Belle de Jour

“Que penses-tu, Séverine?”

El deseo, se dice del anhelo de saciar un gusto; de lo agradable que conmueve nuestros sentidos, sea por encauzamiento, o motivado por vivencias pasadas, o por neto reflejo corporal, ya sea por objetos materiales, por saber, por personas o por afectos.
El ser humano es un verdadero pozo sin fondo, a cuya exploración ha contribuido notablemente el cine; y con las infinitas posibilidades que se presentan para contar historias, relacionar personajes, tejer tramas intricadas, una película puede llegar hasta las más recónditas rendijas del comportamiento humano, sin que se alcancen a agotar los temas ni las situaciones; y es mediante el cine, que el mundo de los sueños y de las fantasías puede ser traído a la vida cotidiana como si se tratara de una realidad palpable.
No hay necesidad de encadenar la secuencia de las imágenes y los cuadros en forma razonable o lineal; por el contario, se vuelve más estimulante y más real si desaparecen la lógica y las explicaciones.
El cine así puede jugar con los tiempos y con los espacios, y el espectador se va adentrando con los personajes para vivir sus historias, como si fueran reales; y podemos llegar a experimentar la sensación de que la vida es una película en la cual podemos actuar, jugando con 2 papeles:
El nuestro que crea los roles, y el del otro que los actúa.
Siguiendo esta línea de razonamiento, se abre la posibilidad de imaginarnos que somos actores capaces de resolver los traumas y las situaciones dolorosas mediante la actuación, y que el efecto será mayor en la medida en que nos atrevamos a actuar con realismo, enfrentados de verdad a las consecuencias de nuestras acciones fantasiosas y soñadas.   
El cine francés tiene una capacidad especial para dibujar estos mundos, en los cuales los personajes se diseñan dramas y comedias, para vivirlos y observarlos hasta generar una sensación de liberación personal.
El novelista francés, nacido en Argentina, de origen judeo-lituano, que fue miembro de La Academia Francesa, Joseph Kessel, escribió sobre lo anterior centrándose en personajes de identidad incierta, que acaban por vivir al margen de la sociedad “normal”; y para describir el conflicto que surge entre el individuo abandonado a sus pulsiones y las estructuras sociales, Kessel sustituye su habitual estilo conciso por una escritura melodramática.
Su obra “Belle de Jour” (1928) relata la historia de una mujer joven que busca el placer carnal en la experiencia de la prostitución, un relato que causó escándalo a su publicación, y permaneció rodeada por una reputación sulfurosa; pues se trata de un relato realista, puntilloso y bastante plástico, llevado a cabo por un narrador en estilo indirecto libre, desde la perspectiva de la protagonista:
Una mujer hermosa, joven, rica y muy afortunada, Séverine Sérizy recuerda que un mecánico la estaba tocando cuando ella era una niña de 8 años cuando iba de su habitación a la de su madre.
Ahora, una joven y hermosa ama de casa, Séverine encuentra difícil cumplir sus deseos masoquistas con su esposo, Pierre Sérizy.
Aunque se aman, la intimidad física es un problema, lo que los frustra a ambos.
Cuando Monsieur Husson menciona a un conocido que trabaja en un burdel local, Séverine siente curiosidad acerca de la prostitución como un medio para satisfacer sus deseos; y usa el seudónimo “Belle de Jour” o “Belleza del Día”, ya que trabaja de 2 a 5pm cada día, volviendo con su marido desprevenido por la noche.
En el transcurso del relato aparecen personajes secundarios y la trama, como era de esperarse, se empieza a complicar; pero el planteo central es muy interesante en relación a los deseos femeninos dentro de la esfera sexual.
Sin embargo, las complicaciones que va sufriendo la historia terminan teniendo mucho de culebrón policial.
El resultado es una pintura triste de aquellos paisajes que se descubren cuando las puertas de la represión se abren; es decir, se valora la valentía de la temática elegida, que fuera incluso polémica en el momento de su publicación, pero leída en la actualidad, nos entristece y sobra la moraleja que se va dibujando.
Publicado por primera vez como una telenovela en el periódico Gringoire, “Belle de Jour” atrae las reacciones virulentas de los lectores sorprendidos; y las acusaciones que empujan a Kessel a explicar en un prólogo de la novela en el momento de la publicación de la casa Gallimard.
“Algunos me acusaron de licencia innecesaria, incluso pornografía.
No encontraremos nada para responderlos.
Al abordar el tema que había elegido, sabía qué riesgo corría.
Pero la novela terminó, no tenía la sensación de que uno pudiera malinterpretar el diseño del autor.
Lo que he intentado con “Belle de Jour” es mostrar el terrible divorcio entre el corazón y la carne, entre un amor verdadero, inmenso y tierno, y la exigencia implacable de los sentidos.
Este conflicto, con pocas excepciones, cada hombre, cada mujer que ama mucho tiempo, lo lleva en sí mismo.
El tema de “Belle de Jour” no es la aberración sensual de Séverine, es su amor por Pierre, independiente de esta aberración, y es la tragedia de este amor”
El mensaje revolucionario es precisamente el de “libérate y saca la prostituta que llevas dentro”, como un reflejo de una voluntad emancipadora de represiones de morales rancias, dogmas religiosos, coacciones de nuestros instintos, hasta llegar al prostíbulo como símbolo, sobre el que he llegado a leer una apología como “ideal de sociedad sin clases”
La novela, sin embargo, permaneció durante mucho tiempo rodeada de satanizaciones absurdas, y permaneció así hasta la adaptación de la película en la década de 1960.
“Pareille à tous ses frères, à toutes ses sœurs en désirs interdits, ce ne fut point la satisfaction de ce désir qui la tenta, mais les prémices dont cette satisfaction s'entoure”
Belle de Jour es una película erótica francesa, del año 1967, dirigida por Luis Buñuel.
Protagonizada por Catherine Deneuve, Jean Sorel, Michel Piccoli, Francisco Rabal, Pierre Clémenti, Macha Méril, Françoise Fabian, Maria Latour, Geneviève Page, entre otros.
El guión es de Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière; basados en la novela homónima de Joseph Kessel; cuyo título alude a “Belle de Nuit” que en francés es una expresión eufemística para referirse a una prostituta en un lenguaje políticamente correcto; y también “Belle de Jour” es el nombre de una planta, el dondiego de día llamada Daylily (Hemerocallis), que significa “belleza del día”, cuyas flores sólo se abren de día.
De esa manera, Kessel juega con los significados de esas palabras; y escéptico sobre las posibilidades cinematográficas de la novela, Luis Buñuel aceptó llevarla a la gran pantalla con la condición de que se le dejara entera libertad para realizar la adaptación.
A sus 67 años, Buñuel volvería a Francia después de dirigir su última película en tierras mexicanas, “Simón del Desierto” (1965) para rodar está polémica cinta donde prostitución, sadomasoquismo y voyerismo serían algunos de los temas que trataría durante el transcurso de la obra.
Lo primero que hizo fue adaptar la historia a la realidad de finales de los 70; y lo segundo y más importante fue que desdibujó la frontera entre la realidad y la fantasía; por lo que se desliza constantemente entre un mundo ambiguo en el que no importa si un evento ocurrió o no; lo que importa es lo que revela sobre la protagonista, y cómo avanza su travesía erótica.
Buñuel lo deja claro desde la primera escena, tan famosa como notoria; y con la producción, Buñuel reanudó su examen crítico de la conducta burguesa, cuyos centros de interés eróticos enlazaban con ciertas propuestas del admirado Marqués de Sade.
