Song For A Raggy Boy
“I will not yield
I will not fall
I will eat dynamite
And one day I will explode like a volcano”
Uno de los temas que aun es oscuro y desconocido por el mundo entero, acerca de los abusos de millones de niños por sacerdotes y monjas, es el tema de las “Escuelas Industriales” las cuales eran manejadas por la iglesia católica, bajo la custodia de los hermanos cristianos.
La primera “escuela industrial” fue fundada en 1870, en Dublín, expandiéndose posteriormente hacia el Reino Unido, Australia, Canadá, India, Estados Unidos, y otros países.
Se caracterizaban por contar con suficientes extensiones de terreno para trabajar la tierra, y con una estrategia per cápita en las cuales, los mayores dividendos se producirían al llenar estos sitios con gran cantidad de fuerza laboral gratis.
Con tales propósitos, la iglesia católica en Irlanda, en conjunto con el Departamento de Educación, se confabularon para poner estos sitios repletos de niños, haciéndose de cualquier excusa para encarcelarlos allí como criminales, como por ejemplo:
Si eran nacidos de madres solteras, eran arrebatados de ellas, y llevados allí por ser “hijos bastardos” o “hijos del pecado”
El ser pobres, si faltabas a clases, si eran sorprendidos robando algo, era también una razón para ser llevados allí.
También el ser huérfano, o de padres separados, y como el divorcio no era permitido, estos niños eran retirados de sus padres, y encerrados en estas escuelas.
Por cada niño, estas órdenes religiosas recibían una cuota que representaba 1/3 del salario de un trabajador, eso equivale como a 120 euros por niño, por semana.
La explotación laboral y los abusos a los que fueron sometidos estos niños, durante casi 100 años, son indescriptibles.
Violencia, hambre, abuso sexual, maltrato físico, y emocional, explotación laboral, y una baja educación, son algunas de las vivencias de miles de niños, de los cuales algunos con apenas edad suficiente para mover los brazos y caminar, eran sometidos a largas rutinas de trabajo en el campo, labrando la tierra, o en la cocina haciendo el pan.
Eso sin tomar en cuenta las golpizas, y las violaciones a las que eran expuestos.
Algunos no sobrevivían por ser tan frágiles, si recibían una fuerte golpiza, a los días morían, había el caso de un niño abusado sexualmente todos los días, excepto en navidad.
A la larga, la última escuela industrial de Irlanda cerró en 1969, después los misteriosos incendios de los edificios, nos dejan algunas preguntas que nos hacemos hoy.
La comunidad admite que siempre supo lo que sucedía allí, pero tenían miedo de hablar en contra de la iglesia.
No se sabe el número exacto de niños que estuvieron allí, pero se estima que fueron alrededor de cientos de miles.
Actualmente, se alega que algunas escuelas de este tipo, siguen operando aun.
En cuanto a los sobrevivientes de estas instituciones infernales, hoy en su gran mayoría, viven del servicio social, ya que al solicitar empleo, no eran admitidos por provenir de estas escuelas.
Hoy las victimas piden justicia, y demandan ser oídas, pero hasta ahora, las autoridades han hecho caso omiso de sus peticiones, sin reponer en lo mínimo, parte de los daños morales y materiales causados.
La Convención sobre los Derechos del Niño, define un niño como:
“Todo ser humano menor de 18 años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes, la mayoría de edad”
Cientos de miles, según informe de “Human Rights Watch”, sino millones, de niños huérfanos, o abandonados, son ingresados en orfanatos, o en otras instituciones no penales.
Muchos de estos niños al cuidado del Estado, experimentan en cambio, niveles alarmantes, y a veces mortales, de abuso y negligencia.
Pueden ser víctimas de palizas y abusos sexuales, estar encerrados en sacos de tela, o atados a muebles, y sometidos a un tratamiento degradante por parte del personal de los centros.
En algunos de ellos, las tasas de mortalidad han sido asombrosas.
El problema del maltrato y abuso contra los niños, y de su explotación, en particular la sexual, es un problema universal alarmante, que necesita de medidas continuas de prevención, y protección efectiva a escala local, nacional e internacional.
Los casos de abuso sexual a menores de edad, se presentaron siempre allí, en donde niños y adolescentes estaban en contacto con religiosos, y se ha dado en todas las confesiones religiosas, y en algunas sectas, de la misma manera que sucede en otro tipo de organizaciones, que tienen la responsabilidad de su cuidado, o que están en contacto frecuente con los mismos, como instructores deportivos, socorristas, o monitores en campamentos de verano.
La confianza que los ministros de la Iglesia generan entre los laicos, facilitó en la mayoría de las ocasiones, el obrar del abusador en parroquias, seminarios, orfanatos, hospitales, y organizaciones de trabajo social.
En muchos casos, la víctima no recibió atención inmediata, incluso por parte de su propia familia, debido al respeto que esta le tenía al implicado, o por temor e ignorancia.
En la mayoría de ocasiones, sin embargo, como informan fuentes policiales, la mayoría de los abusos a menores se practican en el entorno familiar.
Con todo, uno llega a imaginar lo que en verdad pudieron ser estos reformatorios católicos que perduraron en Irlanda, siguiendo fielmente aquel dicho:
“La letra con sangre entra”
El abuso del poder y de la autoridad religiosa, “en nombre de Dios”, siempre será una vergüenza para la Iglesia, y una tentación que hay que rechazar en el camino del Evangelio; sin embargo, la seriedad de este problema pide precisamente eso:
Rigor, investigación y calidad en las narraciones, e historias que lo aborden.
De otro modo, también puede ser aquí, aquello de “no usar el nombre de Dios en vano”
La correccional católica de los hermanos de San Judas es un acercamiento a una época, y a una noción religiosa que todos deseamos no se repitan.
Las películas pueden ayudarnos a comentar lo que cada uno piensa sobre educación, autoridad, poder, corrección, la realidad actual de los jóvenes, el sentido de las faltas, y del pecado, y sobre aquel Dios en quien creemos, y que nos invita cada día a caminar en la vida con plenitud de humanidad, y con responsabilidad.
“The creatures that you are going to teach, if that is the word, are not to be confused with intelligent beings”
Song For A Raggy Boy es una película dramática dirigida por Aisling Walsh en el año 2003.
Protagonizada por Aidan Quinn, Iain Glen, Dudley Sutton, Marc Warren, Claus Bue, Alan Devlin, Stuart Graham, Chris Newman, Simone Bendix, John Travers, entre otros.
El guión lo firma el director, junto con Kevin Byron-Murphy, basados en la novela autobiográfica de Patrick Galvin: “Song For A Raggy Boy”
La directora ha recalcado, en varias ocasiones, que en Song For A Raggy Boy, el tema principal es la libertad de pensamiento y de expresión:
“Es una película con un gran sentido de la esperanza.
Espero que sea una historia muy universal.
Existe un gran sentido de esperanza en Song For A Raggy Boy, y me parece que la universalidad de la historia, junto con esa esperanza, hará que sea interesante.
Gran parte del filme es muy perturbador, muy oscuro, auténtico, y espero que muy honesto.
Es una historia que debe ser contada, esos chicos gritaban por ayuda, y nunca la obtuvieron, y esa es una de las razones por las que me llamó la atención, porque sentí que debía contarse.
