Il Processo di Verona

“È la fine del fascismo”

Il Duce, Benito Mussolini, fue la marioneta de una virtual ocupación alemana de Italia; y su “República Social”, con sede en el norte, no fue soberana siquiera para decidir la custodia de su yerno, Gian Galeazzo Ciano, y la farsa judicial que consintió o que no pudo controlar, iría a segar la vida al padre de sus nietos antes de que este alcance los 42 años de edad.
¿Cuál fue el auténtico delito de Ciano?
¿Qué motivos impulsaron al Duce para ordenar su ejecución?
¿Qué ocurrió en El Proceso de Verona?
Conocido también como Conde Ciano, Gian fue un político y aristócrata italiano que ostentó el título nobiliario de Conde de Cortellazzo y Buccari; siendo yerno del dictador Benito Mussolini y de Rachele Guidi; ejerció como Ministro de Asuntos Exteriores del Reino de Italia entre 1936 y 1943.
Ciano jugó un importante papel en el seno del Régimen Fascista, así como en la política exterior europea de entreguerras; y como Ministro de Asuntos Exteriores, fue uno de los artífices del Eje Roma-Berlín-Tokio, ya comenzada La Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, Ciano comenzó a discrepar de la política oficial del Régimen ante la sucesión de derrotas militares que cosecharon las fuerzas del Eje a partir de 1942.
En julio de 1943, él fue uno de los miembros del Gran Consejo Fascista que votaron a favor de la destitución de Mussolini; siendo capturado con posterioridad, sería juzgado por traición en El Proceso de Verona, un juicio político llevado a cabo en la ciudad de Verona, entre el 8 y el 10 de enero de 1944, por un Tribunal Especial Extraordinario de La República Social Italiana contra los antiguos miembros del Gran Consiglio del Fascismo que habían votado por la destitución del dictador Benito Mussolini en la sesión del 25 de julio de 1943.
Este fue un evento prominente del período de La Segunda Guerra Mundial, que tras la invasión aliada de Sicilia, El Gran Consejo del Fascismo votó el 25 de julio de 1943, con 19 votos contra 8 y una abstención, para despojar a Mussolini de su función de Duce.
Cuando Mussolini se negó a aceptar esta decisión y su destitución por parte del Rey, fue arrestado.
En septiembre de 1943, los paracaidistas alemanes rescataron a Mussolini de sus captores, a través del ataque del Gran Sasso; y luego fue instalado como El Líder de La República Social Italiana, efectivamente un estado títere de la Alemania Nazi.
A instancias de las autoridades alemanas, se persiguió a los conspiradores que pudieron encontrar, 6 en total, y estos incluyen a:
Giovanni Marinelli, Carlo Pareschi, Luciano Gottardi, Galeazzo Ciano, ex Ministro italiano de Asuntos Exteriores y yerno de Mussolini; El Honorable Mariscal de Italia Emilio De Bono; y Tullio Cianetti.
Otras 3 de las 19 personas prominentes que votaron en contra de Mussolini, aunque no fueron capturadas, también fueron juzgadas “in absentia”, entre ellas Dino Grandi, que había sido responsable de la agenda de la reunión del 25 de julio.
El 17 de octubre de 1943, Galeazzo Ciano, que todavía estaba en Múnich en estado de libertad, fue trasladado a Italia en Verona, donde fue entregado oficialmente a la policía.
Por la noche fue encarcelado en las cárceles judiciales ubicadas en el antiguo convento de Los Carmelitos Descalzos; y el 4 de noviembre de 1943, en la prisión de Padua, los prisioneros Giovanni Marinelli, Carlo Pareschi, Luciano Gottardi y Tullio Cianetti, fueron tomados por El Prefecto de Verona, Piero Cosmin.
Los 4 habían sido arrestados en sus casas a fines de septiembre, y luego de ser detenidos en Regina Coeli en Roma, habían sido transferidos a Padua.
Tullio Cianetti, que no esperaba ser arrestado, que se cree que tuvo que ver con la votación y fallo, volvió a su casa cuando mostró a la policía que se había retractado inmediatamente con una carta al propio Mussolini.
Todos los acusados fueron trasladados a la prisión de Scalzi, y alojados en celdas individuales.
Emilio De Bono en su lugar, durante toda la duración de la investigación se quedó en su casa en Cassano d'Adda, y sólo al principio del juicio fue trasladado a Verona desde el hospital local.
No se rastrearon otros signatarios…
El Tribunal se constituyó en virtud de un decreto firmado por Mussolini, en su calidad de Presidente de La República Social Italiana (RSI), con fecha de 11 de noviembre de 1943, y fue presidido por:
El Presidente del Tribunal, Aldo Vecchini, abogado, Cónsul de La Milicia Voluntaria para La Seguridad Nacional (MVSN) y Oficial Superior del Ejército; como Ministerio Público, Andrea Fortunato, Profesor de Derecho; y como El Juez de Instrucción, Vincenzo Cersosimo.
Los jueces fueron:
El General Renzo Montagna, el abogado Enrico Vezzalini, el trabajador Celso Riva ex Sansepolcro, El General Domenico Mittica, El Mayor de La Milicia Otello Gaddi, El Cónsul de La Milicia Vito Casalinuovo, y el profesor Franz Pagliani.