Esta sería su 3ª película en color; siendo rechazada en El Festival Internacional de Cine de Cannes “por insuficiencia artística” en una edición que ganó Michelangelo Antonioni con “Blow-Up”
En cambio, El Festival de Venecia, uno de los más antiguos del cine, la incluyó en su Selección Oficial junto a las últimas películas de directores como:
Godard, Visconti o Pasolini, entre otros; ganando El León de Oro, siendo hasta la fecha, el único obtenido por un director español, aunque la película era una producción francesa; y ante los buenos augurios que se habían despertado en El Festival, La Condesa Marina Cicogna, coproductora de la película, ofreció una gran fiesta que sería definida por la diseñadora y socialité, Diane Von Fürstenberg, como “la mejor a la que he asistido jamás”; pues se enviaron sendos jets para traer a Venecia a las parejas Elizabeth Taylor y Richard Burton desde Córcega; y a Jane Fonda y Roger Vadim desde Roma.
Fue tal el grado de dispendio que, como reconocería Cicogna al New York Times, solo 1 año más tarde, aquello habría sido impensable:
“Después de la revolución del 68 había cosas que en Europa ya no podían hacerse sin que te tiraran huevos al pasar en el Rolls-Royce”
No consta que el propio Buñuel asistiera al guateque, pues definitivamente ese no era su estilo; el caso es que, gracias en parte a su tema escabroso, la película obtuvo un enorme éxito internacional; y se convirtió en la más taquillera del director aragonés, que afirmaba con su habitual socarronería:
“Más que a mi trabajo, lo atribuyo a las putas de la película”
Peor en España, donde ni se planteaba la posibilidad de exhibir comercialmente una película así, no se estrenaría hasta agosto de 1975, 3 meses antes de la muerte de Franco; y tras su lanzamiento inicial, la película no se volvió a ver durante muchos años debido a algunos problemas de derechos con los bienes de los hermanos Hakim, productores.
La ausencia de la película en la circulación, incluido el video casero durante tanto tiempo, solo ayudó a construir su mística para una nueva generación que aún no la había visto.
Rodada enteramente en Franstudio, Saint-Maurice; y en locaciones en toda Francia; la acción dramática tiene lugar en Paris y alrededores, entre 1965 y 1966.
Séverine Serizy (Catherine Deneuve) es una joven casada con un atractivo cirujano, Dr. Pierre Serizy (Jean Sorel) y descubre la existencia de la prostitución diurna.
Impulsada por la curiosidad, ella ingresa en la casa de citas de Madame Anaïs (Geneviève Page), y termina acostumbrándose a llevar una doble vida.
La aparición de Marcel (Pierre Clémenti), un delincuente que se enamora de ella, complicará la situación de la protagonista.
Y es que Séverine es hermosa, elegante y refinada; encarna la imagen de la virginidad, la perfección y la elegancia; pero es fría y distante cuando está con Pierre, que es comprensivo y tolerante con ella; y a pesar de ello, se aman.
Belle de Jour narra la historia una mujer que vive una vida aparentemente feliz, con un marido médico y rico que la quiere, en una casa con todas las facilidades y las comodidades que se puedan desear.
No obstante, sufre de la incapacidad de mantener relaciones íntimas con su marido; así que decide trabajar sólo de día en una casa de citas en las que le dan el apodo de “Belle de Jour”, o “bella de día”
Esta elección cambiará para siempre su vida, quizás sin resolver completamente sus fobias y sus miedos.
Por ello, la historia es una continua alternancia entre lo que sucede en el presente y los temores o fantasías íntimas de la protagonista, sin que se defina el límite entre los unos y los otros; al tiempo que Buñuel dibuja un retrato implacable de las limitaciones de la burguesía, y sin ningún juicio, acompaña a esta mujer, esta heroína “bovariana”, que no puede vivir en un entorno social que ella encuentra sofocante.
Buñuel no da más respuestas sobre los motivos de la bella para ser violada, brutalizada, y sometida, pero irónicamente, ella se convierte en una esposa en toda regla desde el momento en que se convierte en “Belle de Jour”
El film desarrolla un drama psicológico, que nace de una experiencia traumática infantil, se manifiesta a través de una conducta sexual desordenada, da lugar a fantasías eróticas perversas, e impulsa comportamientos de riesgo.
El tema permite al realizador explorar la psicología de los personajes, una de sus tareas predilectas; además que se plantea cuestiones referentes a los instintos, la racionalidad y la conducta, en los que haya un campo amplio de reflexión e investigación, acorde con sus gustos, conocimientos y experiencia.
El análisis que desarrolla, se ajusta pues al estado de la ciencia en su momento.
Las limitaciones de la ciencia, entonces y ahora, mueven al realizador a explicarse con precaución y sin afanes de exhaustividad; y apunta las causas posibles con indicaciones someras que dejan en manos del espectador el completarlas.
Pero responde a las preguntas sobre las causas, sugiriendo respuestas esbozadas o simplemente enunciadas.
Las referencias a los comportamientos, se apoyan en elipsis que reclaman supuestos y sobreentendidos; y la indefinición del relato contribuye a elevar el tono de misterio y oscuridad, que potencia el dramatismo de la historia.
El interés de la protagonista por afrontar y resolver los problemas que la afectan, y las consecuencias imprevisibles de sus actos, aportan elementos que, administrados con la pericia de Buñuel, dan fuerza y vigor al relato.
La serena belleza y el rostro angelical de Séverine, ocultan un mundo interior de angustia, frustraciones y desesperación, una ventana para que el espectador se sumerja en, y con ella.
Pero Buñuel también discute modestamente las preguntas sobre el bien y el mal, sobre la ambigua búsqueda del placer masoquista de esta mujer sujeta al “bovarismo” en condiciones que pueden ser humillantes:
¿Se puede vender el cuerpo y encontrar placer en él; sin dejar de ser fiel?
De esa manera, uno puede preguntarse si ciertas escenas nacen de la imaginación de Séverine, o si realmente tienen lugar; por lo que presenta el conflicto entre el amor más tierno y las exigencias implacables de los sentidos.
Combinando inteligentemente el sueño y la realidad, Luis Buñuel pinta un retrato ambiguo e inquietante de una mujer, que el ejercicio del vicio transfigura.
¿Todo lo que acabamos de ver es un sueño, o durante todo el metraje hemos asistido a un paseo por los más oscuros deseos de una joven mujer burguesa insatisfecha y traumada?
Son preguntas que el espectador se hará y lo dejarán pensando, y si no se las ha hecho, es mejor que se las planteé, porque muchos la consideran surrealista y erótica, pero trata más bien del subconsciente, del deseo, del fetichismo; porque el erotismo no se ve, sólo se sugiere; un erotismo intelectual, cerebral, no comprendido como tal, sólo supuestamente explicado por intercalación de recuerdos y fantasías.
A como diría Freud:
¿Recuerdos o imaginaciones?
En todo caso es una interesantísima película sobre conductas humanas que podrían extraerse de una experiencia psicoanalítica y que no dejan de producir por lo menos una sonrisa:
Fantasías, psicopatías, culpa, de todo un poco en un cine que sorprende porque es, o fue profundamente original; siendo la primera obra que explora el erotismo femenino desde un modo convincente y magistralmente compuesto; y sigue siendo una de las exploraciones más potentes e incisivas del cine sobre la sexualidad femenina .
En 2006, Belle de Jour contó con una secuela No Oficial llamada “Belle Toujours”, dirigida por Manoel de Oliveira, imaginando un futuro encuentro entre 2 de los personajes centrales de la película original.
“Puisque tu ne viens que l'après-midi”
Luis Buñuel ha realizado diferentes obras cinematográficas dedicándose al análisis de la sociedad burguesa a través de los aspectos más distintos; y puede ser definido casi como un psicoanalista del mundo moderno, hecho sólo de su frágil esplendor y de su débil “castillo de apariencias”
Buñuel vivía entre México y Francia, y pensaba seriamente en retirarse del cine cuando en 1966 recibió la oferta de los hermanos Hakim, productores franceses de origen egipcio, para dirigir una nueva película.
