Hombre

“We all die, just a question of when”

El western es el género clásico americano por excelencia, y su marco histórico se sitúa en el Oeste Norteamericano del siglo XIX, con todos los problemas humanos, sociales, y políticos de la época.
Como género, su esplendor se ha mantenido a lo largo de “La Edad de Oro” del cine, pero su prominencia como tal, decayó un poco desde fines de la década de los 60, si bien, ha logrado en los 90 un reconocido, pero fugaz resurgir.
El Western es el género que mejor define la industria cinematográfica de los Estados Unidos, y con nostalgia, se adentra en los años de expansión de la civilización, sobre las fronteras de los nativos en la conquista de un territorio virgen.
Las películas se desarrollan en los estados del Oeste norteamericano, durante el periodo que abarca, desde el comienzo de La Guerra Civil en 1860, hasta el final de las llamadas Guerras Indias de 1890, sin embargo, este periodo cronológico presenta sus alternativas.
Algunos westerns incorporan La Guerra Civil, conflicto esencialmente ligado al este del Río Mississippi, e incluso han cruzado la frontera norteamericana hacia México.
El denominador común más popular de estos films, es un personaje central de características nómadas, o errantes, similar a los caballeros de los antiguos cuentos europeos, enfrentando villanos, rescatando mujeres en peligro, y transgrediendo las normas de las estructuras de la sociedad, sin traicionar su honor, bajo la figura de un vaquero, o un pistolero cuya caracterización incluye una vestimenta típica, su revólver y su fiel caballo, figura que llega a adquirir dimensiones importantes para la historia narrada.
El western toma estos elementos, y los usa para contar tramas morales, ambientadas en el escenario del oeste, muchas veces un paisaje desértico, salvaje y desolador con sus ranchos y fuertes en medio de la nada, y otras tantas veces, en la típica descripción del pueblo del oeste:
El almacén local, las vías del tren, en cuyos vagones albergara persecuciones, un banco que será atracado, la cantina de bebidas, juegos de azar, música autóctona y prostitutas, frecuente escenario de peleas y tiroteos entre los fuera de la ley, y finalmente, la celda que albergara a los malhechores.
Como género, el western es polifacético, y contiene varios subgéneros con films que se ambientan en Las Guerras Indias, La Guerra Civil y Las Guerras Mexicanas.
De todas maneras, es usual que el western retrate la conquista de una civilización, sobre la barbarie y la subordinación de la naturaleza, o lo nativo, o la confiscación de territorios sobre los derechos de los habitantes de los mismos.
El género, escenifica una sociedad organizada, en base a los códigos de honor, ya sea en familia o en soledad, más que al apego de la ley en sí.
En los westerns, las temáticas están contrapuestas, y el avance de la civilización es inevitable.
Todo ello tuvo un maestro, un hombre mítico, un dibujante increíble de sensaciones, un enamorado del género, y un grandísimo director de actores:
John Ford.
Nos encontramos en el año 1967, época en donde la casi absoluta defunción de los géneros tradicionales, tuvieron su víctima más destacada, con el que quizá sea más genuinamente cinematográfico:
El western.
Las influencias del “spaghetti italiano” y la progresiva desaparición de los grandes especialistas del mismo, favorecieron que sus diferentes muestras fueron adentrándose en un autentico callejón sin salida.
Así nació el Western Revisionista, el cual es una variación “post-clásica” del western que cuestiona la visión mítica del viejo oeste.
El western revisionista fue creado en Hollywood, usando métodos como la subversión, auto-reflexividad, o auto-conciencia, la burla, y el cinismo.
En contraposición con la violencia honorable, vaqueros heroicos, indios malvados, e ilusiones románticas de la frontera que pueblan los filmes de los 50s, el western revisionista intenta pintar una imagen más real, de lo que el viejo oeste fue realmente, aunque también, su existencia puede ser la de sólo criticar las convenciones de la forma clásica.
Entrados los 60, muchos realizadores comenzaron a cuestionarse el cambiar la manera tradicional de hacer westerns, en principio, incrementando de forma positiva, el rol de los nativos americanos hasta el momento tratados de salvajes.
La audiencia también comenzó a cuestionarse el arquetipo héroe-villano, y el paradigma moral de usar la violencia para probar, o justificar, el accionar de sus personajes.
Al mismo tiempo, las mujeres comenzaron a recibir roles mas preponderantes, entre otros detalles.
“You better put down that gun.
