Ronda Nocturna

“La ciudad…”

En los últimos años, el cine argentino ha destapado varios temas sexuales, otrora tabú, o que por lo menos, habían permanecido casi confinados en el ámbito de lo privado, y sólo en los últimos años, pasaron a formar parte del espectáculo, con resultados dispares:
La homosexualidad masculina, el SIDA, y el sadomasoquismo; “taxiboys” en Buenos Aires, “chaperos” en Madrid, “hustlers” en EEUU, “michés” en Brasil, miríadas de jóvenes varones, recuestan la rotundez de sus espaldas, a la caza de hombres que paguen por acceder al vericueto del áspero goce que propalan, contra los postes de las grandes ciudades de Occidente.
La dispersión de las nominaciones, expresa también, peculiaridades intransferibles, que varían de lugar en lugar.
En América Latina, el tema de la prostitución masculina, ha sido menos estudiado y oculto, pero está igual de presente.
Se ha hecho evidente, con el creciente desarrollo del turismo, especialmente del tipo sexual.
En Cuba, jóvenes buscan turistas, y son conocidos como “jineteros”, mientras en los países del Mar Caribe, prostitutos buscan clientes en las playas.
En grandes ciudades latinoamericanas, como Asunción, Buenos Aires, Lima, San Pablo, Santa Cruz de la Sierra, Santiago, Bogotá, Caracas, o México, ciertos lugares como las llamadas “zonas rosas”, calles y parques, son lugares preferidos para los “taxiboys” a la manera en que esto es practicado en Europa, o Asia.
Por otra parte, el Internet ha jugado un papel determinante en el mundo de la prostitución masculina, y ha reducido el número de prostitutos en las calles.
Según el antropólogo, Camilo Ernesto Morales Cruz, de La Universidad Nacional de Colombia, la prostitución masculina, en las culturas latinoamericanas, es invisible para la sociedad:
“...porque su ejercicio, vulnera el ideal de lo masculino.
Los sujetos que intervienen, son considerados liminales:
Los trabajadores son discriminados por su profesión, que es catalogada como despreciable, y va en contra de la dignidad humana y, a su vez, discriminados por sus prácticas sexuales “antinaturales” y “pervertidas”
La prostitución masculina es muy variada, y difiere en mucho de la prostitución femenina.
Muchos varones, ejercen la prostitución por necesidad, pero en cuanto adquieren un empleo estable, la abandonan naturalmente.
Otros de clases pudientes, especialmente adolescentes, la ejercen por obtener dinero alternativo, pero en edad más adulta, la abandonan.
Muchos varones ejercen la prostitución masculina, de manera eventual, a veces incluso, por curiosidad.
Clientes y prostitutos, se encuentran en numerosas formas.
Muchos de los términos con los que se refieren a los prostitutos, nacen de las maneras en los que estos son contactados, o los lugares en donde estos se encuentran.
Por ejemplo, en Colombia, un “prepago” es un prostituto, al que se le paga antes de que este preste su servicio sexual.
En Cuba, un “jinetero” es uno que “cabalga al turista”
Estos nombres, pueden tener su contraparte en la prostitución femenina.
Un “gogoboy” es un prostituto que atrae clientes, en espectáculos de danzas eróticas, y Striptease.
Internet, ha contribuido a la internacionalización de ciertos nombres de origen anglosajón, como “rentboys” y “escorts”
Los masajistas, también han tenido una relación con la prostitución masculina, especialmente en Asia.
La prostitución masculina, puede ser ejercida de manera solitaria, en grupos, o asociados a empresas de prostitución.
La primera, tiene mayores riesgos, tanto para el prostituto como para el cliente, mientras asociarse, conlleva mayores garantías para ambas partes.
“La gente…”
Ronda Nocturna es el título de una película dramática, argentina-francesa, escrita y dirigida en el año 2005, por Edgardo Cozarinsky.
Protagonizada por Gonzalo Heredia, Rafael Ferro, Moro Anghileri, Darío Tripicchio, Gregg Dayton, Roman Chiaposki, Jana Bokova, Diego Trerotola, entre otros.
Edgardo Cozarinsky, sufrió el exilio en 1974 en Paris; él no es un director de temática, sino un observador del mundo que refleja en sus películas.
