The Last Samurai

“In the face of an enemy, in the Heart of One Man, Lies the Soul of a Warrior”

El samurai, que literalmente significa “hombre que sirve a un señor”, era un soldado, o guerrero, Bushi, de élite, contratado en la época feudal del Japón, al servicio de un Shōgun, Generalísimo, o Daimyō, al cual entregaban su misma vida.
Durante esta época, los enfrentamientos entre señores feudales de territorios vecinos, eran bastante frecuentes, de ahí que se hiciera necesario, el reclutamiento de guerreros privados que defendieran la vida, el honor, y las posesiones de dichos señores.
Este compromiso del samurai hacia el daimyō o el shōgun estaba garantizado por un código de honor militar: Bushidō (武士道), que le imponía lealtad a su señor, obediencia ciega, valor, sacrificio, desapego a todos los bienes de este mundo, desprecio a la muerte, y culto al honor cuyo símbolo era el sable.
La Restauración del Imperio Meiji (明治維新) describe una cadena de eventos que condujeron a un cambio en la estructura política y social de Japón, en el período comprendido de 1866 a 1869, un período de 4 años, que abarca parte del período Edo, también denominado Shōgunato Tokugawa tardío, y el comienzo de la Era Meiji.
La restauración Meiji Bakumatsu no Dōran, fin del régimen del shōgun, fue la caída del régimen despótico en el Japón.
Este régimen era muy parecido al feudalismo europeo, El Emperador, que se creía que descendía de los dioses, no tenía el poder real, sino que dependía del daimyō, el señor feudal o hacendado de familias importantes, más importante.
Este se titulaba “shōgun”, que es el mayor rango que un daimyō podía obtener.
Por eso, el régimen político se llamaba “shōgunato” o “bakufu”
Ahora bien, Japón hasta 1853, había permanecido aislado del resto del mundo, económica y políticamente, excepto para China y Holanda.
En esta fecha, llega una flota armada estadounidense, al mando del Comodoro Perry, que tenía como propósito, demandar un tratado de comercio.
Este hecho se conoce también como “Kuro-fune raikō” o “La Llegada de Los Barcos Negros”
Al no tener Japón una armada para hacerle frente, tuvo que aceptar el tratado, evidenciando lo débil que era el país.
Esta revolución tuvo una particularidad única en la historia; la misma clase dominante, la aristocracia, fue la que vio la necesidad de cambio, y de renunciar a sus derechos especiales.
Por eso, estaban divididos en 2 bandos:
Los Ishin shishi que eran activistas políticos japoneses de finales del período Edo.
El término “shishi” se traduce literalmente, como “hombre de elevado propósito”; y por el otro, los partidarios del shōgunato.
Los terratenientes o daimyō, que estaban en contra del shōgunato, lideraron el Ishin shishi.
Entre ellos, destacan 3 dirigentes del llamado Ishin sanketsu, o el triunvirato Ishin, cuyos integrantes eran:
Toshimichi Okubo, Saigō Takamori, y Kogoro Katsura.
Posteriormente, los samurais tras los radicales cambios realizados por El Emperador, se rebelan contra éste, formando un ejército cuyo enemigo será El Emperador, al abolir los privilegios de la clase samurai, los contrincantes fueron el recién fundado cuerpo de policía, formada en gran parte por samurais que se pusieron al servicio de El Emperador, y samurais de los clanes vencedores en las Guerras Boshin:
Satsuma y Chozu.
La Rebelión de Satsuma (西南戦争) o “Guerra del Suroeste” fue una revuelta de ex samurais de la provincia de Satsuma en Japón, en contra el gobierno Meiji, liderada por Saigō Takamori, y que tuvo lugar del 29 de enero al 24 de septiembre de 1877, 11 años después del inicio de la era Meiji.
Saigō Takamori (西郷 隆盛) (1828 – 1877) fue un samurai y político japonés, que vivió durante los últimos años del período Edo, y comienzos de la era Meiji.