Espero que la gente disfrute la película, aunque cabe mencionar que hay emociones a lo largo de todo el trayecto”
Basado en hechos reales, Song For A Raggy Boy es la historia del valor de un hombre, para erigirse y luchar contra el duro régimen fascista, en un reformatorio irlandés de chicos en 1939.
La historia de William Franklin es un poderoso y dramático viaje, desde las destruidas calles de Madrid durante La Guerra Civil Española, a las paredes limitadas de un reformatorio.
Es la creencia de un hombre, que piensa que él puede marcar la diferencia.
La trama gira en torno a un estricto internado católico irlandés de 1939, es el que sirve de base en Song For A Raggy Boy para la denuncia sobre los reformatorios/prisiones, los religiosos que abusan de menores, los métodos violentos en el trato a jóvenes y niños, y la cerrazón al impedir un trato humano y educador.
La historia se centra en un Reformatorio de “los de antes”, para niños problemáticos, o que habían sido abandonados por sus padres.
En ese centro, al igual que en otros colegios de “los de antes” se educaba con el dicho:
“La letra con sangre entra”
Los profesores o encargados de ese centro, se ceban materialmente contra los alumnos, si es que intentan faltar a la más mínima regla que establece el reformatorio, reglas que siempre son abusivas y despiadadas.
Así vemos como al reformatorio católico de San Judas, llega un nuevo profesor William Franklin (Aidan Quinn)
Sus métodos chocan frontalmente, con los del resto de profesores, liderados por el hermano John (Iain Glen), que no dudan en tratar violentamente a los alumnos.
En contra de los deseos de los miembros más antiguos de la iglesia, Franklin es designado como el único profesor laico en el Reformatorio de San Judas, entre un personal de hermanos católicos encabezados por el sádico Prefecto, el Hermano John.
En fuerte contraste con el abuso verbal y físico al que los muchachos están acostumbrados, Franklin trata de construir una amistad con sus pupilos, basada en la confianza.
Él busca sus talentos ocultos, enseñándolos a leer, y a apreciar la poesía, reclutando a Liam Mercier 636 (John Travers), un muchacho excepcionalmente talentoso, para ayudarle en este desafío.
Descubriendo la misma clase de represión y tiranía contra la que luchó en España, en San Judas, Franklin sigue teniendo flashbacks de sus días en La Guerra Civil Española, y de la parte de su vida que perdió.
Cuando, en el día de Navidad, el Hermano John golpea gratuitamente, a dos jóvenes hermanos, que han roto una regla del colegio, Mercier y Franklin detienen la agresión, pero no por mucho tiempo.
La determinación del Hermano John, de averiguar por qué Franklin ha decidido dar clases en San Judas, causa más brutalidad, y consecuencias inimaginables.
Franklin posee una mente abierta, y es partidario de un método pedagógico creativo.
Según su criterio, los chicos pueden ser recuperados a través del respeto, la reflexión, y la utilización de la literatura.
Primero, procura alfabetizarlos, a su llegada, muchos no sabían leer y escribir, y luego, busca familiarizarlos con obras de la literatura universal.
Franklin cuenta con el aval del director del establecimiento, pero es cuestionado por el prefecto, el Hermano John, un hombre para quien los niños son animales a los que hay que domar, corregir, castigar, y educar a base de golpes.
En medio de la siniestra presencia de ambos religiosos, los hermanos John y Mac (Marc Warren), Franklin logrará ir poniendo en práctica sus métodos educativos, con gran aceptación por parte de un alumnado, hasta entonces temeroso y escéptico.
El profesor comprende la rebelión de los chicos, y procura encauzar sus inquietudes, y obtiene su adhesión.
En especial de Liam Mercier, uno de los ejes de esta historia, un adolescente huérfano de madre, y abandonado por su padre, inteligente y preguntón, que “pagará” por su rebelión.
El señor Franklin, desesperado, decide abandonar San Judas, pese a que los 2 hermanos han sido expulsados por sus faltas graves cometidas.
Pero en la última escena, ante un niño totalmente analfabeto relatándole un poema en voz alta y clara, el profesor se da cuenta de que ha conseguido algo:
Que estos niños desheredados, tengan una segunda oportunidad en la vida.
Song For A Raggy Boy también incluye la cuestión del abuso sexual de los chicos, pero como una variante más de la violencia física y psicológica, que imperaba en esos asilos.
En Song For A Raggy Boy se nos presenta un colegio-reformatorio, cuyo alumnado está formado por niños de los denominados “difíciles”, alumnos que en el fondo, no tienen más que puesta la coraza ante el trato que reciben, fundamentalmente, por el sádico Hermano John, y los abusos homosexuales del reprimido Hermano Mac.
Y será precisamente con uno de ellos, Liam Mercier (estupendo John Travers), con el que el profesor establecerá una especial relación, al atisbar el superior coeficiente de inteligencia del muchacho y, sobre todo, la sensibilidad por la lectura de la poesía que demuestra practicar.
Mercier irá convirtiéndose en rebelde, ante las practicas cercanas a la tortura, practicadas por el Hermano John, hasta que finalmente, sea él la víctima propiciatoria del odio que ha generado en el religioso, la actitud combativa del muchacho.
Será esa la conclusión de Song For A Raggy Boy, en la que alguna manera, podemos ver bastantes de las peores practicas de esa Iglesia Católica, que aún nos sigue atormentando, incluso a los que en ella, no tenemos puesto interés alguno.
Pero en Song For A Raggy Boy, de alguna manera, se apuesta por una ambigüedad manifiesta, al ver que, pese a que en los momentos finales, los 2 hermanos abandonan el reformatorio:
Uno de ellos ha matado a un niño, al mostrar por otra parte los “elementos” positivos de la misma representación del clero.
Esa misma ambigüedad, que siempre le ha permitido al catolicismo inclinarse al lado de dictadores, y posteriormente, demostrar que en algunos de sus componentes, hay inclinaciones progresistas, o realmente honestas.
Song For A Raggy Boy está marcada en el contexto histórico de 1939, en que marca el fin de La Guerra Civil en España, lugar que residió el profesor, quien era activista político del comunismo.
Esta guerra fue considerada como el preámbulo de La Segunda Guerra Mundial, donde se demostraba la ideología del régimen fascista, basada en un plan educativo que se implementaba en los reformatorios, lugar en que ciertos sacerdotes aplicaban esta ideología, frente a los niños y adolescentes, que no respetaban ni integridad ni los derechos humanos, escondiéndolos en una doctrina religiosa, que se basaban en que Dios no aceptaba ciertas actitudes de libertad.
En Song For A Raggy Boy nos podemos dar cuenta que, el profesor Franklin, luchó contra el régimen abusivo y dictador español, ya que él era “rojo”, es decir, pertenecía al partido comunista.
Con esto, podemos decir que, el reformatorio reflejaba muy bien cómo se trataba a las personas que no encajaban con lo que se esperaba como hombre, como personaje en la sociedad, ya que estos jóvenes eran unos delincuentes, y:
¿Cómo se debía tratar a esas personas, con la razón, o la fuerza?
Claramente por la fuerza, una disciplina fuerte, pero este profesor con una visión de hombre muy distinta, que empleaba una metodología pedagógica que se basaba a través del respeto, la reflexión, y la utilización de la literatura.