You got two ways to go, put it down or use it.
Even if you tie me, you're gonna be dead”
Hombre es una película western estadounidense de 1967, dirigida por Martin Ritt.
Protagonizada por Paul Newman, Fredric March, Richard Boone, Diane Cilento, Cameron Mitchell, Barbara Rush, Peter Lazer, Margaret Blye, Martin Balsam, entre otros.
El guión lo firma Irving Ravetch y Harriet Frank Jr. basados en la novela homónima de Elmore Leonard.
Las primeras novelas de Leonard, publicadas en los años 50, fueron novelas del oeste, pero después se especializó en novela policiaca, y desde entonces, ha escrito numerosos libros, muchos de los cuales han sido adaptados al cine, convirtiéndose en exitosas películas de cineastas tan dispares como:
John Sturges, Quentin Tarantino, o Steven Soderbergh, entre muchos otros.
En algunos casos, el proceso ha sido a la inversa, escribiendo novelas a partir de guiones originales, o tratamientos para guiones cinematográficos.
La que nos ocupa, Hombre, se une a la moda de aquello que en los años 60 se llamó “western revisionista” provocando el “western crepuscular”, que puso en cuestión, los valores tradicionales en los que se asentaba el género.
Fue el inicio de su decadencia, hasta su total putrefacción con el “espagueti-western”
Hombre es considerado como parte del sub género cinematográfico llamado western revisionista; y es la 6ª y última colaboración de Martin Ritt, dirigiendo a Paul Newman.
La relación del cine con los indígenas norteamericanos, comenzó a abandonar definitivamente el maniqueísmo, y los estereotipos en los años 60, gracias a títulos como Hombre.
Hombre es un western extraordinario, nada convencional, con un desarrollo impecable, un paisaje árido-montañoso muy convincente, y un plantel de actores para descubrirse ante ellos.
Hay que reconocer en Hombre, la inteligencia del equipo de guionistas a la hora de tratar el material original de Elmore Leonard.
Martin Ritt, tan habitual en la filmografía de Paul Newman, se muestra muy inspirado, y dibuja un apasionado y tenso relato, cuyos elementos giran alrededor de un mestizo encarnado brillantemente por Newman, que trabaja con meticulosidad la psicología del personaje, a caballo entre 2 etnias antitéticas.
Hombre es un film discursivo, en la medida que los personajes que conforman buena parte del metraje, responden a unos estereotipos mil veces mostrados anteriormente en el cine.
Martin Ritt no solo no se esconde en mostrarlos como tales, sino que potencia tal “representatividad” de ahí la importancia del visionado.
Los diálogos son de enorme enjundia filosófica, ética, y altura intelectual, tanto que, pocas veces se han visto en el género western, intercambios de palabras con un nivel tan solvente de raciocinio.
Aquí, se cuestionan los valores del hombre blanco a través del personaje de Newman, un niño blanco criado entre los apaches en una reserva al que llamaron Hombre, adoptado por un hombre blanco que le da su apellido, pero que huye de vuelta con los indios.
Hombre conoce los 2 mundos, pero ha optado por el de los “salvajes”
El asalto de la diligencia en la que viaja con un variado grupo de personas, pone a prueba su carácter, forjado entre los apaches:
Frialdad y sentido común para tomar decisiones en momentos críticos, y estoicismo ante las adversidades.
En el conjunto del metraje, cabe destacar la excelente aportación de James Wong Howe, con una fotografía en color caracterizada por sus tonos ocres y lúgubres, creando una atmósfera siempre sofocante y pesimista, a tono con la propuesta dramática.
Por supuesto, Hombre se integra dentro de la lista de exponentes antirracistas y pro-indios que se prodigaron en el cine norteamericano desde mitad de los años 60, de ahí otro detalle, ahora obligado para su visionado.
El realizador dota a su narrativa de un tono clásico, solo roto en 2 necesarios y zafios zooms, dirigidos a las muertes por disparo tras el asalto a la diligencia, y en algún re encuadre en teleobjetivo, sabe componer en scope, ya lo había demostrado en numerosos ejemplos precedentes, en determinadas secuencias traslada una sensación opresiva, como aquella en la que Cicero Grimes (Richard Boone) se enfrenta con un oficial por su puesto en la diligencia, o las que se desarrollan en el interior del recinto abandonado, con la reunión de todos los personajes resistiendo el acoso de los bandidos y, en líneas generales, su resultado es tan discreto como estimable.