Inicialmente, fue uno de los personajes políticos que apoyó la eliminación del shōgunato Tokugawa, y respaldó la Restauración Meiji, posteriormente, se involucró dentro del gobierno Meiji.
Pero, en 1877, tras la persecución sistemática de samurais en el nuevo gobierno, lideró la Rebelión Satsuma, que sería el último conflicto encabezado por samurais en la historia japonesa.
Takamori es considerado como el último samurai verdadero.
La era Meiji (1868 - 1912) (明治時代) o periodo Meiji, denota los 45 años del reinado de El Emperador Meiji, reinado que en el calendario gregoriano corresponde desde el 23 de octubre de 1868 hasta el 30 de julio de 1912.
Durante este periodo, Japón comenzó su modernización, erigiéndose como potencia mundial.
El nombre “Era Mieji” (明治時代) significa “Era de culto a las reglas”
A pesar de las críticas de la oposición, los líderes Meiji continuaron con la modernización de la nación, mediante iniciativas como:
El cableado telegráfico a las ciudades más importantes, la construcción de ferrocarriles, astilleros, fábricas de municiones, minas, instalaciones para fabricación de textiles, fábricas, y estaciones experimentales agrícolas.
Preocupados sobre la seguridad nacional, los líderes realizaron esfuerzos significativos en la modernización militar, los que incluyeron, el establecimiento de un pequeño ejército permanente, un amplio sistema de reserva, y un servicio militar obligatorio para todos los hombres.
Fueron estudiados, los sistemas militares extranjeros, se contrataron consejeros extranjeros, y se enviaron cadetes a las escuelas militares y navales, de Europa y Estados Unidos.
Durante este período, Saigō Takamori (西郷 隆盛) estuvo en desacuerdo con la modernización de Japón, imitando el estilo de gobierno de los países occidentales, y estuvo en desacuerdo con la apertura comercial a Occidente.
Se opuso a la construcción de una red de ferrocarriles, argumentando que se podía usar el dinero en el fortalecimiento de las fuerzas militares.
Adicionalmente en 1877, se eliminaron las remuneraciones en arroz a samurais y provocó un conflicto abierto entre el gobierno y samurais.
Takamori, quien inicialmente no deseaba que el conflicto empeorara, debió finalmente aceptar el liderazgo de los rebeldes contra el gobierno central, conocido como la Rebelión Satsuma.
La Rebelión de Satsuma (西南戦争) fue la última, y más importante de una serie de levantamientos armados contra el nuevo gobierno, la cual significó prácticamente, la desaparición de los samurais en un país que, debido a los rápidos cambios culturales y políticos que sufría, ya no tenía cabida para ellos en la nueva sociedad.
A pesar de que el dominio de Satsuma había sido uno de los principales actores en la restauración Meiji, y en La Guerra Boshin, y aunque muchos hombres de Satsuma fueron elevados a posiciones de gran influencia en el nuevo gobierno Meiji, había un creciente descontento con la dirección que el país estaba tomando.
El dominio de Satsuma (薩摩藩) fue uno de los feudos más poderosos durante el Japón del shōgunato Tokugawa.
El shōgunato Tokugawa (徳川幕府) también conocido como shōgunato Edo, bakufu Tokugawa o, por su nombre original en japonés, bakufu Edo (江戸幕府), fue el tercer y último shōgunato que ostentó el poder en todo Japón; los 2 anteriores fueron el shōgunato Kamakura (1192 - 1333) y el shōgunato Ashikaga (1336 - 1573)
Durante el período de los shōgunatos, existía una especie de dictadura militar, sometida específicamente al Emperador de Japón.
El shōgun, convertido en general en jefe de las fuerzas armadas de Japón, tenía el poder militar y político del país; mientras que al Emperador, le fueron asignados poder espiritual y religioso, a modo de enlace entre las personas y los dioses, y poder nominal en la Corte Imperial de Kioto.
Esta situación era análoga, en parte, a la dominante entre las monarquías europeas de origen católico durante la Edad Media, cuando los monarcas poseyeron el poder político y militar, y el Papa, el poder religioso.
