La Giornata Balorda
“Lo studio ironico delle avventure commoventi e delle avventure sensuali di un giovane...”
Las relaciones del cine con las demás artes, y del cineasta con otros artistas han sido particularmente accidentadas; del mismo modo, la cinematografía no siempre ha llevado con obviedad y armonía la fusión entre estética y técnica, capital y talento.
Esa doble facultad de comportarse a la manera de una inversión industrial cualquiera, y a la vez, entrañar un arte, inclina a los más escépticos a guardar recelos sobre la legitimidad de las síntesis propuestas por el filme, y ha promovido controversias que están lejos de conciliarse.
Y es que desde siempre, el primer problema en las relaciones entre cine y literatura, es la costumbre de abordar el asunto como problema:
Algunos de los tempranos teóricos del cine fueron antes escritores o periodistas, y este antecedente se tradujo en un rechazo abierto o reservas hacia la influencia literaria en el filme; otros, sin necesidad de cargar con los mismos antecedentes, coincidieron con los primeros.
Las discusiones más generalizadas, recalcaban el papel de la literatura como expresión cultural desactualizada, los efectos nocivos del argumento, o simplemente protestaron contra la convergencia de ambas artes; y no faltaron quienes, limitando la influencia literaria, encontraron en el cine una nueva escritura, resaltaron los recursos poéticos de la imagen fílmica, y su similitud con “el sueño”, de ahí que el nombre de Alberto Moravia se encuentre vinculado al cine de una doble manera:
Como crítico cinematográfico del periódico L’Espresso, cuando dijo “soy crítico cinematográfico, y pienso que la crítica es la única actividad digna de un poeta, de un escritor”; y como novelista, cuya obra sirvió de base para la realización de una serie de películas marcadas todas con la impronta de un fuerte contenido realista.
Por eso, no es raro encontrar esta opinión de Moravia cuando dice:
“El cine es un ejercicio rico en metáforas, dice una cosa y significa muchas otras, tiene relaciones con la cultura muy extrañas y profundas, mucho más profundas que el teatro, por ejemplo.
En la práctica, ver una película significa atravesar la selva de las analogías y de las metáforas que la componen”
De ahí que la muerte, el suicidio, la desesperación, el aburrimiento, el fascismo, los conflictos histórico-políticos, el erotismo, la política, el amor, el tedio, los celos, la melancolía, el psicoanálisis tomados como la manera más transparente de comunicación en una pareja, son los temas de su extensa obra literaria, y que fielmente se pueden apreciar bajo una representación visual y sonora que constituye el cine.
Alberto Moravia fue un escritor y periodista italiano; y en sus escritos son recurrentes el impulso sexual, la alienación del individuo y el existencialismo; y su obra literaria se caracteriza por una crítica frontal a la sociedad europea del siglo XX:
Hipócrita, hedonista y acomodaticia; y se caracteriza por un estilo austero y realista, presente ya en su primera novela, “Gli indifferenti” (1929), que le hizo saltar a la fama en Italia.
Pero es en la aridez moral, la hipocresía de la vida contemporánea y la incapacidad de las personas para encontrar la felicidad en formas tradicionales como el amor y el matrimonio, los temas recurrentes en sus obras; y por lo general, estas condiciones son patológicamente típicas de la vida de la clase media; donde el matrimonio es el objetivo de obras como “L'amore coniugale” (1949); la alienación es el tema en obras como “Il disprezzo” (1954), a pesar de la observación desde una perspectiva racional-realista; y los temas políticos a menudo están presentes:
Un ejemplo es “La Romana” (1947), la historia de una prostituta enredada con el régimen fascista y con una red de conspiradores; y el realismo sexual extremo en “La noia” (1960), introdujo las obras psicológicamente experimentales de los años 70.
El estilo de escritura de Moravia, fue muy considerado por ser extremadamente descarnado y sin adornos, caracterizado por palabras elementales y comunes en una sintaxis elaborada; y se establece un estado de ánimo complejo al mezclar una proposición que constituye la descripción de una sola observación psicológica, mezclada con otra proposición de ese tipo; y en las novelas posteriores, el monólogo interno es prominente; pero sobre todo, Moravia creía que los escritores deben, si representasen la realidad, “asumir una posición moral, una actitud política, social y filosófica claramente concebida”, pero también que, en última instancia, “un escritor sobrevive a pesar de sus creencias”
Varias de sus obras fueron adaptadas al cine con bastante éxito; pero reticente, Alberto Moravia planteó así su posición frente al cine:
“Dondequiera que hay un oficio artístico hay arte.
Pero la cuestión es esta:
¿Hasta qué punto permite la película la plena expresión?
La cámara es un instrumento de expresión menos completo que la pluma, incluso en manos de Eisenstein.
Nunca será capaz de expresar, pongamos por caso, todo lo que Marcel Proust expresó.
Nunca”
“Non esci mai quando sei in vantaggio!”
La Giornata Balorda es un drama italiano del año 1960, dirigido por Mauro Bolognini.
Protagonizado por Jean Sorel, Lea Massari, Jeanne Valérie, Rik Battaglia, Valeria Ciangottini, Isabelle Corey, Paolo Stoppa, Marcella Valeri, Luigi Giacosi, Enrico Glori, entre otros.
El guión es de Alberto Moravia, Pier Paolo Pasolini y Marco Visconti; basados en varios cuentos de Alberto Moravia, como “Racconti romani” (1954) y “Nuovi racconti romani” (1959)
Es una coproducción entre Italia, donde se estrenó como “La Giornata Balorda” y Francia, donde se la conoce como “Ça s'est passé à Rome”; pero el título original es el italiano que se traduce literalmente como “El Día Tonteando”; y es una especie de continuación de un discurso que cinematográficamente el director había comenzado con “Giovani Mariti” (1958) y la famosa “La Notte Brava” (1959), donde el tema se centra en los jóvenes, pero siguiendo una tendencia coral; por lo que ahora el director toscano aprieta su mirada “netamente peatonal” con un solo protagonista.
Visualmente interesante, ver la secuencia inicial al respecto; musicalmente audaz y muy efectiva, con la combinación de jazz y escenas de realidad cruda; La Giornata Balorda representa una Italia al borde del “boom” económico, que vive de expedientes, y en el que la moral se vuelve inestable; y es fascinante no solo por su herencia neorrealista, sino porque fue prohibida en Italia, no por motivos sexuales o antirreligiosos, sino por su descripción de la sociedad italiana; incluido el bloqueo de las proyecciones, y una denuncia penal contra el director Bolognini y los guionistas Moravia y Pier Paolo Pasolini, antes de que éste comenzara a dirigirse a sí mismo; que luego el filme desapareció por completo… y ni siquiera se mostró en las retrospectivas de Bolognini en los años siguientes debido a su rareza.