Un hombre con una sola idea, ayudar a su pueblo.
Un film lleno de avaricias, traiciones, odio, con un final angustioso y maravillosamente dramático.
“He was called John Russell”
En las áridas tierras de Arizona de 1884, aparece un joven yanqui, Billy Lee Blake (Peter Lazer), que busca a John Russell, Hombre, (Paul Newman) lo busca por unos caballos.
Tras negociar brevemente, Hombre va con otro personaje, Henry Mendez (Martin Balsam), que le informa que un hombre allegado a él, ha fenecido, dejándole en herencia una casa de considerable valor, le dice que regrese con los suyos, al mundo de los blancos.
Poco después, Russell se involucra en una pelea en el bar donde estaba, por defender a unos indios apaches de unos blancos que los hostigaban.
En la susodicha casa, que sirve de posada, habitan tanto Billy como la mujer que atiende, la madura pero aún atractiva Jessie (Diane Cilento), que se quiere desposar con el sheriff del condado, pero es rechazada por éste.
Al llegar Hombre, que se ha cortado el cabello, su intención es vender la posada, intención no muy bien recibida.
Hombre emprende un viaje para materializar sus objetivos, y el único carruaje disponible:
En el carruaje iban otros pasajeros:
La administradora de la casa de huéspedes Jessie, el agente indígena Dr. Alex Favor (Fredric March), su esposa Audra Favor (Barbara Rush), una joven pareja: Billy Lee y Doris Blake (Margaret Blye); y un hombre arrogante y rudo, Cicero Grimes.
El conductor de la diligencia es un mexicano, Henry Mendez, amigo de Hombre.
Durante el viaje, va conociendo a la variopinta colección de pasajeros, y haciendo paradas en su camino, no han llevado demasiada agua.
Uno de los pasajeros en el carruaje es Cicero Grimes, un patán que se divierte hostigando a las mujeres, tanto a Jessie como a la provocadora Audra.
En el transcurso del viaje, John Russell relata su adopción por los apaches, y asume la defensa de éstos, criticando la política del gobierno, por lo cual es impugnado por el resto de los pasajeros, los cuales rechazan su presencia en el interior del coche por considerarlo un indio, y exigen que ocupe el lugar al lado del conductor.
Repentinamente, son asaltados por unos bandidos, encabezados por el propio sheriff, Frank Braden (Cameron Mitchell), que ha dejado el cargo, y por Cicero Grimes, que sabía que el agente indígena, portaba dinero hurtado a la tribu apache que había adoptado a John Russell, pero Hombre se enfrenta a los asaltantes, eliminando a Braden, y a varios de sus colaboradores.
Al enterarse del origen del dinero, John Russell exige su devolución, y se da cuenta de que para mantenerlo, deberá defender a quienes lo discriminaron.
Siguen avanzando, a pie ahora, con Mendez y Billy, y los demás individuos, que necesitan que les muestre el camino, están desorientados mientras temen un contraataque de los bandidos, que buscan el jugoso botín, mucho dinero.
Y efectivamente, los facinerosos contraatacan, pero Hombre, siempre llevando la batuta del grupo, consigue defender a los pasajeros, van refugiándose en las montañas.
En el refugio, Jessie comienza a sentirse intrigada e interesada por la fría personalidad de Hombre; siguen avanzando, caminando, evaden un grupo de indios apaches, pero el despreciable Grimes, que se unió a los asaltantes, ha raptado a la señora Favor, la tiene de rehén.
Se desata un intenso tiroteo, los pasajeros sobrevivientes se refugian en una casa abandonada, desde la que negocian con Grimes, que sigue teniendo en Audra su principal baza de negociación.
Finalmente, Hombre cede, se arriesga por la mujer, y tras un tiroteo, elimina al bandido, pero termina siendo también liquidado.
“Look for yourself”
Hombre ayuda a desarrollar el western en la medida que ofrece una lectura más compleja:
Intenta dar una aproximación más certera de los mundos colapsados de la arcadia norteamericana, por lo menos en el cine, y para lograrlo, se ubica en los meollos de las principales taras del género en cuestión, en este caso, la representación de la figura del otro, el hombre blanco devenido indio por convivencia y educación.
Hombre es un filme que guarda cierto grado de interés, ambientado en la zona norteamericana de Arizona del siglo XIX, es 1880, son tiempos violentos, los malos entendidos se arreglan con armas, duelos, la ley del más fuerte es la que se impone en esas tierras de nadie, donde hasta el propio sheriff, se termina convirtiendo en amenaza, se vuelve un bandido más.
