L'Oro di Roma

“Tutti gli ebrei, senza distinzione di nazionalità, età, sesso e condizione, dovranno essere trasferiti in Germania ed ivi liquidati”

La persecución judía en Roma no es algo propio de La Segunda Guerra Mundial.
Los primeros judíos se establecieron en Roma en el siglo II a.C., y su consistencia aumentó considerablemente después de La Primera Guerra Judía dirigida por el futuro Emperador Tito; posteriormente en 1555, El Papa Pablo IV ordenó el encarcelamiento de todos los judíos de Roma, en una zona del distrito de Sant'Angelo, entre el antiguo Pórtico de Ottavia y El Tíber.
La zona, rodeada de muros, estaba equipada con puertas que estaban cerradas desde el atardecer al amanecer y, como el mismo lugar de la prisión veneciana, pronto fue llamado “gueto”
Para 1825, El Papa León XII amplió el gueto judío con un bloque adicional de la actual Via della Reginella; y posteriormente, El Papa Pío IX, en 1848, demolió las paredes del gueto, y liberalizó la residencia judía en Roma.
El distrito, sin embargo, continuó siendo habitado, abrumadoramente por ciudadanos de la religión judía.
En septiembre de 1943, la comunidad judía romana contaba entre 8,000 y 12,000 personas.
El 13 de octubre de 1943, el gobierno italiano declaró la guerra a Alemania; por lo que los angloamericanos y los rusos reconocieron que los italianos no eran aliados sino “cobelligentes”; y es que ese año, La Gestapo volvió a tomar parte del gueto de Roma el primer sábado por la mañana, durante una festividad judía, especialmente elegida para “sorprenderlos lo más posible”
Entre los asombrados por los hechos estaba Eugenio Pio Zolli, El Gran Rabino de Roma, que se dedicó a intentar garantizar la seguridad de los judíos; así como facilitó en muchos casos la ocultación o el traslado de muchos a zonas menos peligrosas.
Después de que Zolli se mudó a Roma en 1940, intentó convencer a Ugo Foa, Presidente de La Comunidad Judía en Roma, y Dante Almansi, Presidente de La Unión de Comunidades Judías Italianas, de que los nazis alemanes eran una amenaza significativa para la comunidad judía romana, y citando al investigador estadounidense, Daniel T. Murphy, Zolli “recomendó la supresión total de las funciones públicas judías, el cierre de las oficinas administrativas, la eliminación de las listas de donantes, la dispersión de todos los miembros de la comunidad judía, la distribución de la ayuda financiera y la reducción del tesoro de la comunidad”
En los años siguientes a 1940, cuando los nazis barrieron Europa durante La Segunda Guerra Mundial, los 3 hermanos de Zolli murieron en El Holocausto.
El asalto al gueto judío de Roma fue ordenado por Herbert Kappler, Teniente Coronel de Las SS, Comandante del Servicio de Seguridad y de La Gestapo en Roma, quien prometió “seguridad” a los judíos a cambio de oro.
La redada tuvo lugar entre las 05:30 y las 14:00 horas del sábado 16 de octubre de 1943, desde el cual se recuerda el día de hoy como “Sábado Negro”, principalmente en La Via del Portico d'Ottavia y en las calles adyacentes, pero también en otras áreas diferentes de la ciudad de Roma.
Fue justo después de la ocupación alemana de Roma, el 10 de septiembre de 1943; que Herbert Kappler recibió un mensaje de Heinrich Himmler, Ministro del Interior, Comandante de Las Fuerzas de Seguridad Alemania nazi y teórico de La Solución Final que decía:
“Los recientes acontecimientos italianos imponen una solución inmediata del problema judío en los territorios recién ocupados por Las Fuerzas Armadas del Reich”
Y el 24 de septiembre, Himmler fue más explícito en un telegrama secreto estrictamente reservado para El Coronel Kappler, y ordenó que “todos los judíos, independientemente de su nacionalidad, edad, sexo y condición, serán transferidos a Alemania, y será establecidos allí.