Rodada en Italia, la acción sigue a un guapo barriobajero romano de 20 años, desempleado, y con un hijo de 20 días, y con la abuela para cuidarlo llamado Davide Saraceno (Jean Sorel) que se pasa el día buscando trabajo en el que será “de locura”
Él es un joven pobre que ha embarazado a la mujer que ama, Freya (Lea Massari), y ahora quiere casarse con ella.
El bebé ya nació cuando Davide se propuso “comprar” un trabajo.
Su tío, no un modelo de decoro, le presenta a un hábil operador que realmente no quiere contratar a Davide en absoluto.
Pero la futura maestra del empleador, echa un vistazo a Davide, y le dice a su amante que solo tiene que darle un trabajo...
Mientras tanto, Davide todavía tiene el problema de juntar el dinero para “comprar” su trabajo, y lo resuelve de una manera bastante creativa…
Este es un extracto de la vida de un joven romano sin empleo; con un hijo, una mujer y quiere casarse, pero no tiene dinero.
En el callejón sin salida en el que está, busca desesperadamente un trabajo:
¿Ser portero por un día?
Pero sin duda, su problema no se resolvería… y en su desaliento llega hasta el robo, lo que parece un medio para resolver temporalmente la situación.
Sin embargo, es precisamente en el sexo en donde encontrará su mejor fuente de ingresos al encontrarse, por el azar, el destino, el juego de los dioses o el capricho de las Moiras; con una mujer aburrida de la rutinaria actividad erótica de su esposo, que le paga muy bien la posibilidad concreta de la materialización de un sueño, de una aventura, de otro cuerpo...
El director Mauro Bolognini nos muestra una época de auge económico, un período en muchos aspectos de florecimiento y optimista, aunque las cosas no iban tal y como fueron presentadas; pues ya había corrupción, escándalo, aburrimiento, arribismo, y la resignación de una Roma cínica y desvergonzada.
Con una cámara para nada inmóvil, la mayoría del rodaje en escenarios naturales, seguimos las andanzas de este joven romano, acompañado por la música de jazz de Piero Piccioni; y diferencia de los héroes de la película “La Notte Brava” (1959), el joven Davide quiere encontrar un trabajo realmente honesto y sostenible, pero arrojado entre oficinas y promesas vagas, descubrirá la corrupción de la sociedad e incluso una cierta injusticia.
Todavía oscila entre el descuido de la juventud con su búsqueda de amor y el sentido de responsabilidad del padre de un recién nacido; siendo el rostro bello del francés Jean Sorel, quien encarna con su hermosa presencia a este joven que aspira a una vida mejor.
Pero como se dijo, la película fue mutilada y prohibida en Italia, oficialmente por “amoralidad”, pero principalmente porque era contraria a los valores que el gobierno italiano intentaba inculcar.
Pero vale revisionarla y revalorizarla como una obra maestra de su época, y por técnica, tremendamente bien cuidada en todos los detalles, llegando a la perfección.
“Un mondo in cui l'amore è l'unica arma contro la noia!”
A finales de los años 50 y primeros 60, una nueva generación de directores italianos superó el neorrealismo, o evolucionaron a partir de él de una forma más crítica:
Algunos se radicalizaron para seguir los movimientos marxistas que luego coincidieron con el mayo del 68, otros simplemente daban testimonio de lo que sucedía en el país, principalmente en los barrios bajos de una Roma que ya no era “La Ciudad Eterna”, al menos no en los suburbios que retrataba la cámara de Mauro Bolognini, uno de aquellos realizadores; que fue famoso por sus comedias y por sus adaptaciones de obras literarias para la gran pantalla, de entre otros, adaptó títulos de Alberto Moravia, Italo Svevo o Vitaliano Brancati; y su carrera dará un giro cuando colabora con los escritores Alberto Moravia y Pier Paolo Pasolini, quienes le inspirarán para crear “La Notte Brava” (1959) y La Giornata Balorda en 1960.
Y es que ese año supuso una de las cimas del cine italiano, con exponentes que han logrado pasar al conjunto de una producción europea, que por otro lado se encontraba en plena efervescencia dentro del contraste de sus exponentes más o menos clásicos y/o académicos; con la injusta mirada peyorativa que entonces se proyectó sobre ellos; con la eclosión de las nuevas olas.
Y en medio de ambas vertientes, podemos establecer un título como este, como una nueva muestra del magnífico momento que en esos años vivía la obra de Mauro Bolognini, un cineasta que años después se fue marchitando, inmerso de modas visuales que lo anularon por completo.
Sin embargo, es muy interesante ir recuperando la obra de sus primeros años, para valorar una obra parcial, llena de interés, en la que el título que nos ocupa ofrece atractivos suficientes, al tiempo que podemos ver en sus imágenes y en su propia atmósfera, referencia e incluso elementos que la ligan con esa riqueza y variedad que el cine italiano desplegaba en aquellos momentos.
La Giornata Balorda es una película en blanco y negro sobre la clase baja de Roma, con un guión escrito por Pasolini antes de convertirse en un director; y que por cierto, filmó muchos guiones escritos por Pasolini, y aquí se puede ver el mundo proletario “pasoliniano” filmado como un buen producto comercial del cine italiano de principios de los 60; donde dice la leyenda, de que Pasolini decidió convertirse en un cineasta para evitar a los glamurosos actores profesionales de la época, y que siguió el ejemplo de La Giornata Balorda para “Accatone”, su primer largometraje; siendo parecido en estilo y contenido; y realmente La Giornata Balorda parece más una película de Pasolini que una de Bolognini; con quien trabajaría en los guiones de 4 filmes de Mauro Bolognini, 1958 y 60:
“Giovani Mariti” (1958), “La Notte Brava” (1959), La Giornata Balorda e “Il Bell'Antonio” (1960); pero aquí está asistido por Marco Visconti, sin relación con el director Luchino Visconti, en una joya italiana de principios de “New Wave Age” que desapareció por completo sin razón, y cuyo título de la versión en inglés era “The View from The Balcony” por su escena inicial y final, donde se percibe la presencia en el aporte “pasoliniano” de la descripción de sombríos exteriores urbanos, o el protagonismo de ese “bello ragazzi”, que en esta ocasión encarna el francés Jean Sorel, siempre tan limitado de recursos, quizás incluso alejado del arquetipo que muy poco después aportaría el mismo Pasolini en su trayectoria como director, pero que ofrece en la película la fuerza de esa belleza física carente de una superior cualidad, capaz solo con ello de aparecer como catalizador de bajos instintos.
Por lo que Bolognini condensa otra vez el relato de Moravia en una sola jornada, sin abandonar el escenario de los barrios bajos romanos, para construir el retrato realista de Davide, un joven en paro, que aprovecha cualquier oportunidad legal o ilegal para lograr algunas liras.