En la última semana de 1943, eligieron los defensores y abogados de los acusados:
Arnaldo Fortini de Perugia, por Cianetti; Bonardi de Verona, por Marinelli; Perani de Bérgamo, por Gottardi; Bonsebiante de Padua, para Pareschi; Marrosu de Verona, asignado por oficina para De Bono; Paolo Tommasini, asignado por la oficina de Ciano para reemplazar a Avv.
Paul Toff, hermano del famoso Giuseppe Toffanin, que fue prohibido por la fuerza para defender a su cliente.
El Juicio se inició el 8 de enero a las 9:00am en La Sala de La Música del Castelvecchio, en Verona; prolongándose hasta el día 10, fecha de la sentencia; siendo abierto al público, mientras que afuera, el servicio de vigilancia reforzada, fue confiada a la policía por La Policía del Estado Fascista Federal bajo el mando del Superintendente Pietro Caruso.
Después de la exposición de los cargos y la lista de los acusados presentes y ausentes, el abogado Perani, defensor de Gottardi, planteó una excepción:
“La competencia del Proceso deberá ser remitido a un Tribunal Militar, ya que muchos de los acusados eran militares en servicio”
Los antiguos jerarcas fascistas fueron procesados bajo las acusaciones “de alta traición y de colaboración con el enemigo”, fueron 19 los miembros del Gran Consejo Fascista que apoyaron la destitución del Duce, pero sólo 6 de ellos, Ciano, De Bono, Marinelli, Pareschi, Gottardi y Cianetti se encontraban en poder del nuevo Estado de Mussolini, siendo por tanto los únicos que comparecieron ante El Tribunal.
Los otros 13 se hallaban en territorio dominado por Los Aliados o escondidos, y fueron juzgados en rebeldía.
Los acusados ausentes, eran:
Dino Grandi, Giuseppe Bottai, Luigi Federzoni, Cesare Maria De Vecchi, Umberto Albini, Giacomo Acerbo, Dino Alfieri, Giuseppe Bastianini, Annio Bignardi, John Balella, Alfredo De Marsico, Alberto De Stefani y Edmondo Rossoni.
Los cargos presentados resultaron arbitrarios y mal fundamentados, y desacreditaron este proceso desde el principio, evidenciando su carácter de venganza política en tal magnitud que hasta El Ministro de Justicia de La República Social Italiana, El Juez fascista Piero Pisenti, se mostró reacio a la celebración de este proceso al considerarlo una farsa, considerando más adecuado y “honroso” que El Duce ordenase directamente la muerte de sus enemigos, en lugar de invocar un tribunal para ello.
La primera deliberación se refirió a Tullio Cianetti:
Nacido en 1899 en Asís; ejerció de puesto de Presidente de La Confederación Fascista de La Industria y de Ministro de Las Corporaciones desde 1940 a 1943.
Se exilió a Mozambique, donde residió hasta su muerte en 1976.
En su declaración ante El Juez Cersosimo, afirmó que había sostenido una charla con Mussolini el día 23 de julio de 1943, previa al Gran Consejo Fascista.
En ella, Mussolini le mencionó que se había formado una facción de políticos y militares partidaria de tratar con Los Aliados aceptando una rendición incondicional.
Cianetti le habría invitado entonces a recurrir a medidas draconianas para evitarlo, haciendo alusiones a fusilamientos.
Cianetti se libró de la pena de muerte, a cambio de otra de 30 años de reclusión, por 5 votos contra 4.
Después se deliberó sobre El Mariscal Emilio De Bono, respecto del cual se produjo un acalorado enfrentamiento entre 2 de los miembros del Tribunal a propósito de su condena o no a muerte, produciéndose, incluso, un cambio de voto por parte de otro Juez, inclinando definitivamente la balanza del lado de La Pena Capital.
En su identificación inicial, De Bono hizo un alegato recordatorio de sus amplios méritos como fascista fundador, como militar colonial, y como funcionario del estado.
Puntualizó que solo había sostenido en los últimos años, 3 encuentros directos con Grandi.
Lo acaecido el  domingo 25 de julio le habría llegado por comunicaciones telefónicas; y no presentó ningún escrito peticionario o exculpatorio.
Solo invocaría el testimonio del propio Mussolini.
La versión de Ciano fue enrevesada al ser el marido de Edda, una de las hijas de Mussolini.
A pesar de las inevitables presiones y escenas familiares, el líder italiano rechazó entorpecer el proceso; pero Edda continuó con sus maniobras, alternando amenazas y súplicas.
Acusó en particular a Ribbentrop de las desgracias de Ciano, afirmando que todo se debía al contenido de sus diarios.
Pero no parece que los alemanes se mostraran muy interesados en el destino de los mismos.
Ciano estaba bajo un rígido control especial en el antiguo convento de Los Carmelitos Descalzos de Verona, convertido en prisión para los partidarios de Badoglio, desertores administrativos y policiales, y los primeros partisanos.
El 19 de octubre, extraditado desde Alemania, llegó Ciano.
Paralelamente llegaron Marinelli, Cianetti, Gottardi y Pareschi, presos hasta entonces en Roma, fueron trasladados el 4 de noviembre de 1943.
El valioso preso era estrechamente vigilado por miembros de Las SS y la presencia equívoca de la intérprete y secretaria, Alice von Wedel.
Al empezar su declaración, Ciano se mostró eufórico e indignado por las acusaciones de traición.