El éxito de la empresa debe garantizarse mediante una acción sorpresa”
En la tarde del domingo 26 de septiembre de 1943, Kappler llama en su oficina en Villa Wolkonsky al Presidente de La Comunidad Judía de Roma, Ugo Foa, y al de La Unión Italiana de Comunidades Judías, Dante Almansi; diciéndoles que debían entregar al menos 50 kilogramos de oro dentro de 36 horas, amenazando primero en la deportación de 200 judíos romanos a Alemania; y después de toda la comunidad judía; y a cambio del oro, Kappler prometió “seguridad” a los judíos.
A la mañana siguiente comenzó la colección de oro dentro del templo principal, o sinagoga; y por la tarde, La Santa Sede, a sabiendas del chantaje de Kappler, informó extraoficialmente que habría autorizado un préstamo en lingotes de oro hasta que llegar a los 50 kilogramos requeridos por la policía alemana, pero esto no era necesario.
A las 6pm del martes 28, después de una extensión de los términos de 4 horas otorgada por el propio Kappler, los líderes de La Comunidad Judía Romana se presentaron en Villa Wolkonsky para la entrega de oro.
Kappler los hizo escoltar hasta el edificio cercano de Via Tasso 155, donde el oro se pesó 2 veces, y finalmente pesó 50,3 kilogramos.
Kappler envía inmediatamente el oro en Berlín, al jefe de la oficina central para la seguridad del Reich, El General Ernst Kaltenbrunner, con una carta de presentación en la que expresó dudas acerca de la viabilidad de expulsión, y se sugirió utilizar a los judíos romanos como parte de trabajos forzados.
Kaltenbrunner respondió desdeñosamente:
“Es precisamente la erradicación inmediata y completa de los judíos en Italia, el interés especial de la situación política actual y de la seguridad general”.
El 14 de octubre, Kappler ordenó el saqueo de las 2 bibliotecas de la comunidad judía y El Colegio Rabínico; y se hizo cargo de 2 coches ferroviarios directos en Alemania con material cultural invaluable.
Los agentes de Kappler, también se llevaron las listas completas de nombres y direcciones de los judíos romanos; y en la identificación posterior de los domicilios, también colaboraron los comisarios de seguridad pública, Raffaele Aniello y Gennaro Cappa.
El mismo día, Kappler envió una carta al Comandante del Campo de Exterminio de Auschwitz, Hoess, diciéndole que recibiría alrededor entre el 22 y el 23 de octubre, una carga de más de 1.000 judíos italianos, dispuestos a concederles un “trato especial”
En la madrugada del sábado 16 de octubre de 1943, día festivo para los judíos, elegido específicamente “para sorprenderlos”, los 365 hombres de la policía alemana, asistidos por 14 oficiales y suboficiales, llevaron a la incursión al gueto de forma selectiva, gracias al censo de los judíos que tuvo lugar años atrás por el gobierno de Mussolini.
Kappler consideró que ningún italiano era lo suficientemente confiable como para participar en la acción; y alrededor de 100 hombres estaban destinados a la operación dentro del gueto, y el resto en las otras áreas de la ciudad.
La Gestapo primero operó bloqueando los accesos a las carreteras, y luego evacuando un bloque a la vez, reuniendo a las personas en la calle:
Ancianos, discapacitados y enfermos, fueron expulsados violentamente de sus hogares; niños aterrorizados que se aferraban a las faldas de madres y ancianas que suplicaban misericordia en vano…
A pesar de la brutalidad de la operación, de los gritos y oraciones desgarradoras, la evacuación masiva estuvo bastante disciplinada, de modo que, de acuerdo con Kappler, no fue necesario tener una ronda de disparos; al tiempo que también informó que “la actitud de la población italiana era inequívocamente de resistencia pasiva.
Mientras que la policía alemana irrumpía en algunas casas, se han observado intentos de esconder judíos en apartamentos vecinos todo el tiempo, y en muchos casos tuvieron éxito.