El rápido proceso de adopción de rasgos e ideologías de la cultura occidental, sobre todo de potencias europeas, lo cual se conoce como “modernización” u “occidentalización”, en el país, significaba la abolición del privilegiado estatus social de la clase samurai, lo que había debilitado su posición financiera.
Los cambios tan abruptos y masivos en la cultura japonesa, tales como la vestimenta, les resultaba a los samurais como una traición del jōi, “Expulsar a los Bárbaros”, parte del sonnō jōi, que había servido para justificar la expulsión del shōgunato Tokugawa.
El Sonnō jōi (尊王攘夷) “Reverenciar al Emperador” o “expulsar a los bárbaros” es una filosofía política, así como un movimiento político de Japón, derivado del Neo-confucionismo; que se convirtió en el eslogan político en los años 1850 y 1860, en el movimiento para derrocar el Shōgunato Tokugawa.
Al iniciarse la rebelión de Satsuma, El Ejército Imperial Japonés, incluyendo la Guardia Imperial, contaba con aproximadamente 34,000 hombres.
La línea de infantería estaba dividida en 14 regimientos de 3 batallones cada una.
Cada batallón consistía en 4 compañías.
En tiempos de paz, cada compañía contaba con aproximadamente 160 soldados y 32 oficiales y oficiales no comisionados.
Durante la guerra, cada compañía era fortalecida e incrementada, a 240 soldados.
Un batallón constaba de 640 hombres en tiempos de paz, y teóricamente 960 hombres en tiempos de guerra.
Estaban armados con rifles Snider, los cuales podían efectuar 6 disparos por minuto aproximadamente.
La artillería Imperial consistía en 18 baterías divididas en 9 batallones, con 120 hombres por batería durante tiempos de paz.
Durante la guerra, la artillería de montaña tenía una fuerza nominal de 160 hombres por batería, y 130 hombres de artillería de campo por batería.
La artillería consistía en 100 piezas, incluyendo cañones de 16 libras, cañones Krupp de varios calibres y morteros.
La Guardia Imperial, en su mayoría ex samurais, era siempre mantenida con la fuerza de tiempos de guerra.
La infantería de la Guardia estaba dividida en 2 regimientos de 2 batallones cada uno.
Un batallón consistía en 672 hombres, y estaba organizado como las líneas de batallón.
El regimiento de caballería consistía en 150 hombres.
El batallón de artillería estaba dividido en 2 baterías de 130 hombres por batería.
Los samurais de Satsuma, originalmente estaban organizados en 6 batallones de 2,000 hombres cada uno.
Los samurais estaban armados con rifles Enfield, que podían disparar aproximadamente, un tiro por minuto.
Su artillería consistía en 28 obuses de montaña, 2 cañones de batalla, y 30 morteros.
Aunque el ejército de Satsuma no tenía caballería, algunos oficiales como Saigō montaban a caballo.
Los resultados de las 5 guerras fueron determinantes, y el shōgun convocó a consejo al ishin Saigō Takamori, en el que estuvo presente el jefe de marina shōgunal, Katsu Kaishū.
El resultado de este consejo, fue la rendición del shōgunato.
La rebelión fue sofocada a los pocos meses por el Ejército Imperial Japonés, que era una fuerza combinada de 300,000 samurai leales al gobierno, y soldados reclutados bajo el comando de Kawamura Sumiyoshi.
Las tropas imperiales estaban modernizadas, usando morteros y globos de observación.
En cambio las fuerzas de Satsuma, rondaban inicialmente los 40,000 hombres, quedando reducido sólo a 400 al final de la guerra, en la Batalla de Shiroyama.
A pesar que las fuerzas de Satsuma pretendían preservar el papel de los samurais, usaron métodos militares occidentales, armas de fuego y cañones; inclusive en las descripciones de Saigō Takamori se le veía vestido con uniforme militar occidental.
Al final de la rebelión, cuando se agotaron las municiones y las armas modernas, debieron atacar con espadas, arcos y flechas.
En noviembre de 1867, el shōgun Tokugawa Yoshinobu renunció, y se inició el proceso de restauración del poder político al Emperador de Japón, conocido como la Restauración Meiji.