Es una historia ambientada en un solo día sobre un perdedor romano, que engendró un hijo con su amante, y ahora está intentando, más o menos encontrar trabajo cuando no tiene relaciones sexuales con una mujer tras otra…
Su nombre es Davide Saraceno; y su búsqueda de trabajo configura la estructura de la película.
El encuentro con una antigua amiga, ahora prostituta; los trapicheos en un negocio fraudulento de aceite contaminado, y los devaneos con una caprichosa mujer de la alta sociedad, son algunos de los episodios en los que se ve envuelto el protagonista.
Un tipo de “Alfie italiano” que comienza en un proyecto de apartamentos multifamiliares con balcones arenosos, cuya vida se muestra con un estilo casi documental, donde se descubre en esta loca jornada, cómo se entrega en todo el camino…
¿Cómo?
De eso se trata el desarrollo del filme, donde Paolo Stoppa tiene un pequeño papel de sordomudo de confianza, que Davide pide ayuda para encontrar trabajo…
La configuración es austera, y la apertura de la película debajo de los balcones de varios niveles y cacofónicos de un complejo de apartamentos, es impresionante.
También se destaca Lea Massari que interpreta a una mujer adinerada que “se lleva” a Davide; o Valeria Ciangottioni, que interpreta a su amante angustiada…
Ella es la chica del rostro inocente que recordamos de “La Dolce Vita” de Fellini; y la hermosa banda sonora que recalca muy bien personajes, ambientes y situaciones; y al igual que en “La Notte Brava” (1959), nada cambia en la vida de Davide, como tampoco en la de los 3 ladrones de la primera cinta.
Tanto en una como en otra película, los personajes viven en un círculo vicioso de miseria, en el que un día no se distingue del otro.
De hecho, los planos de apertura y cierre en cada una de las cintas, son coincidentes para dar la sensación de tránsito hacia ninguna parte, de deambular dentro de un laberinto sin salida, como si fuera un círculo vicioso.
Y en La Giornata Balorda, Bolognini lleva su a su máxima expresión dicha estructura cuando Davide, en su afán de lograr empleo, va de uno a otro empresario, gracias a cartas de recomendación que, finalmente, le llevan al primero con el que inició la búsqueda; y por ello, la película se inicia con un hermoso, lento y extraño “travelling”, punteado por el sombrío fondo sonoro de Piero Picioni.
El movimiento de cámara describe la alienación existente en unos bloques de viviendas, atestados por familias obreras; y pese a su relativa cercanía, nos encontramos ante unas edificaciones envejecidas, en donde las “mammas” cuidan de sus hijos, e incluso sus nietos.
Y en una de sus viviendas, reside el joven y atractivo Davide Saraceno; un muchacho que apenas demuestra interés por establecerse en la vida, pese a que es padre de un pequeño, perteneciente a una familia de la que es vecino, no pudiendo por sus escasas posibilidades casarse con la madre del pequeño, e incluso bautizar al mismo.
Ese sencillo punto de partida, a partir del cual Davide se lanzará a la búsqueda de trabajo, iniciando con ello un casi “kafkiano” recorrido por una Roma que se contradice entre un pasado dominado por la decrepitud, y un atisbo de progreso que parece chirriar en una sociedad que, en el fondo se resiste a evolucionar, quedándose anclada en todos sus vicios; y podremos ver una amplia gama de burócratas que tratarán al muchacho con total indiferencia; a usureros como el tío del protagonista, que se enriquecen explotando a jóvenes obreros; funcionarios como el encarnado por Paolo Stoppa, que envuelven bajo su aparentemente correcto comportamiento, una doble moral, no dudando en contratar a prostitutas cuando su esposa se encuentra viviendo jornadas de playa...
Tampoco faltan empresarios que se enriquecen sin escrúpulos, con prácticas delictivas, que incluso ponen en tela de juicio la salud de la ciudadanía.
Y en medio de este vasto paraje, en el que no se deja títere con cabeza, Davide irá discurriendo casi como un inocente director de orquesta, mostrando al espectador en su recorrido de apenas una jornada, toda una mirada sombría y pesimista en torno a la sociedad italiana del momento, inserta en esa milenaria ciudad llena de contradicciones.
Faltó ser un poco más real al mostrar a Davide en prostitución masculina pura y dura, pero ya eso era demasiado pedir ante la censura que se le vino encima, un detalle muy sutil de eso, no hubiera podido ni estrenarse.
Y si eso señala la importancia de la presencia de Pasolini en los créditos argumentales, no obstante, en el film de Bolognini aparece de forma más acusada la impronta de Alberto Moravia, autor de la novela en la que se basa la película, al tiempo que coautor del guión junto al citado Pasolini y Marco Visconti.
Esa aura sombría, casi existencial, que se extiende a lo largo y ancho del metraje, preside las andanzas de este joven que ejerce casi como un corpúsculo molesto y de rara integridad, pese a su abierto carácter “dilettanti”, en un contexto de exasperante podredumbre moral y ética; y es por ello que este relato en el que se deja de lado un seguimiento argumental, por el contrario, en todo momento se busca y se logra en numerosas ocasiones un aura descriptiva, recorriendo la cámara junto a su protagonista.
Ello nos permitirá asistir el contraste entre frías viviendas de nueva creación y viejas y apenas cuidadas casas señoriales romanas; donde la cámara de Bolognini asumirá cierta herencia del cine de Antonioni, a la hora de mostrar esa alienación colectiva de ciudadanos que acceden a las oficinas burocráticas.
A esas playas a las que acuden mujeres acomodadas que quedarán hechizadas por el atractivo de Davide, y en donde conocerá la vigorosa personalidad de Freya, la carismática Lea Massari, ligada a ese jefe al que ha quedado unido como extraño y poco justificado ayudante del conductor de camión que transporta ese aceite adulterado.
Toda una descripción que aparece desoladora en su conjunto, y en la que no podremos quitarnos de la memoria la imagen de ese hombre influyente que ha muerto, y se encuentra expuesto en un túmulo funerario totalmente solo, en el lugar que fue su residencia... y cuya única posesión visible es un anillo que será hurtado para dar de comer a una familia.
Una imagen de extraña textura que domina sobre el conjunto del film, y a la que se recurrirá en unos necesarios planos finales, justificando la entrega de dinero de Freya a Davide, ese será el detonante para que este pueda acceder a ese puesto de trabajo en propiedad, o quizás una manera de proseguir en su holgazanería y, con ello, casarse con la madre de su pequeño, al que muy pronto bautizará.
¿Acaso seguirá en la prostitución o como ladrón?
No se sabe, pero queda un aparente “happy end”, que será subvertido con la cámara de Bolognini al despedir el metraje con un plano opuesto al que ha abierto esta película, alejando a sus protagonistas de ese entorno alienante y desesperanzado; como una perfecta alegoría de un entorno asfixiante y carente de asideros; un auténtico panorama de mediocridad, en esa situación marcada entre progreso y apego a los peores vicios de comportamiento de una sociedad como la italiana, que en numerosas ocasiones tuvo una adecuada plasmación fílmica.