Se trataba de la adaptación de “Belle de Jour”, novela de Joseph Kessel, publicada en 1928, a la que desde entonces acompañaba un aura de escándalo.
A Buñuel le parecía un folletín de baja estofa, pero también encontró interesantes posibilidades que casaban con la conocida atracción de los surrealistas por los misterios del subconsciente; y es que el director español prefería adaptar malas novelas, susceptibles de mejora, frente a los grandes monumentos literarios que siempre decepcionan al convertirse en imágenes.
Y Francia significaba presupuestos holgados, ambientes burgueses fielmente reconstruidos y, a fin de cuentas, un regreso a las raíces, ya que era allí donde había rodado sus primeras películas; y lo único que pidió a cambio fue completa libertad creativa.
Dada la adscripción surrealista de Buñuel, era evidente que no iba a conformarse con adaptar la novela de Kessel de manera lineal; y su versión, además de incluir un ambiguo final, alterna escenas que suceden en la realidad con otras que son ensoñaciones de la protagonista, inspiradas por su tendencia masoquista; sin embargo, Buñuel la convierte en una sutil, enigmática y sugerente obra de arte trufada de la imaginería y las obsesiones habituales de su excepcional autor.
El genio de Calanda vuelve a arremeter contra la moral y costumbres burguesas, en un relato en el que tienen cabida todo tipo de parafilias y desviaciones sexuales:
Sadismo, masoquismo, voyerismo, fetichismo, pedofilia, necrofilia, coprofilia… que sirven como medio de escape y distracción a unos personajes de apariencia intachable y esencia deshonrosa, sin caer nunca en lo explícito; y se mueve libre, provocando con el morbo como afición, con el machismo, el adulterio y la venganza; ello mientras ataca el clasismo social, su condescendencia, su banalidad, su soberbia, sus prejuicios sociales; al tiempo que cuestiona el amor, el deseo, la pasión y los traumas infantiles irreversibles.
Las críticas a la aristocracia son más severas, pues añade a las perversiones burguesas prácticas específicas de desprecio de la persona, soberbia, clasismo, intolerancia y deliberada mala educación; y la cámara ofrece imágenes de los fantasmas y fetiches propios del realizador:
Zapatos, botas, látigos, campanillas, cajas misteriosas, personas con defectos físicos o discapacidad, como la dentadura de Marcel, etc.
Muestra armas de fuego en manos de locos; y realza imágenes de espaldas desnudas, nalgas y pies.
Y fiel a su militancia surrealista, Buñuel no traza diferencias sustanciales entre la realidad, el sueño y los deseos imaginarios, y según la teoría de André Breton:
“Todo nos conduce a creer que existe un cierto punto en el espíritu, en el cual la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro… cesan de ser percibidos como opuestos.
Resulta inútil discernir entre los surrealistas otro motivo que la localización de ese punto preciso”
Aunque nunca se anuncia qué partes son reales y cuáles imaginarias, al principio el espectador atento puede distinguirlo sin dificultad, pero esta tarea se vuelve más complicada a medida que avanza la historia.
Junto con la propia puesta en escena, este es uno de los principales valores de la película, lo que la sitúa a años luz del folletín erótico que podía haber sido.
Además, toda ella está recorrida por un sentido del humor tan sutil como corrosivo, que desde luego no figuraba en el libro.
Otro cambio más banal consistió en convertir en español al personaje de Paco Rabal, cuando originalmente era sirio; además de eso, obedecía al capricho “buñueliano” de que, en un momento de la película, Rabal se pusiera a cantar flamenco.
“¿Y por qué quería usted que cantara flamenco?”, preguntó un crítico de los Cahiers du Cinéma.
“¿Y por qué no?”, razonó Buñuel.
“¿Por qué lleva usted una camisa de este color y no de otro?”
El equipo Buñuel y su guionista, Jean-Claude Carrière, trasladaron la historia a la época contemporánea, evitándose el engorro de la reconstrucción histórica; y ambos investigaron el guión visitando burdeles, y discutiendo el negocio con “Madames”; mientras Sacha Vierny fue contratado como director de fotografía.
Como dato, no se contó con ningún músico para componer la banda sonora, pues Buñuel, casi completamente sordo desde hacía tiempo, había decidido prescindir de la música en sus películas.
Este film, prácticamente se inicia con una escena sado-masoquista en la cual la bella Séverine es atada a un árbol, y allí es vejada y azotada por varios hombres, ella sufre y goza casi al mismo tiempo…
Es una mujer que está casada con un médico a quien ama, pero con el cual es incapaz de mantener relaciones íntimas.
Tiene pensamientos y fantasías eróticas, hasta que un día va a una casa de citas y comienza a trabajar allí durante las tardes, al mismo tiempo que “se mantiene casta” en su matrimonio.
Pierre, su esposo, aunque frustrado por la frigidez de su esposa hacia él, le respeta sus deseos; mientras visitan una estación de esquí, se encuentran con 2 amigos:
Henri Husson (Michel Piccoli) y Renée (Macha Méril)
A Séverine no le gustan los modales de Husson, y la forma en que la mira; y de vuelta en París, ella se encuentra con Renée, y descubre que una amiga común, Henriette, ahora trabaja en un burdel.
En su casa, Séverine recibe rosas de Husson y se inquieta por el gesto.
En las canchas de tenis, se ve con Husson y hablan de Henriette y las casas de placer; y él menciona un burdel de alta clase para Séverine en 11 Cité Jean de Saumur; y le confiesa su deseo por ella, pero Séverine rechaza sus avances.
Atormentada por los recuerdos de la infancia, incluyendo uno que involucra a un hombre que parece tocarla inapropiadamente, Séverine va al burdel de alta clase, que es administrado por Madame Anaïs (Geneviève Page); y esa tarde, Séverine da servicio a su primer cliente.
Renuente al principio, responde a la mano firme de Madame Anaïs, que la llama “Belle de Jour” y tiene relaciones sexuales con el extraño.
Después de permanecer fuera por una semana, Séverine regresa al burdel y comienza a trabajar de 2 a 5pm cada día, volviendo con su marido desprevenido por las noches.
Un día, Husson viene a visitarla a su casa, pero Séverine se niega a verlo.
Aun así, ella fantasea con tener relaciones sexuales con él en presencia de su esposo; al mismo tiempo, la relación física de Séverine con su marido está mejorando, y ella comienza a tener relaciones sexuales con él.
Ella se involucra con un joven mafioso, Marcel (Pierre Clémenti), quien le ofrece el tipo de emoción y fantasías que pide; y cuando Marcel se vuelve cada vez más celoso y exigente, Séverine decide abandonar el burdel, con el acuerdo de Madame Anaïs; y también está preocupada por Husson, quien descubrió su vida secreta en el burdel.
Después de que uno de los miembros del gánster de Marcel sigue a Séverine a su casa, Marcel la visita y amenaza con revelarle el secreto a su esposo.
Ella le suplica que se vaya, lo cual él hace, refiriéndose a su esposo como “el obstáculo”
Marcel espera a que Pierre regrese a casa, y le dispara 3 veces.
Marcel huye, pero la policía le dispara a tiros.
El esposo de Séverine sobrevive, pero queda en coma; y la policía no puede encontrar un motivo para el intento de asesinato.
Algún tiempo después, Séverine está en casa cuidando a Pierre, que ahora está completamente paralizado, ciego y en silla de ruedas.