Sin embargo, Takamori fue uno de los más críticos opositores a la revolución pacífica, y demandaba que los Tokugawa debían ser expropiados de sus tierras y de su estatus especial.
Su posición inamovible fue una de las principales causas del inicio de la Guerra Boshin.
Dicho período terminó bajo múltiples presiones con la entrega del poder de Tokugawa Yoshinobu al Emperador Meiji, el 9 de noviembre de 1867, que corresponde al 14º día del décimo mes del año 3, de la era Keiō, en el calendario tradicional japonés.
Y en 1867, el Emperador Meiji asciende al trono, después de la muerte del Emperador Kōmei.
Mutsuhito, El Emperador Meiji (明治天皇) (1852 - 1912), hijo del Emperador Kōmei y la consorte Nakayama Yoshiko, abuelo del Emperador Shōwa, Hirohito, y bisabuelo del actual Emperador de Japón, Akihito (明仁) fue el Emperador de Japón número 122, de acuerdo con el orden tradicional de sucesión imperial Japonés, reinando desde el 3 de febrero de 1867 hasta su muerte.
Para la fecha de su muerte en 1912, Japón ya había pasado por una revolución política, industrial, y social que trajo como resultado la transformación del país en una potencia mundial.
Este periodo, también supuso un cambio a Japón desde el comienzo de una sociedad feudal, a tomar una economía capitalista con una persistente influencia occidental.
A partir de entonces, el shōgunato fue abolido, y el Emperador obtuvo el poder militar y político del país, desencadenando la Restauración Meiji que transformaría al país radicalmente, durante el resto del siglo XIX.
Financieramente, aplastar la rebelión de Satsuma, significó un altísimo costo al gobierno, forzando a Japón a dejar el estándar de oro, y obligando al gobierno a imprimir papel moneda.
La rebelión, también resultó efectiva para terminar con la clase samurai, al probar en batalla que la nueva Armada Imperial era efectiva, utilizando sólo conscriptos sin ninguna clase social.
Se cree, que en La Batalla de Shiroyama, Takamori quedó gravemente herido, y al no querer ser capturado, o asesinado por el enemigo, pidió a un compañero que lo decapitara, para preservar su honor como samurai.
Otra leyenda sugiere que, Saigō había cometido el “seppuku”, o en vulgar, “hara-kiri” (腹切 o 腹切り) o “corte del vientre”, una forma tradicional de suicidio; pero la autopsia y los documentos históricos de la época niegan este hecho.
La muerte de Takamori derivó en el fin de la rebelión, y la supresión definitiva de la clase samurai en Japón, que había dominado el país desde el siglo XII.
También, existieron leyendas que negaban la muerte de Saigō Takamori, los japoneses creían que se había escapado a la India, a China, o a Rusia, y que volvería para hacer venganza al gobierno.
En 1868, comienza la era Meiji, o Restauración Meiji.
En ésta, quedan abolidos los privilegios especiales de los samurais, se le da a la población, la posibilidad de portar apellido, privilegio hasta entonces de la aristocracia, mientras que la gente llevaba el nombre de su profesión, por ejemplo:
El capitán de un barco se llamaba “Anjin” es decir “capitán”
Estos cambios provocaron la inestabilidad del país en el comienzo de la era Meiji.
Sin embargo, en reconocimiento por su labor como samurai, y su ayuda con el pueblo japonés, el gobierno Meiji perdonó a Takamori de manera póstuma, el 22 de febrero de 1889.
En 1898, el gobierno erigió una estatua de bronce en el parque Ueno, en Tokio; en ese monumento, Takamori está vestido de forma tradicional, paseando a su perro.
También, se le erigió otra estatua, vestido con uniforme militar, en el Parque Chūō de Kagoshima.
Entre las medidas que tomó el Emperador Meiji se destacan, a más de las ya mencionadas, el traslado de la capital de Kioto a Tokio, la implantación de un nuevo sistema de estudios (1872), la institución del Senado, Genroin (1875), la inauguración de la Asamblea Nacional (1890) y la anexión de Corea (1910)
El Emperador Meiji demostró una gran longevidad en el trono, manteniéndose en el poder por más de 40 años.