En esa tierras, es que surge la figura de Hombre, un blanco que fue criado por los indios Apaches, y posteriormente por un blanco, pero en determinado momento, Hombre prefirió el apartamiento y tranquilidad de la vida de Apache, y es que absorbió mucha de su personalidad, frío, taciturno, parsimonioso en su proceder, silencioso, como si todo el tiempo estuviera calculando una situación, adquirió sus maneras, lacónico, no debe nada a nadie, no se inmuta por nadie, es un personaje de perfil bajo, y con ese perfil es que despierta el interés de la atractiva mujer madura Jessie, una atracción que no podrá consumarse.
En Hombre vemos a un Newman ya maduro, y que mucho sabe entregar una serena y correcta actuación, y tiene en Ritt, a un personaje que lo conoce bien, y que sabe mover los hilos detrás de las cámaras.
Hombre es una suerte de western, sencilla historia, sin demasiadas emociones, es un desarrollo más bien tranquilo.
Paul Newman consiguió aquí, uno de sus mejores trabajos, mientras que Richard Boone, bordó el papel del fuera de ley al que se enfrenta, entre ambos, el veterano Fredric March consiguió brillar también, en un personaje tan interesante como poco atractivo a los ojos del espectador.
Fredric March haciendo de Dr. Favor, un funcionario de cuello blanco, responsable de una reserva india, a la que le roba no con dinero, sino con tinta y papel.
Richard Boone en un imponente papel de un tal Grimes, tipo abusador y cuatrero.
Martin Balsam en el papel de Mendez un mexicano trabajador y hombre de conciencia.
David Canary, estupendo secundario, en una de sus geniales interpretaciones de provocador al que le cierran la boca con un culatazo.
Peter Lazer, acá en el papel de Billy Lee, un joven que se casó con una muchacha muy atractiva y deseosa de diversión, la cual se aburre en ese lugar perdido en el Oeste, y sin distracciones donde la ha traído su esposo tras casarse con ella; etc.
Los personajes están muy bien caracterizados y, aparte de los forajidos, sólo el personaje de Fredric March puede considerarse malvado.
El personaje de Balsam tiene tan buenos sentimientos como escaso coraje.
Diane Cilento luce en su papel de mujer de cuerpo entero, que siempre dice lo que piensa.
Aunque el personaje de Newman es bastante lacónico, todos los diálogos que mantiene, están tan llenos de inteligencia como exentos de sentimentalismo e hipocresía.
Y es que John Russell desprecia su propia raza; íntimamente no se siente blanco, sino indio, y rechaza la soberbia e hipocresía que en su opinión, caracterizan la civilización de los blancos.
Sin embargo, las circunstancias le fuerzan a compartir viaje con un grupo de blancos, y en última instancia, a salvarlos de una muerte segura.
Resulta sumamente interesante, la contraposición entre las mentalidades de sus compañeros de viaje y la suya, diferencias que le convierten en un ser aparte, incomprendido, y en apariencia, insensible.
Además del carácter del protagonista, Ritt nos ofrece un maravilloso muestrario de personajes, todos ellos interesantes y movidos, según el caso, por sentimientos de avaricia, amistad, temor, rechazo, y solidaridad.
De hecho, Russell tendrá que inclinarse, llegado el momento, por uno de estos sentimientos, y esa decisión le definirá como Hombre.
Finalmente, al buen John Russell, Hombre, al hombre que vivía tranquilo en su alejamiento, se le pide que vuelva al mundo de los suyos, los supuestamente suyos, con la civilización, pero ese supuestamente civilizado mundo, en realidad significa la violencia, y salvajismo, que termina desembocando en la muerte de Hombre, que finalmente no pudo volver, no volvió a un lugar al que no valía la pena volver.
En Hombre hay un elemento que permite que un hombre alcance cierta altura; el existencialismo que en sus pasajes finales demuestran tanto Russell como el aparentemente despreciable Dr. Favor.
El primero resta importancia al propio hecho de morir, señalando cuando está a punto de acercarse a ella, que todo es cuestión de encontrar el momento apropiado para el encuentro con el instante definitivo.
Por su parte, el hasta entonces poco recomendable médico, proyecta en los diálogos que pronuncia, cuando se encuentra acosado en los pasajes finales, su negación de la existencia de Dios, y la aceptación de la nada de forma resignada.