Husson visita a Pierre para contarle la verdad sobre la vida secreta de su esposa; ella no intenta detenerlo; y después, Séverine mirando a Pierre llorando, comienza a soñar que Pierre está de repente en perfecto estado de salud.
Él pregunta en qué está pensando ella; y responde:
“Acerca de ti, Pierre”
La realidad nos presenta la vida burguesa de Séverine, con un hombre que es el arquetipo de la consumación individual y del éxito, porque es rico riquísimo, guapo y atento; y además de perfección, es también símbolo de protección.
Es tan amable y bondadoso, tan perfecto, que no puede satisfacer los deseos más ocultos de su esposa.
Su perfección supone un obstáculo para ella que inhibe el deseo.
Pues Séverine goza de todos los bienes deseables:
Comida, ropa, viajes... pero es precisamente esa comodidad, esa “normalidad” la que la subyuga; la rutina ha llegado a anular su ser, que desde la infancia ha sido castigado por el orden social, por la moral y por la religión.
Esa opresión ha generado en ella traumas que poco a poco y mediante “flashbacks” se van descubriendo a lo largo del film.
En cuanto al deseo, éste provoca en Séverine un desorden interno que choca con el orden externo preestablecido en el que vive:
Ahí se produce el conflicto que pone en marcha la trama argumental.
Belle de Jour es la historia de una búsqueda, de un viaje por el interior de una mujer masoquista obsesionada por sentirse poseída y deseada.
Y ese deseo por ser deseada, valga la redundancia, es tan fuerte que afecta a la propia voluntad de la mujer, y la conduce a ese juego, a esa doble vida.
El riesgo y el peligro, tanto social como físico o moral, que supone convertirse en prostituta la excita y la saca de su monotonía vital.
Pero además, lo que ella verdaderamente anhela es sentirse poseída y dominada.
Es tanta la intensidad del objetivo que la empuja a vencer sus miedos, su timidez y su autocensura moral y, con cierta rapidez, aprende a comportarse, hablar y moverse como una profesional.
Llegando quizás ya a un extremo en que lo que verdaderamente quiere Séverine es sentirse pública, mujer de varios, objeto de transgresión; y por ello incluso permite que la azoten.
Prostituirse parece convertirse en el remedio a su “torturada infancia”
La realidad se mezcla en el film con recuerdos en lo que Séverine es toqueteada por un adulto; que sin duda se trata de un trauma; y también aparecen escenas en que se imagina que la violan en la actualidad o que fornica bajo la mesa de un restaurante con un amigo de su esposo al que detesta porque siempre muestra especial interés por ella.
Toda esa alternancia de secuencias, con diferentes referencias temporales, ayuda a construir el convulso pasado de Séverine, y que es causa de su pérdida interior actual.
Se puede apreciar, cómo Buñuel pretende recrear un sentimiento de subversión; por lo que destacan los siguientes binomios:
La impersonalidad de los clientes del burdel frente al arquetipo que representa el marido de Séverine.
La prostitución como pseudo o falsa liberación a la vida burguesa de Séverine, aunque en lo real, Séverine solo repite el trauma infantil con actitudes de histeria.
Sin duda, contrastes que refuerzan la idea de que la prostitución de Séverine y su evolución como personaje, confieren a la historia el carácter de viaje iniciático.
Además, el propio espectador no será el mismo cuando termina de ver el film.
En ese viaje de Séverine, primero se sitúa la introducción en el mundo del burdel, con sus normas.
El personaje tiene ideas preconcebidas sobre este ambiente que pueden que se confirmen o se corrijan.
De La Madame Anaïs recibe el aleccionamiento necesario:
Destacar que es ella precisamente la que dice que lo que Séverine necesita es “mano dura”, justo lo contrario de lo que le ofrece su marido.
A medida que va recibiendo a clientes y adquiere experiencia gracias al sometimiento que éstos ejercen sobre ella, parece que su estado anímico evoluciona favorablemente.
Su crecimiento en la fantasía, le hará ser más feliz en la realidad.
Como la vida real, la fantasía del prostíbulo y los recuerdos de la infancia se van articulando y haciendo que el deseo y el personaje de Séverine evolucionen.
Pero para evitar que este triángulo gire de forma indefinida, Buñuel provoca una situación en la trama que la cierra de forma paralela a su apertura:
El amigo del marido, Husson, quien de forma provocativa e intencionada le dio a Séverine la dirección del prostíbulo para satisfacer la curiosidad que ella sentía tras una conversación que habían mantenido, y se puede considerar que había encendido la mecha de su deseo, es quien, en una visita inesperada al burdel, se encuentra con Séverine, y hace que los 2 mundos en los que se movía la protagonista, el real y el fantástico, y que hasta el momento habían llevado trayectorias paralelas, confluyan en tiempo y espacio.
Realidad y fantasía personal chocan y desestabilizan al personaje.
Tiene tanta necesidad de vivir esa dualidad, que incluso se ofrece para que ese hombre, al que tanto desprecia, la fornique a cambio de guardar silencio.
Ofrecimiento que no se debe interpretar como un sacrificio, pues ella misma lo desea en su interior más profundo tal y como aparece en una de las secuencias oníricas frecuentes en el film.
Esta conjunción de las vidas paralelas, provocará que Séverine abandone el prostíbulo.
Su vida real es más poderosa, pero no consigue aplacar el deseo de forma tan sencilla, y prueba de esto es que uno de los elementos pertenecientes a la fantasía de Séverine transgrede la frontera y pasa de un mundo al otro.
Se trata del gánster que se había encaprichado de ella en el prostíbulo.
Va a visitarla a su casa, la chantajea para que regrese a su mundo fantástico.
En este punto se produce una lucha entre deseo y razón.
El final del film acaba por confirmar lo irreal de su propia construcción:
El gánster, Marcel, deja a Séverine, y espera a que el marido de ésta vuelva.
Entonces le dispara y le hiere.
Después huye y, perseguido por la policía, acaba muriendo.
Se podría interpretar que, a priori, y mediante el sacrificio que pagado mediante el meretricio, y el marido herido, la razón ha triunfado sobre el goce.
E incluso notar que la nueva situación, en la que Séverine tiene que hacerse cargo de un marido que ya no es perfecto, supone una manifiesta mejoría en su estado anímico.
Sin embargo, el director es Buñuel, y en absoluto la comodidad burguesa triunfará sobre él.
¿Qué ocurre cuando súbitamente el marido se levanta a por una bebida, y Séverine empieza a oír los caballos y el carruaje de la primera secuencia, aquélla en la que imaginaba, o recordaba ser violada?
¿Qué ocurre cuando ella sale al balcón y descubrimos que ya no están en la ciudad sino en una lujosa mansión campestre?
Acorde a la novela del argentino-francés Kessel, la novela en cuestión relata principalmente al deseo bastardeado en goce compulsivo y repetitivo.
En el film de Buñuel, se evidencia que el deseo de la mujer puede ser transformado en goce y odio, que recibe como víctima a su buen marido al haber sido la mujer usada, históricamente como objeto, ya no de deseo sino como un mero objeto sexual, y del cual las mujeres impulsadas desde lo inconsciente machista al cual han estado sometidas, han intentado al menos sacar un rédito mediante la entrega de su sexo a cambio de poder, por ejemplo a cambio de dinero.
La intención de Buñuel, puede ser demostrar que tras una forma de filmar que algunos tacharían de convencional, es capaz de crear una trama en la que realidad y fantasía se mezclan.
Así mismo conduce al espectador a través del viaje de la psicología de un personaje atormentado por los traumas infantiles, por la sociedad en la que vive y azotada por un goce irrefrenable.