Tras la intervención apaciguadora de Cersosino, El Juez que incoaba los expedientes; Ciano prosiguió más calmadamente:
Primero alegó su nula relación con Badoglio.
Había atendido la propuesta de Grandi de otorgar el mando al Rey, y culpaba a los alemanes de no proporcionar el apoyo necesario.
Él no pensaba que al firmar y votar afirmativamente La Orden del Día, caería El Régimen.
Acusó a los extremistas fascistas de odiarle y buscar su persecución, mencionando específicamente las acusaciones lanzadas por Farinacci, Scorza y Buffarini.
Hizo algunas menciones a su fortuna económica, cuya cuantía aminoraba.
Después del 25 de julio, había recibido garantías del Rey de no ser perseguido.
Fue atraído con artimañas por los alemanes, que no condujeron a España como Ciano pretendía.
De nuevo alardeó del contenido de su diario, al que otorgaba importancia excepcional.
Tras un receso para calmarle, se preparó el acta.
Ciano se identificó, mencionó su carrera de diplomático, experiencia militar y cargos:
Ministro de Prensa y Propaganda, Exteriores, y Santa Sede.
Rechazó las acusaciones por absurdas.
En El Gran Consejo apoyó la necesidad de mantenerse al lado de Alemania en el conflicto.
Sus actividades en los días previos, las describiría en un futuro memorial.
Argumentó que al votar La Orden de Grandi, quería formar un bloque nacional amplio, y despojarle de su carácter partidario a la guerra, en favor de una empresa bélica italiana comprometiendo al Rey.
La versión de Gotardi decía:
Nacido en 1899, fue Secretario de La Confederación de Trabajadores de la Industria; y alegó enfáticamente la ausencia de una consigna clara por parte del Duce para justificar su decisión de apoyar “La Orden del Día” del 24 de julio.
Gotardi era responsable del abastecimiento, y utilizó esta responsabilidad para señalar que siendo un puesto tan absorbente  en las circunstancias que vivía Italia en 1943, necesariamente lo alejaba de cualesquiera especulaciones políticas.
Atribuyó el resultado de la votación del 24 de julio a una equivocada valoración de las circunstancias y palabras; e invocó que era ajeno a las reuniones políticas y la red de visitas e intrigas.
Asimismo señaló que era su primera participación en El Consejo tras recibir el cargo de Presidente de La Confederación de los Trabajadores de la Industria.
Como reflexión final, se consideraba que en la caída del fascismo tuvo más relevancia la actitud del Rey y el plan del Golpe de Estado ideado por sus consejeros políticos y militares, que la decisión tomada por El Consejo.
Del resto de los acusados, fueron condenados a muerte sin discrepancias reseñables al respecto en el seno del Tribunal.
Las peticiones de gracia por parte de los condenados a muerte fueron desestimadas, en buena medida debido a que ya con anticipación, tanto Hitler como otros jerarcas nazis como Joseph Goebbels y Joachim von Ribbentrop, estaban deseosos de venganza por lo que consideraban una “traición” por parte de sus aliados italianos:
El armisticio del 3 de septiembre de 1943, convenido con los aliados por parte del Gobierno monárquico de Pietro Badoglio, cuya formación fue propiciada precisamente por la votación del 25 de julio.
Así, antes que empezara El Proceso, los líderes del nazismo alemán habían exigido a Mussolini, “dar muerte a los traidores del 25 de julio”
Mussolini, pese a las súplicas de su hija, Edda, esposa de Galeazzo Ciano, desistió de conmutar cualquiera de las sentencias al conocer claramente que Hitler, de quien dependía La República Social Italiana para existir, desaprobaba todo plan de clemencia.
De hecho, la burocracia de La RSI eludió dar una respuesta clara al pedido de clemencia, denegándolo horas antes de la ejecución.
En la mañana del 11 de enero de 1944, los condenados fueron conducidos al polígono de tiro de La Fortaleza de San Procolo, donde fueron fusilados de espaldas de un pelotón compuesto por voluntarios de La Policía Fascista de Verona; eran unos 30 soldados comandados por el fascista Nicola Furlotti.
Todos estaban atados a sillas, y el escuadrón de fusilamiento de camisetas negras disparó, bajo la supervisión de oficiales de Las SS que también fotografiaron y filmaron el evento.
No obstante fueron necesarias varias descargas para ejecutar a todos los condenados:
La primera bala mató a De Bono, Marinelli y Gottardi.
La segunda bala dio muerte a Pareschi.
Ciano no pereció hasta recibir 2 tiros de gracia por parte del Comandante del pelotón; pues se giró en su silla para enfrentar a sus verdugos.
“Se la Germania perde, siamo dei perdenti; se la Germania vince, siamo persi”
Il Processo di Verona es un drama bélico italiano, del año 1963, dirigido por Carlo Lizzani.
Protagonizado por Silvana Mangano, Frank Wolff, Vivi Gioi, Françoise Prévost, Salvo Randone, Henri Serre, Ivo Garrani, Giorgio De Lullo, Andrea Checchi, Carlo D'Angelo, Giovanni Di Benedetto, Claudio Gora, Andrea Bosic, Umberto D'Orsi, Umberto Raho, Gennaro Di Gregorio, Filippo Scelzo, entre otros.