Con el fin, de que los niños tuvieran igualdad de oportunidades, el valorarse como personas, y darse cuenta de que ellos son los protagonistas de su futuro, como por ejemplo:
Cuando el alumno decía que podía ser estafador, ya que aprendió a leer, y su compañero Michell, señalaba que si no sabía escribir, no lo conseguiría, y así logró mediante una broma la motivación de los alumnos por aprender a escribir.
El profesor percibió que en estos jóvenes había una potencialidad, decidiendo darles oportunidades, y esperanza, valorándolos como personas.
Probablemente, la mayor virtud de Song For A Raggy Boy, es que trató de mantenerse dentro de cierto límite realista.
No dudo que sí se hubieran dado muchos casos de abusos extremos, pero creo que si Song For A Raggy Boy se hubiera concentrado, únicamente, en religiosos que abusaran de su poder sobre niños indefensos, podría haber corrido el riesgo de quedar más, como un discurso contra La Iglesia Católica, que como un hecho supuestamente real.
Al mismo tiempo, también, esta parte de la educación no fue tan platónica, o cuántas películas de profesores queriendo cambiar al mundo.
Fuera de quizá algunas escenas típicamente ideales, la mayor parte del tiempo puedes percibir un problema real contra niños en condiciones adversas.
Y sobre todo, que el propio profesor se encuentra muy lejos de ser el personaje más ideal, lo cual está bien, que nos presenten a un ser humano real, frustrado por su problemática histórica, con compromisos morales muy claros, pero no siempre los más adecuados, y que muchas veces tampoco pudiera lidiar correctamente, con sus propios problemas.
Song For A Raggy Boy no va más allá de un profesor enormemente bueno, y otro terriblemente malo.
El personaje de Aidan Quinn está tan bien interpretado como construido, y su relación con los niños, con unos más que con otros, pese a no poseer todo el dramatismo que podría haber adquirido, resulta vivaz, y es algo que se agradece.
También se agradece, que ese protagonista no sea desidioso, que actué ante lo que ve, y no se quede paralizado como tantos otros habrían hecho.
Como reverso tenebroso, tenemos a Iain Glen, que si bien creo que lo hace perfectamente, también pienso que su personaje es demasiado malo, tiene pocos matices.
El padre Mac, interpretado por Marc Warren por ejemplo, es un personaje no mucho más bueno que el padre John, pero que la culpa carcome por dentro, de ahí que sea interesante.
También hay que mencionar a los niños, especialmente John Travers y Chris Newman.
Los 2 adolescentes, Liam Mercier 636 (John Travers) y Patrick Delaney 743 (Chris Newman), son mucho más verosímiles y naturales en su actuación, que los mismos adultos.
Cabe destacar, sin duda alguna, al adorable Chris Newman, sobrecogedor en escenas, como la violación, y que conmueve con esa mirada inocente y atormentada que mantiene a lo largo de todo el metraje.
Brutales escenas cuando el Hermano John golpea con saña, con el cinturón, a 2 hermanos, así como el brutal castigo a Mercier, que le ocasionó la muerte, y desencadenó la tragedia.
La paliza que propina el personaje interpretado por Iain Glen, a un alumno hasta darle muerte ante la mirada de otro fraile, me parece increíble, aunque esté echando literalmente espuma por la boca.
¡Qué pasada!
El cura que contempla la acción sin intervenir, pese al mal rato que se está pasando, es casi igual al que se le propinaría al violador de un alumno, por eso su reacción.
Según los textos que aparecen al final, explicando que sucedió a cada uno de los personajes, terminó de cura en una parroquia de Estados Unidos…
Lo que me pareció sumamente interesante en Song For A Raggy Boy, es como un ex militar lograr ser profesor y sacar adelante a los niños, dejando ver lo mejor de cada uno de ellos, de forma contraria al defensor de la fe, que es más diablo en La Tierra que otra cosa.
Lo que no me pareció justo, es la impunidad de ambos hermanos, el abusador físico y el sexual…
Por otro lado, el concepto cultura, se ve reflejado en la escena en que el sacerdote está golpeando a los hermanos que tocaron la muralla, y el profesor Franklin llega a detenerlos ya que había sido avisado.
En esta parte, existe verdaderamente un choque de culturas:
La del sacerdote, una cultura totalmente fascista, que si se desobedece, se debe castigar hasta que aprenda y, la otra, es una cultura en la cual hay otras maneras de poder enseñar y demostrar, cuáles son los márgenes, sin sobrepasar los derechos humanos.
El abuso de poder ejercido por algunos miembros de La Iglesia Católica, ya sea en colegios o instituciones-reformatorios que regentaban, ha sido llevado al cine en numerosas ocasiones, las suficientes para llegar a poner en duda, el valor de estas instituciones en su labor educativa.
Ahora, claro, que en este tipo de películas, lo que más interesa son las escenas casi de crueldad, sobre todo porque es la ruptura que uno buscaría ver representada.
El modo en que la supuesta disciplina era impartida, de maneras brutales bajo premisas absurdas.
El antagonista, encargado de disciplinar a los niños, el hermano John, es una especie de fanático, que está convencido de lidiar con criaturas al nivel de bestias, que deben aprender a través de las formas más primitivas de maltrato.
Y es cierto, que parte del impacto en estas conductas, se ve enfatizado por el mensaje final, el conocimiento de que estos centros, de falsa readaptación, fueron abolidos en Irlanda.
Cuando la ficción de Song For A Raggy Boy, y su aparentemente lejano momento histórico nos alcanza, y consigue concretar un mensaje más allá de los casos aislados.
“Come fifteen now, the flogging belt, the prison cell,
The cruel days, the friendships hanged and cold,
The dead beat of winter and the hungry bell,
The very young are battered and grow old.
And every day they stand about and watch and stare,
The shaven heads, the broken ribs, the iron rod.
And every night they weep an empty eye
And curse the hand that killed Almighty God”
Acusaciones de abuso sexual y psicológico, y violaciones a menores, se han formulado contra La Iglesia Católica en países como los Estados Unidos, Irlanda, Kenya, Las Filipinas, Austria, Bélgica, Croacia, La República Checa, Francia, Alemania, Italia, Malta, Los Países Bajos, Noruega, Polonia, Eslovenia, Suecia, Gran Bretaña, Canadá, México, Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Brasil, Chile y Perú.
Las películas denuncias son necesarias para luchar contra el abuso en la educación, pero conviene no caer en el sesgo de creer que dichos comportamientos, respondían a una calculada y sistemática forma de “educar” de los internados religiosos.
En Song For A Raggy Boy, además, se juega con un extraño paralelismo entre los fascistas, contra los que se combatió en España, y los profesores fascistas que regentan el reformatorio irlandés.
Los casos aislados de abuso en la educación, sea en colegio religiosos o laicos, deben denunciarse, en el cine y, sobre todo, fuera del cine, pero no pueden enturbiar la realidad.
En la actualidad, los denominados centros terapéuticos, están especializados en la atención a menores de entre 12 y 18 años, que presentan trastornos de la conducta, en régimen de internamiento semi abierto, o totalmente cerrado, con un equipo multi profesional de personas, que velan por el bienestar del menor, y por su futuro.
Esto en teoría, y existen multitud de centros en los que educadores y personal profesional, realizan así su trabajo.