La parte antisemita de la población no apareció durante la acción, pero grandes masas, en incidentes aislados, incluso trataron de mantener a los policías individuales lejos de los judíos”
El total secuestraron a 1259 personas de gueto, muchos de ellos todavía vestidos para la noche, fueron cargados en camiones militares cubiertos con lonas, y transportados provisionalmente al Colegio de Militar, Palazzo Salviati en vía Lungara 82-83; donde permanecieron en las instalaciones y en el patio de la universidad durante unas 30 horas, separados por género, y en condiciones absolutamente desfavorables.
Entre ellos también había un recién nacido, nacido el 17 de octubre.
La verificación de la situación de los presos, condujo a la liberación de 237 de ellos, identificados como “extranjeros”, incluidos los de nacionalidad vaticana, miembros de sindicatos o familias mixtas, incluyendo judíos y otros socios de raza aria.
“È precisamente l'estirpazione immediata e completa degli ebrei in Italia nell'interesse speciale della situazione politica attuale e della sicurezza generale in Italia”
L'Oro di Roma es una película bélica italiana, del año 1961, dirigida por Carlo Lizzani.
Protagonizada por Gérard Blain, Paola Borboni, Jean Sorel, Miranda Campa, Andrea Checchi, Dina De Santis, Anna Maria Ferrero, Umberto Raho, Filippo Scelzo, entre otros.
El guión es de Lucio Battistrada, Luccio Battistrada Giuliani, Alberto Lecco y Carlo Lizzani; basados en hechos reales relacionados con el asalto nazi en el gueto de Roma que tuvo lugar el 16 de octubre de 1943, donde 1259 miembros de la comunidad judía, incluidos 363 hombres, 689 mujeres y 207 niños, fueron inicialmente capturados por La Gestapo.
De estos, 1.023 fueron deportados al Campo de concentración de Auschwitz; y solo 15 hombres y 1 mujer sobrevivieron.
Esta es una historia oscura y precisa, poco conocida en el cine en el marco de La Segunda Guerra Mundial, en Italia, cuando los judíos fueron víctimas de un odioso chantaje, pues sus perseguidores demandan 50 kilos de oro, o 200 de ellos serán retenidos como rehenes, por lo que tuvieron solo 1 día, donde la mayoría de ellos estaban engañados.
Son hechos históricos que también recuerdan a lo sucedido en Francia en el velódromo de invierno de París; pero este relato cuenta con sencillez una historia puntual, con su carga dramática orientada en el romance compuesto por 3 protagonistas, y de cómo les afectan los hechos.
L'Oro di Roma, es la 2ª parte de “La Trilogía de La Guerra” realizada por Carlo Lizzani, que la conforman:
“Il Gobbo” (1960) e “Il Processo di Verona” (1963), y fue estrenada por primera vez al público, el 24 de noviembre en 1961, por lo que permanecerá como un documento histórico educativo para las generaciones futuras.
La acción de L'Oro di Roma inicia en octubre de 1943:
El mando alemán emplazado en Roma, ordena que la comunidad judía de la ciudad, le entregue en 48 horas, 50 kilos de oro, de lo contrario tomaran a 200 rehenes.
La colección de las joyas se lleva a cabo, sin evitar causar revuelo en la comunidad judía.
Aunque al final, el pedido se entrega realmente, la autoridad militar no cumple sus promesas… y se organiza una redada alrededor del Pórtico de Ottavia, en la que 2 mil judíos serán capturados y enviados a Los Campos de Exterminio nazis.
Bajo esa premisa, la película cuenta en paralelo una historia de amor entre Giulia (Anna Maria Ferrero), hija de un profesor judío llamado Ortona (Andrea Checchi), y Massimo (Jean Sorel), un estudiante de confesión católica.
Giulia no ignora que un matrimonio podría evitar su deportación, y salvarle la vida...
La narración transcurre durante la ocupación alemana en Roma del armisticio en 1943, adonde El Mayor Kappler (Irag Anvar), el 26 septiembre de ese año, convoca a Ludovico (Filippo Scelzo) Presidente de La Comunidad Hebraica Almansi y al Rabino Foà, además de otros representantes de La Comunidad Hebraica romana, como lugar de dicha reunión, La Embajada alemana en Roma, enfocando allí la petición de entregar 50 kilogramos de oro dentro de 48 horas, si la exigencia no fuese concretada, la sanción sería la deportación de 200 hebreos a Alemania.