Su mirada frente a la cultura burguesa occidental, es la de un francotirador.
La única película que trata sobre este tema, es Ronda Nocturna.
Nómada por vocación, Cozarinsky ha filmado sólo parte de sus películas en Buenos Aires y París, también lo hizo en Budapest, Tallin, Rotterdam, Tánger, Viena, Granada, San Petersburgo, Sevilla y Patagonia.
Una leyenda india reza, que en la víspera del día de Todos Los Santos, los muertos tienen permiso para volver, y llevarse a sus seres queridos.
La noche del 31 de octubre, el joven Víctor (Gonzalo Heredia) un taxiboy de la zona porteña de Santa Fe y Pueyrredón, comienza su ronda, en busca de clientes.
En la parte meridional del hemisferio Sur, a finales de octubre, la primavera ya está ausente en todas partes.
Al final del día, la gente se entretiene en las calles, mientras una brisa fresca alivia el calor del día.
Cuando “la gente diurna” se va a casa, y “la gente de la noche” les toma el relevo, la cámara recoge, como por casualidad, a un chico de 19 años llamado Víctor.
Es un chico de alquiler, que empieza su ronda de cada día, en busca de clientes, al caer la noche; una larga noche, plena de encuentros venales, e íntimos tráficos, no muy distinta de otras.
Víctor, un chico de la calle, apenas salido de la adolescencia, deberá enfrentar peligros inexplicables, cada vez más graves:
Desconocidos que lo acechan, un accidente apenas evitado, un intento de matarlo tras abandonarse al placer, finalmente la locura asesina, la fuerza sobrenatural, pero también, la ternura de una muchacha enamorada, más allá de la muerte.
Antes de que vuelva el sol, Víctor habrá aprendido que ese amor, al que su juventud ha sido ciega, puede volver a poseerlo, acaso para matarlo.
Ceremonia de iniciación, en tono de pesadilla, la noche lo dejará tal vez, un poco menos insensible; en todo caso, tempranamente marcado.
Ronda Nocturna es una película con personas de verdad, el protagonista, y algunos de sus amigos, y también, es una película con elementos mágicos, y del más allá.
La parte de prostitución homosexual, tiene un tratamiento muy natural.
Hay pocas escenas de sexo, y de hecho el elemento “gay” no predomina realmente en Ronda Nocturna, que es... otra cosa.
Ritmo tranquilo, en una larga noche de Buenos Aires, de aquí para allá, recorriendo diferentes ambientes y posibilidades:
Sexo, amistad, vida, supervivencia, y también muerte al acecho, en una obra que, seguramente, sorprenderá por su simpleza y realidad natural.
Y es que Cozarinsky, es un hombre polifacético:
Novelista, guionista, director de cine y teatro y, sobre todo, eximio documentalista, se asoma a la ciudad de Buenos Aires, con una mirada sensible, casi documental, para filmar la errancia de esos jóvenes, a la caza de clientes, los travestis, los cartoneros...
Pero la zona más oscura de Ronda Nocturna, es aquella de los fantasmas que rodean al protagonista, quien se siente acechado por peligros inexplicables:
Borrosas persecuciones, alguien que trata de matarlo, y sus muertos queridos, que vuelven de la tumba como:
Mario (Rafael Ferro) y Cecilia (Moro Anghileri)
Estos fantasmas, sin embargo, parecen ser los del propio Cozarinsky, quien sin duda, se mira en el espejo de su protagonista, en una reunión de clientes top, el director tiene una aparición fugaz, e intercambia una mirada elocuente con el joven.
A diferencia de su referente pictórico de Rembrandt, esta ronda tiene poco de heroico, pese a que esa noche, constituye una suerte de descenso a los infiernos, al final del camino, la luz del día cae sobre un Víctor, que no parece haber aprendido algo, sino que sigue mostrando el mismo aspecto de joven inmaduro e inconsciente.
“La noche…”
Ronda Nocturna, del argentino radicado en Francia, filmada en y sobre Buenos Aires, cuenta un relato sobre la juventud en la era post-menemista, con la supervivencia a la orden del día, la miseria de los cartoneros, siempre presente, y la terrible ilegalidad que reina en la mente de todos los porteños, como motor de la historia.