El guión es de Sergio Amidei y Ugo Pirro; basados en las fases finales del Régimen Fascista Italiano, en particular, El Caso del Juicio de Verona de 1944, en el que Galeazzo Ciano, Emilio De Bono y otros eminentes funcionarios fascistas fueron condenados a muerte, y casi inmediatamente ejecutados por un pelotón de fusilamiento.
La película cuenta la historia desde el punto de vista de la llamada “Dama del Eje” Edda Ciano, esposa del principal acusado del proceso, en una relectura de la historia como una tragedia isabelina, o un drama judicial; y se trata también de un film-homenaje a la obra maestra que abrió el movimiento neorrealista, como reacción italiana contra el fascismo que constituiría poco menos que el nacimiento del cine moderno:
“Roma, Città Aperta” (1945)
Además, el realizador de esta entrañable cinta, evocadora de una época y un rodaje histórico, es Carlo Lizzani, veterano autor de filmes análogos que forman una Trilogía de Guerra que la compone:
“Il Gobbo” (1960) y “L'Oro di Roma” (1961), junto a “Mussolini Ultimo Atto” (1974); siendo un antiguo crítico e historiador, muy conocido por su compromiso político de izquierdas.
Este filme fue realizado dentro del estilo documental que caracteriza a la obra de Lizzani, y su insólito trabajo parece un “making off” de la película emblemática que rememora; pues, además, combina imágenes originales del propio filme de Rossellini, “Roma, Città Aperta” (1945) con las secuencias en color rodadas ahora.
En esta obra, dirigida especialmente a cinéfilos, se puede apreciar un buen estudio de mentalidades italianas, sobre todo del mundo del cine y su difícil trabajo en esos tiempos de crisis, y por tanto de cambios.
Con El Juicio de Verona, aparece por primera vez en el cine italiano, como protagonistas, algunos de los principales exponentes del Régimen Fascista, y se organizan eventos que los afectan directamente.
No obstante, como respuesta, los intentos de la familia Mussolini no tuvieron éxito en impedir la realización y distribución de la película, a cuyo lanzamiento, la misma Edda Ciano expresó juicios despectivos; y ni siquiera las reacciones de las personas representadas, aún con vida habían desaparecido.
Luego se produjo un debate en la prensa nacional que duró unos meses sobre la licitud de la operación…
Las declaraciones de Carlo Lizzani eran claras:
“El objetivo principal es exponer el mito del poder a través de un drama judicial, que surgió de la personalidad y la conducta de los personajes que se mueven en la escena de la historia contemporánea”
Como dato, Il Processo di Verona llegó a España casi 10 años después, ya que se prohibió hasta en 5 ocasiones por El Organismo Censor Guardián del Orden y La Moral del momento; puesto que conservaba por analogía, un interés y una actualidad harto significativas en El Régimen de Francisco Franco.
Y es que el filme se enfoca sobre el ojo de una tormenta largamente cultivada:
El 24 de julio de 1943, durante la sesión del Gran Consejo del Fascismo, se votó la agenda Grandi, que exime a Benito Mussolini de sus poderes, devolviendo el mando de Las Fuerzas Armadas al Rey Vittorio Emanuele, quien lo arrestó al día siguiente.
Después del armisticio del 8 de septiembre, y la liberación del Duce el 12 de septiembre en “La Operación Quercia”, los signatarios de la agenda que no han logrado escapar, es decir:
Galeazzo Ciano (Frank Wolff), yerno y “Delfín” del Duce; Emilio De Bono (Gennaro Di Gregorio), Giovanni Marinelli (Filippo Scelzo), Carlo Pareschi (Giovanni Di Benedetto), Luciano Gottardi (Umberto D'Orsi) y Tullio Cianetti (Andrea Bosic), son arrestados esperando ser juzgados por cargos de traición.
Los 6 son juzgados en Verona, en La República Social Italiana, del 8 al 10 de enero de 1944, mientras que la esposa de Ciano Edda (Silvana Mangano), hija del dictador italiano Mussolini, intenta en vano tratar con los alemanes que maniobran el juicio, para salvarle la vida a su marido, quien es condenado a la muerte, y fusilado con otros, el 11 de enero de 1944.
La película es una representación objetiva de los acontecimientos que condujeron al arresto de Mussolini en 1943, algo que hizo que Ciano desempeñara un papel importante dentro de la jerarquía del partido fascista encabezado por Mussolini.
Los famosos diarios de Ciano, fueron un factor importante para decidir su destino después del Juicio de Verona; por lo que los fanáticos de la historia estarán familiarizados con los diarios que se publicaron después del final de La Segunda Guerra Mundial, proporcionando relatos íntimos de las reuniones de Ciano, tanto con Hitler como con Mussolini.
La película tiene un ritmo impresionante, con mucho diálogo y mucha acción dramática que supone uno de los mejor ejemplos de “exorcismo” histórico italiano de su propio pasado reciente.
“Sono accusati di tradimento e cospirazione con il nemico”
En 1960, vio la luz una nueva corriente, “el cine político italiano” que contaría entre sus filas autores como el director Carlo Lizzani, que hizo bien en mantener al espectador durante las 2 horas de metraje con el trabajo creativo de la cámara y una serie de otros dispositivos, como noticiarios reales, y fuego de ametralladora en algunas de las transiciones de escena; por lo que se debe dar crédito especial a los escritores, Sergio Amidei y Ugo Pirro, por un diálogo que es convincente para expresar emociones fuertes; siendo esta una conmovedora historia sobre Edda Ciano, la hija del dictador italiano Mussolini, que fue incapaz de evitar la ejecución de su marido por los nazis.