Sin embargo, constantemente se dan casos de denuncias, por las que la sociedad duda de si todavía rigen los métodos que se presentan en Song For A Raggy Boy, y si los menores no están sufriendo una reglamentación netamente carcelaria, al no existir el derecho a la intimidad, abrir la correspondencia, restringir visitas, y supervisar llamadas, utilizar celdas de castigo mediante el rigor y el aislamiento, utilizar tranquilizantes sin prescripción médica, registrar mediante el desnudo integral, y hacer flexiones en esa situación, utilizar el castigo físico, o hacer ejercicios y flexiones hasta el grado mayor de extenuación.
En multitud de ocasiones, alejados de su entorno familiar y comunitario, no se da la resocialización y readaptación a la vida comunitaria, por el contrario, los institutos y reformatorios, además de violar los derechos de los niños internos, han sido verdaderas escuelas del delito.
Es necesario educar en los centros de internamiento de menores, buscar otras alternativas pedagógicas, y didácticas, procurar la modernización tecnológica en los centros, a los que tengan acceso también los internos.
Los principios de reeducación y recuperación para la sociedad de los menores con riesgo de exclusión social, son los ejes clave de todas las acciones y actuaciones que deben emprenderse en los centro de menores, basarse en la formación profesional, la educación en valores, el adiestramiento en hábitos sociales, la formación básica y compensatoria, la educación vial, la capacitación para el empleo, así como procurar la contratación laboral para trabajos, y ocupaciones para los que hayan sido preparados.
El camino es largo, pero depende en gran medida, de la preparación de los profesionales que atienden a los menores y adolescentes, del trato que les den, y de la capacidad de tratarlos como seres humanos en reinserción, educación, y futuro profesional.
La Comisión para la Investigación del Abuso Infantil, consiste en un conjunto de acciones iniciadas por el gobierno de Irlanda, para investigar la extensión y efectos del abuso en niños desde 1936 en adelante.
Se conoce popularmente en Irlanda, como La Comisión Ryan, y anteriormente como La Comisión Laffoy, por su responsable, Sean Ryan, juez irlandés.
El trabajo de la comisión comenzó en 1999, e hizo público su informe el 20 de mayo de 2009.
La competencia de la comisión abarcaba la investigación de todas las formas de abuso infantil en las instituciones irlandesas para niños.
La mayoría de las alegaciones que se investigaron, fueron en relación al sistema de 60 internados operados por órdenes de La Iglesia Católica, y supervisados por El Ministerio de Educación Irlandés.
El informe de la comisión concluye, que los testimonios demuestran más allá de cualquier duda, que el sistema entero, trató a los niños más como prisioneros y esclavos, que como personas con derechos legales y potencial humano; que los encargados religiosos apoyaron las palizas rituales, y protegieron sus órdenes con una cultura de servidumbre y secretismo; y que los inspectores del gobierno fueron incapaces de parar los abusos.
Entre las alegaciones más brutales, se encontraban palizas y violaciones, sometimiento a apaleamientos desnudos en público, sexo oral forzado, e incluso palizas como represalia ante intentos fallidos de violación por parte de los hermanos religiosos.
Estos abusos han merecido el calificativo de “El Holocausto Irlandés”
El abuso se describe como endémico en las instituciones de niños varones.
El periódico británico The Guardian, describió los abusos como:
“La sustancia de las pesadillas”, citando los adjetivos usados en el informe:
Abusos sistémicos, omnipresentes, crónicos, excesivos, arbitrarios y endémicos.
Las conclusiones del informe, en su capítulo 6º, apoya el tono global de las acusaciones sin excepción.
Sin embargo, las recomendaciones posibles de la comisión, estaban limitadas por 2 normas impuestas por el gobierno irlandés, y en consecuencia, no incluyen peticiones de persecución o sanción, para ninguna de las partes involucradas en los abusos.
El informe de la comisión se publicó el 20 de mayo de 2009, en 5 volúmenes, con un resumen ejecutivo de 43 conclusiones, y 20 recomendaciones.
Las conclusiones incluyen:
Global:
El abuso físico y emocional, y el abandono, fueron característicos de las instituciones.
En muchas instituciones, sobre todo las masculinas, hubo abusos sexuales.
Las escuelas se regían a la forma de un regimiento que imponía disciplina opresiva, y más allá de lo razonable en los niños, e incluso en los empleados.
Abuso físico:
Los reformatorios y las escuelas industriales, ejercían el control rígido de los internos a través de severos castigos corporales, y del miedo a dichos castigos.
Un clima de miedo, creado por el arbitrario, excesivo, y omnipresente castigo, penetraba en la mayoría de las instituciones y en todas las operadas para niños varones.
Los niños vivían con el terror permanente, de no saber dónde ocurriría la siguiente paliza.
Abuso sexual:
El abuso sexual era endémico en las instituciones para niños varones.
Las escuelas investigadas revelaron un nivel sustancioso de abuso sexual de los niños a su cargo, que se extendía desde tocamientos y caricias inadecuadas, hasta la violación con palizas.
Los perpetradores de abusos eran capaces de operar, sin ser detectados, durante largos periodos en el mismo corazón de las instituciones.
Cuando las autoridades religiosas eran enfrentas a la evidencia del abuso sexual, la respuesta consistía en transferir al agresor a otra institución donde, en muchos casos, podía continuar con los abusos tranquilamente.
La seguridad general de los niños no se tomaba en consideración.
La situación en las instituciones de niñas era diferente.
A pesar de que las niñas sufrían acoso sexual por parte de los empleados y visitantes masculinos, o durante los trabajos en el exterior, el abuso sexual no llegó al grado de “sistémico” en las escuelas femeninas.
Abandono:
La mayoría de denunciantes, tanto masculinos como femeninos, informó de bajos niveles de atención material.
Los niños estaban, a menudo, hambrientos a causa de alimentos inadecuados, poco nutritivos, y mal preparados en muchas escuelas.
Las estancias eran frías, espartanas, y desoladoras.
Las instalaciones sanitarias eran primitivas en la mayoría de escuelas masculinas, y los baños y aseos, eran también deficientes.
Abuso emocional:
Los testigos relataron ser despreciados y ridiculizados a diario.
Los asuntos privados, como las necesidades fisiológicas, y la higiene personal, se usaban como oportunidades para degradar y humillar.
La denigración personal y familiar, estaba ampliamente extendida.
Había constantes críticas, y abuso verbal, y los niños tenían que escuchar que no valían para nada.
Supervisión por el ministerio de educación:
El sistema de inspección del ministerio fallaba a un nivel básico, y era incapaz de ser efectivo.
Las quejas que los padres y otras personas, hicieron al ministerio no se investigaron adecuadamente.
El ministerio no aplicó la normativa y sus propias reglas cuando investigó las quejas, sino que buscó proteger y defender a las congregaciones religiosas y las escuelas.
El ministerio trató inadecuadamente las quejas sobre abuso sexual, que fueron generalmente rechazadas o ignoradas.
Por ende, y finalizando, la pregunta que nos hacemos es:
¿En los reformatorios de hoy, pasará esta realidad?
¿Existirán docentes como Franklin?
Esperemos que todavía existan, ya que él logró que los alumnos volvieran a creer en sí mismos, y se dieran cuenta de su importancia como persona, valoradas por cada condición personal que pudieran tener, considerándolos como individuos insertos en la sociedad, y no como una decepción de ella.