Son detalles como esos, los que ofrecen en última instancia, una notable extrañeza en una película merecedora de una mirada teñida de curiosidad.
“I've heard a lot of stories about what the Indians do to white women”
Con Hombre, estamos ante un buen western psicológico, que refleja el cambio que va experimentando la sociedad en la década de los 60, en el retrato de inquietudes y actitudes, respecto a racismo, y mirada a las sempiternas motivaciones del ser humano:
Sexo, relaciones hombre/mujer, codicia, ambiciones, traiciones y demás.
Ese personaje honesto, y hasta inocente en su carencia de maldad y disposición a ayudar a los necesitados, habitual antes de los 60 en el pistolero de turno protagonista, se convierte de la mano de un excelente Paul Newman, en un taciturno y practico egoísta, que va a lo suyo, y solo actúa cuando ve peligrar sus intereses y/o se siente agraviado, cuando llega el momento es para aullar de placer, seca y contundente violencia completamente acorde con su personaje, sabiendo lo que hace, y como lo hace, en aras de la supervivencia; en principio visto con recelo por sus compañeros de viaje, debido a lo aparentemente despiadado de su proceder, a los que no le quedara más remedio, que apreciar lo correcto de su estoico sentido apache de la vida, en su modo de enfrentar la situación, ya que además de comportarse como ese Hombre digno de ser así llamado por sus enemigos, acaba, por otros caminos más dramáticos y menos trillados en el género, convertido en digno ejemplo de héroe de todo buen western que se precie.
Otro elemento muy destacado de Hombre, y para mí lo mejor, son los punzantes diálogos que hay, donde se espetan indirectas y agresiones verbales durante todo el metraje, las cuales apuntan a dejar bien en claro, el alto grado de intolerancia y discriminación que existía entre indígenas y blancos.
Elemento muy destacado es la acidez en los diálogos entonces.
Y es de agradecer que el director se deje de fariseísmos muy habituales en el cine clásico Hollywoodiense, y más en el western.
Porque muchos indígenas son retratados como asesinos crueles y despiadados.
Pero claro, los americanos que echaron de sus tierras a los indios, los emborracharon para hacerlos inofensivos, y finalmente los mataron para exterminarlos, son los “trabajadores humildes que quieren sobrevivir”
No seré yo el que defienda el mito del buen salvaje; pero es de agradecer que cuando las cosas caen por su propio peso, el director deje que Hombre hable por sí misma.
En la historia universal, se ha exaltado siempre, el afán de permanecer libres que innumerables pueblos han enseñado a través de gestas y sacrificios memorables.
Un ejemplo de esa libertad, ocurrió cuando un destacamento de celtíberos fue inmortalizado, porque cada uno de sus integrantes, prefirió infligirse la muerte en Numancia, antes que consentir la rendición ante las legiones romanas, igual sucedió con otros judíos, que también acabaron con sus vidas en Masada, colocados ante el mismo dilema.
La historia universal debería también recoger la epopeya de un grupo de apaches que sitiados en la cárcel de la Villa de El Paso, en 1839, dieron muerte a sus mujeres y a sus hijos, para luego pasarse a cuchillo entre ellos, con el propósito de evitar a todos la prisión y la servidumbre.
En Estados Unidos, los más feroces representantes de la civilización occidental, proclamaron cínicamente, que “el mejor indio es el indio muerto”
Otros, espantados ante el genocidio que se cometía cotidianamente, acuñaron otro lema:
“Hay que matar al indio para salvar al Hombre”, leyenda piadosa que colocaron en uno de los muros del antiguo edificio de los archivos nacionales de Washington.
La propuesta era “civilizar” a los indígenas para rescatarlos de sus verdugos.
Adelantados en casi todas las experiencias a los norteamericanos, los conquistadores españoles procedieron mucho antes bajo divisas similares.
Los apaches por su parte, pronto se dieron cuenta que la “civilización”, en la forma de cristianización, les significaba una vida de esclavitud y sometimiento.
Quizá por ello ante “...sus hábitos, modales, y feroz carácter se estrellaron todos los esfuerzos y mágico ascendiente que tiene la religión para hacerse lugar en el más empedernido pecho…” como escribía el historiador chihuahuense José Agustín de Escudero, angustiado por el terrible derramamiento de sangre en las aciagas horas de Las Guerras Indias.

“The dead are dead.
You ought to bury them”



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