Aquí, el drama espectacular nació y se desarrolló sobre una rigurosa documentación histórica.
Las fuentes del guión, fueron en realidad diarios, memorias privadas, documentos de diferentes orígenes interpretados con la ayuda de consultores históricos; y en la construcción del escenario, se realizaron tomas y escenas a partir del estudio de fotografías antiguas; la elección de los lugares de rodaje, fueron en la misma dirección de lealtad; y la crónica de los eventos se completa con un subtítulo inicial, y algunas secuencias de archivo que actúan como contrapunto e integración a las partes reconstruidas; y todo comienza allí, donde los sucesos alimentan recíprocamente su velocidad e imprevisibilidad.
Es julio de 1943, en la primera caída política de Mussolini por decisión del Gran Consejo Fascista.
El Rey Vittorio Emanuele III desea esta resolución.
Ciano, casado con Edda Mussolini y Ministro de Relaciones Exteriores del régimen hasta 1942, es uno de los que vota contra la continuidad de su suegro.
Pero el desarrollo imaginado por los protagonistas va a quebrarse.
El Rey, que no destaca ni por lealtad ni por valentía, esconde una rendición a los aliados ya negociada, ordena la detención de Mussolini, y abandona a su suerte a Ciano.
La prensa y el pueblo de Roma señalan al yerno como el emblema de todos los males repentinamente visibles.
Para colmo, en un gesto de extraña fidelidad, Hitler pone en marcha la famosa “Operación Roble” que rescata al dictador de su prisión en Campo Imperatore.
Con Mussolini haciendo pie en Alemania, el juego no ha terminado.
Por lo que la película exhibe a un Ciano en pleno descenso, consciente de hallarse totalmente a expensas de factores que ya no domina.
Ahora también los fascistas lo repudian por traidor; e Italia encuentra finalmente una coincidencia nacional:
Todos quieren la cabeza del ex Ministro.
Con gran sobriedad, Frank Wolff actúa la atenazada serenidad del hombre que otrora tuvo a sus pies a empresarios, cardenales, jefes militares, miembros de la nobleza saboyana, y artistas sedientos de figuración.
Solo le queda su mujer, Edda, hilvanada en la firme piel dramática de Silvana Mangano.
Casi no hay tiempo para reproches, por lo que Lizzani refleja a un matrimonio solidario en el infortunio, tributando a testimonios coincidentes en resaltar la tenacidad de Edda para defender a su esposo.
Pero en esa Italia casi acéfala, y bajo la sombra del ominoso regreso, todo queda a merced de alemanas voluntades.
Ciano cree poder gestionar un salvoconducto a España; y ya a bordo del avión que lo pone a salvo de la hostilidad romana, comprende su status de rehén.
Es mucho lo que el dominante aliado no perdona de su actuación pública, incluido un diario personal, inquietante, que interesa febrilmente a Von Ribbentrop, su par alemán durante 7 años.
De esa manera, la filmación acentúa la desazón de Ciano anclado en Berlín, aguardando horas amargas y deseando finalmente volver a Italia, al menos para morir en su idioma.
La cúpula del partido, encubriendo alguna defección, clama por un proceso sumarísimo a los que votaron contra el líder, donde Ciano es el blanco preferencial.
Aquí la película comienza a recorrer su sendero fino, combinando una observación casi ascética de los hechos, con un incremento dramático fenomenal.
Y el rigor, tanto como el serio afán de contar y revelar historias, no le impide a Lizzani exponer los enigmas que presenta el caso; siendo quizás, la mejor cara de una pasión contagiosa, la misma que me empujó a leer varios textos relacionados.
Difícilmente, el estilo testimonial pueda plantearse un objetivo mayor que el de promover una saludable curiosidad por su objeto; y los cabos abiertos por Lizzani son tan exactos, que ni muchas lecturas han servido para encomiar una estrategia narrativa que, acertadamente, prescinde de un personaje tan central como El Duce, para apuntalar la gran pregunta que sobrevuela a toda esta historia:
¿Porque razón Mussolini, desoyendo a su hija preferida, no salvó de la muerte a su yerno, Ciano?
Il Processo di Verona está narrado con fuerza, y nos hace asimismo, al espectador, testigo directo de la historia y del drama de las personas que la hicieron, como por ejemplo, el viejo General Bono, que será ejecutado, habiendo encabezado en su día La Marcha sobre Roma, y que ahora, el sistema que ayudó a crear le devora y ejecuta.
Su expresiva fotografía en blanco y negro de la mano de Leonida Barboni, dan paso a una sucesión de imágenes, donde la cámara está allí donde debía estar, es decir, concibiendo cada plano a la perfección, como lo muestra el ambiente en el aeropuerto de Roma, el encuentro en la residencia-refugio de Mussolini, el intento de asalto y abucheo a la prisión, la demagogia del proceso y las contradicciones del partido y de La Gestapo; todo medido a la perfección.