Sin duda, esta película mantiene algunas de las constantes más clásicas de la obra “buñueliana” como son la visión subversiva de la burguesía hasta mediados del siglo XX, en este aspecto, ciertos resultaron revulsivos y hasta escandalosamente pornográficos en ese año del siglo anterior, hoy están banalizados; ya que la cultura actual vigente impuesta a partir de la posmodernidad, hace que tal film pueda parecer algo común a partir del auge de la prostitución filmada que hoy es muy común para el consumo masivo y, lo que parece más importante, como el deseo esclavizado por medio del goce, mediante la generación de una necesidad, se convierte en el motor que esclaviza al individuo y somete a su voluntad.
Desde el principio entendemos que la sociedad ha castigado a Séverine desde siempre, anulando sus ganas y sus elecciones respecto a la vida.
Buñuel echa un vistazo o, mejor dicho, espía como a través de una mirilla, dentro de lo que hoy en día es considerado como normalidad, y que se pone en contra de lo que la naturaleza humana y los sentimientos perciben como activo y vital.
El director recorre esta vida pasiva, condenando la rutina como el peor de los enemigos de las emociones reales y fuertes.
La prostitución, el aspecto escondido y misterioso, casi “pecador”, es la escapatoria de un mundo que controla, que impide y que no deja librarse.
Lo que la protagonista cumple es un viaje de descubrimiento que empieza dentro del burdel, y que le hará conocer a personajes extravagantes que sólo a escondidas son capaces de sacar sus verdaderos impulsos y pasiones.
Todos los hombres con los que se relaciona, se oponen a la figura ordenada de su marido, un médico afirmado y atento a la forma externa de su vida, cuidada en todos los detalles para que parezca envidiable.
El personaje del amigo del marido, es un expediente narrativo fundamental porque es el que empujará a Séverine hacia el descubrimiento de la prostitución, pero será también el que acabará de una cierta forma con las vidas paralelas que lleva la mujer, rompiendo con la violencia de la verdad.
También el amante de Séverine que se enamora de ella y que acabará cambiando completamente la vida de la protagonista, será el motivo por el que el espectador despertará de este largo y fascinante viaje realizado por la propia mujer.
¿Lo que hemos visto es la realidad o representa la imaginación de Séverine, que para evadirse de una vida plana e insatisfecha se escapa con su imaginación?
El objetivo de Buñuel es justamente dejar al espectador con esta pregunta, donde lo más importante no es ni siquiera la respuesta, sino la motivación, la causa que ha llevado a formular esta cuestión, y que sería la naturaleza humana, desnuda y cruda.
En este sentido, Séverine llega a ser una figura emblemática de todos los hombres y las mujeres que quizás no son capaces de escapar realmente de la normalidad, porque aunque sea contra su más instintiva naturaleza, es un orden al que no pueden renunciar para frenar las pasiones que los harían más felices, pero también más peligrosos.
Y entre el peligro y la felicidad, allí cabe solo la fantasía.
De la violencia y el ritmo que el cineasta aplicaba a las secuencias de películas anteriores, mediante el uso del “travelling”, del “zoom” y de la focalización sobre objetos simbólicos, pasa a emplear en esta película una técnica de filmación mucho más sosegada pero que, como medida para contrarrestar tal cambio, posee en su interior una estructura dramática muy turbulenta provocada por el sentimiento de deseo subversivo que azota a su personajes, algo que es constante en sus películas.
Buñuel desarrolla el ritmo narrativo de forma muy poco lineal, y nos atrevemos a definirlo casi violento e inesperado.
Esta fórmula es usada por el director a través de técnicas como “travellings” o “zoom” con planos de detalle sobre objetos simbólicos y que sugieren un significado específico a las escenas, como por ejemplo, continuos planos de los zapatos elegantes de la protagonista, que simbolizan su pertenencia a un preciso ambiente social, que contrasta perennemente con el entorno externo donde se mueve la misma.
Esta cámara turbulenta y violenta, es la provocación que Buñuel quiere transmitir hacia el espectador, y respecto a todo lo que siente e imagina la protagonista.
Las técnicas utilizadas por la cámara, enfatizan todo el camino interior que Séverine recorre, empezando por pequeños fragmentos que nos muestran un claro trauma infantil que le induce al recuerdo y el deseo que la realidad le impide de cumplir.
Las perversiones imaginadas por Séverine, luchan con la monotonía perfecta del mundo en el que se encuentra, y que no responde a sus deseos y a sus pasiones.
Por la elegante y colorista puesta en escena de Buñuel, van desfilando toda una serie de caracteres pintorescos:
El fabricante de caramelos, el ginecólogo al que le gusta vestirse de mayordomo y ser humillado por las prostitutas, el oriental que porta una cajita cuyo contenido, el cual nunca vemos, parece fascinar a las chicas; o la pareja de matones que conforman Pierre Clémenti y Francisco Rabal.
Pero, sin duda, la cinta pertenece a la bellísima Catherine Deneuve, a la que el director aragonés contrató tras quedar cautivado por su interpretación en el filme de Roman Polanski “Repulsion” (1965)
Su Séverine o “Belle de Jour” es un personaje frío y tremendamente ambiguo, puesto que nunca sabemos con exactitud, qué es lo que le lleva a ser frígida con su marido, y una fulana en el burdel.
Tal vez sea fruto de los abusos sexuales que pudo sufrir durante su infancia, como vemos en un breve “flashback”, o el resultado del choque que se produce entre sus deseos más recónditos y la educación religiosa que ha recibido, contradicción-oposición que encontramos en muchos personajes “buñuelianos”
También es posible que su doble vida se deba, simplemente, al hecho de que su aburrida existencia burguesa le conduce a buscar emociones fuertes en otro ámbito.
Con Buñuel todo puede ser, sobre todo si se trata, como es el caso, de una de sus obras más fascinantes y complejas.
Sobre el papel de la mujer:
Se sobrentiende que Séverine fue sexualmente abusada cuando era pequeña, y eso le ha hecho desarrollar una fobia al sexo “sano” y un deseo de sometimiento.
Hay señales que despiertan su deseo sexual, los cascabeles, el maullido de los gatos, los carruajes y estas se repiten en el transcurso de la película.
El deseo es tan fuerte, que ella es capaz de rebelarse contra sus principios, su educación, su clase y su imagen para satisfacerlo.
Su incursión en la prostitución, representa una vía de escape, un medio para superar sus temores o encontrar esa satisfacción que no encuentra en su aparentemente perfecto esposo.
Como si buscara deliberadamente el daño y el sufrimiento autoinducidos para expiar por el pecado de existir...
Un evento sin trascendencia, cualquier cosa que se dice sin mucha conciencia, despierta en ella un nuevo proyecto liberador, y se convierte en Belle de Jour, una prostituta elegante de día, y de noche, en esposa fiel.
Mujer atractiva, a la vez aventurera y tímida, cada vez más experta y deseable.
Buñuel nos va llevando por esta transformación con suma decencia, sin abusar con el morbo, sin que se pierdan el encanto y la inocencia de los gestos, a pesar de las intrusiones del machismo, tan natural en un ambiente de burdel.
Deneuve se desenvuelve perfectamente, con sumo equilibrio, como una trapecista de circo que no cae ni pierde la compostura.
No hay economía en las escenas; y la cámara se detiene, el diálogo es completo, se puede saborear la puesta en escena y apreciar el diseño exquisito, rico en detalles. 
Vamos penetrando así al lado femenino de los sueños, sumiso, pacífico, curioso, más bien despreocupado y desprendido, donde todo es posible, y vemos cómo se enfrenta  eventualmente a la realidad masculina, signada por la posesión, los celos, el miedo, la amenaza, la violencia…
Cuando se trata de sueños, los protagonistas conservan ciertas potestades de diseño que les permiten afrontar el machismo desde la fantasía y la imaginación, y son capaces de actuar, en el caso de Belle de Jour, como una hembra sometida, incluso deseosa de castigo… o sufrimiento imaginado.