“Never held down,
I will not fall
I will eat dynamite
And one day I will explode like a volcano”
Uno de los temas que aun es oscuro y desconocido por el mundo entero, acerca de los abusos de millones de niños por sacerdotes y monjas, es el tema de las “Escuelas Industriales” las cuales eran manejadas por la iglesia católica, bajo la custodia de los hermanos cristianos.
La primera “escuela industrial” fue fundada en 1870, en Dublín, expandiéndose posteriormente hacia el Reino Unido, Australia, Canadá, India, Estados Unidos, y otros países.
Se caracterizaban por contar con suficientes extensiones de terreno para trabajar la tierra, y con una estrategia per cápita en las cuales, los mayores dividendos se producirían al llenar estos sitios con gran cantidad de fuerza laboral gratis.
Con tales propósitos, la iglesia católica en Irlanda, en conjunto con el Departamento de Educación, se confabularon para poner estos sitios repletos de niños, haciéndose de cualquier excusa para encarcelarlos allí como criminales, como por ejemplo:
Si eran nacidos de madres solteras, eran arrebatados de ellas, y llevados allí por ser “hijos bastardos” o “hijos del pecado”
El ser pobres, si faltabas a clases, si eran sorprendidos robando algo, era también una razón para ser llevados allí.
También el ser huérfano, o de padres separados, y como el divorcio no era permitido, estos niños eran retirados de sus padres, y encerrados en estas escuelas.
Por cada niño, estas órdenes religiosas recibían una cuota que representaba 1/3 del salario de un trabajador, eso equivale como a 120 euros por niño, por semana.
La explotación laboral y los abusos a los que fueron sometidos estos niños, durante casi 100 años, son indescriptibles.
Violencia, hambre, abuso sexual, maltrato físico, y emocional, explotación laboral, y una baja educación, son algunas de las vivencias de miles de niños, de los cuales algunos con apenas edad suficiente para mover los brazos y caminar, eran sometidos a largas rutinas de trabajo en el campo, labrando la tierra, o en la cocina haciendo el pan.
Eso sin tomar en cuenta las golpizas, y las violaciones a las que eran expuestos.
Algunos no sobrevivían por ser tan frágiles, si recibían una fuerte golpiza, a los días morían, había el caso de un niño abusado sexualmente todos los días, excepto en navidad.
A la larga, la última escuela industrial de Irlanda cerró en 1969, después los misteriosos incendios de los edificios, nos dejan algunas preguntas que nos hacemos hoy.
La comunidad admite que siempre supo lo que sucedía allí, pero tenían miedo de hablar en contra de la iglesia.
No se sabe el número exacto de niños que estuvieron allí, pero se estima que fueron alrededor de cientos de miles.
Actualmente, se alega que algunas escuelas de este tipo, siguen operando aun.
En cuanto a los sobrevivientes de estas instituciones infernales, hoy en su gran mayoría, viven del servicio social, ya que al solicitar empleo, no eran admitidos por provenir de estas escuelas.
Hoy las victimas piden justicia, y demandan ser oídas, pero hasta ahora, las autoridades han hecho caso omiso de sus peticiones, sin reponer en lo mínimo, parte de los daños morales y materiales causados.
La Convención sobre los Derechos del Niño, define un niño como:
“Todo ser humano menor de 18 años de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado antes, la mayoría de edad”
Cientos de miles, según informe de “Human Rights Watch”, sino millones, de niños huérfanos, o abandonados, son ingresados en orfanatos, o en otras instituciones no penales.
Muchos de estos niños al cuidado del Estado, experimentan en cambio, niveles alarmantes, y a veces mortales, de abuso y negligencia.
Pueden ser víctimas de palizas y abusos sexuales, estar encerrados en sacos de tela, o atados a muebles, y sometidos a un tratamiento degradante por parte del personal de los centros.
En algunos de ellos, las tasas de mortalidad han sido asombrosas.
El problema del maltrato y abuso contra los niños, y de su explotación, en particular la sexual, es un problema universal alarmante, que necesita de medidas continuas de prevención, y protección efectiva a escala local, nacional e internacional.
Los casos de abuso sexual a menores de edad, se presentaron siempre allí, en donde niños y adolescentes estaban en contacto con religiosos, y se ha dado en todas las confesiones religiosas, y en algunas sectas, de la misma manera que sucede en otro tipo de organizaciones, que tienen la responsabilidad de su cuidado, o que están en contacto frecuente con los mismos, como instructores deportivos, socorristas, o monitores en campamentos de verano.
La confianza que los ministros de la Iglesia generan entre los laicos, facilitó en la mayoría de las ocasiones, el obrar del abusador en parroquias, seminarios, orfanatos, hospitales, y organizaciones de trabajo social.
En muchos casos, la víctima no recibió atención inmediata, incluso por parte de su propia familia, debido al respeto que esta le tenía al implicado, o por temor e ignorancia.
En la mayoría de ocasiones, sin embargo, como informan fuentes policiales, la mayoría de los abusos a menores se practican en el entorno familiar.
Con todo, uno llega a imaginar lo que en verdad pudieron ser estos reformatorios católicos que perduraron en Irlanda, siguiendo fielmente aquel dicho:
“La letra con sangre entra”
El abuso del poder y de la autoridad religiosa, “en nombre de Dios”, siempre será una vergüenza para la Iglesia, y una tentación que hay que rechazar en el camino del Evangelio; sin embargo, la seriedad de este problema pide precisamente eso:
Rigor, investigación y calidad en las narraciones, e historias que lo aborden.
De otro modo, también puede ser aquí, aquello de “no usar el nombre de Dios en vano”
La correccional católica de los hermanos de San Judas es un acercamiento a una época, y a una noción religiosa que todos deseamos no se repitan.
Las películas pueden ayudarnos a comentar lo que cada uno piensa sobre educación, autoridad, poder, corrección, la realidad actual de los jóvenes, el sentido de las faltas, y del pecado, y sobre aquel Dios en quien creemos, y que nos invita cada día a caminar en la vida con plenitud de humanidad, y con responsabilidad.
“The creatures that you are going to teach, if that is the word, are not to be confused with intelligent beings”
Song For A Raggy Boy es una película dramática dirigida por Aisling Walsh en el año 2003.
Protagonizada por Aidan Quinn, Iain Glen, Dudley Sutton, Marc Warren, Claus Bue, Alan Devlin, Stuart Graham, Chris Newman, Simone Bendix, John Travers, entre otros.
El guión lo firma el director, junto con Kevin Byron-Murphy, basados en la novela autobiográfica de Patrick Galvin: “Song For A Raggy Boy”
La directora ha recalcado, en varias ocasiones, que en Song For A Raggy Boy, el tema principal es la libertad de pensamiento y de expresión:
“Es una película con un gran sentido de la esperanza.
Espero que sea una historia muy universal.
Existe un gran sentido de esperanza en Song For A Raggy Boy, y me parece que la universalidad de la historia, junto con esa esperanza, hará que sea interesante.
Gran parte del filme es muy perturbador, muy oscuro, auténtico, y espero que muy honesto.
Es una historia que debe ser contada, esos chicos gritaban por ayuda, y nunca la obtuvieron, y esa es una de las razones por las que me llamó la atención, porque sentí que debía contarse.