Se debe recolectar todo el oro requerido por Kappler; y esto conllevará a una considerable desesperación a los residentes del gueto, incluso invade el equilibrado espíritu del Rabino, quién rebate con impotencia:
“¿Dónde está Dios?”
Así son muchos que pensar en la imposibilidad de esta terrible empresa, de cómo poder llegar a reunir la cantidad exigida de oro, teniendo por ello en cuenta el tiempo limitado.
De esa manera el oro arribará como joyas, candelabros… dientes, de todo lo que se podía ofrecer en ese 16 de octubre de 1943, un “Sábado Negro” para los habitantes judíos del gueto de Roma, como también para el resto de los romanos.
Por su parte, los cristianos dolidos, en especial una señora que se despoja de su cruz de oro para fundirla… El Vaticano ofrece 15 kilogramos de oro, y entre algunos de los donantes alemanes anónimos, cooperarán con la empresa.
Llegado el momento, el oro debe ser llevado a la sede de las SS en Vía Tasso, al Capitán Schutz, que dentro de sus cuentas serán 9 cajas en vez de 10 de las que se han entregado; y a partir de ahí comienza el misterio y la tragedia.
Por otra parte, Schutz se niega a escribir un recibo por la cantidad recibida, y la incógnita parte de estos puntos… y las cajas de oro fueron enviadas a Kaltenbrunnel, jefe de la oficina central de seguridad de Hitler.
En paralelo al argumento del film, están las situaciones históricas junto a los relatos referentes a los jóvenes que pelean en contra de los nazis, entrando fuertemente en discusiones éticas, como fundados en el amor, la identidad, ligados a la incoherencia de un destino fatal y absurdo.
Entre ellos está Davide (Gérard Blain) un joven zapatero judío que ha nacido en Roma, pero que se siente ciudadano Romano y no judío, diciendo:
“Palestina es una bella idea, pero porqué debo ir allá si soy romano, soy italiano, nunca he molestado a nadie aquí, bastará un poco de respeto”
La belleza de esta reflexión puede conllevar a tantos jóvenes a pensar como Davide, en una época o quizás en estos momentos, anhelan ser partícipes solo de la tierra en que están posados sus pies, especialmente en el lugar en el cual residen desde su nacimiento.
Rodada en los lugares originales, e interpretada con arte y sin estridencias, L’Oro di Roma es una muestra más del saber hacer de su director; de cuando el cine italiano daba en el clavo casi siempre, cosa que dejó de ser así en los años 70.
“I recenti avvenimenti italiani impongono una immediata soluzione del problema ebraico nei territori recentemente occupati dalle forze armate del Reich”
L’Oro di Roma de Carlo Lizzani tiene una muy buena historia sobre judíos chantajeados por nazis, con los detalles apropiados sobre la relación entre judíos y católicos, en una reconstrucción histórica que aborda la dramática situación a la que se vieron abocados los judíos romanos en el último año de la ocupación alemana durante La Segunda Guerra Mundial, cuando El Comandante al mando de las tropas ocupantes, amenazó a la comunidad hebrea con detenciones, a no ser que esta accediera a pagar su seguridad con 50 kilos de oro.
Por lo que la comunidad se dividió entre aquellos que deciden ceder al chantaje y entregar el poco oro sobrante; y aquellos que no creen en la palabra de los alemanes.
Los judíos que permanecen en el gueto, están empobrecidos por las leyes raciales italianas, y con enorme dificultad intentan alcanzar la cifra impositiva.
El Presidente de la comunidad hace todo lo posible para pedir ayuda, angustiado e inseguro de que la entrega realmente puede servir para salvar vidas.
Al tiempo que un grupo de muchachos se arma para rebelarse, encabezado por el joven zapatero Davide.
La decisión de no entregar el oro, y oponerse al poder nazi, lo lleva a enfrentarse con la mayoría de los miembros de la comunidad y con el precepto del rechazo de la violencia.