Cuando penetramos el mundo de las realidades compartidas, existe el riesgo de perder la potestad de mujer sensible y abierta, ante la capacidad masculina para atropellar y poseer.
Como ha sido relativamente común, en este mundo el macho pierde la compostura si la hembra no se pliega a sus embates celosos y altivos, especialmente si éste se cree hermoso y atractivo.
Entonces ataca, y el sueño que se vive y se goza puede convertirse en la tragedia que se sufre.
Si se vive la experiencia de los sueños desde la posición de observador testigo, externo, que la diseña, nada malo ocurre, pero tampoco nada realmente bueno.
Si el sueño se vive realmente, se convierte en realidad palpable, inescapable, cuyas consecuencias son inevitables, capaces de cambiar a la persona y de hacerla crecer, pero también de afectarla negativamente y de destruirla.
Entonces, el peligro de las realidades fantasiosas reside en su contaminación con los miedos, con las emociones limitantes y con el enamoramiento enfermizo, y su efectividad reside en poderlas vivir, para cumplir deseos profundos que deben hacerse realidad.
La persona puede ser bella de día, elegante en los sueños y en las fantasías, en la medida en que lo femenino domine y navegue despreocupadamente por los senderos de lo macho, experimentando la realidad sin límites, sin temores.
De esa navegación, el ser puede salir transformado, liberado, al ser capaz de experimentar los deseos profundos como realidades vivas.
La pregunta que la cinta deja abierta tiene que ver con lo siguiente:
¿Es posible vivir tales experiencias liberadoras imaginativamente en la mente propia, o es necesario traerlas a la vida real como hechos de vida, que se mezclan con las realidades de otras personas?
Pienso que un espectador atento puede vislumbrar que hay una respuesta escondida en Belle de Jour, y vale la pena vivir la experiencia y experimentar el deseo profundo, pero como obra de teatro, como película, como imaginación, tan real para el cuerpo como la vida misma.
Al dar el paso a la experiencia real, compartida, será menester andar en buena compañía.
Entre los valores del film, destaca pues de modo radiante, la irresistible compulsión erótica de la protagonista, que llega a aceptar la participación en ritos masoquistas y necrofílicos, en contraste con su dulce y candorosa imagen pública y social.
Es bien conocido el papel liberador concedido al erotismo y a la pasión carnal por el ideario surrealista.
Y por razones diversas, incluyendo en primer lugar el trauma causado por los abusos sexuales que sufriera en su niñez, Séverine ha sufrido un retraso sexual y es incapaz de llevar a cabo ninguna actividad sexual que no reproduzca las relaciones de poder de dicho incidente.
Atormentada por deseos sexuales a los que no puede dar salida en sus mundos sociales y privados, Séverine les da rienda suelta en un burdel.
La supuesta “caída” moral de Séverine, que no es otra cosa que una búsqueda, se convierte, por tanto, en ascenso, en purificación a través del placer.
Como ocurre dentro del universo conceptual del Marqués de Sade, también en la película de Buñuel, aunque no en el libro de Kessel, los valores morales se invierten, rompen su vínculo con un sistema de asfixiantes códigos y forjan un sistema contrario, en el que el individuo al ser “profanado” tiene posibilidades de purificarse…
Séverine acude al burdel para entregarse a la animalidad de sus amantes…
Se prostituye con el fin, confuso, inconsciente, de explorar y descubrir los límites de su propia sexualidad, enterrada en la mediocridad conyugal; sólo así logra hallar una imagen completa de sí misma.
En sus fantasías, Séverine ocupa siempre un papel pasivo, encuentra placer ofreciéndose como objeto al deseo del otro…
Vemos cómo poco a poco, según avanza en su particular recorrido, va desprendiéndose de prejuicios y logra vivir con naturalidad su nueva situación; el lupanar se convierte entonces en una especie de refugio vital, donde puede ser ella misma…
Belle de Jour, sólo se enamora del cliente más despótico, se entrega por completo a aquél que más se aleja de la fina, ridícula y burguesa presencia de su marido y de los hombres que pertenecen a su esfera social; y encuentra en Marcel al verdugo que, de modo confuso y poco consciente, estaba buscando…
Séverine es un ejemplo de personaje modelo de virtuoso en el crimen y al mismo tiempo criminal en la virtud.
Sintiéndose esclavizada por sus pasiones, no puede evitar después del placer, un fortísimo sentimiento de arrepentimiento y una extraña necesidad de expiación.
De ahí que le diga a Husson:
“Sé que algún día tendré que pagar todo lo que he hecho, pero sin esto no podría vivir”
Séverine se libera de sus obsesiones convirtiéndolas en realidad, viviéndolas, transformándolas en hechos en el prostíbulo.
Cuenta Carrière:
“Empezando a trabajar, vimos que era imposible de sostener un interés puramente realista.
Había que insertar los fantasmas eróticos de una mujer por primera vez, las fantasías, los sueños diurnos.
Varias veces en la película, introdujimos esos sueños.
Luis tomó la decisión de no añadir ningún efecto de luz cuando venían las fantasías.
El misterio debía venir de lo que sucedía a los perso¬najes”
Pero también acotar que Buñuel tenía amplia experiencia con los censores, recordemos el caso de “Viridiana” (1961), y temía que en esta ocasión tampoco le fueran a poner las cosas fáciles.
Sin embargo, también en eso Francia era un país mucho más liberal que España o México.
El único cambio que exigieron los señores de la tijera, fue eliminar unos planos en los que Deneuve aparecía desnuda frente a una reproducción del Cristo de Grünewald, un cuadro que por su crudeza extrema apasionaba al director.
Originalmente, la escena tenía a Séverine tendida en un ataúd en una capilla privada después de una misa con una espléndida copia de una de las pinturas del Cristo de Grünewald, claramente visibles en la pared.
“La supresión de La Misa cambia completamente el carácter de esta escena.
La escena tenía más valor con la pintura del Cristo Grünewald, que es la imagen más terrible de Cristo...
Fue pintada en un estilo ferozmente realista.
Esta imagen era importante, porque preparaba a la audiencia para la próxima escena”, dijo Buñuel.
Una versión editada de la escena permaneció en la película, pero para Buñuel, carecía del mismo impacto sin las imágenes originales.
La supresión fue aceptada:
“Hay que ofrecer alguna concesión a los censores, así hacen la vista gorda con otras cosas”, diría Buñuel.
Desde luego hicieron la vista gorda con unas cuantas:
Prostitución, sadomasoquismo, fetichismo, pedofilia o necrofilia eran algunos platos del menú.
Hay que destacar el ambiente de cotidianidad con el que se retrata el día a día del burdel de Madame Anaïs, un pisito bien, que perfectamente podía ser el atelier de modas que aseguraba la placa de la puerta, pero donde, entre partidas de cartas, crucigramas y sorbitos de aguardiente de cerezas, se atendía una clientela con necesidades muy distintas.
Y Buñuel la presenta impoluta, y la viste con trajes que recuerdan uniformes militares, atuendos para colegialas y hasta un vestido negro con un gran cuello blanco que recuerda la ropa de una mucama, o el hábito de una monja.
Retrata a una variedad de clientes:
Uno la embadurna de estiércol de vaca, otro le pide que se acueste en un ataúd mientras se masturba, y otro llega con una caja misteriosa cuyo contenido, que nunca se revela a la audiencia, hace que todas las prostitutas se horroricen...
Excepto, claro, Séverine.
El contenido sexual de la obra es bastante insulso, hasta pintoresco frente a los estándares de hoy.
Casi no hay desnudos, y los retozos de Séverine con sus clientes difícilmente clasificarían como escenas de sexo en el cine de hoy.