Después de la simbólica reestructuración del Emperador Meiji, el eslogan “sonnō jōi” fue silenciosamente olvidado, y reemplazado con otro:
“Fukoku Kyōhei” (富国強兵) o “País rico, militarismo fuerte”, lema ampliamente difundido en la exitosa Era Meiji, y la semilla de las acciones de La Segunda Guerra Mundial.
“They say Japan was made by a sword.
They say the old gods dipped a coral blade into the ocean, and when they pulled it out four perfect drops fell back into the sea, and those drops became the islands of Japan.
I say, Japan was made by a handful of brave men.
Warriors, willing to give their lives for what seems to have become a forgotten word:
Honor”
The Last Samurai es una película dramática de aventuras, dirigida por Edward Zwick, y estrenada en el año 2003.
Protagonizada por Tom Cruise, Ken Watanabe, Billy Connolly, Tony Goldwyn, Timothy Spall, Koyuki, Masato Harada, Togo Igawa, William Atherton, Seizo Fukumoto, Scott Wilson, Shun Sugata, Hiroyuki Sanada, Shin Koyamada, Masashi Odate, entre otros.
El guión lo firma John Logan, Edward Zwick y Marshall Herskovitz.
The Last Samurai obtuvo 4 nominaciones al Oscar:
Mejor actor de reparto (Watanabe), vestuario, sonido, y dirección artística.
De vez en cuando, y más de lo que algunos piensan, Hollywood deja de contemplarse a sí misma, y lanza su mirada hacia otras culturas más milenarias y ricas que la estadounidense.
Una de ellas es, sin duda, la japonesa, una sociedad que, como todas, acumula virtudes y defectos en su devenir histórico, pero que, desde luego, y a pesar de los inevitables influjos de la globalización, que sin embargo no ha de tratarse siempre como si fuera una denominación peyorativa, mantiene una carismática personalidad.
La introspección de algunas de sus gentes y sus formas, a la hora de hablar y gesticular me resultan muy atractivas, y ello es algo que hemos podido ver en el cine nipón que, a lo largo de las últimas décadas, ha llegado hasta Occidente.
Y es que:
¿En qué se basa la sociedad sino en valores?
Cada grupo o colectivo son diferentes, pero, a pesar de ello, valores al fin y al cabo.
Algunos de ellos van cambiando debido al paso del tiempo, y muchos están obligados a adaptarse al nuevo mundo.
Como dato histórico, The Last Samurai está basado ligeramente, en los eventos de La Rebelión Satsuma.
The Last Samurai tuvo buena recepción mundial, aunque no llegó a ser la más taquillera ni siquiera el día de su estreno en Los Estados Unidos, ni tampoco en Europa, a diferencia de Japón, donde, pese a todo pronóstico, tuvo una recepción extraordinaria, ya que batió el récord de ser la película americana más taquillera del país nipón.
Casi todos los elementos y decorados de The Last Samurai, fueron hechos a partir de cero por la producción, desde las casas con tejado de paja de una aldea rural samurai, hasta una moderna y congestionada calle de Tokio; desde lámparas con pantallas de seda y mosquiteros de papel para las ventanas, hasta banderas de época.
Incluso hicieron sus propios árboles…
Además de los decorados, un vestuario auténtico, contribuyó a plasmar el mundo del Japón Meiji en la pantalla, y esa responsabilidad recayó en la diseñadora de vestuario Ngila Dickson.
Gracias a una increíble buena suerte, Dickson encontró a 2 personas en Japón, que se convirtieron en una parte importante del equipo de vestuario y “que contribuyeron a mantenernos fieles”, dice.
Akira Fukuda, un prestigioso diseñador de vestuario en Japón, que trabajó con Akira Kurosawa, se unió al departamento, y la consultoría de Sengoku Sensai, el maestro de vestuario y costumbres, de la corte de la familia imperial de Japón.