Ocioso sería reseñar exponentes de especial significación que, desde un género u otro, supieron trasladar una particular visión de la compleja sociedad de Italia.
Lo que importa, lo pertinente en este caso, es consignar décadas después, como hoy se ha olvidado de Mauro Bolognini, donde supo situarse, en aquellos brillantes años de su carrera, en un lugar de privilegio ninguneado hasta nuestros días, y que esperamos le sea justamente restituido con esta obra de arte del cine social italiano.
Pero lamentablemente, ese olvido tuvo su génesis cuando La Giornata Balorda se estrenó por primera vez en Italia en 1960:
El Comité para La Revisión Teatral del Ministerio Italiano de Patrimonio Cultural y Actividades, lo calificó como VM16 “no apto para niños menores de 16 años”
Además, El Comité impuso las siguientes escenas que fueron eliminadas, según Documento N° 32986 firmado el 14 de octubre de 1960 por El Ministro Renzo Helfer:
La escena en la que Davide y Marina se abrazan en la habitación donde yace el cadáver, carrete 4; la escena en la terraza, en la que Marina se ofrece a Davide quitándose su camisa, carrete 5; la escena en el bosque, en la que Davide y Freya yacen en el suelo y comienza a desvestirse; la escena donde permanecen acostados, uno al lado del otro después de la relación sexual debe acortarse; en la canción debe borrarse la siguiente oración:
“... si tu madre es una prostituta, eres hija de puta...” situada en la página 8; y las siguientes oraciones deben ser eliminadas:
De Freya:
“...te gustan las mujeres de tu misma edad o las prostitutas?”
Davide:
“...bueno, después de que pagué a las prostitutas:
¿Cómo voy a encontrar a las otras mujeres?
...generalmente prostitutas”, en página 74.
Antes lo dispuesto:
“¿Cuál fue nuestro error?
En primer lugar, haberse concentrado en una sola película donde los principales flagelos son de la Italia moderna y, en segundo lugar, no haber hecho una película comedia sentimental con un fondo indistinguible, sino una película realista con un fondo polémico”
Así respondió Alberto Moravia a las acusaciones que se suscitaron en 1960.
Y es que el realismo crítico de Bolognini, y la pluma de Pasolini, más la aparición de nuevos valores de la interpretación, con un Jean Sorel que oculta al mismo Sol, pues era uno de los hombres más bellos del mundo; hicieron que este filme pegara el grito al cielo en una sociedad italiana puritana hipócrita.
Del reparto, la dirección de los actores, entre otros Sorel, Lea Massari, Paolo Stoppa, y la atención formal, hacen que la película sea muy refinada, pues todos ellos le dieron fuerza a un nuevo modelo de realización, emparentado con las nuevas olas europeas, esa Nouvelle Vague o Free Cinema, con una manera de dirigir y actuar que ahora forman parte de lo que llamamos “cine moderno”
Cada destacar nuevamente la escena de apertura de la película, que es absolutamente magnífica, un viaje lento hacia abajo, casi vertical entre 2 filas de edificios populares conectados por pasillos en cada piso, y la ropa para secar, con las personas que se hacen llamar, algunos residentes mirando la cámara desde las pasarelas, todo con la música de Piero Piccioni.
La imagen es impresionante y fascinante... magistral.
Y es que a Bolognini le gustaba multiplicar los planos verticales, como el plano de apertura sobre este lienzo extendido en estos barrios pobres, los planos en las diversas escaleras... el ascenso social de Davide que no se gana de antemano... donde se nota que prepara lindos tiros horizontales en movimiento, como las andanzas de Davide en las calles de Roma filmadas desde un auto que acaba de pasar, y ofrece una vez más, algunas secuencias que transpiran la sensualidad, como la silueta de Jeanne en movimiento, caminando en las escaleras, o todos los fotogramas de Sorel, donde se le ve tremendamente erótico, como un Davide de Michelangelo, más cuando se quita la camisa y se deja ver en toda su belleza permisible de rodar, pues en estos tiempos le hubiéramos visto al menos las nalgas… o la atractiva sonrisa de Lea es absolutamente irresistible, como joven que aspira a un futuro mejor con su hijo y esposo “trabajador”... el día de Davide será tenso; y al final, será una especie de “road movie” romana, con un personaje todavía en acción, y un balance, si es financieramente positivo, que no es moralmente glorioso, pero en una sociedad sin moral, donde Davide rápidamente entiende que no debemos posponer las cosas, debido a que “el fin justifica los medios”
Este es un espléndido retrato, una vez más, de un bello joven sin mucha referencia y tratando de sobrevivir día a día.
“L'amore è un gioco”
Si hay un filme que le pertenece a un actor en toda su “fisicalidad” si me permiten el término, es La Giornata Balorda a Jean Sorel, hoy de 83 años, y cuyo nombre real es Jean Bernard de Chieusses de Combaud de Roquebrune, nacido de una noble y antigua familia francesa, donde su padre era un marqués fundador de la revista Liberté.
Sorel hizo su debut sobre las pantallas en 1959, en un rol secundario en “J'irai cracher sur vos tombes”, una de las pocas película dirigidas por Michel Gast; y posteriormente tuvo una carrera brillante, siendo dirigido por directores prestigiosos, entre los cuales Luis Buñuel y Sidney Lumet, pero es sobre todo Italia la que lo consagra como uno de los actores más notables a nivel internacional.
Allí trabajaría con importantes directores como:
Alberto Lattuada, Dino Risi, Franco Brusati, Nanni Loy, Damiano Damiani, Mauro Bolognini y Carlo Lizzani.
Y en “Vaghe stelle dell'Orsa” es llamado por Luchino Visconti en un segundo momento, sólo después de la renuncia de Alain Delon por motivos económicos; siendo así como se relacionaría a partir de aquí a Sorel con Delon, siendo actores muy diferentes pero de un atractivo insuperable.
En 1967, Sorel alcanzaría su cenit como uno de los protagonistas de la película “Belle de Jour” de Luis Buñuel; pero más allá de las participaciones en el cine más comercial, no hace falta decir que tuvo incursiones en el cine de género, desde el policial al de terror, al “giallo” italiano, al “thriller” y hasta las comedias ligeras.
Con sus años, Sorel no se ha retirado del cine, y hoy vive en París.
Estuvo casado con la actriz italiana Anna Maria Ferrero, con quien fuera compañera en varias películas, siendo desposada en 1961, y conocida por primera vez en Roma, en una fiesta en casa del actor Pierre Brice; y fallecida recientemente, en mayo del 2018.
“La disoccupazione è una cosa per il disoccupato e un'altra per l'occupato.