Pero el erotismo es siempre palpable.
La cara estoica de Deneuve se descompone en éxtasis y humillación, rastros visibles de su liberación sexual.
En una obra que entiende lo que es desempeñar un papel en la cama, lo que es dominar o, también, someterse.
Creó el molde que siguen obras de Steve McQueen, Gaspar Noé y Lars von Trier, historias dedicadas a los extremos a los que pueden llegar las personas por satisfacer su libido.
Son largometrajes explícitos, llenos de fluidos y gritos, que solo potencian la obra de Buñuel.
Él pudo decir lo mismo, o más, sin quitarle a nadie la ropa interior.
No es la única manera en la que sobresale.
A pesar de que Belle de Jour ejerce una influencia directa sobre toda la oferta cinematográfica dedicada a quienes están inquietos e insatisfechos con su vida sexual, son pocas las que logran hablar tan abiertamente del deseo femenino, con todas sus contradicciones.
Séverine no es una protagonista pasiva de su vida sexual, se ha dedicado a entender tanto sus anhelos como sus orígenes.
Sus fantasías son oscuras y violentas, una franca representación que no se deja acomplejar por las nociones tradicionales de lo que las mujeres quieren.
Su sexualidad es una parte intrínseca de ella, y su evolución carnal fomenta su desarrollo personal.
Es esa noción la que cambió el rumbo del sexo en el cine.
En vez de pura excitación, las escenas en la cama eran las que desarrollaban la trama.
Es más, eran la trama; y es sobre este lienzo que Buñuel construye el sueño antiburgués de Séverine Sérizy, una mujer que vive incómoda en el corsé de la moralidad burguesa y en busca de esa libertad encuentra refugio en el limbo del burdel.
El burdel será aquel lugar donde el sistema de clases se destruya, puesto que allí la persecución del deseo unirá tanto a criminales como a burgueses.
Como protagonista, los hermanos Hakim habían elegido a Catherine Deneuve, entonces una joven actriz en alza, en unos fabulosos 24 años de edad que había trabajado con Jacques Demy y Polanski, su papel en “Repulsion” guardaba algunas similitudes con el de Séverine; y Buñuel, que desconfiaba de las estrellas, quiso conocerla y la encontró “bella, reservada y extraña”, es decir, totalmente adecuada para el papel de mujer frígida con trastienda.
La elección de Catherine Deneuve como Séverine, es un maravilloso ejemplo de un gran hallazgo afortunado e inesperado.
En ese momento, ella estaba en una relación con el director de cine François Truffaut, quien quedó tan impresionado con su habilidad de actuar, que aconsejo a Buñuel a darle un papel principal en su próxima película.
Buñuel, inicialmente tuvo dudas con Deneuve, pensando en que ella no iba a dar un gran rendimiento, pero la frialdad helada de la actriz y el férreo control que tiene sobre sus emociones, la hacen perfecta para el papel de Séverine.
Cuando conocemos a Séverine en su vida normal, no la fantasía onírica, ella es tan fría e inexpresiva como un maniquí, su cara es como una máscara de porcelana, repleta de impasibilidad, pero todo cambia cuando da rienda suelta a su otra vida llena de erotismo, mostrando los primeros destellos de emoción.
El rendimiento de Deneuve en Belle de Jour es uno de sus más finos trabajos, es una clase magistral de sutileza, que coge al espectador por sorpresa; y observarla aquí es observar la grandeza de la sutileza.
El coprotagonista masculino, Jean Sorel, era un Alain Delon de marca blanca, hermosísimo, como esposo mesurado de Séverine, en un papel tenue de parsimonioso calmado y cuasi-indolente.
Geneviève Page como la dueña del burdel y Pierre Clémenti como el amante lumpen, cumplían bien con los roles asignados.
Asimismo, Buñuel pudo contar con actores de su troupe, como Michel Piccoli y Paco Rabal, ambos excelentes en papeles de hombres peligrosos por distintos motivos.
Como dato de producción, estaba previsto que el rodaje durara 10 semanas que acabaron siendo 8 porque, según Buñuel, “estaba cansado de buscar ángulos y decir tonterías a los actores”
La experiencia fue complicada para Catherine Deneuve:
Aparecía desnuda en varias escenas, y pidió que no se vieran completamente sus pechos, para lo que hubo que recurrir a ayudas textiles, y en otras debía introducirse en un ataúd, o ser azotada, violada y hasta recubierta de excrementos de vaca.
Por si todo esto fuera poco, estaba desesperada por el estilo de dirección actoral con el que debía lidiar.
Buñuel apenas daba indicaciones a los intérpretes, no estaba dispuesto a entrar en discusiones sobre las motivaciones de los personajes y además, francamente, a él todo aquello del “star system” y los actores de “qualité” le valía verga.
Cuando Deneuve pidió ayuda, la respuesta que obtuvo fue:
“Haz lo que Buñuel te pida”
Por fortuna, venía fresca del rodaje de “Las Señoritas de Rochefort”, durante el que se había reconciliado con su hermana Françoise Dorléac, pues eran frecuentes las tiranteces entre ambas por asuntillos profesionales y personales, que fue un gran apoyo para ella, y la animó a seguir adelante cada vez que se sentía tentada de abandonar el rodaje.
En realidad, y pese a su aparente falta de entusiasmo, Buñuel sí estaba contento con el trabajo de su actriz, ya que ambos repitieron poco después en “Tristana” (1970), donde desde luego, Deneuve era una opción mucho menos probable para el papel de una muchacha galdosiana natural de Toledo.
Como es bien sabido, Belle de Jour marcó para siempre la carrera de Catherine, y  es seguramente su trabajo más icónico y recordado; y con razón.
Además de señalar que filmar algunas de las escenas del burdel podría ser difícil, dijo en ese momento que estaba impresionada de Luis Buñuel, y lo llamó “maravilloso para trabajar, amable, comprensivo, muy dulce, muy humano”
Como dato, el realizador aparece de extra en 2 escenas:
Conversando en un café, y como viandante en la secuencia del robo de Marcel e Hyppolite.
Otro detalle a resaltar es el diseño de vestuario de Catherine Deneuve, por el que se contrató a un jovenzuelo de 30 años, el “enfant terrible” de la alta costura del momento, que acababa de triunfar en las pasarelas con una colección inspirada de Mondrian, y de abrir una tiendecita dedicada al prêt-à-porter.
Yves Saint Laurent ideó para la protagonista de la película, una serie de vestidos y conjuntos que hicieron historia.
Los diseños subrayaban las muchas facetas de la personalidad de Séverine, algunos de ellos, como un “trench de charol”, un abrigo de lana negra y otro de cuero marrón tenían inspiración militar, otros parecían apropiados para una colegiala, y el más famoso de todos, un vestido negro con grandes cuellos blancos, recordaba a un uniforme de criada o un hábito de monja.
Los zapatos de Séverine, negros, brillantes y con grandes hebillas metálicas en la punta, fueron una creación de Roger Vivier, y se convirtieron en sí mismos en un clásico.
Catherine conoció al mítico diseñador francés en el set de esta película, y juntos consiguieron consagrarse como una de las duplas musa/diseñador más prolífera y recordada de la historia.
Deneuve llevó los vestidos, abrigos y trajes del francés a lo largo de su carrera en muchas de sus películas, pero es en Belle de Jour cuando el mundo descubrió el potencial de la combinación entre la belleza gélida de la rubia y la elegancia inspirada en Balenciaga de Saint Laurent.
Por ello, el guardarropas ha sido largamente imitado en colecciones posteriores, e incluso en maquillaje.