Giulia, ex compañera de la escuela judía de Davide, en un primer momento parece escapar a la segregación racial, gracias al amor profesado por Massimo, un estudiante de medicina católica; por lo que decide casarse con él, siendo bautizada, pero dividiendo en amor hacia sus raíces.
De hecho, cuando a pesar de la entrega exitosa de 50 kilos de oro, los alemanes apresan a los judíos en Roma, separando a hombres, mujeres, enfermos y niños, Giulia se entrega voluntariamente a los alemanes, para seguir a su padre y su gente.
La narración se centra en 1943, cuando las autoridades han abandonado y, se podría decir, entregado la ciudad de Roma a la invasión nazi, que por otro lado se ve temerosa y consciente de un próximo repliegue.
En parte por los rumores de la inminente llegada de los aliados, y por otro lado, ante el creciente protagonismo activo de La Resistencia Italiana.
Rodada dentro de los viejos y desgastados exteriores reales donde aconteciera la acción real histórica, erigiéndose en algunos momentos como lo más físico e intenso de su conjunto, Carlo Lizzani demuestra sus pericia con grandes momentos y escenas de gran poder, una película que combina con acierto mucho suspenso, en la progresión en la cercanía del plazo del ultimátum, el intento de rebelión de sus representantes, la presencia de ese rabino de corte integrista, el sufrimiento del máximo representante del colectivo, o su encuentro con un primo suyo banquero, que tiempo atrás renegó de su condición para progresar en la sociedad romana.
Todo ello con el objetivo de alcanzar sus 7 kilos de oro que restan para completar los 50 demandados; y junto a estas circunstancias, siempre matizadas por la progresión de las manecillas del reloj, viviremos la creciente rebelión de Davide, dispuesto a organizar un grupo de jóvenes judíos para contrarrestar el casi seguro asalto alemán, o los contratiempos que irá sorteando la pareja de jóvenes a la que la disparidad religiosa en principio separará, aunque finalmente la conversión de Giulia al catolicismo, y una posterior huida, podrían albergar un futuro esperanzador.
Dentro de ese contexto, Lizzani desarrolla el entramado dramático del film en base a diversas subtramas:
La principal se centra en la crónica del rápido y sufriente desafío de la comunidad judía para atender al chantaje nazi de tener que entregar en 2 días, 50 kilos de oro, so pena de sufrir como represalia, la obligación de apresar a sus cabezas de familia.
De otro lado, el drama interior mantenido por el joven Davide, judío de condición, pero desde el primer momento rebelde ante la pasividad de sus representantes, anteponiendo su condición de italiano resistente, antes que los resortes de su propia religión confluyan en una pasividad legendaria, que en este caso ha contribuido al genocidio de sus componentes.
Y la relación vivida por la joven Giulia con Massimo, como dato curioso, ambos actores se casaron en la vida real al año siguiente…
Massimo un muchacho de una acomodada familia católica, que verá con ciertas reticencias la unión de ambos, aunque no se manifiesten hostiles en exceso.
Con ellos, Lizzani logra extraer todo el jugo dramático de sus personajes, en un filme con muy buenas interpretaciones, con una ambientación que resulta de lo más realista, rodándose la película en las localizaciones originales en las que se encontraba el barrio judío de Roma; con una dirección precisa y sencilla.
Y es que este argumento permite a Lizzani exponer las distintas reacciones que surgen en el seno de una comunidad amenazada, así como los conflictos morales que de ellas se derivan;, y para ello, Lizzani se centra en 3 personajes que tratan de representar las diversas actitudes posibles:
El líder de la comunidad, un hombre con contactos políticos y económicos, encarna la actitud tradicional, basada en la negociación y en la esperanza de que es posible aplacar a los nazis, por lo que organizará la recolección de oro.
Giulia, estudiante universitaria y enamorada de un joven católico, representa a una mujer que sin renegar de su origen judío, está dispuesta a dejarlo atrás por amor, y también por ser esta una posibilidad de salvación.
Por último, el joven Davide, encabeza a aquellos que creen necesario no resignarse, que los judíos deben luchar y resistir.
