Eye For An Eye

“You broke into my house with the intent to do me bodily harm.
The law says I have the right to protect myself”

Resulta que el término “Ley del Talión”, en latín “lex talionis” se refiere a un principio jurídico de justicia retributiva, en el que la norma imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido.
Justicia retributiva o “retribucionismo” es una teoría de la justicia, y más en concreto, una teoría de la pena, que sostiene que el castigo proporcional es una respuesta moralmente aceptable a la falta o crimen, independientemente de que este castigo produzca o no beneficios tangibles.
En ética y derecho, el “principio de proporcionalidad de la pena” afirma que la severidad de la pena, debe ser razonable y proporcional a la gravedad de la infracción.
Este concepto está presente en la mayoría de las culturas del mundo.
El término “talión” deriva de la palabra latina “talis” o “tale” que significa idéntica o semejante, de modo que no se refiere a una pena equivalente, sino a una pena idéntica.
La expresión más conocida de “La Ley del Talión” es:
“Ojo por ojo, diente por diente” aparecida en el Éxodo veterotestamentario.
Históricamente, constituye el primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño recibido en un crimen, y daño producido en el castigo, siendo así, el primer límite a la venganza.
Multitud de ordenamientos jurídicos se han inspirado en “La Ley del Talión”, especialmente en la Edad Antigua, y en la Edad Media.
Aunque pudiera parecer una ley primitiva de esta era proporcionar la pena en cuanto al delito, y con ello, evitar una respuesta desproporcionada por la venganza.
La aplicación de la pena, con barbarie, a lo largo de los siglos, no implica un defecto de la ley, sino un defecto de los aplicadores.
En el famoso Código de Hammurabi del año 1760 a.C., el principio de reciprocidad exacta se utiliza con gran claridad.
Por ejemplo:
La Ley 229 establecía, que si un arquitecto diseñaba una casa, y dicha casa se había derrumbado matando al hijo del propietario de la casa, se mataría al hijo del arquitecto.
Un siguiente nivel de penas consistía en la mutilación de una parte del cuerpo, en proporción al daño causado.
Por ejemplo la Ley 195 establecía, que si un hijo había golpeado al padre, se le cortarían las manos.
La 196 sostenía que, si un hombre libre vaciaba el ojo de un hijo de otro hombre libre, se vaciaría su ojo en retorno.
La Ley 197 ratificaba que, si quebraba un hueso de un hombre, se quebraría el hueso del agresor.
Las penas menores consistían en la reparación del daño, devolviendo materias primas tales como plata, trigo, vino, etc.
En los casos en que no existía daño físico, se buscaba una forma de compensación física, de modo tal, por ejemplo, que al autor de un robo se le cortaba la mano.
En el Antiguo Testamento, más concretamente en La Ley Mosaica, “La Ley del Talión” aparece en Éxodo 21:23-25, en Levítico 24:18-20 y en Deuteronomio 19:21.
Este principio seguirá vigente para el judaísmo, hasta la época talmúdica, donde los rabinos del momento, determinaron que la pena se transformaría en un resarcimiento económico.
También, el cristianismo lo deja sin efecto, a raíz del Sermón del monte de Jesús de Nazaret en Mateo 5:38-39.
La Ley de las XII Tablas de Roma, muestra en la tabla VIII, una curiosa combinación entre normas inspiradas en “La Ley del Talión”, y normas correspondientes a sistemas jurídicos menos primitivistas.
Esta mezcla, suele ser atribuida al momento de transición jurídica en que surge el primer cuerpo legal de Roma.
En el Derecho de los pueblos germanos, el espíritu de “La Ley del Talión” se manifestaba en la llamada “Blutrache” o “venganza de sangre”
Aún en la actualidad, existen ordenamientos jurídicos que se basan en “La Ley del Talión”, especialmente en los países musulmanes.
Por otra parte, la defensa personal, es cualquier conjunto de técnicas que tienen como objetivo, detener o repeler una acción ofensiva, llevada a cabo contra la persona.