Pero Ronda Nocturna, es un film que muy poco tiene que ver con films más introspectivos, como también lo son, los fantasmas y las pesadillas.
Cozarinsky concentra el relato de Ronda Nocturna, en una única noche.
Esa noche es el marco, en una Buenos Aires, a la que parece retornar Víctor, un taxiboy que cumple oficios nocturnos diversos, que hace del tráfico, en un sentido amplio, una forma de supervivencia, después de una ausencia, o un largo sueño, para encontrar una ciudad, que se ha vuelto fantasmal, paupérrima, quizás peligrosa.
La ciudad, que Cozarinsky filma con devoción y romanticismo, es un lugar decadente, que mezcla lujosos gimnasios, con gente que revuelve la basura, que combina la decadente y gris calle Corrientes, con el vacío San Telmo, y sus viejos bares de barrio.
Se trata de un espacio fantasmagórico, que Víctor reconoce como suyo, pero que no deja de impactarle.
Hay muchos detalles de un realismo mágico, algo artificiosos, cercanos al cliché, y que dan un toque fantástico, a un relato por lo demás realista, que son a la vez, la marca del director, y lo que más se le resiente.
Pero es también su forma de narrar, un intento de poetizar y metaforizar por medio de las criaturas de la noche, que desaparecen tan inesperadamente como aparecen, ciertos temas grandilocuentes:
La muerte, el peso del pasado, el amor...
Si se salva este detalle, es porque, primero que nada, Ronda Nocturna tiene pocos diálogos, y el peso recae sobre la imagen.
Y segundo, porque los actores los sostienen con sus actuaciones:
A Heredia, se suman las valiosas “performances” de Rafael Ferro, y Moro Anghileri…
El personaje principal, está definido; le conoces, le crees, y te resulta cercano.
Ignoras lo que sucederá, a partir del momento que Ronda Nocturna finaliza, pero sabes que continuará hacia los mismos lugares, y rodeado de la misma gente...
Su mundo es ese, y no puede ser de otra manera.
Quizás, una de las cosas que más me gustó, es que muestra a la Buenos Aires real, frente a la artificial, preparada para el turismo “gay friendly”
Bueno no es su característica única también, pues se puede ver en París, Rio de Janeiro, San Pablo, o Nueva York, entre otras.
La prostitución masculina para subsistir en la noche de Buenos Aires, droga, y a tantas otras miserias.
A muchos de los argentinos, no les gustará que se muestre; y no comparto esa opinión; porque se adentra en esos submundos, para aprender que frente a tanta miseria humana, e hipocresía, hay solidaridad y ternura. Las referencias a Rembrandt, no se limitan al título.
Ronda Nocturna explora los claroscuros de la noche de Víctor:
Ahí vemos su éxito profesional, el chico es atractivo, accede a ambientes exclusivos, donde consigue clientes rápidamente, tiene “protección policial”, amigos, compradores para su mercancía, insólita aparición del crítico Diego Trerotola como primer cliente; pero Víctor se mueve en el marco de una Buenos Aires degradada, empobrecida, invadida por cartoneros, que lucen como personajes siniestros, amorfos, en un nomadismo urbano, paralelo al del protagonista.
Tal vez este aspecto, haya resultado pintoresco al director, quien regresa de una larga residencia en París, o lo sea para un público extranjero, aspecto tan localista, como los tangos de la banda sonora, a cargo de Carlos Franzetti.
“Tu cita…”
El paso de la noche al amanecer, como en las historias de vampiros, revelará la duplicidad del mundo, la cara realista, y la cara fantástica, sin que Edgardo Cozarinsky deje ver la manera en que lo logra, sin que medien más efectos especiales, que un tono que va variando de modo tenue, casi imperceptible.
Como en varias de sus películas anteriores, en Ronda Nocturna, el director vuelve sobre una historia de personaje solitario, que busca descubrir cuál es su destino, pero da un paso más, y lo sumerge en esa telaraña de relaciones, que terminan por definir una familia posible.
Las criaturas de la noche, también padecen la soledad.

“Buenos Aires: fantástica y alucinatoria”



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