Espero que la gente disfrute la película, aunque cabe mencionar que hay emociones a lo largo de todo el trayecto”
Basado en hechos reales, Song For A Raggy Boy es la historia del valor de un hombre, para erigirse y luchar contra el duro régimen fascista, en un reformatorio irlandés de chicos en 1939.
La historia de William Franklin es un poderoso y dramático viaje, desde las destruidas calles de Madrid durante La Guerra Civil Española, a las paredes limitadas de un reformatorio.
Es la creencia de un hombre, que piensa que él puede marcar la diferencia.
La trama gira en torno a un estricto internado católico irlandés de 1939, es el que sirve de base en Song For A Raggy Boy para la denuncia sobre los reformatorios/prisiones, los religiosos que abusan de menores, los métodos violentos en el trato a jóvenes y niños, y la cerrazón al impedir un trato humano y educador.
La historia se centra en un Reformatorio de “los de antes”, para niños problemáticos, o que habían sido abandonados por sus padres.
En ese centro, al igual que en otros colegios de “los de antes” se educaba con el dicho:
“La letra con sangre entra”
Los profesores o encargados de ese centro, se ceban materialmente contra los alumnos, si es que intentan faltar a la más mínima regla que establece el reformatorio, reglas que siempre son abusivas y despiadadas.
Así vemos como al reformatorio católico de San Judas, llega un nuevo profesor William Franklin (Aidan Quinn)
Sus métodos chocan frontalmente, con los del resto de profesores, liderados por el hermano John (Iain Glen), que no dudan en tratar violentamente a los alumnos.
En contra de los deseos de los miembros más antiguos de la iglesia, Franklin es designado como el único profesor laico en el Reformatorio de San Judas, entre un personal de hermanos católicos encabezados por el sádico Prefecto, el Hermano John.
En fuerte contraste con el abuso verbal y físico al que los muchachos están acostumbrados, Franklin trata de construir una amistad con sus pupilos, basada en la confianza.
Él busca sus talentos ocultos, enseñándolos a leer, y a apreciar la poesía, reclutando a Liam Mercier 636 (John Travers), un muchacho excepcionalmente talentoso, para ayudarle en este desafío.
Descubriendo la misma clase de represión y tiranía contra la que luchó en España, en San Judas, Franklin sigue teniendo flashbacks de sus días en La Guerra Civil Española, y de la parte de su vida que perdió.
Cuando, en el día de Navidad, el Hermano John golpea gratuitamente, a dos jóvenes hermanos, que han roto una regla del colegio, Mercier y Franklin detienen la agresión, pero no por mucho tiempo.
La determinación del Hermano John, de averiguar por qué Franklin ha decidido dar clases en San Judas, causa más brutalidad, y consecuencias inimaginables.
Franklin posee una mente abierta, y es partidario de un método pedagógico creativo.
Según su criterio, los chicos pueden ser recuperados a través del respeto, la reflexión, y la utilización de la literatura.
Primero, procura alfabetizarlos, a su llegada, muchos no sabían leer y escribir, y luego, busca familiarizarlos con obras de la literatura universal.
Franklin cuenta con el aval del director del establecimiento, pero es cuestionado por el prefecto, el Hermano John, un hombre para quien los niños son animales a los que hay que domar, corregir, castigar, y educar a base de golpes.
En medio de la siniestra presencia de ambos religiosos, los hermanos John y Mac (Marc Warren), Franklin logrará ir poniendo en práctica sus métodos educativos, con gran aceptación por parte de un alumnado, hasta entonces temeroso y escéptico.
El profesor comprende la rebelión de los chicos, y procura encauzar sus inquietudes, y obtiene su adhesión.
En especial de Liam Mercier, uno de los ejes de esta historia, un adolescente huérfano de madre, y abandonado por su padre, inteligente y preguntón, que “pagará” por su rebelión.
El señor Franklin, desesperado, decide abandonar San Judas, pese a que los 2 hermanos han sido expulsados por sus faltas graves cometidas.
Pero en la última escena, ante un niño totalmente analfabeto relatándole un poema en voz alta y clara, el profesor se da cuenta de que ha conseguido algo:
Que estos niños desheredados, tengan una segunda oportunidad en la vida.
Song For A Raggy Boy también incluye la cuestión del abuso sexual de los chicos, pero como una variante más de la violencia física y psicológica, que imperaba en esos asilos.
En Song For A Raggy Boy se nos presenta un colegio-reformatorio, cuyo alumnado está formado por niños de los denominados “difíciles”, alumnos que en el fondo, no tienen más que puesta la coraza ante el trato que reciben, fundamentalmente, por el sádico Hermano John, y los abusos homosexuales del reprimido Hermano Mac.
Y será precisamente con uno de ellos, Liam Mercier (estupendo John Travers), con el que el profesor establecerá una especial relación, al atisbar el superior coeficiente de inteligencia del muchacho y, sobre todo, la sensibilidad por la lectura de la poesía que demuestra practicar.
Mercier irá convirtiéndose en rebelde, ante las practicas cercanas a la tortura, practicadas por el Hermano John, hasta que finalmente, sea él la víctima propiciatoria del odio que ha generado en el religioso, la actitud combativa del muchacho.
Será esa la conclusión de Song For A Raggy Boy, en la que alguna manera, podemos ver bastantes de las peores practicas de esa Iglesia Católica, que aún nos sigue atormentando, incluso a los que en ella, no tenemos puesto interés alguno.
Pero en Song For A Raggy Boy, de alguna manera, se apuesta por una ambigüedad manifiesta, al ver que, pese a que en los momentos finales, los 2 hermanos abandonan el reformatorio:
Uno de ellos ha matado a un niño, al mostrar por otra parte los “elementos” positivos de la misma representación del clero.
Esa misma ambigüedad, que siempre le ha permitido al catolicismo inclinarse al lado de dictadores, y posteriormente, demostrar que en algunos de sus componentes, hay inclinaciones progresistas, o realmente honestas.
Song For A Raggy Boy está marcada en el contexto histórico de 1939, en que marca el fin de La Guerra Civil en España, lugar que residió el profesor, quien era activista político del comunismo.
Esta guerra fue considerada como el preámbulo de La Segunda Guerra Mundial, donde se demostraba la ideología del régimen fascista, basada en un plan educativo que se implementaba en los reformatorios, lugar en que ciertos sacerdotes aplicaban esta ideología, frente a los niños y adolescentes, que no respetaban ni integridad ni los derechos humanos, escondiéndolos en una doctrina religiosa, que se basaban en que Dios no aceptaba ciertas actitudes de libertad.
En Song For A Raggy Boy nos podemos dar cuenta que, el profesor Franklin, luchó contra el régimen abusivo y dictador español, ya que él era “rojo”, es decir, pertenecía al partido comunista.
Con esto, podemos decir que, el reformatorio reflejaba muy bien cómo se trataba a las personas que no encajaban con lo que se esperaba como hombre, como personaje en la sociedad, ya que estos jóvenes eran unos delincuentes, y:
¿Cómo se debía tratar a esas personas, con la razón, o la fuerza?
Claramente por la fuerza, una disciplina fuerte, pero este profesor con una visión de hombre muy distinta, que empleaba una metodología pedagógica que se basaba a través del respeto, la reflexión, y la utilización de la literatura.