La defensa personal se basa en los fundamentos de algunos deportes, o artes marciales; es por ello, que técnicas básicas como los golpes únicos, aquellos que se realizan contra el oponente, con una zona especifica de nuestro cuerpo, como el uso de la palma de la mano, los nudillos, y los dedos en zonas blandas, o rodillazos, pasando además, por técnicas más profesionales, como diferentes tipos de patadas, y ya aun más avanzadas, como desequilibrios, o inmovilizaciones, las cuales se suelen usar en defensa personal policial, o en modalidades deportivas como el kárate, son las aplicaciones en las que comprende la defensa personal.
También, existen elementos como los bastones de electrochoques, y los conocidos “gas pimienta” que entran a formar parte de los elementos permitidos por la ley, para salvaguardar vidas humanas.
En el ámbito militar, se utilizan técnicas con mayor poder ofensivo y letal, valiéndose incluso, de las armas de dotación.
Hay que ser claro que una cosa es legítima defensa, que es lo que hemos visto que ha sucedido últimamente, y otra cosa es “tomar la justicia por sus manos”
Sin embargo, en ambos casos, es el patético sistema judicial, los abogados, los “garantistas” y los defensores de los derechos humanos, solo de los criminales, no del pueblo, quienes tienen la culpa.
Ahora vienen a condenar a quienes se defienden por la ineptitud de un sistema judicial fosilizado, y un Estado que no cumple con sus obligaciones.
La lentitud judicial, y la impunidad, promueven el crimen, y a las víctimas que quieren unilateralmente impartir justicia.
El reto es simple, el Estado debe actuar frente al aumento del crimen organizado, y contra los ladrones y estafadores de profesión.
Sentir frustración no es suficiente.
Efectivamente, si el Estado no actúa, la opción incomoda.
En los casos de legítima defensa, uno de los elementos es la inmediatez de esa defensa legítima, no abriendo espacio al error, de ahí que los linchamientos son otra historia, que a veces, ni corresponde al concepto de justicia por la propia mano, sino a otros diversos intereses.
Por lo demás, que difícil es poner la otra mejilla, especialmente cuando es la propia, o la de nuestros seres queridos.
“It's very personal”
Eye For An Eye es una película dramática, dirigida por John Schlesinger en 1996.
Protagonizada por Sally Field, Kiefer Sutherland, Ed Harris, Beverly D'Angelo, Joe Mantegna, Olivia Burnette, entre otros.
La historia de Eye For An Eye fue adaptada por Amanda Silver y Rick Jaffa, de la novela de Erika Holzer del mismo nombre.
Eye For An Eye trata la maligna injusticia de la equívoca, lenta, falsa, burocrática, justicia, desde el punto de vista del sufrimiento de las familias, sus sentimientos, y las consecuencias que dejan este tipo de muertes violentas, y no puramente la acción.
Sin una explicación aparente, un violento desconocido llamado Robert Doob (Kiefer Sutherland) irrumpe en la casa de Karen McCann (Sally Field), y asesina a Julie (Olivia Burnette), su hija de 17 años.
El sanguinario criminal es detenido, pero puesto en libertad al poco tiempo, después de haber sido absuelto por falta de pruebas.
Al poco tiempo, vuelve a cometer otro terrible asesinato, y es puesto de nuevo en libertad.
Ante estas injusticias, Karen decide actuar por su cuenta, aunque para ello tenga que enfrentarse al sistema judicial.
La apacible Karen, traza un plan preciso para llevar a cabo su particular venganza contra el psicópata.
Para ello, tendrá que vivir una serie de complicadas situaciones.
En Eye For An Eye vemos el deterioro, no sólo físico en los miembros de esta familia, sino también lo que es mucho peor, el mental.
Su director, John Schlesinger, tiene la gran virtud para hacernos poner en la piel de la protagonista, desde los primeros planos de Eye For An Eye, con escenas que te crean una tensión increíble, en el atasco de tráfico.