Per il disoccupato è come una malattia di cui deve guarire al più presto, se no muore; per l'occupato è una malattia che gira e lui deve stare attento a non prenderla se non vuole ammalarsi anche lui, ossia diventare, appunto, disoccupato”
Las relaciones del cine con las demás artes, y del cineasta con otros artistas han sido particularmente accidentadas; del mismo modo, la cinematografía no siempre ha llevado con obviedad y armonía la fusión entre estética y técnica, capital y talento.
Esa doble facultad de comportarse a la manera de una inversión industrial cualquiera, y a la vez, entrañar un arte, inclina a los más escépticos a guardar recelos sobre la legitimidad de las síntesis propuestas por el filme, y ha promovido controversias que están lejos de conciliarse.
Y es que desde siempre, el primer problema en las relaciones entre cine y literatura, es la costumbre de abordar el asunto como problema:
Algunos de los tempranos teóricos del cine fueron antes escritores o periodistas, y este antecedente se tradujo en un rechazo abierto o reservas hacia la influencia literaria en el filme; otros, sin necesidad de cargar con los mismos antecedentes, coincidieron con los primeros.
Las discusiones más generalizadas, recalcaban el papel de la literatura como expresión cultural desactualizada, los efectos nocivos del argumento, o simplemente protestaron contra la convergencia de ambas artes; y no faltaron quienes, limitando la influencia literaria, encontraron en el cine una nueva escritura, resaltaron los recursos poéticos de la imagen fílmica, y su similitud con “el sueño”, de ahí que el nombre de Alberto Moravia se encuentre vinculado al cine de una doble manera:
Como crítico cinematográfico del periódico L’Espresso, cuando dijo “soy crítico cinematográfico, y pienso que la crítica es la única actividad digna de un poeta, de un escritor”; y como novelista, cuya obra sirvió de base para la realización de una serie de películas marcadas todas con la impronta de un fuerte contenido realista.
Por eso, no es raro encontrar esta opinión de Moravia cuando dice:
“El cine es un ejercicio rico en metáforas, dice una cosa y significa muchas otras, tiene relaciones con la cultura muy extrañas y profundas, mucho más profundas que el teatro, por ejemplo.
En la práctica, ver una película significa atravesar la selva de las analogías y de las metáforas que la componen”
De ahí que la muerte, el suicidio, la desesperación, el aburrimiento, el fascismo, los conflictos histórico-políticos, el erotismo, la política, el amor, el tedio, los celos, la melancolía, el psicoanálisis tomados como la manera más transparente de comunicación en una pareja, son los temas de su extensa obra literaria, y que fielmente se pueden apreciar bajo una representación visual y sonora que constituye el cine.
Alberto Moravia fue un escritor y periodista italiano; y en sus escritos son recurrentes el impulso sexual, la alienación del individuo y el existencialismo; y su obra literaria se caracteriza por una crítica frontal a la sociedad europea del siglo XX:
Hipócrita, hedonista y acomodaticia; y se caracteriza por un estilo austero y realista, presente ya en su primera novela, “Gli indifferenti” (1929), que le hizo saltar a la fama en Italia.
Pero es en la aridez moral, la hipocresía de la vida contemporánea y la incapacidad de las personas para encontrar la felicidad en formas tradicionales como el amor y el matrimonio, los temas recurrentes en sus obras; y por lo general, estas condiciones son patológicamente típicas de la vida de la clase media; donde el matrimonio es el objetivo de obras como “L'amore coniugale” (1949); la alienación es el tema en obras como “Il disprezzo” (1954), a pesar de la observación desde una perspectiva racional-realista; y los temas políticos a menudo están presentes:
Un ejemplo es “La Romana” (1947), la historia de una prostituta enredada con el régimen fascista y con una red de conspiradores; y el realismo sexual extremo en “La noia” (1960), introdujo las obras psicológicamente experimentales de los años 70.
El estilo de escritura de Moravia, fue muy considerado por ser extremadamente descarnado y sin adornos, caracterizado por palabras elementales y comunes en una sintaxis elaborada; y se establece un estado de ánimo complejo al mezclar una proposición que constituye la descripción de una sola observación psicológica, mezclada con otra proposición de ese tipo; y en las novelas posteriores, el monólogo interno es prominente; pero sobre todo, Moravia creía que los escritores deben, si representasen la realidad, “asumir una posición moral, una actitud política, social y filosófica claramente concebida”, pero también que, en última instancia, “un escritor sobrevive a pesar de sus creencias”
Varias de sus obras fueron adaptadas al cine con bastante éxito; pero reticente, Alberto Moravia planteó así su posición frente al cine:
“Dondequiera que hay un oficio artístico hay arte.
Pero la cuestión es esta:
¿Hasta qué punto permite la película la plena expresión?
La cámara es un instrumento de expresión menos completo que la pluma, incluso en manos de Eisenstein.
Nunca será capaz de expresar, pongamos por caso, todo lo que Marcel Proust expresó.
Nunca”
“Non esci mai quando sei in vantaggio!”
La Giornata Balorda es un drama italiano del año 1960, dirigido por Mauro Bolognini.
Protagonizado por Jean Sorel, Lea Massari, Jeanne Valérie, Rik Battaglia, Valeria Ciangottini, Isabelle Corey, Paolo Stoppa, Marcella Valeri, Luigi Giacosi, Enrico Glori, entre otros.
El guión es de Alberto Moravia, Pier Paolo Pasolini y Marco Visconti; basados en varios cuentos de Alberto Moravia, como “Racconti romani” (1954) y “Nuovi racconti romani” (1959)
Es una coproducción entre Italia, donde se estrenó como “La Giornata Balorda” y Francia, donde se la conoce como “Ça s'est passé à Rome”; pero el título original es el italiano que se traduce literalmente como “El Día Tonteando”; y es una especie de continuación de un discurso que cinematográficamente el director había comenzado con “Giovani Mariti” (1958) y la famosa “La Notte Brava” (1959), donde el tema se centra en los jóvenes, pero siguiendo una tendencia coral; por lo que ahora el director toscano aprieta su mirada “netamente peatonal” con un solo protagonista.
Visualmente interesante, ver la secuencia inicial al respecto; musicalmente audaz y muy efectiva, con la combinación de jazz y escenas de realidad cruda; La Giornata Balorda representa una Italia al borde del “boom” económico, que vive de expedientes, y en el que la moral se vuelve inestable; y es fascinante no solo por su herencia neorrealista, sino porque fue prohibida en Italia, no por motivos sexuales o antirreligiosos, sino por su descripción de la sociedad italiana; incluido el bloqueo de las proyecciones, y una denuncia penal contra el director Bolognini y los guionistas Moravia y Pier Paolo Pasolini, antes de que éste comenzara a dirigirse a sí mismo; que luego el filme desapareció por completo… y ni siquiera se mostró en las retrospectivas de Bolognini en los años siguientes debido a su rareza.