Un proceso, celebrado entre el 8 y el 10 de enero de 1944, por un Tribunal Especial Extraordinario de La República Social Italiana, escandaloso, sumarísimo y lleno de intereses pocos claros, y de clara venganza política, que Lizzani recrea magníficamente en el ambiente y el clima interno que pudiera haber en esos momentos, y que se iniciaba así:
“Se les acusa de traición y conspiración con el enemigo, por haber, tras varias reuniones y con ocasión del voto emitido en El Gran Consejo Fascista del 25 de julio de 1943, en Roma, de común acuerdo y a traición, intentando menoscabar la independencia del Estado, y por haber perjudicado, mediante actos destinados a avivar las ilusiones de una pronta paz, tanto a la resistencia del país, como a las operaciones de Las Fuerzas Armadas, prestando de este modo, auxilio al enemigo”
Tras la invasión de Los Aliados en Sicilia, El Presidente de La Cámara de Los Fascios, Conde Dino Grandi, presenta al Gran Consejo Fascista una “Orden del Día”, produciendo la caída y destitución de Benito Mussolini, y nombrando al Mariscal Badoglio como nuevo Jefe de Gobierno.
Ese es el famoso Golpe de Estado del Rey Vittorio Emanuele III, del 25 de julio de 1943, en el que está también implicado El Conde Ciano, antiguo Ministro de Asuntos Exteriores, que había negociado el eje con la Alemania hitleriana, y yerno del Duce.
Detenido Mussolini pero liberado por los nazis, establece una República Fascista en el norte de Italia, Saló; siendo controlada por los alemanes.
Así, logran detener a Ciano y a otros miembros del Gran Consejo implicados en El Golpe, quienes, después de un sonado proceso político en Verona, serán ejecutados, 6 de ellos, los 13 restantes, que se habían unido a los aliados, uno, y huidos, otros, serán juzgados en rebeldía.
Il Processo di Verona se abre con una secuencia que busca en la impresión de la “verdad”, con la emoción de los jerarcas del Gran Consejo del Fascismo; y se cierra con el rodaje de los presos, también de corte similar.
En esta última escena, se revela planes de seguir en el rodaje de la ejecución original, donde el sonido de fondo está dado por el zumbido de la cámara de la máquina en el lugar; y pone de manifiesto la función didáctica del cine:
La función tanto del documental de la propaganda nazi-fascista, que muestra lo que les sucede a los traidores; ambos en la ficción del compromiso cívico que muestra cómo terminan los poderosos.
Y ya el 25 de julio de 1943, El Gran Consejo del Fascismo, por un voto del Conde Galeazzo Ciano y otros líderes, aprueba “La Orden Grandi”, quien decretó el final del gobierno de Mussolini y, de hecho, la caída del fascismo.
Como consecuencia directa de la decisión y de la evolución de la guerra, hay acontecimientos cruciales:
El arresto de Mussolini, el armisticio, la ocupación alemana…
La situación también precipita a Ciano, que se da cuenta de la gravedad de su gesto y del clima de odio creado a su alrededor.
Luego decidió huir a España con su esposa Edda Mussolini y sus hijos.
Mientras tanto, Mussolini es liberado por los nazis, que lo pusieron a cargo de La República Social Italiana.
Pero Ciano solo decidió hacer una parada en Mónaco, donde podría contratar su salida final con los alemanes.
El recuento sigue siendo solo 2 armas:
La posición de Edda, a quien debemos un cierto respeto, y los diarios que contienen revelaciones importantes, y que podrían ser entregados a los ingleses.
Los alemanes toman tiempo y lo desvían a Verona, donde los fascistas están allí para darle la bienvenida a la estación, pero es para arrestarlo y procesarlo.
Además de él, algunos de los que votaron por la caída de Mussolini están acusados de la misma acusación de traición; y la sed de venganza del ala más dura requeriría una solución inmediata:
Un grupo de fascistas se aproxima a la prisión para un linchamiento, pero son los mismos nazis que imponen el orden para que se reproduzca un proceso ejemplar, cuyo veredicto parece sellado.
En la cárcel, un cura es contactado varias veces por Frau Beetz (Françoise Prévost), una espía que trata de recuperar los diarios y, atraído por ello, parece interesado en su salvación.
Al mismo tiempo, Edda, que ya había asegurado las escrituras, trata de encontrar una salida para su esposo.
Incapaz de conocer a su padre, le pide ayuda a su madre, Rachele Mussolini (Vivi Gioi), quien sin embargo, la rechaza.
Espiada y perseguida por los alemanes, Edda está dispuesta a renunciar a sus diarios, pero no hay más lugar para las negociaciones.
El juicio está por terminar, y el resultado es una sentencia de muerte para Ciano y todos los demás, menos uno.
Edda llama a Mussolini, y declara su desprecio…
Si bien quiere evitar que la solicitud de indulto de los condenados se entregue al Duce, ninguno de los líderes fascistas quiere asumir la responsabilidad de rechazarla.
Finalmente, un jerarca se ve obligado a colocar su firma en el documento; la solicitud es denegada
Los condenados son llevados al campo de tiro donde se lleva a cabo la ejecución, mientras que un camarógrafo filma la escena.
Es el 11 de enero de 1944, poco más de 1 año después de la caída de La República Social Italiana, al final de la guerra, y la muerte de Mussolini.