Además, en torno a las historias más o menos entrelazadas de estos personajes, encontramos otras secundarias que nos informan bastante bien acerca de la actitud del resto de los italianos, ya sean unas decadentes milicias fascistas, aún capaces de humillar, o la ambigua posición del Vaticano, que dice comprender, pero sin dignarse a ayudar.
La reacción de la madre de Massimo, el novio de Giulia, es también un buen ejemplo de la desconfianza y el temor generado en torno a los judíos, aunque Lizzani también mostrará actitudes solidarias, como la de la mujer que entrega su cruz de oro a la comunidad.
En el fondo, los 3 personajes antes mencionados como representativos persiguen cada uno a su manera, la quimera de la salvación; así:
El líder de la comunidad encabeza la quimera del oro, creyendo, con la mayoría de la comunidad, que se puede aplacar con bienes materiales una maldad, la de los nazis, que en realidad está más allá de la codicia.
Giulia construye su propia quimera de futuro, un futuro en el que podrá amar y ser libre, pero acabará por darse cuenta de la imposibilidad de seguir viviendo dignamente si ello implica desentenderse del destino de los suyos.
Por último, Davide persigue la quimera de la resistencia heroica, pues en el fondo es consciente de que no se puede cambiar así como así un pasado como el del pueblo judío, acostumbrado a la resignación y a la negociación.
No obstante, de los 3 personajes referidos, Davide será el que más desarrolle su idea, aunque no sin dudas.
L’Oro di Roma goza de una espléndida fotografía en blanco y negro, que potencia la sensación opresiva que describe el conjunto del drama; donde la mejor historia es la del zapatero interpretado por Gérard Blain, a menudo apodado “el James Dean francés”
Blain, no era exactamente el actor más fácil para trabajar; era un rebelde, inconformista, a veces representado como un anarquista de derecha, pues su carrera tropezó con dificultades después de 3 grandes películas de Duvivier y Chabrol; y se fue a Italia e incluso a Hollywood, pero una vez más dio la espalda al estrellato, y desde 1971 en adelante comenzó a dirigir sus propias películas, que permanecieron injustamente olvidadas.
Y aquí, Blain es el alma de la película, su posición rebelde tiene sentido, estamos con él a lo largo del camino, y cuando finalmente se une a los combatientes resistentes, dudamos de su lado cuando se trata de dispararle a un oficial alemán.
En contraste directo con él, tenemos al chico bonito y suave, Jean Sorel, un muchacho católico que quiere casarse con la judía Anna Maria Ferrero.
Ellos 2 formaran un eventual “matrimonio imposible”, con madre hostil, sacerdote conformista, y sacrificio final.
Y como secuencias dignas de recordarse quedan:
La irrupción de La Gestapo en la sinagoga, el suicidio de un judío desesperado frente a los soldados alemanes, o las secuencias finales de Massimo en el gueto.
La última secuencia en la ciudad, es increíble y muy efectiva; o la secuencia de apertura que nos describe una ceremonia judía de circuncisión, y la inesperada amenaza directa de los alemanes.
Hay pasajes con fuerza, intensos, como el que narra el suicidio de uno de los más sufrientes componentes de la comunidad; la soledad de la conversión al catolicismo de Giulia; el creciente sufrimiento del máximo representante del colectivo, o el episodio que servirá como catarsis, en el que los alemanes decidirán arrestar al conjunto de sus habitantes.
Será el marco dramático para que Giulia telefonee a Massimo, tomando conciencia de sus orígenes, prefiriendo unirse a su gente, e invocando por teléfono al que muy pronto iba a ser su marido, que siempre sea para él parte de su recuerdo.
La dolorosa asunción de su cercana mortalidad, es lo que proporciona su verdadera y conmovedora aura.
Tras ello, el joven Massimo intentará recuperarla dirigiéndose en bicicleta hasta el gueto, que contemplara totalmente sin vida, en una fantasmagórica estampa que vivirá desolado.
Por su parte, Davide ya forma parte de la resistencia, pero sus orígenes, ese pacifismo de los componentes de su raza, le harán vivir una tensa situación que casi costará la vida a sus compañeros.
Impresionante primer plano de Blain, cuando no se atreve a matar en defensa propia a un alemán herido que se encuentra a punto de contraatacar.