Si los trajes imperiales de The Last Samurai parecen auténticos, es gracias a los profundos conocimientos de estos 2 hombres.
The Last Samurai es la historia de un individuo que debe aceptar la pérdida del honor y del yo, y su posterior viaje para recuperar ese honor, para confiar de nuevo en sí mismo, para tomar las decisiones correctas, y es aplicable a cualquier época histórica, pero sin duda alguna al momento actual, en que estamos rodeados por los compromisos de la vida moderna.
“Many of our customs seem strange to you.
And the same is true of yours.
For example, not introducing yourself is considered extremely rude, even among enemies”
The Last Samurai se ambienta en tiempos de La Guerra Civil americana, 1876 para ser más exactos, y el escenario no es otro que el País del Sol Naciente, que por aquel entonces, se encontraba en pleno proceso de transición, entre el Japón feudal de los samurai, y el Japón moderno que debía adaptarse a los nuevos tiempos, y abrirse al resto del mundo.
El capitán del 7º Regimiento de Caballería del Ejército de los Estados Unidos, o “Garryowen”, Nathan Algren (Tom Cruise) es un hombre a la deriva.
Las batallas que libró en otro tiempo, parecen ahora lejanas e inútiles.
Rememora con horror el año 1868, al Séptimo de Caballería de la división mandada por el General Winfield Scott Hancock contra los sioux y cheyennes, en La Batalla de Washita, en la que 700 soldados atacaron un poblado lleno, principalmente de mujeres, niños y ancianos, dejando 105 supervivientes, y sembraron un odio profundo contra el que ellos llamaban “Long Hair”
Una vez, Algren arriesgó su vida por el honor y por la patria, pero, en los años transcurridos desde La Guerra de Secesión estadounidense, el mundo ha cambiado.
El pragmatismo ha reemplazado al valor, el interés personal ha ocupado el lugar del sacrificio, y el honor no se encuentra en ninguna parte, especialmente en el Oeste, donde su papel en las campañas contra los indios, acabó en desilusión y tristeza.
En algún lugar de las implacables llanuras, junto a la ribera del río Washita, Algren perdió su alma.
Y así, a Nathan Algren, se le ofrece la oportunidad de marchar al país nipón, para entrenar a las tropas del Emperador, en el uso de las nuevas armas proporcionadas por la tecnología occidental.
El objetivo del Emperador, no es otro que modernizar el país, de modo que pueda rivalizar con las grandes potencias industriales y tecnológicas de Occidente, lo que también afectará a su ejército, que deberá igualmente despojarse de las espadas, arcos y flechas tradicionales, y aprender a utilizar el nuevo armamento proveniente de América.
Esta revolución cultural y técnica, conocida como La Restauración Meiji, contará con la enérgica oposición de la casta de los samurais, que se oponen, en una violenta resistencia, a abandonar su forma de vida y, en definitiva, a una occidentalización de su cultura.
En un mundo completamente distinto, otro soldado ve como su modo de vida está a punto de desintegrarse.
Es Lord Maritsugu Katsumoto (Ken Watanabe), el último líder de un antiguo linaje de guerreros, los venerados samurais, que dedicaron sus vidas a servir al Emperador y a su país.
Esta actitud, llevará a esta casta de valerosos guerreros, liderados por Katsumoto, a enfrentarse a aquellos que desean renegar de sus raíces culturales, pese a la lealtad que Katsumoto le rinde al Emperador.
Del mismo modo que el estilo de vida moderno invadió el Oeste americano, acorralando y condenando a los indios americanos, también acabó con el Japón tradicional.
Las líneas telegráficas y los ferrocarriles que llevaron el progreso, amenazan ahora los valores y los códigos por los que los samurais han vivido y han muerto durante siglos.
Pero Katsumoto no se irá sin pelear.
Los caminos de estos 2 guerreros convergen, cuando el joven Emperador de Japón, cortejado por los intereses norteamericanos que codician el mercado japonés en expansión, contrata a Algren para preparar el primer ejército de reclutas moderno de Japón.
