Hitchcock relacionada con la trama.
Su alter ego, la madre “mala”, está encarnada por Brenda de Banzie, y aunque hacia el final casi salva el día, en esos primeros planos en los que mira directamente hacia la cámara, en ello recuerda a Judith Anderson en “Rebecca” (1940), y a Anthony Perkins en su última escena en “Psycho” (1960), resulta temible.
Y tanto ella como Bernard Miles y Reggie Nalder, el desafortunado asesino, tienen en el fondo la misma vulnerabilidad que los mejores villanos “hitchcockianos”
Siendo esta, la rara vez para una película de Alfred Hitchcock, donde al menos 2 de los personajes, son representaciones de personas reales:
Entre los amigos de teatro del Reino Unido de Jo, están el empresario Val Parnell y su esposa Helen, ambos profesionales reales.
Por otra parte, muchos de los extras marroquíes habían sido informados erróneamente, de que solo se les pagaría si realmente fueran visibles en la película.
Esto llevó a muchos empujones para acercarse a la cámara, hasta que la tripulación les explicó que no les pagarían…
El cameo famoso de Alfred Hitchcock, es visible a los 25:42 de metraje, en el mercado marroquí en medio de una multitud observando a los acróbatas elevados, con su espalda hacia la cámara, en el extremo izquierdo, vistiendo un traje gris, justo antes de que el espía sea asesinado… este cameo es muy fácil de perder, incluso después de repetidas visitas, porque el ojo se siente atraído naturalmente por los acróbatas.
No obstante, al modernizar la historia de The Man Who Knew Too Much, John Michael Hayes, quien también escribió “Rear Window”, “To Catch a Thief”, y “The Trouble with Harry” para Hitchcock, contribuyó a muchas vueltas de tuerca a la ya rica textura narrativa.
Al enriquecer a los personajes, disminuyó el estrafalario humor del original, y puso el énfasis en los sentimientos de los padres.
Hitchcock y Hayes, sentían que la verdadera preocupación debía ser el secuestro, y no el proyecto de asesinato, y este último debía ser una cuestión igual de misteriosa, pero menos importante que pusiera la acción en marcha.
En vez de comenzar en St. Moritz, el nuevo film empezaba en Marruecos, lo cual otorgaba una atmósfera más exótica y peligrosa.
Leslie Banks, fue reemplazado por James Stewart, en su 3° trabajo para Hitchcock después de “Rope” y “Rear Window”; y antecediendo a “Vertigo”; y Edna Best fue cambiada por Doris Day. 
Su carrera como cantante, fue introducida convincentemente en el guión; y ya no era la mujer de buena puntería que salvaba a su hija matando al villano como en la versión de 1934.
Ahora, la madre se descubría como una ex–estrella musical, cuyas 2 canciones en la película servían para que avanzara la trama.
Entre las similitudes y diferencias con el original de 1934:
En la película de 1934, la pareja tiene nombres diferentes, y está de vacaciones en Suiza en vez de Marruecos.
En la película de 1934, la pareja tiene una hija en vez de un hijo.
En la película de 1934, la pareja va a un templo de Londres, que pertenece a un culto que adora al “Dios Sol”; en vez de una iglesia vagamente cristiana.
En la película de 1934, falta el “tercer acto,” o sea, la larga escena de suspense final en la embajada.
La película de 1934 termina en una lluvia de balas y de muerte cuando la policía rodea el escondite de los villanos, y se rescata a la niña.
Sin embargo, ambas películas contienen una escena importante filmada en el Royal Albert Hall.
A pesar de que la escena fue re-filmada con nuevos actores, en color y Cinemascope, Hitchcock decidió volver a usar la “Cantata Storm Clouds” de Arthur Benjamin como la música del concierto.
Alfred Hitchcock le ofreció a Bernard Herrmann, la oportunidad de componer un nuevo trabajo para la escena, pero Herrmann optó por no hacerlo, citando una apreciación de la cantata original; aunque amplió la orquestación, e insertó varias repeticiones para alargar la secuencia.
En la primera película, la dramática secuencia en el Albert Hall, donde tienen lugar el concierto y el intento de asesinato, fue realmente rodada en los Estudios Lime Grove, con la mayor parte del público consistiendo en unas pinturas de Fortunio Matania, que se reflejaban a través de espejos en las lentes de la cámara.
Esta vez, la escena fue filmada en el auténtico Albert Hall, con la Orquesta Sinfónica de Londres y el coro de 350 personas del Covent Garden.