Aspectos de una conclusión que se eleva sobre un conjunto apreciable, pero en modo alguno representativo de un momento de excepcional brillantez en el cine italiano, en el que el film de Lizzani aparece meramente como un producto testimonial de gran rigor que debe ser revalorado.
“Il successo dell'impresa dovrà essere assicurato mediante azione di sorpresa”
Los deportados del gueto de Roma, fueron trasladados a la estación de tren Tiburtina, donde fueron cargados en un convoy de 18 vagones de ganado.
A ellos se unió espontáneamente Costanza Caló, que había escapado del ataque, pero que no quería abandonar a su marido y sus 5 hijos capturados; y otra mujer que decidió hacerse pasar por judía para cuidar a un enfermo….
El convoy, que salió a las 11:05am del lunes 18 de octubre, llegó al Campo de Concentración de Auschwitz a las 11:00pm del 22 de octubre, pero los deportados permanecieron cerrados en los vagones hasta el amanecer.
Mientras tanto, uno o 2 ancianos ya habían muerto y, en el norte de Padua, un joven, Lazzaro Sonnino, había logrado escapar, arrojándose del convoy en movimiento.
Al salir de los carros, los deportados se dividieron en 2 grupos:
Por un lado 820 personas juzgadas físicamente como incapaces de trabajar; y por otro, 154 hombres y 47 mujeres, declarados físicamente sanos.
Los 820 del primer grupo, fueron conducidos inmediatamente en las cámaras de gas, disfrazadas de “duchas” siendo exterminados.
Ese mismo día, sus cadáveres, lavados con un chorro de agua y privados de sus dientes de oro, fueron quemados en los hornos crematorios.
Los deportados del otro grupo, estaban destinados en parte a otros campos de exterminio, de los que solo 15 hombres y 1 mujer regresaron a Italia.
Entre los que permanecieron en Auschwitz, solo Cesare di Segni sobrevivió.
La única mujer sobreviviente, Settimia Spizzichino, sobrevivió a la tortura de Bergen-Belsen.
En el momento del asalto al gueto de Roma, El Papa Pío XII mantuvo un silencio reservado que aún hoy avergüenza a La Santa Sede.
Se dijo que el domingo 17 de octubre, un funcionario de La Ciudad del Vaticano fue al Colegio Militar, limitándose a exigir la liberación de judíos bautizados; incluso esta solicitud no fue concedida porque, de acuerdo con la legislación alemana entonces vigente, los judíos convertidos no dejaron de pertenecer a la raza judía.
Por otra parte, la persecución de los judíos romanos continuaría incluso después de la redada del gueto, y se demostró por la preocupación del Papa por el destino de los judíos romanos que sobrevivieron al “gran rescate”
Hubo algunos que en formas de resistencia pasiva hechas por prelados como Roberto Ronca y Pietro Palazzini que respondieron con la aceptación clandestina en conventos y edificios religiosos cristianos de 4.447 judíos encuestados.
Numerosas formas similares de aceptación de la población judía se llevaron a cabo por los ciudadanos de a pie, mientras que otros los denuncian por una recompensa prometida por los alemanes para su captura.
De los 2,091 judíos deportados de Roma, que eran 1067 hombres, 743 mujeres y 281 niños; solo 73 hombres y 28 mujeres regresaron, ningún niño regresó.
De aquellos que fueron deportados el 16 de octubre de 1943, sólo 16 regresaron a sus casas:
15 hombres y una mujer, Settimia Spizzichino, que murió en 2000, y ningún niño menor de 14 años.
Estos son los nombres de los supervivientes, el mayor en edad fue Cesare Di Segni, y el más joven, Enzo Camerino:
Michele Amati, Lazzaro Anticoli, Enzo y Luciano Camerino, Cesare Di Segni, Lello Di Segni, hijo de Cesare Di Segni; Efrati Angelo, Cesare Efrati, el hermano de Angelo Efrati; Sabatino Finzi, Fernando Nemes, Mario Piperno, Leone Sabatello, Angelo e Isacco Sermoneta; Settimia Spizzichino, Arminio Wachsberger; y Fiorella Anticoli y Enrica Spizzichino, que también fueron liberados, pero murieron en los días inmediatamente posteriores a su Liberación.