Pero cuando los asesores del Emperador tratan de erradicar a los samurais como parte de los preparativos para un gobierno más occidentalizado y favorable al comercio, Algren se encuentra inesperadamente impresionado e influido por sus encuentros con los samurais.
Sus fuertes convicciones le recuerdan al hombre que en otro tiempo fue.
Inmerso ahora en un territorio duro y desconocido, con su vida y, tal vez lo que es más importante, su alma pendientes de un hilo, el atormentado soldado norteamericano se encuentra en medio de una violenta y épica lucha, entre 2 épocas y 2 mundos, contando sólo con su sentido del honor para guiarle.
El actor Tom Cruise, pasó 2 años preparando el papel, aprendiendo japonés, y a manejar la espada japonesa con Nick Powell, que fue entrenador de los protagonistas de películas como “Braveheart” (1995) o “Gladiator” (2000) en una batalla final, que se rodó a lo largo de 31 días.
“They are an intriguing people.
From the moment they wake, they devote themselves to the perfection of whatever they pursue.
I have never seen such discipline.
I am surprised to learn that the word Samurai means, “to serve”, and that Katsumoto believes his rebellion to be in the service of the Emperor”
Resulta inevitable no establecer ciertas comparaciones entre el planteamiento de The Last Samurai, y otra obra, cuya idea central se mueve en coordenadas parecidas como es “Dances With Wolves” (1990), en la que el personaje de Kevin Costner encontraba un nuevo sentido a su vida, a través de su contacto con una cultura absolutamente extraña y ajena a él, como era la Sioux/Lakota.
El proceso de fascinación de Algren por el modo de vida de los samurais que va descubriendo, remite sin duda, al modelo que estableció Costner, en su debut como director, las semejanzas pesan mucho más que las diferencias, y hasta el modo de rodar de Zwick, un director al que le gusta abusar de las tomas paisajísticas, y recrearse en la descripción casi idílica de ese mundo condenado a desaparecer, recuerda aun sin ser tan engolado y retórico, al universo de Costner.
Sin embargo, es en el campo de la épica y la lucha, donde mejor se desenvuelve Zwick, rescatando en parte su mejor cine:
Ya sea en la feroz primera escaramuza del desorganizado ejército, comandado por Algren, destrozado a las primeras de cambio por la carga de los samurais, precedida de una fantasmagórica y emocionante aparición entre la niebla, en los combates cuerpo a cuerpo de Algren con éstos, y con los ninjas en la aldea, o en la brutal y desigual batalla final, un enfrentamiento cargado de épica y emoción.
La batalla final, desde las luchas a espada, hasta que las ametralladoras, vendidas por los portadores de la civilización, barren más de 1,000 años de tradición samurai.
Tampoco está de más, hacer notar la sorprendente crudeza con la que se despacha a algunos supuestos iconos de la historia americana, como el conocido Custer, al que The Last Samurai pone en su sitio, o el abuso de la excusa del progreso, por parte de los gobernantes, para justificar cierto exterminio de culturas, ya sea la india o la de los samurais.
Escondido bajo estos mecanismos metafóricos y representativos de historia épica y legendaria, The Last Samurai es una nueva revisitación a la, a veces, fétida finalidad puramente yanqui, por exponer una americanización del héroe que se encuentra a sí mismo, gracias a la pérdida de la autoconfianza y de la moral.
“There is some comfort in the emptiness of the sea, no past, no future”
The Last Samurai es puro cine espectáculo, de aventuras sin más pretensiones que entretener.
The Last Samurai no intenta explicarnos las costumbres de la época, se queda en los tópicos de siempre:
Kimonos, peleas con espadas, harakiris o seppuku, y unos budas ante los que se postran los personajes, pero no se sabe si rezan, meditan, o simplemente duermen.
El guión se queda en el mero tópico, mucha lucha con espadas, y mucho traje pero poco contenido.
Los diálogos intentan ponerse trascendentes, pero acaban sonando bastante insustanciales.
Hay buenas oportunidades de plasmar las diferencias entre las 2 culturas, y el acercamiento entre ambas, pero el guión las desaprovecha.