Vemos un proceso de la historia, que podría ser un hecho real, la inoperancia de la policía, como actúa fríamente la justicia, las distintas formas de la protagonista para mantener su mente ocupada, y volver confiar en la justicia.
Pero de repente, ocurre un hecho igualmente violento, que se había advertido de antemano, y el personaje de Sally Field dará una vuelta a la historia, pasando de espectadora a participante.
De hecho, se agradece que no le agregaran, una escena final, donde Karen cena, o almuerza con su familia, y todos vuelven a ser feliz, porque hubiera sido totalmente irreal, y grotesco.
Eye For An Eye es un interesante drama policial, casi de terror, que en este caso, más que mostrarnos a una figura paterna dolida, que se vuelve poderoso y busca venganza por la muerte de su hija, apunta a una madre herida y temerosa, sin experiencia en el uso de armas de ningún tipo, sin historial de violencia, que de pronto, se encuentra con que la justicia nada puede hacer por encarcelar al hombre que asesinó sin motivo a su hija, y por otro lado, un marido (Ed Harris) que le dice que se olvide del asunto, y deje descansar la memoria de la chica en paz.
Esta mujer, que uno podría ver en cualquier familia feliz normal, decide saciar su necesidad de venganza, o tranquilidad o paz emocional, y hacer justicia por mano propia.
Respecto a las actuaciones, me pareció muy bien Sally Field, en el papel de la madre vengadora.
Ed Harris como el padre bueno, que no quiere meterse en problemas, y busca no descuidar a la hija menor de la familia.
Los laureles se los lleva Kiefer Sutherland, encarnando a un exageradamente rebelde, y desagradable asesino, pervertido y odioso como él solo.
Si uno lo llega a odiar en Eye For An Eye, es que el tipo cumplió con su papel a la perfección.
Escenas:
El rompedor inicio que te deja completamente indefenso, y que te pone en la piel de la protagonista Sally Field desde ese primer momento.
Y el final, un final que deja a más de uno reflexionando sobre la “justicia pronta y cumplida” y la necesidad de los individuos, víctimas pasivas, en búsqueda de encontrar paz y tranquilidad para seguir con sus vidas.
“She was seventeen years old.
She was five-foot two.
She had brown eyes.
Her name was Julie.
She was my daughter”
Eye For An Eye fue duramente criticada, por el retrato positivo de la eliminación de un violador, el uso de la justicia por mano propia, utilizando para ello, la legítima defensa.
Sin embargo, la realidad muestra cómo, cotidianamente, las personas reaccionan directamente contra quienes consideran culpables de la comisión de delitos, sin que el Estado medie como administrador de justicia.
En palabras sencillas, se aplican castigos directamente, sin parámetros de proporcionalidad, ni rigor en el establecer la responsabilidad del supuesto infractor.
Los hechos delictivos generan ira y frustración, sobre todo, si ello va acompañado de una respuesta institucional lenta, o si el auge delincuencial, rebasa la capacidad del Estado para enfrentar el fenómeno.
De allí que surge una especie de agnosticismo laico y jurídico, que puede ser muy peligroso.
Ante ese vacío, y sentimiento de impotencia, surge una falsa deidad:
La justicia por propia mano que, lejos de protegernos, lo que hace es marginar al Estado como único administrador de la justicia.
Esta actitud individual, de promover la justicia por mano propia, es muy riesgosa, desde cualquier punto de vista, ya que tiene un efecto multiplicador.
Así, la medicina puede resultar peor que la enfermedad, ya que casi siempre, el ciudadano que enfrenta al delincuente, resulta herido o muerto.
Y en otros casos, el número de víctimas aumenta…
Esto tiene una explicación lógica.
Los ciudadanos no somos expertos en el combate a la delincuencia; muchas veces no sabemos ni manejar el arma que se porta.
Muchos infractores, en cambio, son “profesionales” y van decididos a todo cuando nos asaltan.