En 2009, el testimonio de Enzo Camerino, Lello Di Segni, Sabatino Finzi, Leo Sabatello, Settimia Spizzichino y Arminio Wachsberger fueron recogidos por en el libro “Shoah”, como parte de un centro de investigación de La Documentación Judía Contemporánea destinada a reunir las historias de aquellos que sobrevivieron.
Con la muerte de Enzo Camerino, el 2 de diciembre de 2014, justo en su 86º cumpleaños; el único que sigue vivo del grupo de sobrevivientes es Lello Di Segni.
Posteriormente, el 16 de octubre de 2003, a La Comunidad Judía Romana se le otorgó La Medalla de Oro por el valor civil:
“Por haber actuado siempre con espíritu altruista y solidario, en la tarea de preservar el recuerdo de la trágica deportación de los 2.091 judíos capturados al amanecer del 16 de octubre de 1943, y del exterminio en Los Campos de Concentración; en admirable ejemplo de virtudes civiles, expresión de los sentimientos de hermandad humana, de dedicación a la patria italiana”
Por otro lado vale resaltar el papel del Profesor Giovanni Borromeo, que salvó a más de un centenar de judíos romanos bajo una enfermedad inventada de la nada llamada “Enfermedad K”, en alusión al Síndrome de Kesselring, logrando salvar sus vidas.
En 2004, Yad Vashem, lo reconoció como “Justo entre Las Naciones” por salvar a 5 miembros de Marco Almajà, un respetado profesor de fisiopatología de la Universidad de Roma y su familia extendida:
Clotilde y Gina Almajà, Luciana Tedesco, Claudio Tedesco y Gabriella Ajo
Borromeo había sido su estudiante y asistente.
Total, este fue un periodo en que se pasó por una resistencia silenciosa, con leyes raciales para algunos, por lo que muchos se preguntarán si los italianos eran antisemitas, o fueron espectadores pasivos…
Fue un 10%o de los 50.000 hebreos italianos que emigraron entre 1938 y 1945, sin embargo, la gran mayoría quiso permanecer en su tierra de nacimiento como era Italia, la misma voluntad que tuvo Davide, el protagonista de esta historia.
Por último, el destino de buena parte del oro nazi “extraviado”, es objeto de rumores y leyendas de tesoros escondidos, caramelos para los cazatesoros que, hasta ahora, no han encontrado nada.
En todo caso, sí sabemos a ciencia cierta el destino de mucho del oro nazi, como las 250 toneladas de oro en lingotes encontrados en una cueva cercana a Merkers, en Turingia, junto con 98 millones de Francos franceses; 2,700 millones de Reichsmarks y 400 toneladas de objetos de arte.
En una bóveda de Frankfurt, se encontraron varios cientos más de lingotes de oro, plata, platino y otros metales preciosos, además de un cuarto de millón de dólares de oro, un millón de Francos suizos, y mil millones de Francos franceses.
Varias capturas de oro y billetes más en los cuarteles y hogares de algunos líderes nazis, sumaron otras 12 toneladas de oro, y varios cientos de miles de dólares más en varias divisas.
¿Sabremos algún día la suerte de todo el oro nazi?
Lo dudo, principalmente porque no sabemos exactamente cuánto había en las arcas al final de la guerra, y porque el caos en esos días fue tal, que muchos rastros se perdieron para siempre.
En todo caso, el misterio continuará vivo por mucho tiempo, y las oportunidades para los cazatesoros abiertas.

“L'atteggiamento della popolazione italiana è stato inequivocabilmente di resistenza passiva.
Mentre la polizia tedesca irrompeva in alcune case, tentativi di nascondere gli ebrei in appartamenti vicini sono stati osservati per tutto il tempo e in molti casi si crede con successo.
La parte antisemita della popolazione non è comparsa durante l'azione, ma grandi masse, in episodi isolati, hanno addirittura tentato di trattenere singoli poliziotti lontano dagli ebrei”



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