En la entrevista de François Truffaut a Hitchcock, él contestó en respuesta a su afirmación de que varios aspectos de la nueva versión eran muy superiores:
“Digamos que la primera versión es el trabajo de un aficionado talentoso, y la segunda fue hecha por un profesional”
Sin embargo, Hitchcock prefirió la versión anterior, en gran parte porque no estaba tan pulida.
En comparación con la versión de 1934, los personajes están mucho mejor delineados.
Ben McKenna se nos presenta en un comienzo como un hombre con todas las respuestas, y un poco altanero frente a propios y extraños.
Jo, por su parte, abandonó su carrera de cantante profesional en pos de su familia, no logra conciliar con Ben que se establezcan en una ciudad en la que pueda continuar trabajando; pero ello no le significó sentirse realizada como madre y esposa; por el momento, su vida se encuentra relegada.
En la escena inicial, mientras la familia viaja en autobús hacia Marrakech, el pequeño Harry se interpone entre Ben y Jo, y la relación entre éstos aparece como distante…
Más tarde aprendemos que el matrimonio atraviesa una crisis, e incluso Jo abusaba de drogas recetadas, ¿antidepresivos?
El secuestro del hijo, produce un cambio fundamental en la situación de Ben y de Jo, considerados individualmente, y como pareja.
Individualmente, Ben aprenderá una lección de humildad, y Jo demostrará su valía, de hecho, es ella quien salva la vida del político extranjero, y quien encuentra al niño, todo ello gracias a su voz, la misma que utilizaba para trabajar; como pareja, la experiencia los une y en la escena final, cuando todos se reúnen luego de rescatar a Harry, el niño vuelve a estar en medio de sus padres, pero la postura corporal de los adultos es muy diferente a aquella del comienzo.
Como dato, la trama exige que un hombre, Daniel Gélin en el papel de Louis Bernard, sea descubierto como “no marroquí” porque llevaba maquillaje negro; por lo que los maquilladores no podían encontrar una sustancia negra que pudiera desprenderse fácilmente, por lo que pintaron los dedos del otro hombre, James Stewart, de blanco, para que dejara rayas pálidas en la piel del otro hombre, según Patricia Hitchcock, hija del director, esta idea fue sugerida por Daniel Gélin.
Mientras la policía inglesa, Scotland Yard, que tiene una excelente reputación, en esta película actúan como si no tuvieran experiencia.
Más al punto, no parecían reconocer la conveniencia de una situación que involucra una conspiración internacional para asesinar a un Primer Ministro, y el secuestro relacionado del hijo de una pareja estadounidense.
El asistente del Mr. Buchanan, en particular, actuó como si fuera su primer día en el trabajo…
Quedan algunas preguntas sin responder:
¿Cómo sabe James Stewart que el asesinato del Primer Ministro tendrá lugar en el concierto?
Cuando Doris Day sale de la capilla para llamar a la policía, ella es la única que se entera de que Buchanan está en el Albert Hall.
Concibo que la protagonista, al saber música, pueda intuir que el asesino tratará de cometer el atentado en el momento culminante de la obra.
Sin embargo, podría haber resultado también factible que lo intentara en cualquier pasaje fuerte con coros y orquesta, interpretando al mismo tiempo.
No queda claro, por qué el embajador y los Drayton deseaban que El Primer Ministro muriera...
¿Quién es el secuestrador?
Lo vemos como párroco, y sabemos por lo torpe que no es espía ni asesino profesional, pero qué interés tiene en participar de la conspiración…
¿En qué consiste la conspiración para matar al Primer Ministro?
¿Por qué el espía francés elige a los McKenna?
¿Quién es el árabe que llama a Ben McKenna para anunciarle que su hijo está secuestrado?
¿Al final, qué pasa con el embajador que es el cerebro de todo?
El momento climático del film, se centra en el instante en que se entrechocan los platillos de la orquesta.
Justo ahí, cuando ellos suenan, se debe disparar un tiro, apuntado directamente al diplomático.
De esta forma, los platillos ahogan el sonido del arma de fuego; y es aquí cuando la música toma un nuevo significado mientras los personajes y el público esperan la sonora nota.
Y como uno puede espera de Hitchcock, lo que más se disfrutó fue la construcción de ese suspense.
El director se tomó su tiempo y gran esfuerzo para asegurarse que el público entendiera y aguardara el papel de los platillos.