Se centra mucho más en el trauma del personaje de Cruise, que en el interesante conflicto en el que estaba sumido Japón.
The Last Samurai no intenta acercar al espectador a la sociedad feudal nipona, ni a la religión budista, ni explicar los códigos éticos ni morales de los samurais.
No se explica en ningún momento, que El Emperador era una figura decorativa, se le consideraba hijo de los dioses, pero el poder los ostentaba y ejercía el Shōgun.
La sociedad estaba basada todavía en el sistema feudal, muy parecido al de la Europa medieval.
Los samurais eran como los nobles de Europa, eran la casta privilegiada, guerreros que oprimían al pueblo, a cambio de protección frente al ataque de clanes rivales.
Todo este obsoleto régimen, es el que El Emperador Meiji cambió a finales del siglo XIX.
Intentó acabar con el poder de los samurais, señores feudales que se resistían al cambio y modernizar el país.
Además, en The Last Samurai se establece una analogía entre la guerra contra los indios en Norteamérica, y la modernización de Japón.
Lo que pasó con los indios no creo que fuera una guerra, fue un exterminio.
La modernización de un país no puede pasar nunca por el exterminio de sus habitantes autóctonos.
Otra vez Hollywood dando lecciones y metiendo la pata.
Por último, la banda sonora, compuesta por Hans Zimmer, hace uso de instrumentación tradicional japonés, y las técnicas de composición utilizadas son en su mayoría de origen occidental.
El tambor Taiko lugar destacado en las pistas de acción, vocal con gritos y cantos, son una de las características de la música utilizada.
“My thanks, on behalf of those who died in the name of better mechanical amusements and commercial opportunities”
The Last Samurai nos plantea el enfrentamiento, tanto de 2 culturas totalmente opuestas, la occidental y la oriental, como la de 2 representaciones de épocas distintas, compartiendo un mismo presente, la modernización del ejército japonés y del Japón, frente al tradicional ejército samurai, y la salvaguarda de las costumbres japonesas.
El director nos hace ser testigos, de la forma en que Algren va a cambiar a lo largo del metraje, planteándonos el acercamiento de personajes totalmente distintos:
Algren y Katsumoto, de mundos totalmente opuestos, pero lo suficientemente abiertos para intentar aprender uno del otro, como forma para llegar al entendimiento mutuo y la admiración, sobre todo en el caso de Algren hacia Katsumoto, su compromiso con la vida y costumbres de su pueblo.
Para Katsumoto, el aprendizaje será la forma de “conocer a mi enemigo” convirtiéndose el propio Katsumoto, en el catalizador principal del cambio que experimentará el capitán del ejército de EEUU.
Otro catalizador de este cambio, será la convivencia obligada e impuesta por Katsumoto, a su hermana Taka (Koyuki), de atender en su casa a Algren, lo que derivará en una atracción final, entre el capitán y la hermana de Katsumoto.
Apología del deber y el honor, impregnado con resortes de pasión contenida, y un gran preciosismo narrativo, todo en The Last Samurai es mítico.
La ironía es un elemento destacable, todo es irónico, la forma de expresar lo que no se siente, y a la vez lo que sí se siente, y al mismo tiempo “la vida en cada sorbo de aire”, la poesía y los planos del árbol, tan maravilloso que se vislumbra en la muerte, en el momento final de la vida... además, Algren fue el padre de los hijos del hombre que mató, seguramente el padre de futuros hijos con su misma mujer, ya que Taka era muy joven, y seguro que tuvo más, y de marido.
Toda la ironía del destino se pierde en la fabulosa narración.
Pero sobretodo, The Last Samurai es una historia de segundas oportunidades, y de amor, por una cultura, por una vida, lo que más se odia puede ser lo que más se acabe amando, pero sobretodo, es una historia de redención.

“You want me to kill the enemies of Jappos, I'll kill the enemies of Jappos.
Rebs or Sioux or Cheyenne; for 500 bucks a month I'll kill whoever you want.
But keep one thing in mind:
I'd happily kill you for free”



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