Como en las guerras, los “efectos colaterales” alcanzan a niños, ancianos, y mujeres, todos encadenados solidariamente en esta espiral de violencia.
No en pocos casos, cuando se dan linchamientos populares de presuntos ladrones, violadores, u homicidas, se han cometido errores de identidad, y se han dado muerte a inocentes, por no ser del lugar, o tener un aspecto sospechoso; eso es lo que llaman:
Estar en el sitio y la hora equivocados.
Si esta práctica se generaliza, la sociedad entra en un peligroso proceso de descomposición.
El Estado de derecho tiende a desaparecer.
El país se puede volver ingobernable.
La inseguridad aumenta, en lugar de disminuir.
Todos perdemos.
Prevención…
Por ello, debemos prevenir la situación, y son las autoridades y nosotros los ciudadanos, los que tenemos las palabras y la acción.
Tomar la justicia por nuestras propias manos, es la forma más cara de combatir la delincuencia, tan cara que nos puede costar la vida.
Tan cara que nos puede costar, la más severa descomposición social y económica, de la cual, no saldremos tan fácilmente. 
Tan cara que simplemente no podemos pagarla, ni como personas, ni como país.
Por el clima de inseguridad real en el que vivimos, muchas personas entienden que los organismos que deben prevenir y reprimir, no actúan con la celeridad y la eficiencia adecuada y, frente a esto, ellos mismos deben actuar contra la delincuencia.
Ese es el origen de “los vigilantes”, escuadrones de la muerte y el sicariato, lo que es una paradoja gigante:
Crear delincuencia para acabar con ella.
Es decir, la mal llamada justicia por mano propia, es un modelo autoritario de resolución de conflictos, que opera sobre la base del uso de la fuerza.
Una demolición del poder disuasivo de las penas, y una justicia que no llega, ha hecho a los maleantes, actuar con plena impunidad.
Algunos ciudadanos, por defender su vida y la de sus familias, la honra de un hijo, o su propiedad, se han visto forzados a herir, o hasta matar, aquellos que llevan toda la intención, de que si no acceden a sus exigencias, tomarán su vida, violarán a sus hijos, o secuestrarán a su familia.
Obviamente, que tomar justicia por propia mano, no nos hace una mejor sociedad, pero ejercer una legítima defensa, sí lo hace.
El ciudadano que se defiende, no es un enemigo, ni de la ley, ni de la justicia, ni de la nación.
Al contrario, se convierte en un aliado, ya que la seguridad que brinda el estado obviamente es nula para el ciudadano común.
Mientras los delincuentes pueden delinquir, ser detenidos y liberados, una vez tras otra, el ciudadano que se defiende es detenido, encarcelado, y sometido a un proceso penal.
Y para colmo, tiene que disculparse con el delincuente que lo atacó e hirió, le tiene que pagar sus gastos médicos, y en ocasiones, como lo hemos leído en la prensa, el mismo ministerio público, ha sugerido que la víctima le pague una mordida al delincuente, para recibir su perdón.
Que el gobierno pretenda que la “inseguridad” se disuelva mágicamente, y que el ciudadano deba esperar la intervención de las autoridades cada vez que sea víctima de un delito, es una fantasía, un sueño imposible.
Otros sugieren, que el cambio se debe dar a base de educación, a inculcar valores y rehabilitar a los actuales delincuentes.
¿Cuántas generaciones deben existir, antes de lograr dicho cambio?
Estamos en todo derecho de defendernos, que nada tiene que ver con hacer justicia por mano propia.
Ya sabemos lo inútiles que son nuestros políticos, nuestras autoridades, y nuestros gobernantes.
Si vemos y sentimos que nuestra vida, o la de nuestros familiares corren peligro; y que se quieren robar aquello por lo que hemos trabajado tanto:
¡Actuemos!
Con todo, y los peligros que lógicamente correremos, pero recordemos que el delincuente, también correrá los mismos riesgos.

“And you can't catch him!
You can't punish him!
You can't protect anyone else!
You're completely useless!”



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