Por ello, Il Processo di Verona es un documento muy rico, tanto en matices políticos, como existenciales, ya que logra una enorme coherencia al respecto, que está concebido dentro de la dialéctica:
Hombre e historia propia de la postura ideológica de Carlo Lizzani, realizador y también historiador cinematográfico de tendencia marxista, y ex Director de La Mostra de Venecia, que ha puesto un cuidado excelente para mantener con vida todo este espectro de posibilidades capaces de explicar el carácter implacable y de algún modo inesperado del desenlace; atento a que la película enaltezca al género por su ambición para encender lo verificable, y su prudencia para preservar las ingentes dudas que quedarán sin resolver.
Y es al tiempo una formidable recreación de segmentos históricos que pueden obsequiarle al cine las bases de un guión insuperable en cuanto a ritmo, dramatismo y suspenso; y Lizzani le hace honor a la oportunidad, porque sumerge al espectador en la densidad de un tiempo singularmente terrible; mostrando su relato sin caer en excesos ni en razonamientos engañosos y carentes de trampa; sin tomar partido, mostrando la tragedia política del fascismo italiano junto con el drama “conciencial” y existencial de los protagonistas:
El Conde Galeazzo Ciano, ex aviador de La Fuerza Aérea Real Italiana, y que cuenta en su haber, promover la invasión de Grecia, que también fue firme defensor de apoyar al General Franco y al Bando Nacional en La Guerra Civil Española, siendo su figura clave en el envío de 78.500 soldados italianos a España; Ciano era consciente de que la derrota italiana en La Batalla de Stalingrado en 1942, y la llegada masiva de tropas estadounidenses al Norte de África en 1943, con la consiguiente pérdida de Libia, llevaron a que Italia fuese puesta contra las cuerdas.
Ciano sabía que Italia debía poner fin a la guerra cuanto antes, o sería destruida, por lo que en secreto decidió trabajar para El Rey Vittorio Emanuele III y su círculo íntimo de partidarios de la paz.
Su esposa, Edda Mussolini, la valerosa hija del Duce, que a su vez sufre esta última un drama familiar y un desencanto, tanto ideológico, como marital; y Mussolini aparece sólo en los clips de noticiarios, no se le concede la representación, para delinear mejor la ambigüedad de su condición:
Él sigue siendo muy fuerte a nivel simbólico, se habla continuamente de él, y al mismo tiempo se le ve muy débil en el avión.
Incapaz de decidir, Mussolini sigue siendo el simulacro de un poder que está desapareciendo y, ahora reducido a un títere en manos de los alemanes, que no pueden quedarse fuera de la cancha.
En el clímax final, la llamada telefónica de Edda a su padre, es un monólogo:
El Duce permanece en silencio, completamente sumergido por las palabras de su hija, que le priva definitivamente de la autoridad y dignidad.
En el clímax del drama, Silvana Mangano ofrece una interpretación intensa, que le valió varios premios como mejor actriz, porque esta película le pertenece a ella, dando la actuación de toda una vida como la hija de Benito Mussolini, y la esposa de su Ministro de Relaciones Exteriores, Galeazzo Ciano, interpretado por Frank Wolff, que es más que un estratega de la situación, de carácter ingenuo y humano, de ahí los cargos a la película de indulgencia excesiva; y los otros jerarcas:
Pavolini, Farinacci, etc., tienen sobre todo una función narrativa.
Pero Wolff ofrece una actuación sólida; pero La Condesa Edda Ciano es realmente fascinante, porque ella está atrapada entre padre y esposo, y finalmente desilusionada con ambos, mientras muestra una gama de emociones que le acreditan como una actriz seria, alejada de toda belleza mostrada en filmes anteriores pero que mantiene a pesar de todo.
Se le puede achacar que en su conjunto, Il Processo di Verona posee cierto aire algo forzado; es más, adquiere a veces un tono que sabe a poco creíble... o demasiado dialogado que se hace cansado por momentos, más aún si no se sabe de la historia, del trasfondo; al tiempo que puede adolecer de “falta de credibilidad” y acaso de verdadera autenticidad, contraria, por tanto, a la poética y al espíritu del neorrealismo, que la mantiene en una categoría artística bastante alejada de su modelo hoy homenajeado.
Sin embargo, es de imprescindible visionado.
“Se mentre mi preparo per il grande gioco penso di rendere pubbliche le mie annotazioni non è perché aspetto riabilitazioni postume o accettazioni, ma perché credo che una testimonianza onesta della verità possa essere utile, in questo mondo convulso, per suscitare l'innocente e punire il colpevole”
Tras los hechos, se supo que Edda Ciano huyó a Suiza el 9 de enero de 1944, disfrazada de campesina.
Se las ingenió para pasar de contrabando Los Diarios de Guerra del Conde Ciano, que había escondido en sus ropas con ayuda de su confidente, Emilio Pucci.
En esa época, Pucci era Teniente en Las Fuerzas Aéreas Italianas, pero después adquirió fama como diseñador de moda...
El corresponsal de guerra, Paul Ghali, del Chicago Daily News, supo de su internamiento secreto en un convento suizo, en Neggio, y acordó con ella la publicación de los diarios, que revelaron mucho de la historia secreta del Régimen Fascista entre 1939 y 1943, y están considerados un recurso histórico de primera mano.
Los Diarios son estrictamente políticos, y contienen poco de la vida personal de los Ciano.