Hoy, cualquier aficionado a la moda podría identificar unos zapatos Belle de Jour entre un millón; y el maquillaje y peluquería de Carita hicieron el resto para coronar un “look” con el que usted podría entrar en cualquier lista de mujeres elegantes.
Hay que decir que el personaje estaba incluso un poco demasiado bien vestido para una época en la que las jóvenes modernas optaban por la minifalda, prenda que sin embargo espantaba a Buñuel.
Con todo, aquel fue el inicio de la larga relación personal y profesional entre Catherine Deneuve e Yves Saint Laurent, que tan felices ha hecho a los amantes de la belleza y el buen gusto que en el mundo entero habitan.
Como curiosidad, en la escena de la violación, su vestido estaba equipado con velcro para emitir un sonido de rasgadura cuando fue arrancado.
Luis Buñuel sabía que Catherine Deneuve estaba incómoda, pero sentía que era principalmente porque no entendía su estilo de trabajo y las razones detrás de sus elecciones:
“No quería que se vieran sus pechos, y la peluquera le puso una tira de tela.
Tenía que aparecer desnuda por un momento, poniéndose una media para evitar que se viesen sus senos durante ese período de movimiento, y ella los ató en una banda de tafetán”, dijo Buñuel.
Pero una de las escenas más famosas y enigmáticas de la película, es aquella en la que uno de los clientes del burdel, un hombre asiático con sobrepeso, abría una caja ante los ojos de las prostitutas, que reaccionaban con espanto.
La burguesa Séverine era la única que parecía encantada...
El espectador no ve el contenido de la caja, pero escucha un zumbido procedente de su interior.
Por lo que se manejaron todo tipo de hipótesis, como que allí dentro había un insecto utilizado para oscuras prácticas sexuales, o que se trataba de algún tipo de complicada metáfora sobre el deseo.
En su línea de despistar al espectador y reírse de los analistas, Buñuel nunca proporcionó una explicación:
“Las chicas ponen cara de horror porque dentro hay una foto de Jean-Claude Carrière”, bromeó en una ocasión.
En otra afirmó:
“Cada vez que me preguntan qué hay dentro de esa caja, yo respondo:
Lo que usted quiera”
Buñuel, viejo zorro, sabía que la estrategia de todo artista debe incluir en parte la frustración del espectador; y según la erudita de Luis Buñuel, Julie Jones, Buñuel dijo una vez que él mismo no sabía exactamente qué significaba el final.
La película también generó una gran cantidad de discusión y debate entre el público sobre su significado, y qué escenas eran reales versus ser parte de las fantasías de Séverine.
Luis Buñuel, como de costumbre, no sintió la necesidad de explicar su trabajo, que solo se sumó a la mística de la película.
Esta borrosidad de la realidad y la fantasía, dijo, fue “lo que me estimuló a filmar la historia.
Al final, el fusible real y el imaginario.
Yo mismo no puedo decirte qué es real y qué es imaginario en la película.
Para mí se forman la misma cosa”
El comentario de Pierre Serizy:
“Semen retentum venenum est” que está en latín, y podría traducirse más o menos como:
“Retener el semen de uno es venenoso” o “Retener el semen de uno le permitirá comerse uno como un veneno”, es clave para entender el filme sobre sexualidad femenina.
Otro detalle, que no es justo para el filme, es que en la mayoría de las versiones subtituladas de la película, se utiliza una fuente en cursiva para ayudar al público a detectar las fantasías de Séverine a partir de la realidad.
Y es que la película está construida con un enorme virtuosismo, en torno a un eje de simetría que viene dado por el motivo visual del landó y las repeticiones sonoras de los cascabeles, campanas o cencerros, así como las alusiones a los gatos o sus maullidos, inseparables de lo anterior.
En torno a ese eje se distribuye la materia narrativa a base de repeticiones binarias:
En 2 visitas de Séverine al hospital, 2 secuencias en la estación invernal, 2 recuerdos infantiles, 2 visitas de Husson al apartamento de los Sérizy, etc.
En efecto, la película comienza por un paseo en calesa por una alameda.
Las hojas de los árboles son marrones y rojas, por lo que deducimos que estamos en otoño.
Sin transición, en el plano siguiente, estamos en primavera:
Los mismos árboles están ahora verdes.
Las últimas imágenes de la película serán exactamente las mismas, pero a la inversa, primero en primavera y luego en otoño.
En los 2 casos, las imágenes están acompañadas de los mismos motivos sonoros:
El ruido de las campanillas de los caballos y extraños maullidos de gatos.
En seguida comprendemos que no se trata de escenas “reales”, sino de fantasías, a la vez sonoros y visuales que se desarrollan en la imaginación de Séverine.
Los sueños-fantasías van acompañados de campanillas, cencerros, maullidos, que son una especie de hilos conductores, y que al no tener música, quedan muy destacados en la banda sonora.
También hay alusiones a los gatos, pero esto puede ser una broma de Buñuel.
En fin, no hay música en absoluto en la película, pero los sonidos delimitan lo real y la fantasía.
“Dois-je te dire un secret, Séverine?”
Belle de Jour es la película más exitosa comercialmente de Luis Buñuel; y como solía hacer cuando completaba una película, Luis Buñuel afirmó después de más de 40 años de filmación, que su último trabajo sería “el último”:
“No más cine para mí, no en España, no en Francia, en ninguna parte; y Belle de Jour es mi última película”
Como también era su hábito como artista impulsado e inspirado, sus palabras se fueron por la ventana, ya que estaba de vuelta en el trabajo en muy poco tiempo en su próxima película, “La Voie Lactée” (1969)
Pero en EEUU, Belle de Jour se estrenó en 1968, y 10z años después, los derechos de distribución en ese país volvieron a manos de los productores, Robert y Raymond Hakim, que decidieron no volver a venderlos.
Tras el fallecimiento de Robert Hakim, Miramax compró los derechos a sus herederas, y pidió al director Martin Scorsese que diera su bendición a la película colocando su nombre al principio de los títulos de crédito.
Así, Belle de Jour se exhibe en EEUU con la etiqueta “Martin Scorsese presents”; y hoy en día forma parte de casi todas las listas de mejores películas de la historia.
El psicoanalista Lacan, proyectaba fragmentos de la cinta en sus seminarios sobre la neurosis; o Hitchcock, que también adoraba “Tristana”; y sobre todo Martin Scorsese, que promovió con notable éxito su reestreno en los Estados Unidos en 1995.
Como resultado, la película encontró en el centro de atención una vez más, y pronto se hizo fácilmente disponible para ser descubierta y apreciada por las nuevas generaciones, y se ha convertido ahora en un raro y exitoso fenómeno de público y crítica, siendo exhibida en mil salas, y con un respaldo publicitario incomparable, con una buena recaudación que se acercó a los $2 millones, lo que se considera todo un éxito para la oferta alternativa de la distribuidora Miramax en plena temporada veraniega de superproducciones de acción, allá por 1995; y si bien en su momento la crítica estadounidense la despachó como una poco menos que irrisoria muestra de la perversión sexual de la burguesía europea, ahora la ha aplaudido unánimemente como un trabajo de autor de los que hoy día son prácticamente irrealizables.
Aunque la película puede que no tenga hoy el aura de escándalo de hace 50 años, parece ser que a los profesionales del comentario cinematográfico y a los que pasan por taquilla todavía les sigue interesando la sugerencia frente al subrayado, y la imaginación frente a la imposición.
Pero es la propia gentileza de la fantasía de Buñuel la que sigue siendo tan extraordinariamente expresiva.
En las manos de Buñuel, la belleza perfecta se hizo más perturbadora que las formas más gráficas de profanación.
De esa manera, Belle de Jour es una tragedia recuperada para una generación entera que se perdió de una película tan importante.

“Pardonne-moi”



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