Rodada en Italia, la acción sigue a un guapo barriobajero romano de 20 años, desempleado, y con un hijo de 20 días, y con la abuela para cuidarlo llamado Davide Saraceno (Jean Sorel) que se pasa el día buscando trabajo en el que será “de locura”
Él es un joven pobre que ha embarazado a la mujer que ama, Freya (Lea Massari), y ahora quiere casarse con ella.
El bebé ya nació cuando Davide se propuso “comprar” un trabajo.
Su tío, no un modelo de decoro, le presenta a un hábil operador que realmente no quiere contratar a Davide en absoluto.
Pero la futura maestra del empleador, echa un vistazo a Davide, y le dice a su amante que solo tiene que darle un trabajo...
Mientras tanto, Davide todavía tiene el problema de juntar el dinero para “comprar” su trabajo, y lo resuelve de una manera bastante creativa…
Este es un extracto de la vida de un joven romano sin empleo; con un hijo, una mujer y quiere casarse, pero no tiene dinero.
En el callejón sin salida en el que está, busca desesperadamente un trabajo:
¿Ser portero por un día?
Pero sin duda, su problema no se resolvería… y en su desaliento llega hasta el robo, lo que parece un medio para resolver temporalmente la situación.
Sin embargo, es precisamente en el sexo en donde encontrará su mejor fuente de ingresos al encontrarse, por el azar, el destino, el juego de los dioses o el capricho de las Moiras; con una mujer aburrida de la rutinaria actividad erótica de su esposo, que le paga muy bien la posibilidad concreta de la materialización de un sueño, de una aventura, de otro cuerpo...
El director Mauro Bolognini nos muestra una época de auge económico, un período en muchos aspectos de florecimiento y optimista, aunque las cosas no iban tal y como fueron presentadas; pues ya había corrupción, escándalo, aburrimiento, arribismo, y la resignación de una Roma cínica y desvergonzada.
Con una cámara para nada inmóvil, la mayoría del rodaje en escenarios naturales, seguimos las andanzas de este joven romano, acompañado por la música de jazz de Piero Piccioni; y diferencia de los héroes de la película “La Notte Brava” (1959), el joven Davide quiere encontrar un trabajo realmente honesto y sostenible, pero arrojado entre oficinas y promesas vagas, descubrirá la corrupción de la sociedad e incluso una cierta injusticia.
Todavía oscila entre el descuido de la juventud con su búsqueda de amor y el sentido de responsabilidad del padre de un recién nacido; siendo el rostro bello del francés Jean Sorel, quien encarna con su hermosa presencia a este joven que aspira a una vida mejor.
Pero como se dijo, la película fue mutilada y prohibida en Italia, oficialmente por “amoralidad”, pero principalmente porque era contraria a los valores que el gobierno italiano intentaba inculcar.
Pero vale revisionarla y revalorizarla como una obra maestra de su época, y por técnica, tremendamente bien cuidada en todos los detalles, llegando a la perfección.
“Un mondo in cui l'amore è l'unica arma contro la noia!”
A finales de los años 50 y primeros 60, una nueva generación de directores italianos superó el neorrealismo, o evolucionaron a partir de él de una forma más crítica:
Algunos se radicalizaron para seguir los movimientos marxistas que luego coincidieron con el mayo del 68, otros simplemente daban testimonio de lo que sucedía en el país, principalmente en los barrios bajos de una Roma que ya no era “La Ciudad Eterna”, al menos no en los suburbios que retrataba la cámara de Mauro Bolognini, uno de aquellos realizadores; que fue famoso por sus comedias y por sus adaptaciones de obras literarias para la gran pantalla, de entre otros, adaptó títulos de Alberto Moravia, Italo Svevo o Vitaliano Brancati; y su carrera dará un giro cuando colabora con los escritores Alberto Moravia y Pier Paolo Pasolini, quienes le inspirarán para crear “La Notte Brava” (1959) y La Giornata Balorda en 1960.
Y es que ese año supuso una de las cimas del cine italiano, con exponentes que han logrado pasar al conjunto de una producción europea, que por otro lado se encontraba en plena efervescencia dentro del contraste de sus exponentes más o menos clásicos y/o académicos; con la injusta mirada peyorativa que entonces se proyectó sobre ellos; con la eclosión de las nuevas olas.
Y en medio de ambas vertientes, podemos establecer un título como este, como una nueva muestra del magnífico momento que en esos años vivía la obra de Mauro Bolognini, un cineasta que años después se fue marchitando, inmerso de modas visuales que lo anularon por completo.
Sin embargo, es muy interesante ir recuperando la obra de sus primeros años, para valorar una obra parcial, llena de interés, en la que el título que nos ocupa ofrece atractivos suficientes, al tiempo que podemos ver en sus imágenes y en su propia atmósfera, referencia e incluso elementos que la ligan con esa riqueza y variedad que el cine italiano desplegaba en aquellos momentos.
La Giornata Balorda es una película en blanco y negro sobre la clase baja de Roma, con un guión escrito por Pasolini antes de convertirse en un director; y que por cierto, filmó muchos guiones escritos por Pasolini, y aquí se puede ver el mundo proletario “pasoliniano” filmado como un buen producto comercial del cine italiano de principios de los 60; donde dice la leyenda, de que Pasolini decidió convertirse en un cineasta para evitar a los glamurosos actores profesionales de la época, y que siguió el ejemplo de La Giornata Balorda para “Accatone”, su primer largometraje; siendo parecido en estilo y contenido; y realmente La Giornata Balorda parece más una película de Pasolini que una de Bolognini; con quien trabajaría en los guiones de 4 filmes de Mauro Bolognini, 1958 y 60:
“Giovani Mariti” (1958), “La Notte Brava” (1959), La Giornata Balorda e “Il Bell'Antonio” (1960); pero aquí está asistido por Marco Visconti, sin relación con el director Luchino Visconti, en una joya italiana de principios de “New Wave Age” que desapareció por completo sin razón, y cuyo título de la versión en inglés era “The View from The Balcony” por su escena inicial y final, donde se percibe la presencia en el aporte “pasoliniano” de la descripción de sombríos exteriores urbanos, o el protagonismo de ese “bello ragazzi”, que en esta ocasión encarna el francés Jean Sorel, siempre tan limitado de recursos, quizás incluso alejado del arquetipo que muy poco después aportaría el mismo Pasolini en su trayectoria como director, pero que ofrece en la película la fuerza de esa belleza física carente de una superior cualidad, capaz solo con ello de aparecer como catalizador de bajos instintos.
Por lo que Bolognini condensa otra vez el relato de Moravia en una sola jornada, sin abandonar el escenario de los barrios bajos romanos, para construir el retrato realista de Davide, un joven en paro, que aprovecha cualquier oportunidad legal o ilegal para lograr algunas liras.
Es una historia ambientada en un solo día sobre un perdedor romano, que engendró un hijo con su amante, y ahora está intentando, más o menos encontrar trabajo cuando no tiene relaciones sexuales con una mujer tras otra…
Su nombre es Davide Saraceno; y su búsqueda de trabajo configura la estructura de la película.