En los títulos de presentación, se ve al músico sosteniéndolos mientras un letrero sobreimpreso señala que “un simple entrechocar de platillos puede destruir la vida de una familia”
Más tarde, los conspiradores ensayan su plan de asesinato escuchando la cantata preparándose para el momento fatal y, más tarde aún, Hitchcock hace que la cámara recorra la partitura del músico, para señalar de cerca la única nota que debe tocar.
Hitchcock sentía que la escena musical de 12 minutos sin palabras, demostraba la mínima importancia del diálogo para construir tensión dramática, siguiendo el estilo del “cine mudo”
Los Mackenna saben sobre el plan de asesinato, pero los asesinos tienen a su hijo, así que están desarmados.
Cuando crece la tensión, la cámara se focaliza de Doris Day al asesino y a los platillos, con Hitchcock prolongando la agonía de la actriz tanto como pudo.
Atrapada en el medio de una confrontación, la angustiada madre se convierte en el centro emocional de toda la secuencia, con su inquietud íntima y el “crescendo” musical yendo ambos hacia un poderoso clímax.
Mientras la escena de canción-silbidos en la habitación del hotel, casi al principio, y que parece que no viene mucho a cuento, luego comprendes que es esencial para el desenlace de la película, cuando ves a Doris Day cantando, a grito “pelao”, la famosa “Qué será, será” de marras, ante el asombro de todos los asistentes, y que constituye una de esas escenas que han pasado a la historia del cine.
Los personajes, y nuevamente el público, sienten que han triunfado.
“No se puede transmitir una emoción al público, a menos que uno también la sienta”, ha dicho Hitchcock.
Mientras atrapaba a sus personajes en una situación de pesadilla, es obvio que él se preocupaba profundamente por ellos; que por cierto, provocan más simpatía que sus contrapartes en la anterior versión inglesa.
Bernard Herrmann, el compositor de la partitura, se puede ver dirigiendo la orquesta durante la secuencia de Albert Hall, y su nombre aparece en el póster de la obra de teatro mientras Doris Day sale de su taxi.
La secuencia de Albert Hall, dura 12 minutos sin una sola palabra de diálogo y consta de 124 disparos de cámara.
La secuencia de Albert Hall se inspiró en el comic de Henry Mayo Bateman “The One-Note Man”, que sigue la vida cotidiana de un músico que solo toca una nota en una sinfonía, similar al platillo de la película.
Inicialmente, hubo una gran cantidad de conversaciones en The Royal Albert Hall.
Según The New York Times, el guión original pedía a James Stewart que pronunciara un discurso de una página sobre por qué tenían que detener el concierto.
Pero esto no fue bien con Alfred Hitchcock:
“Estás hablando tanto, no puedo disfrutar de la London Symphony”, se quejó Hitchcock a Stewart.
“Solo mueve tus brazos mucho y sube las escaleras”
Esto era aparentemente un comportamiento normal para Hitchcock, que “sospechaba de la palabra hablada”
Entre las piezas musicales están:
“Storm Cloud Cantata” (1934) de Arthur Benjamin y D.B. Wyndham-Lewis; realizada por London Symphony Orchestra, dirigido por Bernard Herrmann, junto al Covent Garden Chorus, y Barbara Howitt, como solista.
“Que Será, Será (Whatever Will Be, Will Be)” (1956); y “We'll Love Again” (1956) de Jay Livingston y Ray Evans, cantadas por Doris Day.
Por último decir que esta puede ser la única película sobreviviente del líder de la Orquesta Sinfónica de Londres, el violinista George Stratton; y el director cellista, Dennis Nisbett.
“You have muddled everything from the start, taking that child with you from Marrakesh.
Don't you realize that Americans dislike having their children stolen?”
Que Alfred Hitchcock sentía una profunda simpatía y admiración por las actrices rubias y guapas, no es ningún secreto.
Así lo atestiguan films suyos, encabezados por Grace Kelly, Kim Novak, o Joan Fontaine.
Pero, si a la condición de rubia y guapa, añadimos la de inteligente, es cuando The Man Who Knew Too Much (1956) cobra una importancia capital.
Y es que Doris Day se revela como una de las mujeres más inteligentes y perspicaces de cuantas ha dado el cine “hitchcockiano”, motivo por el cual, esta cinta ha pasado a la historia como una auténtica abanderada del feminismo.