Y es que desde el 22 de agosto de 1937, Ciano escribió unos Diarios, donde anotaba día a día sus impresiones y pensamientos sobre la política exterior de la Italia Fascista, y luego sobre los eventos de La Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva centrada en Italia, abarcando casi todo el periodo en el cual, Ciano ocupó el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores, hasta el 5 de febrero de 1943, fecha de la última anotación en Los Diarios.
Los Diarios de Ciano fueron publicados en Suiza, poco antes del término de La Segunda Guerra Mundial, en enero de 1945.
Y tras la muerte de Ciano en 1944, La Gestapo intentó fallidamente adueñarse del manuscrito original de Los Diarios, debido a las crudas descripciones que allí se encontraban respecto a las intrigas de la política fascista y nazi, pero Edda Mussolini logró ocultar los textos, hasta que pudieron llegar clandestinamente a Suiza.
De hecho, Los Diarios de Ciano constituyen hasta hoy, una interesante fuente histórica sobre la vida política del fascismo italiano en sus últimos años, La Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva de Italia, comentarios sobre países europeos aliados al Eje o neutrales, así como duros juicios personales de Ciano sobre diversos personajes tanto italianos como alemanes y de otras nacionalidades, junto con las opiniones íntimas del autor sobre la marcha de la guerra.
Los Diarios muestran el optimismo inicial de Ciano sobre la política de expansionismo fascista en los días de La Guerra Civil Española, sus grandes dudas sobre la conveniencia de aliar a Italia con El Tercer Reich, su negativa a que Italia se declarase en guerra a favor de Alemania en septiembre de 1939, sus impresiones sobre La Marcha del Eje en la guerra, y finalmente el pesimismo del autor por el futuro de la alianza bélica Ítalo-alemana tras los desastres de El Alamein y Stalingrado.
Los Diarios mencionan muy pocos datos personales de la vida de Ciano, pero sí contienen bastante información de primera mano sobre las funciones diplomáticas que le encargaba Mussolini, como las entrevistas con embajadores extranjeros, o las visitas al Cuartel General de Hitler o a otros satélites del Eje; y comentarios de Ciano sobre sus charlas con líderes políticos y militares de la época, incluyendo apreciaciones sobre sus entrevistas con el propio Mussolini, así como con Hitler, Ribbentrop, Göring, Pierre Laval, Alfred Jodl, Wilhelm Keitel, Miklós Horthy, Mihai Antonescu, entre otros más.
La propia Edda rompió el silencio 3 décadas después del Proceso Verona; y de acuerdo a su testimonio, “Piquete de ejecución para un fascista”, Mussolini sobreestimó su poder para modificar el curso de los hechos.
De común acuerdo, la jerarquía del partido y los alemanes, apresuraron El Proceso para no darle tiempo.
A favor de su tesis, el cambio de la custodia de Galeazzo, tomada por El Comando alemán, era el funesto indicio de que no se permitiría tal interferencia.
A su vez, Giovanni Dolffin, último Secretario del Duce, en su intenso documento, “La Agonía de Mussolini”, sugiere un giro del dictador a tono con su archiconocido oportunismo, según el cual habría pasado de opinar que El Proceso era pura hipocresía expiatoria, al convencimiento de que no podía cambiar la vida de su yerno por aquel incómodo aliado que, con todo, constituía su último refugio.
Tampoco deseaba contrariar a una cúpula fascista sedienta de sangre, y más dispuesta a desafiarlo que en el pasado.
Si el diario es sincero, Ciano no habría logrado separar a Mussolini de Hitler, pero lo habría intentado con regular consistencia.
Los otros procesados “en ausencia” del Proceso de Verona:
Dino Grandi, Giuseppe Bottai, Luigi Federzoni, Cesare Maria de Vecchi, Umberto Albini, Giacomo Acerbo, Dino Alfieri, Giuseppe Bastianini, Annio Bignardi, Giovanni Balella, Alfredo De Marsico, Alberto De Stefani y Edmondo Rossoni, ninguno fue capturado por las autoridades fascistas, y todos sobrevivieron a la guerra.
Finalmente Edda negó rotundamente su involucración en El Partido Nacional Fascista o en El Régimen, y tuvo una aventura con un comunista después de la ejecución de su padre por los partisanos italianos en La Segunda Guerra Mundial.
Pero después de volver a Italia, ella fue detenida en la isla de Lipari, y el 20 de diciembre de 1945, sentenciada a 2 años de prisión por ayuda al fascismo.
Edda publicó una autobiografía, “La mia vita” y su hijo mayor, de 3 que tuvieron Los Ciano, Fabrizio Ciano, escribió unas memorias personales tituladas “Quando il nonno fece fucilare papà” o “Cuando el abuelo hizo fusilar a papá”
Fabrizio murió a los 77 años en San José, Costa Rica, el 8 de abril de 2008; mientras Edda murió en Roma en 1995, a los 84 años.
Lo que finalmente se supo es que Ciano estaba a veces en contra de las decisiones de Mussolini, porque lo había confiado así en su diario secreto; y si lo hubiese publicado inmediatamente, él habría perdido su puesto, pero tal vez las cosas habrían sido diferentes.

“Hai visto?
Dimenticheranno il tuo passato fascista, la tua carriera, il cognome di tua moglie.
Gli italiani dimenticano facilmente...”



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