El encuentro con una antigua amiga, ahora prostituta; los trapicheos en un negocio fraudulento de aceite contaminado, y los devaneos con una caprichosa mujer de la alta sociedad, son algunos de los episodios en los que se ve envuelto el protagonista.
Un tipo de “Alfie italiano” que comienza en un proyecto de apartamentos multifamiliares con balcones arenosos, cuya vida se muestra con un estilo casi documental, donde se descubre en esta loca jornada, cómo se entrega en todo el camino…
¿Cómo?
De eso se trata el desarrollo del filme, donde Paolo Stoppa tiene un pequeño papel de sordomudo de confianza, que Davide pide ayuda para encontrar trabajo…
La configuración es austera, y la apertura de la película debajo de los balcones de varios niveles y cacofónicos de un complejo de apartamentos, es impresionante.
También se destaca Lea Massari que interpreta a una mujer adinerada que “se lleva” a Davide; o Valeria Ciangottioni, que interpreta a su amante angustiada…
Ella es la chica del rostro inocente que recordamos de “La Dolce Vita” de Fellini; y la hermosa banda sonora que recalca muy bien personajes, ambientes y situaciones; y al igual que en “La Notte Brava” (1959), nada cambia en la vida de Davide, como tampoco en la de los 3 ladrones de la primera cinta.
Tanto en una como en otra película, los personajes viven en un círculo vicioso de miseria, en el que un día no se distingue del otro.
De hecho, los planos de apertura y cierre en cada una de las cintas, son coincidentes para dar la sensación de tránsito hacia ninguna parte, de deambular dentro de un laberinto sin salida, como si fuera un círculo vicioso.
Y en La Giornata Balorda, Bolognini lleva su a su máxima expresión dicha estructura cuando Davide, en su afán de lograr empleo, va de uno a otro empresario, gracias a cartas de recomendación que, finalmente, le llevan al primero con el que inició la búsqueda; y por ello, la película se inicia con un hermoso, lento y extraño “travelling”, punteado por el sombrío fondo sonoro de Piero Picioni.
El movimiento de cámara describe la alienación existente en unos bloques de viviendas, atestados por familias obreras; y pese a su relativa cercanía, nos encontramos ante unas edificaciones envejecidas, en donde las “mammas” cuidan de sus hijos, e incluso sus nietos.
Y en una de sus viviendas, reside el joven y atractivo Davide Saraceno; un muchacho que apenas demuestra interés por establecerse en la vida, pese a que es padre de un pequeño, perteneciente a una familia de la que es vecino, no pudiendo por sus escasas posibilidades casarse con la madre del pequeño, e incluso bautizar al mismo.
Ese sencillo punto de partida, a partir del cual Davide se lanzará a la búsqueda de trabajo, iniciando con ello un casi “kafkiano” recorrido por una Roma que se contradice entre un pasado dominado por la decrepitud, y un atisbo de progreso que parece chirriar en una sociedad que, en el fondo se resiste a evolucionar, quedándose anclada en todos sus vicios; y podremos ver una amplia gama de burócratas que tratarán al muchacho con total indiferencia; a usureros como el tío del protagonista, que se enriquecen explotando a jóvenes obreros; funcionarios como el encarnado por Paolo Stoppa, que envuelven bajo su aparentemente correcto comportamiento, una doble moral, no dudando en contratar a prostitutas cuando su esposa se encuentra viviendo jornadas de playa...
Tampoco faltan empresarios que se enriquecen sin escrúpulos, con prácticas delictivas, que incluso ponen en tela de juicio la salud de la ciudadanía.
Y en medio de este vasto paraje, en el que no se deja títere con cabeza, Davide irá discurriendo casi como un inocente director de orquesta, mostrando al espectador en su recorrido de apenas una jornada, toda una mirada sombría y pesimista en torno a la sociedad italiana del momento, inserta en esa milenaria ciudad llena de contradicciones.
Faltó ser un poco más real al mostrar a Davide en prostitución masculina pura y dura, pero ya eso era demasiado pedir ante la censura que se le vino encima, un detalle muy sutil de eso, no hubiera podido ni estrenarse.
Y si eso señala la importancia de la presencia de Pasolini en los créditos argumentales, no obstante, en el film de Bolognini aparece de forma más acusada la impronta de Alberto Moravia, autor de la novela en la que se basa la película, al tiempo que coautor del guión junto al citado Pasolini y Marco Visconti.
Esa aura sombría, casi existencial, que se extiende a lo largo y ancho del metraje, preside las andanzas de este joven que ejerce casi como un corpúsculo molesto y de rara integridad, pese a su abierto carácter “dilettanti”, en un contexto de exasperante podredumbre moral y ética; y es por ello que este relato en el que se deja de lado un seguimiento argumental, por el contrario, en todo momento se busca y se logra en numerosas ocasiones un aura descriptiva, recorriendo la cámara junto a su protagonista.
Ello nos permitirá asistir el contraste entre frías viviendas de nueva creación y viejas y apenas cuidadas casas señoriales romanas; donde la cámara de Bolognini asumirá cierta herencia del cine de Antonioni, a la hora de mostrar esa alienación colectiva de ciudadanos que acceden a las oficinas burocráticas.
A esas playas a las que acuden mujeres acomodadas que quedarán hechizadas por el atractivo de Davide, y en donde conocerá la vigorosa personalidad de Freya, la carismática Lea Massari, ligada a ese jefe al que ha quedado unido como extraño y poco justificado ayudante del conductor de camión que transporta ese aceite adulterado.
Toda una descripción que aparece desoladora en su conjunto, y en la que no podremos quitarnos de la memoria la imagen de ese hombre influyente que ha muerto, y se encuentra expuesto en un túmulo funerario totalmente solo, en el lugar que fue su residencia... y cuya única posesión visible es un anillo que será hurtado para dar de comer a una familia.
Una imagen de extraña textura que domina sobre el conjunto del film, y a la que se recurrirá en unos necesarios planos finales, justificando la entrega de dinero de Freya a Davide, ese será el detonante para que este pueda acceder a ese puesto de trabajo en propiedad, o quizás una manera de proseguir en su holgazanería y, con ello, casarse con la madre de su pequeño, al que muy pronto bautizará.
¿Acaso seguirá en la prostitución o como ladrón?
No se sabe, pero queda un aparente “happy end”, que será subvertido con la cámara de Bolognini al despedir el metraje con un plano opuesto al que ha abierto esta película, alejando a sus protagonistas de ese entorno alienante y desesperanzado; como una perfecta alegoría de un entorno asfixiante y carente de asideros; un auténtico panorama de mediocridad, en esa situación marcada entre progreso y apego a los peores vicios de comportamiento de una sociedad como la italiana, que en numerosas ocasiones tuvo una adecuada plasmación fílmica.