Primeramente decir que los autores del tema central, y ganador del Oscar, compuesto por Jay Livingston y Ray Evans, ya habían logrado 2 Oscar con anterioridad:
Primero con Bob Hope para la película “The Paleface” en 1948; y luego con la fenomenal “Mona Lisa” para Nat King Cole en “Captain Carey” (1950)
Alfred Hitchcock pensaba que en su película, la canción iba a resultar vital para el desenlace de su “remake”, por lo que puso mucho interés en ella, pero a Doris Day se le atragantó la canción, y no quería cantarla porque decía que era sosa y, encima, con un estribillo en  español que jamás pronunció bien.
Sin embargo, Hitchcock se empeñó, y Doris tuvo que acceder a cantarla.
Al principio, Doris Day se negó a grabar “Que Será, Será” como un lanzamiento de canción popular, descartándolo como “una canción para niños olvidable”
Irónicamente, no solo ganó un Premio de La Academia, sino que también se convirtió en el mayor éxito de su carrera discográfica, y en su canción característica, tanto por ser “olvidable”; que la continuaría cantando en 2 películas más:
“Please Do not the Daisies” (1960) y “The Glass Bottom Boat” (1966), y fue utilizada como la canción principal de los 124 episodios de su serie de televisión:
The Doris Day Show (1968)
En una entrevista de 1994, disponible en las notas de una compilación de canciones ganadoras del Oscar, el cantante Jay Livingston dice que encontró la frase “Que Será, Será” en la película “The Barefoot Contessa” (1954), cuando Rossano Brazzi muestra a Ava Gardner su casa, y ella ve la inscripción:
“Que Será, Será” en la puerta.
Él le dice que ese es el lema de la familia, y significa “Lo que sea, será”
Pero, como he apuntado al principio, el aspecto que prima por encima de todos los demás en la película, es la superioridad de la mujer frente al hombre.
Es la protagonista la que desde un primer momento se percata de que todo el mundo los están observando, la que advierte a su marido de las oscuras intenciones del espía inglés, la que sospecha del matrimonio Drayton, la que con su potente grito, logra evitar un terrible asesinato…
Aunque, por si alguien todavía tiene alguna duda, además de una superioridad intelectual, la mujer se erige en esta obra infravalorada del cine de Hitchcock, como el más férreo lazo de conexión con su hijo, como bien ejemplifica esa escena final, absolutamente mítica, en la que interpreta el antológico tema “Qué Será, Será”, ganador del Oscar a La Mejor Canción.
Un fragmento de gran carga emotiva que demuestra cómo madre e hijo logran conocerse incluso en la distancia, mientras la cámara recorre varios planos de la casa hasta llegar a donde está encerrado el pequeño, como si fuese la propia voz de la madre la que se dirigiese hacia él.
Es ella, y no su marido, la que realmente lo salva, doblemente, al Primer Ministro y a su propio hijo.
Probablemente, al propio Hitchcock le trajeran sin cuidado estos detalles, más de guión, pero lo cierto es que la cristalina moraleja que se podría extraer de la historia, casi en clave de feminismo “avant la lettre”, es que ha quedado patente la injusticia patriarcal que supuso que ella renunciara a la profesión de cantante, a su vocación y realización individual, carrera que ahora podrá reemprender con todos los honores, sin que el marido tenga derecho moral a objeción alguna, más bien le debería una disculpa.
En este sentido, no deja de resultar curioso, e incluso inquietante, que la película hoy valorada unánimemente como la mejor de Hitchcock, y de las mejores de la historia, “Vertigo” (1958), presente por el contrario a la mujer más insegura, sumisa y emocionalmente dependiente de los hombres de toda su filmografía:
Judy, una mujer que en su único afán de sentirse amada, por 2 veces es incapaz de reivindicarse, y por 2 veces se humilla voluntariamente renunciando a lo más auténtico que tiene, ella misma, su propia individualidad, su propio ser:
En la primera parte del film, creyendo que así obtendrá el amor del asesino Elster, consiente que éste la transforme en Madeleine para engañar a Scottie, y matar a su mujer; en la segunda parte, abandonada y enamorada de Scottie, consiente que éste la transforme de nuevo en Madeleine para recuperarla de entre los muertos.
En ambos filmes, The Man Who Knew Too Much (1956) y “Vertigo” (1958), James Stewart es el hombre…

“Sorry we were gone so long, but we had to pick up Hank!”



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