Con el fin, de que los niños tuvieran igualdad de oportunidades, el valorarse como personas, y darse cuenta de que ellos son los protagonistas de su futuro, como por ejemplo:
Cuando el alumno decía que podía ser estafador, ya que aprendió a leer, y su compañero Michell, señalaba que si no sabía escribir, no lo conseguiría, y así logró mediante una broma la motivación de los alumnos por aprender a escribir.
El profesor percibió que en estos jóvenes había una potencialidad, decidiendo darles oportunidades, y esperanza, valorándolos como personas.
Probablemente, la mayor virtud de Song For A Raggy Boy, es que trató de mantenerse dentro de cierto límite realista.
No dudo que sí se hubieran dado muchos casos de abusos extremos, pero creo que si Song For A Raggy Boy se hubiera concentrado, únicamente, en religiosos que abusaran de su poder sobre niños indefensos, podría haber corrido el riesgo de quedar más, como un discurso contra La Iglesia Católica, que como un hecho supuestamente real.
Al mismo tiempo, también, esta parte de la educación no fue tan platónica, o cuántas películas de profesores queriendo cambiar al mundo.
Fuera de quizá algunas escenas típicamente ideales, la mayor parte del tiempo puedes percibir un problema real contra niños en condiciones adversas.
Y sobre todo, que el propio profesor se encuentra muy lejos de ser el personaje más ideal, lo cual está bien, que nos presenten a un ser humano real, frustrado por su problemática histórica, con compromisos morales muy claros, pero no siempre los más adecuados, y que muchas veces tampoco pudiera lidiar correctamente, con sus propios problemas.
Song For A Raggy Boy no va más allá de un profesor enormemente bueno, y otro terriblemente malo.
El personaje de Aidan Quinn está tan bien interpretado como construido, y su relación con los niños, con unos más que con otros, pese a no poseer todo el dramatismo que podría haber adquirido, resulta vivaz, y es algo que se agradece.
También se agradece, que ese protagonista no sea desidioso, que actué ante lo que ve, y no se quede paralizado como tantos otros habrían hecho.
Como reverso tenebroso, tenemos a Iain Glen, que si bien creo que lo hace perfectamente, también pienso que su personaje es demasiado malo, tiene pocos matices.
El padre Mac, interpretado por Marc Warren por ejemplo, es un personaje no mucho más bueno que el padre John, pero que la culpa carcome por dentro, de ahí que sea interesante.
También hay que mencionar a los niños, especialmente John Travers y Chris Newman.
Los 2 adolescentes, Liam Mercier 636 (John Travers) y Patrick Delaney 743 (Chris Newman), son mucho más verosímiles y naturales en su actuación, que los mismos adultos.
Cabe destacar, sin duda alguna, al adorable Chris Newman, sobrecogedor en escenas, como la violación, y que conmueve con esa mirada inocente y atormentada que mantiene a lo largo de todo el metraje.
Brutales escenas cuando el Hermano John golpea con saña, con el cinturón, a 2 hermanos, así como el brutal castigo a Mercier, que le ocasionó la muerte, y desencadenó la tragedia.
La paliza que propina el personaje interpretado por Iain Glen, a un alumno hasta darle muerte ante la mirada de otro fraile, me parece increíble, aunque esté echando literalmente espuma por la boca.
¡Qué pasada!
El cura que contempla la acción sin intervenir, pese al mal rato que se está pasando, es casi igual al que se le propinaría al violador de un alumno, por eso su reacción.
Según los textos que aparecen al final, explicando que sucedió a cada uno de los personajes, terminó de cura en una parroquia de Estados Unidos…
Lo que me pareció sumamente interesante en Song For A Raggy Boy, es como un ex militar lograr ser profesor y sacar adelante a los niños, dejando ver lo mejor de cada uno de ellos, de forma contraria al defensor de la fe, que es más diablo en La Tierra que otra cosa.
Lo que no me pareció justo, es la impunidad de ambos hermanos, el abusador físico y el sexual…
Por otro lado, el concepto cultura, se ve reflejado en la escena en que el sacerdote está golpeando a los hermanos que tocaron la muralla, y el profesor Franklin llega a detenerlos ya que había sido avisado.
En esta parte, existe verdaderamente un choque de culturas:
La del sacerdote, una cultura totalmente fascista, que si se desobedece, se debe castigar hasta que aprenda y, la otra, es una cultura en la cual hay otras maneras de poder enseñar y demostrar, cuáles son los márgenes, sin sobrepasar los derechos humanos.
El abuso de poder ejercido por algunos miembros de La Iglesia Católica, ya sea en colegios o instituciones-reformatorios que regentaban, ha sido llevado al cine en numerosas ocasiones, las suficientes para llegar a poner en duda, el valor de estas instituciones en su labor educativa.
Ahora, claro, que en este tipo de películas, lo que más interesa son las escenas casi de crueldad, sobre todo porque es la ruptura que uno buscaría ver representada.
El modo en que la supuesta disciplina era impartida, de maneras brutales bajo premisas absurdas.
El antagonista, encargado de disciplinar a los niños, el hermano John, es una especie de fanático, que está convencido de lidiar con criaturas al nivel de bestias, que deben aprender a través de las formas más primitivas de maltrato.
Y es cierto, que parte del impacto en estas conductas, se ve enfatizado por el mensaje final, el conocimiento de que estos centros, de falsa readaptación, fueron abolidos en Irlanda.
Cuando la ficción de Song For A Raggy Boy, y su aparentemente lejano momento histórico nos alcanza, y consigue concretar un mensaje más allá de los casos aislados.
“Come fifteen now, the flogging belt, the prison cell,
The cruel days, the friendships hanged and cold,
The dead beat of winter and the hungry bell,
The very young are battered and grow old.
And every day they stand about and watch and stare,
The shaven heads, the broken ribs, the iron rod.
And every night they weep an empty eye
And curse the hand that killed Almighty God”
Acusaciones de abuso sexual y psicológico, y violaciones a menores, se han formulado contra La Iglesia Católica en países como los Estados Unidos, Irlanda, Kenya, Las Filipinas, Austria, Bélgica, Croacia, La República Checa, Francia, Alemania, Italia, Malta, Los Países Bajos, Noruega, Polonia, Eslovenia, Suecia, Gran Bretaña, Canadá, México, Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Brasil, Chile y Perú.
Las películas denuncias son necesarias para luchar contra el abuso en la educación, pero conviene no caer en el sesgo de creer que dichos comportamientos, respondían a una calculada y sistemática forma de “educar” de los internados religiosos.
En Song For A Raggy Boy, además, se juega con un extraño paralelismo entre los fascistas, contra los que se combatió en España, y los profesores fascistas que regentan el reformatorio irlandés.
Los casos aislados de abuso en la educación, sea en colegio religiosos o laicos, deben denunciarse, en el cine y, sobre todo, fuera del cine, pero no pueden enturbiar la realidad.
En la actualidad, los denominados centros terapéuticos, están especializados en la atención a menores de entre 12 y 18 años, que presentan trastornos de la conducta, en régimen de internamiento semi abierto, o totalmente cerrado, con un equipo multi profesional de personas, que velan por el bienestar del menor, y por su futuro.
Esto en teoría, y existen multitud de centros en los que educadores y personal profesional, realizan así su trabajo.