Ocioso sería reseñar exponentes de especial significación que, desde un género u otro, supieron trasladar una particular visión de la compleja sociedad de Italia.
Lo que importa, lo pertinente en este caso, es consignar décadas después, como hoy se ha olvidado de Mauro Bolognini, donde supo situarse, en aquellos brillantes años de su carrera, en un lugar de privilegio ninguneado hasta nuestros días, y que esperamos le sea justamente restituido con esta obra de arte del cine social italiano.
Pero lamentablemente, ese olvido tuvo su génesis cuando La Giornata Balorda se estrenó por primera vez en Italia en 1960:
El Comité para La Revisión Teatral del Ministerio Italiano de Patrimonio Cultural y Actividades, lo calificó como VM16 “no apto para niños menores de 16 años”
Además, El Comité impuso las siguientes escenas que fueron eliminadas, según Documento N° 32986 firmado el 14 de octubre de 1960 por El Ministro Renzo Helfer:
La escena en la que Davide y Marina se abrazan en la habitación donde yace el cadáver, carrete 4; la escena en la terraza, en la que Marina se ofrece a Davide quitándose su camisa, carrete 5; la escena en el bosque, en la que Davide y Freya yacen en el suelo y comienza a desvestirse; la escena donde permanecen acostados, uno al lado del otro después de la relación sexual debe acortarse; en la canción debe borrarse la siguiente oración:
“... si tu madre es una prostituta, eres hija de puta...” situada en la página 8; y las siguientes oraciones deben ser eliminadas:
De Freya:
“...te gustan las mujeres de tu misma edad o las prostitutas?”
Davide:
“...bueno, después de que pagué a las prostitutas:
¿Cómo voy a encontrar a las otras mujeres?
...generalmente prostitutas”, en página 74.
Antes lo dispuesto:
“¿Cuál fue nuestro error?
En primer lugar, haberse concentrado en una sola película donde los principales flagelos son de la Italia moderna y, en segundo lugar, no haber hecho una película comedia sentimental con un fondo indistinguible, sino una película realista con un fondo polémico”
Así respondió Alberto Moravia a las acusaciones que se suscitaron en 1960.
Y es que el realismo crítico de Bolognini, y la pluma de Pasolini, más la aparición de nuevos valores de la interpretación, con un Jean Sorel que oculta al mismo Sol, pues era uno de los hombres más bellos del mundo; hicieron que este filme pegara el grito al cielo en una sociedad italiana puritana hipócrita.
Del reparto, la dirección de los actores, entre otros Sorel, Lea Massari, Paolo Stoppa, y la atención formal, hacen que la película sea muy refinada, pues todos ellos le dieron fuerza a un nuevo modelo de realización, emparentado con las nuevas olas europeas, esa Nouvelle Vague o Free Cinema, con una manera de dirigir y actuar que ahora forman parte de lo que llamamos “cine moderno”
Cada destacar nuevamente la escena de apertura de la película, que es absolutamente magnífica, un viaje lento hacia abajo, casi vertical entre 2 filas de edificios populares conectados por pasillos en cada piso, y la ropa para secar, con las personas que se hacen llamar, algunos residentes mirando la cámara desde las pasarelas, todo con la música de Piero Piccioni.
La imagen es impresionante y fascinante... magistral.
Y es que a Bolognini le gustaba multiplicar los planos verticales, como el plano de apertura sobre este lienzo extendido en estos barrios pobres, los planos en las diversas escaleras... el ascenso social de Davide que no se gana de antemano... donde se nota que prepara lindos tiros horizontales en movimiento, como las andanzas de Davide en las calles de Roma filmadas desde un auto que acaba de pasar, y ofrece una vez más, algunas secuencias que transpiran la sensualidad, como la silueta de Jeanne en movimiento, caminando en las escaleras, o todos los fotogramas de Sorel, donde se le ve tremendamente erótico, como un Davide de Michelangelo, más cuando se quita la camisa y se deja ver en toda su belleza permisible de rodar, pues en estos tiempos le hubiéramos visto al menos las nalgas… o la atractiva sonrisa de Lea es absolutamente irresistible, como joven que aspira a un futuro mejor con su hijo y esposo “trabajador”... el día de Davide será tenso; y al final, será una especie de “road movie” romana, con un personaje todavía en acción, y un balance, si es financieramente positivo, que no es moralmente glorioso, pero en una sociedad sin moral, donde Davide rápidamente entiende que no debemos posponer las cosas, debido a que “el fin justifica los medios”
Este es un espléndido retrato, una vez más, de un bello joven sin mucha referencia y tratando de sobrevivir día a día.
“L'amore è un gioco”
Si hay un filme que le pertenece a un actor en toda su “fisicalidad” si me permiten el término, es La Giornata Balorda a Jean Sorel, hoy de 83 años, y cuyo nombre real es Jean Bernard de Chieusses de Combaud de Roquebrune, nacido de una noble y antigua familia francesa, donde su padre era un marqués fundador de la revista Liberté.
Sorel hizo su debut sobre las pantallas en 1959, en un rol secundario en “J'irai cracher sur vos tombes”, una de las pocas película dirigidas por Michel Gast; y posteriormente tuvo una carrera brillante, siendo dirigido por directores prestigiosos, entre los cuales Luis Buñuel y Sidney Lumet, pero es sobre todo Italia la que lo consagra como uno de los actores más notables a nivel internacional.
Allí trabajaría con importantes directores como:
Alberto Lattuada, Dino Risi, Franco Brusati, Nanni Loy, Damiano Damiani, Mauro Bolognini y Carlo Lizzani.
Y en “Vaghe stelle dell'Orsa” es llamado por Luchino Visconti en un segundo momento, sólo después de la renuncia de Alain Delon por motivos económicos; siendo así como se relacionaría a partir de aquí a Sorel con Delon, siendo actores muy diferentes pero de un atractivo insuperable.
En 1967, Sorel alcanzaría su cenit como uno de los protagonistas de la película “Belle de Jour” de Luis Buñuel; pero más allá de las participaciones en el cine más comercial, no hace falta decir que tuvo incursiones en el cine de género, desde el policial al de terror, al “giallo” italiano, al “thriller” y hasta las comedias ligeras.
Con sus años, Sorel no se ha retirado del cine, y hoy vive en París.
Estuvo casado con la actriz italiana Anna Maria Ferrero, con quien fuera compañera en varias películas, siendo desposada en 1961, y conocida por primera vez en Roma, en una fiesta en casa del actor Pierre Brice; y fallecida recientemente, en mayo del 2018.
“La disoccupazione è una cosa per il disoccupato e un'altra per l'occupato.
Per il disoccupato è come una malattia di cui deve guarire al più presto, se no muore; per l'occupato è una malattia che gira e lui deve stare attento a non prenderla se non vuole ammalarsi anche lui, ossia diventare, appunto, disoccupato”
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