Sin embargo, constantemente se dan casos de denuncias, por las que la sociedad duda de si todavía rigen los métodos que se presentan en Song For A Raggy Boy, y si los menores no están sufriendo una reglamentación netamente carcelaria, al no existir el derecho a la intimidad, abrir la correspondencia, restringir visitas, y supervisar llamadas, utilizar celdas de castigo mediante el rigor y el aislamiento, utilizar tranquilizantes sin prescripción médica, registrar mediante el desnudo integral, y hacer flexiones en esa situación, utilizar el castigo físico, o hacer ejercicios y flexiones hasta el grado mayor de extenuación.
En multitud de ocasiones, alejados de su entorno familiar y comunitario, no se da la resocialización y readaptación a la vida comunitaria, por el contrario, los institutos y reformatorios, además de violar los derechos de los niños internos, han sido verdaderas escuelas del delito.
Es necesario educar en los centros de internamiento de menores, buscar otras alternativas pedagógicas, y didácticas, procurar la modernización tecnológica en los centros, a los que tengan acceso también los internos.
Los principios de reeducación y recuperación para la sociedad de los menores con riesgo de exclusión social, son los ejes clave de todas las acciones y actuaciones que deben emprenderse en los centro de menores, basarse en la formación profesional, la educación en valores, el adiestramiento en hábitos sociales, la formación básica y compensatoria, la educación vial, la capacitación para el empleo, así como procurar la contratación laboral para trabajos, y ocupaciones para los que hayan sido preparados.
El camino es largo, pero depende en gran medida, de la preparación de los profesionales que atienden a los menores y adolescentes, del trato que les den, y de la capacidad de tratarlos como seres humanos en reinserción, educación, y futuro profesional.
La Comisión para la Investigación del Abuso Infantil, consiste en un conjunto de acciones iniciadas por el gobierno de Irlanda, para investigar la extensión y efectos del abuso en niños desde 1936 en adelante.
Se conoce popularmente en Irlanda, como La Comisión Ryan, y anteriormente como La Comisión Laffoy, por su responsable, Sean Ryan, juez irlandés.
El trabajo de la comisión comenzó en 1999, e hizo público su informe el 20 de mayo de 2009.
La competencia de la comisión abarcaba la investigación de todas las formas de abuso infantil en las instituciones irlandesas para niños.
La mayoría de las alegaciones que se investigaron, fueron en relación al sistema de 60 internados operados por órdenes de La Iglesia Católica, y supervisados por El Ministerio de Educación Irlandés.
El informe de la comisión concluye, que los testimonios demuestran más allá de cualquier duda, que el sistema entero, trató a los niños más como prisioneros y esclavos, que como personas con derechos legales y potencial humano; que los encargados religiosos apoyaron las palizas rituales, y protegieron sus órdenes con una cultura de servidumbre y secretismo; y que los inspectores del gobierno fueron incapaces de parar los abusos.
Entre las alegaciones más brutales, se encontraban palizas y violaciones, sometimiento a apaleamientos desnudos en público, sexo oral forzado, e incluso palizas como represalia ante intentos fallidos de violación por parte de los hermanos religiosos.
Estos abusos han merecido el calificativo de “El Holocausto Irlandés”
El abuso se describe como endémico en las instituciones de niños varones.
El periódico británico The Guardian, describió los abusos como:
“La sustancia de las pesadillas”, citando los adjetivos usados en el informe:
Abusos sistémicos, omnipresentes, crónicos, excesivos, arbitrarios y endémicos.
Las conclusiones del informe, en su capítulo 6º, apoya el tono global de las acusaciones sin excepción.
Sin embargo, las recomendaciones posibles de la comisión, estaban limitadas por 2 normas impuestas por el gobierno irlandés, y en consecuencia, no incluyen peticiones de persecución o sanción, para ninguna de las partes involucradas en los abusos.
El informe de la comisión se publicó el 20 de mayo de 2009, en 5 volúmenes, con un resumen ejecutivo de 43 conclusiones, y 20 recomendaciones.
Las conclusiones incluyen:
Global:
El abuso físico y emocional, y el abandono, fueron característicos de las instituciones.
En muchas instituciones, sobre todo las masculinas, hubo abusos sexuales.
Las escuelas se regían a la forma de un regimiento que imponía disciplina opresiva, y más allá de lo razonable en los niños, e incluso en los empleados.
Abuso físico:
Los reformatorios y las escuelas industriales, ejercían el control rígido de los internos a través de severos castigos corporales, y del miedo a dichos castigos.
Un clima de miedo, creado por el arbitrario, excesivo, y omnipresente castigo, penetraba en la mayoría de las instituciones y en todas las operadas para niños varones.
Los niños vivían con el terror permanente, de no saber dónde ocurriría la siguiente paliza.
Abuso sexual:
El abuso sexual era endémico en las instituciones para niños varones.
Las escuelas investigadas revelaron un nivel sustancioso de abuso sexual de los niños a su cargo, que se extendía desde tocamientos y caricias inadecuadas, hasta la violación con palizas.
Los perpetradores de abusos eran capaces de operar, sin ser detectados, durante largos periodos en el mismo corazón de las instituciones.
Cuando las autoridades religiosas eran enfrentas a la evidencia del abuso sexual, la respuesta consistía en transferir al agresor a otra institución donde, en muchos casos, podía continuar con los abusos tranquilamente.
La seguridad general de los niños no se tomaba en consideración.
La situación en las instituciones de niñas era diferente.
A pesar de que las niñas sufrían acoso sexual por parte de los empleados y visitantes masculinos, o durante los trabajos en el exterior, el abuso sexual no llegó al grado de “sistémico” en las escuelas femeninas.
Abandono:
La mayoría de denunciantes, tanto masculinos como femeninos, informó de bajos niveles de atención material.
Los niños estaban, a menudo, hambrientos a causa de alimentos inadecuados, poco nutritivos, y mal preparados en muchas escuelas.
Las estancias eran frías, espartanas, y desoladoras.
Las instalaciones sanitarias eran primitivas en la mayoría de escuelas masculinas, y los baños y aseos, eran también deficientes.
Abuso emocional:
Los testigos relataron ser despreciados y ridiculizados a diario.
Los asuntos privados, como las necesidades fisiológicas, y la higiene personal, se usaban como oportunidades para degradar y humillar.
La denigración personal y familiar, estaba ampliamente extendida.
Había constantes críticas, y abuso verbal, y los niños tenían que escuchar que no valían para nada.
Supervisión por el ministerio de educación:
El sistema de inspección del ministerio fallaba a un nivel básico, y era incapaz de ser efectivo.
Las quejas que los padres y otras personas, hicieron al ministerio no se investigaron adecuadamente.
El ministerio no aplicó la normativa y sus propias reglas cuando investigó las quejas, sino que buscó proteger y defender a las congregaciones religiosas y las escuelas.
El ministerio trató inadecuadamente las quejas sobre abuso sexual, que fueron generalmente rechazadas o ignoradas.
Por ende, y finalizando, la pregunta que nos hacemos es:
¿En los reformatorios de hoy, pasará esta realidad?
¿Existirán docentes como Franklin?
Esperemos que todavía existan, ya que él logró que los alumnos volvieran a creer en sí mismos, y se dieran cuenta de su importancia como persona, valoradas por cada condición personal que pudieran tener, considerándolos como individuos insertos en la sociedad, y no como una decepción de ella.
“Never held down,
Never restrained virtues foot to the throat,
Free of broken chains,
Thus always to tyrants,
Laugh at the conquered,
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